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30 septiembre 2021

"Behave" ("Compórtate") de R. Sapolsky: Leer esta entrada elevará tu dopamina, activará tu amígdala y sacará al pequeño primate torneo que llevas en ti

 

Armamentarium
para leer "Behave"
"Compórtate. La biología que hay detrás de nuestros mejores y peores comportamientos" de Robert Sapolsky (2017) es un libro imprescindible. El problema: no me puedo embarcar en una recensión como merece para explicar el porqué - ya se sabe cómo terminan esos proyectos- así que intentaré algo sucinto y a ver dónde nos lleva. 

Antes de nada, un par de avisos para nave(diva)gantes: el libro no se lee en un fin de semana. El Peda me regaló este ensayo para mi cumple en primavera tras escuchar una entrevista a Sapolsky, un catedrático de biología y neurología en Stanford, y lo he terminado ahora, finales de Septiembre. Hice una parada durante el verano porque pesaba mucho para llevármelo para un par de capítulos que me quedaban - son casi 800 páginas en inglés (en castellano serán bastantes más, vuestra manía de rizar el rizo). Luego: es un libro en teoría de "divulgación" pero si no tienes algún conocimiento de neuroanatomía o fisiología, igual has de imprimirte un "pinta y colorea" del cerebro para seguirlo y hacerte un par de mindmaps. Solventados estos dos pequenios temas ("enter at your own risk"), de los que os he avisado como el blog amigo que soy, ya todo sobre ruedas. Empiezo.

Recuerdo la primera página del "Sapiens" de Harari (uno de los ejemplos del arriba citado "ya se saben cómo terminan estas cosas") cuando leo la primera de Sapolsky y su planteamiento. Harari, historiador, se da un paseo cronológico por las ciencias: del Big Bang (esto es Física), a los átomos y moléculas (coalescencia de sustancia y energía, esto es Química); y a moléculas que se combinan para dar organismos (esto, Biología) y, por fin, organismos>especie>Homo Sapiens que forman culturas (esto lo estudia la Historia). Sapolsky nos hace un resumen que me ha recordado a esto, sobre cómo va a explicarnos el comportamiento humano, también cronológicamente. Veamos, un comportamiento ha ocurrido y la pregunta es:

  • ¿Qué ocurrió en el segundo antes? La primera categoría explicativa va a ser la neurobiológica, el estudio del sistema nervioso. 
  • ¿Qué ocurrió en los segundos o minutos previos que provocó que el sistema nervioso produjera ese comportamiento? Este es el mundo de los estímulos sensoriales, muchos de ellos percibidos inconscientemente. 
  • ¿Qué hormonas actuaron de horas a días antes para alterar la sensibilidad de tu sistema nervioso a tales estímulos? 
  • Y sigues expandiendo: qué pasó en tu medio ambiente las semanas, los meses, los años antes, que cambió las estructuras de tu cerebro para que las hormonas respondieran así a esos estímulos sensoriales?
  • Y qué pasó cuando eras un feto, qué influencias en tu neurodesarrollo sufriste en útero, y cuales estaban "escritas en tus genes"?
  • Y por fin abres aún más el objetivo: cómo la cultura ha modelado el comportamiento de un individuo según el grupo en el que vive, desde hace cientos y miles de años?
Así está organizado el libro, empieza con lo más árido -Sapolsky no hace concesiones para engancharte: el primer capítulo es pura neuroanatomía- y a medida que va avanzando ya se va suavizando con las ciencias sociales, psicología, cultura, y es mucho más accesible. Pero él va a estar haciendo referencia continuamente a conceptos anatómicos y fisiológicos de los primeros capítulos, por tanto hay que ir en orden. 

Neuroanatomía para divagantes 
Ya vais a ver qué fácil os explico las tres partes del cerebro (pero tened en cuenta que lo del "cerebro triúnico" nos sirve como metáfora, pero como concepto científico ya está superado):  
  1. una parte (en naranja) ancestral, llamémosla "reptiliana" (troncoencéfalo y cerebelo), donde se encuentra las funciones automáticas del cuerpo (control de la temperatura, músculos, esas cosas), 
  2. el cerebro emocional (en verde), llamémoslo "mamífero", es es "sistema límbico" (y contiene la amígdala, el hipotálamo y el hipocampo) donde se originan las emociones, y
  3. por fin el neocórtex (en azul) que hace pensamiento abstracto y complejo. 

Tú, yo y mi sistema límbico
Es mucho más complicado que esto, por favor no se tome literal. Pero una nota sobre la amígdala, ese interesante órgano con forma de dos almendritas que es crucial para entender nuestras respuestas de miedo y ansiedad. Si ves algo que te asusta (no sé, una paloma?), la amígdala va a hacer un respuesta "fight or flight"  (lucha o huída) mediada, por supuesto por neurotransmisores (a alguien le suena cortisol? adrenalina? si no, ya tardan en leer Serial, esa amable y accesible divulgación) Ahora, si la amígdala está continuamente amenazada por estreses imaginarios (ejemplos de miedos justificados: 
serpientes y depredadores en la saban o las palomas en Trafalgar Square), como hipotecas y aviones cancelados, contra los que no podemos ni luchar ni de los que huir, acabamos histéricos y  esto afecta a nuestra salud.  Y no solo ansiedad, también agresión: estimúlame la amígdala y voilá: cabreo y cositas desagradables pasan-lo cual abre una caja de Pandora sobre el tema legal, en el que no entraré. 

Como hemos dicho, la corteza cerebral (azul) es la responsable del pensamiento complejo, es "el adulto en la habitación", la parte del cerebro responsable de planear a largo plazo, de tomar decisiones estratégicas, de regular las emociones, resistir impulsos (recordemos el entrañable experimento de los marshmallows) y otras tareas abstractas y complejas, propias de humanos. Sapolsky dice que "te hace hacer lo difícil, cuando es lo que toca hacer". Este concepto está machacadísimo desde el Tío Sigmund (el "superego" que intenta dominar al pobre "ello" y sus bajos instintos animales) hasta Estopa ("hay un demonio que siempre me dice pruébalo / y un angelito que me dice quieto y reza, / a quién hago caso de los dos?). Pero básicamente, cuando está dañado el lóbulo prefrontal, esto nos va a hacer muy desinhibidos, nos va a quitar los frenos: por ejemplo, la agresión que se originó en la amígdala no va a ser filtrada y frenada.  

Dopamina: Todos queremos más
Uno de nuestros neurotransmisores favoritos, porque nos hace sentir bien, es la dopamina, y tenemos en el cerebro cuatro "autovías" que forman el "sistema de recompensa de la dopamina".  Comer y tener sexo libera dopamina- es más, PENSAR en tener sexo libera dopamina. Leer los divagues también, así que no os desviéis. 

