Hoy cumple este blog 16 años. Quien quiera historia, resúmenes, reflexiones sobre la fugacidad de los blogs, por qué sigo escribiendo y todo eso, lo puede encontrar en entradas anteriores de este mismo día, o en el distintivo "metadivagando". Hoy solo voy a contar una breve anécdota.
En el mes de octubre leí "La canción del verdugo", un true crime espectacular, y me dije: "Tengo que releer a Capote". Había leído "A sangre fría" aún en Vetusta y en castellano, y me parecía fundamental revisarlo en inglés, treinta años después. Lateralmente, le cuento al Peda que voy a comprarlo como siguiente paso en mi plan. Parece que no escucha, pero al rato vuelve con el siguiente anuncio semi-triunfal: "tengo una mala noticia", a la vez que me enseña el libro en inglés que acaba de sacar de la estantería. En concreto, su última página: en verde, como siempre, está su firma y la fecha en la que lo terminó. Debajo, en rojo, como siempre, está la mía y una fecha: 23 de junio de 2009, cuando lo terminé.
No recordaba en absoluto haberlo releído: era un blanco total en mi memoria. La tentación es culpar al "brain fog" (¿cómo llaman esto en castellano? ¿La niebla mental?) de la menopausia, pero ya con 20 compré "Las manos sucias" de Jean Paul Sartre - cuando lo tenía leído y subrayado en casa. Mi conclusión es clara: necesito desesperadamente este blog como almacén de memoria. No es casual que releyera este libro el verano antes de comenzar D&D; si hubieras estado aquí, divlog, no habría ocurrido.
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No digo que recordarlo todo sea ideal: igual de cruel que es olvidar, lo es no poder olvidar. La memoria nos juega buenas y malas pasadas todo el rato, y supongo que escribir un blog (o un diario) es una manera de controlar lo que no queremos olvidar. Y si además, hay aunque sea una sola persona al otro lado, ya merece la pena compartirlo en lugar de dejarlo en carpetas amarillas.
Nota: hoy he leído una de esas Newsletters (los nuevos blogs que te inundan esa cuenta de correo que tienes para ese efecto) que, con 11.000 seguidores, anunciaba que lo dejaba entre otras razones, "en ese momento alto, antes de que el engagement empezara a morir poco a poco". Y he pensado que la gente que escribe y lanza estos mensajes en una botella al océano de internet tiene motivaciones muy distintas. Las mías no han cambiado desde hace mucho tiempo —no voy a decir 16 años porque justo cuando empezamos, no tenía ni idea de lo que era esto. Solo sabía que me gustaba escribir. Con los años he descubierto yo sola que me ayuda a pensar, y gracias a gente como Annie Ernaux me ayuda a que las cosas lleguen a término: "si no las escribo, solo las he vivido". Otros, como Capote con el que he empezado esta reflexión, me han dado esta frase a la que siempre vuelvo:
“Entonces, un día comencé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo. Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse. [...] La diferencia entre escribir bien y el arte verdadero es sutil, pero brutal".
Y después de esta Madre de Todas las Miradas de Ombligo, como esto se está poniendo muy serio, terminemos con una nota irónica pero totalmente real: a quien sea que lea esto, da igual que solo hoy o que desde hace un tiempo...


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