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19 julio 2024

Ruta escénica (Hai Van Pass). El Peda, samaritano cambiador de divisa. Tu primera vez -chispas- bebiendo alcohol con tu hija (V9)

 Viernes, 19.07.24: Hoi An-Hue



La turra de las "rutas escénicas"
Para decidir cómo viajar de Hoi An a nuestros siguiente destino, Hue, hubo cierto debate. Hay unos 120 kms y una parte del trayecto es el famoso Hai Van Pass (11 kms de subida y 10 de bajada), una de esas preciosas "rutas escénicas" junto al mar que tanto me gustan. De hecho, mientras escribo esto me ha dado por recordar algunas y, entre una cosa y otra, he terminado creando un nuevo di-stintivo del divlog titulado -exacto- "rutas escénicas". Así de memoria con algunas recientes me han salido siete. 

Mi idea es hacer todas las que pueda del mundo mundial porque es lo que más me gusta de viajar: no ir a ver tal o cual cosa sino, de camino, encontrarte con La Belleza. Es el viaje en sí mismo, más que llegar a destino. Es Itaca, otra vez. 

Sabía que me iba a encantar este paso entre montañas con el mar de fondo y había que decidir cómo hacerlo: si siguiendo nuestra nuevo talante millonetis "con chófer", o en tren. Por supuesto, con lo que me gustan los trenes esta parecía la opción clara, pero tenía dos potentiales incovenientes: uno, no sale de Hoi An, hay que desplazarse a Da Nang (donde llegamos en avión de Saigón) y luego coger el tren (con las liadas de horarios y demás) y dos, que tal vez no subía tanto como la carretera. Me empollé todos los foros que pude y no llegué a una conclusión clara, nadie decía que el tren era maravilloso [sí, también di la brasa a Annapetons, que no me supo decir, ella no fue en tren]. Total que volvimos a contratar a uno de esos hombres al volante, que apareció en el hotel a la hora convenida: 9:30 am.

Las montañas de mármol: resisitirse no sirvió de nada
Ya la noche anterior se nos vendieron los servicios del conductor, no solo como transporte de A a B (de H a H) sino con paradas en "las montañas de mármol", el pase de ruta escénica y la playa de Lang Co. Annapetons me había avisado de la turistongada de las montañas de mármol e intenté zafarme, pero al ver que tras varios intentos el hombre no iba a tomar un no por respuesta decidimos, venga, subimos un momento.  Aún no entiendo su motivación, porque desde luego no era llevarse comisión por nuestra compra de estatuas de tamaño natural de budhas sonrientes o tigres de Bengala (muchísimos establecimientos con estatuas a cual más terrorífica en la base)... tal vez solo quería echarse una siesta ya de buena mañana. 


Así se ve Thuy Son (la única de las cinco que se visita) desde abajo. Y quién iba a decirlo, es de mármol y ha sido adorada por los vietnamitas durante siglos. Abajo incluyo los cinco picos que se levantan unos 100 ms del suelo -atención a la geología de estas formaciones porque vamos a ver muchos a medida que tiremos hacia el norte.  Nota: pensaba que estos niños añadirían un toque local a la foto (son vietnamitas), pero desde atrás noto que podrían ser de Cáceres.


Subimos por una escaleras empinadas y arriba hay un montón de gente (como Anna había avisado) visitando los templos. Hay Budas dentro de cuevas y tenemos algunas fotos de Mini haciendo el signo ese de los dedos, orando por sus GCSEs ("Mini se hace budista", escribe el Peda). La visita es muy turística pero me gusta porque vemos a monjes con sus rituales:







incluso a un monje-niño, que me mira con cara muy poco zen:


Y también gente de la calle, con verdaderos aspavientos:



Al final, esto es como ir a una iglesia católica a misa de 8 un sábado y encontrarte a las cuatro señoras septuagenarias con bata floral y al cura aburrido de solemnidad, pero en budista.

