an

28 agosto 2021

"Canto yo y la montaña baila" de Irene Solá: El New Age no es para mí

Érase una vez... La Cerdanya. Bueno, en realidad no, en realidad "Canto yo y la montaña baila" está ambientada hacia el este de los Pirineos catalanes, en concreto entre Camprodón y Prats de Molló, pero en mi cabeza yo la he localizado en La Cerdanya, donde pasé los veranos de mi infancia.

Así empecé el divague cuando pensaba que iba a escribir sobre la novela de Irene Solá, y ya sabemos cómo terminó. Aquí va un nuevo intento, aunque ya adelanto que me lo pasé mucho mejor escribiendo el otro y, como dicen los Johns en "The way to write", "si no disfrutas escribriendo algo, no esperes que el lector lo haga". Pero tengo que hacerlo para aclararme porque, como decíamos ayer, si yo no hubiera ido en mi cabeza a ese "locus amoenus", a ese "lugar idílico donde pasan cosas bonitas en un entorno natural" que es para mí La Cerdanya, la lectura no habría sido ni de lejos lo mismo. Eso sí, supongo que habrá gente que, aunque no tenga la carga sentimental que yo tengo hacia esa zona, podrá disfrutar de esta novela, a juzgar por las críticas enfebrecidas que he visto por ahí  ("poética en extremo", "increíblemente original") o por la recomendación de Dp ("simplemente tienes que leerlo, no te puedo explicar el tema").

Antes de nada: ¿cómo he terminado leyendo un libro 1. de actualidad, 2. traducido (del catalán al castellano) y 3. con ese título (que ya anuncia "New Age")? No sabría explicarlo: ¿exaltación de la amistad? ¿holiday mood? ¿"sal de tu zona de confort"? ¿no había tomado la medicación?  En Laie ponderé sobre el punto 2: lo tuve en mis manos en catalán (¿lo entendería?: negatifo). Y, por supuesto, con esto ha habido algún problema típico de las traducciones: algunas cosas me "sonaban" extrañas: ¿"el heredero"? (por "el hereu"-Joan: ¿cuándo tendremos el hereu? - para esto hay que leer el divague de ayer, sorry), ¿"quitar el polvo" en lugar de "sacar el polvo", ¿"campesino" por "payés"? (campesino evoca "Germinal" de Zola, "Novencento" de Bertolucci, no un payés de La Cerdanya con sus Range Rovers y tractores última generación).

Cuando leí "La amiga estupenda" de Elena Ferrante no me quedaron ganas de seguir con la saga, pero me quedé con una cosa: la ambientación, cómo la autora logra llevarte al Nápoles de la época vía los ruidos, los olores, la colada blanca tendida. En "Canto yo y la montaña baila" me ha pasado lo mismo: Solá te lleva a un territorio mágico, para mí ha sido como volver a esos pocos días que pasé en el Pirineo hace no llega a un mes. Sin embargo, al terminar la novela, estaba tan perpleja que tuve que leer comentarios en un web de libros para ver cómo se había quedado el personal. Todo eran cinco estrellas, menos alguna ocasional una: estaba claro que es un libro que no deja indiferente. Los de las cinco estrellas repetían, una y otra vez lo del lenguaje poético y el lirismo de la narración. Yo me preguntaba (y ya hace unos días que lo terminé, lo he dejado reposar) en qué lado iba a estar yo, porque algún rato desde luego me sentí como los de una, pero he llegado a la conclusión que ni de unos ni de otros, pero tampoco de enmedio. Creo que tendría que desmenuzarlo y empezar a dar estrellas a sus partes, y aún así no explicaría lo confusa que estoy. Eso sí: lo que tengo claro es que no quiero releerlo para aclararme.


Dp no me quiso contar los temas que recorren la novela - que no son la trama. Supongo que me lo habría vendido igual si en lugar del misterio "tienes-que-leerlo", me hubiera dicho que habla, de una manera diferente, de las relaciones personales entre los habitantes de esa zona y con su entorno. Que habla de amor, de muerte, del duelo, de la poesía que es melancolía, de secretos, de deseo, de vivir el momento "porque estamos vivos esta noche", de los rayos y de gente guapa. Nota: igual que en "Los errantes" todo el mundo tenía 50, aquí todos son guapos - no me queda claro de qué manera, pero lo son: "Fulanita era muy guapa".  También habla de la belleza del lugar, este Síndrome de Stendhal que es imposible no te atrape cuando subes allí: hay un barcelonés que sube de turismo y se maravilla de ver "estas montañas, tan hermosas que duele el alma" o "Dios mío qué paisajes y qué montañas" y este sentimiento sí que es mío, el quedarse una ahí plantada intentando asumir tanta belleza. De todas las historias que cuenta, la parte que más me ha gustado es la que habla de la Guerra Civil, de los republicanos que huían por la montaña en busca de la frontera, de cómo los niños seguían coleccionando balas, pistolas, granadas que se van encontrando por el bosque. Ya no recuerdo nada de "Luna de lobos" de Julio Llamazares, solo la oscuridad de la novela y que me pareció en su día una maravilla. Hay un capítulo narrado por Eva, "la niña republicana", que se volvió a los bosques y que dice: "en la montaña no hay guerra, que las guerras se terminan pero la montaña no". 

Formalmente, entiendo que hayan definido la escritura de Solá como poética, hay muchas frases bonitas que he subrayado, pero yo personalmente he sufrido con las dosis de escatología. (¿Qué les pasa a los catalanes con los escatológico? ¿Por qué les encanta este tema, desde el personajes del pesebre navideño hasta el tronco ese de los regalos?) Yo, no puedo.  Pero, superado esto: cada uno de los capítulos está narrado por distintos personajes, y usa la personificación (o prosopopeya, recordemos EGB) de animales, fenómenos de la naturaleza, El-bosque-animado, esas cosas. Cuando las narradoras son las nubes y la primera frase del libro es "Llegamos con las tripas llenas. Doloridas. El vientre negro, cargado de agua oscura y fría, y de rayos y ruenos", dices, bien, me gusta - sobre todo porque cuando lo lees tienes que descubrir que son las nubes (oh dear: ¿es este el primer spoiler de la historia de este blog?). Parece que también narran las setas -esto o no me enteré, o ya se me ha olvidado- y en otro punto narran las montañas y un bebé corzo (sí, vale, tuve que hacer un google imágenes). Pero para mí, el problema es que no he podido diferencias las voces, todas son la misma (y parto de que cambiar de voz es dificilísimo, para mí imposible) y da igual que hablen adultos, que montes: todo suena como si el narrador fuera una niña o un niño travieso. Y entonces, cuando vas por los tres cuartos del libro, atención: una perra llamada Lluna,  narradora del capítulo, acomete la descripción detallada de sexo entre humanos. Aquí, lo siento, aquí me pierde. Escribir sobre sexo es lo más difícil que hay, y no suele acabar bien. Es una parte de la vida, así que ignorarlo y crear personajes asexuados tampoco es la solución, pero por lo que sea, las observaciones de perro no han funcionado para mí. Le escribo un whatsapp a Dp: "acabo de leer lo del perro" y el emoji de la carita con ojos como platos. Contesta: "ya me dirás, se va cerrando la historia".

