Podría mirar por la
ventana durante horas aquí, pensando en el color de la hierba: ¿esta soy yo? ¿Qué
me está haciendo este lugar? Vuelvo la mirada a las notas clínicas: hombre, 45 años,
caucásico, casado y con dos hijos, director de zona de sucursales bancarias,
diagnóstico: F43.1. Desorden de Estrés Postraumático. Paroxetina 50 miligramos: dosis
máxima. Pero qué le ocurrió: voy pasando hacia atrás las hojas. Intentar
entender el incidente potencialmente traumático que le trastocó.
Potencialmente: no todos los eventos terribles causan este desorden en todo el
mundo. Predisposiciones de fábrica, vulnerabilidades adquiridas: complejidad.
Levanto los ojos hacia la pradera quemada: otros, los precisamente quemados por
los años en esta profesión a ratos cruel ya no pueden tolerar una historia más.
Solo ajustar la dosis y hasta la próxima, y que pase el próximo. Aún soy así de
ingenua, no solo para querer entender y conectar ahora con mi próximo, sino
para creer que si un día no me interesa la persona detrás de la historia, lo
dejaré. Sigo pasando páginas, busco entre letras ilegibles, suponiendo que me
encontraré un accidente terrible, unas turbulencias salvajes, un atraco con
arma en un callejón. Potenciales -de nuevo, la palabra- eventos traumáticos
que, en según qué personas y en qué momentos, pueden causar síntomas
incapacitantes. Los más obvios tienen que ver con "revivir la
experiencia" en forma de imágenes intrusivas o de pesadillas. Luego está el evitar la situación: no pasar por esa calle, no volver a hacer aquello. Y un estado de
hiperalerta, de saltar por todo, vigilarlo todo.
Entonces, aquí está: la
historia en un párrafo. Y él cuando pasa me la corrige y amplía, como quien
cuenta una peli de terror que ya no le afecta, porque la armadura que se ha construido
es como de caballero de leyenda: monumental. A knight in a shining armour.
Aquel día era viernes por la tarde, y llovía. Ya se había ido todo el mundo.
Terminaba un par de cosas y había quedado con los amigos en el pub para una
pinta de cerveza rápida, porque luego tenía la despedida de un colega. No le
esperaban en casa hasta tarde. Vaya, se le había olvidado que tenía que recoger
algo de la oficina del centro. No le costaba nada pasarse, en Whitby todo está
cerca. Al entrar, olor a fotocopiadora, el ruido blanco de los ordenadores en
stand-by, patada sin querer a una papelera. Al fondo, la caja fuerte hermética,
del tamaño de un cuartito. En aquella época, aún se hacían herméticas -esto ha
cambiado- pero él no estaba pensando en esto cuando metiò el còdigo y ni cuando entró a por aquel documento. Un segundo después,
clack, el ruido metálico e implacable de la puerta. Clack. Se gira automàticamente pero no. No podía ser. Intentar abrir: inútil. Pegar, aporrear, patalear, gritar. Era viernes por la
tarde y nadie le esperaba demasiado en ningún sitio. Los amigos del pub
simplemente pensarían que hoy no venía, los de la despedida que le había
surgido algo, su mujer que se había liado y no le iba a esperar despierta. Llorar.
A la mañana siguiente,
en casa, simplemente no estaba. Las distintas fases: de qué va, llamadas a los
amigos, montaña rusa, policía. Mientras tanto, él había tocado el infierno
varias veces durante la noche. Oxígeno era la palabra. Oxígeno, nitrógeno y
argón, recordó del colegio: composición del aire. Aire que no iba a durar hasta
el lunes por la mañana, lo sabía bien. Su esperanza: que le empezaran a buscar,
cuando su mujer diera la alerta. Pero ni siquiera estaba en su oficina, ¿cómo
saber, por qué buscarle aquí? Visitar esto una y otra vez, en bucle, y otra
más. Y oxígeno, la palabra repetida se torna monstruosa. Oxígeno, oxígeno, oxígeno.
Llorar consume más oxígeno: ni eso podía hacer.
Claro que fueron por
todas las oficinas, pero nada, nadie. Están seguros, repetía su mujer. Tan
hermética era la caja, que ni él pudo oír a los que entraban. Y si la
noche del viernes había descendido al infierno, la del sábado tocó fondo, que
está varios niveles por debajo. Tenía tan poco aire que no podía pensar con
claridad más- si es que lo que hizo, a partir del clack, fue pensar. Cuando el
domingo por la mañana pasó por allí un limpiador -al que no le tocaba, pero
luego explicó cambió su turno por lo que fuera-, lo encontró en el suelo en
posición fetal, delirando.
