"Americanah" es la manera como los nigerianos llaman a los que se fueron a vivir a los EE.UU. y son asimilados por aquella cultura. "Ah, ya eres totalmente una americanah", le dicen a Ifemelu, la prota de la tercera novela de la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, cuando vuelve a su país natal. Y eso que Ifemelu ha intentado mantenerse fiel a sus raíces. Pero en algunas cosas, es imposible.
Es curioso leer la novela como emigrante/da, claro que en mi caso solo hay un pequenio saltito, apenas dos horas de vuelo entre la península y la ínsula, tal vez mínimo salto también en lo cultural. No pretendo que lo mío se asemeje ni de lejos a lo de una joven africana a sus veintitantos que además, al llegar a los EE.UU. "descubre que es negra". En Nigeria esto no era un tema.
Pero lo descubre al llegar a América, donde hasta hay distintos tipos de negros. El tema raza recorre toda la novela y aunque solo sea por esto merece la pena: yo he aprendido mucho. Porque sí, claro que veía a negras y negros con cornrows ("trenza africana cosida", dice la wiki, no conocía esta palabra en castellano), con dreadlocks (rastas), con afros (pensad en Michael Jackson en los Jackson Five) o bien con el pelo liso a lo Michelle Obama. Pero no me había planteado lo que les cuesta mantenerlo ni el simbolismo de llevar un estilo u otro, especialmente las mujeres. No por nada la novela comienza con Ifemelu en la peluquería, donde va a pasar unas horas para que le hagan las trenzas.
Pero ha pasado antes por el aro: en un punto de su historia en Amércia, cuando por fin tiene una entrevista de trabajo, la consejera laboral le dice "plánchate el pelo, esto no se puede decir, pero todos lo sabemos: si vas con trenzas no te darán el trabajo". Ifemelu hace caso y le dan el trabajo. Este tema no es trivial ya que tanto en los EEUU como aquí en Reino Unido algunos gerentes han estado en contra de que los negros llevaran trenzas. En 2011, la High Court en UK dictaminó en contra de un colegio que lo impedía alegando que era un estilo tradicional. Ifemelu explica los productos químicos bestiales que se han de poder para alisarlo (llamados "relaxers"), junto con las planchas calientes y demás. A Ifemelu en un punto se le empieza a caer el pelo a tiras, y ese trozo rompe el corazón. Todo lo que tenemos que hacer las mujeres para conformar, pero además las negras tienen ese pelo indómito que lo hace aún más salvaje.
Hay una gran diferencia entre los "African (o Black) Americans" y los "Africans". Los primeros son descendientes de los esclavos y llevan generaciones y generaciones en los EEU. El inglés es su lengua materna. Los segundos, como Ifemelu, han llegado de Africa y son considerados áún más de segunda clase. A Ifemelu le cuentan que los African-Americans van al "Black Students Union" y los Africans a la "African Students Association". No se suelen mezclar y los African-Americans que van a las reuniones de los Africans son "los que escriben poemas sobre la Madre Africa y que creen que cada chica en una Reina Nubia". Todo esto no me lo había planteado y al leerlo lo he visto claro: también se ve en el UK con los hijos de segunda y tercera generación. A Ifemelu le dicen que le será más fácil para ella hacer amigos entre otros internacionales que con americanos, tanto blancos como negros, porque han sufrido, como lo hace ella, la agonía de la visa, la espada de Damocles de ser deportado o vivir sin papeles. La mayor aspiración de un African es hablar con acento yanki (versus su acento del colonizador inglés-anigerianizado), y esto es admirado de vuelta a su país. Ifemelu, cuando ya está integrada y adquiriendo el acento americano decide hacer un esfuerzo y volver a su acento inglés nigeriano. Otra cuestión de principios, como volver a las trenzas cuando puede permitírselo laboralmente.
Como nos ha pasado a muchos blogueros, empezamos un poco por casualidad: alguien con quien nos escribimos cartas o emails dice un día "me gusta leerte, por qué no te montas un blog" (hace unos anios esto es lo que dijo Diva: "por qué no montamos un blog"), y allí que se lanza Ifemelu, a escribir un blog de raza, que comienza tímido y se acaba haciendo un medio de vida. Cualquiera que escriba un blog se va sentir muy identificada con la protagonista en muchos puntos de la novela. Cómo al principio chequea las estadísticas, los comentarios, cómo empieza a ver el mundo como blogueable. Me encanta cuando dice que antes igual no se hubiera parado a hablar con tal persona, pero que ahora lo hacía como algo que potencialmente le daría munición/madera/material para el blog. Me gusta cómo la autora usa las entradas de blog para meternos reflexiones más académicas sobre el tema racial, que de otra manera sería difícil incluír en una novela (puedo "homenajear" esa idea en mi novela?). Pequenios ensayos con títulos como "Understanding America for the non-American BLack: What do WASPS aspire to" or "American tribalism", que nos ayudan a entender porqué Barak Obama es un tío que mola por casarse con Michelle, una mujer con la piel más oscura que él. Porque también entre ellos hay racismo, y lo típico es que los tipos alfa se casen con blancas, o en todo caso "menos negras" que ellos. Así que tres hurras por Barack.
