Hacía siglos que no leía un Cortázar: cayeron
casi todos en mi veintena tras el aldabonazo Rayuela. Sus relatos
(especial debilidad por “Casa Tomada” o “Manuscrito hallado en un bolsillo”),
novelas, experimentos... Es el escritor con el que quizás tenga más aventuras metaliterarias compartidaspropias, como
buscar el entonces descatalogado “La vuelta al día en 80 mundos” por todos los
mercadillos del mundo (La Habana, 70 dólares!) o pisar el mismo Café Londinium
en Buenos Aires.
Pero divagaría (si entrara en ello), y hoy he
venido a hablar de “62, modelo para armar” (62, para nosotros, a partir de
ahora), que me dejé sin leer en aquellos años, y al que le ha llegó su San
Martín este Agosto. 62 es una novela anárquica, puzzle, enloquecida, absurda (“Lo absurdo casi nunca era malo”). Como
el propio Gran Cronopio explica en su prólogo, “No serán pocos los lectores que advertirán aquí diversas transgresiones
a la convención literaria. (…) la transgresión cesa de ser tal; el prefijo se
suma a los varios otros que giran en torno a la raíz gressio: agresión,
regresión y progresión son también connaturales a las intenciones esbozadas un
día en los párrafos finales del capítulo 62 de Rayuela”.
Si esto pone en guardia a algunos, sigan leyendo. Las primeras decenas de páginas son La Confusión:
me siento verdaderamente frente a un rompecabezas de cinco mil piezas que tengo
que comenzar a “armar”, como dicen los argentinos. Hay que separar los trocitos dentados (muerden!) por colores, intentar hacer el oído a los distintos acentos, acomodar las
pupilas al brillo de las distintas ciudades: París, por supuesto, Londinium,
Viena. Pero no entiendo nada (“Era de los
que tendían a entender complicando (según él, provocando) o a complicar
entendiendo (porque todo entender, multiplica)”): lo que en Cortázar es
puro juego ahora se me antoja broma pesada, presunción intelectualoide. A
cualquier otro no se lo habría pasado. Pero a Julio. Sigo. Porque pese al maelstrom
general, sus frases tan. "El silencio
también es traición". "El gesto de quitarse una mosca de la manga sin ser
demasiado descortés con el insecto". "Desde luego, dijo Mr Whitlow, que parecía
pensar lo contrario". "Las manos de Frau Marta tenían algo de lechuzas, de
garfios negruzcos".
Las manos. De repente tengo un flashback, no
sé si engañoso, por el que me parece recordar que Cortázar estaba obsesionado
con las manos. O era yo, la que en una época de mi vida observaba mucho las manos de la gente?
Había manos casi repulsivas: manos sudorosas, pálidas, frías. Manos con
uñas. Yo nunca he tenido: las mías siempre cortas, son pequeñas, tijeritas de
bebé. Ahora me fijo menos, solo en gente importante. “Y las manos habían comenzado un paseo de tarántulas alunadas sobre el
cuero de la banqueta, tomándose y rechazándose y el índice contra el pulgar y
cuatro contra tres y la palma húmeda contra el dorso velludo”.
Pero en 62 las manos son un lujo. Un cableado
de relaciones, tan complicado como los techos de las calles de ciudades con
tranvía, donde “Los ojos son las únicas
manos que nos van quedando a algunos, bonita”. Los “duelos oculares” son porque no puedes tocar, no puedes tender la mano a quien
ves amar, temer, sufrir, las tres conjugaciones. Otras te ponen vendas, y
esparadrapo antialergénico. Las manos y Cortázar: que alguien me recuerde hacer
algún día una tesis.