A partir de ahí,
hospital, recuperación en casa, y volver a nacer. La vida era bella, y algo o
alguien le había regalado una nueva oportunidad. Comenzó a valorar cada pequeño
detalle del amor, de la amistad, y a decírselo a todos. Cuánto les quería.
Escribió a su ex-mujer, explicándole lo mucho que sentía si había hecho algo
que pudiera ser injusto. Escribió a amigos de la infancia con los que había
perdido contacto. Escribió a aquel profesor del que había aprendido tanto, para
agradecérselo.
Y ahora estaba ahí,
frente a mí: algo no iba bien. Un hombre guapo, rubio, tal vez perdiendo algo de pelo, ojos
azules, no muy alto. Exudaba una energía extraña, que la sentía patológica. No
quería hablar de los terribles flashbacks que vinieron después, de sus
despertares a las dos de la madrugada en los que siempre estaba encerrado en
una caja bajo tierra. No es consciente de su evitación, no se ha
dado cuenta del proceso. Hay ciertas imágenes (las paredes de la
caja fuerte acercándose a él, él mismo en el suelo) que aparecen en su mente
cuando menos lo espera, y tienen la capacidad de desesperarle. Esas
imágenes están en estos momentos fragmentadas, como un espejo roto en muchos
pedazos. Y en terapia se le ayudaría a componer el puzle y así, un día podría
mirarlas con cierta calma, y cuando él decida. No cuando
ellas, las imágenes, decidan. Vía la exposición -que es al final la base de
toda terapia ansiolítica- logrará superar la evitación de ideas, o incluso
lugares, porque ahora no podía pasar ni por la calle de la sucursal donde esto
ocurrió.
A él solo le habían dado
medicación, dice, no es que estuviera en contra de hablarlo en terapia, se lo
pensaría, me lo diría, en serio, doctora Calleha, yo quiero hacer, porque sé
que esto que me dice es por mi bien. Me mira ilusionado, agradecido, en ese
momento se lo cree, Y yo sé que voy a ser otra persona en su lista de
apreciación de la vida, de su nueva manera de estar aquí como si fuera el
último día. Me planteo la intensidad de vivir así, si es posible, si se puede
funcionar. La respuesta es no, y da pena. Pero qué maravilla esa parte de la
ola que está surfeando, apreciar cada momento, verlo todo desde ese lugar. Envidia.
Efectivamente, al día
siguiente tengo una tarjeta con un osito que dice gracias, y una caja de Celebrations
- llamar a esto bombones sería una afrenta no ya para los Lindt, sino hasta
para la Caja Roja-, una institución en este país, o por o menos en las plantas
de los hospitales de este país: siempre hay un paciente que se va, o alguien
que viene de vacaciones que trae una. La dejo en la oficina de las enfermeras
tras comerme tres Bounties (las de coco dentro). He llegado a la conclusión de que en
las plantas, la gente se come cosas que nunca comería en su casa: todo vale.
Aunque creo que los Bountie también los comería en casa.
Son las 5 y creo que es
el primer día que me voy tan pronto: tengo un plan. Dentro de una hora estarán todos en la pradera delante
de Serotonina, hablando, riendo. Banderley parece otro lugar en verano. Todos
saben que este encantamiento no dura nunca mucho, por eso hay que aprovecharlo
y tirarse ahí afuera y pretender vacaciones en un spa alpino-sin
chorros ni masajes de barro. Se lo intenté contar a Wences el otro día por
teléfono, y lo de la escritura. Pero todo lo que hace es enviarme
ofertas de trabajo en Londres. Podría vivir con ellos, les sobra una
habitación. Y el otro día, adivina, me encontré con Jack, te acuerdas, me
preguntó por ti. [Jack, ¿te acuerdas, dice?] Desvío el tema porque es capaz de
habérselo inventado. Y porque me parece un sueño y ahí archivado es donde está
mejor.
Paso por casa a
cambiarme. Coger la mochila que he preparado. Evitar la pradera y salir por la
puerta lateral que da al bosque. Seguir otro camino hacia el río. Caminar
cuesta arriba y por fin llegar al rincón que identifiqué la otra noche, cuando
bajábamos de ver las estrellas. Imaginaba buenas vistas, pero esto es otro
nivel: los páramos en toda su inmensidad, sin un ruido, sin un alma. Pero ni
esto puede competir con la emoción de abrir la mochila y sacar el cuaderno y la
pluma que alguien me regaló misteriosamente en Navidades. Por fin entrar en su
juego, quienquiera que seas: has ganado. ¿Querías que empezara a escribir, eso
querías? Aquí estoy.
