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01 septiembre 2016

"Entrevistas breves con hombres repulsivos" (Brief interviews with hideous men") de David Foster Wallace: IMPRESIONANTE


Este verano comenzó con este libro de relatos que me acompañaba desde el final de la primavera. Divagué sobre uno de sus primeros, "The depressed person" allá por Mayo, cuando no hacía la calor (oh, pero la que hace ahora, en Londinium, cómo me esta encantando este mes de Agosto soleado y sudoroso), y creo que quedó claro mi admiración, mi éxtasis, mi boca abierta ante el poderío de Wallace. Está simplemente a otro nivel que los demás: curioso que es una frase que me repito cuando le leo, y cual es mi sorpresa cuando veo que es la que han usado para la cubierta de su otro libro de relatos "Oblivion", dicho por esta escritora a la que también admiro tanto, Zadie Smith: "A visionary, a craftsman, a comedian... He's so modern he's in a different time-space continuum from the rest of us. Goddamn him". ha! Ahora se lo que estáis pensando: Di es Zadie Smith encubierta. Mmm.

La mayor parte de los relatos me han gustado mucho. Hay un par -o quizás tres-, que no sabía por donde cogerlos (me encantaría culpar la enfermedad mental de Wallace, o sus múltiples adicciones, y pensar que justo en esos relatos se le iba la olla, pero lo más probable es que sea yo-aunque, nota: he hablado con un par que lo ha leído y han reportado experiencias similares). Y luego hay en concreto cuatro, o cinco, tal vez seis, que son pura alegría.

De "La persona depresiva" ya hablé no en uno, sino en dos divagues. Un relato tan trágico y a la vez tan divertido... aj, cómo me gustaría saber hacer eso.

Tengo que hablar de "Adult world", un relato escrito en dos partes. O son dos relatos. No sé. El primero comienza con "Parte I (sí, Wallace juega contigo): El siempre-cambiante estado del yen". Una coña: el perfecto marido en esta joven pareja de recién casados está muy ocupado, y se ve obligado a levantarse en medio de la noche a chequear el estado del yen, a veces incluso saliendo de casa. Porque el yen flutúa, cariño, y hay que estar al tanto. En el primer relato (o primera parte, o las dos primeras partes dentro de la primera parte-o relato), Wallace nos lleva por hechos, pura narración (que omitiré, aquí solo hay spoilers cuando no puedo evitarlo y lo aviso), incluyendo-tal vez lo más interesante, la psicología de la joven esposa, inocente, confiada, insegura. Una mujer que duda de sí misma antes que del marido 10 que tiene. Y su inseguridad es tan brutal que a ratos te lleva a pensar si tal vez está todo en su cabeza: que ella se quiere tan poco que igual ese es el problema que se plantea. La tímida esposa comienza reprochándose temas sexuales: igual ella no lo hace bien. Igual es demasiado bruta, o por qué ella solo le deja comérsela un poquito, y luego la quita. Pero un día tiene una epifanía, "what changed everything and saved everything is that she had an epiphany", un "darse cuenta, generalmente repentino, que cataliza la maduración personal". Lo que precipita su epifanía es "su abandono de la meditación en favor de acción, concreta y frenética". Y hasta aquí puedo leer pero es que además, hay momentos formales tan chulos: como cuando sus limpiaparabrisas van acompasados con el latido de su corazón ("Her wipers' beat matches that of her heart"). Pero ahí no acaba todo. Entonces llega Adult World (II), (la segunda parte o segundo relato), donde Wallace se supera. Se trata aquí de terminar la historia con una nueva técnica: Wallace nos da el plan que el autor se debe hacer antes de escribir el relato, con todas las capas de complejidad psicológica de los personajes, el borrador de lo que piensan, lo que el lector va a pensar con cada una de sus frases, el boceto de las palabras que ha de insertar para dar un matiz distinto a cada frase... está Wallace jugando con nosotros? Es así como escribe, como se plantea cada uno de los relatos? Yo no doy crédito a lo que ha hecho aquí, y m,ientras me estoy pellizcando, la última frase, con la que cierra. En serio? Yo escribo en lápiz "Brutal".

