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04 julio 2024

Divagar sobre "Chums" ("Amigocracia") de Simon Kuper en esta jornada histórica

El autor de "Chums" (que no se traduce literalmente como "amigocracia" como lo han hecho en la edición en castellano, sino más bien como "amigotes"), Simon Kuper, estudiaba en Oxford en los 80. Un momento, espera: ¿quién estaba en Oxford en aquellos maravillosos años? Daré una pista con el resto del título: "Amigocracia: Cómo una pequeña casta de tories de Oxford se apoderó del Reino Unido". Ahá, esos que están pensando: sí, ese, y sí, ese, y aquel. Los que nos llevaron al Brexit, y a otros desastres. De esta panda de amigotes habla este libro.

Este es Kuper
El autor escribe desde la posición del que observa desde fuera: Kuper era en Oxford un "outsider", alguien que no pertenecía al ecosistema de la clase alta educada en colegios privados, era un hijo de sudafricanos de clase media de colegio público, que había nacido en Uganda y vivido en Holanda. La mirada del outsider ha dado tanto juego en literatura: prácticamente en todas las novelas de campus hay uno que nos cuenta la historia: desde las mellizas O'Sullivan en Santa Clara, pasando por el nuevo de "El club de los poetas muertos", el pobre de "The secret history" y la mítica Mariona Calleja en Banderley, hasta el más reciente, Oliver de "Saltburn" -que justamente también está ambientado en Oxford, pero esta vez en los 90.

De los 17 Primeros Ministros que ha tenido el Reino Unido desde 1940, 13 fueron a Oxford. De las excepciones, hay tres que no fueron a la universidad (Winston Churchill, James Callaghan y John Major) y Gordon Brown fue a Edimburgo. Casi todos los 13 estudiaron una carrera llamada PPE (Política, Filosofía y Económicas) - si existen carreras separadas de cada una de estas tres disciplinas, lo de esta licenciatura es patinar por la superficie-, y muchos de ellos fueron miembros de un grupo llamado la "Oxford Union", la sociedad de debate de la uni, de la que hablaremos luego. Keir Starmer, nuestro flamante primer ministro, llegó a Oxford en 1985 después de haber estudiado derecho en Leeds para hacer un curso de postgrado de Derecho Civil. Kuper lo describe como “genuinamente clase trabajadora, guapo, carismático y bastante de izquierdas”. Será el cuarto que no hizo su grado en Oxford.

No deja de ser curioso que vaya a publicar este divague de libro justo hoy, el día histórico en el que les vamos a dar la patada a esa casta de tories en las Elecciones Generales. No ha sido planeado, empecé el libro antes de que se anunciaran. Mi plan inicial no era celebrar, sino resumir el análisis del autor sobre la clase dominante de este país, y para ello habrá que entender un poco de dónde venían (o sea, la historia), habrá que ver lo que era la cultura de Oxford cuando ellos se estaban formando (seguramente no lo que el divagante piensa, “una buenísima universidad”) y lo que es ahora. Si no hubiera tenido este divague de libro tan a mano, probablemente habría escrito uno mirando al futuro, no al pasado, como ha hecho la gran Zadie Smith hoy en el Guardian: “Here comes the sun”, lo ha titulado. Ojalá salga el sol metafórico, aunque sea, en esta isla; llevamos demasiados años bajo las nubes. Ahí vamos.

~~UN POCO DE HISTORIA~~

A las grandes guerras del Siglo XX también fueron los alumnos de Oxford: en la Primera Guerra Mundial murieron siete ex-presidentes de la Oxford Union. De 1940 a 1963, los Primeros Ministros que tuvo el Reino Unido habían todos luchado en la Primera Guerra Mundial. Uno de mis libros favoritos de los últimos años, “El domingo de las madres” de Graham Swift, narra la inmensa tristeza que se respira en las casas de la clase alta en el periodo de entreguerras donde “las habitaciones de los chicos se han quedado como las dejaron”, pero están todos muertos. Tres ex-presidentes de la Oxford Union cayeron posteriormente en la Segunda Guerra Mundial.

La clase alta se vio muy afectada, como se puede ver, por las guerras. No es casualidad que la era en la que los Primeros Ministros eran veteranos de la guerra coincidió con la época de la socialdemocracia británica. De 1945 a 1979 se dieron “aquellos maravillosos años”: en 1945 Clement Attlee, ganó las elecciones por goleada para los laboristas y formó el primer gobierno de estos en mayoría, hasta 1951. Ya hemos hablado mucho en este blog de avances sociales de esos años, incluyendo la creación del NHS (Seguridad Social) y el Welfare State (Estado del Bienestar), la independencia de la India, nacionalización de múltiples industrias y keynesianismo (aprobado por tanto laboristas como conservadores!), entre otros.

Tras años de austeridad de la posguerra, la prosperidad económica llegó en los 50, aunque el UK ya no era una potencia mundial. Analicemos esto último: el ligero cambio de puntuación e imperativo cambia el significado del himno patriótico “Rule Britannia”. De “Rule Britannia, Britannia rule the waves!” [inicialmente exhortando a los británicos a mandar sobre las olas-qué bonito-, sobre el imperio], a “Rule Britannia, Britannia ruleS the waves” [afirmación: de hecho, mandaban]. Pues entonces estaban de vuelta al casillero de salida, ya no mandaban sobre las olas, y eso no molaba. Oxford incitó a sus alumnos a preocuparse por el pasado, a asumir que hay ciertas instituciones y costumbres que son intocables. Dice Kuper que esto llevó a algunos de sus alumnos a crear fantasías atemporales como “Alicia en el el país de las maravillas”, “El hobbit”, “Narnia” y… el Brexit (de esto hablaremos luego).

El Primer Ministro conservador Ted Heath había estado en el Desembarco de Normandía y concluyó que “no se podía permitir que los europeos volvieran a matarse entre ellos”. Fue el que en 1973 hizo posible que este país entrase en la entonces Comunidad Económica Europea (CEE).

En 1979, “la desigualdad salarial alcanzó el punto más bajo de la historia”. Pero también en ese año llegó Margaret Thatcher (ding dong the witch…) al poder, y empezó por celebrar de nuevo el privilegio y el acento adecuado, restableciendo las desigualdades. Hasta finales de los 80, Thatcher no se quejó de la CEE: había obtenido el reembolso que quería y aquí preocupaban otros temas, como la huelga de la minería, el apartheid etc. Pero cuando se empezó a hablar de la moneda única, Thatcher se volvió euroescéptica.

Incentivados por Thatcher, en los 80 las clases altas estaban empezando a recuperar un poco de la confianza que habían perdido desde la Segunda Guerra Mundial con toda esa revolución social. Durante el divague veremos cómo la combinación de thatcherismo y Oxford dio lugar a este interesante tipo humano que lleva dirigiendo el país casi 15 largos años.

En 1992, con John Major como Primer Ministro, se aprobó el Tratado de Maastricht y ahí empezaron a preocuparse por aquello de no poder ejercer el autogobierno, el ser una provincia más del imperio europeo, cuando ellos habían sido siempre el centro de su imperio: iban a ser la aldea gala de resistencia. Además, con los sindicatos y la URSS vencidos, la derecha británica necesitaba un nuevo enemigo. El evidente era la CEE.

Running out of ideas...


~~OXFORD EN LOS 80~~

Acceder a Oxford
Cuenta Kuper que en su época, las buenas notas en A levels (~selectividad) no eran suficientes: para entrar en Oxford tenías que pasar ese ritual tan británico que es la entrevista personal. Allí se buscaba gente que “pudiera hablar desinformada de cualquier tema y que fuera ingeniosa y divertida luego en las tutorías”.

¿A alguien le viene a la cabeza un tal Boris Johnson? Ah claro, porque otra faceta que te daba puntos era ser alt@, rubi@ y de colegio privado. Pongo la @ pero las mujeres eran entonces solo el 30%. Los coles privados dedicaban tres meses solo para prepararte para la entrevista y, si aún así no lo conseguías, siempre estaba el telefonazo de papi (esto lo dijo el director de un cole privado en Westminster; si en este divague hago bromas o exageraciones, lo avisaré, todo el resto es factual).

