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20 febrero 2019

"Me encantan las pollas" / "Amo a Dick" de Chris Kraus: Mucho más que un juego de palabras.

"I love Dick" la novela experimental de Chris Kraus, publicada en los EE.UU. en 1997, fue por primera vez publicada en el Reino Unido en 2015. Yo hacía un tiempo que la veía en los montones de libros que montan las librerías (juego de palabras, yeah) bajo el epígrafe de "cult classics", con compañeros algunos tan maravillosos como "Fight Club", "American Psycho" (este no), "Brief interviews with hideous men"  o "Portnoy´s complaint". Un libro de culto, del que nadie me había hablado. 
   

En todo este edificio espectacular está la librería
Hace un par de domingos, tras una exposición sobre "Arquitectura y Bienestar" en la Wellcome Collection, de la que -ay, lo sé-, no divagué -ay, la vida se me come a veces-, terminamos tomando un té en una de mis librerías favoritas de Londinium: la que la cadena Waterstone´s tiene en Gower Street, en los dominios del UCL (University College London). Está en un edificio maravilloso, como de castillo de brujas, con sus torretas y todo. Por dentro, es un laberinto de pasillos forrados de libros, con un par de recesos semicirculares interiores donde fuera están las torretas, con sus cojines para sentarte a mirar libros. Es una de esas librerías donde una tiene que comprar siempre, porque si un día la cerraran, el mundo sería un lugar peor. 

Así que, en uno de esos pasillos está el montón de los "libros de culto", y de nuevo ahí me está mirando este libro de tapas negras con su ambiguo título en verde y rosa: "I love Dick". Ambiguo porque puede tratar de alguien que ama a un señor llamado Dick o, teniendo en cuenta que "dick" es también una manera callejera de llamar al pene, voilá: me encantan las pollas. La autora es Chris Kraus, y no es que me llame el juego de palabras, pero al leer la contraportada y los comentarios de crític@s del Guardian, Newyorker, etc definiéndola como "la novela más importante sobre feminismo escrita en los últimos 20 años" pienso, venga, vamos a ver de qué va esto. 
Torreta de Rapuntzel

Lo primero, sería un error conceptualizar esta novela como un "triángulo amoroso", aunque de eso parezca inicialmente que va la trama, y de hecho me pregunto cómo habrán logrado llevar esto a la pantalla, porque veo que hay una serie. Porque el supuesto triángulo es la percha donde colgar algo entre crítica cultural, filosofía performativa y ficción teórica. El marido de Kraus lo califica de "un nuevo género", entre la ficción, la filosofía y el reality-pero recordemos que en 1997, el reality no era lo que es, los teléfonos móviles eran ladrillos no cámaras donde fotografiar para compartir hasta lo que comemos, no existían las redes sociales y, muy importante, y no había pasado #Metoo. Era otra era, otro planeta, me atrevo a decir que otros cerebros, que estaban cableados de manera diferente.

Empezaré anotando que llamaré a esta novela experimental "la cosa", porque no es un roman á clef (ficción basada en realidad, con nombres cambiados- Nota parcialmente aparte: "Serial" tampoco es un roman á clef!!), sino que los personajes existen, aunque queda la duda de cuánto de lo que se cuenta ocurrió de hecho o en las cabezas de los personajes. El detonante, el encuentro en un bar es de lo que más seguros podemos estar. Ahí vamos.

La cosa comienza en un bar de sushi de Pasadena, Los Angeles, donde están los tres protagonistas. Lotringer, un catedrático que enseña Proust de 56 años.  Dick, un colega, crítico cultural inglés de 46 ("cuando eres adolescente, eliges a tus amigos por quienes son, no por sus circunstancias, que es lo que ocurre cuando eres adulto"). Y la mujer de Lotringer, Kraus, de 39, artista, judía ("los gentiles interpretan el continuo gritarse unos a los otros como hostilidad"), y directora de cine experimental. Kraus se autodefine como "no intelectual" mientras escucha la conversación (dos pavos reales enseñando el colorido de su plumaje, digo yo; "¿no es la Academia un asedio de los muertos por parte de gente que están demasiado fumados o asustados para enfrentarse a los vivos?", dice Kraus) sobre últimas tendencias en teoría crítica postmoderna, mientras considera que no se sabe expresar en lenguaje teórico, luego nadie espera mucho de ella, y está acostumbrada a tener muchas de estas conversaciones complejas ella sola en su cabeza. Por ejemplo, considera que, como artista, los escritos de Dick le parecen desesperadamente ingenuos, pero a la vez se reconoce como amante de cierto "arte malo", al que compara con la atracción de Jane Eyre por Mr Rochester. Mientras discurren estas dos conversaciones -la en voz alta entre los pavos y la mental en su cabeza-  Kraus nota que Dick la mira más de lo que la convención social estima apropriado. Vaya, que está flirteando. La tarde concluye con ambos yendo a dormir a casa de Dick por problemas en las carreteras, y por la mañana al depertar, Dick ha salido.
Dentro de la torre