Lo del incienso: evocaciones juveniles
Uno de los rituales es encender un palito de incienso y ponerse la punta (no la caliente, sádicos) en la frente, así a modo de unicornio, mientras se reclinan.  El olor a incienso me lleva a sitios chulos, exóticos, pasados: creo que de algún viaje hasta nos trajimos algunos de esos palitos y los encedimos un par de tardes -ahora me parece una marcianada hacer eso en casa, pero ese rollo de las velas era o bien de los 90 o bien de los veintitantos, no me queda claro. Al final, la pagoda:



Distracciones, las justas
Al salir hay que decirle al conductor que nos ha encantado, o le daríamos un disgusto. Tiene que conducir tranquilo porque ya tienen bastantes distracciones entre el tráfico demencial que conocemos de esta país (si alguien se está preguntando si es posible alquilar coche, la respuestas es un rotundo no: no hemos visto ningún sitio, ni en el aeropuerto) y además suelen llevar varios teléfonos. Entre eso y las pantallas que parecen llevar los coches hoy en día en el salpicadero (vivo ajena al mundo de los vehículos, esto es nuevo para mí- Wolfy no tiene casi ni salpicadero) a veces una se plantea si dedican toda la atención que deberían a lo que tienen delante. Hablan, escriben (para el traductor, y así hacernos saber algo irrelevante), tienen en la pantalla a una chica vestida tradicional como una foto fija pero que se mueve (será su novia?), lo que surja... y este tiene una estatua de Budha con los cuatro monjecitos que están tapándose los ojos, los oídos, la boca, los oídos y el cuarto se está apoyando la cabeza en la mano  y representan cuatro significados diferentes: ¡no veas el mal, no oigas el mal, no hables el mal y no hagas el mal!  Yo les pondría un quinto "Céntrate!"



Por qué tanta ropa?
Y abajo otra foto que hice por el camino para no olvidarme de contar los siguiente: los vietnamitas van siempre sobre-abrigados. Es una exageración, porque algunos llevan una especie de medias de un material grueso que se pega a los brazos y que terminana como mitones en las manos. Solo verlos, me derrito. Un día le pregunté a una guía y decía que ellos "no sentían tanto calor" (subliminal: exagerada europea!) y que lo hacían para protegerse del sol. Que nosotros nos poníamos morenos, y quedaba bien (amabilidad vietnamita), pero que ellos no querían ponerse crema ni quemarse. Le expliqué que yo no quiero ya ponerme morena (sí en su día, recordemos los excesos de los 90), pero ahora llevo siempre pantalla total (aún así, he cogido color que si no fuera por lo malo que es el sol, sería maravilloso), pero que tanta ropa me parece imposible. Otro tema era para las motos: igual que en occidente los moteros van con ropa especial, aquí también, pero incluso para ir por la ciudad. Y las mujeres van como en la foto, con una especie de abrigo de tela gruesa con cremallera hasta los pies (algunos con marca falsa: no creo que Gucci haga estos revenants y los venga en mercados), las caras tapadas con máscaras: es muy extraño, pero confío en que debe tener su lógica. 


Como esperaba, el paso está guay
Pasamos por Da Nang, que está a 10 kms al norte y tiene mucho hotel de playa. Por fin, empezamos a subir al Hai Van Pass (Hai Van significa "nubes del océano"). En algunas de las fotos se puede ver, por abajo, las vías del tren. Paramos arriba, donde hay unas tienditas vendiendo recuerdos y nosotros tomamos una Cocacola y hacemos fotos. Como ruta escénica es maravillosa (curiosamente es la Highway 1, como la de California) y me encantaría alguna vez hacerla en moto (para integrarme, con esos conjuntos de Yeti?) y poder parar mucho más para freiros con aún más fotos. Ahí van... 








