Estos ojos tenía Lucia Berlin |
Lucia Berlin escribe sobre lo que conoce, y a través de sus relatos, con personajes como el Guadiana, que de pronto reaparecen, podemos recomponer el puzzle de lo que debió ser su azarosa vida: hija de un ingeniero de minas, recorrió el contiente americano desde Alaska donde nació, hasta Chile-donde llevó una adolescecia glamourosa, entre la clase dominante de allá-, pasando por México. Berlin vivió en Oakland y Berkeley, en la zona de la Bahía (San Francisco), en el DF, Nueva York, y acabó su vida en Los Angeles.
Berlin hablaba por supuesto castellano, se casó tres o cuatro veces, y tuvo cuatro hijos. Durante toda su vida luchó con una addición implacable al alcohol y trabajó de mil cosas: solo a los 58 años comenzó a trabajar como "escritora visitante" y luego de profesora en la Universidad de Colorado. Y de todo esto van sus relatos, enmarcados en localizaciónes para mi mágicas.
Con estos relatos yo he viajado, no solo como nos transporta la literatura, sino que me han hecho volver casí físicamente al sur de California-donde no sabes si estás en los EEUU o en México-, las calles larguísimas con edificios bajos que tienen en el frente una Laundromat (lavandería), una casa de apuestas, un quisoco de periódicos que tambien vende pan, insecticida y ginebra. Estoy viendo una calle eterna de LA, tan en el polo opuesto de Hollywood, donde podría haberse paseado cualquier personaje de Berlin. O en el porche de la iglesia de El Paso donde comienza Kill Bill, haciendo círculos con un palito en la tierra, un hombre viejo cuya cara recuerda la tierra reseca del desierto de al lado. O la Ciudad de México, la ciudad de la eterna primavera, con sus tacos y choclos en carritos ambulantes, donde hace fila también incluso la propia Berlin.
Cuando la narradora del relato es enfermera, o recepionista de médico, me llega particularmente. Se nota que Berlin habla desde su biografía en mil lugares, pero es con su sensibilidad con los enfermos, las madres solteras, los niños con malformaciones, donde más me llega. En "Mijito" cuenta la historia de una chica mexicana analfabeta que tiene un hijo mientras su amor va a la cárcel, y rompe el corazón: la dureza extrema en la que muchos hispanos viven en los EEUU. Y a Berlin no se lo han contado.
La soltura de esta autora para hablar de experiencias que no cuestan dinero: la prota de "Dear Conchi" le cuenta por carta a su hermana su historia de amor (prohibida, si la familia lo supiera...) con un mexicano, y de cómo unos limpiadores les dejan acceso al armario de las escobas en el tejado, "es como nuestra casa en el árbbol", dice, y van allí entre clases o después del trabajo.
En un par de relatos, la protagonista bucea en México con un grupo de locales, para los que pescar buceando es su forma de vida. Me gustaría que este relato suponga para futuros lectores una experiencia similar a la mía: me he encontrado en un mundo que ya no existe, un pasado que todos hemos vivido, a otros niveles. Todos podemos decir a nuestros hijos cosas como "nos íbamos con las bicis a tal pueblo, a 8 kms de Vetustilla, sin teléfono ni manera de localizarnos". La libertad, que entonces tal vez no nos planteábamos, era bestial: podíamos estar en cualquier parte. Esa sensación he tenido con este relato: ahora todo el mundo bucea, esquia, corre maratones en lugares exóticos: en aquella época, había que bucear con pescadores. Magnífico.
"La diferencia entre un entendido de vinos y un borrachín? El entendido saca la botella de la bolsa de papel". Esta es una de sus frases sobre el tema que más consistemente atraviesa todos los relatos: el alcohol. Describe como un libro de texto los DTs, y no hay otra que empatizar con la madre de familia que pasa la peor noche esperando a que abran el off-licence de la esquina para hacerse con una botella de lo que sea.
El relato que da título al libro (y algún otro que hay de señoras de la limpieza) es de los mejores: la limpiadora cultivada que hace esto porque no le queda otro remedio, y que se ríe de las "señoras" que temen les robe calderilla: ella lo que trata de llevarse es sicotrópicos: valium, lo que pille. Excelso. La humillación de las "señoras", que no aceptarían que no te quedes con algo viejo que te dan, que te ignoran/dan conversación, según lo que les haga sentir mejor. O menos mal. Los viajes en autobus, con muchas otras como ella. Esperan el bus. "La gente pobre espera mucho". Qué gran reflexión.
"Manual para Señoras de la Limpieza" me ha hecho pensar y reír. Pero sobre todo me ha hecho sentir: no solo dentro, detrás del esternón, sino que me ha hecho bañarme en sensaciones: oler, saborear, sudar, ver, oír... en una parte del mundo donde, mucho más tra leer a Berlin, quiero volver.
Berlin hablaba por supuesto castellano, se casó tres o cuatro veces, y tuvo cuatro hijos. Durante toda su vida luchó con una addición implacable al alcohol y trabajó de mil cosas: solo a los 58 años comenzó a trabajar como "escritora visitante" y luego de profesora en la Universidad de Colorado. Y de todo esto van sus relatos, enmarcados en localizaciónes para mi mágicas.