Ifemelu reflexiona que en America raza es también clase, y el libro tiene grandes reflexiones sobre clase social también. En cierto modo recuerda a Zadie Smith, y sus grandes libros sobre el tema como "On Beauty" o "NW". La diferencia entre ambas es precisamente la que he descrito en el párrafo de los "African-Americans" y los "Africans". Smith sería el equivalente del primer grupo en el Reino Unido: nació aquí, estudió en Cambridge, no ha tenido ningún problema de visa y su acento es inglés, tal vez de su barrio en NW. Ngozi es African, nigeriana que vive en EE.UU. y observa desde su africanidad. Es interesante ver ambas novelas desde este ángulo, y esto ayuda a entender a los personajes. En "Americanah" vemos el mosaico socioeconómico ayudados por sus relaciones sentimentales: desde el novio WASP con mucho dinero hasta el académico African American que come quinoa y el corazón de las manzanas. Esta observación me pareció genial, y eso que yo también me como el corazón de las manzanas y la piel de los kiwis. Lo primero lo aprendí de un húngaro y lo segundo de una inglesa, pero entiendo que probablmente no sea algo popular en Nigeria, ni si quiera lo es en la península donde me han mirado raro alguna vez. Pero lo que trato de decir es que viajar, vivir en otros sitios te toca, y, qué puedo decir, es maravilloso. Nada más odioso para mí que esos espanioles que están aquí y que se juntan para hablar de lo maravillosa que es la península y que en cuanto puedan dejan esta puta isla donde no saben comer ni tienen sol. Por el mundo aprendes que tal vez el cielo de Vetusta en Mayo, azul azul y sin una nube, es una gozada, pero tantas otras cosas que nunca hubieras ni soniado si solo hubieras estado mirando ese mismo cielo, y que son mejores en México, en Argentina, en Grecia, en EE.UU, y en Reino Unido... y esto le pasa a la prota, que acaba asumiendo comportamientos de la nueva cultura, y luchando por mantener otros.
En otra parte de la novela, Obinze, su novio del colegio en Nigeria, intenta dar el salto a Londinium. Aquí vemos las experiencias paralelas en otro país, y las observaciones son igualmente interesantes: Obinze no puede entender que la gente aquí compre muebles que parecen viejos, o platos de porcelana descascarillados "los compramos en aquel mercado encantador en India, te acuerdas carinio?" ... en una palabra, no entiende el "shabby chic", el Bo-Bo. "Mercado encantador"? seguro que es un sitio infecto, con los grandes almacenes tan limpios que tienen aquí. Cuando Obinze vuelve a Africa y se mete en la construcción le dice a su socio: "cocinas abiertas en el salón? qué te crees que esto es Inglaterra?". Ningún nigeriano quiera cocinas abiertas porque la cocina nigeriana no es "presentable", es grasienta, olorosa, messy, y no es agradable de enseniar. En las antípodas de hervir un poco de quinoa, zanahorias, tomatitos cherry y tofu.
Reflexiones como estas abundan en la novela. Está bien escrita, pero más que belleza formal, he subrayado ideas. Estuve a punto de dejarla por un gran cabreo en las primeras cincuenta páginas, y no puedo entrar en detalles porque tal vez sería un spoiler para quien quiera leerla. Dejémoslo en que me enfada que precisamente una escritora cree un personaje (secundario, no aparece mucho más, afortunadamente) tan cliché, y que encima me diga lo estúpida que es en lugar de dejarla actuar.
Al terminar la novela fui al cine a ver "Girlhood" ("Bande de Filles") la peli francesa de Céline Sciamma. La claustrofobia de crecer como chica negra en los barrios marginales de París se siente desde la primera escena, cuando la prota friega los platos con las dos hermanas pequenias haciendo los deberes en la mesa de la cocina, la madre ausente limpiando oficinas toda la noche. Prota que cambia de peinado varias veces durante la peli y cuyo simbolismo no se le escapará al lector de Americanah.
Pero lo descubre al llegar a América, donde hasta hay distintos tipos de negros. El tema raza recorre toda la novela y aunque solo sea por esto merece la pena: yo he aprendido mucho. Porque sí, claro que veía a negras y negros con cornrows ("trenza africana cosida", dice la wiki, no conocía esta palabra en castellano), con dreadlocks (rastas), con afros (pensad en Michael Jackson en los Jackson Five) o bien con el pelo liso a lo Michelle Obama. Pero no me había planteado lo que les cuesta mantenerlo ni el simbolismo de llevar un estilo u otro, especialmente las mujeres. No por nada la novela comienza con Ifemelu en la peluquería, donde va a pasar unas horas para que le hagan las trenzas.
Pero ha pasado antes por el aro: en un punto de su historia en Amércia, cuando por fin tiene una entrevista de trabajo, la consejera laboral le dice "plánchate el pelo, esto no se puede decir, pero todos lo sabemos: si vas con trenzas no te darán el trabajo". Ifemelu hace caso y le dan el trabajo. Este tema no es trivial ya que tanto en los EEUU como aquí en Reino Unido algunos gerentes han estado en contra de que los negros llevaran trenzas. En 2011, la High Court en UK dictaminó en contra de un colegio que lo impedía alegando que era un estilo tradicional. Ifemelu explica los productos químicos bestiales que se han de poder para alisarlo (llamados "relaxers"), junto con las planchas calientes y demás. A Ifemelu en un punto se le empieza a caer el pelo a tiras, y ese trozo rompe el corazón. Todo lo que tenemos que hacer las mujeres para conformar, pero además las negras tienen ese pelo indómito que lo hace aún más salvaje.
Hay una gran diferencia entre los "African (o Black) Americans" y los "Africans". Los primeros son descendientes de los esclavos y llevan generaciones y generaciones en los EEU. El inglés es su lengua materna. Los segundos, como Ifemelu, han llegado de Africa y son considerados áún más de segunda clase. A Ifemelu le cuentan que los African-Americans van al "Black Students Union" y los Africans a la "African Students Association". No se suelen mezclar y los African-Americans que van a las reuniones de los Africans son "los que escriben poemas sobre la Madre Africa y que creen que cada chica en una Reina Nubia". Todo esto no me lo había planteado y al leerlo lo he visto claro: también se ve en el UK con los hijos de segunda y tercera generación. A Ifemelu le dicen que le será más fácil para ella hacer amigos entre otros internacionales que con americanos, tanto blancos como negros, porque han sufrido, como lo hace ella, la agonía de la visa, la espada de Damocles de ser deportado o vivir sin papeles. La mayor aspiración de un African es hablar con acento yanki (versus su acento del colonizador inglés-anigerianizado), y esto es admirado de vuelta a su país. Ifemelu, cuando ya está integrada y adquiriendo el acento americano decide hacer un esfuerzo y volver a su acento inglés nigeriano. Otra cuestión de principios, como volver a las trenzas cuando puede permitírselo laboralmente.
