an

26 febrero 2022

"Where have all the flowers gone?" Y sensaciòn de futilidad ante el teclado.

 

Tras el ba
ño de realidad que es leer hoy la prensa, entro en el blog, como quien se da una vuelta, sabiendo de antemano que no voy a poder escribir nada: todo se me antoja sin importancia, frívolo e irrelevante. No voy a poder hacer un análisis, para eso están los profesionales: leo a Marina Hyde en The Guardian, "Es la historia de dos ciudades para Putin: Londres para sus oligarcas, Kiev para sus bombas", hablando de "Londongrad", el Reino Unido transformado en el "Mayordomo del Mundo", sirviente de oligarcas criminales (y ahora sanciones, Johnson?). Escucho la radio, veo imágenes en el teléfono: alguien ha colgado dos fotos en paralelo, el metro de Kiev, gente hacinada entre mantas de colores, y el metro de Londinium durante el Blitz, gente hacinada entre mantas en blanco y negro. La misma imagen décadas después. En la estación a dos minutos de mi casa se metían, estuve un día de visita, y conté lo que me impactó aquí. Alguien se lo puede imaginar? Salir de casa, con mantas, tal vez una botella de agua, unas barritas energéticas y bajar a dormir a la incertidumbre, por esas escaleras de caracol, nueve pisos hacia el centro de la tierra.  Qué me llevaría yo para esa noche? Un libro, un cuaderno, mucha ropa? O incluso, bajaría? Recuerdo las historias de la Yaya: su padre, cuando sobrevolaba "la pava" Bellver, no se unía al resto en el refugio. 

Pienso en un compañero ucraniano aquí en Londinium que no ha contestado a mi mensaje-pobre, bastante tendrá [Actualización: Dennis está llevando un ecógrafo portable que ha comprado de su bolsillo a la frontera en estos momentos. Si alguien quiere ayudar, aquí. Gracias]. Pienso en la conversación con mi junior de Latvia, que tenía pensado volver allí con su familia cuando termine la formación, y que ahora su mundo se tambalea: ellos pueden ser los siguientes. Pienso en la compañía de teléfonos prepago que uso solo cuando voy a España, Pepehone, que han escrito para decir que todas las llamadas a Ucrania de sus usuarios serán gratis. Pienso en la gente escapando, en el "General Invierno" napoleónico que debe hacer allí. Los niños, dice Plan UK. Los ancianos, las mujeres, los hombres, dicen otros. Pienso en las miles de peticiones que he recibido para practicar eso de "la lucha haciendo click". Nota: esto sirve para algo? no lo sé, todo el día estoy clickando,  siguiendo los principios del gran Javier Krahe ("Y habrá que documentarse sobre los delfines / Y habrá también que firmar muchos manifiestos / No todo va a ser follar ")

  Así que entro en el blog, sintiéndome culpable, y entonces, me saluda el blogroll, a la derecha: allí salen los divagues donde más se han metido los divagantes en los últimos siete días. Suelen ser los más recientes pero hoy hay tres antiguos, de gente que ha hecho una búsqueda de lo que sea y ha llegado aquí. Qué tienen en común? 

Los tres son antimilitaristas, los tres son poemas, canciones, cuadros en contra de la guerra:

"Dulce et Decorum Est", poema de Wilfred Owen, que murió con 25 años en la Primera Guerra Mundial. Maravilloso, y con él está el cuadro de de la alemana Käthe Kollwitz, de 1903, "Mujer con niño muerto".

"And the Band Played Waltzing Matilda", el clásico antimilitarista de 1971 de Eric Bogle, que describe la guerra como una carnicería sinsentido y critica a quienes buscan glorificarla. De nuevo el marco es la Primera Guerra Mundial en la Batalla de Galípoli, donde un joven australiano queda mutilado, y reflexiona después.

“The Road Not Taken”, de Robert Frost, fue escrita en 1916, y cuenta la leyenda que se lo mandó a Edawrd Thomas, también escritor, que al leerlo sintió que se tenía que alistar para luchar en la Primera Guerra Mundial. Murió en la batalla de Arras en 1917.

Me hace ilusión, que la gente esté buscando poemas y canciones del horror de la guerra en los mares de internet.  Me doy cuenta que no tengo un di-stintivo en el blog que se llame "antimilitarismo": además de estas, hay unas cuantas entradas más sobre el tema. Y lo añado, aquí está: antimilitarismo.

Y entonces también me acuerdo de "Palabras contra la guerra", y Marisa leyendo un texto. Esta gente, el colectivo Hipocresía infinita lleva juntando textos de no-a-la-guerra desde la de Irak. Hipocresía infinita, como la que describe Marina Hyde.

Y sí, facilón, pero voy a terminar con el clásico antimilitarista de Peter Seeger, "Where have all the flowers gone", interpretado Por Marlene Dietrich: oh, cuándo aprenderemos?

Where have all the flowers gone?
The girls have picked them every one.
Oh, When will you ever learn?
Oh, When will you ever learn?

19 febrero 2022

La italiana cuando besa (antropología folk de finde) y saludos desde el ojo del huracán Eunice

En imagen el mapa del Shipping Forecast (la emisión de la BBC sobre el estado de la mar alrededor de estas islas, una institución  que solo escuchaba cuando cogía aviones a las 5 am), explicando básicamente: NO. Luego los de los memes lo han aprovechado para chistes tipo "mayoría absoluta de Labour en el mar", pero en resumen: como anunciaron, tejados han volado, árboles han sido arrancados de raíz y los pobres que aspiraban a viajar se han desesperado. Eso y que yo no voy a poder coger mi bici, de momento son las principales noticias del día de Di, enviada especial de D&D en el ojo de la tormenta Eunice.

En estas circunstancias, viendo volar chimeneas y cubos de basura desde la ventana, es imposible no ponerse existencial y acabar escribiendo un divague haiku sobre las cuatro ideas fuerza de la última semana. 

Total que me quedé con la copla -tras ser definido como "feminismo barato" lo mío en el divague de "Grand Hotel Europa" -: fui acaso injusta con el autor y su aproximación a lo femenino? A ver si va a ser verdad que somos todas unas histéricas y soñamos con pasárnoslo por la piedra. Una de las anécdotas que no conté es cuando, saliendo de un restaurante con su novia genovesa, se encuentran con una ex, a la que él saluda civilizadamente. Al llegar a casa, su novia le monta una escena por "demasiado solícito" y luego pasa a atacar a la pobre ex, cuya culpa consistía haber salido con Pfeijffer (o sea, compartir mal gusto) y llevar una talla de sujetador desmedida. En serio una mujer normal haría eso? Ilja: no lo veo. 

Luego, hace un par de findes vi la última de Ridley Scott, "House of Gucci", drama shakesperiano sobre la famiglia toscana esta de la moda.  El papel de Ladymacbeth, la malísima Patrizia Reggiani, lo interpreta Lady Gaga y, qué puedo decir: solo por ella hay que ver la peli. Únicamente había visto a Gaga en "A star is born" en la que le roba el protagonismo a Bradley Cooper, y haciendo de italiana enloquecida también lo borda. Hay una escena, cuando le pregunta a la amante de su marido, una pija rubita civilizada,  "si ha robado algo en su vida", que da pavor. La pobre pija queda patidifusa, y ella sigue: "no me considero una persona particularmente ética, pero soy justa... y lo que no puedo entender es la gente que roba por ego, por placer, por satisfacción personal".



Claro, la pobre rubia se va, a-co-jo-na-da, como nos iríamos todas las personas normales, sin entender nada: ?"Robar" maridos?  Perdón, en qué mundo estamos, en el medievo? Entonces recuerdo a la genovesa del libro y aquel artículo de The Guardian de hace anios "Italia: el país que el feminismo olvidó", y considero si será cierto eso de que las italianas son todas unas locas del coño, una panda de armas tomar (literalmente), y que mejor no mires a su novio cuando entra al chiringuito a pie de playa a pillar birras con su speedo.  Novio que habrá sido, indefectiblemente, el que primero te ha hecho ojitos y pegado un barrido. Pero la napolitana te la lía a ti.   

Es entonces cosa de las enloquecidas italianas? No: recordemos este mismo papel aplicado a una española, esta vez bajo la visión de Woody Allen: Penélope en "Vicky Cristina Barcelona" da también mucho miedo "Me traicionaste con los ojos!"). Conclusión: igual esta imagen en la que se confunde pasión con dependencia engloba a todas las mediterráneas.  

