Poca gente sale de "Dut yeung nin wa" ("In the mood for love" o, en castellano-argh, qué horror, "Deseando amar"), la peli de Wong Kar-Wai sin tener opinión sobre su banda sonora.
Hace unos días comenté que si no tuviera que trabajar para vivir, pasaría la mayor parte de la vida leyendo, viendo pelis, escribiendo, haciendo fotos, bajando cuestas en bici y en el agua (no nadando exactamente). Hay otras muchas cosas que me gusta hacer (por ejemplo, "opá", ese post está gestándose), pero mi idea de la felicidad pasa por mucho de lo de arriba, si es posible con vistas al mar y ni una sola construcción en kms a la redonda.
Por eso, al tomar la mayor decisión de mi vida (Mini sí, Mini no) había tantas y tantas dudas. Particularmente por el tema "parques y jardines". ¿Pero que haré yo en un parque con bebé en carrito cuando lo mío es estar, como buen asperger, pegada a mi libro o mi ordenador? I won't belong. No perteneceré.
Cuando tienes un hijo, se activa una red social a tu alrededor con la que no tienes necesariamente nada en común salvo que viven en tu barrio y, por supuesto, el vástago. Yo tuve principalmente tres compañeras en esto de ser-nueva-madre. La última en conocer y única que aún conservo, L., es francesa, con una melena pelirroja impresionante, de mi edad, y tuvo a A. por cesárea de emergencia (como yo) exactamente un día antes. Los hados hicieron que compartiéramos habitación frente al Parlamento, y muchos intereses. A L. le gusta la fotografía, ir a exposiciones y el cine.
A las otras dos las conocí antes, en aquellas clases antenatales terroríficas (algún día busco el refrito y os lo cuelgo) que hacíamos en el hospital con las matronas. Las dos tendrían unos 29-30, eran rubias, y trabajaban en algo que desde luego no era ni la mitad de serio que sus maridos. Parecía uno de esos trabajos charanga que algunas se buscan antes de casarse para rellenar unos años, pero que luego van a dejar claramente aparcado cuando empiecen su carrera reproductiva. Eran el prototipo de libro de texto de lo que en este país se llama "middle class" (clase media, pero en UK esto significa más que media en la península, son la gente bien). “Desperately middle-class” que se dice por aquí (que desesperan por su medioclasismo).
No hay que confundir con clasificaciones que podamos tener en nuestra cabeza de la península, donde todo sigue tan polarizado. Aquí esa middle class no ha de ser conservadora en principio. Hay muchos de esos profesionales de izquierdas, que van en bici, que reciclan y compran todo orgánico en la tienda local, y que tienen las paredes forradas de libros. Lectores de The Guardian. En fín, ese rollo. Estas chicas eran del grupo conservador, el que lee el Daily Telegraph.
Simpáticas, y poco más. Competitivas a tope, en un tema que a mí me alucinaba, porque puedo entender competición laboral o académica (que, a lo largo de mi vida siempre ha sido muy selectiva: hay gente con la que me sale competir, gente que no. Por mucho que ellos lo intenten, es irracional) pero esta competición... con estas Pili y Mili a mí no me salía. Veamos un ejemplo: conversación en una terraza en la que Pili le acusa cariñosamente a Mili de llevar las uñas de los pies pintadas “¿Pero dónde encuentras el tiempo?” Mili entonces se disculpa siguiendo la regla self-deprecation universal en las inglesas ya descrita en este blog: “no, si las pinté sólo por encima, sin pasar primero la acetona. A mí lo que me gusta es cómo llevas hoy el pelo”. Imaginad a una pobre Di estupefacta observando esa conversación, sin saber si sonreir o hacer como que busca algo en el bolso.
Un día una de ellas organizó una sesión de “baby massage” con una terapeuta especializada entusiástica. La sesión fue esta vez también con los chicos, y en casa de una de ellas. Lo más interesente fue colgarme junto con el Peda de su librería donde llegamos a la conclusión de que el marido había estudiado Filología Clásica en Oxford y lo secuestramos a preguntas. En UK es muy común hacer una carrera académica de lo que quieras, y luego tu carrera profesional es otra cosa. Así que este chico ahora trabajaba en la City, porque la verdad es que con latín y griego clásico parece que uno no puede comprarse esa casa, ni ese coche, ni la cantidad ingente de objetos para uso y disfrute del bebé que había en aquella casa: tenían muchas cosas repetidas, dos bouncing chairs, dos baby gym, varios baby mats, y tantos y tantos juguetes con batería y mucho plástico que salí con medio sentimiento de culpa por no tener tanta mercancía para Mini. El dormitorio del bebé era de catálogo (y yo mientras tanto pensando en Mini con cuna de Ikea de 49 libras situada bajo el Guernica en lo que antes era nuestro estudio. Di, tendrás que, por lo menos, quitar el Guernica y poner allí unos cuantos ositos). Por supuesto al salir descargué todas estas inseguridades de just-mother y el Peda me puso los pies en el suelo. “Al final, esto es un consumismo más, es para ellos para quien compran no para el niño que no se entera de nada y sostiene la cabeza mucho menos que Mini, etc”.