Como nos ha pasado a muchos blogueros, empezamos un poco por casualidad: alguien con quien nos escribimos cartas o emails dice un día "me gusta leerte, por qué no te montas un blog" (hace unos anios esto es lo que dijo Diva: "por qué no montamos un blog"), y allí que se lanza Ifemelu, a escribir un blog de raza, que comienza tímido y se acaba haciendo un medio de vida. Cualquiera que escriba un blog se va sentir muy identificada con la protagonista en muchos puntos de la novela. Cómo al principio chequea las estadísticas, los comentarios, cómo empieza a ver el mundo como blogueable. Me encanta cuando dice que antes igual no se hubiera parado a hablar con tal persona, pero que ahora lo hacía como algo que potencialmente le daría munición/madera/material para el blog. Me gusta cómo la autora usa las entradas de blog para meternos reflexiones más académicas sobre el tema racial, que de otra manera sería difícil incluír en una novela (puedo "homenajear" esa idea en mi novela?). Pequenios ensayos con títulos como "Understanding America for the non-American BLack: What do WASPS aspire to" or "American tribalism", que nos ayudan a entender porqué Barak Obama es un tío que mola por casarse con Michelle, una mujer con la piel más oscura que él. Porque también entre ellos hay racismo, y lo típico es que los tipos alfa se casen con blancas, o en todo caso "menos negras" que ellos. Así que tres hurras por Barack.
Ifemelu reflexiona que en America raza es también clase, y el libro tiene grandes reflexiones sobre clase social también. En cierto modo recuerda a Zadie Smith, y sus grandes libros sobre el tema como "On Beauty" o "NW". La diferencia entre ambas es precisamente la que he descrito en el párrafo de los "African-Americans" y los "Africans". Smith sería el equivalente del primer grupo en el Reino Unido: nació aquí, estudió en Cambridge, no ha tenido ningún problema de visa y su acento es inglés, tal vez de su barrio en NW. Ngozi es African, nigeriana que vive en EE.UU. y observa desde su africanidad. Es interesante ver ambas novelas desde este ángulo, y esto ayuda a entender a los personajes. En "Americanah" vemos el mosaico socioeconómico ayudados por sus relaciones sentimentales: desde el novio WASP con mucho dinero hasta el académico African American que come quinoa y el corazón de las manzanas. Esta observación me pareció genial, y eso que yo también me como el corazón de las manzanas y la piel de los kiwis. Lo primero lo aprendí de un húngaro y lo segundo de una inglesa, pero entiendo que probablmente no sea algo popular en Nigeria, ni si quiera lo es en la península donde me han mirado raro alguna vez. Pero lo que trato de decir es que viajar, vivir en otros sitios te toca, y, qué puedo decir, es maravilloso. Nada más odioso para mí que esos espanioles que están aquí y que se juntan para hablar de lo maravillosa que es la península y que en cuanto puedan dejan esta puta isla donde no saben comer ni tienen sol. Por el mundo aprendes que tal vez el cielo de Vetusta en Mayo, azul azul y sin una nube, es una gozada, pero tantas otras cosas que nunca hubieras ni soniado si solo hubieras estado mirando ese mismo cielo, y que son mejores en México, en Argentina, en Grecia, en EE.UU, y en Reino Unido... y esto le pasa a la prota, que acaba asumiendo comportamientos de la nueva cultura, y luchando por mantener otros.
En otra parte de la novela, Obinze, su novio del colegio en Nigeria, intenta dar el salto a Londinium. Aquí vemos las experiencias paralelas en otro país, y las observaciones son igualmente interesantes: Obinze no puede entender que la gente aquí compre muebles que parecen viejos, o platos de porcelana descascarillados "los compramos en aquel mercado encantador en India, te acuerdas carinio?" ... en una palabra, no entiende el "shabby chic", el Bo-Bo. "Mercado encantador"? seguro que es un sitio infecto, con los grandes almacenes tan limpios que tienen aquí. Cuando Obinze vuelve a Africa y se mete en la construcción le dice a su socio: "cocinas abiertas en el salón? qué te crees que esto es Inglaterra?". Ningún nigeriano quiera cocinas abiertas porque la cocina nigeriana no es "presentable", es grasienta, olorosa, messy, y no es agradable de enseniar. En las antípodas de hervir un poco de quinoa, zanahorias, tomatitos cherry y tofu.
Reflexiones como estas abundan en la novela. Está bien escrita, pero más que belleza formal, he subrayado ideas. Estuve a punto de dejarla por un gran cabreo en las primeras cincuenta páginas, y no puedo entrar en detalles porque tal vez sería un spoiler para quien quiera leerla. Dejémoslo en que me enfada que precisamente una escritora cree un personaje (secundario, no aparece mucho más, afortunadamente) tan cliché, y que encima me diga lo estúpida que es en lugar de dejarla actuar.
Al terminar la novela fui al cine a ver "Girlhood" ("Bande de Filles") la peli francesa de Céline Sciamma. La claustrofobia de crecer como chica negra en los barrios marginales de París se siente desde la primera escena, cuando la prota friega los platos con las dos hermanas pequenias haciendo los deberes en la mesa de la cocina, la madre ausente limpiando oficinas toda la noche. Prota que cambia de peinado varias veces durante la peli y cuyo simbolismo no se le escapará al lector de Americanah.
Lo busacaré, tiene muy buena pinta.