Nota: En estos dos últimos tal vez pueda haber spoilers
En "En su lecho de muerte, sosteniendo tu mano, el padre del aclamado nuevo joven dramaturgo de Broadway suplica una bendición" (sí, este es el título del relato) leemos los pensamientos de un hombre moribundo sobre su hijo-como el título indica, una joven promesa de la escritura teatral. Que Wallace juega con el lector-de nuevo, me recuerda a Cortázar-, y al final dudas seriamente de si todo lo que pasa por la cabeza de este hombre es real o el resultado del delirium o estado confusional que a veces precede a la muerte es lo de menos. No importa porque ya nos ha puesto el tema sobre la mesa, y el tema es tabú. "Por qué nadie te lo dice? Por qué todo el mundo lo toma como una bendición? Parece haber una conspiración para tenerte en la oscuridad. (...) Por qué nadie te dice la verdad? Que tu vida va a ser perdida? Que se espera que lo dejes todo no solo para no recibir las gracias, sino para ni siquiera esperarlas? (...) Que no tendrás más vida que sea tuya?". Exactamente: habla de la paternidad. El personaje odia a su hijo, le repugna, desde el momento en el que nace. Un niño difícil, enfermizo, que no duerme ni deja descansar, que tiene problemas dermatológicos y repugna. Un pequeño tirano, un glotón de la energía y la paciencia y el amor. Y lo peor: ella no lo ve. Ella sigue inclinada, abnegada, servil: ella, a la que él quiere con locura, se ha transformado en otra persona. En una madre. Que pierde su sentido el humor, su viveza, lo que la hacía ella. Ese dilema. Y mientras tanto, el relato está sazonado con las pausas en las que entra el técnico que le cambia al padre el estoma, o le succiona el catéter del edema... Wallace no te da ninguna tregua. 

Cuatro de los relatos se titulan como el libro: "Breves entrevistas con hombres repulsivos", y son precisamente eso: entrevistas en las que no lees la pregunta (indicada por una Q.), sino las respuestas. Y todos los tipos son verdaderamente repugnantes, por una razón u otra, en general por su machismo y su manera de relacionarse con las mujeres. El último es particularmente brillante, porque aunque tenemos a un hombre repulsivo de libro de texto (un tipo con un pick-up que lo para en la cuneta para coger a una autoestopista con atuendo hippie con el plan de de llevársela al medio del bosque para violarla, torturarla y descuartizarla), en realidad luego tenemos al entrevistado, el conocido de la chica, el que contesta a las preguntas que nunca leemos o Q., ese tipo es un chico de orden, que no tortura ni mata, pero que no pestañea a la hora de mentir para tirarse a esa chica iluminada una noche, dándole un teléfono falso para nunca saber más de ella. Nice. Pero como todo Wallace, el relato es mucho más complejo que eso: te lleva por todas las vetas sicológicas de los protagonistas, incluída la aproximación New Age de la chica, -que está como unas castañuelas-, las inseguridades de los hombres, su sicopatía, y hace algo que sorprende y te descoloca. Y esta pregunta va para el que me esté leyendo ahora: cuando he hablado del tipo americano con su pickup que coge a la chica, qué imagen has conjurado en tu cabeza? Piensa. Porque la mía fue un tipo blanco, de mediana edad, gorra de baseball, camisa de cuadros, barriga. El serial killer que tenemos en el imaginario colectivo. Pues bien, cuando ya estás en tu zona de confort (dentro del malestar que supone pensar en una tortura y asesinato, descrito con mucha elocuencia), entonces Wallace lanza la bomba: el tipo es un mulato. Me resultó tan difícil, el esfuerzo mental que tuve que hacer el resto del relato para imaginar a un mulato (una palabra, por cierto, pasada de moda que apenas se usa en inglés) fue enorme. Wallace, cabrón y genio. 

