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06 abril 2022

"El final del affaire" de Graham Greene pasa en mi barrio. Un divague que se me ha resistido

Cuando termino "The end of the affair" (“El final del affaire”), la novela de 1952 de Graham Greene, me encuentro en un estado de confusión: las sensaciones que predominan son el aburrimiento y el cabreo, pero a la vez, no me puedo quitar el vago recuerdo de un comienzo trepidante, no por acción, sino por reflexiones. Para aclararme, escribir.

Quiosco de la música del Common
No había leído nada de Greene, creo: le tenía como un escritor de novelas de espionaje (y de hecho en esta he estado todo rato pensando que alguien, en algún punto, iba a ser un espía). Llegué a él tras la tormenta perfecta de tres factores: encontrar una buena crítica por ahí, que me estaba aburriendo con lo que leía y que el libro "estaba por casa". Sobre esto último, supongo que le pasa a todo el mundo: hay libros que una no recuerda bien cómo llegaron aquí - podría ser de una de esas cajas que la gente deja en la calle un domingo por la mañana para que el que pase se lleve lo que le interese - [Nota personal: cuando he dejado algo (nunca libros) se lo llevan en un suspiro: desde un colchón que desaparece antes de la cita acordada con el ayuntamiento a la mañana siguiente hasta unos cuadros de la Virgen y el Sagrado Corazón que encontramos en el desván -daban mucho miedo-, pasando por un lavaplatos que iba pero al que no cerraba la puerta]. Volvamos a los factores: el libro que me aburría era el segundo de la saga de Bandini (ya lo expliqué aquí) y en la crítica, esta era “la mejor novela de Greene”, muy por las nubes. Eso sí, se anotaba que "lo religioso se hace un poco pesado hacia el final" y esto debería haber sido suficiente aviso. Pero una es kamikaze y “solo un poco, si eso lo dejo” (Les Luthiers: “ella solo quería probar”), leí un capítulo pero entonces, zas, ocurrió: me enganché. Quería saber más de esa historia, casi de una manera adictiva y tenía reflexiones sobre el amor, la pasión, la muerte, que me interesaban. El caso es que lo dejé en cuarentena, y tal vez lo mitifiqué en esos días. Resumen: volví a él semanas después con más ganas que lo empecé.

Si parece que doy demasiado contexto, aún viene más (se salten los siguientes dos o tres, tal vez cuatro párrafos). Parecerá que estoy justificando por qué llegué al final (tal lo esté intentando pero solo ante mí, vuélvase a la primera línea). Pero es que la lectura de esta novela me ha tocado muy de cerca por dos temas: la guerra y mi barrio.

Hay una guerra en Europa, mientras leía y mientras escribo, y parte de la novela está narrada durante la Segunda Guerra Mundial en Londinium. Leer sobre guerra cuando se tienen imágenes no diarias sino al minuto de la de Ucrania es distinto de leer en tiempos de paz (en Europa, ya sé que hay guerras constantes en otras partes del mundo). Además leyendo esta novela me he dado cuenta de que para mí la Segunda Guerra Mundial es más cinematográfica o novelesca que la Guerra Civil (tal vez porque al irme por ciencias nunca la estudié demasiado, tal vez porque la Civil me llegó más de primera mano: de ella hablaban en casa mis abuelos, de familias de carne y hueso, de represalias, y de muertos, cosas horribles que conllevan las guerras). Curioso que hasta los fascistas españoles parecían menos mitológicos que “los nazis” (cuando un amigo alemán dijo algo así como que “claro que sus abuelos habían apoyado a los nazis” me sorprendió, aunque supiera en teoría que una gran masa de alemanes lo hicieron). Al visitar el pueblo viejo de Belchite me sentía casi escuchando las bombas o los disparos, y en Londinium al ver casas feas sesenteras enmedio de otras preciosas (la explicación, “aquí cayó una bomba") o tras haber bajado al refugio de al lado de casa, que lo he contado mil veces, me seguía sintiendo como en una peli. Creo que la primera vez que se me cayó la Segunda Guerra Mundial encima fue cuando pasé una semana en Berlín: ahí es imposible seguir pensando que estás en una peli. Y me ha vuelto a pasar en este libro, por una razón: la guerra estaba pasando en mi barrio.

