"Tierra de empusas" es una de esas novelas que cojo con muchas ganas: en primer lugar es de Olga (Tokarczuk), de la que me quedé flasheada por su "Los errantes" y "Sobre los huesos de los muertos". Segundo, por su subtítulo: "una historia de terror en un sanatorio". Tercero, porque es un homenaje a "La montaña mágica", uno de esos libros fundacionales. O sea, pensaba que tendría calidad literaria garantizada por la autora y luego, qué me puede gustar más que una "novela de campus" (gente encerrada en un sanatorio para tuberculosos en la naturaleza centroeuropea), donde encima hay miedo ("horror story!"), y además la posibilidad de que me devolviera a los 23, que es cuando leí "La montaña mágica" . Este dato lo recuerdo porque es la misma edad que tiene el prota, Hans Castorp "al que una arruga en cualquiera de sus camisas de color causaría verdadera indisposición". Nota: esta descripción de Hans la escribo de memoria -su tono de persona con monóculo nos hacía mucha gracia en la época- para ilustrar la plasticidad de la memoria de esos (maravillosos) años.
Con estas alforjas y sin ninguna referencia lo compro y me lo llevo ilusionada a mis vacaciones: empiezo con él ya en el metro camino del aeropuerto, y luego está anotado en distintos medios de transporte y lugares variados donde me he parado a leer. Pero, ay, mi análisis en una palabra: desilusión. Tal vez lectores que vengan sin mi mochila la disfruten más, no lo sé. Para desilusionarte tienes que haber tenido una expectativa, como la tenía yo.
El planteamiento es el mismo de "La montaña mágica": un joven con tuberculosis -la enfermedad romántica por antonomasia a la que se llamaba "consumption", que mató desde Yeats hasta Orwell, pasando por las Bronte, Kafka, Balzac y Bécquer- llega a un sanatorio en las montañas - era la única manera de paliarla en la época, hasta que Robert Koch encontró su bacilo. Bécquer tuvo en Bellver de Cerdanya su propia montaña mágica y la historia de cómo en mi infancia me creía a pies juntillas que en cierta mesa de una antigua fonda se sentó el autor, tal vez a escribir "La cruz del diablo", ya lo conté aquí.
En el sanatorio, que está en los Beskides de Silesia (Cárpatos entre Polonia y Chequia), el protagonista de nombre impronunciable e indeletreable va a aprender por exposición a otros pacientes mayores que tienen largas conversaciones entre ellos. O sea, combina dos géneros que amo: el bildungsroman o novela de crecimiento y lo que yo llamo novensayo, aquel que, enmedio de la acción (o no acción, porque suele pasar poco), los personajes introducen ideas. Ni que decir tiene que a mí no me importa que no pasen cosas si el contenido de las conversaciones es bueno. Aparte de "La montaña mágica", otro novensayo ochomil (hola NáN) es "Moby-Dick", lleno de disgresiones (e.g. un capítulo hablando del color blanco, otro de ballenas...) que la hacen, además de una novela aventuras, pura filosofía existencialista. Y otro con el que siempre me lo paso fenomenal y releí hace poco "El nombre de la rosa".
Pero divago, y volviendo a esas conversaciones vespertinas de los señoros que se alojan en la "Residencia para Ídem" (la autora lo llama "Casa de huéspedes para caballeros"), el principal problema que le encuentro a "Tierra de empusas" es que esas charlas nunca llegan a ser demasiado interesantes para mí. A ver, tengo subrayados, anotaciones varias, incluso algún asterisco... pero en absoluto me parece que las conversaciones de los personajes, en especial las de un tal August August, humanista y socialista (trasunto del Setembrini de Manns, mi personaje favorito) y Longin Lukas, católico y tradicional, den el nivel de una "novela de ideas". Por ejemplo, pasan tres páginas hablando del diablo, que podría ser apasionante... pero no. Tal vez es que han pasado 30 años y naturalmente, cosas que entonces me parecían novedosas, hoy ya no me aportan nada nuevo (o será que llevo toda una vida profesional intentado entender "El Mal" para dejar de llamarlo "el diablo"?), pero con "La montaña mágica" el poso que me queda es que el sanatorio representaba simbólicamente el estado de Europa, sus tensiones y zozobras políticas justo antes de la Primera Guerra Mundial, con reflexiones que a mí en ese momento me aportaron. Eso sí, no es que Tokarzcuk no haga de vez en cuadro un óleo del momento político actual, lo hace -y dejo aquí un ejemplo: aunque el libro está ambientado en 1913, no me digan que esto no es rabiosa actualidad: "su padre pensaba que la culpa de los desastres nacionales y los fallos de la educación venían de una crianza blanda que animaba la feminidad, la sensiblería y la pasividad, hoy modernamente referido como"individualidad". Lo que contaba era la hombría, la energía (...)". ¿Suena esto como un discurso familiar? Mi corolario de este párrafo es que igual cada novela tiene su edad y su momento.
