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14 abril 2017

Peterhof y la venganza de los siervos (R7)

Viernes (Santo),  Día de la República, 14 de Abril de 2017

Después de un día tan callejero como el de ayer, hoy toca un poco de "magnificient" (esta es mi palabra para indicar estos "grandes hitos" que has de ver de viaje, que son los que gustan al personal, pero a mí, como dice el Naúfrago Ro "es que somos más de barro"). El Palacio de (sí, él de nuevo) Pedro El Grande en la localidad de Petergof, el Palacio de Peterhof, es el "Versailles ruso". Con esto se van haciendo una idea: sobraditos en el tema dorados.  



Ja! Pero hay que llegar allí, y tenemos al equipo de la Antártida en el apartamento, desperezándose, y cada uno a sus rituales: fritangas matinales, yogures, duchas, grúas para ir colocando las capas de ropaje... Cuando logramos salir, no nieva pero está todo blanco. Esta es la vista desde mi ventana, el edificio el Four Seasons Hotel, donde seguro también dan fritangas encubiertas en el bufete desayuno, y horribles arenques ahumados. 


Por supuesto a la salida hay una mínima crisis ritual pues me he olvidado los guantes. El grupo tiene que esperar mientras que el Peda y yo nos metemos por esos "callizos" (palabra vetústica de Lisi, os traduzco: se trata de esos patios tipo parisinos que existen también en esta ciudad para acceder a las viviendas) interconectados y buscamos en el piso. Ni rastro. Pues habrá que hacerse con otros, porque os aseguro que no se aguanta sin ellos.



Caminamos hasta el metro, que es espectacular, como en Moscú. Su logo, una "M" Art Decó preciosa, que figura en el centro de las moneditas doradas que compras en taquilla, cual feriado antiguo, y metes por ranura. Hay muchos claveles a la entrada y suponemos que fue aquella la estación donde hace una semana ocurrió el atentado [esto lo escribo a principios de Junio, tras una oleada de horror y muerte en el Reino Unido, y me doy cuenta de lo pronto que olvidamos, quién se acuerda de San Petersburgo ahora). Pero, entonces, una sorpresa: me quito la boina mientras echo la monedita y... allí están los guantes! Sí, vale, he ido con una boina negra con dos guantes metidos en la cabeza y nadie lo ha notado: no me culpen a mí! 




Del metro vamos a la estación Baltiskiy (tristemente, no la famosa Finlandia, donde llegó el Kamarada Lenin para iniciar la Revolución, estación que por falta de tiempo al final nos perdimos, ainnns) que nos llevará a Noviy Peterhof. Esperamos un rato en la ultrasoviética cantina, que tiene bufete de "delicias" rusas, "murales" con temas gastronómicos (donuts, patatas fritas, pretzels, etc) directamente en pared y lo mejor, la gente. Por supuesto ni un turista, solo los ruidosos Pedalistas extensos, pequeñas mujeres con gorros aferradas a un café, algún tipo de uniforme, parejas cansadas y mirada triste. Qué infelicidad tiene la gente en el comunismo! Es el mantra que me viene tantas veces a la cabeza en este viaje. Cuando era adolescente y los padres de mis amigas que habían visitado la URSS tatareaban a sus hijas: "a la gente se le ve triste, sin luz". Bien: pues siguen así, saquen sus conclusiones. Y debían ser así, o por lo menos es lo que confirmo en la visita hoy a Peterhof y a todo lo magnificient que vamos visitando estos días: no se puede tener una minoría así y una mayoría viviendo el infierno. Leyes de la Entropía: explota. Y justamente estoy leyendo el último ensayo de Julián Casanova, "La venganza de los siervos", donde encuentro en el epígrafe la explicación del príncipe Lvov, jefe del gobierno provisional, a sus ministros, Junio de 1917:

"Es la venganza de los siervos [...] el resultado de nuestro –y ahora hablo como un terrateniente– pecado original [...] el comportamiento tosco y brutal durante siglos de servidumbre [...] Si Rusia hubiera sido bendecida con una verdadera aristocracia terrateniente, como la de Inglaterra, que tuvo la decencia humana de tratar a los campesinos como personas en vez de como perros... entonces quizás las cosas podrían haber sido diferentes."