Y para terminar de completar este collage, entra Rigoberta Bandini, a la que conocí hará diez días por la canción que arenga a "tomar la ciudad al puro estilo Delacroix" que aspiraba a  Eurovisión. Nota: solo por el hecho de que había elegido el apellido de su nombre artístico por Arturo Bandini, el protagonista de la maravillosa novela que estoy leyendo ya pensé: Respect Rigoberta! (John Fante escribió cuatro novelas con Bandini. Llevan en mi casa más de veinte anios, el fan era el Peda, que llegó a Fante por Bukowski. Por lo que sea, imperdonable, yo aún no las había leído). Ah, y más italianas: la abuela de Bandini es una enorme  mamma digna de temer, vestida de negro, con combinaciones blancas, con otro gran nombre, "Donna Toscana"

Pero divago. Decía que la cancióndeDelacroix que nos pasó Fashion -nuestro enlace con la cultura pop de la pieldetoro- ha sido un hit en casa con Mini: nos pasamos una semana cantándola (semana que estábamos "de chicas", o sea el Peda de viaje). De rebote, encontramos otra titulada "In Spain we call it soledad", que según Mini "es la canción más fea que he oído nunca", pero que a mí  me encanta, y que me lleva a cerrar el círculo con el mito "por aquí por el sur estamos fatal".

In Spain we say "it's amargura"
In Spain we say "qué coño hago"
In Spain we say "joder qué largo"
In Spain we say "ay, qué desastre"
In Spain we say "ay, me desangro"
"Llama a alguien, que me muero
Que te quiero pero, ay, que me muero"
In Spain we call it soledad
In Spain we don't know where to go
In Spain our feeling are so strong
Sometimes our hearts look like bombs
Bombs, bombs, bombs, bombs, bombs, bombs

... con algunos de los versos me identifico plenamente: cómo no vamos a hacerlo en el país del Ciegamente, del de no verte estoy viendo que me muerodel de los días amargos, los suenios envenenados

In Spain we say "joder qué  divague tan largo"
"Llama a alguien, que me muero
Que te quiero pero, ay, que me muero"

Este mito del mediterráneo enloquecido hay que dosificarlo y usarlo solo en determinadas circunstancias en las que no puedo entrar, o esto no sería un haiku. Eso sí, en una retransmisión desde el epicentro del ciclón hay que mantener la calma. Como dicen los ingleses "keep calm and write your blog". 

Y hay que ver el video:

16 febrero 2022

"Grand Hotel Europa" de Ilja Pfeijffer: Un novensayo sobre la decadencia que llevamos dentro

Grand Hotel Europa”, de Ilja Leonard Pfeijffer -debe ser el primer libro que leo de un holandés- está editado por Acantilado, a los que de entrada hay que agradecer que no pongan foto del autor en la solapa. Mi primer consejo a cualquier potencial lector de este novensayo (en breve explico este término que me acabo de inventar) es que, bajo ningún concepto busque una foto del autor (que dicen es también poeta: “no hace falta escribir poemas, sino ser poeta”, asegura) durante la lectura. Ya lo hice yo por ti y con uno de nosotros con cicatrices de por vida es suficiente. De nada, divagante.

El libro, feminista, no es
Por quitarme esto de encima antes de empezar el divague: la aproximación a todo lo femenino en esta novela es rancio, aburrido, abiertamente misógino. Como el protagonista de la novela se llama como él (es él? es esto auto-ficción?), es complicado saber si está escribiendo desde lo que ha entendido de las mujeres que han pasado por su vida (poco). A mí, viendo sus pintas, me da la impresión de que sí. 

Por ejemplo, Pfeijffer pone a actuar a las mujeres siempre en relación a él y como objetos sentimentales o sexuales (no, Ilja, la Ley de Bechdel la llevas a repesca). Primero está su novia, una historiadora del arte muy lista (según él, “un amor con el que hay estar a la altura”- zzz, acaso hay alguno con el que no?) que claro, está buenísima (Ilja, aquí me cuesta lo de la “suspensión de la incredulidad”: esta mujer se lía contigo?) pero que repite el odioso cliché de “mujer que está continuamente quejándose, dando la lata a su pareja”. La pobre podría haber escapado cuando él le dijo el primer día aquello de “opino que eres preciosa”, y le contestó “cuando piropees, intenta hacerlo como que es un hecho incontestable, no una opinión personal”, pero no: se queda (y hay que verle, esto es lo serio). La segunda es una poetisa francesa feminista enloquecida, con todos los posibles clichés de las feminazis llevados al extremo, físicamente una especie de Cruella sin el pelo ni los perros y mentalmente otra… amargada, claro. Y la tercera una adolescente -yuk- americana, hija de gordos que masca chicle. Todas, según él, quieren follarle y las escenas de sexo son inenarrables. En inglés se dice "cringe". Sinceramente, no puedo explicarlo mejor porque la palabra vergüenza ajena no empieza a cubrir lo que he sentido leyendo esos momentos. Máxime si te has quemado las retinas antes con su imagen (*), como es el caso.

* Nota: he salido con algún auténtico Ecce Homo, así que no se me puede acusar de frivolidad, de meterme con este hombre banalmente. El protagonista (él) va trajeado con aguja, gemelos y demás hasta a la playa, en una idea delirante de dandismo o nosequé. De repente, se pone a describir los atuendos con los que salen él y su novia, y creía que estaba leyendo "American Psycho" con su retahíla de marcas-marcas que por otro lado no he oído en mi vida, lo cual me tranquiliza. Tengo una amiga que le dijo a un imbécil, "tú con esa cara que tienes, cómo puedes permitirte el lujo de ser así de gilipollas?". Pues eso. Solo viéndole me podrían entender: pero resistan. 

El libro, alta literatura no es
Y ya por salir del todo del armario, atención a lo siguiente: no hace falta seguir muchas páginas para darse cuenta de que esto no es Gran Literatura. Sí, es una traducción (y no suelo leer muchas precisamente por esta razón), pero, señoros, he leído traducciones del polaco recientemente (la amiga Olga) y me he dado cuenta que es Literatura. Esto no, así de claro: es un libro que se lee del tirón (tres semanas me ha durado, y soy lectora muy lenta). 

Corolario: formalmente no aporta (y más en comparación con lo que leo ahora, que duele de bonito).

Justificado dedo acusador: Y por qué he seguido, entonces? [Y qué es un novensayo, aparte de un palabro invento mío]
          Pregunta: Entonces, ¿por qué yo, que dejo libros sin problemas (la vita é breve), he persistido con este que tiene la friolera de 647 páginas? 
             Respuesta: La misma por la que lo compré: quería ver cómo escriben una “novensayo” hoy en día la gente por ahí.

Si tuviera educación literaria formal (mi nivel, 2BUP, no lo escondo), tal vez sabría que, igual que hay géneros como el “Bildungsroman” o la “novela de campus” o lo que sea, existe este género que acabo de inventarme y bautizar “novensayo”, o sea, una novela-ensayo (ayuda, si alguie ahí fuera sabe). Una novela donde la trama no es lo importante, un ensayo donde pasa alguna cosilla -pocas- a los personajes, que en general están mas por hablar entre ellos, o incluso leer, que por hacer. Lo que interesa son las reflexiones del autor, los momentos en los que para la acción, ese rollo, y se va a divagar de cualquier tema. 

En el caso de “Grand Hotel Europa”, esos temas estaban definidos en la contracubierta y todos me interesaban: una “crítica al turismo de masas”, una reflexión sobre Europa escrita por un especialista en lenguas clásicas, y por ello una novela que dialoga con Virgilio, Horacio, Séneca”.

          Corolario: Total que por ver cómo se imbrica eso en una novela es por lo que he seguido leyendo. Si alguien llega aquí y ha visto ciertos divagues titulados “Serial y un número” se habrá dado cuenta de dónde viene mi interés. Cartas boca arriba.

Novensayos importantes para mí.
El ejemplo más claro, “La montaña mágica” (cuyo planteamiento es muy similar) de la que recuerdo muy poco porque, como el protagonista Hans Castorp, yo tenía 23 cuando la leí. El personaje que mejor recuerdo es Setembrini, el humanista del que aprendía tanto Castorp: de repente, abría la boca y empezaban tres páginas deliciosas sobre ilustración, democracia, derechos humanos, libertad. Me imagino (y esto me lo acaba de refrescar la wiki, mirando los personajes) que igualmente habría divagaciones sobre el radicalismo, el amor, el hedonismo, el sentido del deber… un festival, vamos.

El segundo ejemplo sería “El nombre de la rosa”, aún leído hace más tiempo (señor, qué miedo). Recuerdo que de lo que se quejaban mis amigas (“de repente para lo que está pasando y se pone a hablar uno de la risa en Aristóteles durante páginas”) era precisamente lo que más me atraía a mí.

