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20 abril 2025

"El llano en llamas" y las fotos de Rulfo: México en vena


Autorretrato en el Popocatépetl (circa 1940)
Un amigo del pasado decía que para empezar con Cortázar, había que hacerlo por los cuentos. Para cuando le conocí, yo me había lanzado ya a "Rayuela" sin el "entrenamiento de los relatos" y todo fue bien. Sin embargo, como expliqué ayer, antes de lanzarme a "Pedro Páramo", me "entrené" con su libro de relatos "El llano en llamas". Estos 17 relatos (más dos textos) me prepararon para la novela porque me dejaro clarísimo que merecía la pena persistir, aunque me encontrara a veces enmedio del desierto, con sus peyotes y agaves decorativos. 

Como este divague es complementario del de ayer -"Pedro Páramo"-quiero hablar aquí un poco sobre Juan Rulfo, cosa que no hice ayer. Nació en un punto aún disputado de Jalisco, pero se sabe que creció en Guadalajara con su abuela porque quedó huérfano pronto: su padre murió en la guerra cristera y su madre poco después por enfermedad. Su familia extensa era de terratenientes cuyas tierras fueron tomadas durante la Revolución. Luego estuvo en internados, y para esa clase de historia se puede leer la wikipedia. A mí lo que me interesan son detalles como cuándo le preguntaron por qué había dejado de escribir que dijo: "Se murió mi tío Celerino, que es el que me contaba historias". Esta respuesta es fantástica porque realmente cuando lees "El llano en llamas" te transporta a una época y un lugar, el del tío Celerino, totalmente creíble: es el de los westerns que hemos visto en La 2 desde peques: el forajido que entra en el salón y escupe, antes de preguntar dónde está Jack, El Forastero

Rulfo tenía también mucho interés por la fotografía y sus fotos son espectaculares: voy a insertarlas en el divague y también en el de ayer. Representan exactamente el ambiente de la novela y de estos relatos. Va a ser mi manera de acercarme a México (lindo y querido) desde acá lejos. 



Otra curiosidad que me encanta: Rulfo buscaba los nombres de sus personajes en las lápidas de los cementerios de Jalisco.  Es que no podía ser de otra manera, siendo el país México. Pero además esto me lleva a otra novela adorada: Stoker tomó el nombre de la primera víctima de Drácula de una lápida del cementerio de Whitby, un tal Mr William Swales, fallecido en 1751. Yo creo que no la encontré cuando estuve, aunque la tumba más antigua que encontramos era incluso anterior, de 1743, pero en internet está todo:

Tumba de Swales en Whitby

Whitby en Yorskshire y Jalisco: dos mundos. Escribo esto en el "Domingo de Resurrección", en Whitby los turistas estarán luchando con la sgaviotas para que no se coman sus chips ni sus helados y en Jalisco las iglesias estarán llenas de gente arreglada cantando y felicitándose porque, mira tú, un anio más, hay un muerto que está muy vivo. Claro que también lo estaban los de Rulfo que, resucitar no lo harían pero seguían vagando por los páramos, llenándolos de murmullos. 
"Aho­ra que sa­bía bien a bien que lo iban a ma­tar, le ha­bían en­tra­do unas ga­nas tan gran­des de vi­vir co­mo só­lo las pue­de sen­tir un re­cién re­su­ci­ta­do".
Y termino con algunas citas de los relatos (leer en forma de, por supuesto, murmullos), imbricadas entre más fotos de este autor que pasa ya a mi podio personal de referencia. Larga vida a Juan Rulfo. 

~~~


"Después de tantas horas de caminar sin encontrar ni una sombra de árbol, ni una semilla de árbol, ni una raíz de nada, se oye el ladrar de los perros".

"Traté de verle la cara para saber de qué tamaño era su coraje".

"Oí que me decía"



"Que dizque que yo lo maté. Bien pudo ser. Pero también pudo ser que él haya muerto de coraje".

"... parecía estar endurecida y traer el corazón apretado para no sentirlo bullir dentro de ella"

"...llorar con lágrimas que hacían surco entre el sudor de su cara"



"... nos íbamos cada quien por su lado para repartirnos la muerte".

"De ese modo se nos fue acabando la tierra. Casi no nos quedaba ya ni el pedazo que pudiéramos necesitar para que nos enterraran".



"El anduvo solo, únicamente maniatado por el miedo".

"... no se oye sino el silencio que hay en todas las soledades".



"Quizá entonces se volvió malo, o quizá ya era de nacimiento".

"La sombra larga y negra de los hombres siguió moviéndose de arriba abajo, trepándose a las piedras, disminuyendo y creciendo según avanzaba por la orilla del arroyo. Era una sola sombra, tambaleante. La luna venía saliendo de la tierra, como una llamarada redonda".



"Trabajando se come y comiendo se vive". 

"Cuando te aletié la vejez aprenderás a vivir, sabrás que los hijos se te van, que no te agradecen nada; que se comen hasta tu recuerdo".

"... porque el miedo es la cosa que más miedo le tiene a la soledad".

"Me haré a la idea de que te soñé (...) pero me gustas más cuando te sueño".

"Y la so­le­dad aque­lla nos em­pu­ja­ba uno al otro".

19 abril 2025

"Pedro Páramo" de Juan Rulfo: Bitácora de una lectura que empezó sin brújula

Mi mejor libro del año pasado fue el de una mexicana, Elena Garro, y mi mejor libro de este año, y estamos en abril, será el de un mexicano, Juan Rulfo, estoy segura. Ambos son de esos libros que cuando los terminas decides que tienes que ir físicamente a intentar seguir los pasos de los autores, escuchar el acento con el que hablan los personajes, mirar de lejos las llanuras polvorientas, escuchar música en directo en los bares (esto último es uno de mis recuerdos de las noches en ese país, tapada con una "cobija"). Volver a México, aunque este verano no va a ser. 


Mi historia con "Pedro Páramo" viene de lejos: empecé a leer esta novela de 103 páginas cuando fuere -no anoté fechas- y lo dejé en la página 31. No recordaba por qué, ni le veía sentido que hubiera "aguantado" 31 páginas para luego dejarlo: cuando una voz no es para ti, se descubre mucho antes. Así que intentar leerlo tenía un poco de duelo con la memoria: me habías hecho esta jugada, pero de nada te iba a servir. 


