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03 mayo 2020

"Mothering Sunday " ("El domingo de las madres") de Graham Swift: Por que todas, un día, podamos ir al baile

"Mothering Sunday" (2016), la novela de Graham Swift, se ha traducido como "El domingo de las madres" en lugar de "el día de la madre", porque no es lo mismo, ni siquiera en inglés (Mother's Day). Se trata de una festividad que viene del SXVI, cuando la gente volvía en ese día (el cuarto domingo de cuaresma, llamado Laetare) a su "iglesia madre", a la que les bautizaron. Pasaron los años y en este día, los criados (muchos de ellos niños, los mandaban "a servir" a edades tan tempranas como diez años) tenían libre para poder ir a visitar a su familia, a sus madres. Dice la wiki que cogían flores en el camino para ellas: toda esta imagen me rompe el corazón.

Pero aún lo rompe más el imaginar qué sería un "Mothering Sunday" para alguna de estas criadas, las huérfanas, sin madre ni casa dónde ir este día, un "motherless mothering sunday". Y ahí es donde te lleva Swift en esta preciosa novela, que habla de tantas cosas, todas que me importan, todas que me mueven, y todas que me despiertan, como en los mejores libros, gratitud. A Swift y a la recomendadora, la divagante Marisa. :)

A nuestra protagonista le dan en el orfanato un nombre sencillo, impersonal, Jane, y también una fecha de nacimiento inventada, una que les parece bonita, y no es otra que el Primero de Mayo. Salto en mi cama (que es donde suelo leer), porque cuando lo leo ya llevo mucho de mí invertido en este lectura, y ese es mi día más importante del año, el que nació Mini. Jane cuenta esta historia desde la vejez, cuando se habrá convertido en escritora, su primer éxito rememora, cuando tenía... 48 años. Que es mi edad, aunque dudo que yo vaya a escribir nada de éxito que no sea este blog en el mes y poco de 48 que me queda. .

Del orfanato, pasa Jane "a servir"- qué palabra: "porque aquellos que servían, servían, y los que eran servidos, vivían". Se convierte en la típica criada inglesa, pero que a nadie le venga la imagen de "arriba y abajo", la casona llena de servicio de las películas y seriales británicos: en su casa solo quedan ella y la cocinera, que sirven a un matrimonio de cierta edad. Lejos ha quedado la época de bullicio, risas y zancadas por las escaleras: es 1924 y los dos hijos de la pareja han dejado sus vidas en la Primera Guerra Mundial. Que Swift haya localizado la novela precisamente en un día de primavera precioso, que parecía Junio, cuando casi todo el mundo ha sufrido una pérdida inmensa, de lo que articulaba y daba sentido a su vida, los hijos, es vital. Porque da un tono de melancolía que insulta ante un día tan soleado (no debería ser todo encapotado, sobre todo en Inglaterra?, como estos malditos días del virus, en el que el sol y los cielos azules no paran de entrar por las ventanas), y porque además contrasta con la pérdida (es pérdida la del que nunca ha tenido?) de Jane, que nunca tuvo madre.

Durante la novela, que sutilmente (cómo lograr esto, yo que lo soy tan poco, ni en la vida ni cuando escribo) es salvajemente antimilitarista, es imposible no odiar la guerra y a los que se encargan de hacer creer al pueblo que hay que salir a dar la vida por razones equis, cada cual más peregrina. La bandera, la patria, el extranjero. Y hasta las familias de bien mandan lo más preciado, lo que mas quieren, lo único que de verdad importa, a morir por esa causa. Hace más o menos 100 años, Europa estaba recuperándose de la que se llamó "La Gran Guerra", hasta que llegó la Segunda, y esta pasó a ser la Primera. Y la familia a la que sirve Jane, de la muerte de sus dos hijos, cuyas habitaciones ella limpia cada semana, cuidando que todo se quede "justo como estaba" Recuperándose -si alguna vez uno puede recuperarse de eso, yo creo que no- también están sus vecinos de la otra calle, que también perdieron dos hijos, aunque aún les queda Paul.

Paul es lo que ha quedado de ese segmento de la sociedad de los de arriba: un señorito que pese a haber perdido dos hermanos, que le sonríen desde una foto enmarcada en plata en su sinfonier, no ha cambiado nada: sigue encantando serpientes, prometido a una de su clase y esperando a vivir de las rentas, o vender humo. Tiene una seguridad típica de los "de su clase" ("of his kind", aquí clase significando "tipo"). Su habitación llena de parafernalia de los chicos ricos de la época, todo de plata (gemelos, cajitas, peines), que debe ser limpiado por otras sirvientas sin mover un centímetro, parafernalia que debe ser su insignia y que, tal vez, sea difícil no tener su cacareada seguridad si has crecido con ella.