Pero esa compleja tela de araña de amigos -antes
que las “redes sociales”- es en realidad un grupo de locos encantadores “cuyo fuerte no es la sencillez” que vagan
por la vieja Europa, un grupo sesentero, hippie, un grupo que habla con acento
porteño, danés, francés, inglés “y lo que
nos había reunido en (…) la vida era precisamente un alegre y obstinado pisoteo
de los decálogos. Cada uno a su manera, el pasado nos había enseñado la
inutilidad profunda de ser serios, de apelar a la seriedad en los momentos de
crisis, de agarrarse por las solapas y exigir conductas o decisiones o
renuncias”. Claro que ellos objetarían a mi descripción porque “No cualquiera se vuelve loco, esas cosas hay
que merecerlas (…) no es un absurdo total como la muerte o la parálisis o la
ceguera (…)no cualquiera se vuelve loco pero siempre es posible dormir con
ayuda de los laboratorios Sandoz”.
Ah, la locura hay que merecerla. De nuevo,
ideas del Gran Cronopio, tan bien dichas. “La
prenda que cayó a los pies de la cama con la forma exacta de un faldero que se
ovilla a los pies del ama”, “En los tranvías está siempre esperando el destino”,
“Porque en realidad es el pasajero el que lo lleva a uno no el taxi al pasajero”,
“Harold Haroldson… y uno creía que nombres así solamente en Borges, hay que
convencerse de que la naturaleza imita al arte”.
El juego, esa constante cortazariana, que
puede consistir en pretenderse Diane Keaton en “Manhattan Murder Mistery” por
los hoteles vieneses “A esa altura de
nuestra insensata mudanza al hotel no veíamos otra salida digna que la de
seguir hasta el final” hasta usarlo como metáfora de nivel sobre la
cosmovisión de uno de sus personajes:
“Inventaste un
gran juego que te vaticinó lo que no era, lo que todavía me obstino en creer
que no seas (…) tú y yo sabemos demasiado de algo que no es nosotros y juega
estas barajas en las que somos espadas o corazones pero no las manos que las
mezclan y las arman, juego vertiginoso del que solo alcanzamos a conocer la
suerte q se teje y desteje a cada lance (…) dime, si quieres, que sigo jugando con
las palabras, que también yo las mezclo las tiro en el tapete. Reina de
corazones: ríete una vez más de mí. (…) cuántas combinaciones habrá en esa
roñosa baraja que el tipo con cara de pescado está mezclando en la mesa del
fondo? (…) mira, si pienso que un día la baraja se da de una manera que nos
junte en alguna cama de este mundo”
Queda claro, pues, que el amor recorre la
nivola (imposible lo de novela, ver arriba), como en Rayuela, y la manera de
hablar del Amore (y del desamore) de
Cortázar es siempre intensa, para leer en solitario, para
sonrojarnos por comparación de lo que escribimos alguna noche cuando creíamos
que estábamos descubriendo algo, hace mil años. Distintas formas de darle al
músculo agazapado tras el esternón: “Mirá
Nicole, si has dejado de quererlo, pero entendeme bien, cuando digo quererlo no
estoy diciendo tenerle cariño o ser buena con él y esas otras sustituciones
amables que son la flor de nuestra civilización, si has dejado de quererlo
entonces no entiendo por qué no tenés la generosidad de irte”. La relación
sin ilusión, “Un cansancio que venía
desde tanta vida atrás”, que se delata en las palabras: “La repetición cotidiana de las mismas frases
previstas, de las mismas sonrisas en los mismos ángulos de la conversación,
toda esa mueblería entre cursi y angustiosa que era su lenguaje de entonces”.
En el contrapunto de “cualquiera de los pliegues de la gran rutina” están los que “No saben querer así y sería inútil esperar
algo de la costumbre, de la rutina”. Esta es la mejor apuesta para escapar de ese pliegue que nos engulle y nos
deja otra vez aún más solos. “Ya nada
teníamos que decirnos, Helene y yo, que nos habíamos dicho tan poco. (…) No
podía haber tregua (…) de qué hablar, si no pasaríamos nunca al otro lado”. “Helene, que solo ha entregado su cuerpo
cuando tenía la certeza de que no la amaban”, la inaccesible, la distante.