ResponderEliminarYo estoy suscrita al blog de peluquería de una negra -entiéndase que lo digo como digo blanca, y entiendase que las dos somos café con distinto grado de "con leche"- y es lo mejor que he visto para mi pelo, que es afro pero grueso como el de una siciliana cabreada. Y, amiguitos, no sabeis la guerra que me da, y efectivamente los relaxers son muy peligrosos. Por cierto que mi peluquera bloguera es lo mejor :). Y, sí, en el trabajo hay que tener cuidado con el pelo, lo digo por mi pelo afro cabreado, que bien lo sé, que me ha valido calificativos como leona -esto me lo puso la madre de una buena amiga de 7º de egb, y lo consideraba muy gracioso, la hija de la gran puta-, fregona, loca y la que no se peina. El pelo de ellos es mucho más delicado que el mío, y lo de que se les quema el pelo y se les cae con tratamientos agresivos no es nada raro. Enredo mis propias penas capilares con la de ellos, porque si a mi me ha tocado recibir desprecios, imagínate a muchas chicas negras.
ResponderEliminarHay muchos, muchísimos temas que ni te planteas y que ellos lo viven en el día a día. Y efectivamente hay un inglés de trabajo y un inglés de colegas entre muchos african-american.
Debí poner que las dos somos marrones ;). Mi hijo siempre llamaba negro al marrón, y no había manera de cambiarle la manía. Si era marrón claro decía (hasta los 4 años) que era negro con blanco. Hasta que un día nos dimos cuenta por qué. Resulta que tiene varios compañeritos negros, y el los veía marrones, así que para él, hasta los cuatro años, el color marrón se llamaba negro. Después empezó a decir que nosotros somos marrones...
EliminarNo acabó ahí la confusión de colores y razas de la criatura, un día ve a un niño pelirrojo en una cafetería y suelta que todos (los blancos) somos marrones menos el niño rojo que es rosa. Y se quedó tan pancho.
En fin que la confusión racial de mi monstr...adorable criatura nos metió en más de un marrón muchas vecs.
Es curioso todo lo que cuentas, pero lo del pelo es lo que más me ha llamado la atención. No entiendo de rastas, pero sé que son de mucho antes que la polca. Y lo mismo pasa con los pírsines (¿qué son los pendientes o zarcillos sino vestigios de eso?) que ya llevaban en las orejas las damas hace siglos en número de cuatro, cinco o seis. Y los vaqueros rajados, que son la versión actual de la ropilla con cuchilladas de los caballeros de hace seis o siete siglos… Y así con todo.
ResponderEliminarLo que no tolero bajo ningún concepto son los pantalones cagaos (bajarse la cinturilla de los mismos hasta que asome el calzón). No lo tolero. Aunque, bien pensado, si se empeñan, ¿qué daño nos hace al resto este ridículo estilo a lo fontanero en plena actividad?
Tuve la fortuna de conocer a un auténtico Príncipe Africano.
ResponderEliminarFue en una obra, el Príncipe de peon de albañil, y yo de blanquito tocapelotas sí guana.
Su abuelo, el jefe de su poblado, lo había enviado a las Espagnias con el fin de completar su formación.
Para gobernar a tu pueblo, primero has de conocer el mundo.
...
A la hora del bocata me gustaba sentarme con el Príncipe.
Me hablaba de su poblado y del río que lo rodeaba.
Historias de familias, cosechas, bailes y amores.
...
Tenía el pelo enredado y el alma desenredada.
Se que será un buen jefe.
Su curiosidad natural superaba el caudal de aquel río nigeriano.
Pero no su belleza.
...
Y me acordé de que todos descendemos de una señora negra, de nombre Lucy.
La imaginé bañándose en aquel río.
Con una sonrisa, tan amplia como la sabana africana.
Hola darlings, lo primero haré un iva: Bienve Arabella! y luego decir q me reconforta ver q no soy la única q no se había fijado en lo dle pelo... aver, no es q nonos hayamos fijado, es obvio, solo q no te lo planteas, y luego lo ves escrito y lo ves claro. Como anécdota personal, el Peda fue una vez a una peluquería de negros... la mujer empezó a cortar y se veía desesperada diciendo "too thick, too thick!".
ResponderEliminarIRE, muy mono tu ninio, aquí los indios se llaman a sí mismos "brown".
LUX: ya sabes q lo d elso pantalones viene de las cárceles no? Supongo q lo sabéis, si no os lo cuento.
DRIVER, yo tambien eh conocido a algún príncipe nigeriano, no tan poético, pero sí alguno de mis compas de trabajo recien llegada, q luego decían q su padre tenía un palacio allá y a su boda iban a ir 3000 personas... otros munods
hugs y feliz finde
di
A mí también me llamó la atención lo del pelo. Además lo he experimentado personalmente en las cabecitas de mis tres sobrinastros negros: casi todos los veranos, en las reuniones familaries en casa de mi madre (no se lo conteis a nadie) se produce una epidemia de piojos entre la población enana. Ella tiene siempre preparado el set completo de desinsección: champú, colonia apestosa, peines y liendreras. En cuanto aparecen los síntomas, se caza a lazo a los niños y se les somete al tratamiento en el patio. ¡¿imaginais lo que es pasar una liendrera por un pelo de negro?! Hubiera entendido perfectamente que alguien de servicios sociales me hubiera detenido por una práctica tan cruel. También recuerdo una escena de peluquería que aparecía en una novela de Zadie que tú recomendaste en la que una pobre chica se somete a uno de esos tratamientos alisadores ( que, por cierto, cuestan una pasta indecente) No tenía ni idea de que las empresas los recomendaran. Este tipo de prácticas deberían tipificarse como tortura (claro que esto debería hacerse también con los tatuajes, los piercings, los tacones de aguja y la depilación a la cera. ¡Estamos locos!)
ResponderEliminar:). Qué gracia lo de los piojos, C.S. Sobre lo de las empresas, los negros que yo conozco me hablan de "exigencias no escritas".