Y por fin (y aquí no voy a entrar, o se me faltará), qué decir de La Ballena, una novela que de repente se para un capítulo para hablar enciclopedicamente de los tipos de ballenas o del color blanco.

         Otro corolario: estas novelas-divague, cuando son buenas, son lo más, y algo así ha intentado hacer Pfeijffer con “Grand Hotel Europa”.

          Nota:The secret historyde Donna Tart podría haber sido un buen novensayo si la autora hubiera escrito más páginas del mundo clásico, en lugar de centrarse en aburridísima acción (lo más interesante, correr en túnicas por el bosque á la Bacco, pero el resto, bajar a llamar a la cabina, zzzz).

La mise-en-scene, el hotel decadente, me encanta. Mi experiencia en uno inglés (doble mérito)
El escenario, este “Grand Hotel Europa” -de nuevo, montaña mágica- es para mí lo más: un no-lugar en el que meter a los personajes, se agita y ver qué pasa con/ entre ellos (eso sí, nada como un manicomio victoriano en Yorkshire, no?). Es imposible no pensar en el “Gran Hotel Budapest” la peli de Wes Anderson de 2014 no solo porque ambos están en un lugar impreciso de las montañas de centroeuropa, sino porque la premisa del escenario es la misma: hoteles que un día fueron el epítome del glamour y el poderío, y que hoy son decadentes, pero esa historia todavía se palpa.

Vivécdota (gracias, Nadie): Como experiencia personal, cómo olvidar un findesemana hace siglos en el “Palace Hotel” de Buxton, un pueblo termal de Derbyshire, donde en el pasado debían ir los ricos a tomar las aguas. Nadie hace decadencia nostálgica como los ingleses, ni el “Grand Hotel Europa” podría nunca superarlo porque lo imagino con suelos de madera, y las moquetas son las moquetas. Pero divago: en fin, que el hotel es, como imaginan, una metáfora de La Vieja Europa y si piensan que esto se ve pelín facilón, sí, lo es. Y no es la única. Y no la peor.

Pero ya vale de vapulear al pobre Ilja, que ahora me meto con los prometidos temas de la cubierta, va a salir a la luz que estoy a partir un piñón con él:

Turismo en la Grecia Clásica: era una cosa
En la contraportada como he dicho hablan del " turismo de masas”, pero esto último sobra: se sobreentiende. Todo el turismo hoy en día es masificado y ovejuno, porque somos legión. Por lo visto,  ya había turistas en la Grecia clásica, pero eran pocos: Herótdoto, Pausanias, Séneca (que intentó vender su desacuerdo con que “viajar te ayuda a olvidar tus preocupaciones”-ya existía esa idea en esa época! -cuando tu cabeza la llevas contigo, por muy lejos que vayas).

Ilja y el mapa del mundo
en la época de Homero
La primera obra de literatura occidental va de un viaje, pero por mucho de que luego haya inspirado a Kavafis a escribir Itaca, Ulises lo que hace es “reflexionar sobre la necesidad de volver a casa”. Jasón también se lanza a un viaje con los argonautas en busca del vellocino de oro; finalidad: recuperar el trono. Eneas sale de una Troya en llamas para buscar un nuevo hogar. Los caballeros de la Mesa Redonda buscan el Santo Grial. En esa época, siempre se busca algo, nunca es “el viaje por el viaje”, eso que hemos comprado los mochileros y hemos hecho de ello el leit motif de nuestras vidas. 

Será que ya no hay nada que buscar, que ya no hay princesa que cantar?

El infierno son los otros turistas

En un punto hace una descripción de “tipos de turistas”: imposible no sentirse reflejada en alguno, es autoflagelación, porque nada peor para un turista que darse cuenta que lo es -todos querríamos ser “viajeros” como escribe Paul Bowles en “El cielo protector” y ya de paso que un bereber nos haga lo que a la Winger colgada de las vigas de la cabaña aquella. Y es que no hay nada que irrite más a un turista que otro turista [el infierno son los otros (turistas)]. 

Por tanto, hay que huir de los otros turistas y para ello cada uno tiene su Naufrago Ro particular de guardia, ese pionero o trailblazer que te orienta sobre sitios auténticos. Pero no cometas el error de creer que esa danza tribal que están haciendo es parte de su diversión semanal: cuando te vas se quitan los ropajes coloristas  y se ponen chándal.

La búqueda de la experiencia
El objetivo es ahora “buscar experiencias”, no hacerte la foto con el Taj Majal. Porque es mejor tener una historia que una foto (las mejores fotos, al final, son las que cuentan una historia). Ya todo el mundo sabe que está feo freír a las visitas con tu album de fotos, pero qué me dicen de abrumar a los amigos con los que quedas a cenar? Menos mal que quedados los discretos que escribimos, que tenemos la decencia de hacer sucintas crónicas de viaje que no hay porqué leer, a menos que se tenga un desorden (saludos a mis dos lectoras). 

Vivécdota: el otro día recordábamos con mis compas de piso (ellos ejemplos máximos de estos turistas de la experiencia) una cena en Fukuoka, una de las capitales “foodies” de Japón, donde lo de menos fue la comida y lo de más, los dos ejecutivos borrachos que conocidos por la calle que nos llevaron hasta allí y con los que cenamos.

Así paso mis vacaciones: dame un like!
Las vacaciones ya no son descanso, como en el pasado. Ahora son una manera de enseñar a los otros nuestra identidad. Soy solidaria, soy aventurera, soy inquieta, soy ciudadana-del-mundo, soy un-rollo-de-tía. Hay hasta turismo de orfanatos, de visitar favelas, de hacer supervivencia en las que hay riesgos reales (escorpiones, amputaciones tras congelación), de cementerios… hay hasta turismo de alquilarte la casita de Peloponeso de un autor! (depravados!).

Las ciudades-decorado: ciudades que han vendido su alma (algunas, placeres culpables)
Venecia es tal vez la más paradigmática. A ella se traslada el autor a vivir con su novia y gran parte del libro describe lo que supone vivir en una ciudad que ha sido vaciada de sus residentes y tomada por los visitantes. Allí ya no hay más que hoteles y Airbnbs. Esto implica un montón de desventajas para los pocos que quedan, desde tener que luchar con hordas de gente sin prisa cuando quieres moverte por tu ciudad, hasta no encontrar una floristería cerca (porque la loca deo conio de su novia se enfada y “a él ni se le ha ocurrido comprarle flores”. Ese es el nivel).

Amsterdam: Ya solo hay tiendas de Nocilla-Nutella, porque son los únicos que pueden pagar los alquileres en el centro.  Por no hablar de lo que molestan los turistas en bici (yo fui una de ellos, y aún me pregunto cómo circulabam las 35.000 bicis que acaban en el canal anualmente si yo salí airosa).

El Londinium desconocido
por los turistas: mi barrio
Barcelona es otro ejemplo de ciudad-decorado y todos sabemos de los esfuerzos locales por intentar ponerle un poco de freno. Mi experiencia en Barna -tal vez por la localización de la ONG que me acoge- es que verdaderamente hay muchos turistas, que cantan happy birthday en la calle a medianoche, por la maniana ya están pronto en las terrazas, ociosos e incluso hay peligrosos de “tercera generación” (aquellos que están de vendedores en librerías de segunda mano o de compras en Ametller Origen).

Londinium, sin embargo, es otra cosa: solo tengo sensación de ver turistas en los “sospechosos habituales”. Tal vez porque es tan grande que se difuminan, pero realmente nunca los encuentras en las mejores partes de la ciudad: sales un par de calles para dentro incluso en el puro centro, o en Knightsbridge, te alejas de Harrods 20 metros, y ya tienes la maravilla que es esta ciudad. Por no hablar de subir a Hampstead, o tirar para Richmond: habrá más gente que en la guerra en un sábado soleado, gilipollas en sus descapotables, pero por lo menos los reconoceremos como “locales”.

Los museos, todos venga a respirar ahí
Yo ya estoy en una edad que solo hago filas por la matona de Mini (Disneyland, ese horror: en una cola me dio para escribir un divague desde el teléfono, y no exagero: aquí la prueba). Veo a la gente esperar para un bar (muy común aquí) y alucino pero, los de los museos: cuánta gente de los que hacen horas de fila para entrar en la Uffizi son verdaderos amantes del arte? Cuántos lo han mirado antes, entienden algo? O es lo que hay que hacer en Florencia? Ilja, que cree que con su cara no es bastante y va de agent provocateur suelta un “se debe tener la Capilla Sixtina abierta expuesta a la respiración del populacho, millones cada año, que ya se sabe que la van a destruir?”