Curiosamente, la cantidad de dopamina liberada es directamente proporcional a nuestras expectativas, y si te dan el doble de lo que creías, wow, subidón de dopamina; si te dan la mitad de lo que esperabas, meh, un miserable aumento de dopamina y si te dan justo lo que esperabas? Pues no gran cosa, otro meh. Y esto explica por qué nos aburrimos de la rutina: 
"Lo que era un placer inesperado ayer es lo que creemos que es nuestro derecho hoy,  y lo que no será suficiente mañana". Cuando aprendemos que un comportamiento va a dar una recompensa, empezamos a liberar dopamina antes del comportamiento, no después de la recompensa. Según Sapolsky (y la ciencia), somos más de la anticipación y la búsqueda del placer que de la experiencia de él. Quién no ha mirado mil veces su email esperando ese correo? O esa actualización de d&d? :)


De puntillas
Hay capítulos de hormonas (los sospechosos habituales, testosterona, oxitocina, glucocorticoides) interesantísimos (una vez más: las hormonas y otros factores biológicos no es que causen un comportamiento sino que modulan y alteran el límite para que un factor del ambiente lo cause) . Y recordemos: biológicamente, amor y odio intenso no son muy diferentes - lo que sí lo es, la indiferencia. Otros sobre las influencias tempranas del feto y el bebé (buenas noticias: el cerebro se recupera más de lo que se pensaba de adversidades como el abuso). De neuroplasticidad. Del cerebro adolescente -solo diré el título: "tío, dónde está mi lóbulo frontal?"- que igual te reconcilia momentáneamente con el bicho que tienes en casa (dije momentáneamente: aunque te enternezca un poquito ver que su lóbulo prefrontal no puede hacer eso de la regulación de los impulsos emocionales y el rechazo de sus pares, enseguida con la siguiente interacción se te olvida y quieres estrangularlos igual). 

Epigenética
También fascinante el capítulo de la epigenética. Porque los genes no significan determinismo, como se cree ahí afuera. La mayor parte de nuestros rasgos no están causados por los genes sino influenciados por ellos. Nuestro ambiente juega un papel crucial en cómo esos genes se expresan. El mismo gen puede tener distintos efectos depende del ambiente, por ejemplo, el gen 5HHT quita serotonina de las sinapsis y aumente el riesgo de depresión solo si has tenido un trauma en la infancia (esto es el medio ambiente, que ha interaccionado con el 5HTT).

La evolución del comportamiento
Aquí he de ser honesta: este capítulo no es una lectura refrescante veraniega. Todos conocemos la teoría de la evolución (que no es teoría, joder, que simplemente Es) con ejemplos simpáticos como las jirafas y sus cuellos. Pero aquí estamos hablando de usar a Darwin para explicar cambios de conducta, por qué ciertos comportamientos prevalecen, porqué algunos se extinguen. Tela. 

Lo primero, la evolución no es el famoso "survival of the fittest", sino pasar copias de genes, tema reproductivo ("pleiotrofia antagonística" son ragos que mejoran su músculo/fuerza reproductora, no tu longevidad). Los genes han sido moldeados tanto por selección natural (genes> rasgos que nos ayudaron a sobrevivir tenían más probabilidades de transmitirse) como por selección sexual (genes> rasgos favorecidos por el sexo opuesto). 

Y hay tres principios sobre la evolución del comportamiento, a saber: la "selección individual", la "selección de parientes" y el "altruísmo recíproco". No insistan: no me voy a meter en el berenjenal de explicar esto porque es fkin complicado y Sapolsky se ha ayudado de Teoría de Juegos con el Dilema del Prisionero y bueno, not tonight, babies. 

Hagan sus apuestas:
quién es torneo y
quién es vínculo de pareja?
Pero como ser superficial y frívolo, lo que sí os voy a contar es lo 
más curioso de este capítulo: cuando habla de los dos tipos de especies en animales, las de "vínculo de pareja" y las de "torneo". 
    • En el primer grupo, "vínculo de pareja", los machos y las hembras no difieren entre sí demasiado físicamente. Hay bajos niveles de agresión entre los machos. Casi todos los machos se reproducen unas pocas veces y eligen a sus parejas. Y se involucran en el cuidado de las crías (luego las hembras les seleccionan por esto mismo). Son los gorditos, los Héctores del mundo animal?
    • En el grupo "torneo", los machos y las hembras son muy diferentes físicamente entre sí (los machos han sido seleccionados evolutivamente por músculo). Hay altos niveles de agresión entre los machos. Solo unos pocos machos hacen casi toda la reproducción, con quien sea y como sea. Tienen mayores testículos y recuento de semen. Una vez que traca, se van y no se involucran en la crianza. Las hembras les seleccionan por genes, ya que nada más van a obtener de ellos. Son los malotes, los Aquiles del mundo animal?
  • Y ahora lo mejor, qué somos los humanos? Estaría bien tener una respuesta para justificarnos unos y otros ("yo no quise, pero es que somos torneo"). Pues no: aunque en principio hay bastante diferencia física entre hombres y mujeres, somos menos similares entre nosotros que especies monógamas, pero más que los polígamos/torneo -miremos los monos esos de la foto. La civilización occidental alaba las relaciones estables, aunque los humanos somos tentados y sucumbimos hacia alternativas en porcentajes muy altos. La conclusión es que no somos clásicamente monógamos o polígamos sino, como dice Sapolsky "flotamos en algún sitio por enmedio del espectro, lo cual nos hace una especie más maleable y resiliente, a la vez que nuestras vidas profundamente confundidas y messy". 
Más barrido
Como he dicho, los capítulos finales son más culturales y hablan de grupos, de cómo dividimos el mundo entre "ellos y nosotros" (y preferimos a los que englobamos en el "nosotros", y somos más prosociales con ellos). De jerarquías & obediencia ("cuando los humanos inventaron el estatus socioeconómico, crearon un sistema de subordinación entre la especie muy superior a lo que ha hecho nunca ningún primate"). De moralidad, de empatía & compasión (ni la capacidad de razonamiento moral ni sentir gran empatía necesariamente se traduce en hacer algo compasivo y valiente). De símbolos y "metáforas por las que matamos" (hay gente dispuesta a morir y matar por valores que consideran sagrados. Intentar entender y respetar esos valores sagrados puede ayudar a la paz-pensemos en Mandela). De guerra & paz y de libre albedrío (en casa, este capítulo nos ha dado para conversaciones y más en concreto, conias marineras que os ahorraré) & el sistema penal. 

Sapolsky dice algo que yo me planteo frecuentemente: "la certeza con la que actuamos ahora les parecerá horrible a las generaciones futuras, y a nosotros mismos en el futuro". Es importante para entender que muchas de nuestras Verdades ahora serán desmontadas en unas décadas. Al final, nuestros peores comportamientos son producto de nuestra biología... pero no olvidemos, los mejores, también. :)

No puedo describir este libro mejor que como un "tour de force". No sé si os pasa, pero yo solo con el índice ya sentía que no podía estar ni un día más sin leerlo. Mi dopamina de anticipación. Espero haber activado la vuestra con el título del divague y al llegar hasta aquí, como ya se habrá acabado el chute tras la recompensa, podéis empezar a pensar en la próxima entrega... 





27 septiembre 2021

Serial 35. Sobre el trastorno obsesivo-compulsivo, la futilidad de intentar convencer y sexo casual en el campus.