Si me pusiera a incluir frases o párrafos, el divague sería monstruoso, como los hombres que le dan título, así que me quedo con una cita en la que el hombre repulsivo que simplemente quiere mentir y dar esquinazo a la persona que tiene delante describe el orgasmo femenino: ese lugar donde al final eres un intruso, cuando ella cierra los ojos y todo lo que importa es aquello que llamaron los griegos tan bonito: hedonismo. 

Como Wallace.

"how, say, at the height of lovemaking, the very height, when she’s starting to come, when she’s truly responding to you and you can see it in her face that she’s starting to come, her eyes widening in that way that is both surprise and recognition, which not a woman alive can fake or feign if you really look hard at her eyes, you know what I’m talking about, that apical moment of maximum human sexual connection when you feel closest to her, with her, so much closer and finer than your own coming, which always feels more like losing your grip on the person who’s grabbed you to keep you from falling, a neural sneeze that’s not even in the same ballpark’s area code as her coming, and—and I know what you will make of this but I’ll tell you anyhow—but how even this moment of maximum connection and joint triumph and joy at making them start to come has this void of piercing sadness to it of their eyes as they widen to their very widest point and then as they come begin to close, the eyes do, and you feel that familiar blade of sadness inside your exultation as they arch and pulse and their eyes close and you can feel that they’ve closed their eyes to shut you out, you’ve become an intruder, their union is now with the feeling itself, that behind those lids the eyes are rolled around and staring inward, into some void where you who brought them there can’t follow".

6 comentarios:

  1. Primero contesto la pregunta, la imagen fue la misma que la tuya, un hombre blanco, el cual, a pesar de Wallace, siguió siendo blanco y no mulato mientras seguía leyendo. No se si Wallace está un escalón más arriba, si me parece que sabe comunicar muy bien, fluidamente, su estado interior, su visión de lo que pasa, sea que pase lo que pase. Seguramente hay mucho de lo que "cuenta" que le es muy propio y de ahí que resulte, al menos para mí, muy espontaneo, sin filtros y por eso el profundo efecto al leerlo. Es soporífero por momentos, como buen obsesivo, y sus idas de cabeza...quién no? solo que él las cuenta. Los hombres no quedan muy bien parados en general, la sociedad, los padres, la educación,etc...Seguro que no le resultó un mundo acogedor a Foster Wallace.

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  2. Ciertamente es un mago. Un genio.

    Y....espera a leer los relatos de "Extinción". En mi opinión: los mejores.

    También me dejó vuelta al aire "En cuerpo y en lo otro" hace un par de años. Ahora han editado a parte la primera pieza de ese conjunto. Si has estado en Wimblendon un día de tenis y lees ese relato. ...no se puede escribir mejor.

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  4. DFW es los tres libros de relatos (La niña del pelo raro, Extinción y Entrevistas...) y luego La Broma Infinita.

    Todo lo demás, aunque lleve su firma, queda fuera, por una u otras razones, de su marca de agua.

    En LBI usa en algunos capítulos esos diálogos sin conocer la pregunta o la respuesta, así como sistemas mixtos en los que eso sucede en una parte de la conversación. Fue aprendiendo mucho de sí mismo y por eso, desde que empezó en serio, experimentó y re-experimentó, consiguiendo lo mejor.

    Este agosto pretendí una "relectura" de LBI, sin dedicarme a otra cosa, bien centrado y concentrado... ¡y no he llegado a la página 500! Eso sí, usando un lápiz para subrayar (muy poco, lo mínimo imprescindible que me sirviera como referencia) y 4 rotus de punta fina de colores diferentes, he escrito páginas y páginas de comentarios (y de preguntas que me hacía).

    Si hay un esfuerzo que merece la pena, es el de leer los dos libros de relatos anteriores para llegar a éste que divagas. (Y luego, si hay fuerzas, pasar a la novela). Todo lo que DFW aprendió, y toda la Bondad Infinita hacia los demás, lo puso a nuestra disposición en estos 4 libros.

    Un Admirador Entregado

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  5. He dejado de leer el post cuando han empezado las alarmas de spoilers porque quiero leer este libro. Y eso es mérito de la primera mitad del post.
    Le diré al librero que te dé un porcentaje.

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