En esa preparación, sabían que el lenguaje corporal de la entrevista lo era todo: los chicos de la escuela privada se sentaban como si fueran los dueños del mundo, como sus abuelos y padres con el whisky en la mano en el club, mientras que los de las "grammar schools", en la punta de la silla, como a punto de salir corriendo. Eso nunca da puntos.

De dónde venían los alumnos
Ah, las “grammar schools”: algún alumno venía de aquí. Era un tipo de cole público que existía aquí hasta que se los prohibió, en el que se seleccionaba alumnos en base a sus méritos académicos (Keir Starmer fue a una). De este sistema selectivo salían los pocos de la escuela pública que nutrían a la muy selectiva Oxford. Pero era muy difícil competir con los de la privada -aparte de las obvias, veremos las razones más abajo-, en particular con el principal productor de futuros oxonians (como llaman a los alumnos de Oxford), Eton, el famoso colegio de chicos, aquel en el que los chavales van de chaqué por las calles. Esos colegios que poseen "38.000 acres de terreno", para deporte, claro. No hay más preguntas.

Casualmente, el otro día caí en un trozo de una entrevista que dió Paul McCartney a Julia Otero en 1989 en el que ella le preguntaba por qué, con la pasta que tenía, llevaba a sus hijos a la escuela pública. Y Paul: "La escuela privada en Inglaterra produce un tipo de gente diferente, de clase alta y a mí eso no me gusta. Me gusta la gente normal, yo vengo de gente normal, trabajadora y no quería que mis hijos vinieran a decirme, hola papi" (y pone un acento pijo). Me encanta esta anécdota, pero tal vez a Paul uno de sus nietos, hijo de Stella, le diga “hola granpapi” con ese acento pijo [tal vez Stella haya llevado a su hijo con la nariz tapada, como yo, al mismo cole que va Mini].

Oxford o no dar palo al agua
Cuando Kuper llegó a la universidad, se dio cuenta que estaba mal visto estudiar mucho. Ya escribió Marías en “Todas las almas” eso de que “Oxford, sin ninguna duda, es una de las ciudades del mundo donde menos trabajo se hace”. Graham Greene escribió que “estaba borracho de la mañana a la noche, solo necesitaba estar sobrio una hora a la semana cuando se reunía con su tutor” y Stephen Hawkins que “estudiar era lo peor, el signo de ser un hombre gris; o eras brillante por naturaleza o había que aceptar tus limitaciones y tener un grado cuarta clase”. Lo que se venía a hacer a Oxford era otra cosa: relaciones. Crecer, beber, hacer deporte, hacer amigos, tal vez echarte novia.

Con ese enloquecido “programa de festejos”, no daba la vida para estudiar, claro. Pero no importaba: los tutores valoraban más la capacidad de producir un ensayo con prisas la noche de antes (Kuper que es periodista del Financial Times dice esas noches le prepararon precisamente para ese trabajo), poder defender un argumento en el que no se creía necesariamente, echar faroles en las tutorías y hace exhibición de aquello tan británico como es el “wit” y el “charm” (el ingenio y el encanto).

Y no es que no importara, es que si habías estudiado, te miraban mal. ?Alguien recuerda la escena de “Saltburn”, cuando el chico pobre dice que se ha leído todos los libros de la lista del verano y se le ríen? Claro que había empollones, gente seria a la que interesaban la complejidad y los matices, pero no era lo normal.

En el primer grupo, el de los faroleros vagos de la improvisación, tenemos como ejemplo claro a Boris Johnson, que combina “nature” (nació con ese tipo de personalidad) más “nurture” (Eton, Oxford). Estudió Clásicas y fue periodista de los que escribían sin mucho conocimiento (le echaron un par de veces por mentir), y luego político de los que hablaban sin saber nada. En sus antípodas, en el segundo grupo, el empollón que tenía muchas mejores notas, Dominique Cummings (el que movía los hilos de las marionetas) que además de tener los datos era consciente de sus limitaciones: “no se me da la retórica”. Hay gente que es mejor escribiendo que hablando, y es bueno conocerse a una misma.

Lo de las ciencias
Aunque el libro está lleno de perlas, aquí va lo que más me ha impactado: las ciencias era algo que no se estimulaba en los toffs (aprendan esta palabra, la versión británica del pijo). La idea era que los científicos “se quedaran en la sala de máquinas” haciendo sus cosas mientras que los retóricos “llevaran el barco” [este desprecio por la ciencia me recuerda el nacional unamuniano “que inventen otros!”... aún estamos pagando esa ideología en España]. Lo de Oxford era especializarse en producir tres tipos de profesionales: los políticos y funcionarios que administrarían el estado, los abogados y economistas que servirían a la economía y los periodistas que contarían la historia, que narrarían el espectáculo a las masas.

Esto quiere decir que la mayoría de estos licenciados en PPE (recordemos, Politics Philosophy Economy) habían dejado de estudiar matemáticas o ciencias a los 16, lo que quedó más que claro cuando llegó el covid y no sabían leer una gráfica. Nota: el 95% de los Miembros de Parlamento (MPs) que habían estudiado PPE votaron “Remain” (quedarse) en el referéndum del Brexit, incluyendo a David Cameron, Liz Truss, los Millibands, Jeremy Hunt… entre el 5% que votaron “Leave” (si me queréis, irse!) estuvieron Rishi Sunak y Rupert Murdoch (quién iba a decir que en sus tiempos en Oxford tenía un busto de Lenin en su cuarto y fue miembro del Partido Laborista de la uni). En contraste con los de PPE, los tories brexiteros habían estudiado clásicas (6 de los 8 clasicistas de la cámara votaron “Leave”).

Lo del latín
El latín implica mucho prestigio en este país porque solo un pequeño grupo de colegios privados lo enseña. Tal era su estatus que hasta 1960, haber estudiado latín era un requerimiento para entrar en Oxford.

Probablemente mi anécdota favorita de todo el libro es esta: Francis Crick, que no sabía latín, no fue aceptado por ello ni en Oxford ni en Cambridge, así que terminó en UCL (University College London). Y de ahí su carrera hasta el Nobel tras descubrir nada más y nada menos -con Watson- que la doble hélice del ADN. Me parto. Nota de menos risa: Watson, Crick y Rosalind Franklin, que se debería también llevado el Nobel-en el enlace explico por qué. 

Kuper dice que cuanto menos “útil” tu grado era, más chic se consideraba. Tiene mucha lógica: la gente que tiene la espalda cubierta puede permitirse estudiar algo de lo que luego no tendrá que vivir.

Más mitología: Retorno a Brideshead
No olvidemos al osito de Sebastian
Junto con el thatcherismo, algo más contribuyó a que la clase alta empezara a salir de sus madrigueras. En 1981 se estrenó la serie adaptación de la novela de 1945 de Evelyn Waugh “Brideshead revisited” (“Retorno a Brideshead”), toda llena de nostalgia (esa palabra, de nuevo) por la época aristocrática británica. Como en las mejores ficciones, la protagonista es la mansión, que aquí es un símbolo de la amenaza existencial de la modernidad. La serie inspiró una nueva forma de cultura juvenil en esta isla, comparable al punk o la música indie, liderada por los toffs.

El “Bullingdon Club”
Así que ahí los tenemos, ya desatados. Si has visto alguna vez las imágenes de Cameron, Johnson y amiguitos de chaqué en unas escaleras en los 80, no la habrás olvidado: eran los miembros del Bullingdon Dining Club (Labour la quiso usar alguna vez en su campaña, para lo mismo que yo querría usar este divague). 

Este grupo selecto de niños-bien-nivel-leyenda se reunían para cenas a lo grande que solían terminar con desfases varios, como destrozar el restaurante (total, ya pagaría luego papi), vandalizar la calle, humillar a las prostitutas que contrataban, bajar los pantalones a los “plebs” (así llamaban a los de “clase baja”), a los que luego daban dinero en compensación. 

El lema del Bullingdon era “Las normas no aplican a nuestra clase” (con toda la razón porque de hecho, podían hacer todas esas burradas: aunque les arrestaran, les soltaban al día siguiente sin cargos). Johnson se avergonzó más adelante públicamente de haber pertenecido a este club - quién sabe si lo pensaba, o fue otra lavada de cara.