Es mi primer día de vuelta a la planta de Cook. Mi primer paciente, un señor de unos 60 con un trastorno obsesivo-compulsivo severo. Es menudo, con los ojos pequeños y lleva una chaqueta fina marrón de abuelo. Sus manos, separadas del cuerpo en "la posición del cirujano", para no tocar nada, ni a él mismo. Toda su vida sufriendo de esta dolencia, una de las más difíciles de tratar en toda la salud mental. Un desorden de ansiedad brutal, que se ha formulado un sentimiento de responsabilidad desplazada. Algo que ni te va ni te viene, pero que debes resolver o eso terrible pasará, y será tu culpa. Con mi paciente, la pesadilla comenzó en la adolescencia: un cristal roto en la acera fue el detonante. Lo dejó atrás en el suelo, pero no en su mente: entonces, la duda. ¿Y si alguien lo pisa y se corta? Y empieza a sangrar, y se infecta. Y sepsis, y muerte. Y hay que volver y coger ese cristal y ponerlo en un lugar seguro. Y lo mismo con los metales punzantes. Y, sin saber cómo, se va extendiendo a tantas cosas: tener que aspirar a la simetría de ciertos objetos antes de salir de casa, luego lavarse las manos hasta la saciedad, más tarde comprobar todos los cajones por la noche antes de dormir. Cuando le diagnostican, aprender que esos comportamientos, destinados a disminuir su ansiedad, se llaman "rituales o compulsiones". Me enseña sus manos, quemadas de lejía: se mete la cabeza entre ellas. Y antes del ritual, la idea intrusiva "lávate las manos", "cuenta hasta diez", "coge ese cuchillo y clávalo", "tírate por el acantilado". Es por estas ideas tan intensas, mezcladas con una depresión por lo limitado de su vida por lo que estaba ingresado. Conclusión: el suicidio, su única salida, no poder ni querer vivir más así.

Normalizo aquello que nada tiene de normal, le trato de dar esperanza -en realidad un vago intento de calmar mi desesperanza-, le cojo las manos con la excusa de recetar alguna crema -pero porque lo necesito yo. Bromeo: “¿qué marca de lejía usa? Le entiendo, a mí también me gusta este olor”. Levanta la cabeza, me mira y se ríe. Cuando esa pequeña magia del humor funciona- no siempre, no en toda situación- es un momento de felicidad personal, por el que merece la pena todo. Entonces me dice que espere, que me quiere enseñar algo, y yo mientras escribo en su hoja de recetas una E45, la crema de todos los males de este país. Vuelve con un cuaderno de espiral cuadriculado, de aquellos que usábamos en el colegio. Lo abre, y me señala: cada cuadrito es un día y dentro de cada uno hay una letra: G, F o B, "Good", "Fair" o "Bad". Lleva 45 años de su vida, cada día, sin falta, escribiendo si su día había sido "bueno", "normal" o "malo". Todos-los-días-de-su-vida. Totalmente enternecida, salgo de la habitación y le subo la dosis de Clomipramina.

El psicólogo que le trata con Terapia Cognitivo-Conductual está hablando con Sister Harding. Intento pasar desapercibida: seguro que no le gusta la idea de que su intervención tenga que ser suplementada con viles inhibidores de la recaptación de la serotonina. Sonrío por dentro fantaseando decirle esta frase. Dejo las notas y salgo de la planta hacia la biblioteca. Pero enseguida:

-Doctora Calleha.

-Sí, Sister Harding ¿Me necesita?

-Me preguntaba si se iba usted ya y no vuelve hoy...

Harding ya no me da miedo, aunque aquella primera noche en la que me pareció la enfermera Rachel del nido del cuco podría haberme hecho un reflejo condicionado de terror para siempre. Pero desde que volví a Kraepelin -también conocida como la-planta-de-Cook-, Harding ha estado no digamos cálida, pero medio humana. Ni ella ni nadie me ha preguntado por qué he vuelto tan de repente. Como si no hubiera pasado nada. 

Su oficina es luminosa y aireada, parece el negativo de la de Cook, toda moqueta y marrones. No había estado nunca aquí. Harding me ofrece un té, no gracias, y comienza preguntándome si querría formar parte de un comité para desarrollar nosequé proyecto de vida saludable: parece que los pacientes se pasan todo el día sentados, no comen fruta, esas cosas. Justo estaba hablando con el psicólogo, me dice, que ha aceptado colaborar. Intenta una sonrisa.

La mayor parte de las veces que alguien te está hablando de lo que sea, lo importante es el subtexto: entender de qué está verdaderamente hablando cuando describe el comité.  ¿Solo quiere que colabore en ese estúpido proyecto de bienestar? ¿Que haga su trabajo? ¿Busca alianzas? ¿Qué quiere, en realidad, de mí? Tendría que entender qué "política de la planta" hay detrás de esto. Contesto obviedades que ella conocerá, mientras intento leer entre sus líneas. Lo primero que le digo es que todos los cambios han de ocurrir en el entorno, no en la mente: convenciendo a la gente nunca se ha cambiado nada. Persuadir puede funcionar momentáneamente para tomar una decisión de cambio, pero lo complicado es seguir con ellos tras un tiempo. Para hacer de un comportamiento un hábito, tienes que lograr meterlo en tu piloto automático. Tras múltiples repeticiones, los hábitos se auto refuerzan.

-Vaya, yo que había pensado que usted les diera una charla... -dice, toda seria.

-Sister Harding, sabe como yo que miles de campañas han fracasado basándose en el principio de que cambiar las creencias de la gente llevará a que cambie su comportamiento. ¿Recuerda el “Cinco-al-día”? (asiente). La gente ya sabe que tiene que comer cinco piezas de frutas y verduras, pero nada ha mejorado con la campaña. La evidencia no apoya que la información cambie comportamientos. La gente ya sabía que fumar causaba cáncer, pero toda esta información no alteró nada: solo el subir el precio, quitar las máquinas... dificultar el proceso. 

-Eso dicen los estudios, pero ¿en qué se basan? Me refiero, ¿en qué proceso mental se basan? - está jugueteando con un boli mientras habla.

-A ver, partamos de que es muy difícil intentar reprimir o controlar los deseos de nadie -Me paro un momento. Debe haber subtexto en lo que le digo, porque me gusta decírselo,  justo a ella- ¿Estamos de acuerdo? Piense en el experimento del oso blanco.

-¿El oso blanco?- pregunta, como si no supiera: no me lo creo, está comprando tiempo. 

-Sí, imagine que le digo "no piense en un oso blanco. Absolutamente: no piense en un oso blanco", ¿qué pasa? - me mira como fastidiada por lo que me va a contestar:

-Pienso en un oso blanco- lo dice avergonzada: ahá, no puede controlar su mente, Sister. Pequeña sensación de victoria, la mía.

-Exacto. Incluso aunque consiga no pensarlo unos segundos, enseguida se vuelve a filtrar. Las charlas no funcionan, tenemos que alterar el ambiente: solo fruta de postre, que no exista la tentación de natillas o galletas, esas cosas. Esto es salud pública: interferir con la supuesta libertad de la gente, ponerles difícil lo que sabemos que es malo. Por "fuerza de voluntad" no se cambia nada, o no se sustenta y recuerde: si quiere hacer de cualquier cosa un hábito, hágalo tan inconsciente y automático como pueda. Y si quiere interrumpir un mal hábito, encuentre maneras de hacerlo más consciente mientras lo realiza.