El viaje de tren me encanta: primero acceder a él, por la estación rodeada de abetos escurriendo nieve, y luego estar en un verdadero cercanías, con sus asientos de madera rojos, de lado a lado. Las vistas, durante los 45 minutos que le cuesta llegar son de cuento. Hay que hacer cierta ingeniería para establecer dónde estamos y dónde nos bajamos (atención, imagen): amo este alfabeto, y ojalá hubiera pasado aquí más tiempo para familiarizarme con él. 









En la estación hemos de trasbordar y mientras esperamos asistimos a un espectáculo cómico-vodkaico- si no fuera por lo triste: un pobre borrachín intenta caminar por esta pista de patinaje y se pega varios culetazos a la vez que maldice: tan cliché que parece de atrezzo. Nos subimos a uno de esos autobuses que necesitan permiso de escalada, de nuevo lleno de gente local y uniformados. Tras trompicones varios, es evidente que hemos llegado al palacio, que se ve allá al fondo, tenemos que cruzar unas rejas monumentales, con el tema de Lara sonando en el fondo de mi cabeza, y vadear por los caminitos mientras que Mini se vuelve literalmente loca con la nieve. Hay tanta! Y nadie la ha tocado: se mete, deja huellas (hablamos de más centímetros que hemos visto nunca, creo que incluso esquiando), nos tira bolas, juega... éxtasis. Vamos haciendo fotos, jugándonos la vida de sacar los deditos para el click!








Cuando llegamos al edificio, amarillo y blanco, con un cielo de nubes negras con mucha luz de fondo, perfecto para nuestras cámaras, nos damos cuenta de lo que debe ser esto en verano: a la derecha hay como una docena de casetas para venta de entradas, con sus respectivos estabulamientos para las horribles filas. La gente llega en cruceros (lo veremos luego, al fondo está el mar) y eso debe ser la guerra. Ni que decir tiene que hoy aquí no hay nadie y cogemos las entradas en el hall del mismo palacio. No se puede hacer ninguna foto (por el contrario que en el Hermitage, donde fue un festival), así que os remito a la web... sin embargo, os podéis imaginar: mucho dorado, mucho terciopelo, suelos mosaicos de madera (hay que llevar unos pouquets), espejos, salas chinas donde no se puede parar porque tu respiración alteraría el ecosistema de los cabinetes, camas con doseles, mesas puestas con frutas plastiqueras pero bastante logradas... en fin, ese tipo de palacio que de todas maneras vemos a gusto, porque no es demasiado grande, porque hemos dejado parte de los ropajes en guardarropía y porque estamos cuatro.



Al salir, en la parte trasera de donde veníamos está la gran fuente cascada, con una estatua de Sansón matando al león en el centro, que tiene como 64 chorros y una cueva interior que comunica con el palacio. Las fotos de verano nada tienen que ver con lo que nos encontramos: las estatuas, más doradísimas que todo el palacio, si es que esto es posible, parece que se inclinan bajo el peso de los chorretores de hielo que caen de sus narices, barbillas, codos y otras partes que no nombro. El palacio tiene unos jardines de película y nosotros, inasequibles al desaliento, caminamos al frente de la cascada (al lado del canalito que de ella desemboca en el Borksoi Kanal) hacia el embarcadero de los cruceros, donde hoy solo hay patos y gaviotas. 


Volvemos sobre nuestros pasos hacia los más jardines de abajo, que supone meterse en un bosquecillo encantador, donde nuestra trola particular ya acaba tirándose a la nieve y haciendo la mariposa. Bolas de nieve que al final ya acaban siendo informes masas con las que Mini duramente puede, pero aún así logra encajarnos, particularmente a Els Nens, su padre y su tío. Pasamos por Montplaisir, una orangerie que era palacete de verano, el palacio Marly, de fondo el Peterhof Hermitage...




