Lang Co: el Peda se torna oficina de cambio y yo me pregunto por qué atan a los cangrejos
Una vez abajo, el conductor nos para en Lang Co, un pueblo de pescadores con cocoteros y una playa de arena blanca de 10 kms que me encanta. Yo llevo el bikini por debajo por si pudieramos bañarnos, pero no. Varias cosas pasan en ese rato. 

Mientras estoy haciendo fotos se me acerca una inglesa a ofrecerse a sacarme a mí y luego yo le hago a ella. Ella es ex-pat que vive en Dubai (buf, pienso), su familia está "por ahí" y la mía está hablando con una anciana local mucho rato-los veo de lejos y cuando por fin nos reunimos me cuentan que el Peda ha hecho su samaritanismo del día: le ha cambiado dongs por libras esterlinas, "así ella no pierde en el cambio". El caso es que termina con una bolsita de plástico con £20 en monedas que a ver cuándo usamos, porque en la isla ya no se trabaja prácticamente el efectivo, incluso cantidades ínfimas se pagan con plástico. Sin embargo en Vietnam es todo lo opuesto: por usar la tarjeta te cobran el 3%. Esta es la entrañable señora para la que fuimos su oficina de cambio de moneda sin comisión:

Esto será cosa mía, pero para mí los viajes más exóticos de mi vida, cuando he tenido mayor sensación de estar en el extranjero era cuando cruzábamos a la Cerdanya francesa a visitar a las primas de la Yaya. Todo porque era peque, claro. Bueno, pues otra cosa que me da vibraciones similares es el siguiente grupo de palabras, del que aún me acuerdo: "Change-Exchange-Welchsel-Valuta". El banco de Bellver las tenía en un cartel y a mí me hacía mucha gracia, por supuesto, "valuta". Es o no una gran palabra?

Pero divago: volvamos a las fotos que estaba haciendo cuando me interrumpió la inglesa:











Es una maravilla de sitio y no hay casi nadie, porque están todos en un restaurante hacia el otro lado de especialidad marisco. Parece que es famoso por sus ostras que es algo que me horroriza, y en general todo el marisco, así que dejo a mis compas tomándose un 
smoothie y una bia y me voy a hacer más fotos hacia la otra zona, pasado el enorme restaurante donde tienen peceras con todos los bichos (creo que no había visto antes nadar a las gambas) y a los pobres cangrejos los tienen atados. No sé si lo hacen para que no se maten entre ellos, pero dan pena:


Estas casitas están en un muella fuera del restaurante y son como comedores privados que están hoy vacíos. 









Uala, hotelazo
Por fin llegamos a Hue sobre las 3 de la tarde. El conductor nos dice que sabe cual es el hotel porque es "el edificio más alto de la ciudad" (33 plantas). Al llegar, wow: ya sabíamos que era una pasada (Annapetons, de nuevo, Meliá, £80 por noche), pero no imaginábamos tanto. Es espectacular, desde el lobby hasta la habitación, que está en el piso 17. Yo estoy como una niña con zapatos nuevos, Mini lo mismo, no puede creer que sus padres la hayan traído a un sitio así. Empieza a llover a cántaros y secamos las playeras, que venían todavía húmedas tras el diluvio de Hoi An con el secador. 



Aprovechamos para bajar a la piscina que está en la planta 10. La llaman "all seasons", porque abren y cierran los ventanales a discreción.  Hay un nuevo mini-huracán fuera mientras nadamos y es el paraíso, rollo "estoy aquí, que se mueran los feos".



Todo esto con unos albornoces para quedarse a vivir (anotan que preguntes precio si te los quieres llevar) y demás florituras. 