La “Oxford Union”
También perteneció Boris a la “Oxford Union”, una sociedad de debate fundada en 1823 que hasta 1963 no aceptó a mujeres, a la que Kuper llama “una House of Commons para niños”. Físicamente, como la real, parecía un club de gentlemen inglés: biblioteca, salas de escritura, bar, jardín y la sala de debates, con bustos de Primeros MInistros que habían sido miembros de la sociedad. El tono era de ironía y juego verbal (banter) y se prefería la retórica a entrar en el detalle de las leyes o el tema que fuera. Allí se oían también con los característicos “ayes” y “noes” de la House of Commons, la de los mayores. No quiero hacer listas, pero todos estuvieron allí: desde Theresa May hasta Netanyahu pasando por Benazir Bhutto y Viktor Orbán. Era el lugar donde “aprender el juego de la política”.

La Oxford Union estaba llena de conservadores, que había aprendido las reglas de cómo debatir en sus colegios privados (Point of Order! Point of Information!) y aunque había tradición de laboristas allí también, nunca fue tan central como para los tories (ni Clement Atlee ni Toni Blair se molestaron en ser parte). Pero en general, se cree que la retórica de los conservadores, salidos de estas sociedades de debate de Oxford, es mucho mejor que las de los laboristas, que lo que hacían era “torturarse en debates de post-marxismo en seminarios”.

Kuper concluye que toda esta panda son “habladores” (los mejores, como ha quedado claro), pero no “hacedores” (“talkers, not doers”). Por tanto, tras una campaña de Brexit llena de palabras que eran aire, se dieron cuenta que no habían  hecho algo fundamental: leerse la letra pequeña. Y luego vino la pandemia, otro claro ejemplo del triunfo de la retórica versus los hechos o la experiencia: el cuarto desastre del Reino Unido en los últimos 20 años, tras Irak, la crisis financiera y el Brexit.

Generación sin tragedia
Otra de las hipótesis de Kuper para explicar la última crisis, la de Brexit, es que esta panda de políticos fue la “generación sin tragedia”: Cameron, Johnson et al era la generación que más suerte había tenido por no haber vivido ningún drama generacional en un país que durante 300 años había evitado revoluciones, dictadores, hambrunas, guerras civiles, invasiones. Ellos además, eran los miembros más privilegiados de esta sociedad, que transformaron la muerte de algún antepasado en estas guerras en viejas glorias familiares y personales. Pero algunos querían su propio proyecto heroico… y este fue el Brexit, del que hoy no voy a escribir porque hay hasta una etiqueta en el divlog.

"Me preocupa que nos está llevando a la batalla
una persona que lleva pajarita"


~~EL FUTURO~~

¿Hay justificación para la educación de élite?
Visto donde estamos y a dónde nos ha llevado este grupo de toffs, hay que preguntarse: para qué los Oxford de turno? Kuper estudió también en universidades europeas -ni selectivas ni de élite, como sabemos los que venimos de la pública. Allí había muchos alumnos por clase (olvídate de las tutorías en asientos de cuero) y muchos estudiantes trabajando en bares por la noche, gente que le costaba 10 años terminar la carrera. Oxford era mejor que esas universidades, pero si te lo planteas, las sociedades de Holanda o Alemania eran más ricas, más justas y más igualitarias que la británica. En estos países los niños no tenían que estar siendo instruidos desde una escuela privada para saltar una valla a los 18. En esos países se saltan las vallas como adultos, en la vida laboral. De esta manera se evitan muchas de las injusticias británicas.

¿El futuro para Oxford? 
Qui lo sá… de entrada Kuper afirma que ha cambiado: el proceso de admisión es más transparente, tienen algoritmos para entender los obstáculos que han tenido que superar los alumnos de la clase trabajadora, y muchos tutores no los excluirán solo porque se queden en blanco de terror en las entrevistas, teniendo más en cuenta los resultados que la familia y el acento. La mayor parte de los tutores ya no toleran las retóricas vacías de los de antes -de hecho, hay cierto examen de conciencia del rol que Oxford tuvo en el Brexit. Eso sí, no idealicemos, hoy Oxford se ha globalizado, está lleno de estudiantes extranjeros que traen muy pasta -según bajas del tren está la escuela de negocios Said, que lleva el nombre del que lo pagó, un traficante de armas.

~~HOY~~

Sí, me ha quedado largo y aún así me he dejado muchísimos factores que explican cómo hemos llegado hasta aquí. Pero hoy es un día histórico, hoy en las Elecciones Generales se espera un “landslide” (victoria por goleada) del laborismo. Tal vez como la de mayo de 1997 con Tony Blair, y yo llegué a la isla justo un mes después. Cuando entró Cameron, en mayo de 2010 estaba muriéndome en un hospital (tal vez no tanto, pero no dejemos que la verdad empañe una buena historia). Unos meses antes había empezado este blog, y aquí he ido contando todos estos años de montaña rusa. 



Muchas cosas han pasado, muchas cosas son diferentes… pero un dato relevante para maniana es que a consecuencia de este gobierno y el Brexit al que nos llevaron, con la nariz tapada (la segunda vez que me tapo la nariz en este divague, lo sé, nobody’s perfect, ni siquiera Maléfica) me tuve que hacer el pasaporte británico, “azul como las olas del mar”, que decían los brexiteros. Pasaporte que me va a permitir, por primera vez, votar en las Generales, y contribuir a botarles a ellos.

Mi casa: una zona libre de tories
No me hacía falta leer este libro para saber que jamás apoyaré a una “pequeña casta de tories de Oxford que tomaron -y destruyeron- el Reino Unido”, pero creo que "Chums" debería ser de obligada lectura para los británicos antes de ir a las urnas. Hasta los que votan por sus intereses antes que por los de la mayoría, deberían tras la lectura mostrarles el dedo anular, por pura dignidad. 

No es que el poder corrompa, es que los que aspiran a él suelen ser en gran medida un cierto tipo de personas -como contamos aquí. Pero si esas personas además nunca han caminado por el mundo real, los problemas se tornan aún más graves, y las consecuencias... las que hemos sufrido en esta islita, como decía José Donoso, con forma de conejo.


Bye bye, babies. Hasta nunca. Here comes the sun. 

11 octubre 2022

"Sula" de Toni Morrison y la ambivalencia por un personaje

No es un patio andaluz(ya quisiera),
es mi balconete en el corazón de la pérfida

El padre de Toni Morrison, la única autora negra que ha ganado el Nobel de literatura (1993), no dejaba entrar a blancos en su casa de Ohio. Sus razones eran distintas de las que los blancos, que no se mezclaban con los negros por aquello tan viejo de que tu grupo mantenga sus derechos a costa del otro. El padre de Morrison había vivido desde niño la representación de ese supremacismo blanco en su cara. Miremos el nivel de racismo de la sociedad actual; imaginemos el racismo en la época que nació Toni Morrison, 1931.

No había leído nada de Morrison, aunque sí a otras autores negras: Zadie Smith, Chimamanda Ngozi Adichie, Kiley Reid, e incluso algún tío, Paul Beatty, pero tengo terribles lagunas. Noto con estupor que cuando fui a Sudáfrica me compré cuatro libros y ninguno de ellos era por autor@ negr@. Mini se está leyendo ahora en el cole "Things fall apart", el clásico de Chinua Achebe, que igual le debería coger cuando termine. Hasta aquí mi Mea Culpa - más acusado si cabe porque acabo de empezar a dos tíos blancos americanos, Palahniuk y Franzen, dos típicos "wokes" que no van a retar mi mundo en absoluto, pero no todo va a ser un valle de lágrimas.

Hablando de retos: "Sula". Esta es la segunda novela de Morrison, publicada en 1973, cuyo tema de la contratapa no me podría atraer más: "la amistad de dos niñas". Cuánto nos gustan estas novelas que nos llevan a esa época en la que tu amiga (estupenda) era lo más importante del mundo. Hablando de amigas estupendas, por supuesto me estoy refiriendo a la primera de Elena Ferrante del mismo título divagada aquí. En ella Lenú y Lila se pierden por las calles de Nápoles, y yo me pierdo en el divague y acabo hablando de otra novela de amistad, la maravillosa "Nubosidad variable" de Carmen Martín Gaite. No recuerdo quién era quien, pero o bien Lenú o Lila era muy especial: indómita, nada convencional, libérrima. Este tropo se repite en "Sula", porque ella, Sula, es también ese personaje.