“Apretado contra ella, sintiéndola
deshacerse una y otra vez como una ola repetida, inapresable”. Aquí, en el
amor imposible es donde el Gran Cronopio se sale:
“Amándote
amargamente (…) horrible ternura inútil (…) y qué podía importarme todo eso si
la amaba, si el pequeño basilisco que alguna vez se había paseado por su pecho
resumía en su verde relámpago mi interminable servidumbre?”
Luego está el sexo. Una, tras leer un par de
escenas ha de ir a la contratapa a corroborar el año de publicación de la
novela (1968), lo que hace a esos encuentros aún
más salvajes de lo que puedan resultar en 2012. “Me descubro tan convencional como cualquier otro, tan marido sin estar
casado (…) no soy capaz de sacarme de la sangre todo esto que se deja pensar
tan claramente”. Terrible pero inevitable pensar en el producto comercial
(llamarlo libro, novela, nivola… me siento incapaz) del año, “50 shades of
shit” (excuse my French). No hace falta leer basura, de sexo también han
escrito los clásicos. Llegué al borde y preferí no saber.
Un grupo de gente que se encuentra y
desencuentra, que se dejar usar por lo
que les ocurre, o que toman las riendas, y que fracasan y sienten que en la felicidad se abría otra vez paso
la fina grieta instantánea, o que triunfan si eso fuera algo de interés
para Julio. Somos mucho más la suma de
los actos ajenos que la de los propios, y lo que pasa en Viena afecta al
sexo que ocurre en Londinium, y lo que se deja de decir en París es la bofetada
del tranvía vienés. No será un viaje fácil, por lo menos en las primeras
estaciones de cercanías, pero habrá amapolas en las cunetas que te obligarán a
quedarte. Luego te reencontrarás con un viajo amigo, de esos tan importantes
que son sin duda parte de ti, y hasta podrás ver, entre dos puentes, a La Maga
y Oliveira andando sin buscarse…
Búscame también
allá como yo te estoy buscando. No puede ser que no nos encontremos ahora
Tendrían que matarnos para que no nos encontrásemos.
…sabiendo que andaban para encontrarse.
¡Anda tú! Mira lo que nos ha dejado la niña en su primer post laborable. Una bomba de entrañas que explota para recordarme que mucho después sigo teniendo algo de cronopio y que lo único bueno de verdad que me ha pasado en la vida es serlo y que Cortázar me diera las claves para estructurarlo.
ResponderEliminarTambién yo lo leí todo en mi veintena, con la diferencia que mi veintena se produjo más de una veintena antes que la tuya. Te he leído el post, me he hecho un café instantáneo y he paseado por la casa con un cigarrillo y me ha salido sola una pregunta (de verdad que esto es verdad): ¿Cuándo mi vida se hizo de color?
Porque quitando una infancia larga y absolutamente enloquecida (de estar loco de atar), como teenager ya entrado en los doce o los trece, me sumergí en el gris absoluto de aquella sociedad. Me asfixiaba. Con los 15 abandoné la religión como una serpiente que se deja una piel despreciable en la hierba. Y conocí la lucha por el cambio de la sociedad. Aceptaba la lucha como necesidad, pero los “luchadores” por excelencia, los del PCE, seguían siendo igual de grises. Y yo quería luchar y divertirme, ser una combinación de guerrillero y gamberro inglés.
Dos cosas me salvaron, la Beat Generation y Cortázar. Descubrí, ya en la Universidad, pequeños grupúsculos de gente luchadora y divertida; todos tenían algo en común: luchaban contra la Dictadura y leían a Cortázar como posesos. Y eran gamberros que no solo querían derribar las superestructuras, sino que ya las habían desecho en su vida personal.
Desde entonces, la vida pasó a ser en color; y los sueños eran refulgentes.
Pocas veces un solo hombre ha hecho tanto por varias generaciones. Gracias, Cortázar: solo tú podías enseñarnos que solo se puede encontrar a quien amamos si la buscamos en una ciudad a miles de kilómetros de donde está ella. Desde entonces, la patafísica de lo irrazonable no ha dejado de darme alegrías imposibles.