¿¿¿Se va cerrando la historia???? El mal ya está hecho, ¿quién quita ahora esa imagen de mi retina? Entonces recuerdo dos libros del pasado: hace muchos años, todavía en Vetusta, una amiga me recomendó encarecidamente el libro de su vida, "La mujer habitada" de Gioconda Belli y no me gustó nada: solo recuerdo una mujer-árbol. Años más tarde, ya en UK, una compa de trabajo con la que hablábamos de feminismo me regaló "Mujeres que corren con los lobos" de Clarissa Pinkola Estés: este directamente no lo terminé. Contaba leyendas desde un punto de vista psicoanalítico, o algo así. Una sola palabra me viene a la cabeza: pedrada. Y tengan en cuenta que ya había leído el famoso "Psicoanálisis de los cuentos de hadas" de Bruno Bettelheim, así que tengo callo. ¿Igual es que lo mío no es el rollo New Age? Admirado Marvin Harris: ¿fuiste tú el culpable?

Dicen en la faja de mi edición que Solá tiene "una pasión desmesurada por escribir" y en eso estoy de acuerdo, se transmite. En contraposición conmigo y este divague, dicen acusadoramente los Johns: igual debería no publicar lo que escribo solo para aclararme yo.  Cierro el libro pensando que tal vez las leyendas de la zona de las que se ha nutrido Solá no son material crudo con tantas posibilidades como las concas de Bellver montándose un Airbnb.









27 agosto 2021

Leyendas de Bellver: De Gustavo Adolfo Bécquer a la Niña Di

 Esto es más o menos cómo ocurrió (o, de nuevo,  "puedo explicarlo todo").