Turrécdota con la cena (no me ha secuestrado un bot)
Salimos a las 1815 con hambre en busca de un restaurante de la guía típico llamado Hanh. A mí me encanta, tanto el ambiente muy relajado de gente local y tirando a joven, como el hecho de que puedes probar un poquito de cada cosa. Los platos típicos de aquí son muy distintos al sur. Una rabia que no hice foto (para cuándo seré una influencer de comida?), pero esto lo he encontrado en internet (lo anoto porque no quiero olvidarme):
  • Bánh Khoái: una especie de tortitas con gambas
  • Bánh Bèo: esto es único en Hue. Una especie de tortita de arroz con gambas, cerdo, cebollino
  • Nem Lụi: Esto nos lo ensenió a comer el camarero. Es una especie de albóndiga de cerdo oval que viene dentro de un bambú o lo que sea. Abres una hojita de pan de arroz y lo metes, junto con hierbas, luego haces un paquete y sacas e bambú y lo comes. 
  • Bánh Ướt: Un tipo de rollito primavera 
  • Thịt Nướng: noodles delgados frío con cerdo al grill y hierbas
  • Nem Rán: Rollito primavera frito
También pedimos una especie de arroz con leche de postre que tiene una parte negra y es bastante soso. Mini no se ve impresionada por nada de esto y creo que sueña con pizzas. Esta pobre gente espera a la salida del restaurante:




Down to the river
El río de Hue se llama el "Río Perfume" (aventuras en él otro día). De momento hoy caminamos hasta su puente iluminado, una fantasía, no digáis:




Y ya de vuelta al hotel subimos al "rooftop bar" de nuestro hotel que se llama "Sky Bar" porque las vistas son... pues eso, desde el cielo. Mini sugiere que le dejemos beber un Aperol Spritz, que total, ya lo bebió en Sicilia con sus amigos. Es la primera vez que le compramos a Mini alcohol en un local: otro pequeño mojón del desarrollo.

La primera peli de adultos que fuimos a ver con Mini nunca se me olvidará ("La La Land" en el Ritzy de Brixton). La primera vez que bebemos juntos, tampoco....





Pub: 28.08.24

11 julio 2022

Una chabola con vistas (duelo EM Forster - A Maslow) Mendigos digitales y reales (peloplaya). Fuck Londinium: quiero esa terraza (CT & D4)

Lunes, 11 de Julio de 2022: Cirali-Adrasan-Karaoz-Playa Mavikent-Finike-Demre-Kas (CT & D4)


Café para los no-cafeteros, y así todo (menú infantil)

Desayuno turco-vista parcial
(faltan las olivas)
El desayuno lo hacemos en el jardín debajo del plátano (o como se llame ese árbol que cubre toda una plaza), una maravilla. Esa sensación es muy Grecia: una plaza llena de mesas bajo esos árboles, y gente tomando Frappés o Fredos. Nota: ambos son versiones de café frío con variaciones sobre tipo, leche y azúcar, con mucha espuma. Es extraño porque no me gusta el café, pero en Grecia bebo Frappés todo el tiempo. Deben ser el "menú infantil" de los que no nos gusta el café, algo así como la Coronita lo es de la birra. El Peda se ríe de que alguna vez no me gusta un pescado “porque sabe mucho a pescado” o una marca de espinacas congeladas, lo mismo. Total que es así: no soy "auténtica" y compito en tontería con niñas de 6 años. Pero divago, estábamos en el desayuno en el que se confirma lo de que los turcos desayunan olivas (verdes, negras, arrugadas, lisas, lo que sea), ensalada (elementos no reconocibles como tal para el español medio) sin aderezo, por supuesto yogur y cantidades industriales de sandía. Soy feliz.

De cuando martinavalentina eres tú
La piscina está ahora libre de las martinasvalentinas del mundo, solo hay un joven con sus cascos, así que pasamos nosotras a representar ese rol - él ni se inmuta, nunca viaje sin cascos. Hay ramonas del hotel (la nuestra sigue en maleta), jugamos, hacemos videos con la ínclita Gopro y, un clásico, hacemos carreras. Siempre nos gana la máquina-Mini, a los dos, llegando yo a la humillación de aceptar una carrera a diferentes estilos (ella a braza, yo a crawl ), y aún así perder. Tenemos la piscina toda para nosotros y estamos ahí hasta el límite de check-out del hotel. La ropa se seca en el balcón en un nanosegundo. Este es un sitio donde me habría quedado más noches.