Cobertizo de Roald |
Tocar el fondo, como mi
paciente de hoy: en su caso para coger impulso. Cómo he podido vivir sin
escribir historias como la suya, no solo porque merece que nunca la olvide,
sino también como salvación propia, porque sé que esa historia me va a
perseguir. Porque a ratos, mientras describía su encierro, me costaba respirar.
Porque cuando le veo en posición fetal, ido, me bombea más rápido el corazón.
Igual por esto tantos colegas van a psicoterapia, hasta hace poco parte
obligatoria de la residencia. Sigo negándome, pero ahora siento que escribir va
a cubrir una función similar: mantenerme a flote. Cómo no lo vi antes, cómo
estuve corriendo en la rueda sin parar a mirarme desde fuera.
Si la función es la
supervivencia, escribo solo para mí. Pero tenía razón Isabel Archer la otra
noche: si no compartes, si no tienes la mirada del otro, no es lo mismo. Esta
conversación y la que siguió después, aquella noche en el claro mirando
estrellas, me lleva persiguiendo desde entonces.
Había habido un grupo de
escritura en Banderley, y no solo eso: había desaparecido. Pero fue acercarme
ahí, y se rompió el momento. De repente, se estaba haciendo tarde, según
Isabel, que se levantó y echó a andar hacia el camino. Se acabaron las constelaciones. Richard, que no había
formado parte de la conversación, aunque claramente conocía la historia, la
siguió. Will y yo recogimos y caminamos, un poco por detrás, en
silencio durante un buen rato. En un punto, comenzamos a hablar los dos a la
vez. Momento incómodo: di tú, no di tú, no después de ti.
Will comenzó carraspeando, esto es algo que hace tiempo quería decirme, porque aquello no había estado bien. La noche de Halloween, hace tantos meses, bajé con él a los túneles, era verdad. Me explicó que comunicaban los distintos edificios de Banderley, pero que también tenían algunas habitaciones, pequeños almacenes que salen de los pasillos, y allí era donde tenían las reuniones literarias, siempre por la noche, de madrugada. Me llevó porque estábamos borrachos y sentía una gran nostalgia de aquel lugar, y yo era nueva, y ... en fin, no sabía por qué. Ya estábamos casi llegando a Banderley, y habíamos alcanzado a Isabel y Richard, que estaban hablando de nuevo de las estrellas.
Cuando me metí en la cama, recapitulé: así que eso es lo que pasaba en los túneles, o parte de lo que pasaba en los túneles: un grupo encantador y encantado por sí mismo que se reunía, y que ya no se reúne más. Mi siguiente movimiento estaba claro: volver a bajar a los pasadizos aquellos. Porque tres regalos misteriosos de Nochebuena -el candado, con un mapa y la fórmula química de la Serotonina- me llevaron al bar de los residentes. Tenía curiosidad, pero sobre todo tenía permiso: alguien me había invitado a ese mundo y no era solo mi imaginación. Ahora tenía que planear la bajada bien, con tranquilidad, evitar el drama de aquel día. Qué habrá sido de Lucy, la gótica de Whitby especialista en Stoker, que esa noche se murió de miedo.
Ella, que guiaba a
turistas en las zonas más oscuras de Whitby, incluido el cementerio de St.
Mary's y la Abadía abandonada, intentó casi todo para evitar salir de casa.
Pero nada me iba a parar esa noche. Caminamos por la nieve con las linternas,
la llave de lo que en su día fueron caballerizas, Serotonina, funcionó a la
primera y, una vez dentro, ahí estaba la trampilla, que levanté y allí las
escaleras, que bajé. Lucy de fondo decía volvamos, es una locura, no bajes y
que me esperaba arriba-Lucy, la de "Conoce a Drácula", no perdamos la
perspectiva. Una vez abajo, iluminando con la linterna, di con la luz: Plankkk.
Y gritito de Lucy arriba preguntando qué había sido eso: la luz, Lucy. Había
unas cajas de cervezas en una esquina y al frente, un pasillo largo con las
paredes de piedra. No me extraña que me convencieran tan fácilmente de que todo
había sido un sueño, porque el lugar tenía una naturaleza irreal. Avancé un
poco y de repente, algo metálico inmenso cayó, Lucy gritó y yo corrí escaleras
arriba. Y como en las películas, cerré la trampilla como si al otro lado
hubiera un monstruo.