Vais a salir hasta ahí de mis geranios,
a que están preciosos?
Nel y Sula, que viven en Medallion, un gueto de negros en Ohio, se conocen en la página 52 del libro y, hasta ahí, me cuesta bastante conectar. Supongo que es lo de siempre: "no eres tú, soy yo", estaba a mil cosas, un viaje, empezar uno de relatos que acaba quitándole protagonismo, o tal vez la historia, que al principio no sé bien por dónde va, no sé. Pero entonces: "Un sendero líquido de odio" o "Durmió una noche llena de sueños de azul cobalto" y, qué bonito, tenía que seguir leyendo. Sula y Nel se conocen y se re-conocen, porque ambas eran hijas de "madres distantes y padres incomprensibles" (yo diría además de madres distantes emocionalmente y padres físicamente), ambas habían descubierto hacía tiempo que no eran hombres blancos (hoy añadiríamos heterosexuales) y que por ello, "la libertad y el triunfo estaba prohibida para ellas" y juntas comenzaron a "crear ser otra cosa". La sensación de encontrar una soulmate, un alma gemela con la que el mundo no da miedo y con la que te ríes de esa manera tan chula que luego tienes cosquillas detrás del esternón, y es de las mejores cosas de la vida. Esa sensación, con 12 años.

Ditto

Era 1922, otra época, otro mundo. Mi libro es de segunda mano, y está tirando a amarillo, con una fuente demasiado gruesa, antipática (esas cosas, a alguna gente nos importa), y leerlo físicamente me ha llevado a hace tiempo también: el olor, la textura, en qué manos habrá estado antes, esa persona (ese alienígena) que lo ha dejado intacto. Decía, otra época, pero el libro no te transporta a tu infancia como otros que hayamos podido leer porque nada nos es familiar. No te lleva ni a Huckleberry Finn, ni a Steinbeck... tal vez un poco a lo que debió ser el otro lado de "Matar a un ruiseñor", pero ni eso. Ah, la infancia: "el dolor más viejo y devastador que hay: no el dolor de la infancia, sino el recuerdo de ella".

Como decía, Sula es ese personaje del que una se debería enamorar: un alma libre, no sujeta a las convenciones, que no va a seguir el camino dictado, ese rollo. No quiere casarse y su amiga "podía entender por qué no se había casado: movía las mentes de los hombres, pero no sus cuerpos", pero sobre todo porque "su vida era suya". No quiere tener hijos "no quiero hacer a nadie más, me quiero hacer a mí misma". En el sexo, "no sentía ninguna obligación de complacer a nadie, a menos que su placer le complaciese a ella... quería tanto recibir como dar dolor, sentir placer como darlo: su vida era experimental". Va por la vida sin las preocupaciones de la mayoría, "No tenía ambición, no tenía avaricia, no competía, ayudaba a otros a definirse". Sobre el papel, Sula es ese personaje legendario que seguro me hubiera apasionado si hubiera leído el libro con 20 años. Ahora, a ratos me pregunto si no es mi maldita deformación de destripar a los personajes como si fueran casos clínicos lo que me impide verlos como lo hubiera hecho hace todos estos años. Y no se explica con el-estar-de-vuelta-de-todo de la edad (eso sí que es hacerse viejo), en mi caso esta mirada clínica es, aunque suene paradójico, más comprensiva, más relajada y más abierta que la que tenía con 20. Menos picos y valles, más calma, mejor persona. Pero pese a poder llegar a comprenderla, me ha resultado difícil querer a Sula: ese alguien que pasa de distinguir lo que está bien de lo que está mal, que carece por completo de empatía, y que cuando hace algo 
Pasaba por aquí, 
ningún teléfono cerca...
que daña a su amiga, -porque ella no sigue a las convenciones, recordemos-, no es que no lo sienta, es que le importa un pepino.

Para seguir el ritual de la excéntrica aventurera, Sula deja este lugar provinciano y viaja muchos años por el país. Un viaje iniciático que también la acaba aburriendo, porque tiene propensión al hartazgo, quiere novedad, estímulos, nuevos chutes de dopamina. "Todas esas ciudades, con la misma gente, con las mismas bocas, sudando el mismo sudor. (...) Todos esos hombres no le habían dado nada más que trucos del amor, y le costó ver que un amante nunca podría ser un colega, y nunca lo podría ser". Yo ya estoy aburrida de ella y de esos tíos sudorosos que en teoría deberían dar yo-que-sé a una tía egocéntrica y psicopatilla. Pero entonces entra Morrison con una de sus maravillosas frases que te hacen alegrarte de estar leyendo algo así: "Y como todo artista sin una manera de expresar su arte, se convirtió en peligrosa". Entendéis? No cerréis blogger, esto nos mantiene a las artistas de la recensión barata entretenidas y no vamos por ahí asaltando farmacias ni corazones. 


Cuando Sula vuelve a Medallion, se encuentra con todas esas mujeres, entre ellas su amiga Nel que se "habían doblado en ataúdes almidonados, su dulzura succionada por hornos y teteras". Pobres mujeres que han comprado la historia de Disney, el príncipe les había durado cinco minutos, la caterva de hijos les duraría, o eso parecía, toda la vida "cuanto más estrechas sus vidas, más anchas sus caderas". Muertas en vida: "Todas las mujeres negras de este país están haciendo lo mismo que yo: morirse. Pero la diferencia es que yo estoy muriendo como una sequoia y ellas como un tocón. De verdad: yo viví en este mundo".

Ahora toca el otonio desde la buhardilla

¿Puede el amor romántico/de pareja ser alguna vez trigo limpio? ¿Algo desinteresado, que no tenga al que dice amar, en el fondo, en el centro del escenario? Lo digo porque la única vez que parece que Sula muestra una especie de vulnerabilidad es cuando se va un noviete. Pero no nos enganiemos, en el fondo, si una profundiza, está Sula ahí, narcisa máxima,  en el centro: “Porque con su ida, él le había dejado nada aparte de su impresionante ausencia. Una ausencia tan decorativa, tan ornamental, que era difícil entender cómo alguna vez pudo sobrellevar, sin morirse, su magnífica presencia. (…) ¿Lo habría alucinado? Tenía que buscar evidencia de lo contrario”. No es que quiera lo mejor para ti como para un hijo, un hermano, lo que quiero es cómo me hace sentir quererte.

¿Es vivir bien lo que hace Sula? ¿Hacer y coger lo que quiere, pasando por encima de quien sea? Hay que ponerse en el lado receptor de las consecuencias de su libertad-sin-coger-prisioneros (take no prisoners), en este caso de Nel. Nel, cuyo amor por su marido era otra cosa: “Nel había hilado una tela de araña gris constante alrededor de su corazón”. Y la traducción de tela de araña es mía, porque en el original solo dice “web”, que puede ser solo una red, pero me gusta esa imagen: un corazón de casa abandonada, de Halloween, ahora que vienen estas fechas. Sula es literalmente incapaz de entender el punto de vista de Nel, no puede ponerse en su situación, ni le importa. Al final, da pena: uno nace así. 

Nel es "la clase de personas que se crece en las crisis" y hay una conversación final entre las amigas que es bestial, lo mejor de la novela, y con algunos de mis subrayados voy a terminar:

N: “Siempre lo sabes todo ¿no?”
S: “No lo sé todo; simplemente lo hago todo”.

N: "Estás sola"
S: "Sí, pero mi soledad es mía. La tuya es de otro. Hecha por otro que te la ha pasado. ¿No es eso algo? Una soledad de segunda mano".

N: “Siempre entendí cómo pillabas a los hombres, y ahora comprendo por qué no has conseguido que ninguno se quede"
S: “¿Eso es lo que tengo que hacer? ¿Que el objetivo de mi vida sea que un hombre se quede? Nunca quise a un hombre porque lo mereciera. El merecerlo no tiene nada que ver con eso."

N: "Eres la propietaria del mundo y el resto estamos de alquiler".
S: “Ser buena con alguien es como ser mala: arriesgado”.