Lo he releído mucho y, o bien se mantiene igual de fresco, o bien mi unión sentimental con él es tan potente que ciega mi capacidad crítica. Pero 62 no lo he releído. Hará más de cuarenta años que no lo he releído. Tendré que arreglar eso.
Ah, Cortázar... yo lo leí en mi adolescencia en libros forrados y escondidos -ahora y de lejos veo algo que agradecer a las dictaduras latinoamericanas que lo prohibían todo. Nada mejor que la prohibición para leer incansablemente, aprenderte cosas de memoria porque había que devolver el libro, y luego discusiones interminables a media voz en el fondo del café. Me has dado ganas de releerlo ahora, con 50 tacos y en esta España :)
ResponderEliminarMe he hecho vieja, Di. Mucho antes de tiempo, pero parece que es así. Cojo la lupa binocular para leer los párrafos transcritos y mi cabeza de mujer antigua se encuentra con una tortilla de patata deconstruída y sin sal. Esa estudiada falta de sencillez, ese constante recordarte: "nena, soy un escritor experimental que va a renovar la novela para siempre" me resulta ahora demasiado pretencioso y artificial. ¡y el humor! ¿dónde está? ¡Esa es la sal que le falta a la tortilla!...La cosa es que el tipo antes me encantaba...y ahora los que me molan son Rabelais y Montagne....¡Definitivamente, me hago vieja1
ResponderEliminarVá a etar vieja tú, colgada todo el día de un andamio.
ResponderEliminarPero ¿qué tendrá que ver que nos gusten Rabelais y Montaigne para no disfrutar de otras cosas?
A lo mejor, sí, estás pasando por una etapa temporal de amayoramiento. Es como una gripe.
No sé, NáN. Debo ser yo y no Julio. El otro día me decía mi santo (AKA el rey Lemuel), que he sido poseída por el espíritu de un monje taoísta. Todo lo encuentro excesivo y recargado. A lo mejor es por los excesos a los que me somete mi especialidad (el barroco de pueblo). El otro día salió en las noticias que en una de esas absurdas listas de "las cien mejores películas de la historia del cine" el número 1 lo tenía Ciudadano Kane. "¡A dónde vamos a ir a parar si los críticos ponen por encima de todo la insoportable pretenciosidad de ese ser!" -fué mi comentario. Comentario de vieja cascarrabias. ¡Me preocupo!
ResponderEliminarSi estás a dieta, será porque algo te indigestó. Soy muy monje shaolín, pero para el arte prefiero el zen, que permite emborracharse.
ResponderEliminarEl caso es que me gustan los petenciosos que abren boquetes en los muros (no los epígonos que se abren la cabeza y no raspan ni la pintura).
NO tengo perdón, abandonaros encima en un divague cortazariano durante casi una semana. Resulta q este divague loe scribí ene sos trenes escandinavos, y lo programé. Eso quiere decir q el lune,s cuando se publicó, yo estaba en pocas ocndiciones de ocntestar a nada. Así q lo porimero, mis disculpas.