Camino de vuelta y, tras pasar por el súper-amigo a por provisiones (la familia está entrando en cariño, yo lo sigo viendo una bajera inmunda) nos metemos en casa. Por fin (cuántos días llevamos de viaje!?) he logrado convencerles para cenar en casa. Tenemos un apartamento, totalmente equipado, por qué insistir en aventurarnos a por más pellinis?! Así que Parras prepara pasta (algo en el lado picante, porque comprar botes de tomate con jeroglífico es lo que tiene) y además se lanza a la tortilla de patata para mañana.... mmmmm.







10 comentarios:

  1. ¿Estás mejor de los vértigos, Di? ¿Cómo te las aviaste, habiendo avión de por medio, para volver?

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  2. Querida amiga Di:

    Nos escribes para pedirme consejo sobre el episodio de los guantes. Gustosamente te lo daré.

    Entiendo que debió serte muy humillante que te hicieran ver que lo que tanto habías buscado y ya dabas por perdido estuviera delante de tus narices todo el tiempo (o en la cocorota, para ser más preciso).

    Imagino tu fundada tristeza, vergüenza e inseguridad al descubrirse tu despiste; las acosadoras “bromitas” al que te someterían tus hasta entonces seres queridos… Es una lástima, te comprendo: ¡Otro viaje arruinado, si no una vida…! Si no una vida.

    Pero no deberías malearte, estropearte como persona, por lo que te pasó.

    Verás, el ser humano, que es capaz de lo mejor y lo peor, encuentra en esos despistes ajenos un alivio a su expuesta o vulnerable condición. No me preguntes el porqué, pero es así. El caso es que, aunque sea tan imperdonable tu despiste como legítimo el cachondeo de ellos al respecto, debes procurar ser más comprensiva para con los demás y para contigo misma.

    Además, que sepas que eso que te pasó, aunque sea (que lo es) de chiste con pedorreta final, es más corriente de lo que parece, pues le puede pasar al que esté en Rusia llevando boina pero también a los que buscan sus gafas teniéndolas en realidad sobre la frente, sea eso en Rusia o en otro de los muchos países que hay.

    Bien es cierto (no estoy escribiéndote, no es mi terapéutica función, para dorarte la píldora) que mientras que los de las gafas tienen un eximente (¡¿Cómo encontrar mis gafas sin gafas, listo?!), ¿qué descargo tenéis los de los guantes? Exacto: ni descargo, ni eximente, ni atenuante; es, sencillamente, imperdonablemente ridículo. Pero tendrás que, por una parte, aprender a vivir con eso y, por otra, implementar habilidades por si el extravío volviese a repetirse, que dios no lo quiera.

    Verás, habla bien de ti, de tu buena condición o corazón, que buscaras candorosamente la tangente reprochándoles a los tuyos por no haberse percatado de que iba dentro de la boina. Pero en esta vida, en este mundo tan embrutecido que nos ha tocado, no se puede ser tan inocente, amiga.

    La próxima vez, hazme caso, nada de medias tintas: es mucho mejor ACUSAR DIRECTAMENTE a alguien de haberlos escondido allí bellacamente. ¿Que a quién? ¡Por favor, habiendo un cuñado que tirotea (fríe) a los huevos fritos…!

    Eso, o esto. Y se acabó el perder los guantes entre la boina y el consiguiente bullying familiar que te volvería a rondar, morena.

    Esperando que estos consejos te sean útiles, se despide atentamente,

    Dr. Luxindex (Catedrático Expósito del Departamento Doctor Batablanc del Hospital de Nuestra Señora del Señor).

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  3. Dr Lux, directo del Dpto del Dr Bataclanc!! Muchas gracias.

    En primer lugar, sigo en Vetusta... las cosas de la cóclea van despacio, por lo q parece. Pero por lo menos hoy he podido coger el portátil (en horizontal) y mal q divagar lo anterior. Esto spr ayuda mucho.

    Lo del resto del equipo y su terrible papel, qué decirle Dr Lux... son así... no me miran con amor, o directam no me miran! Eso sí, admito q fui yo la q los guardé ayer (que primorosa) en la boina.