Todo esto no se lo conté a Will, pese a seguir bajo los efectos del licor de enebro - al fin y al cabo, él tampoco me contó porqué el grupo había desaparecido. Sin embargo, algo era algo: tenía una nueva pieza del puzzle. Y tenía más: porque apuesto a que alguien que escribiera tan bien, o por lo menos tan desagarrado como Sylvia Lannister, tenía que haber estado en aquel grupo. Imposible dormir esta noche: siempre hay una excusa para no pegar ojo en Banderley.
Will no me contó todo pero al día siguiente encontré este trozo poema de William Blake en mi buzón de la planta dedicado, a modo de disculpa. Era uno de sus poemas favoritos, la alegría y el dolor se entretejen sutilmente...
Newton by William Blake. Tate Britain, London. |
Under every grief and pine,
Runs a joy with silken twine.
It is right it should be so,
We were made for joy and woe,
And when this we rightly know,
Through the world we safely go.
Llevo mucho rato aquí, ha refrescado. Los páramos siguen ahí, magníficos. Runs a joy with silken twine. Recojo la pluma, meto el cuaderno en la mochila, camino de vuelta a Banderley, la cabeza a reventar de ideas. Necesito una habitación propia donde escribir. Through the world we safely go. Tengo que bajar a los túneles, encontrar el cuarto donde se reunían. Y lograr una manera de entrar en el archivo, en busca de Lannister. ¿Escribirlo me ha traído aquí? En un estado de semi-trance, entro en casa. Sandip está cocinando curry.
-Doctora Calleha,
doctora Calleha, han salido los lugares de los exámenes de otoño!
¿Exámenes, qué exámenes?
Ah sí, los exámenes. De un tortazo bajo a la realidad.
-¿Sabes dónde me ha tocado?- le pregunto.
-No, pero a mí en Manchester.
Otra delicia. Fan total
ResponderEliminarOhhh Anónimo 10:43... muchas gracias. Y sobre todo en este, q me ha costado mucho escribir: no soy chica de acción. :)
ResponderEliminarbesos
di
Buen comienzo, pero al final me pierdo. ....será porque serial sale dos veces al día y , claro, a veces me cuesta seguir este trepidante ritmo.
ResponderEliminarsul
....muchas gracias por tus esfuerzos. Yo lo veo claro, al final la dra. deja la carrera se casa con un pastoso y tiene muchos niños pelirrojos que no saben lo que es el gazpacho.
Ey Sul, cuánto tiempo. Noto cierta ironía con la frecuencia de Serial, pero es porque no tengo una cabaña de escritura así como Roald Dahl... :) Todo llegará. Curiosamente, a unos vecinos les ha llegado lo q a todas luces parece una cabaña por piezas!!! Veo las paredes de madera en su jardín - ya os haré una foto cuando la monten. Me pregunto: será para escribir o, como una amiga mía del pasado, en la Deep England, q usó la herencia de su madre en hacerse esta casita... para beber!!!!
ResponderEliminarY sobre tu hipótesis del final... jajaja, mal: B(M)anderley se quema, la pastosa es Calleha q había arreglado un seguro millonario y el Alvalle lleva aquí ya una vida.
NIce weekend
di
Por fin lo he leído... despacio. A mí me gusta. Cobertizo: esa palabra hace venir a mi memoria Los Cinco y Los Siete, que tenían uno. Tarde tiempo en asimilar cobertizo a almacén, como los que había en mi pueblo. Cobertizo era otra cosa, y galpón no te digo nada (Piglia no sé si lo usa pero un políglota holandés amigo mío que estaba en Chile cuando el golpe de estado sí lo usa con normalidad. Piglia usa la palabra "serial" en los diarios, en el primero al menos, que lo sepas).
ResponderEliminarEsta mañana en el C. de Salud había mucha gente, y la mayoría de enfermeras o médicos o personal administrativo eran mujeres. Suele pasar algo similar en educación primaria y bastante en secundaria. El sistema funciona por ellas, que lo organizan a pesar de todos los inconvenientes.
El tiempo meteorológico, ya que lo nombras. A lo largo de estos últimos años hemos ido visitando las ciudades en los que nuestros hijos han hecho Erasmus o similar. Helsinki, Estocolmo y Londres. En Estocolmo comenzamos un lunes cenando a las seis y media de la tarde pero para el viernes creo que ya lo habíamos progresivamente adelantado a las cuatro y poco más.
Piglia escribe, creo, con un aparente desorden que no me molesta, no sé si en las novelas también es así.