-Entiendo, pero el problema de estas cosas, o las mismas adicciones, es que las consecuencias negativas son a largo plazo. Sin embargo, inmediatamente, hacer esas cosas es muy gratificante- Se para, me mira y creo que ya sé a qué estamos jugando aquí. Como estoy ganando ya hago la pirueta: entren neurotransmisores!

-Sí, nuestro cerebro responde con dopamina cuando somos premiados, claro: ella ayuda a construir la asociación mental del hábito en nuestro cerebro. Y los premios que experimentas inmediatamente son los que van a ser más útiles en formar hábitos.

-Ya veo, hacer ejercicio y comida saludable, pese a sus beneficios a largo plazo, no producen subida de dopamina -y se queda pensativa- Gracias por la conversación, doctora Calleha...

-Sister Harding... me puede llamar Mariona - y le sonrío. La pobre se queda algo azorada - No creo que me necesite más para el proyecto: implementar los cambios que se requieren es cosa de ustedes, los gestores de la planta. 

Salgo hacia la biblioteca. Me he apuntado para hacer el examen del Colegio en otoño, tengo que empezar a estudiar a diario. Cómo encajar todo esto con el trabajo, las guardias, intentar vivir. Pasarme las vacaciones aquí encerrada estudiando, o en otro sitio, las dos semanas anteriores al examen por lo menos. Y me querían meter en proyectos de vida saludable...

Frente a mí, la puerta enorme, grandilocuente de la biblioteca y al lado, la puerta sin pretensiones de la sala de ordenadores. Entro para ver si ha contestado Wences, que solo mira el correo cuando va a la universidad: no, solo tengo un par de circulares de decanato, qué esperaba. Entonces entra Morgana, como siempre impecable con su vestido negro y esos zapatos salón. Me encanta cómo se pone el eye-liner y, sobre todo, cómo se le queda ahí todo el día. Tras unos minutos de lugares comunes -que incluye la marca de su eye-liner-, me ofrece unirme a su grupo de estudio para el examen y me cuenta qué se hace en Banderley en verano. Parece que hay una paleta de actividades deportivas aún más intensa que en invierno, he de preguntar a Marla, y además, en Serotonina sacan mesas a la pradera, y hay barbacoas, y Richard organiza paseos astronómicos, cuando hay buen cielo. Se me queda mirando, como considerando si me debe decir lo siguiente.

-A veces bajamos unos pocos a Whitby, por la noche... ya sabes. 

¿Ya sé? No sé, pero no se refiere a las guardias.

-O a Middlesbrough -hace una pausa, para ver si sigo, yo asiento- Para... ermm... ¿conocer a otra gente?

Le da un tono medio interrogativo hacia el final, como pidiendo mi aprobación. Me queda clara la extensión del verbo conocer, como se dice por ahí abajo, "en sentido bíblico". No me extrania: siempre me ha parecido curioso cómo se lleva en Banderley a rajatabla la prohibición de relaciones románticas o sexuales entre sus habitantes, todos solos y desarraigados. Y no me sorprende que la norma exista, pero sí que se siga sin fisuras. Me lanzo:

- ¿Cual es el argumento de estas normas tan estrictas aquí? ¿para que no nos desconcentremos? Ya somos adultos ¿no? Y, sobre todo, ¿por qué las seguimos? Porque se siguen, ¿no?

-El argumento es que la cultura del "hookup" aquí, con el estrés y los pacientes, podría ser un cocktail molotov... Todos nos damos cuenta de que es así.

-Perdona, ¿qué es la “cultura del hookup”?

-Bueno, no lo conocerás por ese nombre, pero seguro que en tu uni también ocurría... En los campus universitarios -y Banderley, si te lo planteas, es vida de campus- los estudiantes tienen sexo sin ataduras. Se le llama “hookup” y lo curioso es que tiene una serie de normas sociales muy estrictas

-¿Normas? Yo lo recuerdo como un proceso espontáneo... -le digo.

-Qué va. Tenía una amiga que estudiaba sociología y lo hemos hablado muchas veces. 

-A ver, qué normas?-le pregunto, en Banderley se tienen teorías para todo. 

-El proceso: suele empezar de una manera tristemente tradicional: tú sales a bailar, y el chico que sea sale a bailar contigo. Tú miras a tus amigas, porque es la aprobación del grupo lo más importante... todo va de status, no de quien te guste. 

La miro alucinada. 

-Sí, sí -continúa- Si te gusta un chico verdaderamente no tienes sexo con él, pero te metes en esta carrera enloquecida con otros muchos de los que pasas porque son los que aprueba el grupo.

-De verdad que esto no era así en mi facultad... claro que había historias, pero no estas normas extrañas.

-Sería interesante hacer un estudio cultural comparado... esto es el campus anglosajón. Es como que nos odiamos a nosotros mismos: tener sexo con gente que no te gusta, a los que usas y  que te usan... Y sí, vale, que te usen es malo, pero es mucho peor que nadie te quiera usar... 

Nos reímos. No hay nadie en la sala, pero entonces se abre la puerta y entra el bibliotecario, que coge unos papeles y se va. Y sigue:

-Yo he conocido gente en la universidad que habían tenido sexo con múltiples personas pero nunca, por ejemplo, habían cogido de la mano a alguien: ese grado de intimidad no-sexual es tabú -así como el sexo casual lo era hace una generación. Lo más importante es que la relación no ha de significar nada, y para mostrarlo has de, primero, estar borracho o pretenderlo (el sexo sobrio es un no) y segundo, si en el sexo con alguien a que te importa intentas que el otro lo pase bien, aquí no. 

-Tu amiga la socióloga habló de si esto es positivo para la salud mental?

-Depende. Yo diría que, de toda la gente que estábamos en el campus, hay un tercio que no entran en esto en absoluto pero hay un 15% a los que les encanta, piensan que es parte de la experiencia de vivir en campus en la uni. 

-Qué perfil es este?- pregunto, aunque me lo imagino.

-Bueno, chicos, blancos, heterosexuales, convencionalmente atractivos y los de clase social más alta. Sorpresa no? Las minorías étnicas no están al mismo nivel... hay algunas que son consideradas como con más "capital sexual", ya sabes, las chicas asiáticas y los chicos negros, pero vamos, es un tema de blancos.

-Bueno, supongo que mi universidad era otro planeta, la multiculturalidad brillaba por su ausencia -pienso en el aburrido grupo cuasi-uniforme que formábamos.- Pero me interesa el aspecto género, cómo lo llevaban las chicas? Porque habría también chicas blancas heteros atractivas de la clase alta...