Cuando se separan, Kraus le cuenta el flirteo a su marido, y le plantea que lo que ha pasado entre ella y Dick ha sido un "polvo conceptual" (Conceptual Fuck). Kraus nos cuenta que ella y Lotringer ya no tienen sexo, y mantienen su intimidad ("subliman", concepto psicoanalítico, esto es mío), suplen esta carencia con "contárselo todo" (Kraus lo define como "deconstrucción"). Esto es una "virginidad adúltera" porque, pese a no follar en nosecuánto, nunca se han puesto los cuernos (le acaban "confesando" a Dick sus década de fidelidad). Hay reflexiones sobre lo que le pasa a la pasión cuando se lleva, como ellos, diez años juntos ("La pasión se convierte en ternura, la ternura se vuelve blanda. El sexo se colapsa en una cálida intimidad (...) Era que el deseo me había abandonado? O quizás la fragilidad que viene con la cercanía, no sé", esta es de Lotringer). Pero ambos se emocionan con este nuevo estado de gracia de Kraus, porque además el que Dick se fuera por la mañana a por el desayuno es interpretado (se le da un "subtexto subcultural"): a Kraus le recuerda las múltiples veces que en el pasado, tras sexo de una noche, ha sido abandonada por múltiples tipos (a los que llama "cowboys", no se puede ser más gráfica). En un punto reflexiona: como no es ni guapa ni maternal, Romance Empírico, ella nunca es el tipo de los cowboys, que la dejan por alguien "más femenina/bovina". Acaban considerándola "quirky" (palabra usada para retratar a las mujeres difíciles y determinadas como "sin peso"). Kraus aún disecciona más el pasado, cuando los chicos (estos ya no necesariamente de una noche) la abandonan porque ella es del tipo de "la joven seria" (pelo corto, zapatos planos, lectora impenitente). "Qué hacer con una de estas chicas? La abofeteas, la follas por atrás, la tratas como a un chico. La chica seria busca sexo y todo lo que encuentra es un ejercicio en desintegración". Parte el corazón. A menudo me planteo que toda la represión católica no estuvo del todo mal: a veces los extremos se tocan y  el "hazte respetar" de las monjas no está tan lejos del feminista "no hago eso porque no me pasa por aquí". Kraus concluye que no hay manera de vivir el ser mujer heterosexual con orgullo. Es demasiado compliado.

Kraus y Lotringer hablan mucho sobre la teoría del amor/deseo, mientras que cuando Kraus ve a su amiga, hablan de las manifestaciones de este amor/deseo en libros/poemas, como si fueran un club de fans (la única manera de tocar estos temas, aquí lo sabemos bien).  Lotringer también habla de esto con  otra gente "intentando etiquetarlo vía los ojos de terceros. Adulterio en la Academia, John Updike se encuentra con Marivaux... La mujer del miembro de la facultad se arroja en los brazos del colega del marido. Esto presume que hay algo inherentemente grotesco, de lo que no se puede hablar, del deseo femenino".
Los pasillos

Kraus está en un momento de crisis creadora, su película está atascada ("cuando un proyecto falla, el fracaso debe convertirse en un sujeto también") y entonces, le pasa Dick. Se enamora (me gusta más la palabra en inglés, "crush", porque no tiene la raíz "amor" en ella. Enamorarse no tiene que ver necesariamente con el Amor con mayúsculas, esa cosa tan profunda que tiene siempre a la otra persona en el centro y como prioridad. En el enamoramiento, en los "crush", uno está totalmente centrado en sí mismo y, aunque cree que la otra persona le importa, al final esa preocupación es siempre en relación a uno mismo) (señorrr, cuándo abrí ese paréntesis), tal vez mejor decir se encapricha. En todo caso,  sea cual sea el verbo, queda claro que envuelve enormes niveles de energía. Y Kraus la canaliza, le escribe una carta a Dick.