El feminismo que destila la novela está hasta en su título: las empusas son unas criaturas de la mitología griega, malévolas y seductoras, que cambiaban de forma presentándose como distintos animales y si no existiera el riesgo de que el divague se me fuera de las manos ahora me metería con que eran hijas de Hécate y demás, porque documentándome llevo ya 12 páginas abiertas. Pero no: considero la posibilidad, respiro, la veo pasar, y ya. Por supuesto también se habla de brujería, y anécdotas que, como lo de las citas de los sesudos escritores e intelectuales, temo que estarán bien documentadas y no serán ficción: aquella en la que había tantísimos juicios por brujería que no había pasta para todo ese aparato, y se lo hacían pagar a sus maridos, otras en las que las mujeres de un pueblo se fueron a los bosques como consecuencia, y el pueblo se vino abajo (quién lo mantenía a flote? eso). Ideas como que el cuerpo de la mujer pertenece a la sociedad (qué actual eh? que se lo digan a los antiabortistas que creíamos era una batalla ganada). Y mucho más. Aquí abajo, la empusa:
Si todo lo de arriba te parece suficiente para que la novela se merezca el subtítulo de "historia de terror", no estás desencaminada. Es una vez más el humor de Tokarzcuk, porque si lo que se espera leer es un clásico "whodunit" á la Agatha Christie, esto no se lo va a encontrar aquí - mientras leía pensaba que la razón por la que me gustan este tipo de novelas podría ser porque en el fondo, lo que se hace es ahondar en la psicología de los personajes. Como no tengo a nadie con quien comentar el libro, miro en aquella web de libros y mucha gente enfadada porque el asesino no es el ama de llaves. Como digo, entiendo que esto son bromitas de Olga y no me importaría, si no fuera porque el tema sobrenatural a mí me aburre: quién pillara asesinos concretos como el gran Jorge de Burgos! Eso sí hay imágenes potentes en la novela entre las que destaco el asco que da una sopa de sangre llamada czernina o uno de los personajes clavándose agujas en el culo mientras se masturba.
Espero no dar la impresión de que esta novela es fallida, aunque yo no la haya disfrutado todo el rato, hay muchos momentos en los que la autora muestra su músculo de narradora y voy a terminar con una de sus metáforas para ilustrar esto, en las que además se nota que estudió psicología: cuando habla de las vulnerabilidades humanas, del punto de "menor resistencia" de cada persona lo compara con la formación de las perlas: "así como cuando entra un granito de arena en un mosculo, este lo neutraliza con nácar formando una joya, todas las líneas de desarrollo de nuestra psique se formarán en torno a nuestro puto más débil. Cada anomalía estimula una actividad mental particular (...) lo que es débil en nosotros nos da fuerza. Este esfuerzo constante por compensar nuestras deblidades gobierna toda nuestra vida. Mira Demóstenes, era tartamudo y terminó siendo el mejor orador. No a pesar de ello, sino por ello" . No digo que esté totalmente de acuerdo con el contenido, pero la metáfora es potente.
Ah, y casi me olvido del giro de guión final, muy en sintonía también con los tiempos en que vivimos. Esta sorpresa, que sí que no me la esperaba, está bien, pero el hecho de que me haya acordado ahora, así, al final, precipitadamente, indica el limitado valor emocional que supuso para mí -recordamos lo que nos mueve. Anoche logramos convencer a Mini para ver otro clásico del feminismo con nosotros en el proyector y seguro que nadie se olvidará nunca de su final: dos mujeres símbolo de las mierdas que las mujeres teníamos que sufrir en los 90, y sque seguimos sufriendo ahora, pisando el acelerador y diciendo: que os den. Que es un poco lo que dice Olga siempre con sus libros, y solo por eso, sigue siendo una maestra.
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