La reciente victoria de Mamdani en Nueva York nos ha dado un pequeño balón de oxígeno a la izquierda y suspiramos por las esquinas: "Ojalá fuera el principio del fin de esta etapa distópica en la que estamos sumidos". Pero quién sabe: las razones por las que hemos llegado hasta aquí son complejas y multifactoriales, y hoy voy a escribir sobre una — prometido: solo una.
Los izquierdosos nos preguntamos: ¿qué se ha hecho mal para que hordas de personas pobres apoyen opciones ultraderechistas? Discursos como "los obreros que votan a la derecha lo hacen en contra de sus intereses" (y como no se dan cuenta, por tanto, son tontos, parece implicar la frase) pueden, para el que la compre, describir una realidad, pero no va ni a la raíz del problema - ni por supuesto a la solución. Un análisis que se lee por ahí es que estas personas no tienen nada, luego nada que perder (muy marxista: deberíamos volver a las metáforas de las cadenas) y votan anti-sistema, en particular anti-establishment. Pero divago: pensemos en la solución, ¿qué tendría que ocurrir para que estas masas cobraran conciencia de grupo? (de clase, en realidad, pero como me dirán que es concepto viejuno, usemos eufemismos como "grupo", "los de abajo" o "vulnerables", que es como llaman ahora a los pobres).
En esas disquisiciones estaba cuando cayó en mis manos el podcast de "Past Present Future" (del que he hablado otras veces, e.g. cuando Lea Ypi) que hizo una serie sobre "Historia de las malas ideas", en la que han cubierto conceptos como eugenesia, el fin de la historia, conductismo, identidad, austeridad, antisufragismo, antisemitismo y muchos más. Pero el relevante para hoy es el dedicado a la meritocracia, que podríamos definir como "la filosofía política que concentra la influencia y el poder político en quienes tienen 'mérito', según el talento intelectual y los logros del individuo". Con esta referencia y un par de artículos más me he documentado hoy para este divague.
Quién creó el concepto "meritocracia"
Un tal Michael Young, político británico que escribió el Manifiesto del Partido Laborista de 1945, que incluía todo el legado de las reformas sociales derivadas de la Segunda Guerra Mundial. En los 50, hizo un doctorado en sociología en la London School of Economics y algunos de los estudios pioneros sobre la vida de la clase trabajadora.
En 1958 publicó la novela "El Auge de la Meritocracia", que no he leído pero sí su artículo en The Guardian en 2001 titulado "Abajo con la meritocracia" en el que Young, cincuenta años después, reflexiona sobre el impacto del concepto y concluye con que ojalá que "Tony Blair dejase de usar la palabra", porque no había entendido nada.
La novela
La novela era una sátira distópica en la que el mérito (definido como Coeficiente Intelectual + esfuerzo) se había convertido en el principio fundamental para organizar la sociedad, reemplazando las anteriores divisiones de clase social: la sociedad estaba ahora estratificada entre una élite meritocrática que ostentaba el poder y una subclase marginada de los "menos meritorios". Termina en 2034 con una revuelta de los menos meritorios («populistas») contra la élite meritocrática.
Breve análisis histórico.
Desde el siglo XIX, en Gran Bretaña se fue gradualmente cambiando el sistema de acceso al trabajo: desde un sistema basado en la herencia, las conexiones y el nepotismo hasta otro basado en la capacidad personal. Esta tendencia surgió de la mano del crecimiento del sistema nacional de educación estatal, que alcanza su cénit con la Ley de Educación de 1944.
En ese momento se introdujo un sistema de educación secundaria en el que, a los 11 años, los niños hacían una prueba llamada “11-plus” cuya función era segregar a los niños. Los que sacaban buenos resultados iban, en lugar de a los institutos, a las “grammar schools”, básicamente institutos para listos. Estos niños eran obviamente los destinados a la universidad, luego a ocupaciones de mayor nivel, y por ende a mejores sueldos. Este es el punto de partida de la novela de Young, en la que se pregunta por las consecuencias que tendrá eso para la sociedad que Labour estaba construyendo tras la Segunda Guerra Mundial.
Con la segregación, se crean dos nuevas clases
Por abreviar, me referiré a los que acceden a las grammar, universidad y mejores trabajos como "intelligentsia" [un poco irónicamente, esta clase es mucho más amplia que lo que este término denota], y a los que no pueden como los "menos meritorios", porque en virtud de su peor coeficiente intelectual y otros rasgos (falta de concentración, perseverancia, etc, rasgos que hoy sabemos son neuropsicológicos, o sea, no se eligen) no han tenido acceso a la cultura.
La intelligentsia termina con una variedad de certificados y títulos: Young llama a esto “credencialismo”. Esto significa que las cualificaciones académicas terminan teniendo lo que los economistas llaman “función de señalización”, una "insignia" que te da acceso a ocupaciones e ingresos de mayor estatus (señalizas que has pasado por todos esos exámenes, luego debes ser bueno). Pero el acceso a las instituciones que dicen que se basan en el mérito es en sí mismo una forma de nepotismo [aquello contra lo que la meritocracia se suponía que luchaba]. Además, sabemos que para acceder a ellas hay muchas vías de acceso, no se trata solo del coeficiente intelectual puro, se necesitan también ciertos tipos de conocimiento interno y conexiones, las viejas conexiones.
Y luego están los "menos meritorios", la mayoría que no destacan académicamente, que son relegados a los niveles más bajos, desde edades muy tempranas. Es normal que este grupo se sienta no solo económicamente discriminado, sino menospreciado en la sociedad por los que han prosperado gracias a su "esfuerzo". Una mayoría rechazada y marginada. Hay ciertos tipos de trabajo, e incluso ciertas cualidades, que no se valoran cuando se tiene un modelo de educación superior credencialista.
