Lunes, 18.07.16 Porto Katsíki, Monasterio, Cabo Lefkátas, Chillout hippy
Zona sísmica
Este día toca exploración del sur de la costa oeste. La isla tiene como un pico que termina en el Cabo Lefkátas y hoy planeamos llegar hasta allá. Hay dos playas maravillosas que no podremos visitar porque, según nos avisa Panolis, los accesos están cerrados tras un terremoto. Esta es una zona sísmica (parece que las elegimos, véase Japón), y en muchas ocasiones durante el viaje el famoso terremoto de 1953, que destruyó gran parte de la arquitectura veneciana del archipiélago, es mencionado (“poco queda de arquitectura veneciana en X”). El terremoto que no nos permite acceder a las playas de Yiálos y Egrenmi creo que es más reciente. Sin embargo, podemos acceder a la tercera playa Porto Katsíki. Ni que decir tiene que las vistas desde la carretera para llegar a Porto Katsíki son, como dicen en inglés, “to die for” (para morirse).
Mi Léfkádha ideal
Como hasta ahora estas playas han tenido tantas olas, voy en mi cabeza haciéndome mi ideal en esta isla: un apartamento con piscina en la montaña mirando el mar. Leer en una terraza horas y horas con ese Azul irreal de fondo, y todo el verde que la rodea. Porque lo extraordinario es la vegetación, los montes están llenos de monte bajo verde y no es en absoluto la roca seca que podrías suponer con este solazo y lluvia limitada. Y entre lectura y lectura, chapuzón. Salgo de mi ensoñación y hemos parado en un mirador antes de bajar a la playa y nos estamos haciendo fotos.
Porto Katsíki: Salud e Higiene
Cuando bajamos a la playa, hay muchísimos coches (de nuevo, estándares griegos-disculpenq ue insista, pero al ver las fotos se pensará que la playa estaba medio vacía, y si, para estándares españoles, lo estaba). Unos tipos nos indican que nos metamos a un aparcamiento, sin dejarnos pasar adelante y, al no conocer, pasamos y les pagamos los 5 euros de rigor por el día (día que nosotros no vamos a pasar, somos de chapuzón y siguiente!). Luego descubrimos que hay más sitio en el aparcamiento municipal a 3 euros e incluso gratis si te tomas algo en un chiringuito. Caminamos hasta la playa, que es una cala de piedras blancas grandes, al borde de un acantilado igualmente blanco (recordemos, de ahí viene el nombre de la isla, lefkos en griego es blanco, y de esa roca caliza el color lechoso de las aguas cercanas a la orilla). Hay unas cuerdas que separan la zona donde no se puede estar por riesgo de desprendimiento del acantilado-de nuevo, algo frecuente en estas islas, donde carreteras enteras son cortadas por tema pedruscos. Aún así, hay gente sentada bajo la roca. Vivir al límite: recordemos Londinium donde la gente pone casco al niño en su patinete.
Hola! Olita de mar
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Monjas trans
Recogemos el chorreante campamento y volvemos al coche. Nuestro siguiente objetivo es el Cabo Lefkátas al que llegamos por carreteras prácticamente desiertas, serpenteantes, espectacular paisaje. Breve parada en el Monasterio de San Nikolao o similar. Se trata de unas cuantas casas juntas y una capilla. Lo regentan dos mujeres vestidas casi con harapos, y una especie de toca gigante que se extiende al cuerpo. No parecen ser las más meticulosas en cuanto al tema higiene personal. Hay una más mayor en la capilla y otra joven alta que regenta una especie de negocio en un cuartucho oscuro. Allí vende iconos religiosos, miel, velas, romero, trípticos ortodoxos, pulseras de temporada... la monja mayor nos da tres caramelos-gominola y la joven-en este punto ya me estoy preguntando si es un hombre-, dice que si queremos un café. Hay un lavadero o lo que sea en una oscura de aquella Cueva, de donde saldrán sin duda las tazas y declino amablemente.
El Frappé: comienza el idilio
Tengo una relación complicada con el café. El café no me gusta. Pero. Hay peros. Recuerdo en el pasado muy remoto haber tomado granizados de café. Me gustan las tartas de moca. Algunas veces, tomando una cuchadara de espuma del capuchino del Peda he pensado, “me podría gustar”, pero no soporto el sabor que te deja luego. Bajo estas premisas os introduzco al frappé, una bebida supergriega, que consiste en Nescafé con leche, en un vaso largo de cristal, con mucho hielo, y la mitad del vaso es espuma. El Peda se pide su frappe, Mini yogur y yo sandía. Entonces pruebo el frappe y... mm, déjame otra vez, y otra... y... me voy a pedir uno. O sea, acabo tomando frappé y medio (nooo, es broma). Pero se tambalean mis principios anti-cafeteros.
De vuelta “on the road”, pasamos por la carretera que era la entrada a Yialos, la playa inaccesible por terremoto. Y si nos metemos, por si acaso? Vale, Panolis, tenías razón, no se puede bajar, pero en su búsqueda nos perdemos por unas carreteras entre olivos y colmenas bien chula. Terminamos en la playa de al lado del chillout hippy del otro día. La arena es gorda. Las olas, mucho más gigantes que nunca, así que jugamos en la orilla. Un fenómeno curioso: son tan enromes que al romper en la playa, te das la vuelta y hay una ducha de bien alto, algo así como la Gran Ola de Kaganawa. Viene una particularmente salvaje que me tira al suelo y me hago una rozadura en el tobillo que aún me dura.
Chilling out en el chillout hippy
Terminando cenando unos gyros en el chillout hippie que hay en la playa de al lado. Una de las chicas habla castellano, está allí “ayudando a sus amigos”. Estuvo dos años en Granada estudiando nutrición, creo, y hablamos de los desastres de la costa española, en comparación con esto. Edificios, urbanizaciones, cemento. Da mucha pena en lo que en España se ha convertido la costa, aunque también hay que resaltar que el mar, puramente el mar, no tiene la magia de este. La chica es una hippie de libro de texto: vestida con ropas sueltas, collares y pulseras típicas, flequillo jarraitu, pendiente en la nariz.
Tras el gyro en una mesa con la puesta del sol, subimos a las hamacas y comemos un yogur griego con fruta y frutos secos. Cómo se está en ese sitio... todo el cielo rojo, columpiándonos... al final nos echan los mosquitos. A las 2200 nos vamos, de noche. Los que movían muebles parece que se han ido, claro que nos despiertan portazos y gente hablando a todo volumen demasiado pronto por la mañana. El remanso de paz como el que se anuncia Panos Panetis...
Soy muy fan de Panos Panetis, muy muy fan.
ResponderEliminarY no me creo el azul de esas fotos...no me lo creo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMO!! Panos Panetis es MALO!!!! se vera en breve!!!! (pero claro, a ti, BRuja del Mar, te tiene q caer bien).
ResponderEliminarEl Azul.. jo, es q hasta yo misma dudo ahora: fue un suenio? Solo enfatizar una vez más: no he usado un solo filtro estas vacaciones. Ni siquiera en instagram, q hay tantos.
ARGHHH LUX.. tú sabes, (he contado?), mis problemas con la escatología no? ASí que imagíname leyendo así con los itos pequenios y medio acurrucada lo de las monjas trans.... ECOLÓGICAS A TOPE :):):):)
LOVE
Di