Hace un tiempo, en una de esas cenas con un grupo de gente, una neozelandesa que había vivido en Nueva York explicó, para mi sorpresa, que "Nueva York era mucho menos cosmopolita que Londinium". Habló de ciertos grupos de emigrantes que se repetían en distintos barrios (los que hemos visto en las pelis) y cosas así, pero "nada que ver con nuestro barrio en Londinium"- en el que se hablan 167 idiomas (mea culpa, divagante fiel, esta será la trigésimotercera vez que doy este dato). A mí esta aseveración me sigue pareciendo difícil de creer: para los que no hemos vivido allí, Nueva York es la capital del mundo, arte en cada esquina, Annie Halls en animada conversación con su Alvy Singer y maravillosos rascacielos art deco. Supongo que gran parte de la Nueva York que todos tenemos en mente viene del cine, y cuando llegas allí por primera vez tienes la sensación de haber estado antes.
Sin embargo, en "La edad de la inocencia" (1920)-recomendada por la divaganta Carmen, gracias my lovely-, la novela de Edith Wharton ambientada en la segunda mitad del SXIX (circa 1870), me he encontrado con una ciudad que nada tiene que ver con lo que nos muestra el cine, o con lo creí ver yo en mis visitas como turista. Una ciudad que tal vez tenga más que ver con lo que describió mi neozelandesa, o que por lo menos, sería su germen. Wharton usa esta novela para describirnos una sociedad provinciana y asfixiante, siempre en contraste con la más cultural e interesante Europa. Y además, como la novela termina treinta años después de su comienzo, también nos hace reflexionar sobre el cambio que sufre una sociedad con el tiempo. El protagonista se da de bruces con lo diferente de él mismo que son sus hijos. Su hijo "tiene la auto-confianza de aquel que mira al destino no como a su amo, sino como a su igual". No es personal: como todos, son solo hijos de su tiempo. ¿Mereció pues la pena bajar la cabeza y conformar con aquella sociedad implacable?
Uno de los problemas que se le plantean al protagonista es eterno- me consta que aún hoy hay tipos que se rigen por este criterio: para casarte, una mujer mejor sin pasado (ignorando al gran Mr. Wilde que prefería "los hombres con futuro y las mujeres con pasado" o al propio Sr. Cervantes, "No hay carga más pesada que una mujer liviana"), una rubita inconsistente, sin opinión, que la puedas modelar a tu imagen y semejanza y que no dé problemas: "una mujer que sepa nada y que lo espere todo" (del matrimonio). Les presento a Miss Welland, un producto perfecto de esta sociedad biempensante. Pero además es la que pasaba por ahí cuando él está listo "se había casado como la mayoría de los hombres hacen, porque había conocido a una encantadora jovencita en el momento en que una serie de aventuras sentimentales sin objetivo terminaban ya aburriendo"-esto me lo he planteado muchas veces: no es que "The One" esté ahí afuera, es que tiene que ser que "coincida con tu momento". Menudo "The One".
Inconvenientemente (porque esto sí que no está planeado, ni va bien con "su agenda" de novio dedicado y con sentido del deber), aparece "la mala", la mujer "manchada" por un matrimonio fallido, que representa todo lo que no es May: ha vivido en Europa, ha conocido a mucha gente en sus salones, se ha empapado con su cultura, tiene algo propio que decir en una conversación. El concepto de extranjería como algo negativo y contaminante -tan en voga en estos días- recorre la novela, "oh tal vez eso explique su gusto por gente peculiar". Qué asfixia vivir en ese tiempo y lugar- bueno, y ahora. En fin, una mujer con sustancia, que es lo que a los tipos inteligentes atrae, pero no a las tías solteras ricas, aquellas que dicen "las sales!" a la menor.
Igual que de Emma Bovary dijo Flaubert "C'est moi", yo supongo lo mismo del tandem Archer- Wharton: C'est elle. Porque la novela, pese a estar narrada en tercera persona, está contada desde el punto de vista de Archer y, en contra de lo esperado, a mí me parece (habrá lectores que discrepen) que no es este un tío que quiere nadar y guardar la ropa. Es un hombre enamorado hasta las trancas y que está dispuesto a dejarlo todo por estar con este amor imposible. Que la cree especial, que se cree especial, como nos ha pasado a todos en ese estado de gracia, cuando pensamos que solo a nosotros nos ha tocado esa varita mágica. Una a veces puede exasperarse sobre la lentitud de todos los procesos en la jaula de oro en que viven, pero él es simplemente una persona que nota detalles como "su cara estaba sin lustre y casi fea, y él nunca la quiso tanto como en ese momento", claramente obsesionada con un dilema totalmente actual: ¿haz lo que debes o lo que de verdad quieres? Actuar con la cabeza o con el corazón, el sentidor del deber, cualquiera puede sentirse identificado con esta premisa, y no solo en el amor o la pasión: eso es lo que hace a una obra universal, que nos sigue llegando y apelando más de cien años después.