Los de la intelligentsia se conocen entre ellos en las universidades o en los buenos trabajos, se juntan, tienen hijos. Forman una nueva clase, precisamente con lo que estaba intentando luchar.
¿Fue Young profético?
La novela termina con una revuelta de la mayoría, los "menos meritorios" (curiosamente la fecha es a principios de la década de 2034) porque esa sociedad que se ha formado por las pruebas de inteligencia, capacidad y esfuerzo, es superjerárquica y al final, es la vuelta al nepotismo. Estamos ahí: los rednecks, los chavs, las chonis/canis -todos los términos despectivos que usamos la intelligentsia para denostar a esas personas, y en cada país habrá uno- están votando a Trump, Farage y Abascal.
Falta de líderes
En el pasado, hubo líderes muy capaces de la clase trabajadora, de los sindicatos y del laborismo [e.g. en UK, Ernest Bevin], pero tras la "revolución social" que ha supuesto lo descrito hoy, los "menos meritorios" no van a tener grandes líderes porque este proceso meritocrático va a arrastrar a los de sus filas que tienen talento intelectual. Young describe cómo Labour, por ejemplo, se había convertido en un partido al que para ser diputado, era necesario tener “credenciales”. Recordemos aquel divague sobre el libro "Amigocracia: Cómo una pequeña casta de tories de Oxford se apoderó del Reino Unido", un extremo de esto. En el UK hemos vivido con tristeza cómo una de las pocas políticas de la clase trabajadora, Angela Rayner, tuvo que dejar la política por un malentendido en el que no había mala fe.
¿Estamos ante la reacción de los no-meritorios?
Mientras escribo esto, leo y escucho sobre un estudio de "Hope not hate" ("Esperanza, no odio") que describe el "sorprendente" perfil socioeconómico de los votantes de Reform UK (el partido de extrema derecha cuyo líder Nigel Farage nos llevó el Brexit): no todos son esta minoría no meritoria, así que como he dicho al principio, habrá mucho más que analizar. Pero hace poco también Janan Ganesh en el Financial Times incidía sobre este tema ["Aprender mucho es peligroso. Cómo la expansión universitaria dividió a las sociedades occidentales" ]: no hay nada que te meta más en guetos que la educación y seguía con el análisis de los votantes de Trump o de Brexit.
En la novela de Young, en 2034 se produce una reacción contra la meritocracia, por la dinámica social tóxica de los "no meritocráticos" no están arriba porque no son lo suficientemente buenos y la intelligentsia "merece" estar ahí.
Pero deberíamos tener en cuenta -y en este blog lo hemos hablado muchas veces en la sección "pepsiquiatría"_ que las personas no tenemos ningún control, o muy poco, sobre nuestro talento y capacidad; ya sea genético o por la crianza, o la situación social en la que has crecido, no eres responsable de esa lotería que te ha tocado (buena o mala). Tu talento se ha traducido en valor económico, pero recuerda, nuestras “habilidades comercializables” son producto de una combinación de genética y contexto social, por lo que es injusto penalizar a los que no las tienen.
A modo de corolario
Una de las conclusiones que me gustan de Young es que la meritocracia centra toda la atención en quienes han superado una carrera de obstáculos intelectuales, pero hay otros valores importantes de reconocer, que tienen todas esas personas a las que miramos por encima del hombro. Young dice que no hemos trabajado lo suficiente para comprender, recompensar y valorar la rica variedad de la vida humana que se desarrolla fuera de los lugares donde creemos que el mérito encuentra su recompensa.
Igual dejar de mirar a todos ellos con condescendencia sería el primer paso de la intelligentsia para que dejaran de sentirse ciudadanos de segunda. Y tal vez, una puede soñar que un día llegaran a desarrollar una conciencia de clase. Esa idea y otras tan viejunas que dieron lugar a la mejor época de la historia de la humanidad, que ahora, poco a poco, nos estamos cargando.

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“dieron lugar a la mejor época de la historia de la humanidad, que ahora, poco a poco, nos estamos cargando” (Di).
ResponderEliminarLa naturaleza (sea lo que eso sea) nos enseña dos cosas : que nada aparece si antes no fue abonado y que nada pudo ser bueno, si llevó a algo malo… y no se ha podido mejorar.
Un ejemplo… El Imperio Romano se fue al traste, porque se trabajó mucho para que eso sucediera, empezando ya en la época de la República.
Y viene esto por tu mantra, de que todo está escrito y bien/mal escrito. Si es que vale, como regla, para seres humanos y para su obra artificial. Que obviamente yo pienso que sí. Lo cual no impide cierta libertad de acción.
En el siglo XX , con dos GM, nada nos dice que eran tiempos mejores que ahora, aunque bailaran el Can Can, ya que entonces tuvieron que concebirse los tiempos actuales, de paso que se fabricaban los nuevos y sucesivos soldaditos.
Lo mismo que en la Revolución Francesa, poco más e hizo que poner los cimientos de los siglos que alumbraron al mismo tiempo lo mejor y lo peor de la modernidad (incluidos Hitler y Stalin).
En fin, que todo es debatible, y tiene más relación con lo del divague pasado, de lo que puede parecer a simple vista.
Bicos muy discutibles…
PS: También habría mucho que decir sobre esa máxima postfordiana (a lo A. Huxley) de que “aprender mucho es peligroso”, con la típica guinda de confundir educación con domesticación (aunque sea by Oxford/Cambrigde) y otras hierbas de ese tipo.