-Sí, había algunas... igual yo - y se ríe- A ver, este liarte con quien fuera, desde el feminismo se veía como empoderamiento: poder explorar y averiguar qué es lo que te gustaba... si te lo planteas, la revolución sexual y el movimiento feminista de los 60 lo que buscaba era que las mujeres tuviéramos oportunidad de hacer las cosas que hacían los hombres. De hecho, se pasó a animar a las niñas a que hicieran suyos rasgos masculinos: que jueguen con robots, y que sean buenas en matemáticas y en ciencias y tecnología. Desde peque, te premian cuando actúas en estos roles masculinos, en que seas un tío...-Morgana se ha ido indignando a medida que dice esto. En esta pausa la interrumpo con el corolario:

-Claro y cuando llegas al campus, tienes que seguir haciendo tuyos estos roles, luego implica meterte en la cultura del hookup ese, como lo haría un tío blanco cuadrado de clase alta, no? Reincides porque lo que siempre te han premiado es comportarte como ellos. 

-Exacto! Bueno, cuando bajamos a Whitby no es lo mismo... ya somos mayorcitos. Aquí hemos superado la aprobación del grupo - y se ríe.

Vuelve a entrar el bibliotecario. Me parece extraño imaginar a alguien como Morgana presionada por el grupo de esa manera. Volvemos las dos a mirar las pantallas del ordenador. ¡Ah, un cuadrito que pone “correo nuevo”!

De: wlinares@kcl.ac.uk

A: mcalleja@york.ac.uk

Estás loca y espero que ese email haya sido una broma, una de tus historias pseudoliterarias que ni como ficción tiene un pase. Por favor, bájate este fin de semana a Londres. Estás muy aburrida allá arriba, ese es tu problema. Esta noche salgo, pero te llamaré a la casa, sé que no estás de guardia.

¿Aburrida? No sabe de lo que habla. Morgana me pregunta quién me ha escrito, mirando mi pantalla. No sabe castellano, pero me molesta que mire. Le hablo de Wences y le quiere conocer. Seguro que hacían buenas migas. Vuelvo a casa y está Sandip en el sofá, con su revista de criquet. No me apetece estudiar, no quiero cocinar, no quiero leer, no puedo pensar en nadar. En una palabra, y como se dice científicamente, no sé qué hacer con mi culo. Eso sí, me embarco en la enloquecida tarea de explicarle a Sandip que si sonase el teléfono y preguntasen por mí, que diga que no estoy.

-¿Por qué?

-Sería largo de explicar. Si no quieres, no cojas, lo dejamos sonar.

-No, puede ser mi primo de York.

-Siempre tu primo de York, y nunca llama.

Suena el teléfono. Parecemos de una comedia de enredo, él lo coge todo tieso y yo de pie enfrente. 

-¿Hola? No, no está aquí, ha salido. -dice en su mono-tono, super-delator. Entonces tapa el teléfono y me mira-Dice que no se lo cree, que te pase. 

Hago gestos enormes de no, no, dile que no estoy.

-¿Hola? No está, tiene que creerme- no he visto nada menos convincente. Pobre Sandip, está pasando un mal rato, pero este ejercicio le va a ir bien para su "Teoría de la Mente"- ¿Quiere que le dé un mensaje? ¿No? Bien, gracias, tenga un buen día. 

-Gracias Sandip -le digo cuando cuelga- en serio, sé que no te ha gustado hacer esto. 

-Hola gente!!!!!!! -el que entra es Richard- Voy a hacer chile-con-carne, ¿os apetece?

-Vale, ¿te ayudo? -estoy con un pequeño subidón tras haberme quitado de en medio a Wences.

-No le pongas mucho chile, a la doctora Calleha no le gusta - dice Sandip, y se empieza a reír de esa manera suya, hacia un lado. 

-Oye Richard, me han dicho que haces unos paseos astronómicos en verano... ¿cuándo es el siguiente? ¿Me puedo unir? 

-Ah, sí, por supuesto... este sábado hay buen cielo, ya te diré. ¿Has visto el telescopio del tejado de Banderley-C? Empezaremos por ahí...



 

19 septiembre 2021

John Sandoe Books: Otra excusa para hablar de libros

Bienvenid@s a una nueva entrega de "Bibliofilia", sección que estaba muy incompleta sin "John Sandoe Books", la librería fundada en 1957 por -muy bien- John Sandoe, en pleno corazón de Chelsea. Desde aquí, siempre esperamos que los que visitáis Londinium no tengáis nunca que pasar por la "experiencia consulado general de España en el UK", pero si se tuerce algo, por lo menos al salir de una verdadera experiencia inmersiva - "vuelva a Ejpaña una mañana", tenéis al lado esta  librería. 


Decir que es una de las mejores librerías que conozco no sé si animará al divagante. Ahora, las cosas cambian si añado que, incluso a Mini que no había estado, le ha gustado. O por lo menos no se ha quejado (que viene siendo cómo se miden los éxitos con ella desde el pavo). Parece que la librería estuvo en competición con "Heywood Hill" en Mayfair, "la favorita de la reina", chorrada que usaré cuando os haga la crónica para atraer a Mini - ya se sabe, es fan de la monarquía para fastidiar.  Cómo olvidar cuando agitaba la Union Jack en aquel concierto, o aquellos días en que decía, tras vacaciones en España que le gustaban "los torros" (toros, le costó un poco lo de la erre), o que era del Madrid (por ahí sí que no, hay que plantarse en lo serio). El otro día vino con que en su colegio había un grupo para el que quisiera "confirmation" (el colegio es, en principio, aconfesional: en principio). El Peda dijo "para eso hay que estar bautizado", pero están tan desesperados que, como vimos luego en el folleto, no: te lo hacen todo el mismo día. Mini pareció brevemente interesada: "¿habrá comida? NO. Vale, cambio de tema. 


Pero divago, volvamos a John Sandoe. Está situada en lo que fueron dos tiendas antiguas, y como siempre en Londinium tiene subterráneo -mucho más agradable que el del consulado,  o por lo menos su tarado seguro que es más amable- y una primera planta maravillosa. Se sube por unas escaleras de madera como de película y hay libros por todos los sitios. Literalemente, everywhere: en el suelo hay montañas, como si estuvieran siendo clasificados, en las esquinas, encima de las mesas: dicen que tienen 30.000 libros en este pequeño espacio. 

Estanterías correderas

Algunas de sus estanterías son correderas y hay tres niveles: los libros están expuestos por el frontal (no los lomos), y las mueves como si estuvieras pasando fotos en una pantalla de móvil. En realidad, no: estas tienen peso real, no solo metafórico. 

Todos los Cusk















Debajo de las ventanas (con sus típicos geranios rojos - por cierto, los míos bien) hay montones de libros por autor en los que encuentras un ejemplar de cada uno, en lugar de lo frecuente de otras librerías - el mismo repetido. Aquí, por ejemplo, quitas el primero de Rachel Cusk (ya divagué de "A contraluz" en verano), y debajo hay "Transit" y debajo "Kudos" y debajo "Aftermath", y así todos. 