ResponderEliminarNAN, decirte q tienes, por mi lado, el título de Cronopio Mayor del Reyno. Quieres bailar catala conmigo? Estos ofrecimientos por mi parte no son muy frecuentes así q, no pressure, pero yo aceptaría. Me ha encantado tu historia de salvación por el Señor Cortázar, q no era un señor. Tu misma sensacion de frescura y risa, y una manera de ver la vida q tambien me influyó mucho la comparto totalmente, 20 años después, y sin tus compañeros de lucha. En mi época, en mi facultad, nadie leía a Cortázar. Sin embargo, tenog una historia chula de un inglés q conoci en el metro de londinium (igual algún día la divago) q, hablando de libros me dijo “mi autor favorito es uno extranio, no conoceras.. un argentino q escribió un libro llamado Hoptscotch”…
Querid@ ROMI: lo primero bienve al divlog! Me hace mucha ilusion cuando nos comenta gente “del lado de allá”.. soy una enamorada de latinoamérica desde Monterrey hasta Ushuaia, así q una abrazo enorme. Lo de leerlo ilegalmente ya debía ser el summun, me lo pueod imaginar… uno d emis primeros divagues se lo dediqué a “los libros prohibidos”, pq a otro nivel, tb yo viví libros q no debíamos leer, y por eso los leía. Aquí está
Dearest CS.. te entineod perfectamente.. como os contaba en algunos comentarios de los divagues de las postales, mis primeras decenas de paginas de 62 se me hicieron muy duras. Y no solo de comprensión (q igual era cosa mía,e staba viajando, sin centrarme etc), sino por lo q dices, pq me preocupaba pensando q la magia entre Julio y yo se habia acabado, q éramos como un matrimonio d emuchos años donde quedaba ese cariño q cito en el divague y poco más. Luego se me ha pasado y lo he vuelto a disfrutar, aunque estoy contigo q 62 no tiene el humor por todos los sitios q tanto me gusta del Gran Cronopio. Es tan importante en que etapa de nuestra vida leemos cada libro! Y lo bonito es q esto no se puede planear… cada uno tiene una sola vida y se los va encontrando (o los libros no encuentran a nosotros) de una manera caótica.
Un muxu a los tres,
di
Oh, Di. Esta tarde, en el palazzino de la poeta Aroa, a 120 metros mal contados desde la puerta de mi casa, hemos tenido una de esas lecturas mensuales, que acaban siendo cada dos meses, de un poeta. En este caso Julio Cortázar (duro de llegar como poeta). Estaba presente la cortazariana, y mal que le pesa, escritora Lara Moreno. Aroa reconoció que le había costado mucho leer "62", que las diez primeras páginas se las tuvo que leer varias veces antes de entenderlas y seguir. Conforme iba bajando la botella de mezcal (con gusano, porque era de importación ilegal) que se había traído de México, donde trabajó como periodista y donde regresa todos los años, le íbamos afeando la conducta.
ResponderEliminarSu perro Valentín, al que llamo Valente y le agradezco su poesía, agradeció como es debido el halago y no se separó de mí en ningún momento, lo que a veces es un incoveniente porque se tira pedos horrorosos.
Lo anterior era solo lo único que podía dar de mí anoche al regresar. Desde luego, acepto el baile de catala con gusto y emoción, pero no el título, porque Gran Cronopio solo puede haber uno en la Historia, y sería una cosa como de baile de disfraces.
ResponderEliminarEntrehablando como desde varios blogs, ya te dije que mi Taller es autogestionario y gratuito, pero en octubre empiezo uno semanal de pago con la tal Lara Moreno. Sé, por asistentes anteriores, que da una caña que te cagas, pero dada mi edad según DNI, me dije "mira chaval, si quieres aprender algo mejor lo vas haciendo ya que tanta procrastinación va a acabar contigo (en el sentido literal: que con el acabose de uno se acaba lo que se daba). Así que en octubre, cada martes a la 7 de la tarde, me repeino, cojo una carpeta en la que pueda pegar pegatinas y fotos de mis héroes, y a clase.
Lo del metro es ya de por sí un encuentro en ninguna parte que merece la pena ser contado.
NáN, Cronopio Mayor del Reyno no es lo mismo q Gran Cronopio, q estamos de acuerdo quién es... enhorabuena con tu nuevo taller... ya esoty insalivando pensando en tus escritos q confío compartas con nosotros. Lo del metro... se llamaba Derek y tenía los ojos azules, y me envió un txt literario a medida q entraba a casa.. el Peda aún con recuerda con emoción ;)
ResponderEliminarLo de Valentín sé q lo has puesto para sonrojarme... y lo has conseguido :)
di
Tienes razón, que en estos tiempos un Reino no vale un ná.
ResponderEliminar´:), jujú.
NáN, tus risas son memorables ¡Siempre con la entonación adecuada!
ResponderEliminarbueno, va ya de cachondeíto, que tampoco sois gaditanas.
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