Todo comenzó como un inocente divague de libro que va de historias y de leyendas en una determinada zona del Pirineo, pero terminó conmigo escribiendo demasiado rato, demasiado largo (esto es nuevo), demasiado divagando, sobre historias y leyendas de otra zona cercana de la misma cordillera. Pero estas son en realidad leyendas de mi familia -no de ninfas de los ríos, aunque tal vez sí que haya alguna bruja- con el mismo fondo, esas montañas.  Y como no me gusta abusar (lol), los he separado: quien quiera leer sobre "Canto yo y la montaña baila" de Irene Solá, el libro en cuestión, podrá hacerlo mañana sin tener que pasar por este divague, la precuela de Maléfica: "la Niña Di, que al principio solo quería ser Heidi". 

~~~

Erase una vez... La Cerdanya. Bueno, en realidad no, en realidad "Canto yo y la montaña baila" está ambientada hacia el este de los Pirineos catalanes, en concreto entre Camprodón y Prats de Molló, pero en mi cabeza yo la he localizado en La Cerdanya, donde pasé los veranos de mi infancia. Así que podría comenzar con un "érase una vez en los Pirineos" y sería más verdad. Pero está bien salir del armario: yo he tenido a Bellver y Talló y Pi y Bor y Das y Prulláns en mi mente mientras leía, y eso ha salvado para mí la novela.  Novela de historias de amor, de guerra, de éxtasis ante la belleza del entorno, en la que he aprendido por ejemplo, la leyenda mitológica del origen del nombre de los Pirineos: parece que viene de "Pirene", hija un rey, que sufre diversos percances amorosos (según si sigues la mitología griega o la local) y al final muere en un incendio. Su amante le hace un monumento funerario con unas piedras, y son los Pirineos. Pero sobre el libro, mañana.

La Cerdanya es una zona tocada por una varita mágica: un valle horizontal, orientado de este a oeste (en contraposición a la mayoría de los valles del Pirineo, que van en vertical, de norte a sur), por eso tiene más horas de luz que otros. El Pirineo aragonés es mucho más dramático, claro, y en Broto y Ordesa pasé bastantes veranos de campamentos, pero donde de verdad recuerdo los veranos de mis pocos años es en Bellver de Cerdanya, de donde era la familia de La Yaya. Y por tanto, mis leyendas no son de duendes del agua y osos, como los de la novela, sino familiares y de ese territorio salvaje que es la niñez. Allí se aprende a mirar o se cimienta la manera de mirar que una trae de serie.  Nota: las fotos son mías, así es como lo vió, por lo menos, mi cámara.


La primera y más repetida leyenda familiar es "la vez que no reconocí a mis padres". A ellos les encanta contar esta historia, los pobres aún no han superado el trauma. Cuando tenía poco más de un año empezaron mis largos veranos en la Cerdanya. Los Yayos subían a Bellver para un par de meses, con parafernalia similar a quien se cambia de casa, y mis padres de debían quedar de rodriguez,  viviendo-la-vetusta-loca, subiendo a vernos los findes. Yo iba a la guardería allí, esto me lo contó mi madre el otro día, a la vez que la debida mención a la anécdota que nos ocupa: tras un breve lapso, bajaron ilusionados del coche, y no les conocía. Me imagino a mí misma escondida detrás de la Yaya, quién es esta gente. Para ser justos, ellos casi no me reconocen a mí tampoco: la Yaya me había rapado. Una de sus múltiples teorías era que eso "fortalecía el pelo" (lo confirmo), así que hasta que pude opinar me llevaban con el pelo corto, como un chico y Fashion, años después, también pasó por ese proceso. Y esta historia enlaza con otro viejo favorito que también les encanta: lo de que "no me gustaba dar besos a extraños". ¿Hello? ¿Tengo que pasar por niña arisca por esto? ¿A quién le gusta dar besos a la tía del pueblo? Esto alcanzó la cumbre cuando una vecina que siempre me insistía me preguntó el porqué de esa actitud (imaginen) y parece  que solté un "porque huele mal". Por eso nunca les doy besos a niños que no sean Mini, y cuando llegué a UK me di cuenta que esa es una costumbre que no existe aquí (¿quién está equivocado, eh?) ¿Aún se sigue persiguiendo a los niños por besos en la península? 



Otra leyenda top del lugar, más que familiar, es que en Bellver había una alta incidencia de "concas" - aunque no lo he oído en ningún sitio, internet asegura que la palabra existe. Allí llamaban "concas" a las mujeres solteras (lo que en esa época se remataba con el sufijo -ona con todas sus connotaciones). Las concas -entre ellas Ignasieta una prima de la Yaya y Carmeta, la que le hacía la comida a Joan, que aparecerá en breve - salían de paseo en grupo por las tardes hacia Talló. Hoy en día existe el concepto "tieta", me cuenta Fashion, que es una versión moderna, viajera, independiente, de la conca. A veces nos hemos planteado que la Yaya, pese a haberse casado, tenía en realidad alma de tieta -así como la mujer de Vázquez Montalbán decía que ella se había casado con un soltero. Pero esas son otras historias y lo que me pregunto es si la palabra existe en masculino, "conco". Desde luego el concepto sí, y nosotros la usábamos, porque le alquilábamos la casa a Joan, un conco, en una especie de cosa premonitoria de Airbnb.

Los Airbnb que alquilas con bicho son los que luego dan para mejores historias: cómo olvidar algunas aventuras de los Pedalistas, con Doña Concha en Pelion, o con Nishimoto y su armadura de samurai en Fukuyama. Aquí el bicho era Joan, un anciano a mis ojos de entonces que hablaba principalmente en catalán y conmigo se lanzaba al castellano con muchos problemas (según la Yaya, yo hablaba catalán de peque, puede ser otra leyenda). Tenía cara de hombre de montaña, toda roja, con los ojos muy pequeños, tal vez azules y una gorra como de chulapón. Las manos eran enormes y vestía como de tweed verde. Trabajaba en algo de acequias o canales -tenía unas botas de agua que le cubrían todas las piernas- y se iba al alba y llegaba siempre al anochecer. Cuando llegaba se metía en su habitación tras un saludo y no le veíamos más.

Cal Joan me encantaba porque era ser Heidi, mi máxima aspiración de la época. Tenía escaleras de madera y se hacía mucho ruido subiendo y caminando por la planta de arriba, donde había tres habitaciones. Abajo, un salón con una mesa de madera y creo que la lavadora era de carga superior, otra novedad. Los primeros años no había tele, y cuando llegó, no me dejaban verla cuando había tormenta -muy frecuentemente-, porque parece que los rayos podían ir a la antena (otra teoría de la Yaya). Así me perdí el último capítulo de la serie de Los Cinco, lo recuerdo perfectamente y creo que lloré, pero de nada sirvió. Al lado de la casa, Joan tenía una huerta con lechugas y una zona con jaulas con conejos. Cuando venían mis padres, Joan le preguntaba a mi padre para cuándo iban a tener "el hereu", cosa que les hacía mucha gracia. Cuando nació Fashion, siempre decepcionando: el pobre Joan debió pensar "siguen sin hereu en esta familia" y quién sabe si por pena, aquel año nos esperaba con una cuna. Resultó que la fallida hereu ya no cabía y esta es otra de las historias repetidas hasta la saciedad en esta familia.  

Pero todo en Bellver era Heidi: las vacas en los prados, las montañas e ir a buscar la leche por las tardes a la lechería. En las tiendas había leche normal, en botella - claro que mucho peor- y creo que la comprábamos por el ritual de la lechera, que me encantaba, luego había que hervirla y todo eso. El otro día pasé por el local donde ponían en hilera un montón de lecheras metálicas gigantes y aunque ahora no sé qué venden, esa esquina me llevó a esas filas, esperando que se acabara la lechera gigante en la persona de delante para ver el proceso de abrir otra, y sobre todo al olor.

Cerca de la lechería, en una calle de atrás, estaba el refugio donde se metían durante la guerra. Según la Yaya, a veces venía un avión al que llamaban "La Pava" (ya hablé de aquello aquí) y todos se iban a esconder, menos su padre. Hay muchas leyendas de la guerra de Bellver, de los que cruzaban la frontera y de una me salió un cuento que la Yaya tituló "Si por Dios y por España" porque así es como ella contaba esta historia. Esta parte de la zona como frontera en la guerra y posguerra es la que más me interesado de la novela de la que se suponía iba a escribir hoy....

La Yaya tenía familia por todo el valle: su padre era de un pueblo llamado Cavá y su madre de Santa Eugènia. Una de las mejores leyendas familiares es que la bicicleta del padre de la Yaya (que aún conservamos) "fue la primera bici que hubo en la Cerdanya". Tristemente no recuerdo o nunca me contó la Yaya cómo llegó allí. Solo sé que su padre tenía una herrería y que fue a hacer la mili a Marruecos. Me pregunto si estaría en la Guerra del Rif, donde Arturo Barea en "La ruta", el libro que justo estoy leyendo ahora.

Toda esta familia ingente significaba múltiples visitas, en las que la niña Di se desesperaba, muerta de aburrimiento. Se ponían a hablar durante horas y si preguntabas "cuánto falta", te echaban la bronca. La Yaya me compraba Zipi & Zape o libros de Los Cinco en una tienda que se llamaba "La botiga nova", creo. Terminé con toda la colección. Las únicas visitas interesantes para mí eran las de Francia, porque también hay Cerdanya francesa ("Meitat de França, meitat d'Espanya, no hi ha altra terra com la Cerdanya" estos versos también me los decía la Yaya- no creo que hoy sean bienvenidos en todas esas casas de la zona con esteladas en las ventanas). Las primas de la Yaya vivían en Bourg-Madame y en Ur y estas fueron mis primeras salidas del país (aparte de ahí, no salí de la península hasta los 17): me parecía el exotismo puro, estaba en el extranjero! Todo me parecía lo más: tenían el baño separado del toilet (cosa que tuve al llegar a UK y es un rollo) y cada año me daban una bebida terrible, un concentrado muy dulce de fresa que se mezclaba con agua. A ratos me dejaban salir a explorar por los jardines y hablaban en un catalán más difícil que en el otro lado de la frontera.

A veces nos quedábamos unos días en casa de otra prima, en Puigcerdá, que tenía dos hijos adolescentes. El pobre Jordi jugaba con la niña al escondite. Un día se escondió tan bien que tuve que pedir ayuda a los adultos para encontrarle, y ni ellos pudieron: se había subido a un armario. En Puigcerdá le dio a la Yaya lo que ella llamó "una punta de infarto" por no seguir las recomendaciones de mi madre: la Yaya ya había tenido un infarto de miocardio y según mi madre, la altitud de Puigcerdá no le iba bien. Cada uno en esta familia tiene sus teorías, como puede verse, pero era yo la única a la que cortaban el pelo a lo chico o no le dejaban ver Los Cinco.

Otros primos de Bellver me dejaban una bici, rosa y con cesta (pero qué iba a hacer, rechazarla?) y me iba por ahí a explorar. La niña Di tenía una vena artística - que tristemente no ha sido explotada- y me iba a dibujar iglesias a carboncillo. La de Talló, desde todos los ángulos. A veces me pillaba la tormenta y llegaba calada a casa. Era la época de la libertad con mayúsculas: tenías 11 años y te ibas sola, sin posibilidad de ser localizada. Si caía una tormenta, esperarían que te hubieras metido en algún sitio, porque total, el peligro de los rayos solo aplicaba a las antenas. Nuestros pobres hijos no vivirán eso. Y más leyendas de bici: un día, cuando Fashion tenía como dos años, insistí en llevarla en el soporte. Tras alguna resistencia aceptaron y la pobre metió el pie donde no debía. Fue un drama: al bajar, no podía ponerlo en el suelo y la Yaya dictaminó: tal vez esté roto. Recuerdo claramente el mundo cayendo sobre mí. Entonces hice lo que hacía en aquella época cuando perdía el control: rezar y rezar y rezar. Y como siempre he sido pragmática, también un pacto con Dios: si por fin no era nada, llevaría mis ahorros a San Antonio, en la iglesia de Vetusta donde se casaron mis padres. Por supuesto, Fashion no tenía nada roto, pero había que cumplir el trato -más bien soborno: entra flashback de mí misma de puntillas metiendo la pasta por una ranura detrás de la estatua del santo. Si algún día lee esta historia Mini, le parecerá de lo más alien: no reconocerá ese mundo extraño en el que se hacen tratos con alguien que no existe, y sobre todo no reconocerá a su madre. Hola Mini, si estás ahí.

Gustavo Adolfo Bécquer subió a Bellver para curar su tuberculosis y allí, en el Carrer de la Amargura, escribió una de sus leyendas, "La cruz del diablo". A ratos, las de la niña Di dan casi tanto miedo.