Los Hemingways
Los Henry James'
Lovely Julian Barnes



"Los errantes"
Me ha parecido curioso no encontrarme con la invasión de Sally Rooney que, como todo el mundo sabe si no vives en una cueva, ha publicado nueva novela. Su exposición en los medios está siendo brutal, no solo aquí, he leído artículos y entrevistas a toda-página en periódicos españoles también. Pero además está en tu cara en todas las librerías, como en mi Waterstones local (oh mundo editorial, menos mal que no te conozco). Rooney es una autora que no he leído (ya se sabe, no leo actualidad, jaja): nadie me ha insistido o regalado. Creo que voy a caer con "Normal People", veremos. Por cierto, el que sí estaba
 muy aparente era mi edición azul de "Flights" ("Los errantes") de Olga Tokarczuk: todo viaje tiene como destino otro viajero. 


Combinación evocadora..

Esta combinación estaba ahí para mí, supongo: "Mothering Sunday" , mi libro favorito de 2020, ese año, además citaron mi divague aquí: ("El domingo de las madres"). "Of mice and men" ("De ratones y hombres")  que se está leyendo ahora Mini en el cole, y sobre el que estamos teniendo alguna conversación, aunque recuerdo muy poco. Voy a la estantería y justifico mi Alzheimer:  lo leí en febrero de 2009 (ergo, no hay entrada de blog): "Mira, Mini, no tenías ni un año cuando lo leí" y ella "ohh". Y a "Lolita" lo recuerdo por esta anécdota: estaba yo leyendo mientras esperaba para una entrevista de trabajo (1998). Me dieron el trabajo, y también a otra de las personas que estaba allí esperando. Con el tiempo me dijo: "me impactó que estuvieras leyendo a Nabokov en esa sala de espera", y lo repetía para mi sonrojo cuando podía. Ya veis: como dice el adagio, "leer es sexy", se liga en cafés y en el metro, claro que, siento decepcionar: era una escocesa hetero a la que volví a encontrarme, casi 20 años después en un curso, y por supuesto sacó al ínclito Vladimir. 

 En John Sandoe tienen las paredes de las escaleras forradas de libros (llamadme snob, siempre he querido tener paredes de escaleras forradas de libros) y fotos de autores. Para mi estupor, tienen una de Marías, Javier.  Esto, en otra época del divlog, habría creado un pequenio incendio. En fin, Marías, al que no di otra oportunidad tras "Corazón tan pretencioso"- claro que recuerdo que una de mis críticas era que, de repente, te pegaba ahí un párrafo en su caso pseudo-filosófico que no iba con la novela... ermmm, corramos un velo. 


Corolario: hay que ir, a esta y a otras librerías, y comprar. Que yo exhorte a comprar, señor. 


Y por terminar, el fin de toda librería debe ser "tú con un libro". Y uno de mis lugares favoritos de Londinium en estos momentos, que no está lejos de Sandoe (atención, potencial turista: eso sí, hay que cruzar el río, venir al lado oscuro del sur es la Battersea Power Station. Incluso con la gentrificación salvaje a la que la están sometiendo es imposible pasar de largo ante su belleza. Justo debajo han puesto un césped con hamacas de colores y el Támesis de fondo. Si siempre llevas contigo tu libro -que si has llegado hasta aquí, llevarás: oh, la felichitá!




08 septiembre 2021

Serial 34. Gratificación aplazada y estoicismo. Murales eróticos y el primer email.

Son las 4 am: fuck. Ya ha amanecido. Fuck, joder, ya pienso en inglés y encima medio en sueños: vamos bien. Me cubro la cabeza con la almohada, pero está claro: no me voy a dormir. Mi grado de alerta es como de 11 de la mañana y las cortinas semitransparentes no ayudan. ¿Así voy a pasar todo el verano? Pero no nos engañemos, ya sabía que aquí arriba las noches no duran ni cinco horas: esto es el pico de cortisol, la maldita hormona del estrés. Pensando en bucle, mi mente a mil, casi puedo sentir las ideas rebotando en mi cabeza. Qué rollo es a veces saber estas cosas, con lo fácil que sería vivir sin buscar explicaciones a todo.

Hace ya dos semanas que llegué de Londres (¿todo aquello ocurrió?). Estoy en un remolino del que todavía no he salido. Primero volver a Marcé, la planta de perinatal, y estar como siempre sola - Steen por supuesto en algún congreso o importante actividad, nunca a sus pacientes. Pero mucho mejor: enfermería confía en mí, y ya sé cómo manejar esto. La sensación de empezar a dominar un tema, de poder decidir sola. Varias guardias agotadoras, no pegar ojo; tener que pretender que no eres un zombie al día siguiente en la planta. En la de Whitby apareció el mismo que tiró una silla por la ventana. Sin pestañear le mandé a casa. ¿Y-si-se-mata? Este histriónico no se mata, claro que siempre existe el riesgo y conlleva cierta habilidad poderse dormir cuando firmas el alta. Pero según la enfermera jefa de urgencias, he ganado en presencia, ¿dónde está la niña asustada de hace unos meses? La hubiera abrazado, pero solo carraspeé un gracias, y pensé "means a lot" - significa mucho para mí.

Si miro atrás en estas dos semanas solo veo trabajo, nadar algunas tardes y hablar por teléfono con Wences. Cruzarme con mis compañeros de casa en la cocina y con el resto en la fila del restaurante, prometiéndoles ir a Serotonina la primera noche que pudiera. Y entonces, lo de Marcé. Que no quería contarles -aunque enseguida se enterarían-, para evitar preguntas. O quién sabe, como siempre, quizás todos cambiarían de conversación. Hay algunos temas que no se tocan en Banderley: el problema es que aún no sé cuales.

A Wences le conté mi precipitada salida -en realidad, expulsión- de Marcé enseguida. Pero no toda la verdad - no le dije que el residente que se fue no había vuelto, y que con mi salida tenían que contratar a un interino. A Wences le hablaba del estrés de estas semanas, de lo poco que dormía. Le acabé confesando la noche con Jack, porque lo había adivinado: cabrona, te odio. A Wences le dije que volvía con Cook, pero no le pude explicar lo que hice porque no estuvo bien,  las razones por las que lo hice, menos: me hubiera dicho que por eso te montan un disciplinario, que me jugaba mi carrera: todo verdad. Con Wences siempre terminábamos las conversaciones con su solución para todos mis problemas: bájate a Londres este finde, y luego para siempre.

Hoy es la última noche de guardia en un tiempo, estoy sola en el mess, la sala común de residentes en Banderley-C. Mientras le doy a la tetera con el cansancio del mundo sobre mis párpados, me planteo: lo que he hecho estas dos semanas no se puede hacer con 50 años. Vamos, seguro. Son las 2am, acabo de llegar de un ingreso. ¿Hace cuántas horas me he duchado? Pronto hará 24, diosss: ¿este olor soy yo? Un truco para cambiar un comportamiento es eliminar todo lo que se interpone entre tú y ese comportamiento, lo que se llama "fricción"- así algunos corredores duermen con el equipo para saltar tras el despertador. Aquí la mayoría -aparte de Sandip- hacemos las guardias en pijama verde de hospital por esa misma razón: saltar de la cama cuando suena el bleep. ¿Este pijama -con la inscripción "Propiedad del Hospital de Banderley", no se nos vaya a olvidar- es lo que apesta? Levanto el brazo, meto la cara en mi axila y se oye la puerta: en esa edificante posición me encuentra Mark: bravo. No dice nada, me imagino que los tíos no se plantean estos pequeños actos indignos como tal. Mark está de guardia en las otras plantas, lleva una noche fatal: han tenido que meter a uno en confinamiento supervisado, con el consiguiente cocktail de antipsicóticos intramusculares. Esto lo hace enfermería, nosotros solo firmamos, pero a Mark le gusta meterse en el barro, para él será como un tackle de rugby, a medianoche. Mientras me cuenta toda la acción, abre uno de los armarios y saca un frasco con unos polvos de proteínas (miro sus brazos: ¿no es eso hacer trampas?). Se hace un batido.