Europa, en caída libre: el patio de recreo del mundo
Pfeijffer comienza por presentar los cinco rasgos distintivos del continente según el erudito y crítico literario George Steiner, a saber: 1. Hay abundancia de cafés (y lo que pasa en ellos-conversaciones, debates, pensamiento), 2. La naturaleza está domesticada, 3. Está empapada de su propia historia. 4. Sus raíces están en Atenas (la razón) y Jerusalén (la revelación) y 5. Es consciente de su propia decadencia.

Pfeijffer es europeísta,  cree en el sueño de la Unión Europea, parece que en contraposición al resto del mundo. Él estudió clásicas y siendo amante de Grecia y Roma es también un gran amante de la tradición. Piensa que no hay tradición como la Europea y que en estos momentos, y hacia el futuro, solo podremos vivir de eso: de vender nuestro pasado. Aquí ya no se produce, y de todas formas, su tesis es que salvo el periodo de la Revolución Industrial (los ingleses y The Rockett), la posición de Europa en el plano económico ha sido siempre marginal. Solo volvemos a donde siempre hemos estado, y ahora nos vamos a convertir en el patio de recreo del mundo, donde vendrán los chinos a ver el coliseo y la catedral de Burgos.

Ni siquiera nuestras universidades son ya las mejores del mundo: UK vive todavía de los coletazos de esa idea, y con la pandemia hubo un susto de pensar qué iba a pasar si los chinos dejaban de venir a Oxbridge, que se paga en este momento con sus renminbis. Lo mismo ocurre con premios Nobel y patentes. No se puede decir que Ilja no se lo haya currado: da datos, rankings y todo tipo de detalles. Go Ilja!

La conclusión es que la identidad de Europa está anquilosada en el pasado. Y por este pasado esplendoroso, sufre la invasión bárbara que la destruirá. No hay futuro aquí, pero quién quiere ese futuro? Atención al siguiente párrafo.

Oriente Medio, donde atan a los halcones para la manicura
Hacia el final del libro, para hacer más evidentes los contrastes entre la cultura del viejo continente y el resto, el autor manda a los protas a una aventura a Abu-Dhabi, uno de esos centros de la horterez y el exceso árabes, donde hacen la manicura (no será pedicura?) a los halcones. 

Vivécdota: Yo estuve allí hace años en un tránsito de los de dormir en hotel. Fue salir a dar una vuelta y espantarme, pero tengo otras referencias (tal vez más válidas que mis 24 horas) que repiten exactamente lo mismo que describe Pfeijffer: una amiga que se fue allí en teoría para cinco años se volvió a los dos porque no lo pudo soportar (ella era alguien “normal” aquí, pero allí tenía criada y chófer, primero porque la mano de obra es tan barata, prácticamente esclava y segundo porque no se podía ir a ningún sitio caminando, todo autopistas de 5 carriles más escalextric). Para qué vivir en una “villa con piscina” si no puedes salir a bañarte “por el calor”? Alguien cercano que acaba de volver de Dubai lo re-confirma: no hay aceras, en los centros comerciales se desarrolla la vida, y su única salida es el aparcamiento.

Gracias a la tarea de documentación de Ilja, he aprendido que en Abu Dhabi han abierto un Louvre: se han gastado todos los petrodólares del mundo no porque valoren el arte que irán poco a poco adquiriendo, sino porque ese arte es caro: “eleva sus pollas, no su espíritu”. Saben su precio, pero no su valor. Y como lo pueden pagar, lo hacen. Pero como carecen de tradición, no se dan cuenta de que los materiales con los que han sido pintados esos cuadros no van a resistir, por mucho aire acondicionado que le pongan, las condiciones climáticas de lo que es, esencialmente, vivir en un desierto.

Perdurabilidad y Arte moderno

Lo efímero mola
Lejos quedan los días en los que los pintores clásicos pasaban años en los talleres aprendiendo con los materiales a fabricarse su propia pintura. El que fueran de gran calidad ha contribuido a que las obras hayan perdurado. Hoy en día, hacen una patata con papel maché, una “instalación” que va a durar cinco minutos, no solo en la memoria del que la ve, sino también porque el material es efímero y cutre.

Pfeijffer dedica un capítulo a la exposición de Hirst en Venecia de 2017 “los tesoros del naufragio de El Increíble”, para lo cual sumergió en el mar macroesculturas hechas con materiales de gran calidad (bronce), solo para filmar la extracción con grúas, y les pegó los crustáceos y algas que tendrían si hubieran estado en el fondo del mar verdaderamente dos mil años, y luego pintó el bronce de colores para que pareciera plastiquete. No sé si Pfeijffer leyó en el folleto explicativo -o lo dedujo él- que es una reflexión sobre la perdurabilidad del arte. He de admitir que, en mi google imágenes paralelo, algunas piezas me gustaron, y eso que tengo graves prejuicios sobre Damien Hirst, no solo tras leer a Houellebecq, que le da pa’l pelo en el gran “El mapa y el territorio” sino porque yo, divagante, estuve en la famosa exposición de la Tate Modern hace diez años con el corte sagital de vaca y aún tengo residuos de estrés postraumático. Y como digo, lo que parece que no ha cambiado es lo del folleto explicativo: cuando te tienen que explicar el arte psicoanalíticamente, algo va mal.

El arte no puede ser moderado. Todo lo que hace tolerable el trato con otras personas no tiene cabida. (...) El buen arte siempre es extremo, porque no admite compromiso”.

Política: refugiados, preservar la cultura, lo público
Ya he dicho que Pjeijffer va espolvoreando ideas “políticamente incorrectas” durante la novela, no sé si por adoptar una pose de provocador, ser el enfant terrible de los tulipanes. No sé cómo se sentirán los chinos, americanos, árabes y demás penia a los que dibuja como incultos, gordos, caprichosos (imagino que esto en España no llamará la atención) al leer el novensayo.

Pero luego se pone a hablar de los refugiados, que “han pagado más por su pasaje en la patera que los gordos de los cruceros” y hay un personaje simbólico en el hotel, el botones, que el autor usa para hablar de intertextualidad porque representa ese viaje, haciendo un paralelismo con los clásicos, en este caso La Eneida.

O sobre el error del afán de preservar “una cultura”, porque “el choque entre dos culturas no conduce al exterminio de una por otra, sino a una nueva donde las dos salen ganando”. Todas las culturas son un cóctel de culturas. “El turismo, esa invasión bárbara de europa que se ve como “modelo de negocio”, supone mucha mayor amenaza que la de los africanos que serán, a final, la único que puede ofrecer perspectivas de futuro al continente” .

O del dinero público: con él se pagan los destrozos que causan los turistas, la limpieza de sus potadas y sus visitas a la comisaría o urgencias tras los balconings de mis co-isleños. Pero los beneficios de sus alquileres y demás van a bolsillos privados, en su mayoría multinacionales extranjeras. El gobierno debería ser la entidad reguladora para acotar estos abusos, establecimiento mínimos, pero hoy en día no hay árbitro..

Habrá que ir terminando
Hay muchas cosas que he aprendido con este libro: tantas anotaciones son directamente proporcionales a la extensión (excesiva, desaforada, lo sé) de este divague. Me han dado ganas de investigar la personalidad de Caravaggio, un psicópata de libro. He querido leer a Virgilio, a Horacio, releer  “La muerte en Venecia” y haber estado en en la ciudad de los canales cuando Mann, Mahler, Hemingway paseaban por ahí. 

Y una última debilidad mía: me ha gustado su visión metaliteraria, el “no se experimentan las cosas de verdad hasta que no se escriben”, porque no he dicho (aquí no se desvelan tramas, pero si alguien ha llegado hasta aquí lo merece, por incaut@) que Ilja se retira al hotel para curar su mal de amor, y cómo mejor que escribirlo: “Quien no recuerda primero con detalle todo lo que quiere olvidar, corre el riesgo de olvidarse de olvidar ciertas cosas”

Igual que hasta que no se revelan las fotos (hoy, hasta que no se guardan en algún disco duro o alguna nube- el gran monumento de nuestra época, internet, es efímero) y se termina el diario de viaje no se termina este, "hasta que no se escribe una historia, no se cierra", dice Ilja. Aunque solo sea por verbalizar esta idea que todas las que escribimos implícitamente sabíamos: gracias Ilja. Y por hacerme ver que no hay que ser Melville para escribir un novensayo.




11 febrero 2022

Serial 42: No es país para siestas. Bombones desinteresados: ese mito. Ludus, o el flirteo por el flirteo.