~~~~~Continuará con la crónica del libro, en serio....~~~~

22 agosto 2021

Metadivagando a propósito de "La pesquisa", de Juan José Saer

Empezando "La pesquisa"
 Este verano, como parte del proyecto "leer-más-literatura-en-castellano", me he hecho con "La pesquisa" (2012) del argentino Juan José Saer, recomendación del Náufrago Ro. En la contratapa, dos avisos para navegantes (que no divagantes): dice Le Monde, "Un libro para leer varias veces" y dice el editor, "obra laberíntica". Vamos: entre bajo su propio riesgo. 

A mí la palabra "laberíntica" me sugiere Borges, autor que en el divague de las librerías escherianas dije iba a intentar releer a mi provecta edad, porque en mi década de los 20 "no conectamos". No tengo mucha esperanza de todas maneras: creo que una resonancia magnética cerebral revelaría sin duda distintas estructuras en sus fans (pienso en un compa de trabajo, lo leía traducido, y Dp, con sus obras completas ahí en la estantería) y en mí misma. ¿Merece la pena auto-retarme o sigo con mi secular incompatibilidad con Jorge Luis? Estoy dispuesta a asumir eso de "no sós vos, soy shó". 

Pero divago, céntrate Di: ¿lo de laberinto podría también ir por su "novela dentro de una novela"? (herramienta estirada tal vez demasiado por Margaret Atwood en "El asesino ciego"). En "La pesquisa", hay un grupo de amigos en la Argentina que están intentando resolver un misterio literario (quién es el autor de un dactilograma, como lo llaman) y uno de ellos, Pichón, que acaba de llegar de París, les cuenta otro misterio: una investigación policial en busca de un asesino en serie que ha terminado con la vida de 27 ancianas en un muy pequeño radio de acción, cada vez más cercano a la propia comisaría que realiza la pesquisa. 

Pero no sabes aún quién es el narrador en el primer capítulo -cuando aún crees, inocente, que va a haber capítulos. Aquí Saer nos introduce a dos polis, cada uno contrapunto del otro, que llevan la investigación de los asesinatos en París: Morvan y Lautret. El primero es el introvertido, tirando a autista, observador de patrones y trabajador en la sombra, mientras que el segundo es la extraversión, desinteresado en el detalle, el que va a la tele a hacer declaraciones, el que ama los focos. Todos conocemos ambos tipos en el ámbito laboral, "auditores" y "vendedores"; los que sacan los proyectos adelante suelen ser los primeros, los segundos de vez en cuando tienen golpes de suerte ("el azar puede ser devastador, pero nunca es metódico ni meticuloso"). Ya bastante entrada la narración hay una página que marca el contraste entre ambos, pero a la vez su similitud, de una manera magistral: "los matices temperamentales no eran más definitorios de cada uno que las diferentes formas que puede asumir el follaje en plantas de una misma variedad". Para mí, la descripción de ambos polis, en especial de Morvan, que es más protagonista, ha sido de lo mejor de la novela. Morvan es uno de esos seres atormentados ("ha tenido de nuevo la esperanza de que algo dentro de sí mismo, nostalgia, pena, memoria, compasión, se pondría en movimiento, pero, de nuevo, las capas pegoteadas de su ser, como si fuesen un solo bloque compacto, no han querido desplegarse, ni siquiera entreabrirse" ) que no fastidian a nadie con su tormento, y que el resto, aunque adivinan su desdicha, que en ningún momento les traspasa, "se sienten más imperfectos que él, igual que esas marionetas que son todavía más patéticas cuando se entrevén los hilos que las dirigen". 

Juan José Saer
Como he dicho, solo descubres que es Pichón el que está narrando en el siguiente capítulo. Y, aunque no hace falta tener formación literaria para enseguida darte cuenta que la novela juega con la realidad y la ficción, hay otra cosa que descubrí por casualidad. Intentando entender algo de técnica literaria -herramientas que los que nos fuimos por ciencias o no asistimos a cursos de escritura creativa (mea culpa) desconocemos- caí en un artículo en el que hablaban de los procedimientos antimiméticos, a saber: "recursos por medio de los cuales la obra literaria desenmascara su índole ficticia, artificial y lingüística (e.g., instancias narrativas irresueltas; metalepsis o cruces de niveles narrativos; momentos auto-reflexivos) y que producen un repliegue de la sustancia verbal sobre sí misma (e.g., descripciones excesivamente morosas; repeticiones discursivas; tematización de la escritura y del acto de lectura)". Ahá, esto es precisamente lo que hace Saer: desenmascararse (y ahora tengo nombre para ello, "antimimetismo"). Y todo lo demás, porque "repeticiones discursivas" que cumplen su función aunque no conozcas la técnica hay unas cuantas:  "como se dice" o "el hombre, o lo que fuese"; la morosidad me recordaba a la maravillosa "Bella del Señor"  y la tematización (covertir algo en el tema central de un texto) de la escritura y lectura, no es otra cosa que metaliteratura, una obra auto-referencial, que se mira a sí misma o a las convenciones de su género. 