Aparte de los tres personajes principales, hay una serie de secundarios, el corifeo griego de fondo, los doce hombres sin piedad que pululan por la narrativa, y a los que se desprecia por representar todo lo que es rancio e irracional, conservador y pacato: "La verdadera soledad es vivir entre esta gente que solo le piden a uno que pretenda", y que comentan con fastidio la última del Catedrático S., un excéntrico del que no se podían librar por su excelente familia, que "llena su casa de hombres con el pelo largo y mujeres con el pelo corto". "Gente que odiaba el escándalo más que la enfermedad, que ponía la decencia sobre el coraje, y que consideraba que no había nada tan maleducado como las "escenas"". Sin embargo, hay un personaje positivo, la abuela de Ellen y May, una mujer que no venía de buena familia pero que casó bien, y que tuvo la personalidad suficiente para irse a vivir a una zona no-de-moda y a pintar su casa de otro color que el preceptivo. Ahora una vieja excéntrica, que pasa de todo y "siempre fan de todo lo impulsivo-a menos que llevase a gastar dinero", me encantó. Genio y figura. O el pobre tutor francés que habla de las conversaciones de los salones de París -"No hay nada como buena conversación. El aire de las ideas es el único que merece la pena respirar. Así que nunca me importó dejar tanto la carrera diplomática como el periodismo, ambas distintas formas de auto-resignación"- a cuyo nivel nunca llegan los provincianos neoyorkinos.
La novela nos deja también ver el machismo de ese grupo de privilegiados: lo del honor de un hombre situado entre las piernas de su mujer es viejo, pero es que aquí queda claro que nadie se reiría de una mujer con cuernos, pero se miraría mal al marido -en una doble pirueta de moralina barata-, porque bien es sabido que los hombres son más honorables : "Los estándares de sinceridad de una mujer eran tácitamente considerados menores, ella era la criatura sometida, versada en las artes de los esclavizados. Además, siempre podría alegar cambios de humor o nervios, y el derecho de que no se la hiciera demasiado responsable". Edificante, no? O esta: "si la sociedad decidía abrir las puertas a mujeres vulgares, el daño no era demasiado grande, aunque la ganancia era dudosa; pero una vez que se empezaba a tolerar a hombres cuya riqueza fue obtenida de manera poco escrupulosa, entonces el final era desintegración total".
El otro día viendo la serie documental sobre Fran Lebowitz, "Pretend it's a city", una carta de amor a Nueva York del director (y amigo suyo) Martin Scorsese (hola Martin, otra vez), hay una escena en la que ella coge un ejemplar de "La edad de la inocencia" de una estantería, y habla un poco de la novela. Una mujer rica, Edith Wharton, que no necesitaba escribir para vivir (según Lebowitz, la gente que nos gusta escribir, lo hacemos mal, y los que escriben bien, lo odian, lo hacen para sobrevivir... viene a ser lo de Dorothy Parker "Odio escribir. Me encanta haber escrito"). Pues bien, Wharton era una mujer forrada que contaba temas de gente forrada pero aún así, bien que hubiera una mujer escribiendo en esa época. Mejor que nada. Estoy de acuerdo, recordemos la Pirámide de Maslow, o la misma Virginia Woolf: "una mujer necesita dinero y una habitación propia para escribir". Es de cajón. Aunque ella ambienta la novela 50 años antes que su publicación, supongo que en 1920 Nueva York todavía no sería lo que imaginamos los que solo la hemos visto en pelis, o de turistas. Lo que decía la neozelandesa.
Terminando el divague, me doy cuenta que he sorteado el tema que más me ha llegado, supongo que por miedo a fastidiar el final si hay alguien que la vaya a leer (si es que se puede sentir una mal por hacer spoiler de una novela de cien años, pero mira, yo misma no conocía el final). Así que si eres esa persona, déjalo aquí, y vuelve luego. Y me cuentas.
Para mí uno de los temas es si ha merecido la pena nuestra vida. Si todos los sacrificios, lo que hacemos por conformar, o por ser rebeldes, o por lo que sea, nos harán sentir orgullosos en nuestro lecho de muerte. Si pensaremos en las vidas que podríamos haber vivido, en los caminos menos transitados que no tomamos, en que Itaka nos regaló un bonito viaje, y eso es lo que importa. Y las fantasías que nos montamos sobre esas vidas paralelas, olvidando que la realidad, por muy buena que sea, nunca puede por definición superar a un sueño.