Placa azul de Greene
Es toda una experiencia leer una novela que transcurre en localizaciones por las que pasas todos los días (por no hablar de tu propia calle, donde vive el prota), el gran almacén donde compras los calcetines (Peter Jones), la línea de metro que usas, la iglesia donde vas a misa (si hay algún lector nuevo y no termina el divague: bromi). Como las pelis que hay sobre el libro-que no he visto- (de Edward Dmytryk, 1955 y Neil Jordan, 1999) no se filmaron en las localizaciones reales, las fotos que incluyo son todas de aquí. Por ejemplo, para la escena de la iglesia usaron la de San Bartolomé El Grande (Great St. Barts), la iglesia más antigua de Londinium, la que usan en todas las pelis inglesas- desde "Cuatro bodas y un funeral", hasta "Shakespeare In Love", pasando por "Elizabeth: The Golden Age".  Otras fotos que incluyo están hechas en “el common”, el corazón de esta zona. Un “common” (viene de "common ground", terreno común) es un parque que antiguamente era un espacio verde de uso popular: para sacar a pastar a las ovejas, a caminar los caballos y esas cosas. Hoy no se diferencian mucho de los parques, son tal vez algo más salvajes (sin relojes florales ni pasillos de rosales del amor) y no tienen vallas ni puertas. Yo los prefiero, es como tener un trozo de campo en medio de la ciudad. Este Common es también el centro de la novela de Greene: tiene forma de triángulo invertido, como el triángulo amoroso entre Sarah, su marido, y Bendrix, el narrador. El matrimonio vive en la cara norte del triángulo (en concreto en Macaulay Road), al lado de la North Side, y Bendrix, vive en "la cara sur" del triángulo, que en esa época se consideraba algo más "dudosa". Adivinad en qué parte vivo yo.
Más casa de Greene y la Bookstagramer

Grahan Greene vivió en la cara norte del triángulo (foto a la derecha) de 1935 a 1940. La narración ocurre en 1944; lejos estaban los ocho meses de Blitz, el bombardeo intensivo de Londinium de Septiembre de 1940 a Mayo de 1941. Entonces es cuando empezaron con los V1, los primeros misiles guiados (en la novela hablan de los “robots”, no sé si se refieren a esto y que cae uno en el Common: aquí enfrente de casa. Me siento como si estuviera allí.

Bendrix es un claro alter ego de Greene: es también escritor y también tuvo un affaire. Las partes en las que habla de la escritura son las que más me han gustado, claro. Cosas como sus rutinas de escritor, el número de palabras que escribe cada día (y que cuando llega a ellas, se para, aunque sea a mitad de una escena). Se compara con escritores populares de la época, tipo Somerset Maugham, diciendo "yo retenía un poco de la exclusividad del escritor de no-éxito". Es otro de esos escritores sin plan “escribiendo este libro, no tengo mapa”. Habla de los personajes que, como escritor a veces, te encuentras “un personaje no cooperativo, que se resiste a ser escrito, que obstinadamente no quiere venir a la vida”. Me encanta:

The South Side: era la parte chunga

Always I find when I begin to write there is one character who obstinately will not come alive. There is nothing psychologically false about him, but he sticks, he has to be pushed around, words have to be found for him, all the technical skills have to be employed in making him appear alive. (...) He lies heavily in my mind when I start to work, robbing me of the pleasure of creation in any scene where he is present. He never does the unexpected thing, he never surprises me, he never takes charge. Every other character helps, he only hinders.”


“Si el dolor puede hacer un escritor, estoy aprendiendo”: pobre Greene, aquí enlazo con la parte dos del alter-ego: Greene también tuvo un affair. Como decíamos ayer que decía Bukowski ("vive un poco y luego lo escribes"), Greene se documentó bien: vivió una historia apasionada con una tal Lady Catherine Waltson, una malota de libro con la tira de amantes que se convirtió al catolicismo (no sé por qué orden) y con la que no resulta difícil encontrar paralelismos con Sarah Miles, el objeto de amor de Bendrix.

El Common en primavera

Nunca un título fue más spoiler (aparte de la traducción de Madame Bovary que contó el otro día Elena Rius en su blog: “Adúltera!”): sí, la trama va de un affair que termina. Pero, un momento, spoiler o no? ¿No está todo affaire destinado, por definición a terminar? Si persistiera, ¿cómo se le llamaría? Como decía alguien “si el noviazgo es la época más feliz de la vida, ¿por qué se casa la gente?”. Parafraseando: “si un affair es la época más emocionante de la vida, ¿por qué se acaba?