Que a la mañana siguiente corre a compartir con su marido. Y los dos pasan horas y horas filosofando sobre su enamoramiento, y Lotringer escribe otra carta, y Kraus otra, que no envían. Y pasan días y días hablando de Dick, y la relación oloquesea, y Lotringer se pregunta si esta cercanía de repente de los dos, inesperada, solo puede pasar cuando hay una amenaza ahí afuera de separarlos. La cosa se transforma en una especie de proyecto de "amor-arte", una instalación, un juego (porque los textos se retroalimentan y acaban siendo eso, un juego), una performance en papel, en mucho papel, porque terminan juntándose con 80 páginas de cartas de ambos para Dick, en el que se habla de arte (me encanta en un punto cuando habla de una exposición en el Met con muchas explicaciones, á la Hirst, lo cual distancia al artista aún más del público y de sus colegas), de política guatemalteca, de esquizofrenia, de distintas artistas/autoras (entre ellas, Hannah Wilke), y de la filosofía personal de Kraus, que es de lo más interesante (me parto por identificación cuando describe que "por 25 dólares al mes pueden postponer deshacerse de esas cosas que todos sabemos que tenemos que tirar, pero que no podemos"... de esto se benefician los almacenes estos para diógenes). Con todo esto, veo lo que quiere decir Joan Hawkins en el artículo en el que considera ridículo que los críticos hayan interpretado este libro a veces como meras memorias, como un texto antiguo, "como si los últimos 20 años de teoría literaria sobre las prácticas significantes del lenguaje no hubieran ocurrido". 

Más pasillos

Y también nos habla de la indiferencia del pobre Dick, que, al fin y al cabo, es un personaje real, un tipo que es conocido menos por sus publicaciones que por haber sido objeto del "proyecto de enamoramiento" de Kraus, y que parece se trató de resistir intentando que no se publicase el libro (o es márketing? ya no me creo nada). Dick aparece en el libro algunas veces (sobre todo en la mascletá final) quejándose de que no entiende nada (Kraus hace cosas como leerle el capítulo 73 de Rayuela en su contestador automático) porque "no se conocen", cómo han podido levantar entre los dos semejante monstruo: pero lo que no entiende es que las cartas se han convertido en una forma artística en y por ellas mismas, un medio para algo que tiene casi nada que ver con Dick ("no sabía que, escribiendo cartas de amor, estaba escribiendo cartas al amor").  No queda ni siquiera claro si Kraus quiere tener sexo con Dick, porque se da cuenta que eso hará que todo termine porque "el sexo cortocircuita todo intercambio creativo". Así que Dick, eres superfluo y esto me lleva directa a Primero de BUP, en un colegio de monjas de una vetusta cualquiera, donde las alumnas eran seguro réplica de la adolescente universal de colegio segregado por sexos en las vetustas del mundo. Casi todas teníamos "crushes" con chavales que apenas conocíamos. El mío era Angelón, un chico de Vetustilla de la Torre que estaba en la peña de "los mayores" (él hacía COU), con el que no había tenido una conversación, literalmente, en mi vida. Lo veía por la calle, en el frontón, con su camiseta sin mangas, y no es que el tipo flirteara, como Dick, sino que presentaba con una indiferencia absoluta. Pero claro, también lo parecía la mía, y luego, cuando llegábamos al colegio, el pobre Angelón era desmenuzado hasta la saciedad, y quién le iba a decir a él que era el centro-junto con otros perfectos ignorantes-de horas de conversación de buperas aburridas. Quién me iba a decir si toda la clase de 2BUP de los Ursulinos de Arriba me conocían y se montaban películas porque un día me quedé un nanosegundo más atándome la deportiva izquierda. Pues así, Dick: tendrás 46, pero deberás saber que en el concepto "crush" no es impedimento no conocer a la otra persona. Es más, me atrevo a decir que es una ventaja.
Me encanta... 

Pero si Kraus ha ignorado en el fondo a Dick-la-persona, centrándose en Dick-El-Fantasma, para seguir con su historia, al final del libro, Dick se venga escribiendo dos cartas: una para Lotringer, en la que le dice más o menos lo de arriba, y otra para Kraus, que es una fotocopia (literalmente) de la carta de su marido. O sea, no puede ignorarla, neutralizarla ya más. Está claro que si algo le importa mínimamente es su relación académica con Lotringer. Al final, Kraus ha sido, como pasa tantas veces, el conducto para una relación "homosocial" entre dos hombres, de la que ella se daba perfecta cuenta: "toda la noche hice el papel de la esposa Académica", ayudándoles en el intercambio de ideas". Como dice Hawkins, esto enfatiza y deja claro cómo, incluso en círculos progresistas e inteligentes como este, las mujeres continúan funcionando como un objeto de intercambio.