EliminarYo tuve el pelo liso, rubito y con unas ondas la mar de monas hasta los 12 años, que se me puso entre enfoscado y afro, parece que viene de la parte griega de la familia, pero he sido la única agraciada con esto. El caso es que es una buena aproximación a lo estúpidos que somos todos con los pelos de este estilo.
Muy bien contadas las ideas de la novela. Esto es gratificante, porque así no tengo que leerla. (Ya sabes, “me voy, me voy, se me hace tarde hoy”).
ResponderEliminarComer el corazón de la manzana parece chulo. Pero ojo con la piel. Cuando Herederi era un (mal) estudiante (más que mal, muy mal), volvió un día trayendo una foto a color de la imagen a microscopio electrónico de una manzana cortada a la mitad. Mostraba la penetración de los agentes químicos aplicados en sus cultivos hasta una profundidad impresionante (entre 2 y 4 milímetros según las zonas): es decir, comer una manzana sin pelar, solo frotada con energía bajo el grifo, no era algo saludable, sino absolutamente enfermable. ¿No pasará lo mismo con el kiwi? Háztelo mirar, anda. De supersanísimos que se están jodiendo la vida están las clases medias llenas.
“Bande de filles” la buscaré pronto en mi videoclú de listos y supercultos. Si no la tienen, les echo una bronca y que la compren.
Ire, una siciliana cabreada me parece lo más cool del mundo.
Lux, ¿qué clase de calzoncillos zarrapastrosos usas que no quieres que ni se vea un poquito?
Cierto, Driver, todos venimos de LSD (Lucy in the Sky with Diamonds)... ode su prima la Brown Sugar (todo es música, ¿qué os pensabais, mastuerzos?).
¿Yo? Calzones de cota de malla. ¿Acaso hay otros, NáN?
EliminarToda la razón, NáN. Lo de esta muchachita con el kiwi es realmente preocupante. (A lo mejor me lo parece a mí porque sólo con tocarlo me transformo de inmediato en un changurro colorado y escamoso, pero da grima pensar en que alguien se lo pueda comer con esa piel peluda y tóxica) ¿Te vas de veraneo franquista?
Eliminar¿Quién, yo? No sabría hacerlo de otro modo.
EliminarClaro que los conozco, Lux, los famosos Calvino Klingsor, en los mejores establecimientos centroeuropeos desde el siglo XIII. Claro que en Vaselina la Bruja, para aliviar las rozaduras, te gastas una pasta.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
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EliminarRompo una lanza por el uso del calzoncillo integral clásico.
ResponderEliminarSí, me refiero al de las pelis de oeste; que cubría cual pijama esquimal, desde la barbilla al dedo meñique del pie.
¿Qué es eso de enseñar un trozo ridículo de calzón?
O se enseña todo, o se guarda recato; que estamos tontos.
Honor y gloria a esos señores buscadores de oro en las colinas de Nevada; quienes se bañaban una vez cada seis meses; con calzoncillo integral y todo, pues más que ropa interior, se trataba de una segunda piel.
De hecho, algunos de ellos morían desangrados; pues al quitarse ese calzón-segunda piel, al tirón, se llevaban por delante su tejido epitelial; algunas capas de músculos, tendones, venas y como no, el resuello y la vergüenza.
Tal era la simbiosis química entre el calzón y la piel del buscador de oro.
¡Qué exagerado eres, Driver! Los sábados se bañaban y frotaban (con él puesto, claro), pero cada tres o cuatro meses lo cambiaban por otro lavado y planchado.
EliminarPor cierto, ¿sabes cuál era el nombre popular con el que se vendía y compraba en las mercerías españolas: marianos.
Quizá porque ayudaban a la "castidad", o como mucho permitían uno "rapidito", sin juegos pecaminosos.
Driver, es que ya no quedan hombres. Desengañémonos. Que si metrosexual, que si hipster, que fofisano, que si esto, que si lo otro: ¡Una mili les metía yo!
Eliminar“Marianos”… Es verdad, qué de tiempo, NáN. Yo he usado calzón enterizo; fue en otras latitudes, claro. Y son un gustazo cuando hace pelete. Además, de alguna forma se cumplió así mi sueño desde pequeñito que siempre me negaron: ir al cole sin quitarme el pijama.
Por cierto, a algunos varoncitos las camisetas interiores nos crían bolita en el ombligo. Pues bien, con aquellos marianos, a mí al llegar la noche me salían moruecos enteros y vivos. ¡Qué tiempos; qué aquelarres!
Os quiero porque en un divague racial acabais hablando de calzones. NO me queda claro lo q usáis cada uno: "integral clásico" de driver es ese blanco q tiene un agujero para pronto acceso? Nan no aclara y lo de Luz y el akelarre, es q me están dando breves crisis epilépticas así como en el lóbulo temporal izquierdo. Necesitamos que expliciteis. Porque aquí en el divlog ya hemos dejado claro lo nuestro, q además confirmo vuelve a estar de moda. Que las tangas ya solo las llevan las suegras, ahora lo último en manhattan son las bragas como las mías, q cubren el culo (soy una líder de opinión).
ResponderEliminarCESITA, he recibido muhcos abusos por lo del kiwi, pero si no fuera por la radioactividad q cita Nan, es lo mejor: puritita fibra q facilita el tránsito intestinal, HOnorato.
besakos!
di
Sí señora, bragas de culo entero. Me alegra que Manhattan mismo, sin ir más lejos, ponga en valor tu práctica que crea trending. Que es mi teoría. Yo es que soy de low-density en lo de la pornificación: pasé la juventú sin televisor y todo, y los detalles feticichistas, excepto dos(cientos), que me callo, no me lanzan. Soy de ciudad, pero en esto es como si fuera del campo profundo.
Eliminar¿Di, ahora me llamas Luz? Señor, señor, dame paciencia. Qué será lo siguiente ¿Mariluz? ¿Srta. Lucy? Porque te tengo afecto, que si no…
Eliminar¡Luz! Y se queda tan pancha...