Pero nada más empezar, para que tengamos clara su posición en esto de la realidad/ficción, el autor nos planta: "por el solo hecho de existir, todo relato es verídico". Qué maravilla, me podría enganchar en esta frase todo el divague (tranquis, que no), pero enlazando con el párrafo anterior me da que esto me va a quedar muy metaliterario / metabloguero: los que escribimos blogs personales vivimos en este barro. Puedes escribir un relato de ficción que tenga más hechos "así-llamados-verídicos" que una entrada "así-llamada-diario", y viceversa. Al final, la entrada-diario es cómo lo viste tú, la jugada desde tu lado. Si la contara otra persona que estuvo allí, sería necesariamente una historia diferente. Si además ha pasado mucho tiempo, los trucos de la memoria son ya escandalosos (¿no hablábamos de autoengaño el otro día?). Como considera un momento un personaje de "La pesquisa", cuando se plantea y duda de su versión, el problema "no va a ser demostar su inocencia al mundo, sino probársela a sí mismo".

Y un paso más: ¿Es "verídico" el momento de felicidad vivido, o lo es más su anticipación? Hay una conversación siempre interesante, siempre recurrente, inagotable: ¿qué momento es mejor para ti, el preciso en el que estás disfrutando de algo, lo que sea, o los anteriores, cuando planeas? ¿Pueden los objetos, los hechos, las sensaciones, el placer, alguna vez superar a las ideas? Es Itaca, otra vez. Dime lo que piensas, y me abrirás una ventanita a tu filosofía de vida. Saer lo cuenta así, y escuece: "la imagen de Tomatis recibiéndola en sus manos ha sido como una especie de recuerdo anticipado y placentero, una experiencia vivida con intensidad antes de que las garras mortales de lo que efectivamente ocurre la atrapen, la banalicen y la arrojen después, sin culpa ni sania, al basural del olvido". Queda claro en qué equipo está el autor, pero ¿hacía falta rompernos el corazón con el "basural del olvido"? A veces el autoengaño es útil. 

Hacia el final de ;a novela hay una parte que, lo reconozco, ha sido mi debilidad: el pequeño alegato arrasando al psicoanálisis, aunque él lo llama "psiquiatría". Hay todavía confusión entre psiquiatría y psicología, y con psicoanálisis ni te cuento. Será porque la gente cree que el Tio Sigmund era psiquiatra. Pero la situación es mucho más grave que todo eso: el doctor Fraud (digo Freud) era neurólogo. En el SXIX, la neurología y la psiquiatría se separaron, quedándose la primera con los desórdenes del cerebro y la segunda con los de la mente. Han tenido que pasar 100 años para que la ciencia nos demuestre que cerebro y mente son lo mismo. Alejándose los psiquiatras de lo biológico han hecho el ridículo durante décadas. Algunos lo  siguen haciendo, pese a que hoy está clarísimo que los pensamientos, los sentimientos y los comportamientos parten de un complejo imbricado en el que lo biológico y lo social interactúan. Pero divago (disculpas, este tema me pone): Saer lo expresa mucho más bonito y más conciso que yo: "lo abandonaron a los psiquiatras" (y en la novela, los psiquiatras solo usan métodos psicoanalíticos). El verbo abandonar nunca fue usado mejor: como quien deja a alguien en la jaula de las fieras. La formulación de los "profesionales" que nos cuenta Saer es realmente espeluznante (hay unos puntos en los que describe con bastante detalle gore los crímenes del asesino en serie, pero no dan ni la mitad de miedo que los análisis psicoanalíticos que hacen del presunto asesino). Y sobre la jerga: "29 ancianas inocentes, según el término empleado por los psiquiatras quienes, una vez que han probado su capacidad de emplear el vocabulario de la profesión, al que ellos llaman científico, se autorizan siempre algunas licencias oratorias". Saer, en serio: chapeau. Tu ironía con este tema -que yo aún no he logrado-, consigue mucho más que todo mi cabreo junto: "siempre según los psiquiatras había un elemento erótico evidente aunque ni el asesino ni las viejecitas se dieran cuenta (...) Esa ceremonia tenía su lógica, según los psiquiatras, y vistas desde los ojos de la ciencia....(...) demostrarían que, más allá de lo que dice Oscar Wilde, que el informe cita con nombre y apellido, los seres humanos no solo destruyen lo que aman...". Yo al leer esto, río, pero es una risa amarga: es un puto drama para los que están en el otro lado de estos así-llamados-profesionales. Vale, ya lo dejo.

Además de todo lo anterior, hay en la novela numerosísimos detalles formales y conceptuales de esos de subrayar, y releer: narra la dehumanización de aquellos que un día nacieron para ser personas y ahora son meros compradores, puntos de audiencia, "blanco sociológico y numéricamente caracterizados de las tandas publicitarias" o  "le admiraba y le debía todo, una razón más para sentirle también un poco de odio". Tiene frases, o a veces simples sintagmas que suenan musicales, que me gustaría haber escrito yo: "La lógica del delirio", "la voluptuosidad del riesgo" o "el azar que preside el encuentro de la pulsión y su objeto, en algo semejante a la energia imparcial y neutra del destino". Cuando terminas la novela entiendes por qué Le Monde dice que es un libro para releer: cuando te encuentras releyendo párrafos enteros no es solo por su complejidad, sino porque los quieres re-escuchar en tu cabeza. Recuerdo que nuestro querido NáN decía que se leía el desenlace de los libros antes de empezar su lectura, para quitar así la ansiedad de "lo que pasa" y poder concentrarse en cómo lo dice: esto se podría aplicar exactamente a este libro. Qué importa lo "verídico", el nombre del asesino: quien busque esto, que no se moleste. Este es un libro para releer porque lo que importa es que te muerda la escritura, lo que importa es, como siempre, el viaje, no Itaca. 

Por último, pero es tal vez lo primero que me impactó de "La pesquisa": es imposible no pensar en Cortázar y las dos partes de Rayuela, "del lado de acá" y "del lado de ashá", en esta novela estás todo el rato de ashá para acá. Y no solo eso, sino que el grupo de amigos que buscan a un autor me ha llevado por supuesto a Bolaño: "Los detectives salvajes", "2666"... Volver a esas lecturas es siempre volver a un lugar donde se ha sido feliz-aunque hay gente que diga que eso no debe hacerse. 