Greene escribió una especie de autobiografía que si yo fuera lectora suya me interesaría mucho. Se titula "Ways of Escape" ("Maneras de escapar") y habla de su vida a través de sus novelas. Es un gran título, porque claro que la literatura, tanto leída como escrita es una manera de escapar. Nunca se me había ocurrido: escribir nuestra vida, o menos ambiciosamente, nuestro año, con los libros que hemos leído (igual podría intentarlo ahora que queda menos de un mes para mi cambio particular de año). Pero divago, estábamos en por qué se acaban los affairs y Greene dijo en su biografía-literaria que el tema de “The end of the affaire” era "un amante que tenía tanto miedo de que el amor se terminase un día que intentó acelerar el final y que se acabara así el dolor". ¿Se acaban por miedo de una manera tan patética?

Dicen que una obra, una vez publicada es de los lectores: o sea, se transforma en tantas como interpretaciones. Para mí, todo lo que escribe Greene sobre el amor y otros demonios no tiene por qué ocurrir solo si es un affair ilegal: habla de la pasión en sus primeros estadios (la emoción de esperar una carta -oh, aquella época, cartas físicas… sí, i’m that old-: cuando llegaba el correo y Bendrix tenía ante sí el grupo de sobres, no buscar el de Sarah sino "retrasar la decepción, mantener la esperanza cuanto más fuera posible. O, si no había nada, la vida se marchitaba de nuevo hasta el correo de las 4, y si ahí tampoco, uno tenía que sobrellevar la noche"'') o más bien cuando se ha roto con esa persona y estás en esa fase en que la mente te dice NO pero el cuerpo te dice lo contrario (superego vs. id, pasa Sigmund): "I felt the elation I used to feel", "I thought to myself: I remember, this is what hope looks like". En la novela, la urgencia de ese sentimiento hace palidecer a la propia contienda que se convierte en cómplice del affaire: “véamonos antes de que suene la sirena”. Hay una escena en la que están en la cama, y al oír caer la bomba, Bendrix piensa "la muerte no importaba en esos momentos, a veces en esos días la anhelaba".

Reloj a la entrada del metro
Al personaje de Sarah solo accedemos vía este narrador-del-que-no-se-puede-confiar (unreliable narrator) que es Bendrix-Greene. A mí me parece un personaje más positivo que el narrador, pese a que él la describe como una semi-psicópata “alguien sin remordimientos ni dudas, para la que solo el momento importaba”. Bendrix no soporta la realidad y querría vivir en la mentira (á la Johnny Guitar: "Miénteme, dime que me quieres"), y se enfada porque ella no entre en ese juego pero a la vez, se siente desarmado muchas veces con su sinceridad y su manera de expresar tan simple que quiere estar con él: "no cojamos el metro, que no quiero llegar pronto".

Pero no era suficiente. Bendrix entra en un tormento constante por la duda y por el amor, que pasa al odio que pasa al amor, y duda, y repetir. El pobre no sabe bien qué hay porque “la indiferencia y el orgullo tiene una apariencia muy similar”. Nunca se tiene la impresión de que Bendrix disfruta de la relación -aparte de los chutes, cuando está arriba- siempre es un vivir en la desconfianza, que se desvanece cuando Sarah pasa por la puerta y vuelve a confiar de nuevo-durante el rato que están juntos. Luego, la tortura comienza a nuevo. El problema para Bendrix y gente como él es que tienen affairs con malotas cuando querrían una gordita: una chica blanda y amable que sabes no te la va a meter doblada. La vida es mucho más tranquila: pero por definición -en general, puede haber excepciones-, son los malotes del mundo los que tienen affaires.

La iglesia que no sale en la peli
En un punto -esta parte es bastante increíble- él lee un diario de Sarah en el que ella ha escrito "Nunca he querido a nadie o nada como te quiero a ti" y el pobre la acaba odiando (ya se sabe, lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia, y se salta fácil de uno al otro), y aquí Greene lo describe muy bien: "El odio es como amor físico: tiene sus crisis y sus periodos de calma (...) este momento había sido el orgasmo de mi odio, y ya estaba en calma". "Por supuesto hay un fin del odio, igual que hay un fin del amor". Pero para algunos los celos que no acaban ni con la muerte [reflexión interesante sobre la muerte: “al morir un ser querido se lleva una parte de nosotros, es la primera fase de nuestra propia muerte. Por ejemplo, ya no puedes decirle a nadie, te acuerdas de cuando estuvimos ahí y esto pasó? Ahora esa esquina está ahí solo para ti”].


Vértigo

Pero al final, es más infelicidad, es tristeza porque en el fondo “ella no había cometido otro delito que amar”. Según Greene, digo Bendrix, "la infelicidad es mucho más fácil de transmitir que la alegría. En la tristeza, tomamos conciencia de nuestra propia existencia, aunque sea egoísmo: este dolor es mío, individual. Pero la felicidad nos aniquila: perdemos nuestra identidad".