En ideas como la del párrafo anterior, salpicadas por "la cosa", empiezo a atisbar porqué se ha hablado de este libro como una pieza clave del feminismo de los últimos 20 años (recordemos, 1997). Kraus nos presenta parejas igualmente cultivadas donde "ella ha leído todo lo que él, pero él tiene la carrera/reputación". En otros proyectos en los que Kraus y Lotringer han trabajado juntos,  y "su nombre había sido omitido al final, y lo ambiguo que él había sido, lo reacio a ofender a los que les pagaban" (lo que implica que los que pagaban, seguro que hombres, querían al hombre en portada).  En la puerta de una fiesta se encuentra con otra mujer que, como ella, descubre con desagradable sorpresa no está en la lista: ambas están con el nombre de sus maridos +1. El trabajo no especializado, de baja categoría, en la mujeres siempre acaba siendo degradante. La percepción de Ronald Kitaj (uno de sus objetos de disertación en "la cosa") sobre las mujeres: las chicas guapas son tipo-gato-sensual, sin ninguna barrera de resistencia, mientras que las mujeres serias son todas de mediana edad y asexuales-en resumen, caracteriza a las mujeres, como los hombres judíos suelen hacer en los arquetipos de hermanas, madres, tías o putas. Igualmente interesantes son sus reflexiones sobre las diferencias de análisis de la sociedad de los suicidios femeninos o masculinos: la vida de ellas es una espiral hacia la autodestrucción, toda su vida interpretada a través de su muerte (Janis Joplin), las chicas no pueden elegir la muerte. Para ellos, sin embargo, su muerte es el resultado de una vida plena que simplemente en su exceso fue demasiado lejos (Jimi Hendrix, Kurt Cobain). Los paneles de discusión con cuatro tipos blanco de cincuentaymuchos, todos divorciados y ahora con mujeres sin niños de treintaypocos. No importa lo que estos cuatro hombres van a decir, es como que ya lo han dicho. 

  Al final, ¿por qué escribir a Dick es una acto feminista? Y dice Kraus (vuelvo a recordar que de esto hace mucho tiempo, pre #metoo pre #cuéntalo) que escribirlo parece una "causa sagrada" porque no hay suficientes mujeres escribiendo/pintando/dirigiendo sin tapujos: "He fusionado mi silencio y represión con la represión y el silencio de todo el género femenino. Creo que el mero hecho de que las mujeres hablen, sean paradójicas, inexplicables, auto-destructivas y sobre todo lo demás, lo hagan en público es la cosa más revolucionaria del mundo". Kraus fue una visionaria. 

Para Kraus, ser mujer significa estar atrapada en lo psicológico, en lo personal. No importa lo ambicioso de tu visión o carrera, en cuanto una mujer incluye su propia experiencia y emociones, el telescopio se gira sobre ella. Porque las emociones dan tanto miedo que el mundo se niega a aceptar que puedan ser una disciplina, que puedan ser forma. Lo que hace Kraus es universalizar lo personal y hacerlo sujeto de arte, y dejar claro que la razón de que una mujer se revele a sí misma como en este libro no es auto-terapéutica, sino revelar y poner encima de la mesa las circunstancias de la objetificación de una misma.Su proyecto quiere terminar con siglos de "dickdom" (me encanta esta palabra, "reinado de la polla").


Te quiero, Dick, pero yo también quiero acabar con siglos de dickdom. Ahora entiendo porqué este libro está en los montones de "novelas (cosas) de culto".

17 febrero 2019

Tarjetas de Amor, Tarjetas de Odio

A ver cuántas tarjetas de San Valentín se recibe es el tema de la semana de los niños de 10 años en el Reino Unido (país de las tarjetas de todo, señorr). Yo es que estoy alcanzando edad provecta y, cada año me resulta más extraño esto de los enamorattos (lo de las tarjetas, siempre), igual es porque está tan cerca del último potlach del calendario, el navideño, y los trucos que usa El Capital  ("Viva el Mal! Viva el Capital!), para que le alimentemos (ya lo advertía la Bruja Avería-por cierto, el otro día murió Lolo Rico) cada vez me parecen más burdos. Ahora toca el amor, señor, llévame. Claro que admito que en el Pleistoceno participaba e hice cosas inconfesables incluyendo mandar cartas pesadísimas en sobre con forma de corazón (hecho manualmente, claro, y de verdad que eso es mérito). 