Vértigo
Hoy nos espera otro día de "ruta escénica", pero, atención, incluso anunciado por el gruñón de la Rough Guide, así que lo anticipamos como espectacular. Aún así, no nos imaginábamos lo que íbamos a ver (nota, las fotos son malas y no hacen justicia en absoluto-están tomadas desde el coche).

Ninguna foto decente de zigzag:
esta es la Autovía de arriba
Salir de Cirali supone subir la carretera en zigzag que bajamos ayer, y en este tipo de vías, hay algunos tramos que, si uno tiene vértigo, o lo recanaliza como terapia de exposición, o mejor que no mire. Pero vamos, estas no son de las peores que recuerdo. 

Una vez en la autovía, seguimos hacia el oeste, pasamos la salida a Olympia y volvemos a bajar, esta vez a Adrasan Sahil, otro lugar no tomado por el "turismo de masas". Se trata de una bahía que, en una esquina, por donde nos metemos, hay enseguida profundidad y se pueden ver peces.

Lecciones magistrales Di. Hoy: “tipos de playa”
A mí no me gusta la playa, me gusta el mar. Pasar un día entero en la misma playa no es mi idea de diversión (hay excepciones). Dentro de las playas, tengo claras mis filias y fobias, que difieren de los de mis compas de viaje, a saber:

1. No me gustan las playas de arena, prefiero las de piedras, que con cangrejeras genial. Razones hay varias: lo molesta que es la arena y me gusta más el agua sobre piedras o roca. Nota: he logrado traer a Mini al lado oscuro este de la no-arena.

2. Prefiero las calas pequeñas a las playas largas (que también me gustan, recuerdo algunas de Sudáfrica).

3. Disfruto del mar cuando tiene pocas olas, o las que puedes saltar. No me gusta el mar con olas de rulo que te hacen perder totalmente el control. No he dedicado ningún divague a mi aventura con 10-11 años en una playa con Tiovin, en que se nos llevó un mar super enfadado y acabamos rescatados por la Cruz Roja del mar. No lo he hecho porque pensar en ello con el grado de detalle requerido para escribirlo aún me da miedo. Supongo que, tantos años después, aún tengo síntomas residuales de Síndrome de Estrés Postraumático por mi gran ola de Kanagawa particular. Curiosamente aquello pasó en el Mediterráneo, que suele ser más ese mar que me gusta a mí, versus el Atlántico. Sin embargo, mis compas de viaje son atlánticos ellos, y les encanta este tipo de mar. Afortunadamente, no hemos encontrado muchas playas con olas de estas -no así en California donde todas sin excepción son así- pero atención a "Patara" en unos días.

Mira, qué curioso: ese niño lleva un gorro como el de Mini

Adrasan Sahil:
los mendigos en ruta agradecemos duchas



Toda la lección magistral solo para decir que Adrasan Sahil es una buena playa de las mías en la que nos metemos a ver peces, nadar y hacer el muerto. Hay un camino de tierra que sube por un lado de la cala (Balikci Koju) y nos ponemos en marcha al salir: simplemente rodea la bahía, entre pinos y se llega a otra cala con menos gente y los mismos azules. Hay una gran familia turca de las equipadas, con un señor que, sandía enorme entre sus piernas, la va partiendo. ¿Cómo habrán hecho llegar todos los bártulos, incluida sandía de 15k por el terraplén que baja a la playa?

No solo la sandía,
se han llevado un colchón de cama
a la cala
De vuelta a Adrasan Sahil nos tomamos algo en un chiringuito de playa donde les cuesta horrores cobrar: desde que pides la cuenta es eterno, y nos preguntamos si es una cosa turca, que consideran maleducado cobrarte enseguida. Dan ganas de pedir todo y a la vez la cuenta.