Un día, tomando un te en el kiosco de la música tuve una de esas experiencias de “despersonalización”, esas en las que te ves desde fuera como un actor en un escenario. Ahí estaba yo, escuchando verdades como puños tipo “me parece cruel poner al bebé en la cuna, ha de pasar una primera fase de capazo” o “nos queremos cambiar a la campiña cuando antes, porque mis recuerdos de la infancia son allí: llovía y mi madre nos ponía las wellies, y ale, salid al jardín. Londres no es lugar para un bebé”. ¿Pero qué (coño) hago yo aquí? ¿Pero de qué están hablando estas tías?
El portazo fue metafórico. Y pasé, de las conversaciones de columpio, a lanzarme a disfrutar de lo que me estaba esperando afuera. El mayor parque de atracciones del mundo: Londres.
Si no las escribo, las cosas no han llegado a término, solo las he vivido (A Ernaux) La vida real no está a la altura de escribir sobre ella (J Eugenides) Lo que me interesan son los errores, fruto de la pasión, los errores que se cometen arriesgando (G Steiner) En la calle, codo a codo, somos mucho más que dos (M Benedetti) Escribir es persuadir a un extraño de que se quede (R Cusk) El camino del exceso conduce a la sabiduría (W Blake)
Hola Mini.
ResponderEliminarTe escribo a tí, en este sitio que es de tu madre.
Aunque eres una renacuaja te escribo a tí porque me gustan los niños y los abuelitos.
De momento con que sepas que soy un papá que escribe es suficiente.
Te voy a poner aquí un cuento que hoy no vas a entender, pero te adelanto que eres tú la que le vas a enseñar muchas cosas a tu mamá.
La vida es así, creemos que los adultos enseñan a los niños, pero lo cierto es que es al revés, sois vosotros los renacuajos los que enseñais a los adultos.
A mí me pasó.
Te cuento renacuaja: yo no sabía lo que era la libertad, hasta que tuve una renacuaja como tú.
Y entonces...
Entonces... me lo enseñó la pequeñaja.
Otro día te contaré otro cuento.
Hoy te dejo el de la libertad.
...
Perdona que te escriba a tí, y no a tu mamá.
Pero lo cierto es que los adultos somos muy complicados.
Pero los renacuajos entendéis más de estas cosas.
Saludos, Mini.
HISTORIA DE VERANO
ResponderEliminarSi eres mujer, tienes 40 años, una hija de 20 y un cuñado italiano; es posible que te pase esto.
Aquella mañana la mujer se levantó acalorada, su hija la llamó para decirle que tenía problemas en el curro, Hacienda le mandó un requerimiento para revisar sus últimas declaraciones y para rematar la faena la tierra ardía como en el desierto, y el aire caliente provocaba extraños comportamientos del cerebro, el cerebelo, el bulbo raquídeo y el hipotálamo. Todo un poema.
El cuñado italiano de esta mujer, trabajaba en el concesionario de Málaga de Lamborgini. Se llevaba bien con ella. No eran muy amigos pero se llevaban bien.
Entró en el concesionario con la idea de invitarle a un café. Charlaron un rato.
Paolo, el cuñado, era una persona cabal. Lo curioso del caso es que había heredado de sus ancestros el don de la oportunidad.
Sabía leer entre líneas.
Ella le contó que la hija tenía un problema en el curro. Paolo miró su agenda, vio que se avecinaban tres días de puente. Miró a su cuñada, introdujo su mano en el bolsillo del pantalón y sacó unas llaves. Se las dio y le dijo:
“ Si me lo abollas, me cortan las pelotas; ten cuidado”.
Tres de la tarde de un día de verano antes de un puente. Los 240 caballos del Lamborgini rugían saliendo de Málaga.