La siesta a la que me he arrastrado hoy al mediodía es la única razón por la que he llegado hasta aquí: las dos de la madrugada, y estudiando. Parece que hace un mes de esta mañana, cuando he estado nadando, metiéndome colesterol en vena para el desayuno y luego estudiando como la máquina que soy. El error (tal vez acierto) ha sido venirme a comer a casa, encontrarme con Sandip que había hecho un dhal con leche de coco, que "en serio que no picaba". Debatible, pero no me han saltado las lágrimas (¿Estoy logrando la inmersión? ¿Soy una ciudadana del mundo?). Cómo no aceptarle luego unos Turkish Delights, -que ya sé que empalagan y que él no es turco-  como aderezo a su conversación, que gira obviamente en torno al examen. Va más retrasado que yo porque pasa muchísimo tiempo subrayando sus notas (me vengo arriba con el mal ajeno: hay alguien más obsesivo con los sistemas jerárquicos de subrayado fluorescente adolescente) y si no es perfecto, repite la página. Intento hacer desesperada terapia de choque con él -sabiendo que no hay solución-, pero se tiene que ir. Y yo también, pero de alguna manera -yo no quería- termino en mi cuarto y solo será un minuto y… 

Ha sido una siesta extraña, como esas de algún verano caluroso en algún pueblo igualmente sesteante, que se empiezan sin mala fe, y luego se te van de las manos, y acaban alargándose varias horas, y cuando te despiertas estás mucho peor que cuando te acostaste. Estás mareada, confusa, y de mal humor. Te tienes que lavar los dientes y no sabes si desayunar o toca recena. Siestas de dos horas que ya no recordaba, pero hey: ya nada que hacer, la tarde ha sido prácticamente devastada. Es aras del estoicismo y por centranos en "la línea plateada de toda nube" (me encanta este dicho): ahora estoy despejadísima, recién duchada y me encamino a la planta a ver a Derek. Que no sabe que voy a aparecer.

En la planta esta noche está el asistente de enfermería de las islas Mauricio (¿qué hace aquí este hombre?). Casi no habla inglés, aunque un día me enseñó fotos de donde vive su familia. Me caigo mal por pensar qué hace aquí: desde luego no ha dejado las aguas turquesas por un manicomio en Yorkshire por gusto. Se extraña: la planta está tranquila, no me ha llamado. Pero sí, Derek está en la oficina, la puerta abierta, la luz apagada, su cara iluminada por la de la pantalla del ordenador. Solitario. El juego, me refiero. Debe ser terrible un trabajo en el que has de llenar el tiempo - en el mío no me dan las horas. Su cara, entre la sorpresa y el susto: dice lo evidente, no me esperaba a las dos de la madrugada, sin estar de guardia. The small hours, las horas pequeñas.


-Hola... No me mires así, ya te dije que vendría- y me siento en una silla azul de oficina. Y ahora tengo un guión que me he preparado y hasta ensayado.

-¿Dónde están los bombones? -pregunta todo serio- Aparte del que tengo delante, claro...

Los dos nos reímos. Vaya, ya me está sacando del guión, tenía que haber contado con esto. Aunque un poco de juego no puede ir mal.

-Me he preparado especialmente para ti, querido -voy con la cara lavada, pelo revuelto y una sudadera con capucha dos tallas grandes-  Te dije que vendría a despedirme y aquí estoy.

No voy bien. El sabe que estaré de guardia cuando termine esta semana y le veré a las diez de la noche, con el handover, no tengo porqué venir hoy. Lo de no podía dormir y Aute, pasaba por aquí, no va a colar. Con lo bien que sonaba en casa. Él se da cuenta y me da un balón de oxígeno.

-¿Te apetece un té? Yo me iba a hacer uno.

Acepto, claro, y me quedo sola en la oficina unos minutos, en teoría para ordenar mi cabeza, pero en la práctica estoy pensando en círculo, naufragando. Pienso en el examen oral, cómo voy a enfrentarme a un panel de tres tíos si no puedo con uno. Claro que este es un tema espinoso, ilegal. Y bien, qué tontería / No soy nada sutil / Si yo solo pasaba / Pasaba por aquí: claramente, se me ha pegado una canciónCuando llega, deja las tazas en la mesa baja de la esquina, da una luz lateral, intentando tal vez un ambiente cálido y cierra la puerta. Me hace una indicación para que pasemos de las sillas de oficina a unos módulos individuales en ángulo recto alrededor de la mesa. “Aunque un poco de juego no puede ir mal”, pensaba la ingenua. Este tío se me come con patatas. Por si no queda claro que estoy perdiendo el control de la situación, comienza, sin rodeos:

-¿Qué pasó en Marcé? ¿Por qué saliste tan precipitadamente? -pregunta, medio divertido.

-¿Qué dicen por ahí? - realmente me lo pregunto, no es para ganar tiempo.

-Nada. Solo he sabido que aún no había vuelto el residente que fuiste a sustituir, y que han tenido problemas para encontrar otro. Me extrañó. Sé cómo trabajas: esto no fue un fallo clínico... ¿eh?

Vale, el tío se ha imaginado que fue un tema personal, pero no sabe los detalles. Intento balones fuera.

-Emmm sí, tuve un enfrentamiento con alguien allí... Fue desagradable, y se decidió que me fuera - para mí que sueno convincente pero igualmente, tierra trágame, quiero irme a casa. 

Derek deja la taza en la mesa. Se inclina como si me fuera a decir un secreto, los antebrazos sobre las rodillas, mira al suelo.

-¿Puedo preguntar con quién? - la pregunta termina en una especie de suspiro, y entonces me mira, desde ese lugar que no sé si es paciencia o exactamente lo contrario.

-Con una de las enfermeras - digo así, en tono grave, y ganas de ponerme la capucha.

-Ya.

Madre mía: solo le faltaba un “venga” delante. Venga ya. Estoy a un tris de confesar, como un atracador de tercera que ha perdido el dilema del prisionero en el interrogatorio . No sé de donde saco la fortaleza, pero me recompongo y vuelvo al Plan B, que en realidad es el A si él no me hubiera distraído.

-El caso es que, Derek, tengo un favor que pedirte -en algún punto se tiene que saber que esta visita no es del todo desinteresada. Hablo rápido para que no interrumpa- Resulta que yo estaba haciendo una auditoría allí, ya sabes, necesitamos hacer una en cada rotación que estamos. Estaba mirando notas para comprobar cuántas mujeres que se les da el diagnóstico de "depresión postparto" tienen en realidad síntomas de ansiedad. Todo porque en esos meses vi varios desórdenes de pánico, trastornos obsesivos-compulsivos y ...

Cojo la taza, y él dice que suena interesante. No sé cuánto debo de hablar del contenido de la auditoría -que por otro lado había verdaderamente planeado antes de que me echara Steen. Si le interesa, podría meterme ahí un rato, marear la perdiz, pero decido ir al grano:

-Bueno, el caso es que... como tuve esos problemas, me da mucho palo ir a los libros de ingreso de enfermería a hacerme una fotocopia de los casos de los últimos años... y me preguntaba si tú podrías ayudarme 

No termino en inflexión interrogativa, sino afirmativa. Se hace una pequeña pausa, él cambia de posición: se echa para atrás, cruza los brazos, entra en defensa.

-A ver, a ver... ¿me estás pidiendo exactamente qué? ¿Que vaya a la planta una noche, coja el libro, lo fotocopie, y te lo pase? - el tono es pretendidamente indignado. Pero pese a lo -vale, de acuerdo- enloquecido de la petición, sé que no lo está.

- Espera.

Lo sabía: si alguien podría meterse en este berenjenal es el boxeador de serie B. Se levanta y mira en el tablón de la oficina el personal de turno esta noche en Marcé. Parece que estoy de suerte. Tracy. Marca una extensión y mientras espera se mediosienta en la mesa de la oficina y mira por la ventana. Cuando contestan y es Tracy, yo he desaparecido para él, y soy testigo en los siguientes veinte minutos de una representación que merece, por lo menos, una nominación. Ahí tengo a Derek, desplegando todo su carisma con la jefa de planta Tracy, una enfermera que de normal parece una institutriz nórdica. Pero Derek la ha transformado en otra cosa, porque “it takes two to tango”: aunque no la puedo oír a ella, solo por esta parte de la conversación me da que se lo está pasando tan bien como Derek.


