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21 noviembre 2025

Gazpacho en otoño

La primera vez que hice un divague de ideas sueltas allá por 2014 lo llamé "Gazpacho". Es una técnica a la que he vuelto algunas veces, pero no demasiadas, porque como es sabido, una de mis limitaciones escritoras es que no soy precisamente conceptista. Ya podía decir mi paisano Baltasar Gracián aquello de "lo bueno, si breve, dos veces bueno", yo soy más de la escuela Mae West y su "too much of a good thing is wonderful" ("demasiado de algo bueno es maravilloso"). Así que me pongo con lo que debía ser una "cápsula" y me salen seis mil palabras. Pero hoy lo voy a intentar: un gazpacho a finales de noviembre. 

Eufemismos de la pobreza
El otro día, escribiendo el divague de la meritocracia me quedé con ganas de expandir sobre esta nueva tendencia de llamar a las personas pobres, "vulnerables".  Según la RAE: vulnerable,  adj. "Que puede ser herido o recibir lesión, física o moralmente". Y aquí está la acepción del María Moliner. 



Hay otra palabra que se me hace aún más insoportable para referirse a los pobres: "humildes". Es una palabra que me da muchísima pena, hace conjurar en mí imágenes de criadas con las manos quemadas por la lejía, hombres de campo dando vueltas a la boina para pedir un favor al señor. Son los personajes de "Los hijos muertos" o de "Los santos inocentes". Aquí tanto la RAE como María Moliner acepta el concepto de pobreza en sus deficiones, pero me sigue costando: tal vez sea porque en la RAE en acepciones 3 y 4 ponen "dicho de una cosa baja, sin altura" y "carente de nobleza"



María Moliner
Ya que he hablado del diccionario, quiero decir (y espero que no se desmadre a divague), que hace unos meses, cuando estaban promocionando el libro que ha escrito sobre ella Andrés Neuman ["Hasta que empieza a brillar"], vi el documental "Tendiendo palabras" de Vicky Calavia. Cuando lo lea, tal vez haga un divague conjunto, porque hay mucha tela que cortar. Pero el fogonazo para hoy es que mi colegio estaba cerca de la calle María Moliner, nombrábamos a la calle continuamente, y a nadie se le ocurrió hablarnos en detalle de esta mujer, que había nacido en Paniza, muy cerca de Vetusta. Claro que lo mismo pasó con Amparo Poch, una de las pioneras médicas en España. De estas palabras, me gusta niquitoso:



"Exterior -Montaña -Amanecer"
Entrevista a José Sacristán: es un tipo al que me encanta escuchar, no solo por lo que dice que es casi siempre genial, sino además por su voz: me hipnotiza. Tiene 88 años (ya? madremía) y a tenor de eso comentó que ya no está para ciertas cosas: "por ejemplo, si veo una escena que comienza: exterior-montaña-amanecer yo directamente cierro el guión, no me interesa"

Ay Sacristán, te entiendo perfectamente, yo estoy ya ahí: lo dramático es que tengo más de treinta años menos que tú. Claro que no en "mis temas", pero a nivel profesional estoy ahí: paso del equivalente de madrugar y pasar frío. Ojalá pudiera cerrar el guión, como él. 

Esta es mi peli favorita suya, "Un lugar en el mundo" (1992) de Aristaráin. No sé si el mundo era más amable en esa época, o estoy cayendo en la nostalgia.



Una frase de una adaptación del Quijote
También, de la entrevista, copié esta frase, de una adaptación del Quijote por Juan Ramón Fernández. Solo porque me pareció tan bonita....
“Si yo pudiera sacar mi corazón y ponerlo ante tus ojos, quitara el trabajo a mi lengua de decir lo que apenas se puede pensar”

Rosalía: Sigo sin ser moderna
Hay detalles, algunos sutiles que me indican que tal vez ya no soy tan joven como pienso. Evidente, dirán, pero es que yo, en mi cabeza, sigo creyendo que lo soy: es algo extraño, pero cuando veo una peli, me identifico con los hijos, no con los padres, no me creo que esa cifra sea mi edad, me siento en el suelo en los aeropuertos y la mayoría de los cincuentañeros me parecen mucho mayores.  

Ejemplos de situaciones que me hacen sentir que mi reino ya no es de este mundo incluyen algunas de mis ideas sociales y políticas (me niego a aceptar nuevas realidades), y, por supuesto, cierta música. Ahí es cuando llego a Rosalía: hace mucho me puse el video ese de "Malamente" y no me llegó, por no hablar de aquel que salía con Madonna.  Me resigné a que era un ejemplo más de mi provecta edad (ya lo comenté en el párrafo 5 de aquí)

Sin embargo, hará una semana vi su famoso vídeo de "Berghain" y me quedé hipnotizada. Lo volví a ver: la imaginería me perturbó (qué miedo de mobiliario opusiano), a la vez que fascinó. Volví a escuchar la canción: me encantó, probablemente los entendidos dirán que no canta ópera como se debe, y la letra, si la entendiera, seguramente me horrorizaría porque por lo de las espiritualidades (ni nuevas, ni viejas) no paso. Me dieron ganas de invadir Polonia. Y pensé: qué guay, y si soy por fin moderna? ¿Y si ya puedo decir, como todo el mundo, que me gusta Rosalía y su fusión? 

Fwd unos días y se confirma que no, no soy moderna. Me puse el disco entero de fondo y aparte de una que puede ser que sonara a vals (?), me aburrí. Los trozos flamencos, los sigo sin pillar. El flash de Berghain no se dio más. 




Hola, soy Di y hago tus problemas los míos
Sesión de psicoanálisis. Esta semana, en una reunión de trabajo en la que yo he ido con un problema a una jefecilla patética, ante su reacción (asentir y dejarlo pasar, sin atacarlo), he constatado uno de los problemas que me complican la vida: si alguien me cuenta un problema, lo hago mío. Y entonces hago una cosa llamada "mover mis hilos": intento solucionar el problema de otro.  Cuando lo fácil es simplemente "estar": ver el problema y  ni dar soluciones ni decir que no las tienes, o "déjame pensarlo".  Como dice el Peda: "qué complicado es ser Di Vagando".

Sin ira
Había escrito una cápsula sobre lo que parece clara psicopatía de algunos políticos (de nuevo), con nombres, pero lo acabo de borrar. Cada vez más esto es -tanto en nacional como internacional- un "en qué bando estás", y me incluyo. Hoy he abierto un periódico de "la otra cuerda", y lo he tenido que cerrar, iracunda. Me fastidia, querría ser zen. Así que lo dejo, y termino con una frase de "Las pequeñas virtudes" de Natalia Ginzburg, que me da, por contra, mucha calma
“Por lo que respecta a la educación de los hijos, creo que no hay que enseñarles las pequeñas virtudes, sino las grandes. No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia hacia el dinero; no la prudencia, sino el coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor por la verdad; no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo de éxito, sino el deseo de ser y de saber." 




Es época de cremas y sopas, pero aquí ponemos gazpacho en otoño: que ir contrarriente no se quede en eso. 


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