El sonido acompasado y potente de aquella máquina italiana, se asemejaba al rugido de un león.
Seis de la tarde del mismo día en Despeñaperros.
Nuestra mujer paró a repostar y llamó a su hija.
”Que te eches algo de ropa, paso a recogerte”.
Aquella máquina producía a partir de las 4.500 vueltas un ritmo étnico y africano.
Por lo menos a ella se lo parecía.
Nueve de la noche en el aparcamiento del AVE en la estación de Atocha en Madrid. Una chica de 20 años se apoya en una columna. Para un deportivo italiano, sale una mujer que besa profundamente a la chica; a la chica se le ilumina la cara. La mujer le dice. “Nos vamos cariño”.
Una de la mañana en el límite de la provincia de Burgos con Santander; la chica duerme el sueño de los Justos, y la mujer conduce el sonido de la noche. No sabe exactamente dónde va. Lo que no le impide sonreir de vez en cuando.
Su cerebro está lo suficientemente relajado. Estar allí en una autovía con su hija le relaja enormemente. Sin perder de vista la carretera, su mente es invadida por parejas de sustantivos y adjetivos que bailan juntos; bosque lluvioso, noches a la luz de las velas, músicas salvajes y étnicas.
En el Concejo de Llanes, en el Principado de Asturias, hay una playa salvaje y bellísima, que se llama Torimbia. Nuestra mujer no conocía esta playa, pero el Lamborgini sí; así que por un cúmulo de casualidades, el deportivo empezó a pensar por él mismo, en contra de toda lógica.
ResponderEliminarY a las cinco de la mañana, vehículo, madre e hija, se encontraban mirando al mar Cantábrico, aparcados en Torimbia.
A la mujer le hubiera gustado transmitirle a su hija todo lo bueno que sabía. Pero manejar las palabras entre seres humanos, no siempre es tarea fácil.
La chica dormía profundamente, y la mujer se puso a escribir lo que quería hablar con su hija. Escribió una lista de palabras: Amor, confianza, sacrificio, fe, esperanza, felicidad……; cuando llegó a la palabra número treinta, se dio cuenta que la tarea era titánica y se quedo un poco desanimada.
De pronto ocurrió lo que tenía que ocurrir. Se produjo el milagro de todos los días.
Una enorme bola amarilla empezó a asomar tímidamente por el Este. La madre y la hija se sentaron en la arena. Los rojos y los amarillos plateados se escurrían entre las olas mañaneras.
Aquella chica necesitaba un mensaje; y la mensajera llevaba 850 kilómetros en el cuerpo y un papelillo con treinta palabras en el bolsillo.
Asi que ocurrió lo que a continuación les relataré. A esas horas de la mañana, los únicos bañistas que había en la playa eran las gaviotas. A la mujer le apeteció bañarse. Se quitó toda la ropa, se sintió cómoda, se quedó mirando a su hija y le dijo:
“Cariño, nunca, nunca dejes que el miedo entre en ti”.
La mujer caminó hacia la orilla del Cantábrico, dejó que las olas le acariciaran y se zambulló en el azul eterno.
Por alguna razón, el mensaje fue bien recibido por la hija, y debido a la persona y al lugar donde le fue transmitido, aquel mensaje fue guardado para siempre en su corazón.
Mientras que la mujer salía del mar para sentarse de nuevo junto a su hija, el deportivo arrancó sólo, se puso a 3500 vueltas, y sorprendió a las gaviotas con un sonido étnico y ancestral.
El sonido de la libertad.
I love cunas de Ikea, pero prefiero los ositos que al guernica en cuanto a babies se refiere...
ResponderEliminarY sí tienes razón, Londres no está tan mal, está fenomenal!
Hola Driver,
ResponderEliminarMuchas gracias por escribir a Mini. Me cuenta que no puede esperar a aprender a leer para seguir el blog de las Di-vas. Ademas, ahora tiene relatos para ella! Que suerte!
Muchas gracias
Di
Reconoczco a esas mujeres que, para mí, pertenecen al grupo MCC ("Mientras Me Caso"), hacen cosillas como cursos de "Corte y Confección", de punto de cruz o, incluso, alguna carrera universitaria (que viste mucho y queda muy bien) con el objetivo de encontrar quien las mantenga. En la Uni de la Secta había tantos y tan "variopintos" ejemplares.....
ResponderEliminarEn España también hay mucha clase media que no es facha... por cierto.
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