A Mini la podríamos haber llamado Indiana por lo intrépida, pero no por su relación con sus sombreros. Recordemos cuando una ola precisamente se llevó su sombrero favorito en Gozo, y se pasó un buen rato llorando. Aquí trajo un sombrero de tela muy feo (no me gusta el azul celeste, esos colores pálidos, insulsos) que se había comprado por internet “en mi fase quirky”. O sea, a ella misma ya no le gustaba, ya ha superada “esa fase”. Cuando nos vamos vemos a un niño “con un sombrero como el de Mini”. Nadie se da cuenta que Mini no lleva el sombrero en su cabeza, nadie se sorprende que ese no es el típico sombrero de chiringuito, que es un sombrero que se compra una niña de 12 en su fase quirky. Total que solo unas horas después, cuando se busca sin éxito el sombrero nos planteamos lo de “no sería el que llevaba el niño en su cabeza”. Se confirma: otro sombrero perdido.

Yo sigo diciendo (predicando en el desierto) que un sombrero de viaje tiene que tener cuerda, no solo porque a veces hace mucho viento, sino porque te lo cuelgas cuando quieres y ya está (“otra lección de vida, mummy”, dice Mini o “por sus sombreros los conoceréis”, dice el Peda ante un grupo de guiris.). Pues sí, podría hacer otra clase magistral de sombreros de viaje (me he limitado a una por divague), porque es un elemento fundamental que manejo, tras años de estudio. Vale, ya lo dejo.

Cabo Gelidonya: en el culo del mundo. Repasar viajes
A veces, cuando pienso en los viajes que he hecho, los tengo en mi mente como una “prospección inicial”, soñando que, con lo que sé tras haberlos visitado, un día volveré y podré enfocar sitios en los que tendría que haber pasado más tiempo. Esto sé que no pasará -por lo menos en todos los sitios-, porque siempre habrá algo nuevo que conocer y el sintagma “culo inquieto” se lo inventó alguien por algo. Otras veces creo que si alguien que está preparando un viaje algún día cae en este blog, tal vez saque algo en claro (si logra, entre toda la paja de sandías y sombreros y ramonas, encontrar algo de grano): sí, lo sé, nadie ha dicho que sea fácil entrar en mi mundo.

El caso es que el cabo Gelidonya (obsérvese en mapa), merece tal vez una semana: quedarse en un hotel hippie con hamacas colgadas de plátanos, visitar todas y cada una de las calas, que seguro son un festival, ir al faro de Gelidonya, alquilar un barquito como en Kefalonia (si es posible sin el acelerón inicial que casi nos hunde, gracias, Peda) e ir a las susodichas calas o a la isla de Suluada.

Karaoz
Nosotros solo subimos y bajamos a Karaoz, hacemos unas fotos, pero no tenemos tiempo de bañarnos. La carretera es de nuevo maravillosa y lo mejor es la sensación de estar en un punto muy remoto, solos, donde nada ocurre, porque parece irreal que algo esté ocurriendo en otros puntos, que la gente se siga afanando por un informe, o abriendo las puertas del metro cuando ya suena el pi-pi-pi. La sensación es que allí estás a salvo de todo, y no hay futuro, solo presente. Por supuesto, es solo una sensación y lo mejor que puedes hacer es dejarte llevar por ella todo el tiempo que puedas, porque enseguida algo te sacará de allí.


Preguntas maslowianas (breve arenga social)
Alguien se acuerda de la Pirámide de Maslow? Sí, aquello de que había que tener primero las necesidades básicas cubiertas (comida, refugio), para poder preocuparse de otras tareas más elevadas como el disfrute de la belleza, de lo intelectual o la auto-realización. Esto son cuestiones que me planteo en el siguiente tramo.

Cuando salimos del cabo Gelidonya, seguimos por la A400, en lo que ahora sé es paralelo a la Playa Mavikent, pero en ese momento solo vemos mar y soledad. No hay absolutamente nada ni nadie alrededor, no sé si a ratos se cruza algún coche despistado. Esta es una situación inusual (por supuesto en España, donde no hay un cm de costa sin edificar, pero diría en casi cualquier lugar) y sientes lo salvaje del terreno, y te preguntas cómo no han llegado hasta aquí los de los resort Disney, porque el lugar es maravilloso.