Como primera estrategia, hice trampa: básicamente seguí los pasos de Rulfo y comencé con su libro de relatos "El llano en llamas", porque esa serie de 17 relatos -publicada en 1953- fue la manera del autor de acercarse a Páramo. Parece que Rulfo comenzó a pensar en "Pedro Páramo" allá por 1947, pero no la publicó hasta 1955. Su única otra novela es "El gallo de oro", publicada décadas después en 1980. Cuando se piensa en lo poco que publicó hay que considerar su precisión, esto no se escribe en unas tardes. 

Así que comencé con los relatos y ya desde el primero entendí que estaba ante una prosa de otro nivel. Voy a hacer otro divague breve de "El llano en llamas" como una escisión de este, porque aunque le podría dedicar aquí un párrafo, no me quiero desviar -y lo escribe alguien desde "divagando al cuadrado".



Por tanto cuando comienzo "Pedro Páramo" -qué maravilla de sonoridad de nombre, para empezar-, ya estoy sobre aviso de que esto va a ser poesía en prosa sobre un grupo de gente que más en mis antípodas no podrían estar -nos separan casi un siglo y un océano- pero cuyas historias, en lo rural y polvoriento y remoto y lento y brutal de México, deberían acabar tocándome profundamente. Pero lo que ocurre es que me cuesta muchísimo entender precisamente esas historias que espero universales, y me siento enmedio de una tela de araña o un laberinto sin hilo de Ariadna, por poner un par de metáforas facilonas, trilladas, después de haber leído las de Rulfo. Un ejemplo, hablando de telas de araña:
"un llanto suave, delgado, que quizás por delgado pudo traspasar la maraña del sueño, llegando hasta el lugar donde anidan los sobresaltos".
Vuelvo a su principio: "Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo". Colecciono comienzos de libros que me encantan, y este es ya uno de ellos. Digo colecciono, pero esto es solo en mi cabeza: para que exista, para que sea verdad, debería escribirlo. Y publicarlo. Y conseguir que los divagantes me enviaran los suyos. Qué proyecto tan chulo, en mitad de esta Semana Tonta de recogimiento lector. Atención a este otro comienzo: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo"... suena?..claro, es "Cien años de soledad" publicada en 1967. Ahora, lean esto: "El padre Rentería se acordaría muchos años después de la noche en que la dureza de su cama lo tuvo despierto y después lo obligó a salir", del fragmento 41 de "Pedro Páramo". Podría ser coincidencia si no fuera porque García Márquez explicó que la novela de Rulfo le causó una impresión tan fuerte como la lectura de "La metamorfosis" y que se la sabía de memoria-y es literal. También decía que, pese al puñado de páginas que había escrito Rulfo, ya había pasado a los ochomiles de la literatura (gracias Nán). 

El fragmento 41: uno de los 70 de la novela, que no tiene capítulos sino simplemente un doble espacio donde termina un fragmento, y luego empieza otro. Con distintas voces, con tiempos distintos, en desorden. Ahí aún no lo sabía, solo que entendía muy poco de la narrativa pero a la vez que era tan bonito que tenía que seguir, solo para empaparme de la forma, completamente sin brújula. Y ahora creo que se puede leer todo así, pero me pudo la curiosidad: tal vez cuando intenté este libro la vez anterior no existía internet, pero pasados unos cuantos fragmentos ahora entré a ver si esto que me pasaba era normal. Enseguida encontré la respuesta: el mismo Rulfo decía que no se entendía la novela hasta la tercera lectura. Y encontré un podcast que en cuatro capítulos de una hora leían tramos -casi todos me sonaban- y luego explicaban un poco el significado y esa trama que a mí no me importaba, pero que definitivamente ayudó. 



La novela como digo, está dividida en 70 fragmentos y hay tres líneas narrativas: la narración en primera persona de Juan Preciado (uno de los múltiples hijos de Páramo, con el que empieza la narración, aquí cronológica), la narración de algunos personajes que dialogan o cuentan breves episodios que complementan la historia y la vida de Pedro Páramo, narrada en tercera persona y no cronológicamente. Si no parece muy complicado, se añada que en cada fragmento puede estar insertado trozos de cada uno de los tres monólogos que recorren la novela: el de Dolores Preciado (la madre de Juan que le ha mandado a Comala tras su muerte), el del propio Páramo y el de Susana San Juan, la única mujer a la que amó Páramo. En el podcast te dicen por número en cuales de los fragmentos ocurren estos trozos (y de hecho en uno de los episodios los leen del tirón) y los voy a apuntar aquí en plan labor social, porque seguro que quien no lo haya leído se va a animar:
  • Dolores Preciado [2, 3, 9, 30, 37]
  • Pedro Páramo [6, 7, 8, 10, 45, 61, 68, 70]
  • Susana San Juan [42, 53, 57, 64]

El monólogo de Páramo es muy bonito, y me hacía pensar que esta es en realidad una novela de amor, aunque no lo sea. Páramo es un cacique siniestro que usa el terror para controlar y no duda en hacer matar al padre de su enamorada para tenerla más cerca. Sin embargo...
"Tus labios estaban mojados como si los hubiera besado el rocío"

"El día que te fuiste entendí que no te volvería a ver. Ibas teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo".

“Qué haré ahora con mis labios sin su boca para llenarlos? ¿Qué haré de mis adoloridos labios?”

“Dice que ella escondía sus pies entre las piernas de él. Sus pies helados como piedras frías y que allí se calentaban como en un horno donde se dora el pan. Dice que él le mordía los pies diciéndole que eran como pan dorado en el horno.”
"Esperé treinta años a que regresaras Susana. Esperé a tenerlo todo. No solamente algo, sino todo lo que se pudiera conseguir de modo que no nos quedara ningún deseo, solo el tuyo, el deseo de ti". 
«Hace mucho tiempo que te fuiste, Susana. La luz era igual entonces que ahora, no tan bermeja; pero era la misma pobre luz sin lumbre, envuelta en el paño blanco de la neblina que hay ahora. Era el mismo momento. Yo aquí, junto a la puerta mirando el amanecer y mirando cuando te ibas, siguiendo el camino del cielo; por donde el cielo comenzaba a abrirse en luces, alejándote, cada vez más desteñida entre las sombras de la tierra.