Pero no todo es negativo: "mientras uno sufre, uno vive"-e imposible no recordar al gran Salinas “no te vayas dolor, última forma de amar” [que te regalen este poema tras dejarlo con alguien te lleva casi a replantearte que has cometido un error]. Pero el problema con Greene-y al divagante sagaz no se le habrá escapado en estos dos últimos párrafos es que aquí ya se puede leer entre líneas el gran tema que me ha ha sobrado, que se me ha hecho pesado, y que me ha cabreado sobremanera de la novela: la religión.

Las reflexiones que pueden ser interesantes sobre todo el principio, van cambiando a iluminaciones y se tornan para mí aburridas pajas mentales de gente que está en autovías paralelas a la mía y con la que jamás habrá intersección: los religiosos. El tema de Dios, que durante la primera parte de la novela sale de vez en cuando y puedes intentar ignorarlo, se hace insistente, como un mal tinnitus, en la segunda, y pasa a ser el Gran Tema. Que como a mí no me interesa en absoluto, me acaba por irritar. 

Por eso termino la novela confusa y por eso me ha costado tanto escribir esto. Como esos personajes no-cooperativos que describe Greene, este divague ha sido precisamente eso: se ha resistido a ser escrito, obstinadamente no ha querido venir a la vida.  Pero he ganado yo: "Publish".

13 comentarios:

  1. Muy bien el reportaje fotográfico.No leeré este libro, de Greene leí en su día algo pero no recuerdo nada. Qué desastre... ¿no fue memorable y por eso lo he olvidado o estoy perdiendo la memoria?

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    1. Admitámoslo, lo de las fotos es un poco lo q se dice "be carried away", pero creo q los de Vintage Classics tenían q ofrecerme un proyecto para una siguiente versión ilustrada. Aún hay más puntos q me dejé...

      Lo de la memoria, por eso escribimos estas cosas... Yo solo lo he hecho una vez en la vida, lo de comprar un libro q ya tenía (leído uy subrayado)... era "Las manos sucias" de JP Sartre... nunca se me olvidará... :)

      kisses

      di

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  2. El Heráclito y el Parménides cabalgan juntos de nuevo (o navegan)... así que sin rematar hoy la lectura ya participo...

    Tener un affaire es como reposar en la ribera de un río, en ese momento resulta edénico (o como uno tenga a bien "nominarlo"), pero al cabo de la semana (o del mes), uno puede estar cansado de ese paraje"fantástico" y necesita levantar la tienda/vivac para seguir el curso del río... por que ya el Heráclito lo dice : nada es igual con el paso del tiempo... pero también el Parménides nos aclara que eso que tanto permanece puede acabar siendo rutinario... y entonces necesitamos mudar de sitio... para renovar sensaciones...

    Y por eso "la combinación" equilibrada de uno y otro filósofo requiere una persona/río especial... sin aguas excesivamente tumultuosas, ni misterios tan profundos que te pueden ahogar... queramos o no, el amor por otra persona nunca puede colmar el vaso de vino, ya que entonces es muy fácil que se pierda buena parte de su contenido, una vez que se repite su incontrolada ingesta... pienso que de ahí que se prefiera a veces un buen vino "con clase" que el licor más apreciado en noches de orgía, pero que luego dejan una gran resaca... y te quedas más solo (homo sapiens) que la una... en un recodo del río que ya nunca recuperará el insospechado placer... ¡así que cada uno escoja donde/como montar su tienda!

    En fin, seguiremos... y bicos affaireños!

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    1. Hola MV, interesante tu visión del concepto affaire, primero por lo temporal (una semana!! eso es una fiestuki q se alarga!!) y segundo pq partes de q enseguida se "levanta el campamento". Greene precisamente plantea la dificultad de terminarlo.

      Y no sé si sigo tu metáfora del vino-c0n-clase vs. licor-apreciado. CReo q no...

      Bicos

      di

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    2. Lo de ilustrar un texto me parece fundamental, siempre recordaré mi acercamiento a Verne y a Melville leyendo las imágenes que acompañaban a la versión textual que hacia Bruguera... algo edénico! En muchos blogs se les echa de menos (aunque no son imprescindibles(?))...