Con estos relatos yo he viajado, no solo como nos transporta la literatura, sino que me han hecho volver casí físicamente al sur de California-donde no sabes si estás en los EEUU o en México-, las calles larguísimas con edificios bajos que tienen en el frente una Laundromat (lavandería), una casa de apuestas, un quisoco de periódicos que tambien vende pan, insecticida y ginebra. Estoy viendo una calle eterna de LA, tan en el polo opuesto de Hollywood, donde podría haberse paseado cualquier personaje de Berlin. O en el porche de la iglesia de El Paso donde comienza Kill Bill, haciendo círculos con un palito en la tierra, un hombre viejo cuya cara recuerda la tierra reseca del desierto de al lado. O la Ciudad de México, la ciudad de la eterna primavera, con sus tacos y choclos en carritos ambulantes, donde hace fila también incluso la propia Berlin.
Cuando la narradora del relato es enfermera, o recepionista de médico, me llega particularmente. Se nota que Berlin habla desde su biografía en mil lugares, pero es con su sensibilidad con los enfermos, las madres solteras, los niños con malformaciones, donde más me llega. En "Mijito" cuenta la historia de una chica mexicana analfabeta que tiene un hijo mientras su amor va a la cárcel, y rompe el corazón: la dureza extrema en la que muchos hispanos viven en los EEUU. Y a Berlin no se lo han contado.
La soltura de esta autora para hablar de experiencias que no cuestan dinero: la prota de "Dear Conchi" le cuenta por carta a su hermana su historia de amor (prohibida, si la familia lo supiera...) con un mexicano, y de cómo unos limpiadores les dejan acceso al armario de las escobas en el tejado, "es como nuestra casa en el árbbol", dice, y van allí entre clases o después del trabajo.
En un par de relatos, la protagonista bucea en México con un grupo de locales, para los que pescar buceando es su forma de vida. Me gustaría que este relato suponga para futuros lectores una experiencia similar a la mía: me he encontrado en un mundo que ya no existe, un pasado que todos hemos vivido, a otros niveles. Todos podemos decir a nuestros hijos cosas como "nos íbamos con las bicis a tal pueblo, a 8 kms de Vetustilla, sin teléfono ni manera de localizarnos". La libertad, que entonces tal vez no nos planteábamos, era bestial: podíamos estar en cualquier parte. Esa sensación he tenido con este relato: ahora todo el mundo bucea, esquia, corre maratones en lugares exóticos: en aquella época, había que bucear con pescadores. Magnífico.
"La diferencia entre un entendido de vinos y un borrachín? El entendido saca la botella de la bolsa de papel". Esta es una de sus frases sobre el tema que más consistemente atraviesa todos los relatos: el alcohol. Describe como un libro de texto los DTs, y no hay otra que empatizar con la madre de familia que pasa la peor noche esperando a que abran el off-licence de la esquina para hacerse con una botella de lo que sea.
El relato que da título al libro (y algún otro que hay de señoras de la limpieza) es de los mejores: la limpiadora cultivada que hace esto porque no le queda otro remedio, y que se ríe de las "señoras" que temen les robe calderilla: ella lo que trata de llevarse es sicotrópicos: valium, lo que pille. Excelso. La humillación de las "señoras", que no aceptarían que no te quedes con algo viejo que te dan, que te ignoran/dan conversación, según lo que les haga sentir mejor. O menos mal. Los viajes en autobus, con muchas otras como ella. Esperan el bus. "La gente pobre espera mucho". Qué gran reflexión.
"Manual para Señoras de la Limpieza" me ha hecho pensar y reír. Pero sobre todo me ha hecho sentir: no solo dentro, detrás del esternón, sino que me ha hecho bañarme en sensaciones: oler, saborear, sudar, ver, oír... en una parte del mundo donde, mucho más tra leer a Berlin, quiero volver.
El mejor libro del año. Sin duda.
ResponderEliminarSubo la apuesta de Molinos: he comentado por ahí que mi mejor sorpresa en 5 años.
ResponderEliminarNo te has referido a un cuento que para mí es emblemático: cuando ayuda a su abuelo dentista a sacarse las muelas a sí mismo. Parece ser que el abuelo y la madre (alcohólicos) abusaron de ella (creo que no debe entenderse esto en un sentido sexual, sino de violencia.
Al final del cuento, está feliz de contarle a su madre la valentía y bien hacer del abuelo auto-desdientado. Ahí entendí su generosidad con pocos límites, lo dispuesta que está a dar de lado lo malo para no perderse absolutamente nada de lo bueno. Esa generosidad con la vida, unida al absoluto amor por esa vida, creo que es la clave de estos relatos.
Tan bien escritos, además, que, aunque esto sea muy raro en mí, los he leído sin preguntarme una sola vez cómo están escritos, lo que podría decir formalmente de ellos.