»Fue la última vez que te vi. Pasaste rozando con tu cuerpo las ramas del paraíso que está en la vereda y te llevaste con tu aire sus últimas hojas. Luego desapareciste. Te dije: "¡Regresa Susana!"»



Susana, que había sido el amor de infancia de Páramo pero luego se había ido, enviudado, y que luego llegó para ser la segunda oportunidad para Páramo, cuando reparació vieja, enferma y enloquecida. Pero el amor, a él, le sigue quemando... Amor constante, más allá de la muerte, porque luego -y esto lo he aprendido tras terminar la novela, alucinen-, parece que hay un intermedio hacia la mitad, cuando Juan Preciado muere- que "sirve de explicación de la primera parte y de  transición hacia la segunda" en el que nos enteramos de que lo que habíamos leído hasta ese momento era conversaciones entre muertos.



Todos -menos los hermanos incestuosos, que están vivos- son almas en pena que vagan por Comala, almas que pagan sus culpas y hablan entre sí [un potencial título fue "Los murmullos"] y que están condenados a hacerlo por toda la eternidad. “Porque tenía miedo de las noches que llenaban de fantasmas la oscuridad. De encerrarse con sus fantasmas. De eso tenía miedo.” De miedo murió Juan Preciado, aunque nos la describa así Rulfo:
“No había aire. Tuve que sorber el mismo aire que salía de mi boca, deteniéndolo con las manos antes de que se fuera. Lo sentía ir y venir, cada vez menos; hasta que se hizo tan delgado que se filtró entre mis dedos para siempre”
Y así la del propio Páramo:
“Después de unos cuantos pasos cayó, suplicando por dentro; pero sin decir una sola palabra. Dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras.”
Es muy bestia, y es que todo el libro está lleno de imágenes así. Ya leyendo los cuentos tenía muy claro que el gran tema de Rulfo es La Muerte, y es imposible no pensar en el famoso Día de los Muertos, con toda su iconografía maravillosa, "Coco" o esos disfrazes de Halloween. Pero es que Comala, que un día fue un lugar feliz y efervescente, lleno de ese colorido de esa parte del mundo, se ha tornado un lugar gris y espectral. Está Rulfo comentando la Revolución mexicana, las guerras cristeras? Al final, tras la revolución agraria de 1910 y la nueva Constitución en 1917 que les dio derechos a los campesinos y separó a la Iglesia del Estado, se perpetuó el poder de los de siempre y sus intereses particulares (Páramo ofrece hombres y dinero para "apoyar" la Revolución-al final solo pone lo primero-, en realidad a sí mismo).


 Hay más temas: las mujeres (todas muy icónicas, la madre que le manda a "exigir lo suyo", la alcahueta Dorotea, la loca, el mito de "La llorona"), el viaje interior y exterior, el cielo, ese cielo negro y bajo mexicano que "se adueña de la noche" , ese cielo protector lleno de estrellas ["El cielo estaba lleno de estrellas, gordas, hinchadas de tanta noche"] -otro potencial título fue "Una estrella junto a la luna" . 

Un libro lleno de subrayados de frases redondas, perfectas, que no se podrían haber dicho mejor ni de otra manera, que me tendría que poner a copiar entero para hacerle justicia. No extraña que Gabo se lo aprendiera de memoria. Un libro áspero, oscuro, que huele a polvo y a tierra roja y que suena a Chavela Vargas...

Me quitarán de quererte, llorona
Pero de olvidarte nunca
Si ya te he dado la vida, llorona
¿Qué más quieres?
¿Quieres más?

01 diciembre 2024

"Los recuerdos del porvenir" de Elena Garro y vino especiado en el Foyles de Charing Cross Road

En Foyles
En un año en el que he leído varios libros que me han encantado, decir que
"Los recuerdo del porvenir" es mi mejor libro del año es decir mucho. No había leído nada y apenas me sonaba su autora, la mexicana Elena Garro, que lo escribió en 1953 - aunque fue publicado por primera vez en México en 1963. Creo que la primera vez que se publicó en España fue en 1994 y el pasado septiembre la reeditó Cátedra, que es siempre un festival de anotaciones y con introducción de Yannelys Aparicio y Ángel Esteban (111 páginas).  Este mismo año otra mexicana, Jazmina Barrera, ha publicado un libro sobre la autora titulado "La reina de espadas", que no he leído, pero sí que me he empapado de todo lo que ha caído en mi mano sobre Elena Garro. 

Sin embargo, cuando me he puesto frente al divague, me he dado cuenta de que no podía escribir sobre la autora y sobre el libro, porque recordemos qué paso con el divague de Charmian Clift, hace unos meses - al intentar hablar de su libro "Mermaid singing" y su vida tan llena de, precisamente, vida-, o con Shirley Jackson y "We have always lived in the castle", o incluso Patricia Highsmith y "The talented Mr Riley": en todos los casos la cosa se fue de mano y me salieron divagues tirando a tesinas -solo que sin supervisión. 

Así que hoy voy a hacer todo lo posible para no escribir sobre su biografía (ahora, en relectura, me doy cuenta que he fracasado, aunque hey, hay que valorar la intención), pero enlazo un podcast en el que hablan de su "azarosa" vida [nota: todo en este podcast llamado "Grandes infelices" es deprimente -por lo menos no engañan con el título-, no solo por su contenido, sino por la forma: atención a la música, el tono y las inflexiones de voz del narrador] y un documental "La cuarta casa". Tras verlo, confieso que me ha hipnotizado totalmente esa ancianita frágil que me acababa de dejar KO con la lectura de su novela, diciendo cosas como - con ese acento delicioso-, "si pudiera le daría un borrón a toda mi vida, ¿no has visto que solo hice tarugadas?". Me ha recordado a aquel otro documental literario sobre otra ancianita de manos expresivas, "El centro cederá", Joan Didion. Me ha enternececido muchísimo -mirad el tráiler abajo y me entenderéis- a la vez que me ha costado encajar a esa persona con todo lo que he leído sobre ella después, que me ha llevado a pensar que todas esas "tarugadas" a las que se refería eran tal vez la expresión de un trastorno de la personalidad límite (no me hagáis entrar en qué es eso, pero pobre: cuánto sufrimiento), que encima se casó con un piezas como el poeta y Nobel Octavio Paz, según todas mis lecturas un ser tirando a deleznable: machista, controlador, mentiroso, tirano -no será casual que un personaje de la novela diga: "No me gustan los poetas, no piensan sino en ellos mismos". Mi conclusión es que chocaron dos asteroides en llamas y de ahí salió lo peor de cada uno.