Aclaración técnica.
ResponderEliminarEl calzoncillo integral o "mariano" exige una técnica muy concreta para su uso y disfrute.
Según los catálogos de los fabricantes, constan de al menos treinta botones de como mínimo una pulgada de diámetro (22.4 mm para los los habituados al Sistema Métrico Decimal).
Estas dimensiones implican que la maniobra de desabotonarlos, abrir sus partes (con perdón) y proceder a la extracción del ser humano que aloja en su interior, se convierte en una operación logística que al ciudadano o ciudadana típico, le ocupa no menos de cuarenta y cinco minutos.
Dado que el tiempo de preparación al amor se considera en todas las culturas como una suerte de arte o ceremonia preparatoria; se puede aprovechar esos tres cuartos de hora para platicar, comentar las noticias del día o conocerse mejor.
Si no te quedas frito antes; claro.
Señor Nán, ¡qué piropo!. Gracias XD. Eres un maestro.
ResponderEliminarDi, dí que sí, otra para el kiwi, aunque yo prefiero el amarillo. Por cierto, pomelo o naranja?, otro tema espinoso.
Ah, y señor lux, cómo sigues con la melatonina?, que hace tiempo que no cuentas nada, desde aquella vez que tu chica te humilló al ajedrez sólo hablas de calzoncillos, pero queremos saber si te encuentras mejor :).
ResponderEliminarQué atenta eres, Ire. Pues me va muy bien. Duermo como un señor. Pero han sido tantos años durmiendo como los perros (a ratos) que, además de imprimirme carácter, le cogí gustico. Por eso, ahora, los fines de semana no me tomo las pastillitas y, así, vuelvo a lo fue mi ser tantos años.
EliminarY a ti, dinos, ¿cómo te va con el veganismo; le has cogido el tranquillo en estos cuatro meses?
Me va bastante mejor con el veranito y que no hay que cocinar tanto :D. Ya no necesito de los kiwis tanto, por decirlo delicadamente. Pero no todo el monte es orégano, ni el veganismo lechugas y brotes tiernos, de vez en cuando me da un dolor de cabeza por problemas depurativos que estoy investigando como encajar. Ahora un abrazo, me voy a Alemania de feria un par de días, (brrrrr..., qué coñazo), iba a decir algo sobre salchicas alemanas pero con todo me sale un chiste muy fácil XD.
EliminarA ver Ire, compi, voy a intentarlo yo al estilo clasico.
ResponderEliminarLuuuux, mostraaaaos !!!!
...
Sí te niegas dispuesto estoy a llegar hasta las últimas consecuencias !!!
Le raparé el pelo al cero a NaN.
...
Advertido quedas, Lux !
Driver, si ahora me manifiesssto menos es porque estoy a piñón con el ajedrez (como buen varoncito soy seguidito). Así pues, libera a NáN, por favor. Me ofrezco como intercambio. No voy armado, y mira que pizzas traigo.
EliminarVerás, Driver, ya que me ganó una niña, estoy estudiando para jugar como un niño: como éste, en concreto. En realidad, aunque lo parezca, no es un niño: es una pantera; una pantera negra. Tiene la quietud de los grandes felinos… hasta que se arranca. No sé cuándo me parece más elegante si antes o después.
Para los que no entiendan de ajedrez pero les interese el vídeo, observad que es una partida a cinco minutos. James Black (el niño de unos trece años) se enfrenta al Gran Maestro Kaidanov (52 años), que en aquel momento tenía 2574 de ELO y que en sus mejores tiempos llegó a ser el vigésimo jugador del mundo.
James Black agota mucho de su tiempo en el medio juego, de modo que llega al desenlace disponiendo sólo de la séptima parte de tiempo (42 segundos) que su oponente (tres minutos). Black, lo tiene todo en contra. Pero entonces, como en las películas de miedo, la aparente beatitud del niño se vuelve en patente instinto asesino: la bestia ha olido sangre; la bestia se enciende, se arranca y ya no tiene más parientes que sus dientes. ¡Pero dispone de tan poco tiempo! El épico final es vertiginoso, de biodramina.
¿Quién ganó? Bueno, esa pregunta resulta ociosa: en ajedrez siempre gana el mejor (ahora que lo pienso, ocurre lo mismo en los concursos literarios en lo de Di, ji, ji, ji). De modo que cuando pierdes sólo te queda, levantarte, sacudirte el polvo, tenderle la mano al vencedor, carraspear… y soltarle un elegante «Arrieritos somos… ¡So cerdo!». Es pelín competitivo, sí.
Amo a tu peque, Lux. ¡Ha salvado nuestro honor después de tantas y tantas humillaciones!
EliminarDriver, lo llevo ya al uno,per l'estate. Asi que si quieres pelarme al cero, Y NO ME COBRAS, adelante.
EliminarLux, emocionante.
C. S., a riesgo de que me embrees y emplumes, creo que el ajedrez profesional no es para las mujeres. De otra forma, pero esto es lo que dijo hace poco Nigel Short y le costó más de un disgusto. Él no sé, pero yo no hablo del juego sino del ajedrez profesional; y no hablo de las excepciones sino de la norma o promedio. Para el desarrollo profesional se requiere un alto grado de desconexión con la realidad que a la mujer, en general y afortunadamente, le repele. En suma, tengo el mismo concepto de los ajedrecistas profesionales que de los artistas profesionales, sea cual sea su disciplina. Son aberraciones. Pero, ¿qué pueden hacer esa criaturitas si no valen para otra cosa más que para ser seguiditos?
EliminarPara mí, Boby Fischer fue el último genio del ajedrez (la entrada de la informática redujo el ajedrez a la memorización como el propio Fischer sentenció). Pues bien, salvo para el ajedrez y para lo reseñado anteriormente, era bastante tonto ( y no hablo, naturalmente de cuando enfermó mentalmente, hablo de antes, de mucho antes, de siempre).