"Cuando pensaba en ella era abstractamente, serenamente, como se pensaría de alguien amado en un cuadro o un libro: se había convertido en la imagen de todo lo que había perdido"
Dicen que el de "La edad de la inocencia" es el final más bonito de toda la literatura. Yo hasta que no doblé la última página del libro -cuando, treinta años después existe la posibilidad de enfrentar la imagen de todo lo que uno ha perdido-, lo leí con el corazón encogido. Para mí el final es de una belleza devastadora y, aunque sabes que es el mejor final posible, igualmente te rompe el corazón. Creo que cuando alguna vez lo relea, será siempre lo mismo. Igual que en "Casablanca": por muchas veces que la veas, siempre quieres que Ilsa no coja ese avión.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.
Me ha encantado el divague. La novela la tengo pendiente, la peli la recuerdo y pensé, otra vez, que era demasiado joven para entenderla.
ResponderEliminarPretend is a city mola mucho. No dejes de escuchar los podcasts que recomendé con ella.
Lo primero: FELICIDADESSSS MO!!! Te mando OTRO paseíto de chuches por aquí (gominolas de cocacola rebozadas)
ResponderEliminarAún no he terminado a Lebowitz pero a ratos, me recuerda a ti!!! (será el pelazo? :))... cuanod siga viendo y tenga ejemplos te digo. No te da un poco de miedo? Por ej, cuando habla de su "writer's block" de 30 años y con esa seguridad de "la gente q escribe mal"... por unos instantes me planteé dejar esta escritura amateur, no vaya a ser q cayera en divagando y me echara la bronca. Luego estimé las probabilidades y decidí arriesgar... aquí sigo :)
Love
di
Es verdad que la Nueva York que nos pinta Wharton no se parece nada a la ciudad cosmopolita y liberal que solemos imaginarnos ahora. Aunque también hay que tener en cuenta que Wharton habla de una esfera social determinada (las "familias bien" y sus satélites). Junto a ellos, había todo un submundo de inmigración, gentes que buscaban sobrevivir o, incluso, prosperar (algunos lo lograron con mucho éxito) y cuyas normas sociales no se parecían nada a las de las clases que Wharton describe. El retrato social de "La edad de la inocencia" me recuerda al que hace su amigo Henry James en "Washington Square", otra novela de vidas arruinadas por las convenciones sociales.
ResponderEliminarVi la peli de Scorsese después de leer la novela y, como suele suceder, por bien que esté la película (actores, ambientación y demás), la lectura de la novela me pareció una experiencia distinta.
Yo también tengo esa novela pendiente, pero hace dos semanas he leído LAS HERMANAS BUNNER, de la misma autora que me ha encantado. También tiene un final demoledor.
ResponderEliminarHola ELENA... sí, por supuesto, Wharton habla de esta "alta sociedad", pero especialmente hace referencia a su aproximación a la cultura y a las ideas... o sea, compara los ricos europeos con los americanos, de igual a igual, y ahí es donde concluye q NY va por detrás. El acceso a la cultura de los pobres en aquella época supongo q estaría limitadísimo, y me imagino q ahí estarían a la par Europa y América. O no? No sé.
ResponderEliminarNo he leído "Washington Sq" pero sí "Portrait of a lady", en el q tb hay comparación US/Europa, en detrimento de la primera. Creo q los europeos seguimos mirando aún por encima del hombro a los americanos, así en genérico claro...
Aún no he visto la peli, pero no me extrania lo q dices de la "experiencia distinta"... vamos a ver, ¿todas estas fotos de Archer y Olenska en apasionado momento pre o post-coital? A ver: en la novela no hay ni un beso!!! Imagino q eso era difícil de sostener en una peli, pero hubiera sido una apuesta mejor creo...
Gracias por la referencia ANONIMO... no he leído "Las hermanas Bunner", q por lo q veo va de dos mujeres pobres! Tampoco he leído "La casa de la alegría" q es otro famoso de ella. Tanto por leer! Ahora estoy leyendo uno actual tb basado en NY q me está encantando... ya escribiré.
Muxuss y disfrutad del domingo!
di
La acabo de leer. Sí hay besos.
EliminarNo me entusiasmó la novela, pero hace muchos años, tal vez la retome, ya no tengo el mismo punto de vista que entonces ante las cosas.
ResponderEliminarHola SES... no sé qué decirte, no tengo demasiada experiencia pq he releído muy poco, así q no tengo un libro q no me llegara en el pasado y más recientemente sí. Solo puedo compartir leer a un mismo autor q me entusiasmaba de "joven" y la última vez, uno de sus libros q no había leído no me gustó tanto, pero igual era cosa del libro. Me siento un poco mal pq todo lo suyo spr me ha apasionado. Lo conté aquí,... http://divagandodivagando.blogspot.com/2012/09/62modelo-para-armar-cortazar-divagando.html
ResponderEliminarYa sabes lo que escribí al respecto hace poco, ¿no?