Lo sé, lo sé: yo también prefiero a Sula. Todas sus frases son para enmarcar ("Beber para olvidar lo que ya no recordaba")
Lo siento: es evidente que no paseé este libro
, todas para decirlas en una puesta de sol, o un acantilado con mucho viento, toda digna, luego darte la vuelta y dejar a quien proceda con la mano elevada y la palabra en la boca. No sé si he logrado explicar la ambivalencia que me ha causado el personaje de Sula pero sé que de esa clase de "remover" va la magia que es la literatura. Y
 eso, junto con la maravillosa prosa de Toni Morrison, debería ser suficiente para querer leer este libro. Morrison es una de esos escritores, los mejores, que leen nuestra mente y ponen en palabras justo lo que nunca podríamos hacer nosotros - por cierto, esta frase es de Palahniuk, uno de los tíos blancos wokes que leemos sin parar, y tal vez va siendo hora de salir de nuestra zona de confort: Chinua Achebe, allá voy.

03 noviembre 2020

"La habitación de Jacob" de Virginia Woolf: modernismo y subrogada vuelta a Grecia

"Jacob's room" (1922) es la tercera novela de Virginia Woolf,  y su primera "experimental" o "modernista". En ella Woolf juega con diferentes perspectivas para presentar al héroe, Jacob, en distintas etapas de su vida. No sigue una narrativa, ni cuenta una historia así que, cómo escribir un divague coherente? Me da que me va a salir modernista.  

He leído una de esas ediciones eruditas de Penguin donde las notas a pie de página (de hace ya unas décadas) de la catedrática Sue Roe, compiten en extensión con la narración. He disfrutado leyéndolas, no solo porque me aclaraban cosas que me habría perdido sin ellas, sino porque hay múltiples referencias a Londinium. Dicen que los vagones de tren son un escenario favorito de Woolf; y yo añado: siempre pone a alguien a pasear por la Strand. Aparte de las notas, la catedrática también ha escrito una introducción que es una tesina, y que decidí leerme a media novela: esto es algo que siempre dejo para el final, pero con Jacob he hecho una excepción, porque ya veía que no me iba a desvelar que el asesino era el mayordomo. Efectivamente.

Woolf escribe "La habitación de Jacob" en el periodo de entreguerras, aunque "la acción" (me contradigo?) está situada antes de la Primera Guerra Mundial. Jacob es un Ulises moderno-modernista, en un periplo "de mujer a mujer", con grandes niveles de sexo explícito, asegura Roe, sobre su odisea interior. Vaya, en serio? Ya sabemos que estamos en una era de lo burdo y el trazo grueso,  habrá aparecido el sexo en metáforas tan sutiles que se me han pasado? Roe (que se ha leído también todos los diarios de Woolf) nos cuenta que la autora se pregunta si eso mismo que está haciendo ella, la odisea esta moderna, el periplo modernista,  "no lo estará haciendo mejor el señor Joyce". Jacob y el "Ulises" ambos se publican en 1922. Curioso año homérico aquel.

En cuanto a la odisea exterior, si Bloom no sale de Dublin, Jacob (y la novela) comienzan en Scarborough (ah cómo olvidar el pasado verano en Yorkshire, claro que el Scarborough que describe Woolf poco tiene que ver con la ciudad costera hortera por la que pasamos), luego pasa por la universidad -Cambridge, cómo no- ("si hay una luz que brilla/se quema sobre Cambridge, estas son: el griego, la ciencia, la filosofía), unas vacaciones en Cornwall (la aparente paz de la costa desde un velero) , Londinium y, oh, que bien, Jacob se va a Grecia. Como solo accedemos a Jacob por las impresiones de los (las) demás, únicamente sabemos que es de "porte distinguido" y que es "bello, luego peligroso". No sabemos cómo piensa aparte de que tal vez sea un tanto snob (usa palabras que vienen del latín, para tomar el control de la conversación) y que, como Woolf, siente fascinación por la cultura griega ("nunca leía novelas modernas"). Woolf visitó Grecia en 1906 y, como nos pasa a todos, dejó su corazón allí. 

"Es a los griegos a los que volvemos cuando estamos hartos de la vaguedad, de la confusión de nuestra época"

Y entonces nos deja a Jacob solo y suelto en Atenas, con su amistad con una pareja inglesa mayor que él, con su enamoramiento de ella-poesía erótica de Donne incluída, y la obligada subida de ambos a la Acrópolis iluminada tras una cena (los maridos siempre se quedan con un copazo en chester del hotel) por las callejuelas de piedra, y con toda la vida vibrante y  mágica y encantadora que es Grecia ("quiero volver a Grecia cada año hasta que me muera"-esta frase podría ser mía, pero es de Jacob), descrita así:

"In spite of its ramshackle condition modern Greece is highly advanced in the electric tramway system, so that while Jacob sat in the hotel sitting-room the trams clanked, chimed, rang, rang, rang imperiously to get the donkeys out of the way, and one old woman who refused to budge, beneath the windows. The whole of civilization was being condemned".

Echo de menos esos días, tardes, noches allí, y cuando me medio repongo de la nostalgia, entonces Woolf está reflexionando sobre la belleza (asteriscos en el margen y anotaciones: "On Beauty", como el libro de Zadie, o intrusiones de la cara de Toni Servillo en "La grande bellezza"). Y es que el Partenón, que lleva ahí siglos, independientemente de nuestra admiración, parece que nos sobrevivirá no solo a todos nosotros, sino también a nuestro mundo. Solo la belleza es inmortal. 

Pero merece la pena andar perdida en la lectura algún rato porque en ella te encuentras con frases de "grande bellezza" formal, pongamos:

"as the waves came creaming up to him"

Listless is the air in an empty room, just swelling the curtain; the flowers in the jar shift. One fibre in the wicker armchair creaks, though no one sits there.”

"loveliness in infernally sad".

Pero no me desvieis del modernismo. Woolf como he dicho, experimenta, pero también aprovecha para embestir contra la literatura eduardiana y sus convenciones ("los materialistas eduardianos", a veces hace enumeraciones detalladas parodiándoles), en particular a HG Wells o WE Norris, cuyo método era "contar su simple historia sin ningún deseo de discutir problemas o sugerir que hay algo que no es como debiera ser". Woolf opina que esta literatura está llena de "accesorios", como los que ayudan a una producción teatral. Esta novela es su divorcio formal del método tradicional de la literatura.  

Oh, y cómo terminar sin anotar que Virginia Woolf escribió un libro mío de cabecera, "Una habitación propia" (1929)? Hay mucho de feminismo y mucho precursor de este ensayo en Jacob's Room. Woolf se rebela en contra del "canon masculino" en la literatura (por qué no había entonces estudios eruditos de George Elliott, de las Bronte?), en la filosofía... las mujeres aparecen siempre en su relación con los hombres, no por ellas mismas. Da mucha tristeza constatar que esto último, todavía en muchos casos sigue así. 

Termino la lectura, y suena jazz de fondo en la Londinium de 1914. Y suelto una arenga feminista que cambia la vida a varias. Y subo a la Acrópolis en una noche estrellada con el fantasma de Jacob, que me susurra versos eróticos en griego. 

18 octubre 2020

Reflexiones aleatorias tras la lectura de "Such a fun age" ("Los mejores años") de Kiley Reid

Durante la lectura de "Such a fun age", la ópera prima de Kiley Reid, me he sentido culpable: era tan fácil, tan sin esfuerzo, era como estar enganchada a gominolas de coca-cola rebozadas en sidral (pica-pica para los no-vestústicos).  Uno de esos libros que aparece por casa porque el Peda escucha una recomendación en algún podcast y luego dice, "sí, un sainete, pero dale, no leemos suficiente de este tema" (pese al baño pre-Sudáfrica).  Una vez terminado, he sabido que estuvo en la preselección del premio Booker, y que Reid es un nuevo talento a seguir. Al verla en la contraportada, me recordaba a Zadie Smith: imposiblemente guapa y escritora de éxito. Ah! quizás en otra vida... 

A qué época se refiere Reid con el título, cuál fue la "época tan divertida" ("such a fun age") del título? La novela transcurre en 2016,  al final de este año Obama deja la Casa Blanca y es sustituido por un racista, machista y (rellene su propio -ista) impresentable. Igual se refiere a lo que tal vez ahora algunos americanos recuerden como una cierta "belle époque", con todas sus sombras, con lo que iba a venir [Nota para mí: curioso que estoy divagando dos novelas seguidas en las que hablo del concepto "belle époque"- también lo hubo justo antes de la época victoriana en el libro de Thackeray]. Desde luego, lo que vino tras 2016 no fue bueno ni para los negros, ni para las mujeres, ni para los trabajadores. Y vuelven a votar en unos días.