Hall de Foyles,
Charing Cross Road

Antes de comenzar con el libro, una nota aparte: las fotos de hoy son de una tarde esta semana en Foyles, una de las librerías fantásticas en las que me encanta perderme. Era una evening de música, "mulled wine" (vino especiado caliente), "mince pies" (unos pastelitos que, como el mulled wine, son aquí típicos de Navidad) y un montón de autores firmando libros esparcidos por rincones de sus cinco plantas. Me llevó a varias reflexiones: 1. con lo duro que es que te publiquen y luego puedes estar ahí sentado esperando tú sola (esos autoresm me daban pena, y después de un par de encontronazos intenté evitar contacto visual o hubiera acabado comprando el libro para animarles), 2. la fila que daba varias vueltas era para una chica joven que había escrito algo titulado "Todo lo que sé sobre las fiestas, citas, amigos, trabajos, vida, amor" (sin palabras) y 3. me topé de frente con Rick Astley, que debía ir al baño y está con el mismo tupé que en los 80 pero ya no pelirrojo. Se cierra el inciso, rebobinemos 70 años y volvamos a México. 


Esta es la autora por la que siento profunda envidia
no-sana, dada la gran fila de chicas que quieren
conocer todo lo que ella sabe del amor, fiestas y citas.

Como decía, Garro escribió "Los recuerdos del porvenir" en 1953, durante una enfermedad en la que empezó a recordar su infancia en Iguala, ciudad a unos 200 kms del DF: alguna vez dijo que le costó un mes (alucino). Muchos la consideran una de las precursoras del realismo mágico, término que no le gustaba, le parecía una estrategia comercial; y mejor no entremos en el concepto del "Boom", un club solo de señoros. Esteban y Aparicio cuentan en la introducción que hay una diferencia clara de estilo en García Márquez pre y post "Cien años de soledad", la novela paradigmática del realismo mágico, publicada en 1967. Las anteriores ["La hojarasca" (1955), "El coronel no tiene quien le escriba" (1961), "La mala hora" (1962)] no tienen elementos mágicos y la hipótesis es que Gabo leyó "Los recuerdos del porvenir" que había sido publicada en 1963 y le influyó en su literatura posterior.  Yo no me acuerdo mucho de "Cien años de soledad"  -y eso que es de los pocos libros que he releído- aparte del mítico principio y Rebeca [no Amaranta, eskerrika asko Nati por la correción y por esto, que me ha dado ganas de volverla a leer: "llegó a Macondo con un saco que contenía los huesos de sus padres muertos y les contagió la enfermedad del insomnio"], la niña que tiene pica, que en aquella época yo todavía no sabía que se llamaba así ni que podía ser indicativa desde de déficits de micronutrientes hasta otros desórdenes: en esos momentos para mí solo era una niña rara que se comía la cal de la pared. Re-escribo: Yo no me acuerdo mucho de "Cien años de soledad"  porque en aquella época no tenía blog, ni existían los docus de word y no escribí sobre ella como estoy haciendo ahora, pero para eso están los académicos: para explicar que Dorotea, uno de los personajes al que desde que los zapatistas le quemaron la casa, se le queman los frijoles o las nubes de mariposas amarillas que cruzan los jardines, son precursores de cosas que pasan, 14 años después, en la novela del colombiano. Hasta Ixtepec es visto como el origen de Macondo. 

No pidan hoy relación entre el texto y las fotos:
no me da la vida (solo va la autora con éxito
saber de parties o qué?)

Ah sí, Ixtepec (qué nombre más bonito, sera porque tiene "x"?) es el pueblo donde transcurre la acción y que además es el narrador de la historia. Y describe nada menos que así:
"Mis casas son bajas, pintadas de blanco, y sus  tejados aparecen resecos por el sol o brillantes por el agua según sea el tiempo de lluvias o de secas. Hay días como hoy en los que recordarme me da pena"
"La noche estaba inmóvil, se oía el respirar pesado  de las montañas secas que me encierran, el cielo negro sin nubes había bajado hasta tocar tierra, un calor tenebroso volvía invisibles  los perfiles de las casas". 

 "Los reflejos alargaban el tiempo. En los rincones se instalaron  formas extravagantes y el olor de las cucarachas gigantes llegó a  través de las rendijas de las puertas. Una humedad viscosa se untó a las paredes y a las sábanas. Afuera se oían caer las hojas podridas  de los árboles. El ir y venir de los insectos produjo un ruido  sofocante. La noche de los trópicos devorada por miles de alimañas  se agujereaba por todos los costados y los esposos oían mudos la  invasión de agujeros".

 ...y el verbo "recordar" de la primera frase (que es del potente primer párrafo del libro), nos avisa de uno de los temas de la novela, también explícito en el título (recuerdos y porvenir), que sugiere un tiempo circular: "Yo solo soy memoria y la memoria que de mí se tenga". Tantas veces luego hemos oído o repetido versiones de esta frase para indicar que ese ser querido que nos ha dejado seguirá vivo mientras le recordemos. El tema del juego entre tiempos y espacios (que mis académicos llaman "instancias cronotópicas") es constante: "cargado de recuerdos no vividos", "¿Y si estuviera viviendo las horas de un futuro inventado?", o...

Algunos de esos días  habían quedado aparte, señalados para siempre en la memoria,  colgados de un aire especial. Luego el mundo se volvió opaco,  perdió sus olores penetrantes, la luz se suavizó, los días se hicieron  iguales y las gentes adquirieron estaturas enanas. Quedaban todavía  lugares intocados por el tiempo como la carbonera con su luz negra.