- ¿Qué tal por allá abajo? – pregunta que me esperaba.

- Buf, muy bien, genial… a ver, el curso aburrido pero la ciudad… la he visto de otra manera que antes, siempre de paso – me siento en uno de los sofás, enfrente de una mesa baja.

- Ya, Londres tiene ese efecto en la gente… No te fíes... estudié allí. -se sienta en el sofá de enfrente- Estás mejor aquí.

- Em, sí, bueno, no me había planteado irme de Banderley todavía. ¿Quieres una? -Le ofrezco una barra de kitkat.

- No gracias. ¿Sabes la cantidad de azúcar que tiene eso? – da un trago al batido.

- Sí. Básicamente -hago como que miro la composición- es todo azúcar. Pero estamos de guardia, ¿no?

- ¿Qué importa estar de guardia? Eso suena a excusa.- Y se echa para atrás en el sofá.

- Tranqui, no es obligatorio – le digo mientras muerdo.

- Vale, veo que de peque no habrías aguantado ni un minuto en el test del marshmallow.

Tengo el resto del kitkat en la mesa, en medio de los dos. No doy crédito: ¿en serio me está preguntando cómo va mi "gratificación aplazada"? El experimento de Walter Mischel en la década de los 60 en la universidad de Stamford con los famosos marshmallows (conocidos como "jamones" en mi época, aunque ahora creo que los llaman “nubes”). Dejaban a niños de 3-6 años en una habitación con un marshmallow y la instrucción de "si no te lo comes, cuando vuelva te daré otro". El investigador se iba durante 15 minutos y mientras tanto, los críos usaban todo tipo de técnicas para no comerlo. Algunos intentaban la distracción (cubrían sus ojos, o escondían el marshmallow), otros lo olían, lo tocaban, le daban un besito. El hacerles pensar lo dulce y rico que estaría ("ideación caliente") destruía la autodisciplina. La "ideación fría" (por ejemplo, pensar ¿de qué forma es?) o  ideaciones calientes alternativas (“piensa en un caramelo”), aumentaba la resistencia. Los niños mayores resistían más y usaban ya técnicas de reevaluación ("esto no va de marshmallows, esto va de la clase de persona que soy"). Para completar el estudio, Mischel siguió a los niños y, sorpresa, los que más resistencia mostraron tenían de media mejores notas en los exámenes, mayor éxito social, mayor resiliencia y eran menos agresivos. Y aún hay más: cuarenta años tras el test, eran los mejores en funciones del lóbulo frontal y también tenían menos obesidad. A ver, ¿qué me ha preguntado? ¿Qué si tengo un problema de autocontrol porque me estoy comiendo esta chocolatina?

- Perdona ¿me estás preguntando cuán estoica soy? - Señorrr: qué conversación de madrugada.

- Bueno, la maduración de la fuerza de voluntad va más de técnicas de distracción y reevaluación que de estoicismo -contesta

- Sí, yo también me sé el experimento de Mischel. Sé usar esas técnicas, o de lo contrario no estaría aquí...

- Vale, vale… no sé, es que he estado pensando – se para un momento, me planteo que este lugar hace que todos pensemos demasiado - ¿Se te ha ocurrido que, de todo lo que haces en la vida, siempre hay una última vez? Hubo una última vez que te bajaste de un columpio de peque, habrá una última que vayas a una discoteca, la última que le leas una historia a tu hijo cuando lo tengas y le pongas a dormir…

- Emm, no... creo que nunca me lo había planteado. Tengo 25 años, no 50.

- ¿No haces "visualización negativa", verte a ti misma perdiendo algo que tienes que te importa mucho?

- Mark, en serio, ¿qué te pasa? ¿Lo siguiente es que te vas a tatuar "memento mori" en la muñeca para recordar que vas a morir?

Se queda pensativo, ¿le habré dado una idea? Me imagino que todos los deportistas tienen algo de estoicos. Ya los filósofos estoicos hicireron paralelismos entre el atleta y el filósofo, diciendo que la mente y el cuerpo son uno y que la disposición mental es crucial para el rendimiento. El estoicismo como filosofía no es seguir una ética o unos principios, sino aprender a manejar las emociones problemáticas. Va todo sobre el juego mental: estar preparado para poderte encontrar con cosas inesperadas, a veces desagradables. Ahora me va a preguntar si he leído a Marco Aurelio.

- ¿Has leído a Marco Aurelio?

Lo sabía.

- No, de hecho, no... He leído alguna meditación suelta - No le digo que me está recordando a Aníbal diciéndole a Clarice "Lea a Marco Aurelio. Primeros principios" – Me impactó la de que somos "un alma que lleva un cadáver a cuestas", o algo así…

- Ah sí...  mi favorita es "piensa que estás muerto. Ya has vivido tu vida. Ahora aprovecha lo que te queda de ella y vívela como se debería. Lo que no transmite luz, crea su propia oscuridad".

- Es su manera de impactar, metiendo la muerte, pero en el fondo es el viejo “Carpe Diem” – en esto sí que creo firmemente, y continúo: Lo que sí que pienso a veces es cuando decimos "oh, eso eran los buenos tiempos", y en que un día pensaremos que los buenos tiempos son justamente estos que vivimos ahora.  Vivir el momento. Entonces pensaremos, cómo podíamos sobrellevar esas guardias mortales y luego ir a trabajar al día siguiente, pero estoy convencida que miraremos atrás con añoranza. 

- Porque somos jóvenes... esas noches de juerga hasta que amanece: me han contado que no se aguanta el tipo igual pasadas las décadas - y nos reímos. Y yo siento ya añoranza de Koko.

Se oye un ruido y los dos miramos nuestro bleep, como un acto reflejo. Es Duncan, el de forense: está de guardia en la zona D. Le saludamos. Coge un yogur del frigo, se sienta con nosotros.

- Qué mala iluminación hay aquí ¿no?- dice mirando a los lados. Solo hay un par de luces laterales.

- La verdad es que los fluorescentes del techo dan una luz depresiva, Duncan. Son las 3 am, con esta lámpara de mesa y aquel flexo girado es suficiente- le explico, como si hiciera falta explicar esto.

- Este cuarto comunal es de los peores que he estado. -dice Duncan- Yo creo que nos iría bien tener aquí lo de los mess de los hospitales franceses. ¿Conocéis la historia de los murales en el equivalente de esta sala no?

- No, ni idea – decimos los dos a la vez.