Pero divago. Cuando Mini me contó todo esto, que en su clase "love is in the air" y que a ver qué cosas pasaban para Valentine´s (del espíritu navideño al del amour), yo me reí mucho, al cabo son niños de 10 años, y acto seguido: pavor. Imaginé un escenario adaptado a mi vida actual y consideré que mi mayor aspiración era, ya no recibir una Tarjeta del Amor, sino no recibir innumerables Tarjetas del Odio. Tuve hasta una ensoñación pesadillesca de mi escritorio del trabajo lleno de estos ejemplos del anti-valentín, que tendrían corazones invertidos, algunos atravesados por estacas, en colores góticos. Los mensajes irían desde el "por qué cuestionas que cercenar tu equipo fue una mala idea" al "cómo te atreves a ganar más que yo, que soy hombre, inglés, y terminé con un 1st en Cambridge". Sin embargo, a toro pasado, puedo tranquilizar al divagante con que ninguna de ellas llegó y que lo verdaderamente importante fue qué iba a pasar con Jack.

Jack. Y no, no es "busco a un hombre llamado Jack", ni me he inventado el nombre. Jack es un niño de 11 años al que Mini conoce por los cursos de teatro que hace algunas vacaciones, que va a otro cole y que es...el hijo de su profe S! A Mini le hemos tenido que sacar esta información con sacamuelas su aitá y yo, en un largo proceso de meses, terribles terceros grados donde la niña no suelta prenda pero en los que ambos, gracias a nuestras habilidades como lectores de lenguaje corporal y progenitores del monstruo hemos triunfado y llegado a la conclusión de que Jack mola. Puedo ratificar al divagante que es un niño monísimo, con un pelo espectacular. Un día de esta semana:

-Mini, por qué no le dejamos a S. una tarjeta misteriosa con "Feliz Valentine" en su mesa que ponga "Para Jack"?
-Quéeee? Mummy, that´s so messed up (estás mal de la cabeza)
-Me parece una gran idea, las chicas debemos tomar la iniciativa
-Pero S. reconocería mi letra!
-Podíamos recortarla de periódicos, como los espías..
-Estás fatal...

Llega el día D y no hemos recortado nada. Creo que su amiga se ha ofrecido a hacerlo ella, pero la idea no progresa. Sin embargo, cuando Mini llega a clase, abre su pupitre y se encuentra... una misteriosa piruleta de corazón! (no hay nada como el misterio en estas circunstancias, ya divagué aquí de la Di detective tras una rosa anónima cuando la gente hacía esas cosas, a los 17). Y nadie sabe quién la ha dejado. S. le pregunta: "de quién querrías que fuera? Y Mini admite. "De Jack" (arghhh, alguien imagina decirle eso a La Caridubi o La Cacho Los tiempos han cambiado). S. sonríe. Cuando Mini se va, les confirma a los otros que... es de Jack! 

Mini sale del cole en la nube del amor, lo que no le impide abrir la piruleta nada más llegar a casa y zamparse la mitad. Sigo siendo antigua, o un verdadero amor la guarda en un pequeño púlpito con otros valiosos objetos del amado? Eso es lo que, definitivamente hubiera hecho yo-el mundo es de los que retrasan la gratificación, dicen los estudios, pero...  quién quiere el mundo cuando tienes una piruleta de corazón ahí delante?

13 febrero 2019

Sabático

Viernes 9:00 am. Cada tres meses me reuno con tres o cuatro colegas para CPD,  "Continuos Professional Development" (pretender que se está al día en nuestros negociados). Además de hablar de eso, lloramos en los hombros de los demás. La moral está tan baja, que no sabría explicar los themes:  el estado del Servicio Nacional de Salud, en el que todos creemos con más o menos fervor; el de los equipos que lideramos (liderar quiere decir que de cualquier riesgo/ marrón, seremos los responsables); el Brexit, o a qué acantilado se despeña esta país; la madre de una, siciliana, que se ha roto la pierna, y está cada vez más frágil, y tan lejos; el hijo de otra, autista, por si la vida no fuera lo suficientemente complicada con hijos neurotípicos. La charla deriva poco a poco de lo macro a lo micro, a nuestras vidas, asuntos personales, desazones varias. 