Aquí ya me había fundido la mince pie, 
pero el vino estaba infumable

Aunque Ixtepec es un narrador masculino, las mujeres tienen un papel muy importante en la novela: Julia Andrade, guapísima, distante, inalcanzable: "No podían perderla: bastaba seguir la  estela de vainilla dejada por su paso. En vano la condenaban cuando estaban alejados de ella, pues una vez en su presencia no podían escapar al misterio de mirarla. (...) Las noches en que Julia no salía de su hotel, la plaza languidecía". E Isabel Moncada, rebelde, independiente,  con facilidad para "improvisar la alegría", desafiante de la sociedad patriarcal: "A Isabel le disgustaba que establecieran diferencias entre ella y sus hermanos. Le humillaba la idea de que el único futuro para las  mujeres fuera el matrimonio. Hablar del matrimonio como de una  solución la dejaba reducida a una mercancía a la que había que dar  salida a cualquier precio". Los estudiosos han comparado a Isabel con la Virgen de Guadalupe, por lo de etérea y admirada, y a Isabel con la Malinche (la intérprete y luego amante de Hernán Cortés, vista por algunos como la traidora máxima y por otros como la madre del mestizaje mexicano), por un giro de guión que no desvelaré. Cuando me he enterado que Garro dijo que su obra no era feminista y se declaró anti-feminista en alguna ocasión, no me lo podía creer: la novela fue escrita hace 71 años y es adelantadísima en ese aspecto . Claro que en otra entrevista dijo que si una mujer es rebelde, es feminista, y que los personajes de sus novelas lo son. Como ella misma, que fue siempre a contracorriente, no solo de la sociedad, sino de la intelligentsia de la época, con la que se enfrentó tras la Matanza de Tlatelolco (esto daría para otro divague, está en el podcast). 

A la salida del metro en Tottenham Ct. Rd. han puesto
unos cubos con proyecciones: me encantaron


En primer lugar, Garro venía de una clase acomodada, y en algunos lados he leído que era políticamente conservadora, muy opuesta al comunismo a la vez pero una gran luchadora por los derechos de los campesinos, los indígenas y los oprimidos en general, lo que queda clarísimo en "Los recuerdos del porvenir" y es parte de lo que, en cuanto a contenido, la hace tan atractiva (dice un personaje: "Hay que ser pobre para entender al pobre" o "Los  pobres, «montoncitos de basura» como los llamaba Dorotea, se  contentaban con la generosidad de los balcones abiertos y ansiosos recogían los pedazos de la fiesta").  Garro no era popular con los intelectuales que hoy llamaríamos "woke": en 1937 estuvo en una conferencia en plena guerra civil en Valencia, junto con muchos intelectuales, como "esposa de" (Paz) y no encontró su sitio: le parecían de una hipocresía terrible, supongo que para ella el defender ciertas ideas debía conllevar vivir en un barril á la Diógenes Laercio. Fue simpatizante de revoluciones como la cubana inicialmente, pero luego se decepcionaba (la realidad es lo que tiene, nunca puede llegar al nivel del sueño).  Además, era católica, de misa en latín y creyente en los milagros -me pregunto si esto puede perdonarse por el contexto mágico latinoamericano que dio lugar precisamente al realismo mágico. 



La Guerra Cristera forma el fondo de la novela: en 1926 comenzó esta guerra porque el entonces presidente, Plutarco Díaz Calles, quería ejercer control sobre los bienes de la Iglesia y establecer el número de curas por circunscripción. Para ello clausuraron iglesias y conventos, las gente se revolvió y murieron unas 70.000 personas. Se hace rarísimo leer que los militares llegan a Ixtepec a intentar poner en práctica este control, cuando al menos en España, estos dos estamentos, iglesia y ejército, siempre van de la mano. Así llega el implacable general Francisco Rosas con su séquito de militarzuelos de distintos rangos y sus "queridas" (así llaman a las amantes de esta panda, muchas de ellas prostitutas que se alojan en un hotel, donde la vida es "apasionada y secreta") a Ixtepec. Militares que están, como siempre, en contra del pueblo, pero choca que estén persiguiendo a los curas.


Rosas tiene por "querida" a la guapísima Julia Andrade, claro, y está locamente enamorado, pero ella pasa millas y muestra una indiferencia que para mí es más dolorosa que el rechazo frontal («Mientras más la quiere, ella se le va más lejos. Nada la entretiene: ni las alhajas, ni las golosinas. Anda ida. Yo he visto sus ojos aburridos cuando él se  le acerca. También lo he visto a él sentado al borde de la cama, espiándole el sueño»). Por supuesto formas de violencia que hoy nos parecen intolerables son presentadas con total naturalidad (recordemos, escrito en 1953): una de las queridas le dice a su amante que ojalá que Rosas le "dé una buena" porque "Es muy rejega. Merece unos fuetazos y luego su azúcar, como  las yeguas finas". Y cuando él le pregunta por qué a Julia no la quieren las mujeres dice, con amargura "tal vez porque a ninguna de nosotras nos quieren como a ella". Mentira: hemos crecido con ese cuento, pero quien bien te quiere no te controla, no te monta números, no se hace el atormentado... si lo está, es su tema, nada tiene que ver contigo. Dijo Garro que Julia, rosa de hielo, era su personaje favorito de todos los que escribió en su vida: "Se le  escapaba brillante y liquida como una gota de mercurio y se perdía  en unos parajes desconocidos, acompañada de unas sombras  hostiles. (...) Julia no andaba en este pueblo. No pisaba tierra. Vagaba  perdida en las calles de unos pueblos que no tenían horas, ni olores,  ni noches: ".

Como no voy a contar  la trama de la novela, no diré lo que pasa con esa relación, aunque los estudiosos han podido ver metáforas con la historia de México (a veces me pregunto si muchos autores no se sorprenden cuando leen lo que la crítica literaria hace de sus textos-en algunos casos seguro que ha sido muy planeado, pero en otros, cuando los análisis son psicoanalíticos, me echo a temblar), pero sí quiero explicar que los militares no salen precisamente bien parados en esta novela. Decir militares siempre es volver a lo funesto, lo desagradable, lo que queremos lejos, pero en Latinoamérica mucho más. Aquí no es diferente y Garro lo describe a la perfección:
Así volvimos a los días oscuros. El juego de la muerte se jugaba con minuciosidad: vecinos y militares no hacían sino urdir muertes e intrigas.

Extraviados en sí mismos, ignoraban que una vida no basta para descubrir los infinitos sabores de la menta, las luces de una noche o la multitud de calores de que están hechos los colores.