Al final de mi edición (rayoverde) hay una conversación entre Saer y Ricardo Piglia (del que me traje también un libro). Es una delicia leerla y allí me entero que varias de las novelas de Saer comparten personajes, así que aparecen más los investigadores literarios del lado de allá. Me encanta cuando Piglia anota: "Se puede ver que -para horror de los críticos- hablamos de los personajes de las novelas como si fueran amigos de los que queremos tener noticias". Y con esta frase se cierra el círculo auto-referencial, el loop meta: hace unos días leí un artículo en el que se decía "era 2008, la época dorada de los blogs" y pensando el declive de este medio, llegué a alguna conclusión. La gente "que se ha pasado a otras plataformas" lo que querían era comunicar, y cuando el medio se agotó, cambiaron. Los que quedamos no tenemos mucho misterio: queríamos comunicar, pero el medio -la escritura- lo era todo. Pero, ¿y los lectores? Gente que vienen y se van, que buscan distintas cosas, que comentan o no... ¿por qué leen? Mi hipótesis, que enlaza con esta frase de Piglia, es que el lector que se queda acaba sintiendo al que escribe y a los personajes que pueblan su mundo como una suerte de grupo vagamente familiar, y entran de vez en cuando "a ver qué hacen": son "amigos de los que queremos tener noticias". Para horror de los críticos, aún quedáis alguna gente de esa y algunas que queremos seguir dando noticias. 

Itaca: Mas no apresures el viaje

19 agosto 2021

Librerías de Barcelona: Porno para bibliófilos

Una vez hice un divague titulado "Farenheit 451": Porno para bibliófilos", así que vale, el título está reciclado. ¿Pero qué vais a hacer? ¿Trolearme? (insalivo: lo de tener un trol es como una fantasía sexual así muy loca, nunca he tenido uno). A lo que íbamos, las librerías.

Primero estuve en Donosti, donde está Elkar, la conozco por Iruña y bien, correcta (aunque allí mi favorita es Katakrak, -haceos socios!- gracias a la divaganta Marisa). Más tarde, en Vetusta, lloré con algunas, aunque me reconcilié al final un poco. Pero luego caí por Barcelona y lloré pero de emoción, además de constatar que las pobres Vetustas son eso: provincias. No se enfaden, nací allí; a mí también me duele.

Con la pandemia han abierto librerías nuevas en Barna y me dediqué a visitar las que me dejaron -recuerden, había que comer sin parar. En este divague se pueden encontrar fotos y básicamente ideas aleatorias, esperemos por el bien de tod@s relacionadas con libros. 

Finestres
La primera, maravillosa, fue una recomendación de Elena Rius (gracias!!!). Finestres significa ventanas y, aunque no tiene ninguna (serán metafóricas, igual!), al final hay un patio encantador para tomarte un té con ruido de agua y verde. Hay una nota muy chula que insta a la gente a leer allí libros, no pantallas.  Yo no tengo libro electrónico ni lo quiero y temo que algún día los libros de papel sean un lujo, quedando solo los formatos electrónicos para el pueblo. Ese día, el mundo será un lugar peor, y tal vez entonces me dedicaré a releer. Por algo compro todos los libros.


Finestres está en el Eixample Esquerra. No sé porqué, tengo que pensar antes de decir la primera palabra o me sale "example" [ig'za:mpl] en inglés. 



En Finestres, además de gran iluminación, hay sofás. Es la felicidad. Son sofás sofisticados, de terciopelo verde o granate, a los que te llevas una montaña de libros de las estanterías y sin darte cuenta, ya quieres descalzarte y subir los pies como harías en tu casa. Pero aún tengo maneras - no tuvieron que echarme. 


También hay clasificaciones geniales: por ejemplo, "utopía". Que las librerías como esta no sean una utopía, porfa. Para ello, hay que comprar en ellas en lugar de contribuir a que Jeff Bezos vaya al espacio. 



Byron
Tirando hacia el mar (a ver, no cerca del mar, pero para orientarme en Barna pienso "hacia el mar o hacia la montaña") está Byron. También está muy chula, y al fondo tienen un café con chimenea; obviamente, hay que venir en invierno. Aquí me hice con otra pila de libros para el sillón del que recuerdo "Tristes trópicos" de Claude Levi-Strauss y la frase de Lucrecio (De rerum natura) con la que comienza, "Nec minus ergo ante hace quam tu cecidere, cadentque", que ese traduce algo así como “Todas las cosas que te precedieron están muertas, de la misma manera que las que vendrán después de ti sucumbirán”. Así son los antropólogos, no os desaniméis.

Y ya que estamos de citas, toca una del propio Byron: "La amistad es el amor, pero sin sus alas". Oh.



Ona 
Esta es una librería toda en catalán, pero estaba cerrada. Hice una foto al remolino de libros de la entrada. Next time. 

No estaba en una librería cuando leí esto, pero en algún sitio lo tengo que meter. !!!!En Otonio saca libro Jonathan Franzen!!!!! Yupi!!!! El problema será que tendré que desconectar de la vida unos días - los que me cuesta leer los novelones-nada-postmodernos de Jonathan. Cuando empiezo algo suyo, no lo puedo dejar: "Las correcciones", con el que se hizo famoso -no he leído los anteriores- fue mi primero (oh, recomendación de NáN; NáN, I miss you). Luego "Libertad" y "Purity". Pero, tragedia: Jonathan ha dicho que esta va a ser su último libro de ficción (aunque es el primero de una trilogía) porque cree que un escritor "lleva dentro como máximo seis novelas". Y ya. Así que después de este, que por supuesto será otra saga familiar americana vista desde su particular prisma, cuelga los bártulos. Yo había oído lo de que todo el mundo lleva en sí aunque sea una novela (nanai: llevamos una vida, pero articularla en una novela? ha!). 

Laie
En Pau Claris, enfrente de Ona. Aquí nos mando Dp: según él, un clásico. Dp es uno de los mayores lectores que conozco  -ahora "enganchado" con las Tragedias Griegas y  no es ningún académico del tema, es teleco. Quedamos con él y familia en su nuevo piso -yo desconocía el mundo de la compra-venta de baldosas modernistas en los pisos del Eixample, pero aquí lo aprendí. Total que sobre ese suelo tan bonito nos recomendó a Piglia y a Solá, y ambos los compré en Laie. 



Que no bibliofilia...