ResponderEliminar"Hace 100 años que se publicó este libro y uno más tarde ganó el Pulitzer. Lo leí, en la edición que me prestaron mi abuela Ch. o mi tía L., no me acuerdo, cuando sacaron la peli, hará 25 o 26 años y Tusquets ya le había cambiado la portada para que salieran Michelle Pfeiffer y Daniel Day Lewis. Lo leí y me gustó, pero no lo entendí, o, más bien, no entendí eso que la autora llama “mundo jeroglífico”, las rigideces, las manipulaciones, la asfixia por amontonamiento de ritos, de gestos, de sentimientos tácitos, casi borrosos, en un mundo que, como en Casablanca, ya estaba en pleno derrumbamiento. Y menos (lo dije hace poco) después de que contenga una de las frases de amor que más me gustan del mundo. Han pasado todos esos años y la entiendo un poco, sólo un poco, más (iba a poner mejor, pero eso son alardes, que una da para lo que da). Tenían razón los que me dijeron este año que había que leer más a Wharton y menos novedades."
Me gusta que las dos (aunque es razonablemente fácil) pensáramos en Casablanca. Y no sé si te fijaste en una de las frases de amor más bonitas del mundo, que también está en este libro: ese "each time you happen to me all over again” (que, ya me perdonarán el esnobismo, pero gana por goleada a la enrevesada “cada vez ocurres del todo de nuevo para mí” de la traducción española).
Me alegro mucho de que te gustara, tocaya guapa. Todos los besos,
Carmen
Dear CARMEN... no, no vi lo q escribiste, ya sabes q me estaba quitando de "las redesss sosialesss" (acento mexicano, no sé si habrás oído a berto romero cantando esto a modo de ranchera, yo ya no puedo pensar en el sintagma "redes sociales" de otra manera) https://www.youtube.com/watch?v=14t9njb2zxE
ResponderEliminarLO primero: en una versión q te pasó tu abuela ya salía Pfeiffer malhumorada en la portada!? Por qué hacen eso! (pregunta retórica) A mí la asfixia de esa sociedad (me gusta lo q dices en derrumbamiento, afortunadamente en derrumbamiento) me gustó verla en Nueva York, la capital del mundo! Ya lo habíamos leído con el fondo de San Petersburgo, Normandía, Vetusta... pero NY!!!
La frase de amor que citas es preciosa pero, no crees q se basa en q ese amor no ha sido consumado? O sea, es posible decir eso de Manolo, al otro lado del sofá, 20 años después (otra pregunta retórica). Creo q esa frase resume lo q digo al final: una idea nunca será superada por una realidad. Soy cínica? No es una cínica un soñadora + tiempo? :)
En fin, un libro lleno de subrayados, igual q Casablanca. Cuando estudiaba yo en la Escuela de Idiomas el profe nos pasó el guión y cada día seguíamos un trozo... y lo subrayé también como una posesa: otra maravilla.
Eran eso cañones o los latidos de mi corazón? :)
Mua my lovely y gracias todas otra vez...
di
Pues... te vas a reír, pero la primera vez que pensé en esa frase después de mucho tiempo fue hace un par de años, cuando bajábamos la mujer de mi hermano y yo hacia el autobús del pueblo, con los niños, y él iba en coche con nuestras maletas. Cuando llegamos, le vio de lejos y dijo algo parecido (llevaban juntos tres años entonces): Lo miro de lejos y pienso, ostras, qué tío, y luego me doy cuenta de que es él. Un "each time you happen to me all over again" más de andar por casa, pero qué bonito que pase... Cínica no, my dear, algo de vuelta, que nunca está de más.
ResponderEliminarLa edición primera de Tusquets, que es la que tengo, es preciosa, con un cuadro de esos de caerte de espaldas. Pero en los 90 y pocos, la cambiaron para poner al trío calavera... en fin, que viva el marketing, que viva, que viva.
Muy bonita la historia q cuentas, CARMEN. Y supongo q pensar qué bueno está el tío con el q se vive, si el resto de mundo está en clamoroso desacuerdo, debe ser una buena señal (esto no lo digo por tu hermano, q con tu carga genómica será un tipo objetivamente bueno :))
ResponderEliminarHablando de marketing el otro día re-vi "El lobo de Wall street"... me reí tanto como la primera vez, qué excesos tan ochenteros. Termina con la escena "véndame este boli" y yo, q creo q tengo como motto personal "te reto a q me vendas algo" (odio comprar) sentí miedo: no sé quién ganaría en ese duelo de titabnes cone semejante monstruo del marketing y las ventas.
Beso
di