    Estoy a medias de otro divague y hay un edificio q se me resiste... así q cuento con su cátedra completa para ayudarme mañana en las investigaciones.

    Muchos muxus

    di

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    1. Ay, Di, para animarte podría decirte cosas no al oído sino del oído… Pero siendo tú médico y paciente, a qué santo hablarle yo de agua a Noé.

      No sé, amiga… ¿Paciencia?

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    2. Cuente conmigo, faltaría más. Como Catedrático Expósito me reservo cuanto puedo, pues si no sería un no parar, pero con los amigos no tengo tasa; ya se sabe: hoy por ti, mañana por mí; toma y daca; do ut des (o quid pro quo, como malamente se dice en inglés).

      Eso sí, como Expósito nunca pierdo el tiempo despachando con otros doctores o pasando planta. Siempre estoy en mi despacho descubriendo cosas gordas o encontrando la cura de definitiva de todas las enfermedades.

      Pero cuando en Nuestra Señora del Señor hay bronca monumental entre los médicos a cuenta de qué criterio clínico, analítico o epidemiológico seguir (la última, por ejemplo, fue sobre evidence-based medicine, sí; evidence-based medicine, no), Batablanc acude a mí.

      Entonces, sin dejar yo de hacer lo que esté haciendo, me sacan a lucirme sobre una silla gestatoria y bajo palio, viene el besamanos y besacipote… Y se acabó de raíz toda polémica.

      Pero, ya le digo, con los amigos es distinto.

      Atentamente,

      Dr. Luxindex (Catedrático Expósito del Departamento Doctor Batablanc del Hospital de Nuestra Señora del Señor).

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  4. Ay, Di, vaya j* que vayan despacio los temas de cóclea. Al menos te encuentras algo mejor.
    Me gusta la frugalidad de Lux, cómo dice las cosas sin exagerar ni el grosor de medio cabello: Es una lástima, te comprendo: ¡Otro viaje arruinado, si no una vida…! Si no una vida.
    Y sobre la boda de plata de la suegra, vale, vale, la rejuvenecí bastante, lo admito. O quizás la muy pillina va por el tercer matrimonio ya :).

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    2. Ire, sería soberbio por mi parte no admitir que entre mis muchas virtudes está la humildad. Y la humildad va tan de la mano del laconismo y la cabalidad como «La verdad es que sí» y «Tenemos una afición que no nos merecemos, la mejor del mundo» van de la mano del futbolista.

      Por eso detesto a la gente que habla por hablar, que divaga, que se extiende en los comentarios de cualquier blog, también de éste. Porque, sin ir más lejos, aquí en LodeDi hay comentaristas cuyas apostillas son más largas y exageradas que el número pi con chaqueta de payaso sufriendo una lipotimia a lo Rapahel.

      Efectivamente, Ire, soy un señor cabal: siempre dueño de mis silencios y nunca esclavo de mis palabras.

      Y es que desde la cuna he sido de pocas pal… Porque «A buen entendedor…», o «A buen…», o «A…», o…

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  5. jijijij, me encanta la historia de los guantes dentro del gorro y que nadie se de cuenta.

    Dos cosas aunque esto no sea Moscú. Estoy leyendo a Zweig y su Viaje a Rusia y de Moscú dice:

    «Y uno casi no se atreve a reconocer que esta ciudad le encanta: pero la verdad es que Moscú es extraña, pero más que hermosa: inolvidable»

    y estoy leyendo también en el new yorker un artículo sobre el oído, en cuanto lo termine te lo paso.

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  6. Hola babies, ya veis la carrera publicadora q llevo (cosas de la falta de equilibrio, y poder ya escribir echada), pero aquí deciros, q sí IRE, no había caído en q la suegra va de varias bodas!

    Sí, Mo, yo creo q a ti Moscú te gustará, aunque no sea "bonita", o precisam por eso... yo, con más de un mes de distancia (y habinedo estado pocos dias), la prefiero a SPetersburgo...

    hugs

    di

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