      Lo del vino con clase se refiere a la pareja que no tiene alta graduación (en malotismo), pero resulta con el tiempo una bebida mucho más "espiritosa" que el licor con mayor graduación que te puedas echar al coleto... ahora mismo me viene a las mientes un ejemplar de la costa proustiana, por poner un ejemplo (aparte de que su prosa tenga graduación de auténtico infierno!)... en términos cinematográficos, y a bote pronto, me vienen la Bergman y la Monroe, o, para poner una versión mucho más atractiva, la comparamos con la Liv Ullmann (o cualquiera de "sus" fetiches femia), por ejemplo... es más, y diría que casi prefiero despedirme en Casablanca de la Ingrid, que quedarme en el cabaret con cualquiera de las otras... en fin, no pretendo ser entendido... solo que siempre me gustó que nos quedara algún Paris que otro...

      Y ya me liaste, pero iba a comentar la parrafada en english (santo tío Google!) sobre el personaje que se resiste... porque, curiosamente, se da la misma circunstancia : dame el personaje malote, para convivir literariamente, pero prefiero el personaje más adaptable para una convivencia prolongada... y no digo "sin resistencia", porque sigo siendo muy benedettiano, pero no me interesa que "su" ira contra el mundo, la vomite constantemente en el suelo de nuestra cocina.. y menos en la cama o lugar usado para el manteo amoroso... las resacas quedan muy bien en las pelis, pueden engrandecer la escena (estoy pensando en la Woolf-Elizabeth.. y joder, cuando vi esa peli no sabía del cuarto propio...), pero en mi vida global, prefiero , como digo, el vino que deja una aroma y sabor casi permanente, incluso después de habernos separado... que no hay nada eterno!

      A todo esto diré que no me gusta demasiado el alcohol... puede que eso ayude en mi visión de la convivencia afectiva... cada uno/a/e...

      Un bico parisino...

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    3. A mí me contaban q en la época de mis padres, a los libros con ilustraciones los llamaban "con santos" (al llegara BUP nos quejábamos de q los libros ya no los tenían). Yo pienso q es mejor sin imágenes, así te lo imaginas, pero como diría Groutxo, "con usted, Mr Greene, haré una excepción" :)

      bicoss

      di

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  3. A mí me encanta eso de leer un libro en el preciso lugar en que transcurre su acción, hace que todo sea mucho más vívido (creo que hace mil años escribí incluso un post sobre eso). Voto por esa edición ilustrada con tu reportaje fotográfico. Sobre Greene y la religión, coincido, cuando le da por ese tema (bastante a menudo en sus novelas "serias"), es un peñazo. Como ya te dije, mis preferidas son las novelas y relatos humorísticos de Greene. Por ejemplo, "May we borrow your husband?". Ironía inglesa de la fina con su pizca de tragedia, como tiene que ser el humor. Y ahí sí que no interviene la religión. Mi impresión es que los conversos, como Greene, son los peores.

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    1. No debiera de meterme donde no me llaman, pero la jubilación tiene ciertas prebendas... y es que lo de los conversos me estaba pinchando en exceso... por ejemplo, San Pablo, auténtico neoplatónico, que borró lo mejor del cristianismo y dejó esta miserable versión para mediocres homo sapiens, con ganas de ganarse el cielo jodiendo al personal no creyente (y también creyente diferente, por supuesto)...

      En fin, que no os enrollo, pero si observais de cerca al anticomunista, que antes fue ferviente comunista (un Losantos cualquiera) son de lo más paulino que se puede uno/a/e echar a la cara... pero también tiene que ver con las mate y no quiero que me empeceis a odiar antes de un tiempo prudencial...

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    2. ELENA, tú además tienes un festival a la puerta de casa... Marsé, Mendoza, Laforet... El otro día pensaba en releerme "La verdad sobre el caso Savolta": no me acuerdo de nada salvo de Pajarito Pérez (?) y lo bien q me lo pasé...

      DEjaré pasar un poco antes de meterme con el Greene irónico, pero no digo q no. La verdad es q este me gustó mucho al principio. PObre hombre q se le cayeran las escamas de los ojos (o se cayera del caballo, no sé cómo va) y afectara así a su obra... el chico prometíá...:)

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  4. Y graciñas por llevarme al Vieco..

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    1. Por cierto, que el Vieco me llevó al Confidencial (territorio inexplorado) y allí me llevé un susto... neofranquismo puro y duro, en los comentarios a un artículo de la Santa Susan Sontag... en fin, esto me suena algo a faena de tu faceta de sirena antiodiseica...

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    2. Denadinias (No tengo enie hoy)... yo no tengo tiempo de leer todo pero me alegro q alguien no se ate al mástil y nos alerte!

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  5. Pues si te llega a gustar mucho, nos haces un divague tan largo como el libro.

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