NáN, veo que tenemos algo más en común: yo también, pese a la servidumbre de tener que ir al barbero cada mes, lo llevo al uno. A mí me cobran ocho euros, pero perfila muy bien el cogote y las orejas, y además tiene revistas donde te enteras de cuándo va a ser el fin del mundo y detalles así de interesantes. ¿A ti cuánto te lleva?
EliminarNo te emplumaré, Lux. Tengo un hermano ajedrecista que opina lo mismo que tú- Dice que no puede jugar al ajedrez con chicas porque, como es una batalla simulada, emplearse a fondo le parece algo similar al maltrato ("no puedo ganar si no detsto al contrincante en ese momento") Y es verdad que los ajedrecistas son raros, raros, raros. Te contaré, sin embargo, que a mí jamás me ganó. A lo mejor es porque la última vez que jugamos él tenía siete años y yo doce. ¡Pero lo cierto es que sigo invicta frente al mejor ajedrecista de la familia! En cuanto le oí hablar de aperturas sicilianas variante dragón comprendí que había llegado el momento de retirarme (¿Tengo o no tengo talento?)
EliminarLux, para tu tranquilidad y mi escarnio público te comento.
ResponderEliminarMi intento de cortarle al cero el pelo a NáN, ha sido un fracaso estrepitoso.
Le he intentado sorprender en su rato de lectura; concentrado en una apasionante novela, con las dos manos sosteniendo el libro y la mente relajada.
Me he acercado por detrás, en actitud claramente cobarde, usando los cortinajes para minimizar mi presencia.
Cuando le he visto empezar un nuevo capítulo, en ese agradable momento de la lectura donde todo es posible, desde un cambio de ritmo a una sorprendente noticia, ¡ zas!, me he lanzado hacia su testa armado con mi maquinilla eléctrica.
Más cual ha sido mi sorpresa, pues creyéndole concentrado en sumo grado, me he confiado por una décima de segundo; error grave.
Con su mano izquierda y un rápido y ágil movimiento de muñeca, ha sido capaz de paralizarme y desarmarme en un plis-plas, mientras que con su mano derecha continuaba pasando tranquilamente las páginas de su novela, para mi vergüenza y escarnio general.
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Un arduo contrincante donde los haya.
Moraleja: no te fíes nunca de un señor con un gorrito de marinero; las apariencia engañan, y las derrotas te hacen aprender.
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Eliminar¿«Usando cortinajes para minimizar mi presencia…»? Buen intento, amigo Driver. Pero te precipitaste, está claro. Creo que el fallo está en que entraste a favor del viento y, claro, te olió. La próxima vez prueba a hacerlo en contra del viento, reptando lenta y completamente semidesnudo, embadurnado con pintura de camuflaje y sosteniendo la maquinilla entre los dientes. Dudo entonces (ojo, no te fíes, que igual me equivoco) que el cascarrabias te detecte. Si, aún así, te pilla y te frena en seco pisoteándote cual cucaracha con uno de sus crocs, sólo se me ocurre que entres a su servicio de forma fiel hasta que, pasados entre 20 y 25 años, puedas asestarle un traidor golpe seco por la espalda y que salgas al instante corriendo mal de la escena (¿Por qué los traidores en las películas siempre corren mal?).
EliminarAnoto tu comentario Lux y lo transcribo, palabra por palabra, a mi lista de tareas pendientes para el verano ( junto al reto de sustituir mis viejas macetas de arcilla por unos tiestos de gres, más propios para este clima mesetario que todo lo destruye con sus manifiestos y extremos cambios de temperatura).
ResponderEliminar...
Por cierto, y atendiendo los insistentes ruegos de los divagantes que por aquí nos acompañan, he decidido emprender una Cruzada contra tu vástaga ajedrecística.
Sí, lo has leído correctamente, emprendemos una batalla que sólo acabará cuando el enemigo se rinda.
Debido al aprecio que te procesamos y ante la grave crisis ajedrecística que sufres, hemos decidido ayudarte. Tras leer "El Arte de la Guerra", escrito por un chino de nombre difícilmente reproducible, optamos por la estrategia más eficaz que los conocimientos y atenta lectura de los conflictos nos ilustran.
Sí, vamos a jugar sucio, muy sucio. Es nuestra mejor opción.
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Me marcho a Barajas para coger un avión para Moscú.
Allí me recogerá el Sr. Víctor Tuichenco, catedrático de cálculo avanzado de la universidad moscovita y presidente de la asociación de ajedrecistas profesionales.
Él mismo será el encargado de seleccionar a los trescientos mejores maestros de ajedrez del mundo (en un pais con cien millones de federados, no creas que es tarea sencilla), con el fin de organizar un gabinete de crisis, volar a Sevilla y plantearte una asistencia técnica en una partida de ajedrez contra tu vástaga.
Lux, provisto de un pinganillo, serás asesorado por las mejores cabezas del mundo del ajedrez, con el único y exclusivo fin de darle una paliza a esa chiquilla, que tardará décadas en olvidar.
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No avises a tu hija, pues al enemigo ni agua.
Simplemente reserva un espacio de un par de horas para el próximo fin de semana y dile que quieres pasar un rato con ella.
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Yo me ocupo de narrar las vicisitudes del match; pues seguro estoy de que ocupará el lugar que se merece en la historia de los grandes torneos.
Ya tengo el título para la narración:
" ¿Era Boby Fisher un chico o una chica? "
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No te cuento más, pues el futuro, como las buenas historias de competiciones, se encuentra todavía por escribir.
Nos vemos el sábado.
¡ VAAAAAMOOOOS A GAAAAAANAAAAARRR !
Pero, pero... ¡Si no me niego a que me corten el pelo gratis!