En fin, este comentario parece aquello que se llamaba, supongo se sigue llamando, "miscelánea", un poco de todo y de nada.
Un abrazo
Muchas gracias ANDANDOS... no conocía la palabra "galpón", la he buscado pero no es un cobertizo, es más grande no? Sí q cobertizo suena a lecturas infantiles, en inglés es de uso muy común la palabra "shed", supongo q pq al vivir mucha gente en unifamiliares, hay más. Voy a hacer una foto del q se han montado mis vecinos y la pondré en otra entrada pronto... nada q ver con el imaginario cobertizo, es más una cabania de lujo!
ResponderEliminarQué bueno q Piglia use "Serial" es sus diarios.. :) La única novela suya q he leído no es desordenada.. supongo q los diarios invitan más a eso.
Hay muchas más chicas en las facultades de medicina ahora q chicos (e incluso en mi época). Pero para mí, q cuando era junior he tenido supervisores de ambos géneros, la ratio ha sido algo así como 3 mujeres y más de 10 hombres. Igual por eso la prota ha tenido hasta ahora 2 supervisores hombres y tb pq Banderley es un sitio tan anclado en el pasado q me lo imagino así: un lugar opresivo donde los hombres aún dominan y hay alguna Sister Harding q se ha asimilado a ellos, es un tío... o no? mmm.
Qué chulos los sitios q estuvieron tus hijos de Erasmus! Como tras el Brexit, Erasmus no va a poder ser, mi esperanza es seguir a Mini q cuando haga el "gap year" ese q hacen los ingleses de ir viajando por el mundo (como un pueblo atrás, q no se entere jajaja...) Nota: Aquí tb cenamos pronto, y cuando vamos a la península nos morimos de hambre a media tarde :)
Viva la miscelánea! :) y feliz finde largo... aquí seguiremos levantando el país...
Abrazo
di
Me surge una duda "metafísica". No queda muy claro como el limpiador encuentra al banquero. Si este estaba encerrado en una caja fuerte, ka única explicación que veo es que el limpiador tuviera la llave de la Ccaja fuerte, pero se me hace extrañisimo.
ResponderEliminarUlises.
Hola Ulises, a mì me surgen mil.dudas metafìsicas: còmo has llegado hasta aquì?!?!? Sea como sea, estoy feliz...
EliminarOtra persona me ha comentado el."fallo de guiòn" en esta historia. Os lo agradezco mucho y como estoy revisando (hay mucho q picar, voy por cap. 12) voy a tener q darle dos vueltas. Lo peor es q de este serial casi todo es inventado salvo alguna cosa q està basada en hechos reales. Imagina: esto fue un hecho real, pero como ocurriò hace 25 años y tontamente no lo.esxribì, ahora no me acuerdo bien. El.grueso de la historia pasò asì, pero no.recuerdo los detalles... què rabia! Pero algo saldrà cuando llegue ahì repasando.
Mil gracias, cualquier comentario me ayuda
Salud
Di
Estaba pensando que al ser un pueblo pequeño, se podría argumentar que la desaparicion había llegado a oídos del limpiador (hay "mil" maneras y opciones), al entrar a la sucursal vio la ropa del banquero (abrigo, sombrero... lo que te quitas al entrar de la calle a un lugar menos frio) y suponiendo que podría estar allí, lo puso en conocimiento de la policía que llamó a alguien con atribuciones para abrir la caja fuerte (subdirector, interventor...)
ResponderEliminarPienso que sería una buena solución ya me dirás que te parece.
Ulises.
Muchas gracias Ulises!! Qué grandes ideas... el caso es q me has picado y he estado buscando cosas sobre el tema y la historia q recuerdo no cuadra nada! Por ej, a mí me dijeron q las cajas fuertes (vaults, aquí) q se hacían a partir de entonces eran ya seguras, pero en internet dicen q las medidas de seguridad estaban ya en los 60. Me imagino q si gritaba no le oirían en ninguna de las dos circunstancias, pero mi idea era q el limpiador tenía la llave de la caja (pq esas cajas tendrán q ser limpiadas no? o solo se limpian cuando está el personal ahí? no tengo ni idea). Tu sugerencia etsá bien pero la poli no vio el sombrero? O tal vez debería hacerlo como q solo es descubierto una vez? Igual era más plausible, con dos parece más novelesco... pero en serio q me lo contaron así! :)
EliminarEn todo caso, me encanta esta interacitvidad... cuando llegue a este capítulo, te digo (lo corrijo en word)
Saludiss
di