Tengo delante a un encantador de serpientes, que intenta -con éxito- hacer creer a las mujeres que somos los bombones que no le he traído. Y lo peor: nos los creemos. Me sé la fórmula: es divertido, es gracioso, es irónico y no se toma a sí mismo nada en serio. Representa el sentido más amplio del concepto seductor, porque cautiva, no con el propósito de terminar en la cama -o sobre la fotocopiadora, en este contexto. Me siento mal por haberme preguntado si habrá tenido sexo con la Tracy de turno. Eso solo demuestra lo cuadriculada que soy, mi carencia de imaginación: ¿acaso me ha dado a mí la más mínima muestra de aspirar a que algo sexual pase entre nosotros? Nunca, nos hemos quedado en el ping-pong verbal, que es super-divertido. En el rato que dura su conversación me doy cuenta de que este hombre es así: nunca va a parar de jugar, en su vida. Y probablemente ese juego no lleve a nada, será juego por el juego, arte por el arte, disfrute dialéctico, competición de quién es más ingenioso, un empujón para su ego y para el de la contrincante -porque es una batalla. Y ya. Claro que como todo juego, tiene peligros: no todo el mundo sabe jugar. Pero en teoría se desarrolla un sexto sentido para saber con quién se puede tensar. La realidad es que es un deporte de riesgo. Me viene a la cabeza la canción -pura sabiduría, un clásico disfrazado de pop- de Britney…

Oops, I did it again
I played with your heart,
got lost in the game
Oh baby, baby
Oops, now you think I'm in love…


Ups, me perdí en en el juego. Ese toma-y-daca es la base de las comedias románticas clásicas, lo que pasa es que en ellas se hace con un fin. Como en “Mucho ruido y pocas nueces”, qué mona la versión en cine de Branagh (iré algún día a verla al Globe?) y qué mona la relación de Beatrice y Benedick, que se pasan la obra discutiendo. Benedick, el eterno soltero; Beatrice las antípodas del ideal femenino isabelino, toda opiniones y carácter. Frente a ellos, Claudio y Hero, el héroe y a la heroína clásica, cortejándose muy serios e intensos: un rollo de tíos. Pero tanto en Shakespeare como en Capra, parece que siempre hay que terminar con alguien en el sofá. ¿Es esto el “final feliz”? Mi tesis sobre Derek es que para él no hay destino, que está ahí por el recorrido. El destino siempre decepciona: no hay realidad que pueda superar una idea. ¿Quién dijo eso?

No deja de mirar por la ventana y cuando noto que va terminando la conversación pretendo leer el British National Formulary como si fuera interesantísimo.

-Voilá! -me dice mientras cuelga el teléfono y me guiña el ojo - Prueba conseguida.

-¿En serio? -balbuceo-. Derek, gracias!!!

-Dale unos minutos, y debería entrar un fax...

Pero estamos en una planta de ingreso de agudos: ya tardaban los gritos. Derek sale corriendo y yo no debería moverme de allí. No estoy de guardia, y mejor no entrar en qué hago ahí a las tres de la mañana. Portazos, más gritos, juramentos, pasos. Mi predicción: este paciente acaba en confinamiento supervisado. Pero no, escucho la voz de Derek, le está hablando tranquilo, le ofrece un poco de medicación, hay una negociación que no entiendo, la voz de Derek parece haber sido creada para esto, el paciente ya no grita, creo que solloza, it's ok, it's ok. Y a mi derecha un ruido, comienza a entrar un fax.

Aquí está, el listado de pacientes de Marcé de hace cinco años. Me empieza a cabalgar el corazón, creo que hiperventilo. Entra Derek, me deshago en agradecimientos, no sabes cuánta ayuda esto es para mi auditoría, de verdad... me dejo llevar un poco por la excitación del momento. Afortunadamente, él me para:

-Que esto quede entre nosotros - dice.

-Por supuesto - asiento. Los dos hemos infringido la ley, supongo que yo más que él. No hay duda de que ninguno vamos a romper el secreto.

-Y me debes los bombones.

-Gracias por enfatizar lo desinteresado de esta amistad.

Me da la espalda, empieza a meter su contraseña en el ordenador y cuando voy a abrir la puerta para salir, su voz:

-Y no pienses que me he creído la historia que me has contado.

09 febrero 2022

Colaboraciones: Mini rapea Macbeth

Lo he conseguido: por fin, Mini va a hacer una colaboración. Eso, tras haber despotricado contra ella el otro día: claramente no lee el blog. 

Contexto: Proyecto de clase de literatura, escribir un rap sobre Lady Macbeth. 

Hito: Sin pasta de por medio, ha aceptado grabármelo para el blog.

Resultado: Ahí va, cliquen aquí o abajo, si se puede (no doy dos duros)

Lady Macbeth

Now this is a story all about how
Lady Macbeth turned queen somehow
and i’d like to take a minute
just sit right there
i’ll tell you all about how she died in despair.

Let’s go back a couple years,
you’re going too fast!
let’s go back, retrace way into the past
when lady Macbeth is born!
now: who will she surpass?

Such a glamorous lady,
lived a perfect life,
she probably didn’t even know
the meaning of a knife,
now who woulda thought
when you looked in those eyes,
she would be responsible 
for a ruthless crime?

She married Macbeth,
someone weak and frail,
you would've never thought
that he was the male,
for it was lady Macbeth, yes,
she deserved jail, yes

But hold up!
she’s not all that bad,
no one was there for her,
the crown was all she had,
it got to a point, poor lady Macbeth
could take it no longer...
turns out Macbeth was actually stronger!

Este trapo estuvo colgado mucho tiempo
en una cocina mía del pasado:
qué diríá Bourdieu?
Y vale, no se iba a terminar este haiku sin enlazar un poquito. Respeten a una pobre enferma. Va, que es breve:  

Empezar anotando que en este divlog ya se ha hablado antes de "la obra escocesa" (para saber por qué no se puede decir "Macbeth" sobre un escenerio se clique aquí). 

Y que a propósito de estos versos maravillosos "My hands are of your color, but I shame / To wear a heart so white" se aprovechó para poner a parir el "Corazón tan blanco" de Marías, Javier (oh, la época en el divlog en la que se hacía escarnio del pobre hijo de Julián así á la Fuenteovejuna).

Y recordar cuando fuimos a verla al Globe en cantonés. Maravilla! (para aquellos que ahora se regalan "experiencias"-nosotros fuimos por supuesto de rebote).

Y entonar un mea culpa: Hola, soy Di y yo también compré algo una vez en tienda de museo (en imagen). Y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra

Y terminar con el trailer que ya puse ayer en comentarios de la peli de Joel Cohen, "La tragedia de Macbeth". Más Drama por favor!

04 febrero 2022

Serial 41. Anorexia mirabilis. Viejas militancias. El cuerpo, herramienta de poder.

El turno de noche entra a las diez, pero ahí es cuando pasan el carrito de la medicación y todos los fantasmas de cada cual (“llame a mi hijo que me voy de aquí”, “me están envenenando”, “quiero hablar con la dirección del hospital”). Hay que redireccionar esta ansiedad cerval y secular a lo oscuro, y nada mejor que la combinación de la voz de crooner de Derek, y su físico de boxeador de segunda. ¿A él, que tiene más tablas que las que tendré yo nunca, le voy a vender mi moto? Lo intentaré hacia la medianoche o mejor, hacia las dos de la madrugada. Pero antes, estudiar este rato: si saco tres horas ya será más que durante todo el día. Y sobre todo, mañana a las nueve de nuevo en la biblio, no puedo cambiar mi patrón de sueño en esta semana importante.

La siguiente genial idea, subir al desván. Cojo las notas, saco la escalera y ahí está mi rincón, con un edredón de los de "Propiedad de Banderley" -prestado-robado del altillo comunal- y la lámpara de pie al lado del diván. Me encanta este sitio. Acampo y cuando tengo todo extendido, por supuesto: se me ha olvidado un tema. Bajo rápido, algún día me voy a resbalar. Ya en mi habitación, sobre la cama, mirándome la cinta de Jack. El walkman está en el cajón. Mi cuaderno de escribir, sobre la mesa. También mirándome pero hoy no, esta semana no, en serio, no me lo pidas, tengo que estudiar. Cojo el walkman. Escaleras, las recojo una vez arriba, me tiro en el diván. This is the life.

Abro los apuntes, voy anotando símbolos en los márgenes, palabras sueltas. Fatiga. Anemia. Trombocitopenia. Insomnio. Amenorrrea. Alopecia. Bradicardia. Intervalo QT prolongado en ECG. Hipotensión. Deshidratación. Lanugo: me paro aquí, me encanta esta palabra. De todos los síntomas físicos de la anorexia nerviosa, este vello suave, como pelusa, que cubre todo el cuerpo es el que más curioso me parece. Y la sonoridad de la palabra: la-nu-go. Dibujo en un folio un cuerpo de mujer y saco una flecha del corazón: bradicardia, intervalo QT, otra de la vagina: amenorrea, y así todos los síntomas. Me queda una figura acribillada, tal es la implicación sistémica de esta enfermedad.