- Bueno, pues con la excusa de que los médicos franceses trabajan con mucho estrés, todo el día entre la vida y la muerte, tienen murales con escenas de orgías entre los residentes y demás personal.

- ¿En serio?

- ¿Os imagináis eso aquí?

- No, eso es muy francés…

- Y su justificación, el eros y el tánatos, muy freudiano - dice Mark.

- Nosotros no es que veamos demasiada muerte – Duncan se levanta.

- No digas eso, a la pobre Mariona le tocó hace poco certificar a una de psicogeriatría...

- Ah, bueno, esos... pero en general vemos menos muerte. Claro que miramos a los ojos a la locura: eso sí que es vértigo y no sé qué es más estresante…
 
-Exacto nos harían bien esos murales: Yolanda follando con Cook, Isabel haciendo tocamientos a Sandip, Will comiéndose a Morgana, Richard con Suchandra... - dice Mark con una carcajada.

-Es alucinante: y los franceses siguen en esas salas descansando y discutiendo casos como si nada -Duncan trae galletas, que obviamente Mark declina; yo acepto- ... siempre han sido muy raros estos franceses.

- ¿Mariona, con quién te ponemos en el mural…?

Entonces, oh loado: me suena el bleep. Salvada por la campana. Marco la extensión y solo es para dar el OK para una Zopiclona. Pretendo que me tengo que ir. Dejo a estos dos hablando de lo mal follados que van, encubierto con oscuras teorías psicoanalíticas.

No quiero volver a casa: sé que al entrar en la cama me llamarán. Recorro el pasillo con el mismo eco y baldosines sueltos que el día que llegué. Me veo a mí misma, con mi mochila, siguiendo a Sister Harding. Parece una eternidad. Llego a la sala de ordenadores, el código para entrar era… voilá. Solo se oye el ruido de fondo de algún ordenador encendido, únicamente entra luz de luna por las ventanas. Huele a fotocopiadora y a moqueta nueva.

No he pensado en "últimas veces" como le dije a Mark, pero esta es  la primera vez que voy a hacer esto. A Wences no le sorprendió que aún no tuviéramos aquella cosa llamada correo electrónico en Banderley. De momento, solo tenían en las universidades. El me copió el suyo en la última página de “La Regenta” (wlinares@kcl.ac.uk) y lo que no le dije, para darle una sorpresa, es que por fin esta semana tenía el mío, de la universidad de York (mcalleja@york.ac.uk), a la que estaba asociada Banderley. A oscuras, con la luz azul en la cara, comienzo a escribir mi primer correo electrónico.

Hola Wences,

Sorpresa! Este es mi primer email, ya estoy conectada! Cuando lo leas (¿mañana? No sé si irás a la uni), verás que son las 3 am. Estoy de guardia. No sé si está permitido estar aquí de noche... pero me está encantando.

No he podido contarte lo que pasó realmente en Marcé porque me es imposible por teléfono darte todo el contexto. Ya te he dicho que tenemos el teléfono en la sala común de la Casa y siempre hay gente entrando, saliendo, cocinando, loquesea. Igual también porque me resulta más fácil escribir las cosas, porque así también las pienso. Y porque supongo que no aprobarás. Y ya sé que tu respuesta va a ser no solo el clásico -vente a Londres este finde-, sino deja Banderley para siempre, porque está afectando a mi cabeza. Pero no lo hagas, por favor: aquí no puedo hablar con nadie, todos miran para otro lado y no puede ser que tú hagas lo mismo. Por favor: intenta estar ahí conmigo y no hagas bromas tipo "necesitas aripiprazole".

En Marcé encontré las notas de una paciente con trastorno de la personalidad límite en las que escribía una residente llamada Sylvia Lannister. Me quedé completamente colgada de su manera de escribir, que era muy poética y atormentada, aunque inapropriada para unas notas clínicas.  Cómo no le habían parado los pies: no lo entendía. Cada vez que preguntaba por ella me contestaban vaguedades. Un día descubrí que el jefe de planta, el tal Steen que no está nunca, también había escrito en esas notas, con un estilo similar al de Lannister, e igualmente fuera de lugar. Tendrías que leerles, era pasional y desgarrador... descubrí que usaban citas de Plath y seguro de otros poetas que se me escapan porque no leo poesía en inglés- aparte de Plath, porque me la dejó un tal Will - ahora empiezas a atar cabos de por qué Parliament Hill Fields, no? Si te digo la verdad, me parecía que se estaban comunicando.

Las entradas de Lannister tenían como dos años, así que, una vez que me leí y extraje todo del ingreso de esa paciente, empecé a obsesionarme con la idea de buscar más notas de la época para intentar ... no sé, entender. ¿Entender el qué? te preguntarás. Yo tampoco lo sé. Y también porque me había enganchado a leerla, necesitaba leer más. Al volver de Londres, estaba como poseída como por una  fuerza extraña y decidí arriesgarme a encontrar esas notas. No fue fácil pero en los archivos de enfermería había listados de pacientes por año y localización de sus historias clínicas. Imagina cómo son las salas de archivos cerrados en Banderley: sótanos polvorientos, hileras e hileras de estanterías con puertas de tornos. Te digo que imagines porque así me los he imaginado yo: no he estado, allí no se puede bajar más que a buscar notas con una justificación clínica. ¿Qué iba a decir yo, que quería leer todo lo que hubiera escrito Lannister por una supuesta addición literaria?

Un día, cuando se acababan de ir las enfermeras del turno de la tarde, mientras escribía notas de una manera profesional y seria -cuando en realidad quería lanzarme a jugar con las palabras y soltarme el corsé este con el que hemos de escribir tanto en academia como en la clínica, como hizo ella- se me ocurrió una idea. Igual había algunas notas de la época de Lannister en la oficina de Steen.  Lo sé, me vas a matar, pero cogí la llave que está donde las enfermeras tienen todas las llaves y me colé en el cuarto de mi supervisor. No te puedo explicar el subidón de adrenalina mientras intentaba encontrar algún archivador abierto -que no, claro- y cuando me dirigía a un cajón a ver si estaban allí las llaves... Exacto, se abrió la puerta y allí estaba Steen. No sé qué hacía a esa hora en la planta, él que no está nunca. No me molesté en balbucear nada porque, el qué? Él mantuvo la calma perfectamente. Es curioso como el cuerpo reacciona casi igual ante la ira y el terror, pero el suyo no mostró lo primero. Yo sin embargo por dentro estaba temblando. Me libró de su ironía -podía haber preguntado, qué, trabajando tarde?- pero creo que los dos entendimos qué hacía yo allí. Con mucha tranquilidad me dijo que tal vez mi tiempo en Marcé había terminado y - aquí vi que estaba furioso conmigo- que no me quería volver a ver nunca más por allí.

Esta es la verdad de mi salida de Marcé. Sé que te estás poniendo las manos en la cabeza, que piensas que me podrían haber echado de la carrera profesional por mirar en informes confidenciales que no son relevantes clínicamente para mí. Tienes razón. Pero aún hay más: voy a seguir. Me quedan los archivos de los sótanos, a los que no sé cómo voy a entrar. Y quiero seguir leyendo. 

Un abrazo,


Mariona