La muerte de los demás es un rito que exige una precisión absoluta. El prestigio de la autoridad reside en el orden y en el despliegue de fuerzas inútiles.

«Se lo llevaron» era peor que morir
 La noche avanzaba difícilmente, llevando a cuestas los crímenes del día. 
 ¿Te acuerdas del tiempo en que no teníamos miedo?
«No todos los hombres alcanzan la perfección de  morir; hay muertos y hay cadáveres, y yo seré un cadáver», se dijo con tristeza; el muerto era un yo descalzo, un acto puro que alcanza el orden de la Gloria; el cadáver vive alimentado por las herencias, las usuras, y las rentas. 

 He puesto todas estas citas porque creo que reflejan mucho mejor de lo que pueda explicar yo el ambiente de la novela. Si la estoy recomendando encarecidamente por ahí no es por la historia que cuenta Ixtepec, que puede interesar más o menos, sino precisamente por esa manera de contarla, tan maravillosa. He subrayado tanto el libro, he puesto tantas "d" metidas en un círculo (que es la manera como me digo que ahí hay una descripción) que me resulta imposible explicarlo con mis propias palabras que se quedan tan pequeñas, tan mediocres a su lado.

Un nuevo ritmo presidía la casa: el aire estaba hueco, los pasos inaudibles de las arañas se mezclaban al impasible tictac que corría sobre la cómoda. Una presencia inmóvil dejaba quietos los muebles y muerto el gesto de los personajes en los cuadros.

En el salón las consolas quedaron en suspenso y los espejos impávidos se vaciaron de sus imágenes. Nunca más la casa de los Moncada escaparía a ese hechizo. El tiempo sin pianos y sin voces empezaba. En la cocina los criados velaban al silencio con silencio.

De  noche la sierra es estrecha y no deja pasar a los fugitivos, lanza  rocas a los caminos y las almas en pena se pasean aullando por sus  crestas negras. 
La tristeza de Julia pareció contagiarse a todo su grupo y de allí  extenderse a la plaza entera. En los rostros de los militares, repentinamente tristes, los encajes negros de las sombras de las  ramas escribían signos maléficos.  Grupos de hombres vestidos de blanco, recargados en los  troncos de los tamarindos, lanzaron ayes prolongados que  desgarraron la noche. Nada más fácil entre mi gente que esa rápida  aparición de la pena. A pesar de las trompetas y los platillos que  estallaban dorados en el kiosco, la música giró en espirales  patéticas.

Esto ya es paseando por Londinium-la-nuit

No sé si he leído por ahí, o es cosa mía lo de que la novela es profundamente sensorial: «¡Ah, no estar nunca más  en el olor de este cuarto!», dice un personaje. Pero eso es mucho más que una descripción sensorial, es demasiado potente para ser solo eso. O lo visual: "y el cuarto se llenó de lianas y de hojas carnosas": cómo, por qué no se me ha ocurrido eso nunca a mí? Qué preciosidad es esa, que me transporta a esa misma estancia, con toda su opresión que es gelatina que se me pega por todo el cuerpo. 



"«¡Qué vida, mejor se acabara!» y caminábamos los días que ya no eran nuestros", dice otro de los personajes, y me recuerda a la ancianita que se duele de todas las "tarugadas" que hizo en el video de abajo. Antes, otro hace una pregunta que "venía de un mundo en el que todavía contaban las acciones y existía la esperanza", un mundo que desaparece y la desolación parece que se intuye, es salvaje: "Sin saber por qué, les dijimos adiós como si se fueran para siempre".

La cita del principio "Yo solo soy memoria y la memoria que de mí se tenga" enlaza perfectamente con esta otra de más adelante en la novela: "Cuando llega el olvido es que ya acabó la vida". De nuevo, el tiempo circular, que a través de las décadas ha traído a mi vida a esta autora,  como uno de esos terremotos mexicanos. Como una ola, la describió Octavio Paz, "que sube y baja, que viene y va, incontrolable, y a la que no hay que preguntar el origen y sentido de sus vainenes", analizan los críticos; como un txunami, Elena Garro, llegó tu escritura a mi vida. 


20 junio 2020

"Desierto sonoro" de Valeria Luiselli: Frontera, tormentas, niños perdidos


He encontrado que, cuando un libro te cae del cielo, sin saber quién ni porqué te lo ha enviado (más datos aquí), la experiencia lectora es distinta. Inevitable intentar encontrar mensajes cifrados en el texto, pistas entre líneas, pero nada. Una vez, cuando a los 17 me llegó una rosa anónima, las floristeras a las que fui a investigar me dijeron "no te preocupes, quien te manda una rosa algún día se manifestará". Me pregunto si esta regla sirve para los libros?


Así empecé "Desierto sonoro", la novela de Valeria Luiselli, una autora joven mexicana que vive en Nueva York. Pese a su misteriosa aparición, enseguida atraída por el imán del título: me llevaba al desierto de Sonora, y con él a uno de mis libros favoritos "Los detectives salvajes" (Roberto Bolaño, 1998). Luego estaba la América profunda, ese animal mitológico para mí y para tantos, que se intuye va a pintar el fondo de esta novela-road-movie (pista: las polaroids de la tapa). Quién no ha soñado con alquilar un Ford Thunderbird como el de Thelma & Louise y recorrer las carreteras secundarias de ese país, parando a dormir en moteles con puerta a la calle, como en las películas-algunas de miedo. Ese país que ya hemos visto a través de los ojos de otros, aquellos fotógrafos de carretera (las fotos de este divague son de ellos) Robert Adams, Ilf y PetrovRobert Frank, Walker Evans, Stephen Shore. Oh, justamente ayer, tuve un pequeño flashback de nuestro mes por las américas en 2014 (no precisamente en un Thunderbird, sino en el famoso Chíncue), cuando encontré un jabón del "Motel 6", una cadena donde debimos pasar una noche. El pobre ya no olía a nada: dónde han ido estos 6 años. El de los protas es un viaje en el que se intuye que tienen tiempo "para mirar las cosas, en lugar de imponer tu punto de vista", esos en los que también se pierde la noción del tiempo: parece que saliste ayer, o hace media vida. Esos viajes maravillosos que supongo solo existen en la juventud y espero en la jubilación, fuera de los corsés de tres semanas de vacaciones. Pero divago: también el título me ha llevado a novelas "de frontera" como "Manual de senioras de la limpieza" de Lucia Berlin: cómo me gusta todo lo sensorial que tiene esa zona, esa luz que transmite, esa pereza. Y por supuesto, al monstruo "2666" y su letanía de mujeres muertas, particularmente en una parte de la novela en la "Caja V", cuando la autora nos incluye unas cuantas páginas de "Reporte de mortalidad de migrante", un listado de características de los niños que se quedan en el desierto, antes o después de cruzar la frontera. 