Y precisamente estos tres temas: racismo, feminismo, clase, son los que recorren la novela. Y aunque no tengas la impresión de que esto sea "alta literatura", a mí Reid me ha enseñado algunas cosas desde un ángulo que no conocía, o desde el que nunca me había puesto a mirar, pese a tenerlo ahí. 

Reid cita en sus referencias un libro de la socióloga Rachel Sherman que no he leído titulado "Uneasy Street: The anxieties of Alluence" (Calle inquieta: Las ansiedades de los pudientes") de 2017. En él la autora entrevista en profundidad  a 50 ricos de Nueva York para entender sus elecciones vitales y su explicación del concepto privilegio. Dice Reid que le ha ayudado a construir a algunos de los personajes de la novela que muestran su incomodidad con su riqueza y que se esfuerzan en dar otra imagen, por ejemplo, intentando justificar compras caras, o enfatizar cómo esto o aquello es orgánico o Fair Trade o lo encontraron en rebajas. En la novela, este personaje lo representa una hija de "nuevos ricos"; durante su infancia perteneció a una familia normal, que de repente les cae un dineral del cielo (pensemos en el Woody Allen de "Small Time Crooks"). Pero la experiencia de esta chica y de alguien que venga de dinero de toda la vida es distinta. Por ello, aunque sé que ese personaje es potencialmente odiable, yo no encontré en ella mala intención, simplemente insensibilidad con otros y su experiencia. Para pararse a considerar a otro hay que tener por lo menos un segundo para considerar que existe, y oh la vida es tan ocupada. 

El tema racial a alguien como a mí nos pilla mucho más lejos. Cuando crecíamos en aquella Ejpein de los 70, la sociedad era uniforme. A mi colegio vino una niña japonesa, y por ello era famosa. El único grupo no-blanco en Vetusta eran los gitanos, viviendo en guetos con los que nadie se mezclaba. Eso sí, no éramos nadie racista, claro, nos encantaba Magic Johnson.  Cuando llegué al Reino Unido, me encontré con una sociedad multiétnica y cultural, pero cuyos grupos en el fondo se tocaban poco: no hay más que comparar los clientes del pub de la esquina (solo blancos), y en el de las pipas de agua (todos de Oriente Medio).  Donde se me cae el alma a los pies es en la cafetería de Peter Jones (un gran almacén tipo ECI), un lugar que frecuento (frecuentaba, pre-pandemia) tras comprar desde los calcetines hasta la olla exprés, para esas encantadoras tazas de té con scone de la media tarde, por sus vistas preciosas sobre Chelsea. Por mucho que mantengas tus ojos fijos a través del ventanal, es imposible ignorar la demografía dentro: absolutamente todos los clientes somos blancos y todo el personal que recoge los platos, negros. Como en la novela, el servicio: la que fue nueva rica tuvo una criada negra y ahora emplea una  canguro negra para que cuide a su hija.  Se repiten patrones. Reid habla de pagar a alguien para que dé amor a tus hijos, de pagarles para que hagan el papel de miembro de tu familia, pero la realidad: que no deja de ser una transacción.  Me recuerda a aquella película tan ácida de Fernando León de Aranoa titulada, precisamente "Familia" (1996). 

Pero lo que haría sentirse bien a la canguro de 25 años no es que la inviten a la comida del Día de Acción de Gracias, sino que la aseguraran. Porque como millones de canguros, o profesiones similares, están trabajando unas horas a la semana, dinero en mano, sin ningún tipo de protección. El estrés de que tiene que salir del seguro médico de los padres a los 26: no "poder permitirse" ponerse enferma. El drama de la salud en los EE.UU. La gente que le contrata quiere ser su amiga, quieren que sea parte de su familia: sí, pero Pirámide de Maslow, hay necesidad básicas que cubrir antes. Ella no ha elegido a esta mujer blanca con pasta como su amiga, así que esas tazas de té al final del día para ponerse al día le sobran, y también las conversaciones sobre si tiene novio o cual es su brillo de uñas. Muy distinta es otra conversación en otro punto la que otra mujer se interesa por dónde quiere llegar profesionalmente después de dónde está ahora. 

Luego está el tipo blanco, el woke, el cool, que se rodea de amigos negros, y que si miras su historial, solo ha salido con chicas negras.  Hoy precisamente hemos visto con Mini la peli sobre la vida de Martin Luther King "Selma"  (Ava DuVernay, 2014), en cuyo famoso discurso del "Tengo un sueño", King pide "no ser juzgados por el color de tu piel, pero por el contenido de tu carácter".  Es el salir solo con chicas negras otra manera de objetificación, de fetichizarnos, de vernos a todos igual, se pregunta un personaje. Es una manera de decir al mundo mira qué bueno soy que salgo con una negra. Este mismo chico le pide que se deje el pelo "natural" (aprendí mucho del pelo de las mujeres negras en "Americanah"). Que es liberal, que se autodefine como "clase trabajadora" y la canguro de 25 sin seguridad social se pregunta cómo un tipo que trabaja en informática en una oficina donde todo brilla y tienen café y croissants gratis puede decir eso, que es clase trabajadora. Hablamos de "sentirse"? Hablamos de su origen familiar?  Porque aunque algo reluzca, no todo es "oro" (entendiendo por oro la élite que viene de familias de dinero por generaciones). Tenemos en la novela una nueva rica (que repite patrones de los ricos de siempre) y un treintañero que trabaja en una oficina reluciente, donde habrá hijos de la clase trabajadora que,  gracias a los logros de anteriores generaciones, via educación pública hayan llegado allí. Así que entiendo que se autodefina como "clase trabajadora" (vs. aquellos que olvidan sus orígenes) pero también la incomprensión de ella, que no sabe qué hará si mañana tiene apendicitis. 

Las escenas con niños: por definición, en una novela con "canguros" hay niños, y no solo los protagonistas, también la madre tiene tres amigas con ídem. El libro está lleno de escenas con niños interrumpiendo conversaciones, niños siendo presuntamente monos, niños  dando la brasa (no dicen que no hay que trabajar ni con animales ni con niños?). Abro el libro y en un párrafo que empieza: "las amigas disfrutaron de una comida sin los niños" he anadido en el margen "Thank Fuck". Tres hurras por el feminismo: siguen siendo ellas mayoritariamente, pese a tener canguros y trabajos exitosos, las que cargan con el peso físico y mental de los críos. En pleno siglo diecivenintiuno... qué pereza todo. 

Y lo último (en serio, yo venía aquí a escribir un par de párrafos). Desde que terminé este libro he estado leyendo "La habitación de Jacob", el primer libro experimental/modernista de Virginia Woolf (escrito entre 1920-1922). Woolf odiaba la escritura tradicional de los realistas edwardianos (~ 1900-1914), especialmente a HG Wells o WE Norris, del que Woolf escribió "su método era contar su historia simple, sin ningún deseo de entrar en problemas o sugerir que todo no es como debería ser". Leer a Woolf es una experiencia totalmente distinta a leer a Reid, a medida que avanzas se ve claro cómo Reid va haciendo tick, pasando por todas las técnicas narrativas que deben enseñar en los cursos de escritura creativa (el anzuelo, el "punto instigador", la escalada, la noche negra, etc). Pero hace todo lo contrario que evitar problemas, o sugerir que todo está bien. 

Hay tanto que no está bien. Pero menos mal que existen las gominolas de coca-cola rebozadas de sidral. 

23 julio 2019

"El club de los mentirosos" de Mary Karr: Para qué novelar, si tienes esa familia?

Mary Karr, catedrática de literatura y poeta, está hasta los piii de que le pregunten por David Foster Wallace, con el que tuvo una relación truculenta. Es triste a veces enterarte de estas cosas de un autor al que admiras; en general es un asco conocer la vida personal de muchos artistas que han sido importantes para ti- esto daría para otro divague, pero no, que estamos en medio de lo que NáN llamó cuando le conocí "qué hastío de estío". 