La separo toda la largura de mis brazos para mirarla. Esta imagen sería una mina para cualquier psicoanalista, sociólogo, antropólogo, feminista: una mujer cual San Sebastián moderna. Pero para ellos las flechas irían en dirección opuesta, de fuera adentro, la mujer atacada por la dictadura de la Talla Cero occidental. Y por el abuso sexual que potencialmente sufrieron en la infancia. Y por factores de la personalidad pre-enfermedad, como el perfeccionismo, según ellos causados por unos padres implacables, críticos y que acotaron su independencia. Ellas solo querían algo de control-y de esta manera, vaya si controlan a toda la familia. Pero a la vez, cómo ignorar factores genéticos, de neurobiología (ah, la serotonina de nuevo!) de los que aún hay que investigar, pero que están ahí.

Y cómo se resquebrajan los cimientos de los valores de una estudiando esta disciplina. Porque antes lo tenía todo muy claro, y está todo escrito en aquellos artículos para fanzines y revistas universitarias, firmados desde mi atalaya feminista, con el convencimiento y La Verdad de los 19, señalando precisamente la culpabilidad de la sociedad occidental, con sus modelos de delgadez imposible, como único factor implicado en la etiología, en la causación de los desórdenes alimentarios. Y para apoyarlo no había más que mirar a través de lo que pasa al exponer a otras culturas a esta ideología opresora: era evidente que estas enfermedades se habían incrementado en países como Japón, Irán o Singapur, a medida que se exponían más a los cánones de la sociedad occidental. En inmigrantes, cuantas más generaciones pasaban en nuestros países, más frecuentes eran también estos desórdenes.

Pero viajemos en el tiempo: ya existía la anorexia en el pasado, pre-Karl Lagerfeld et al. En la Edad Media, el celibato y el ayuno eran vistos como grandes virtudes. La lujuria y la gula, dos de los siete pecados capitales. Otros contextos culturales, pero un conjunto común de síntomas que acompañan al caos en esto del comer, en diferentes épocas y continentes. Pensemos en la “anorexia mirabilis”, aquella "pérdida de apetito inspirada milagrosamente": aquí no era el tema estético, sino el religioso -particularmente prevalente en la religión católica. Los síntomas eran los mismos que en la anorexia nerviosa: no comer. Podía estar acompañada de comportamientos para causarse dolor, para recordar el sufrimiento de Cristo o bien para desfigurarse y terminar con todo potencial atractivo físico y así evitar matrimonios arreglados o contacto sexual. Las autoridades eclesiásticas no aprobaban estos comportamientos, pero ellas, igual que las de hoy en día, retaban las órdenes de dejar el ayuno. De todas maneras, la interpretación de estos comportamientos como relacionados con piedad religiosa libró a estas mujeres del destino común del resto que divergían de lo deseable, de lo que el mundo esperaba de ellas: la hoguera. Más de cien mil mujeres fueron ejecutadas desde la mitad del SXV hasta la Ilustración en el SXVIII por brujas.

Estos casos existieron principalmente en la Edad Media, y la más famosa es Santa Catalina de Siena, que rechazaba todos los alimentos excepto la hostia (consagrada), el agua (fría) y las hierbas (amargas) que masticaba y escupía. En una carta de 1373, Catalina atribuía su ayuno extremo a “Dios, que por una misericordia singularísima me permitió corregir el vicio de la gula”. Además, practicaba la autoflagelación, se infligía quemaduras y dormía en una cama de espinas. Las conductas autolesivas siguen siendo comunes en anorexia nerviosa severa, pienso, y sigo leyendo. En su adolescencia, Catalina ayunó para protestar contra su matrimonio con el viudo de su hermana (técnica que le había enseñado su hermana, precisamente). El cuerpo es, en situaciones desesperadas, lo único que tenemos, y es la única manera como una niña puede intentar ejercer alguna forma de poder. Es un arma potentísima porque la anorexia sigue siendo, a día de hoy, el desorden mental con mayor índice de mortalidad. Catalina se dio cuenta que podía ganar más respeto y libertad siendo virgen ayunadora que casándose: así estudió teología. Murió a las 33 de desnutrición.

Qué interesante leer la historia, entender la sociedad, lo que nos rodea, para intentar descifrar qué nos pasa dentro. Avanzo un par de páginas, aquí estamos en la época victoriana, cuando el mundo se fascinó con historias de otro grupo de mujeres que aseguraban que no comían -y a veces no bebían- por largos intervalos. En el Reino Unido eran de orígenes pobres y de zonas rurales remotas, y eran visitadas como “freaks”. Pero esta vez no tenía nada que ver con motivos religiosos - ni el dictado de la moda: la razón por la que no comían parecía relacionada a eventos físicos desde caerse de un caballo a un río durante el primer periodo hasta ataques epilépticos. Interesante. Un momento… aquí pone que algunas decían que tenía poderes psíquicos, y otras que era un don religioso. Qué historias para estudiar desde el punto de vista diagnóstico!

Me vuelvo a perder en mi cabeza, recordando mis ingenuos artículos militantes de hace unos años: por favor, lo barata que es la opinión y lo cara que es la información, los datos. He tenido que volar miles de kilómetros para aprender que el mundo es aún mucho más injusto de lo que pensaba. Pero todavía creo que esa parte social que contribuye a la enfermedad es importante, y está ahí, y hay que contarla: a las mujeres nos deberían dejar en paz. Pero como a todas aquellas supuestas brujas que quemaron en Europa por no conformar - o simplemente porque a un vecino le caía mal, o no había aceptado sus requiebros-, se sigue intentando controlarnos a través del cuerpo, y como lo de la lujuria ya no sirve siempre y en todo lugar, ahora entremos con la gula. No hay mayor tabú que una mujer gorda, porque una mujer que se lo esté pasando bien, en cualquier circunstancia, es un problema. Y comer, para lo que encima no necesitas a un tío! Las “modelos”, los estereotipos de belleza a seguir, palos de escoba, vestidas como payasos, con los ojos subrayados de ojeras negras y caras de pocos amigos: este esperpento lo ha creado un misógino, un tío al que no le gustamos nada. Se van poco a poco resquebrajando mis certidumbres (¿de eso va crecer?) pero todo esto sigue claro, y seguirá, incluso si una resonancia magnética me enseña algún día dónde está el lóbulo cerebral afectado en los desórdenes alimentarios. Aunque de sobra sé que esto nunca va a ocurrir: al final no hay blancos ni negros, todo está en esa gama infinitesimal de grises, en miles de factores que juegan y se intercalan y se provocan y atenúan o hacen más evidente. Estudiando esa complejidad, una sale más humilde: todas tus ideas de antes te las han desmontado, ya no hay pilares inamovibles, y nadie viene a ayudarte aunque eches de menos los de antes, los que te gustaban. Lo de ahora es enfrentar la injusticia basal del mundo, en crudo.

Siguiente tema, epidemiología: para esto voy a necesitar música. Meto en el walkman la cinta de Jack. El diván está bajo una claraboya y me cubro un poco más con el edredón. Comienza a sonar un saxo: es jazz. La música que nunca he logrado entender, pero da igual: la puedo tener de fondo en una cena con amigos, es tan increíblemente atmosférica. Nada como el "Sing Sing Sing (with a Swing)" de Benny Goodman me lleva a Nueva York, donde nunca he estado, al puente de Brooklyn iluminado. Lo poco que sé de jazz es por aquella amiga que me grabó un par de cintas: "I'll keep loving you", aquel solo de piano de Bud Powell, que es música clásica. Y luego, leer a Cortázar, Charlie Parker en "El perseguidor", toda “Rayuela”, “Último Round”, “La vuelta al día en ochenta mundos”.... Apago la luz para intentar ver el cielo, por si acaso hubiera alguna estrella. Con este gesto siempre imagino un obturador de cámara, mis pupilas, agrandándose, ávidas por comerse la noche de este desván, y la oscuridad de fuera. La música me envuelve, es tan cálida, dejo a mi mente flotar, no esperar patrones, dejarla que se sorprenda. La segunda canción está muy bien montada, y sigue el mismo estilo, que me traslada a un bar semisubterráneo en una ciudad lejana, en la que hay taxis amarillos, y luces, y charcos, y humo que sale de rejillas del suelo, y alguien toca un piano de cola, y yo estoy bebiendo un cocktail en una de esas copas triangulares, vestida muy sofisticadamente y no sé con quién salgo a bailar, y sigue la música y...