Entonces una dice, "lo que de verdad recomendaría a todo el mundo es un sabático". Esta compa, de segunda generación (padres jamaicanos), se fue un año de "sabático" a Nueva Zelanda. En realidad, seguía trabajando pero la vida es mucho más lenta allá. "Trabajan para vivir, no viven para trabajar, como aquí", donde la sensación de aceleración da vértigo. Yo digo que mi sabático sería para viajar, la italiana me dice que me calle, que yo ya hice un sabático en Latinoamérica (por cierto, una de las mejores decisiones de mi vida). La que tiene el hijo autista piensa en alto: "si necesito dos semanas para decirle a mi hijo que nos vamos de fin de semana al campo...".
Estoy leyendo un par de libros a la vez, y en los dos hay académicos que están de sabático. En uno de ellos, el pobre ha de volver y se plantea que le esperan "otros siete años de cursos completos antes de otro sabático". Así ve la vida, de siete en siete. Me parece entender su angustia: cuando tuvimos que volver de Latinoamérica no me hizo ninguna gracia. Ya estaba con el chip viajero y hubiera hecho otros seis meses, sin ningún problema. Pero pensar la vida así.... yo que veo solo una línea inmensa, una especie de carretera que termina en una niebla espesa, la jubilación. 

Mento la imagen de arriba. No es normal en los 40 y pico estar pensando en la jubilación, fantaseando con ella. Mis compas ponen mirada soñadora: todas pensamos en qué maravilla sería poder cerrar la puerta de nuestra oficina y que les den. Y eso que tenemos "la profesión más bonita del mundo", que suele ser (por lo menos al principio) vocacional. La palabra "burntout" viene a mi mente. Tengo un amigo en Vetusta que investiga este tema. Creo que debe partir de su propia experiencia, porque siempre que le veo, me parece que sufre su objeto de estudio. La semana que viene, que voy a Vetusta, le veré. Y también a mi amigo JA, el neoconfuciano, que es académico en el DF y está precisamente... de sabático! 
El sábado tengo una cena con un grupo totalmente diferente: cuatro madres del cole de Mini. Una, española y amiga, es profe de mates y la podríamos invitar al grupo existencial del CPD. Otra, abogada top. La tercera, trabajaba en algo de PR, nunca me queda claro el qué, llamémoslo venta-de-humo. La última, no trabaja. Les cuento mis planes de jubilación y me miran extrañadas. El ama de casa, porque ella ya está jubilada, en el fondo. Eso sí, cuenta que está muy metida en la iglesia, haciendo por ellos trabajos de caridad, y que los domingos le encanta ir a misa porque "es el único espacio a la semana en el que tengo una hora para mí, para que me dejen todos en paz". Me planteo qué hace de 8:30 a 4 cuando los niños están en el cole, porque ese ratito las de mi grupo de CPD estamos llevando esta pequeña cosa lateral llamada "trabajo de riesgo a tiempo completo". Y esta necesita una hora el domingo para que la dejen en paz. Misa, su mini-sabático semanal.

Voy a Tesco y mientras empaco, la mirada triste de la cajera. No está mi amiga Amrita, de Mauritius, que es tan cariñosa. Amrita trabaja los findes porque se gana marginalmente un poquito más, para ahorrar para su vuelo a las islas, seguro que a la parte chunga, no donde los hoteles. Pienso que ni la cajera de hoy, ni Amrita se habrán planteado en su vida semejante problema de la clase media: un sabático. 

Ni tampoco la familia que vi el jueves pasado, para la evaluación de su hija. Tienen seis, y hay uno, aparte de la que vi, que está muy mal. Por fallo de los sistemas locales, pagan medicina privada para que le lleven la medicación por un tema, y están ahorrando poquito a poco para que le evalúen para lo mismo que la hermana pues, por cosas del destino, no quieren referirlo. El padre es celador de cocina de hospital, la madre da clases de natación. Se me rompe el corazón de que esta gente tenga que ahorrar para esto. Decido escribir al que maneja la pasta para lograr que lo refieran, bajo la seguridad social. Aún no sé la respuesta, pero ha sido el momento más alto de la semana. En el que no he querido estar de sabático, ni retirada, en el que he creído que esta es aún la profesión más bonita del mundo (entran violines).  

O por lo menos lo que tal vez me salva de tener que ir a misa a que me dejen en paz y encontrarme a mí misma los domingos.  Se lo diré en tres meses a las del CPD.