Y es normal que esté hasta los susodichos, porque ella no solo es catedrática, sino que escribe maravillosamente, y como el resto, estará ya harta de cositas tipo ciertas fotos en cumbres de dirigentes del mundo mundial (to'tíos) y otra de sus parejas (un tío), o de ver como yo el sábado una despedida de soltera (aún se hace esa parafernalia? ah, que aún de casa la gente?) donde la pava llevaba un velo con el "Futura Sra. Stone". Hará bien Karr pasando de contestar preguntas sobre el genial-pero parece que malagente-Wallace.

Y sí, los escritos de Wallace son impresionantes, y además se suicidó, con lo que pasó al olimpo de un saltito corto, no necesitó triple mortal ni nada-cosa que las mujeres siempre necesitamos, algunas con tacones. Pero tras leer sus memorias de infancia, una llega a la conclusión de que la que tendría motivos para haberse matado, y varias veces, es Karr.

Porque en "The liar's club" (El club de los mentirosos) nos cuenta su infancia con una familia nada convencional, es más, disfuncional, a la que hoy se llamaría directamente abusiva. Una infancia recorrida por la falta de supervisión esa que nos encanta leer en Huckleberry Finn, o que incluso nos recuerda vagamente a nuestros veranos ochenteros en los pueblos de Ejpania, veranos de bici, y pan con chocolate, y río, y noches con linternas jugando a polis y cacos. Pero cuando ambos padres bebían en exceso, el padre se metía en broncas y peleas pasadas por whisky, y las hijas tenían que valerse por sí mismas (cuando no cuidar de los padres), la cosa dejaba de ser un verano de los que contar a las amigas en Septiembre.

Sin embargo, no hay un sentimiento demasiado negativo hacia sus padres, pese a la vida que llevaron con ellos. Aún recuerdo lo que escocía la descripción de Frank McCourt de su familia en "Angela's ashes", esos padres irlandeses que pese al hambre de los hijos, siempre tenían para tabaco, pero Karr logra transmitir empatía y comprensión por esa familia. La madre, una artista muy leía y culta sin reglas ni leyes, prácticamente una forajida de las buenas costumbres, que se refugiaba en el alcohol por una secreto del pasado y por problemas "con los nervios". El padre, aparte de la bebida -nunca falta un día al trabajo pese a los tremendos pedales-y las peleas de bar, parece un tipo como sacado de esas fotos de Dorothea Lange, colgado en una de esas torres de refinería que atraviesan el desierto de Texas, donde transcurre gran parte de la infancia, hasta que la madre se va con las ninias a Colorado.

Ah, sí, porque está también su hermana Lecia, que parece el único personaje negativo de la familia (también la abuela, con su terrorífica pierna ortopédica, que cuando llega pregunta cuándo es la última vez que se lavaron las cortinas-nunca), porque es muy diferente de Mary, el prototipo de hermana mayor, responsable, con recursos, que sabe siempre qué hacer, incluyendo hablar con la poli para sacar a los adultos de líos. Lecia se convertirá en una republicana que hace una fortuna en seguros. No sorprende nada.

La ninia Mary envidia un serial de la tele titulado "Leave it to Beaver" que parece ser la familia perfecta, con la madre que hornea con collar de perlas, y el padre que siempre llega a cenar a casa. Ella que con cinco anios, se abre una lata de tamales fría para desayunar. Que cena con su familia como en picnic en la cama de los padres todos los días. Pero por otra parte, desprecia-como todo el que lea la novela-a los vecinos pacatos que miran las excentricidades de su familia detrás del visillo-como cuando su madre, en uno de sus ataques de "nervios" hace una pira enfrente de la casa y quema toda la ropa y los juguetes de la ninias. También hay escenas con cuchillos, e incluso disparos, pero en la contratapa (que todos sabemos, escribe siempre la autora) se describe como "familia que se ama fieramente". Al final de las memorias, Karr aprecia que en la diferencia está lo especial de su familia. 



Karr escribe con sentido del humor, usa descripciones que una desea que se le hubieran ocurrido antes (como describir una escena desde el reflejo de unas gafas de sol) y te pone contra la cuerdas emocionalmente en muchos momentos de estas memorias. Porque Texas es un territorio comanche, salvaje, donde un tornado se puede llevar por delante medio pueblo y Karr describe el dolor de los padres, desesperación que no tenía ningún lugar donde ir. Y Texas mezclado con esa infancia a la Towanda también produce monstruos como la escena absolutamente terrorífica de abuso sexual a la que es sometida con solo ocho anios. Cuando terminé aquel capítulo, justo antes de dormir, ya supe que me iba a provocar pesadillas, suenios envenenados que hoy afortunadamente no recuerdo, pero que, como dijo Zadie Smith de esta novela "querrás olvidarla y no podrás". 

No podrás olvidarla porque hay ideas e imágenes que habrán para siempre quedado a fuego en tu retina. Porque habrás sentido en tu carne que una no puede confiar en el mundo cuando ha visto el horror, ni creer en ningún dios sobre el que cacarean frases hechas sus vecinos (aunque he leído por ahí que en su vida adulta, Karr se ha convertido al catolicismo. Si pudiera poner aquí el emoji de perplejidad, lo haría). Porque somos pequenios espíritus acarreando un cadáver, que decía Epicteto. Porque el champán es lo más parecido a beber estrellas que nunca harás. Porque la línea telefónica es en algún momento el cordón umbilical que nos sigue uniendo a casi todos los que vivimos lejos con nuestra madre. Porque un inválido es un agujero en el que te derramas en los cuidados, que, en contra de lo que ocurre con un bebé, no te da nada a cambio, sino que te succiona. Porque si te metes a promocionar un libro tuyo antiguo (esto lo aprendí en su epílogo de mi edición, la de 2004), te conviertes en un empleado de tu anterior-yo.

La portada de mi edición resume el espíritu de estas memorias: dos ninias salvajes, tal vez en el columpio de uno de esos porches americanos, esperando desafiantes el tornado, real o metafórico, eso da igual. Y en fuga hacia el infinito, los postes eléctricos, el cordón umbilical que unía su particular fin del mundo tejano con el resto,  del que Mary Karr logró salir y contarlo. 


12 noviembre 2018

"Leer mejor para escribir mejor" de Elena Rius

Después del enloquecido fin de semana donde hubo todas las estaciones del año y del Via Crucis diabético, el martes tocaba disfrutar de Barcelona por sus calles y librerías. Pero además, había quedado con Elena Rius en el Ateneu! Hacía mucho tiempo que no quedaba con blogueros desconocidos en persona... la primera vez en Madrid, allá por 2011, cuando conocí a NáN y a Mo, en aquella cena de boquerones (puede ser?), luego la emboscada a Txelos organizada por No y Viveiró en Vetusta esas mismas Navidades... o sea, el Pleistoceno. 

Elena ha escrito varios libros, se lo ha leído todo y da clases de escritura creativa en el Ateneu, que tuvo la amabilidad de enseñarnos. Cuando esperábamos a la una en el hall debimos estar como un par de minutos sin identificarnos, porque ella suponía una pareja con niña [Mini, pudiéndose quedar con su tía (en casa, tocada por el virus que gentilmente me pasó para el fin de semana) y su perra, de qué va a venir con nosotros?!]. De repente, nos miramos, y estuvo claro: eres Elena? eres Di? creo que dijimos, o quizás usamos los nombres "de día"? Porque aunque resulte difícil de creer, detrás de mi yo "de noche", Di, hay una ciudadana ejemplar. Batman vs. Superman. Maléfica vs. Aurora. Gremlin punky vs. Gremlin osito. La macarra Di es una señora que nada con bolsa del super como gorro sin meter la cabeza y que ordena el contenido de su bolso como la madre de Amelie. (...) Venga, vale, ya lo dejo.

Ateneu
Elena nos enseñó el edificio: sus salas de lectura con suelo tablero de ajedrez, la cafetería, la maravillosa biblioteca en la que nos pretendimos miembros (ojalá) y por fin terminamos tomando algo en el patio encantador con palmeras, pajaritos y hasta estanque con peces de colores. La conversación, que no fue solo de literatura, fue como la que se tendría con alguien a quien se conoce de hace mucho; es curioso lo que pasa cuando, click, se conecta. 