La luz del sol en los ojos me despierta: quién-soy-dónde-estoy-qué-hora-es. Son las tres preguntas de las resacas: la primera demasiado filosófica; la segunda, parece que en el desván de mi casa de Banderley, Yorkshire, Reino Unido. Y las 6:30. Pero, ¿no era esta la noche que iba a ver a Derek a la planta? Señor, el examen no sé si lo aprobaré, pero como investigadora no tengo precio: mi Holmes necesita un Dr Watson en mi vida. Venga, aún me da tiempo de bajar antes de que me vean estos. Pero, ¿irme a estudiar? No nos precipitemos: mira, voy a hacer algo que no he hecho todavía, me voy a nadar ahora, a las 7 de la mañana.

Ya hay dos personas haciendo largos: uno por supuesto es Mark, el otro el fisio, que está saliendo ya. Me encanta que no te obliguen a llevar gorro (le saludo mientras me hago una castaña alta). Tras unos cuantos largos (qué difícil se me hace contar, se me va la mente), Mark ha parado en el lado profundo y está esperándome para saludar.

-¿Cómo tú por aquí por la mañana?…-él lleva gorro, imagino que por aerodinámica o alguna idiotez así- Buenos días.

-Hola, buenos días. Sí, no sé si será buena idea, porque siempre me voy directa a la cama detrás de esto en una especie de narcolepsia. Estoy de semana de estudio, recuerda.

-Ah, sí, ¿has llamado al apartamento aquel frente al mar que te pasé? ¿O aún no te has vuelto loca aquí?

-Perdona, llevo casi un año sin salir de aquí; si no he enloquecido aún…

-Qué va… este sitio es genial -dice, restregándose la mano por la cara - el tiempo que pierdes en la vida yendo del trabajo a casa, aquí puedes hacer deporte.

La vida es fácil para alguna gente. Seguimos nadando, sin parar en mucho rato. Recuerdo el jazz con el que me dormí anoche: cuando paró la cinta, ni el clack me despertó. Pero no es bueno el jazz para nadar. Al salir de aquí iré directa a la biblioteca, hoy me tocan trastornos del neurodesarrollo. ¿Me sé bien los alimentarios? Intento no pensar en esto: estoy nadando, es mi rato de desconexión del día, pero no puedo, tengo el temario en bucle, y lo que le voy a decir a Derek. Intento llevar mi mente al lugar en el que querría estar, casualmente es también en el agua, pero en alguna cala rocosa de agua verde muy al sur de Banderley. Cuando haga el examen, quizás, quién sabe, igual podría salir de aquí. Hasta ahora, este encierro en esta isla dentro de una isla, ser esta robinsona o quién sabe si Viernes era un algo sin final. Los únicos mojones eran la siguiente supervisión, el siguiente paciente, y las pocas salidas. Ahora está el examen y después, ¿qué? Es la primera vez que me planteo salir de aquí. Ay, iba tan deprisa de espalda, tan ensimismada que no he visto las banderitas y me he dado un tortazo en toda la cabeza. Como una idiota. Ya salgo, y me sigue Mark.

-Ahora vamos a desayunar a la cantina.... desayuno frito, claro-dice, asumiendo que voy a ir.

-¿Haces esto todos los días?

-No todos. Pero el mito del “desayuno inglés completo” solo se cumple en las cantinas de hospitales y en los Bed & Breakfast para los turistas.

Me como todo, incluso su black pudding: él siempre se lo deja porque de peque le dijeron que era sangre. Le hablo de las morcillas de Burgos, se horroriza, pero no tiene problemas con el steak tartar. Estamos de acuerdo que una de las cosas con las que las personas que habiten este planeta dentro de cien años se espantarán será el saber que tenemos animales estabulados y los matamos luego para comerlos. Y en nuestro campo de estudio, no queremos ni pensar en los abusos que estaremos cometiendo hoy.

Me pregunta por dónde voy del temario, y cuando se lo digo le cambia el semblante. Es la parte más dura para él, ¿no sabía que su hermana murió de anorexia? Madre mía, no lo sabía. Ya dicen que los que elegimos trabajar en cualquier ámbito de la salud mental tenemos más posibilidades de tener un familiar con desorden mental. Si lo normal es el famoso uno de cada cuatro, en nosotros se eleva a… no sé. Se eleva. Está mirando a su taza de té, lo siento.

-Pasó hace mucho tiempo. No te preocupes. Fue un palo.

-¿Te ayuda hablar de ello?

-En según qué circunstancias, sí. Con mis padres y resto de hermanos no, es imposible no culparse, aunque nos sabemos la teoría.

Recuerdo aquella conversación que tuve con él aquella noche sobre el estoicismo. Lo pasado está pasado, la historia es historia: si no puedes hacer nada para cambiarlo, pasa de pantalla, o como se diga ahora. Si puedes, por pequeña que sea la opción, inténtalo: nadie dijo que fuera fácil, solo basta que digan que es posible. No pierdas el tiempo pensando en cosas sobre las que no tienes ningún control. Intenta hacer lo más que puedas y con el intento medirás tu éxito, no con la consecución del premio, porque las cosas fuera de tu control no puedes cambiar. Le recuerdo aquello.

-¿Te acuerdas cuando me hablaste del estoicismo en aquella guardia?

Sonríe: qué guapo está, pero qué cansino puede ser:

-Sí, por supuesto… ¿Has oído hablar del filósofo estoico Musonius Rufus? -como niego con la cabeza, sigue contando-. Como muchos estoicos, no era querido por el poder y le exiliaron a una isla particularmente mala en el Egeo llamada Gyaros.

¿Isla en el Egeo particularmente mala? De un plumazo me ha llevado al sitio en mi cabeza donde estaba nadando. Un sitio malo en el Egeo no existe, pero él sigue con que Gyaros es prácticamente una roca de poco más de veinte km2, que aparece en los escritos de Virgilio y Ovidio y más tarde al principio del imperio romano en los de Tácito y Juvenal. Por su desolación ha sido siempre un lugar donde enviaban al exilio a los disidentes como Musonius, y en el Siglo XX a los izquierdosos. Mark sabe tanto de estas culturas porque su madre es catedrática de Clásicas. Ha pasado mucho tiempo en un rincón del Peloponeso, donde tienen una casa. Yo solo he estado en Grecia en un viaje de estudios alcohólico en el que vimos poco más que la noche; pero aún así compré el mito. “Italia es romántica, Grecia es erótica”, me dijo aquel chico, y para siempre me lo vendió. Solo que no es un mito. Ahí estoy cuando vuelvo a la realidad con Mark:

-Vale, imagina al pobre filósofo ahí, en esa roca, sin nada que hacer. Pues el tío, como buen estoico, desarrolló tres técnicas para minimizar lo que le habían hecho. La primera, entender lo que podía controlar y lo que no. La segunda, recordarse que las cosas podían haber sido mucho peor-a esto se le llama “anclaje”-. La tercera, desarrollar su “sistema inmunológico emocional”, viene a ser como un entrenamiento en el estoicismo: no evitas, es más, buscas cosas que te van a causar un poco de infelicidad, porque solo así podrás luego sobrellevar las grandes. Es un poco la inversa de la noria hedónica aquella en la que nos acostumbramos enseguida a las cosas buenas que nos pasan. No deberíamos: deberíamos valorar cada cosa buena, no darla por hecha. El mayor daño que te puede hacer algo no suele ser la cosa en sí, sino tu reacción a ella. Tu reacción es en lo único que puedes trabajar.

Se hace un silencio que me siento con la obligación de llenar, desesperadamente: ya. Porque el fantasma de su hermana muerta sigue sobrevolándonos, aunque yo me haya ido a Grecia un ratito. Estamos de vuelta a casa para dejar todo, y disfrazarnos para comenzar el día. No entiendo cómo todas las enseñanzas de Musonius o como se llame, o toda la escuela estoica puede ayudar con la muerte de una hermana. Todo en la muerte es la parte que no podemos controlar. Nada podría haber sido peor. Ningún entrenamiento te prepara para eso. Seguimos en silencio hasta que nos despedimos. Gracias por contármelo, él también dice gracias, y le doy un abrazo. Es un poco incómodo, un abrazo torpe y embarazoso porque le he pillado desprevenido y llevamos las bolsas con ropa mojada. Da igual. A veces el cuerpo es lo único que tenemos para decir cosas. Como las iluminadas medievales: el cuerpo es poder. Al llegar a la puerta de casa me doy la vuelta y le veo entrar en la suya: parece que ha envejecido muchos años, pobrecito dios griego. Ahora le entiendo mejor.

En casa ya no hay nadie. Me cambio de ropa, cojo los apuntes y con la cabeza llena de místicas anoréxicas del Siglo XII, y billetes de avión a desoladas rocas bañadas por agua cristalina me enfrento a otro día completo de estudio sin distracciones exteriores. Las tengo todas en mi cabeza.