Walker Evans


Porque ese es el tema principal que recorre la novela, y le da título en inglés "Lost Children Archive" (El archivo de los niños perdidos, suena a Peter Pan, pero en terrible). Es la primera novela de Luiselli en inglés, que ha contribuido a su traducción al español (no digo castellano, porque es español de México), y la verdad es que es uno de esos pocos libros que no te dueles en la traducción. La protagonista está obsesionada con los niños perdidos, su marido con los apaches, y los hijos que llevan detrás en el coche acaban, si no obsesionándose, sí siendo pequeños expertos en niños migrantes y apachería. A veces me hace gracia cómo los hijos acaban siendo mini-entendidos de los grandes temas de sus padres: un día, ante un vídeo de dos cacatúas en el respaldo de una silla, una bailando como loca, y la otra pasiva y levantando una pata para que la marchosa no se le acerque, Mini dictaminó: "una tiene TDHA (Trastorno de Hiperactividad e Inatención) y la otra autismo". Señor. Yo, intentando devolverle la infancia perdida, pregunté: "quién crees que es el aitá y quién la amá?"



El libro tiene varias partes, distintas voces y unas seis cajas que en realidad son una excusa de la autora para poner referencias: libros, folletos, música, mapas. Se supone que llevan esas referencias consigo en el capó del coche, aunque no dice nada de "los bultos", la bolsas, ese pandemonium que se acaba montando en el maletero en un viaje largo. Aunque intente imaginar uno de esos coches gigantes americanos, no me entran las cajas. Tampoco me entra una de las voces: la del niño. Desde la mitad del libro en la que deja de hablar la madre y se pone un niño de 10 años a contarnos la historia, para mí pierde el interés. La principal razón es porque las reflexiones que tanto he disfrutado, tanto en contenido como en forma de la narración de la madre desaparecen: un niño no puede pensar ni hablar aún así -a no ser que seas Ian McEwan y hagas hablar a un feto como un profesor de universidad de 55. Pero además de aburrir su voz, tampoco te la crees. Así que ese ha sido el bajón que no esperaba porque la primera parte del libro... cómo no emocionarse con una autora que de repente, dice cosas como:

"Yo no llevo un diario. Mis diarios son las cosas que subrayo en los libros"

Yo conozco a alguna gente que se niega a subrayar los libros, "porque los quieren mantener limpios". Puedo llegar a entender a los que no subrayan porque no se les ha ocurrido, pero ser un lector ávido y no subrayar por eso? Para qué, para quién esa limpieza? Tal vez, como la autora, porque entonces sienten que no pueden dejar el libro prestado a nadie, porque ese alguien leerá el interior de su alma? No sé, yo no concibo leer sin subrayar ni anotar. La lectura es un diálogo con el escritor, con tu novio, cada uno de un color (la autora y su pareja cuando aún se quieren subrayan el mismo libro furiosamente), luego lo será contigo misma cuando releas, y con suerte, algún día, será un diálogo con tus hijas, tus nietas, tus sobrinas, las hijas de tus amigas, y quién sabe qué compradora de libros de segunda mano que lo encuentre en una librería de viejo-si es que eso en el futuro existe.  Y si existen los libros en papel como producto masivo.



Como la prota, diarizo la novela y anoto en el margen de un capítulo titulado "tormentas" la palabras "vuelta de Fuendetodos", tal vez para recordarme que debo escribir aquí lo bonito que describe "el gran vacío de estas llanuras. Todos dicen: vastas y yermas. Todos: hipnóticas. Nabokov probablemente en algún sitio: indómitas. (..) Las tormentas que desgajan el cielo de las mesetas. Se ven a kms de distancia. Inspiran miedo y aún así conduces de frente por la autopista, con la tenacidad estúpida de los mosquitos, hasta alcanzarlas (...) funden tu mirada observante y lo que observa (...) Y la lluvia, que naturalmente cae, parece que asciende". Una vez, en el verano de los 15 años, cuatro amigas partimos, un día cualquiera de Agosto (oh, esos veranos sin tiempo), en bicis de aquellas BH, sin cambio de marchas ni soportes de botellas de agua, de Vetustilla de la Torre a Fuendetodos (sí, el pueblo donde nació el mayor genio etc). Lo que venían siendo unos 25 kms enmedio del desierto. Salimos pronto por la mañana, y una vez en Fuendetodos, pasamos la mayor parte del día en una taberna, que recuerdo muy oscura, toda madera. Literalmente, no se podía salir, y mientras caía fuego del cielo, lo que sí recuerdo es una conversación interesantísima, donde las cuatro nos contamos cosas que nunca habíamos hecho, compartimos sueños, ideas, vulnerabilidades, lo que fuera: nada recuerdo, pero sí la intensidad y la felicidad del momento. Una de nosotras ya no está desde hace unos años, y con la distancia que da vivir aquí en la isla, cada vez que pienso en ella me cuesta creérmelo, no ha pasado. Ya hacia el final de la tarde hubo que subirse a las bicis para el retorno, y como Luiselli, vimos las nubes negras al fondo pero éramos esos mosquitos suicidas, tal vez. Foto fija de la llanura sobre la que pedaleábamos, una línea recta que moría en un horizonte borroso y que se rompía en un crack de relámpagos. Cuando empezó a llover, con una furia de esas que tanto gusta ver desde tu ventana, fue épico, en el mal sentido de la palabra (Mini estaría en desacuerdo): tuvimos que tirarnos a la cuneta, nada con que cubrirnos, no toquemos las bicis, volvamos a las bicis, la goma de las ruedas nos protege... esa clase de intercambios, gritando en contra del viento, ya por fin enfrentándonos a una bajada de vértigo en la que una cayó, y por fin llegar al siguiente pueblo donde nadie vio llegar a cuatro zombies directas de la peli de Romero. Aunque nunca alquile el Thunderbird en Arizona, he estado allí, aunque en la España de mitad de los 80 no vimos los carteles propaganda que hoy parece que pueblan las carreteras de nuestros protagonistas: "El adulterio es un pecado", "Feria de armas de fuego, este fin de semana". 



