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22 septiembre 2025

Otoño caliente

 ¿Tiene alguien la misma sensación que yo, que esto de que viene un otoño caliente, se dice ahora cada año? Aquí en Londinium hemos empezado septiembre con una mani (march, les llaman) por semana. 

El sábado 6 de septiembre fue la de Palestina, organizada por la coalición de "Red Line for Gaza" (Líneas rojas con Gaza) pero al final no pude ir, luego no tengo fotos. Incluyo una de su página web: 


Todas estas organizaciones están en la coalición, con las que más familiarizada estoy es con Oxfam y
Plan.

El sábado 13 de septiembre fue el infame día de la mani de la extrema derecha ("Unite The Kingdom") que concentró a demasiada gente con la bandera de St. George y a demasiada poca en las líneas antirracistas/fascistas ("Plántale cara al racismo"). De mi desolación hablé en el "Diario de una mujer horrorizada".  

El miércoles  17 de septiembre fue la de "Stop Trump". Esta coalición se montó ya en su primer mandato, con la idea de crear un movimiento global que se rebele contra este sinvergüenza. Tampoco pude ir —llevo una etapa complicada en lo laboral—, pero estuvo el Peda, que me ha compartido estas fotos. Todo de esa visita me pareció grotesco, ridículo, obsceno, de vergüenza ajena - lo de la carroza, para gritar. Menos mal que los de "Led By Donkeys" ("Dirigidos por asnos") hicieron una de sus performances en una torre del castillo de Windsor, donde proyectaron la historia de amistad entre este tipejo y Epstein, otro amigo de los niños. Si no la habéis visto, está aquí.  Son geniales, pero ya hay cuatro detenidos. Las fotos son de mi enviado especial, el Peda. 


"Tantas cosas mal, tan poco cartón"

Al fondo de esta calle está el palacio de Buckingham. El sábado todavía quedaban restos de la visita...

Ninguna bandera me pone de pie

Este sábado 20 fue la de "Make them Pay" ("Hazles pagar"): de nuevo, una coalición de la sociedad civil entre los movimientos climáticos, obreros y de justicia social. Exigen (exigimos) acciones que puedan abordar la crisis climática y la injusticia social, reconstruyendo la sociedad para quienes la mantienen en funcionamiento, no para los ricos y poderosos. A esta sí que pude ir, y termino con algunas de mis fotos que, frivolamente, también pueden servir de turismo por esta ciudad tan bonita y tan llena de injusticia.



Oxford Circus, cabeza de mani

Haz que paguen los que contaminan

Estado de bienestar, no de la guerra
(Regent's St)

Que paguen impuestos los superricos

Para nuestos coles, para nuestro NHS, para nuestro clima:
Hacedles pagar

 Lo confieso: me hubiera encantado el megáfono un ratito

No financiéis los combustibles fósiles,
sí el NHS y los coles

 Proteja,mos a los trabajadores, no a los billonarios

 Picadilly Circus,
 con las pantallas que intentan
emular a Times Sq. 

Picadilly Circus, con Cupido de fondo. 
Esta performance no sé si era parte de la mani

Más Piccadilly Circus:
Creemos un futuro mejor; que paguen los que contaminan

Nelson observa el panorama desde ahí arriba
en Trafalgar Sq.

Bajando por Whitehall, al fondo se ve el Big Ben

"La única minoría destruyendo este país son los billonarios"
dice la pancarta de esa chica.
Ya está bien de culpar a los inmigrantes

Pasando por 10 Downing St:
Despierta Starmer





Al final en el rally habló mucha gente y, aunque no me pude quedar a todo, voy a enlazar a uno de ellos, el economista Gary Stevenson autor de "The trading game" ("El juego del dinero: Un intruso en la cima del mundo") porque lo entrevistaron en Carne Cruda hace un tiempo y por tanto está traducido [también tiene un podcast donde os contará su vida, que es interesante].

A ratos pienso que no hay nada que hacer.  Que han ganado. Pero si miro adentro, siempre me queda una lucecita y un hay que seguir luchando, hasta la victoria. Siempre.