Cuando hablamos de los cursos que da (a gente que aprende a escribir ficción), fue clara: lo primero que se necesita para escribir es estructura. Pero-intenté, así como de puntillas-no sería posible empezar así un poco a lo loco, y ver lo que pasa? (yo, que nunca he escrito en ficción nada más largo que relatos). No, me sonreía Elena, y me parecía que iba a decir, "estructura, estructura, estructura". Yo estaba, divagantes, en secreto pensando en "Serial", del que no tengo nada que se parezca una bitácora, ninguna idea de adónde va. Estructura. Con lo diver que es sentarte a escribir así como un divague, y ver qué pasa. Estructura. Y si luego quiero cambiarlo todo? No pasa nada, una estructura puede ser alterada. Y yo, que en general soy la persona más estructurada del mundo, aquí estaba revolviéndome porque quería ser anárquica. "Todos los que empiezan sin estructura se atascan a la página 40". Estructura. En fin, que igual me tengo que sentar un día con papel y boli. 

Dedicatoria
Entonces Elena me regaló su libro "El síndrome del lector", basado en su blog "Notas para lectores curiosos" que va precisamente de esa gente que no podemos concebir salir de casa sin un libro, o vivir sin paredes forradas de libros, o sin oler y tocar los libros. Y este regalo me llevó a otro suyo que encontré por la tarde en La Central de C/Mallorca (donde Nara casi nos mete en un lío por cariñosa con una Miss Trunchbull que pasaba por allí), "Leer mejor para escribir mejor".

El libro va exactamente de lo que nos cuenta el título, aunque tiene una parte inicial en la que ayuda simplemente a leer mejor, sin importar si se tiene interés de escribir ficción. A cualquier amante de la literatura, esta especie de onanismo literario (llamémoslo metaliteratura) nos apasiona. Os aseguro que he disfrutado muchísimo, primero constatando que ya había muchas cosas que hacía bien, y además aprendiendo otras. 

"Aprender a leer" (De qué hablamos cuando hablamos de leer) es la primera parte que comienza con una cita de Borges maravillosa:



"Una biblioteca es una especie de caverna mágica llena de difuntos. Y pueden ser devueltos a la vida cuando abrimos sus páginas"



Qué apropiado para estos días de muertos y cementerios, pensé el 30 de Octubre, el día que lo compré. En la misma Central me trasladé al de Vetusta-que visitaría unos días después-, donde hay algunos panteones familiares con estatuas terroríficas y maravillosas (mi favorita, una mujer con un velo que la cubre toda, cabeza mirando al cielo, viento)... solo con leer su historia, o casi solo con imaginarla, la estatua se quita el velo y camina.



Todos somos lectores, en el sentido literal de la palabra. Podemos leer un prospecto, una noticia, un periódico, una noticia. Pero la autora nos explica lo que es un buen lector: aquel que no se queda en comprender, sino que analiza, y que, importantísimo, interactúa con el texto. La manera más típica de hacerlo es leyendo con lápiz, subrayando, anotando, o con un cuaderno de notas. Supongo que habrá algunos que interactuarán solo con su cabeza-yo no puedo. Quién no se ha quedado alguna vez con el libro cerrado sobre el pecho, mirando un punto indeterminado de la pared? Pensando. Yo esto a veces me he descubierto haciéndolo mirando la foto del/@ autor@ en la contratapa. 


Yo recuerdo perfectamente el momento en el que comencé a subrayar. Fue en COU, con "El retrato de Dorian Gray". Es un libro con tantas frases épicas-ya se sabe, el ingenio de Wilde- que llegó un punto en el que había que "capturarlas" para hacer eso que a los lectores nos gusta tanto: volver al libro y mirar los subrayados. No recuerdo cuándo comencé a anotar, pero ahora es una parte indispensable de mi lectura. Tengo algunos amigos que insisten en que su libros "han de estar limpios". Yo ahora mismo estoy leyendo un libro de segunda mano anotado por un@ desconocid@ y me está encantando, así que no veo que incoveniente puede tener un libro con rayas, flechas, signos de exclamación.


La lectura no solo tiene el poder de hacernos felices, sino que ha cambiado el mundo. La ficción no solo informa, sino que transforma. Todo esto son frases de Elena, tan verdad. Porque al final lo que hace mejor un libro es que te interpele (aunque sea desde una experiencia en las antípodas a la tuya): quién no ha pensado, esto lo escribió esta persona para mí, y yo aún no había nacido? Virginia Woolf, George Elliot, Julio Cortázar... todos pensaban en mí, y seguramente en ti también-eso los hace grandes. pero al final, para qué se escribe, sino para atar al lector,que dice Vila-Matas.


Hay que hacer lectura atenta, y lectura crítica, y además, tenemos que hacernos preguntas mientras leemos, sobre distintos temas: 


    La estructura:
Por qué usa esa estructura? (estructura, estructura, estructura-volvía la intrusión de Elena en el Ateneu mientras leía esto ya en el sofá de Fashion). Por qué el autor empieza en el lugar físico que lo hace, por ejemplo en la heroica ciudad que dormía la siesta? Por qué en ese momento vital del protagonista, los 23 años de Hans Castorp (que no se me olvidan porque yo tenía esa edad al leer "La Montaña Magica") o los 27 de Ana Ozores (yo tenía 33)? O en qué momento de la historia, en un pasado remoto, en el rabioso presente como los de Jonathan Franzen o en un futuro distópico, como el de Ray Bradbury en "Farenheit 451" o Margaret Atwood en "The handmaid's tale"? Es el uso de los tiempos continuo o a saltos como el de Egan en "A visit from the goon squad"?

    El narrador:

Usa el omnisciente, tercera o primera persona o, uno de mis favoritos, el narrador no-confiable como McEwan en "Nutshell" o Coetzee en "Disgrace"? 

    El estilo: 
Qué estilo tenemos: seco, descarnado como el de Cormac McCarthy en "The Road", intimista como Joan Didion, o John Williams, periodístico, como Orwell


    Pistas y claves
Que piedrecitas nos deja el autor en el camino para que vayamos construyendo la historia? Hay palabras clave que nos pueden orientar? Aunque en mi opinión, hoy en día muchas pistas resultarán manidas (por ejemplo, Rius habla del arsénico en las botellas del farmaceútico de Madame Bovary, que todos sabemos como termina. No resultará esto un poco naive en 2018?)


    Motivos y simbología
Aquí es donde Freud ha podido aportar algo al mundo: el agua, la fertilidad y suma y sigue. Se me ocurre "2666" de Bolaño, que nunca explicó su título, pero nos mueve a todos algo, y no precisamente positivo. 


    El tema
Cuando divago sobre libros, siempre digo que no quitaré ningún interés sobre la trama porque no suelo contar argumentos, sino temas. Hay gente, como NáN, que lo primero que hace es enterarse del final para poder leer tranquilo, como buen lector atento y crítico que se fija en esas otras cosas. Lo cierto es que no hay nada como tener las dos cosas a la vez, pero que a veces la ansiedad de saber que pasa te hace leer demasiado rápido: como ejemplo de un libro muy bien escrito con el que me pasó eso tengo "Hoy, Júpiter" de Luis Landero. 


    El contexto

Si no se conoce la época, o tal vez la cultura a la que se refiere una novela, podemos perdernos parte de su contenido, aunque no es el fin del mundo. Yo a veces cuando leo a Zadie Smith, que es tan Londinium pienso... esto alguien que no viva aquí no lo puede entender igual, o alguien que no haya trabajado de cerca o tenido amigos negros podrá captar los matices que nos cuenta Chimamanda Ngozi Adichie o Paul Beatty. Haber viajado por California tambien te ayuda a entender a Didion o a Lucia Berlin, o por lo menos a situarte en ese escenario. 


Como decía, la segunda parte nos enseña a leer como un escritor, qué hace un buen principio (este tema tambien me fascina; en serio que me exalto con  mis favoritos, algunos dickensianos, pero el mejor sigue siendo... "Call me Ishmael"), un buen final, cómo crear un personaje, cómo darles voz (como Albert Cohen en "Bella del Señor"), cómo usar los diálogos, qué los hace memorable, cómo jugar con el tiempo, cómo construir un universo...

Un libro indispensable para cualquiera que ame la literatura, para aprender cosas nuevas y para encontrarte. Porque, si has llegado hasta aquí, estoy segura que eres un lector atento y, como todos los buenos libros, este te interpelará.