Entonces empezamos a ver enormes hileras de invernaderos, carpas blancas que se suceden sin parar, con nos preguntamos qué producción. A su lado, chabolas, casuchas de mala muerte, donde viven supongo los que atienden a los invernaderos. Si una baja el aire acondicionado un momento es el fin, así que me planteo lo dura que será la vida de esta gente que recoge la fruta ahí. A qué hora intempestiva se meterán en esos hornos - de día imposible, para luego volver a la chabola: terribles condiciones de vida. Es la fruta, la verdura que nos comemos… pero no hay que venirse tan lejos, aún recuerdo un artículo sobre las condiciones en Huelva, donde malviven los pobres trabajadores sin agua corriente ni alcantarillado, como animales. Me quedé tristísima, escribí sobre ello: “De Drácula como "Literatura de Invasión" a las chabolas de Huelva”

Invernaderos en el paraíso 


Nuestra vida es una mierda,
pero arriba la bandera! 

Sobre la gente como nosotros, con suerte, que vive frente al mar, a veces me pregunto: ¿se acaban acostumbrando? ¿Hay una mañana en que se levantan y en lugar de abrir las ventanas hacia afuera así con las dos manos y suspirar, simplemente siguen con su vida sin correr la cortina? Esta pregunta gira sobre si uno se acostumbra a la belleza extrema - una pregunta bastante arriba en la pirámide, pero bajemos: estos pobres de las chabolas,  ¿estarán demasiado ocupados en tener la supervivencia cubierta como para poder disfrutar de este espectáculo que tienen ahí, todas las mañanas? No lo sé, pero ojalá que alguna tarde encuentren un rato para ir a la playa a ver la puesta de sol. Ojalá. 

Me voy pensando, "Una chabola con vistas", si EM Forster levantara la cabeza, él que decía “But Italy worked some marvel in her. It gave her light, and – which he held more precious – it gave her shadow" ("Italia hizo algo maraviloso con ella: le dio luz y -lo que él valoraba mucho más- le dio sombras".  Forster y nosotros, con nuestros viajecitos anuales y nuestra agua corriente: no solo es otro escalón de Maslow, es que estamos en otro planeta.




Como las fotos que hago desde el coche son terribles, he encontrado en internet un video que tal vez pueda explicar el mar que vimos desde esta carretera, y al fondo los invernaderos. Ahí  va:



Mendigos digitales y reales (pelo de playa), Donde esté el tiramisú de Tesco

Finike, invernaderos de ciudad
Pasamos sin parar por Finike porque vamos bastante tarde. Nuestro destino es Kas, y parece que el dueño del apartamento, un tal Murat, preguntó en un punto a qué hora llegábamos, tal vez no deberíamos aparecer a las once de la noche. 

Para contestarle, paramos en el siguiente pueblo, Demre, en busca de un wifi: así vamos los mendigos digitales. El local es un bar de cocktails pijo que no pega nada con la calle, la hora, ni nuestro aspecto, de mendigos ya reales. Lo del “pelo playa” ya es otro nivel: paso de lavarlo todos los días, que es lo que tocaría para no llevar un estropajo salado en la cabeza.

Resulta que Murat vive en el mismo edificio que nuestro apartamento, así que lleguemos cuando queramos. Pido un tiramisú porque está en la carta y llevo un tiempo con antojo (han discontinuado el de Tesco, parece): nada que hacer en comparación con el magnífico tiramisú industrial de esta cadena de supermercados británicos. Unos amigos compraron varios, los extendieron en una fuente, y pretendieron que lo habían hecho en casa. Yo hago eso con las tartas de queso, pero me ven sacarlas de la caja: una broma manida. En fin, de vuelta a la carretera hasta llegar a Kas, seguimos en paralelo al mar y observo que empiezan a salirle al mar numerosas islitas - de este fenómeno, veremos la traca final al llegar al apartamento de Murat.