19 septiembre 2025

"El diario de un hombre decepcionado" de WNP Barbellion: Un naturalista diseccionándose a él mismo

Más de un mes me ha costado leer este libro, que empecé en la Albania profunda, por aquello de que el tiempo que normalmente dedico a leer, en agosto lo paso escribiendo los diarios. Precisamente al ser fragmentos, ha sido fácil dejar y retomar, leer un poco una y tarde y nada la siguiente, beberme un año de golpe, y luego ir día a día. Ha sido curioso leer un diario mientras escribía un diario: ambos comparten ser clásicos (ji) no muy conocidos por el público. A mí me llegó gracias a la recomendación de la divaganta Daniela (gracias darling), pero hasta en la prensa titulan artículos así: "Barbellion: The greatest diarist you've never heard of".

Bruce Frederick Cummings nació en Barnstaple (Devon) en 1889. Desde los trece años empezó a escribir un diario y el libro comienza con una entrada a los 15 con una deliciosa voz infantil, pero en la que se resume su manera humorística de estar en el mundo: 
"Estoy escribiendo un ensayo sobre la historia natural de los insectos y he abandonado de momento la idea de escribir sobre 'Cómo pasan el tiempo los gatos'"
Porque este es un niño apasionado con la naturaleza: todo lo que ve a su alrededor le interesa, le fascina, le causa curiosidad. Cuando publica por fin, lo hace con el pseudónimo "WNP Barbellion" [antes muerto que sencillo]: Wilhelm Nero Pilate (quería las iniciales de tres hombres abjectos de la historia), y Barbellion, que era una tienda de caramelos que estaba cerca del Museo de Historia Natural, en Gloucester Road. Hay muchas entradas —tal vez las que menos he disfrutado yo— sobre historia natural: describe con "alegría furiosa", como dice él, nidos que se encuentra y todo tipo de animales que estudia. Tiene una pasión por la vida extrema, "un estado mental en ebullición", que le da pena irse a dormir por perderse la vida.  Así describe su borrachera de vida: 
“Youth is an intoxication without wine, someone says. Life is an intoxication. The only sober man is the melancholiac, who, disenchanted, looks at life, sees it as it really is, and cuts his throat. If this be so, I want to be very drunk. The great thing is to live, to clutch at our existence and race away with it in some great and enthralling pursuit”.
"La juventud es una borrachera sin vino, dijo alguien. La vida es una borrachera. El único hombre sobrio es el melancólico, que, desencantado, mira la vida, la ve tal como es y se corta la garganta. Si es así, quiero estar muy borracho. Lo importante es vivir, aferrarnos a nuestra existencia y escaparnos con ella en una búsqueda grandiosa y apasionante".


Sin embargo, Bruce es un niño enfermizo: con frecuencia se encuentra mal y se rebela. A medida que pasan los años se hace más evidente y sus reflexiones escuecen: "Vivo en una ciudad más grande y más sucia [que Londres]: la enfermedad. La enfermedad, cuando es crónica, es como una ligadura permanente alrededor de tu vida". A veces damos esto por dado, sin plantearnos la suerte que es tener salud y olvidamos que injustamente, también hay jóvenes que no la tienen. 

Desde el principio sabes que finalmente Barbellion morirá a los 30 años de esclerosis múltiple, pero este no es en absoluto el diario de una enfermedad. Solo al final descubre su diagnóstico -que su mujer conocía antes de casarse, y aún así siguió con el matrimonio- y no es hasta las últimas páginas en las que habla más del tema y de la muerte. No es una persona que inspire sentir compasión: no va de víctima y su personalidad no deja indiferente, pero en esas últimas páginas es tan bonito cómo lo escribe ["estoy haciendo tiempo en el borde de un precipicio"] y su descripción de todo lo que ya no hará [cuando una vez me vi en ese precipio -drama queen-, eso es lo que fastidiaba: todo lo que me quedaba por hacer] es tan amarga que es imposible no emocionarse. Los diarios  pasan a estar más vivos cuanto más moribundo está él. Como digo, no quiere nuestra pena, y esta es la rabia con la que se dirige al lector que pueda estar compadeciéndole: 
“I am dying, but you are already a corpse. You have never really lived … Do you think I would exchange the communion with my own heart for the toy balloons of your silly conversation? ... Or my present tawdry life for yours as polished and neat as a new threepenny bit?”

