Hoy vengo a escribir un haiku y ya. En serio: hoy solo vengo a por una explicación ante un tema, a ser posible mejor que la de Mini ("es el fantasma") o los Jekes ("claramente, un fenómeno paranormal"). No es la primera vez: ya acudí al oráculo de los divagantes cuando ruidos raros se oían en casa; entonces, mi hipótesis era que Rose tenía un tarado á la Pulp Fiction en el subterráneo, y todos no pudieron más que darme la razón. Hoy, el tema es "por qué siempre pasan fenómenos extraños en casa JUSTAMENTE cuando estamos de vacaciones".
Ayer (cuando empecé el divague), Noche de Reyes, volaba muy tarde desde la península, con gran dolor de mi corazón al no poder ir con el sobrinísimo a la cabalgata, que dicen en la Ciudad Condal nada tiene que ver con aquella de Vetusta en la que hacía siempre tanto frío (lo de pintar a un señor con betún pasaba en todos los sitios). Volvía fastidiada, aparte de por lo de todo el mundo, porque hacía un par de días había escrito la odiosa dueña del piso de abajo, que las nuevas inquilinas habían tenido una gotera de mi "bay window" (envolvería un preparatorio en arquitectura georgiana explicar esto, no insistan). Pues bien, al llegar descubro que el culpable de esa gotera tal vez no sea la "bay window" sino el tejado del edificio al haber un par de "humedades" en mi pared, justo encima de lo suyo. Nota: tejado que cambiamos con gran estrés la primavera pasada.
Llena de malos augurios, al salir de casa, decido pasar a ver al pobre Wolfy que está aparcado en una calle lateral. Una vez, tras un viaje a Malta, algún oligofrénico había saltado sobre el techo y estaba hundido. Hoy, qué me encuentro? Alguien ha arrancado el retrovisor del copiloto, o bien sin querer con un patinete por la acera o con un tortazo, en cuyo caso, la persona merece otro. Cabe anotar que el otro retrovisor ya lo tengo sujeto con cinta aislante, porque también, oh destino, lo encontré en el suelo un buen día (o mejor dicho, me di cuenta que no lo llevaba cuando ya estaba conduciendo e intenté mirar por él).
Por qué ocurren todas estas cosas cuando estás de vacaciones? (bueno, el primer espejo no). Esto puede parecer una mala suerte casual tras más de una quincena fuera, pero no es la primera vez: el verano pasado, tras Vietnam, nos encontramos una gotera misteriosa que manchó la pared del cuarto abuhardillado, pero nunca más apareció. Aún tengo ahí la mancha en la que seguro algún vidente verá al Sagrado Corazón, y lo que te rondaré morena porque en esta casa, ya lo he dicho, las cosas de palacio van despacio. Y, ¿alguien recuerda aquel entrañable viaje a Cornwall el otoño pasado? (sí, el de las 12 horas de tren gracias a "Great" Western Railways). A la vuelta, lo que había goteado sobre nuestras almohadas había sido el balconete (ahí aún no habíamos cambiado el tejado).
O-y esto no lo he contado porque intentaba enterrarlo en la memoria por mi ornitofobia secular- la vez que, estando nosotros en Turquía (por qué recordaré los destinos?), entró un pájaro por la chimenea? Odio esta historia pero intentar ocultarla no funciona: desisto, a la gente le encanta y dicen "oh, ah". Básicamente, entró ese bicho por la chimenea y menos mal que vino Mónica a regar y se lo encontró y le abrió la ventana y tuvo que hacer danzas tribales para que se fuese, porque me llega a pasar a mí y soy yo la que se tira por la ventana. Dice Fashion: "los animales notan la quietud de las casas". Vamos a ver, sí, los ratones lo entiendo (más sobre ratones en mi casa en este divague: "De ratones y de hombres") pero hay cuatro chimeneas en mi edificio: cómo sabe el puto pájaro qué piso está vacío?
Y no solo me ha pasado a mí, claro que en el resto de casos hay indudables culpables: un compa mío tuvo que volver de Lanzarote enmedio de sus vacaciones porque se inundó su casa [él había instalado los tubos] o los jekes recibieron una llamada de su casero a las 3 am diciendo que el piso de abajo se estaba inundando [JAL, el kuñado universal dejó un "sistema de riego por goteo programado" que claramente se desprogramó]. Eso sí, estos eran jóvenes e indocumentados y no volvieron: "estamos durmiendo, estamos en Tailandia", le dijeron al casero. Pero no es mi caso: yo cierro el agua, dejo una patata y un par de zanahorias en la nevera y apago el wifi y varios enchufes clave. Por qué, Señor, me ocurre esto?
Es el fantasma de las vacaciones, dice Mini (o la ira de Dios ante gente disfrutando, pienso yo, de más clara educación judeocristiana). Porque todo esto podría ocurrir cuando estoy en casa, pongamos en la cocina haciendo una cena deliciosa (vale, no cuela) o el salón haciendo meditación (tampoco), y cuando se pone a llover ves, delante de tus propios ojos, cómo empieza a chorrear agua por la pared. O puedo estar limpiando la plata y entrar el pájaro (es oficial: me muero). Sin embargo, el fantasma aprieta, pero no ahoga: lo del pájaro hubiera sido pasarse. Fantasma, si estás ahí, ¡manifiéstate! O si alguien tiene una explicación más plausible, la necesito. Gracias.
Y termino con unas imágenes que tomé estas pasadas vacaciones en la España profunda que contaré en los siguientes días, porque todas son fantasmagóricas. La primera no requiere mucha explicación, es la versión más pirata del espectro que nos ocupa. Luego viene la primera versión de Jesucristo trans que he visto y por último, de nuevo nuestro Señor sorprendiéndonos haciendo "una dominada" (he tenido que buscar la palabra, no piensen que han secuestrado el blog).
Estas fotos son solo los preliminares de unos divagues en preparación en los que se elucubrará sobre retornar a los sitios de la infancia, sobre investigaciones genealógicas amateurs, sobre meter un dedito en el Camino de Santiago, sobre cual es el punto de la niebla, y por supuesto, cómo va el desarrollo del sobrinísimo, que ya tiene dos años y 8 meses y con el que tengo que ir a la cabalgata, un año de estos.