Llegada estelar a Kas. La diferente aproximación a la vida del Peda y yo
Pero antes, hay que perderse, por supuesto. Llegamos a la zona de Kas donde indica que está el alojamiento, pero no hay una dirección clara. Dejamos el coche, caminamos por la calle mirando los números, es un sistema diferente, raro. Separemos esfuerzos: el Peda seguirá buscando (ni que decir sin pedir ayuda), siguiendo lo que él llama “su instinto”, y yo… preguntaré a la primera víctima que se cruce en mi camino.

Venga, este hombre me vale, que claro, no tiene cara de hablar mi idioma -y se confirma -, pero como buen turco hospitalario quiere ayudar. Se une en mi caminar calle arriba y abajo. Niega, hace gestos. Parece que podría ser aquí, parece que dice, y le sigo entrando en un edificio, luego por las escaleras, y de repente estamos en la planta primera, y llamando a un timbre. Sabrá algo que no sé. Abre un hombre con camiseta de Abanderado, y se ponen a hablar en turco. Por detrás pasa una mujer con un niño en brazos, que se queda. Yo sigo ahí, dispuesta a sonreír y hacer algún gesto de extrañeza si me miran. Por fin sale un tercero, vestido con esa túnica blanca a media pierna tradicional (¿cuánta gente vive en ese piso? ¿Será este nuestro apartamento?-el Peda me va a matar que este lo reservé yo) que habla inglés. Ahí entro yo con mi historia y él se ofrece a llamar por teléfono. Fácil: localizan a Murat, que vive ahí al lado. Despedida con el gesto de agradecimiento mano-sobre-esternón, madre mía, sigue saliendo gente.

No quiero salir de esa terraza o la pesadilla del divagante
Murat es un tío simpático, sí, sí, google no tiene bien localizado su piso. Es un edificio de tres plantas y estamos en el ático, quiere llevarnos las maletas por las escaleras. Murat es medio hippie, vivía aquí de soltero, ahora tiene mujer y un crío de 8 años, y están en la planta baja. Vivió en Lewisham, un barrio del sur de Londinium no lejos del nuestro: ganaba más pasta pero no tenía estas vistas.

Y entonces abre las puertas del salón que dan a la terraza que recorre toda la anchura del piso al mar: guau. Te entiendo, Murat, fuck Lewisham. Es una vista muy similar a la famosa de Santorini, solo que sin gente y en especial sin esos pesados instagramers de los vestidos. Es lo que ve todos los días gente trabajadora (este barrio no parece pijo) y no hay turistas: qué preciosidad. A un lado de la terraza hay una especie de "chillout" con cojines bajo tejadito de cañas. Al otro hay un pequeño lavadero con su grifo al que ponerle una manguera y pasárselo pipa. Me planteo: ¿para qué salir de aquel sitio? (aparte de para comprar sandía, se entiende). Veo infinitas posibilidades de pasarme ahí un mes confinada leyendo y escribiendo. Cosa que luego nunca hago: siempre hay que salir a explorar, no vaya a ser que nos estemos perdiendo algo. Me canso a mí misma.

A la izquierda

A la derecha



El chillout desde donde yo escribiría el blog

Tal que así, yo escribiendo...
(vale, sí, he puesto una foto de pies)


Cuando volvemos de hacer la compra y nos preparamos para cenar en la terraza (pizzas turcas de un sitio recomendado por Murat) me planteo que alguien que se aloje en un hotel al lado del mar aquí, se perderá la maravilla que es Kas. Una ciudad colgada de una montaña, como no podía ser de otra forma, tiene que ser vivida desde arriba.

La cámara es una patata,
pero se aprecia cómo ilumina
la luna el mar a los dos lados
de la península de enfrente?