La Impossible
Aquí (¿o fue en Re-read, una de segunda mano?) cayó en mis manos un libro de Bryce Echenique titulado "La amigdalitis de Tarzán". En su día (preblog) leí la trilogía que comienza con "Un mundo para Julius", maravillosa, y no le he vuelto a leer. No lo compré básicamente porque me horrorizó el título, así de claro. El tema, novela epistolar entre dos amigos cuyos tiempos nunca han coincidido para la pasión, puede dar mucho de sí. ¿Cómo de importante es un título? Creo que una vez ya escribí en el blog sobre títulos de novelas que me gustaban mucho (que luego no tiene porqué haber coincidido con que me gustara el libro), pero me siento incapaz de localizarlo. 

Y de esta librería también me gusta el nombre. 





La Central de Mallorca
Hace muchos años, cuando el Náufrago Ro estaba haciendo un master del universo en Barna conocimos La Central del Raval. Tengo un gran recuerdo de aquellos días que pasamos en el piso de Ro (el día que llegamos había hecho garbanzos para ellos, espinacas para mí: de qué cosas me acuerdo) y en general de ir vagando por las calles (cuando aún no existía Di Vagando...), hablando de libros con él y con Dp, y pasando bastantes ratos en La Central. 

Clásicos contemporáneos, yeah!
Esta vez no estuve en la del Raval, pero sí en La Central de la calle Mallorca, que es a la que voy siempre. Es mi favorita de todas porque he pasado momentos chulos allí, especial recuerdo un día con Nara asustando a los clientes. Quiero aquí entonar un mea culpa porque el otro día me preguntaba por qué en esta península los libreros no habían descubierto agrupar a los "Modern Classics". Pues bien, en La Central lo han hecho y los llaman "Clásicos contemporáneos" (en imagen). Me gusta mucho que hagan grupos de libros por temas, o recomendados por los libreros. Aquí había una sección bastante grande de libros en inglés nada más entrar, con muchos de los libros que he divagado yo en el blog. Eché en falta una sección titulada "Di recomienda..." y Maléfica ahí sonriendo.


Y terminaré con otra cita, del gran Charles Bukowski: "Encuentra lo que amas y deja que te mate. Y que devore tus restos". No sé cómo puedo enlazar esto con la bibliofilia, porque el vagar por librerías es dificilmente una práctica de riesgo. Pero muchos, sin libros, no podríamos vivir. 

-Truly yours

Di

                "My Dear,

            Find what you love and let it kill you. Let it drain you of your all. Let it cling onto your back and weigh you down into eventual nothingness. Let it kill you and let it devour your remains. For all things will kill you, both slowly and fastly, but it's much better to  be killed by a lover.

            -Falsely yours
            
            CB"




17 agosto 2021

Que vienen los Pies Negros y otras triviales reflexiones peninsulares

 En su última versión, durante el pasado mes vacacional en la península, los Pedalistas han pasado a ser los "Pies Negros".  

Naoko. o sillón japo que se nos oculta
Ya no queda nadie en el divlog que sepa o recuerde dónde nacieron Los Pedalistas -creo que aquel divague, de los primeros, solo lo leyó una tal Diva porque le iba en el sueldo (al fin y al cabo, fue de ella esta idea del divlog)-, pero en un punto de las pasadas vacaciones nuestros héroes fueron degradados (qué mal queda en castellano, dejémoslo en demoted o downgraded) a "Pies Negros". Ni que decir tiene que fue cosa de la nombradora oficial, Fashion, que tras constatar que en Vetusta "íbamos por casa siempre descalzos, medio desnudos, con el pelo revuelto, hechos unos hippies", nos bautizó así y comenzó las preparaciones para nuestro aterrizaje en su casa la semana siguiente. Lo que viene siendo ya un clásico: cubrir un sillón dicen japonés, dicen de Habitat, dicen tan bonito, dicen tan cómodo,  con la primera tela que pillan, dicen que para evitar tener que tapizarlo luego. Yo solo puedo dar fe de lo último, porque jamás lo he visto: ni cuando no existían los Pies Negros. 

Sí, esto es Donosti

Los Pedalistas nacieron viajando, y este mes de vacaciones ha sido todo lo contrario: hacía muchísimos años que no pasaba un mes (32 noches!) seguidas en la península. Habrá gente que opinará que haber dormido en cinco camas diferentes en este mes no significa exactamente estar estáticos; aunque acostumbrados a ser nómadas de una o un par de noches, esto ha sido inusual. Pero he demostrado algo a mis compas: cuando en el pasado he planteado si podríamos alguna vez pasar un mes de vacaciones en un lugar, sin movernos, El Peda siempre aseguraba que él sí -con esa estoicidad suya, o de los vascos-, pero que yo no - con ese hedonismo o culoinquieto de los de ningún sitio. Que yo, una vez visto lo que hay que ver, querría "siguienteee!!!". Pero estas semanas se ha constatado que con libros y un teclado podría hacerme un hueco en cualquier sitio.  Con vistas ya sería la pera. 

La Zurriola-neopreno o batamanta necesarios

En este mes que hemos pasado haciendo una especie de parábola torcida del noroeste peninsular, hemos vivido casi las cuatro estaciones. Nunca nadie imaginó que allá abajo, en el mes de julio, una tuviera que ir con jersey a la playa, pero esas cosas pasaron mismamente en la Zurriola, donde la gente pasea a gran velocidad playa arriba, playa abajo. Este es un fenómeno que no se observa tanto en la Costa Brava, pongamos. En playas de ambas costas he leído y me he bañado, con olas altas de esas de saltar, y con aguas frescas, que no frías, como dice el querido Oso, "si no hay que romper el hielo para entrar, no es fría". 

La hipotermia viene a ser ya un clásico de los viajes, cuando se hacían (cuéntanos algo que no hayamos leído antes, Di), pero la novedad de este verano ha sido, -agárrense-, Comer (la mayúscula no es una errata).  Entiendo que soy rara avis: no viajo para comer, sino viceversa. Entiendo que haya gente que haga "foodie destinations" y "turismo gastronómico": viven para comer, no comen para vivir. Pero el tiempo es limitado, y aún más de viaje, y quien quiera usarlo en buscar dónde comer, aúpa; yo prefiero otras cosas. Una vez asumida esta anomalía -son hordas estos foodies, gourmets o palizas-del-buen-comer, como se llamen-, he de contar que no se puede explicar cómo y cuánto hemos comido este mes. En primer lugar: no hay comida como la de esa península, en ningún sitio del mundo. Punto, no hay debate (una vez, recién llegada a la isla un indio -que luego nos enseñó a hacer arroz- me dijo "los pakistaníes son los mejores cocineros del mundo" y yo: plonkkk, mandíbula al suelo). Además, es la comida de la infancia, -las madres, las yayas,- con la que nada puede competir,  pero luego es el País Vasco y mi suegra, esos monstruos.  Y por último, los Jekes, esos pesados cuñados -en el mal plan de la palabra- foodies o gourmets o palizas-del-comer, que se conocen todos los restaurantes y chiringuitos de la zona que sea.  Corolario: todos nos hemos vuelto con un par de kilos más (hasta el Peda, pese a sus carreras diarias, 22 kms su récord) pero el consenso ha sido que nos dejaron en el aeropuerto mucho mejor de lo que nos encontraron - creo que porque estamos supermorenos, pese al SPF50. Mucho me temo que en la isla no nos costará demasiado volver a nuestro estado basal decrépito. 