(Luxy, acuérdate que de las ajedrecistas te dije que hablaríamos dentro de 100 años. Dada la escasa nurture que han tenido las chicas con la nurture del tema, es el mínimo indispensable para ver lo que pasa en ese tiempo e inclinarnos por nurture o por nature). (No seas impaciente, leñe, que cien años no son nada).
Otra cosica que me parece mágica: son relatos, no autobiográficos sino autorreferencias a su propia vida. Sin embargo, tenía la sensación de estar leyendo una novela.
ResponderEliminarDel olor a yísus al olor a México...¡estás muy olfativa este mes! (Tiene muy, muy buena pinta...)
ResponderEliminarHola darlings... iba a colgar alguna cosa del revuelo q llevamos en la isla, pero mejor me voy a la cama a leer. Estoy demasiado cabreada.
ResponderEliminarGrcias por vuestros comentarios, MO, NAN y CESUCHI! Me ha gustado mucho por lo q he intentado explicar, pero personalmente, venía de leer el libro de relatos de DFW, enmedio a Philip Roth, y, puesto a elegir (que no hay porque hacerlo, son muy distintos), yo me quedaría con "Hideous men". Pero [para gustos lso colores (y los olores, ji). Qué curioso q el del dentista no me gustó.. fue el segundo creo y recuerdo terminarlo con medio confusión y no. Los relatos suelen tener similar longitud, pero hay algunos mucho mas largos (30 paginas)y esos se me hacían largos (cuando los de DFW son mucho más y no) y creo q es pq estabas acostumbrada a un ritmo, y de repente elongarlo no me iba tan bien (en mi caso, no me lso podía leer de una sentada, y luego volvia y no recordaba bien.. practicalidades). Alguno de estos largos me aburrió (Let me see you smile)
(NaN, dentro de menso de 100 años tendremos mapeada las partes del cerebro q se encienden con el ajedrez... así podremos ver que hombres y qué mujres las tieenn desarrolladas y hacer estadística. Pero se medirá en niños pequeños, justo cuando aprenden... fascinating)
muxus
di
Te recomiendo leer El Arenario, de Arquímedes.
ResponderEliminarSe trata de un rey que es ayudado a calcular a través de los razonamientos del sabio clásico.
Se hace preguntas como cuántos granos de arena contiene una playa.
Una vez resuelta la anterior cuestión se plantea cuántos caben el la Tierra.
Se nos viene arriba el sabio y pasa a calcular cuántos caben en el Universo.
Enseguida se da cuenta que no existen palabras para denominar a esos números enormes, así que decide inventárselos.
Toda una metáfora de la vida.
Preguntas sin aparente respuesta, retos abordados con mayor o menor suerte, reyes con la boca abierta y sabios que usan elementos de la vida cotidiana para explicar lo aparentemente imposible de explicar.
Por encima de las Galaxias de estrellas o de residuos urbanos, un hombre usa su cerebro para traspasar los límites, usando su imaginación.
Tal vez la vida sea simplemente eso, una serie de preguntas jodidamente complicadas, respondidas de la forma más simple posible.
...
Mientras que en los colegios explican el Principio de Arquímedes, razonando la causa de que los barcos floten, en El Arenario te explican con metáforas algo mucho más útil.
No hay límites para tu cerebro. Así que no se los pongas tú.
Joder, ¡gracias por descubrirmela!. Mis puestos de trabajo siempre han incluido cosas que no tienen nada que ver con el supuesto objeto de los mismos, como ahora que estoy borrando bichos del portátil de un cliente, y la historia de esta mujer siempre con un pie en el abismo y otro en la cuerda floja me ha llegado. Algo que me pasa a mi es que me paraliza el miedo a ir a peor, tengo que recordarme que eso que yo llamo lo peor es la vida para muchos, y que demuestran mucha capacidad de sobreponerse a todo tipo de fatalidades.
ResponderEliminarMe llama la atención tu habilidad para enfocar estas reseñas desde el ángulo de la historia del autor, y el de lo que ha escrito.
Gracias DRIVER por la recomendación. Igual no hay límites para la mente... para el cerebro, tristemente sí.
ResponderEliminarIRE, y a ti no te pasa q miras la foto del esscritor en la contraportada cuando lees? Que quieres saber de él-incluso de su vida personal-cuando le lees? Esto entronca con lo q le ha pasado a la pobre Ferrante esta semana, cuando aquel "periodista de investigación" ha "destapado" a una autora q no quería estar en el circo de la literatura... cómo la entiendo! Ni siquiera mi interés por conocer al autor justifica obligar a uno q no quiera a salir del anonimato. Y por, cierto, qué guapa era Berlin! A mí me ha afectado el conocer su cara mucho en la lectura ... imaginaba a la narradora como ella... es como ver la peli antes de leer el libro, q luego visualizas los escenarios/personajes como te los han dado en la peli, y eso no me gusta nada. Bueno, a no ser q sea el imbécil de SEan Connery haciendo de Guillermo de Baskerville... ;)
muxus!
di
Tengo leídos un par de cuentos del libro. Me gustó mucho lo que leí, aún no lo terminé, por lo de andar intercalando libros. Me hizo acordar a Carver, también a Carson Mac Cullers, curiosamente también con problemas con el alcohol.
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