Ah, los diarios en sus múltiples formatos: diario que-es-un-blog, que-es-un-libro-anotado, que-es-un-cuaderno-que-dice-diario-en-su tapa. Mini tiene uno de esos últimos y la otra noche la pillé, antes de dormir, leyéndolo. Me acerqué, tono didáctico: "Mini, sabes lo que decía un escritor llamado Oscar Wilde?". Y contesta, toda seria: "sí, mummy, decía que siempre viajaba con su diario porque quería siempre tener a mano algo fascinante que leer". Plonk. "Mummy me lo has contado un montón de veces". En serio soy tan pesada?



Pero divago, volvamos al desierto de Sonora. Como decía, la madre tiene un montón de ideas interesantes, y sobre muchas de ellas ya hemos escrito (sin duda, peor), aquí en el divlog: "Las conversaciones en una familia se convierten en arqueología lingüística: erigen el mundo que compartimos". Ah el famoso tubalé, al divagante Lux le encantaba. En esa familia tan precaria -también es la crónica de un amor que se ha acabado-, se pregunta la protagonista dónde irán esas conversaciones. Igual que los besos no dados, dónde van? Y esa sensación de estertores finales se tiene durante todo el viaje, y se sufre con ella, no por el amor de la pareja, ya que él es un ser si cara ni carácter, silencioso y con presentido malhumor, sino por los niños, hermanos de alquiler, que no permanecerán juntos, turnándose con los padres, ya que el niño es hijo biológico solo del padre y la niña de la madre. Familias reconstituidas. Aquí sabes que la ruptura de la pareja implica abrir una grieta entre los hermanos, que tal vez solo se recordarán por fotografías. Es como cuando habla de las pertenencias, que "a menudo sobreviven a su dueño, y podemos imaginar un futuro en el que existan las cosas y no las personas que queremos". Guardarán esos ninios algo de su hermano efímero para cuando ya no sea más? "Un souvenir del camino que no tomé"?



Igual solo las fotografías, que "crean su propio recuerdos y suplantan al pasado". Cuánta verdad dice Luiselli: pasa el tiempo y cierras los ojos muy fuerte, conjurando la imagen de esa persona, ese lugar y al final, se va todo borrando y solo quedan las fotos. Les quedarán a esos niños las polaroid quemadas de los moteles de tres al cuarto, de sus rizos clareados por el verano saliendo del sombrero de cowboy, de aquella lagartija que salía por el ojo vacío de una muñeca abandonada? (gracias Bigas Luna por la imagen) Esas fotos donde salen haciendo muecas, haciendo el tonto, como salen los niños, en contraste con los adultos: "los adultos posan para la eternidad, los niños para el instante". Nosotros, y nuestros estúpidos selfies, intentando parecer interesantes, misteriosos, atormentados: "con gestos solemnes, mirando al horizonte con vanidad patricia o directo al lente con la intensidad de una estrella del porno". Yo suelo intentar la última, pero tras haber introducido la imagen de estrella del porno (gracias, Luiselli), ya no podré volver a posar así. O me entrará la risa floja y acabaré apareciendo como los niños de la prota: haciendo el monger para el perfil de Linkedin.

"No, no es interesante, solo es guapo, y su belleza es del tipo más vulgar: indiscutible". Esta frase no sé bien dónde meterla, así que admito aquí el uso del calzador. Quiero no olvidarla porque expresa bonitamente algo que pienso, y me autoexplica: el porqué he preferido otra cosa a los guapos de libro, de belleza indiscutible. 



Luiselli, como yo (y supongo que aquí compartimos el ser emigrantas hispano-parlantes en países anglosajones) se plantea si ha sido colonizada culturalmente por categorías occidentales, blancas, anglosajonas. Y como ella, yo también me rebelo contra el lenguaje académico, ese corsé que hay que ponerse para publicar en investigación o, en su caso, crítica literaria, que ella define como "autoindulgente, rizomático, anfetamínico y tantas veces vacío". Eso me recuerda a un párrafo ya famoso de la crítica Judith Butler, y cómo la academia muchas veces falla en lo principal: comunicar. 


Otras reflexiones que me han interesado orbitan sobre el contenido mismo del proyecto documentalista de la protagonista: ?es justo convertir la vida de esos niños que intentan cruzar solos la frontera entre México y los EE.UU. en contenido mediático? Con qué objetivo? No nos damos cuenta que los que lo leen o ven o escuchan sienten rabia pero,nanosegundo después, siguen con su vida? Cómo su trabajo va a cambiar las cosas? Volvemos al porqué escribimos los que lo hacemos, Ese Tema: 

"Lo único que los padres pueden darle realmente a los hijos son los pequeños saberes: así es como te cortas las uñas, ésta es la temperatura de un verdadero abrazo, así es como se desenreda el pelo, así es como te amo. Y lo que los hijos pueden darle a los padres es algo menos tangible, pero a la vez más grande y duradero, algo así como el impulso para aceptar la vida plenamente y comprenderla para ellos y tratar de explicársela, comunicársela con «aceptación y sin el más mínimo rencor», como escribió James Baldwin, pero también con una cierta furia y valentía. Los niños obligan a los padres a buscar un pulso específico, una mirada, un ritmo, la manera correcta de contar una historia, a sabiendas de que las historias no arreglan nada ni salvan a nadie, pero quizás hacen del mundo un lugar más complejo y a la vez más tolerable. Y a veces, sólo a veces, más hermoso. Las historias son un modo de sustraer el futuro del pasado, la única forma de encontrar la claridad en retrospectiva"

Y una vez más, otro de los puntos en los que me encuentro en Luiselli. Quizás esto sea una loca carrera intentando sustraer el futuro del pasado. La primera mitad del libro que cayó del cielo, como una tormenta de verano salvaje,  era definitivamente para mí. Gracias, quienquiera que fuese que conjuró la lluvia.