Mi bici de la uni: eclecticismo o confusión
Pasar por Vetusta siempre implica cierto grado de regresión: a mí me gusta la de Navidades cuando volvemos a la adolescencia por los antros de la ciudad con los Sospechosos Habituales. Esta vez, pandemia mediante, no hubo noches y Vetusta-sin-nuit pierde mucho, admitámoslo. Solo pudimos quedar con el mayor Sospechoso Habitual en Cálamo y en terraza; pero volveremos. Otro gran momento regresivo fue la mañana que con Fashion desempolvamos las bicis y nos lanzamos al desierto -eso es, al fin y al cabo, salir de Vetusta-, puro western. Siguiendo fiel a otra constante de mis viajes -la falta de preparación-, aquí no decepcionamos: ciclistas con sus licras, cascos ergonómicos y gafas de sol oakley psicodélicas nos saludaban pese a nuestra pésima presentación: vaqueros cortos deshilachados, camiseta pija -culpemos a Fashion- y gafas de sol Gucci. [Oh, y días más tarde, subiendo a lago a 2250 ms, todos con sus Quechuas y "nosotras con linos", Fashion dixit]. Y último inciso: enfrentarme a la confusión ideológico-estética que representa mi bici de la facultad (en imagen): ¿Pegatinas de Insumisión, Muerte al capital, Tokio y Candanchú en la misma barra?

 Y por último, no puedo concluir este párrafo sentimental sin incluir una pequeña foto que solo Fashion entenderá, así que ahí va el contexto:  

Fashion me odia
Platja d'Aro, 1977: no me pregunten cómo se permitía la explotación de cachorros de león y de guiris para foto-oportunidad. Yo no tuve nada que ver; tal vez pongan el dedo acusador sobre los padres de la niña Di, que consideraron "una buena idea en ese momento" contribuir al abuso animal a la vez que poner a su hija en riesgo con la bestia, dos en uno. El caso es que Servicios Sociales no tuvieron nada que decir y esa foto ha quedado para la posteridad y, lo que es más grave, como prueba irrefutable para Fashion de que los segundos hijos nunca gozan de los mismos privilegios. La pobre Fashion llora por los pasillos porque ella, que siempre quiso abrazar a Simba, no pudo (¿tal vez, como es joven, ya se había abolido esta práctica?). Cuando puede, me lo recuerda, verde de envidia, y este mes he sacado un momentín para hacer una foto de la foto, que ya podrá ser accedida online en cualquier momento, no solo cuando estamos en casa de mis padres. Va por ti, Fashion! Si hoy en día dejaran pasear a los leones por la playa, tu hermana te pagaría una foto, clavel!

Barcelona, I love u
Por dar una (otra) alegría a Fashion (entiendan, la pobre nunca tuvo ni foto con leoncito ni coche de pedales, como la que firma) estoy escribiendo este divague, yo no quería. Ella insistió mucho en un resumen, por aquello de las risas: han sido tantas, para que no se olvidaran. Como todo el mundo sabe que mi capacidad de síntesis es inexistente,  me declaro incapaz. Pero aquí estoy, intentándolo, porque soy buena (y de hecho, plantéate, sis, que igual es por eso que tengo también fotos en ponies, y tuve una barca hinchable y... bueno, haré más fotos al album la próxima y tal vez haga hasta un distintivo: "hermanas mayores"). Plantéate que yo exudo bondad, mientras tú, a la menor, sacas el guardil que llevas dentro: anotar la breve aparición del agente de la benemérita que late en ti preguntando "¿todo bien?" en tono amenazante (claro, "solo quería ayudar") a un hombre parado con líquido tal vez anticongelante sobre su capó en una carretera perdida de montaña- y el pobre diablo cuadrándose, todo sonrisas y asentimiento. O cuando comentaste las pobres habilidades musicales de la orquesta del Snack la noche anterior, y detrás, el manager (en serio, ¿esa gente tiene manager?). O tus broncas con los taxistas que se meten al carril-bici en Barna: "vengayá!". O tu abuso constante de los invitados, que habían de ir a Jespac, y bajar a tirar la basura. Y tus cenas, que no acaban nunca. 

Y, en serio, ya termino, pero no puedo dejar pasar un par de hitos: Conversaciones con Mini, alguien imagina preguntar a tus padres el equivalente "what is your body count?" (sí, es lo que estáis imaginando). El Peda que se lleva, una vez más sus patéticas flip flops al bosque y, como ya ocurrió en la jungla, se vuelven a romper. El maldito licor Carmelitano (esta botella siempre la he visto en mi casa, no sé quién la trajo y permanecía cerrada -al probarlo, se entiende-desde mi infancia, tenía un sello de impuestos por CUATRO pesetas). Las jarras de sangría en la montaña, al mejor estilo guiri -y nosotros sin Alka-Seltzer. Los "trifásicos" (qué nombre más gracioso) concepto por mí desconocido (he de volver a la península?). La "Cervesería DNI", en breve traspaso a Jekes como "Guacamolería DNI". 

Y aún me quedan las librerías de Barcelona, que dejo para otro día que para eso se creó nuevo distintivo, y las calas en la Costa Brava,  y la belleza de la Cerdanya, que mejor se resume en imágenes, con nuevo baño en el Salt del Molí, epítome del agua frrresca-frrresca, Oso, que no fría, porque aunque al salir una luzca labios morados, para entrar, ciertamente no hubo que romper el hielo.

Tras la poza "fresca"

PS. Postales de Di, with love:


Iglesias románicas por un tubo

La Cerdanya: qué luz


Bon día, nubes 

Talltendre, conversaciones con payés

2250 msnm, y nosotras "con linos"




Concepto bardeviejos, Barna



Casitas de playa, Badalona

Banksy estuvo aquí

En carril-bici a Badalona

Cala en Costa Brava

Algún día os turraré con este libro