ResponderEliminarMi única desconfianza con respecto a Driver es que me da que una vez cortado el pelo, se bebe unos tragos de mi me jor whisky (ya se sabe que lo barato sale caro).
Por eso voy a un peluquero que me habla del Atlético Madrid, exhibe toda esa filosofía de conservador de calle (a lo mejor lo hace en su beneficio, porque todos los días mueve un par de millones de dólares en los mercados y trabaja como peluquero porque le relaja), y me cobra 11,50 €, lo que para Madrid es un chollo.
Creo que os gano a los dos.
ResponderEliminarC/ Martínez Izquierdo junto a la plaza de San Cayetano, Madrid.
Escuela de peluquería frente al número seis.
Seis pavos por cortarte el pelo.
Eso sí; te lo corta un becario para practicar. Desajustes longitudinales, falta total de precisión, algún que otro trasquilón; estilo indefinido tanto en el resultado como en la técnica; lo que se dice un jodido desastre.
Los que no llegan a la categoría de ayudantes de peluquería, son contratados por "Ganaderías del Centro", donde son admitidos en categoría de trasquiladores de ovejas.
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Ni los clientes de la escuela de peluquería, ni las ovejas en su caso, nos quejamos.
Por seis pavos, tampoco es cuestión de ponerese tikismikis.
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Por cierto NáN, acepto ese güisky para el sábado, cuando termine de narrar el match de ajedrez de Lux con su hija.
Nos vendrá bien un trago tras la emocionante prueba generacional.
O dos.
O tres.
Lux, no quisiera meterte presión, pero...
ResponderEliminar¿Dónde nos vas a llevar a comer el sábado?
Te lo digo, porque somos trescientos.
Vaya, el cumpleaños de mi santa esposa. Tú quieres que yo acabe violentamente masacrado, ¿no?
ResponderEliminarTranquilo NáN, lo tenemos TODO controlado.
ResponderEliminarEl sábado, por deferencia a tu santa, será ella y no ninguno de nosotros quien diga la última palabra tras el match ajedrecístico.
¡ Las ganas que tengo ya de escribiros el cuento !
Será mejor que lo haga en mi blog; y así me explayo a gustín.
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Lux, ni te imaginas la que está a punto de caerte.
Jebi, jebi, jebi.
¿El match del siglo asín tipo Fischer-Spassky o Kárpov-Kaspárov? Pues me hace ilusión.
Eliminar¿Trescientos, Driver? Eso está hecho. Lástima que el sábado esté invitado al cumpleaños de la santa esposa de NáN.
ResponderEliminarPor otro lado, deja, deja… Mi única experiencia con una academia de peluquería fue desastrosa.
Como dije, yo siempre me pelo al uno (que, como NáN sabe, corresponde a tres mm de longitud) y to’ por iguá; es decir, sin floritura alguna. El pelao, pues, consiste en pasar la maquinita sin cuidado alguno y repasar finalmente a navaja el cogote, orejas y patillas. Se tarda sólo entre diez y quince minutos (quizá por eso me pelo al uno). Pues bien, en aquella ocasión me tocó un aprendiz que me tuvo ¡tres cuartos de hora! Y porque le dije «Basta ya, por piedad». Comprendo que, por mi impaciencia, quizá le impedí lograr su secreto reto que, supongo, era que los 3 mm tuvieran una tolerancia máxima de un yoctómetro.
Al principio, cuando me empezó a sobar la cabeza me entró asín sueñecito (siempre me pasa), luego, conforme seguía dale que te pego, desasosiego, y al final me dejó la perola más colorá que el culo de un mandril ciclista con (ya que estamos, rematemos) calzón de cota de malla.
¡Y encima, el muy ingrato, el muy chulo, después del lote que se pegó conmigo no es que no me pidiera en matrimonio, es que ni siquiera me propuso salir! Intolerable.
La Di me mata, pero no puedo evitarlo, un anticipo....
ResponderEliminar"Allí estaba Lux frente a su hija, con sesenta y cuatro cuadraditos, la mitad blancos y la mitad negros; y treinta y dos piezas, con la misma proporción bicolor.
Ya no se trataba de una simpática partida entre familiares; no.
Tampoco estábamos observando el enfrentamiento entre dos generaciones, tampoco.
Allí había algo más.
Las inexorables leyes de la naturaleza se quedaron completamente paralizadas para observar con detenimiento el desarrollo de la partida.
La mismísima Ley de la Gravitación Universal se dio un respiro, se tomó un par de horas de descanso y observó las estrategias allí desarrolladas. Calladita en un rincón.
Conteniendo la respiración.
...
Como si la partida trascendiera al tiempo, a la razón y a las corrientes neuronales.
Allí había más, mucho más de lo que los grandes maestros eran capaces de analizar.
Y yo tenía el deseo encendido de narrarlo, de forma que fuera entendido.
Lo cual, señores y señoras, era un auténtico reto.
¿Quién osa explicar aquello que no tiene explicación ?
¿Quién se adentra en el córtex y se desliza por el borde afilado de la inteligencia en estado puro.
...
Contuve la respiración.
Anoté los movimientos, y...
Entonces, en un momento determinado, me dí cuenta de lo que estaba viendo.
De lo que allí se estaba desarrollando realmente.
...
Imposible de olvidar. "
Estimado Driver, no sé cómo decírtelo. En fin, lo intentaré con la mayor de las delicadezas: Que me he pasao por lo tuyo (el principio del cuento era tan prometedor) y…esto, o sea… ¡¡QUE ALLÍ NO HAY NÁ DE LO QUE ME PROMETISTE!!
ResponderEliminar(Esto no quita que la visita mereciese la pena, so truhán).
Sáaaaabado.
ResponderEliminarSáaaaabado.
Que te dije sáaaaabado.
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Entre semana estoy más pillao que una cerveza rubia en la Plaza del Salvador de Sevilla.
Tranquilo, prometo darlo todo.