Pero Jane no es como esas otras sirvientas: para empezar, no tiene el vocabulario de una criada. Porque ella lee. Comienza limpiando la biblioteca de la casa, llena de libros jamás abiertos (como los cuadros de la escalera de antepasados, que nadie mira, solo las criadas al limpiarlos), esa particular habitación que siempre fue en el fondo solamente un santuario de "no molesten" de los hombres de la casa, y donde ella sospecha que el señor va a llorar ahora . Ese mismo señor que le da permiso para coger prestados algunos libros, y ella comienza a leer los de aventuras para chicos, "La isla del tesoro" y "Moby Dick", en sus ratos libres, y así comienza su historia de amor con la literatura, que es la mayor historia de amor de la novela. Y sí, hay otras, la novela está subtitulada con "un romance", pero yo creo que se trata de un romance con las palabras y los libros porque aunque todo nos marca, nada es tan definitorio de quién será Jane Fairchild.

A menudo he hablado del tema de clase en la literatura inglesa: los de arriba, esos seres de "humor y capricho", que un día están de buenas y otro día te ladran, y has de estar preparada para todo. Este libro es una de esas novelas donde lo social está tan presente como en la que más, pero de una manera aún más dolorosa, porque los lazos personales establecidos de un mundo a otro, aún lo hacen más palpable, y te explota en la cara. Además de infinidad de ejemplos de la manera de relacionarse los de arriba con los de abajo, tenemos la vieja la historia del señorito durmiendo con la criada, relaciones de poder y abuso de las que aún se ven a día de hoy en todos los estratos del mundo laboral, desde el jefezuelo con la secretaria hasta el productor de cine con las estrellas de Hollywood, de eso va, en el fondo, #MeToo. Lo que hace distinta a esta relación particular de "El día de las madres" es precisamente la personalidad de Jane y su fuerza, que transforma esa relación de arriba-abajo por completo en el sexo. Es la magia, la política de la desnudez, la que despoja a la interacción de su calidad de master-criada, hasta que cuando todo termina, al vestirte te transformas de nuevo en la sirvienta. La carroza es de nuevo una calabaza y tú, Cenicienta: y no es casual que la novela comience como en los cuentos de hadas: "érase una vez" ("Once upon a time before the boys were killed and there were more horses than cars": qué gran comienzo), y que su epígrafe sea "You shall go to the ball!" ("Irás al baile!"), directo del hada madrina.

Swift describe con enorme sensualidad las horas que Jane y Paul pasan en la cama. También lo precario del momento, la sensación de urgencia, de que nunca había habido un día como ese, y que nunca lo habría de nuevo. Un "Mothering Sunday" sin madre en el que esta Cenicienta poderosa puede por una vez demostrar que el status no lo compra todo, en un escenario que nunca fue destinado a ella, la cama de su amante, lejos de los establos, los recodos del campo, el sótano de los vinos habituales. Al terminar, tal vez por no querer romper el hechizo, Jane se mantiene en su desnudez todo lo que puede, su cuerpo es todo lo que tiene, el cuerpo al final lo único que tienen los pobres. Desnuda en la cama mirándole mientras él se viste lentamente, "poniéndose de nuevo la vida que era la suya", preparándose para ir a ver su prometida, boda inminente en dos semanas. Y Jane no es nunca el ratoncito del que apenarse, ella sigue desafiando con su cuerpo frágil y fuerte y su desnudez, mientras piensa en algo tan prosaico como el semen que se está escurriendo entre sus piernas a las sábanas, que las criadas de esta casa, a las que conoce bien, van a tener que limpiar cuando vengan de visitar a sus madres, en este su día libre, el domingo de las madres. Bien entrenadas como están, verán y callarán: "all the emissions... all the omissions", gran juego de palabras. Ser invisibles y estar a mano, ese es el lait motif de las criadas.

"Todos somos combustible. Nacemos, nos quemamos, algunos más rápido que otros. Hay diferentes modos de combustión. Pero no haber ardido nunca sería una vida muy triste". Está claro que Jane ha ardido, y me choca cuando, al final de su vida, echa la vista atrás y la describe por épocas: "los años de criada", "los años de Oxford", "los años de la fama"... a veces son varias décadas. No había pensado nunca así en mi vida y, cuando lo hago ahora tras leer esto, me ha dado vértigo: cuando tienes 20, eso no se puede hacer, o bien son unos pocos. Cuando tienes 48, a veces ya son casi "los 20 años" de muchas cosas. En Junio hará 23 años que vinimos a la isla. Nunca hemos vuelto a Grimsby, la pequeña ciudad de puerto venido a menos donde vivimos el primer año. Jane nunca vuelve al pueblo aquel porque algunos lugares "toman una existencia que es más verdad en la mente". Hay gente que dice que no hay que volver a donde se fue feliz. No lo sé... en estos días de virus e incertidumbre, hasta el verbo volver suena aspiracional.

Jane es una cuentacuentos nata que ha aprendido a encontrar su lenguaje a través de la lectura (ama a Conrad, con esa obsesión que todos amamos a nuestros escritores favoritos). Y esto confirma también que esta novela es un romance con las palabras, porque Jane (o Swift?) deja claro que para convertirse en escritora hay que cruzar una barrera imposible: hay que encontrar un lenguaje, aunque tengas uno, hay que encontrar el lenguaje, eso es lo que es escribir.

Para mí, Swift ha encontrado el lenguaje, todos los temas, y mi corazón. Jane fue al baile, y este divague va porque todas las Janes puedan algún día ir. No puedo recomendar más esta novela.

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