«Me estoy muriendo, pero tú ya eres un cadáver. Nunca has vivido realmente… ¿Crees que cambiaría el conocimento de mi propio corazón por la chuchería de tu tonta conversación? ¿O mi sórdida vida  actual por la tuya, tan pulcra y ordenada como una moneda nueva de tres peniques?»



Hay que considerar que este libro fue escrito a principios del SXX pero toca temas de actualidad, que todavía no hemos logrado resolver un siglo después [el otro día alguien dijo sobre un tema científico -no recuerdo quién ni dónde, lo siento-: "cuando se llevan décadas sin dar respuesta a un tema, es que no estamos formulando bien la pregunta"]. El tema sin resolver es, por supuesto, la muerte digna. Hay muchos momentos de estos diarios en los que Barbellion plantea cosas como "No es la muerte, sino las terribles posibilidades de la vida lo que es tan deprimente" o "No tengo miedo de la enfermedad en sí misma, pero tengo miedo de sus efectos en mi mente y mi carácter". Habría que escuchar más a personas lúcidas que han sufrido como él.

Pese a todo, es un tipo cargado de sentido del humor: en una visita al médico — "los hombres de Harley St.", los llama; esta aún es la calle donde hacen su agosto algunos médicos que practican la medicina privada—  que adopta una posición como de rezo, comenta: "cuando el médico reza por ti, mejor llamar al enterrador". O tras la conversación con un cura: "Conozco a algunas personas más entusiastas de pulgas y gusanos que este cura con Jesucristo".  O su cosmovisión: “Civilisation and top hats bore me” ("La civilización y los sombreros de copa me aburren".


También hay mucha reflexión sobre el proceso de la escritura -siendo un diarista, qué esperar: a todos los que escribimos blogs nos encanta hablar -aquí tenemos hasta un distintivo, se llama "metadivagando"- de esta especie de esclavitud o droga ["caigo en este diario  como otros caen en el alcohol"] que ahora veo recomiendan por ahí los gurús de la salud -"journaling", le llaman. 
"He pasado un rato feliz leyendo viejas entradas del diario. Me entristeció y sorprendió ver cuántas cosas había olvidado. Olvidar el pasado tan rápido se me antoja como ser poco leal con uno mismo. Estoy tan egoístamente absorbido en mi yo del presente que me he acostumbrado a que los yo del pasado no me importen un pepino: esos queridos caballeros muertos que han estado alquilados en el templo de esta carne y que han pasado el testigo de mi vida y mi identidad personal antes de arrastrarse hacia la salida en silencio para modestamente descansar".

Impresionante: nunca había pensado en mis distintos yoes muriendo y pasando un testigo, pero es una imagen muy potente. Lo que sí que a menudo he pensado es lo de "ese bebé (Mini) no existe ya", y cuando miro sus fotos, supongo que como cualquier madre o padre. 

Barbellion comparte lo terrible que sería para él perder sus diarios: "¡Estos preciosos diarios! ¡Imagina que los perdiera! No puedo imaginar la angustia que me causaría. Sería la muerte de mi yo real". Igual termina algo dramáticamente, pero compartimos esa angustia por perder lo escrito, porque equivale a perder gran parte de la memoria. Que será fabricada y falsa, pero sigue siendo, en estos momentos, lo más parecido a lo que de verdad ocurrió. 



La Primera Guerra Mundial, de la que él es eximido por sus problemas de salud, está de fondo en gran parte de sus escritos. El autor explica cómo ha cambiado su identidad: en el pasado era un "inválido interesante" y ahora es un "perro con suerte". Antes "era una estrella con tragedia; ahora, estoy ahogándome y siendo ignorado". Cuando escribe  "¿Cómo puedo excusarme por seguir escribiendo sobre asuntos propios o zoología durante la mayor guerra de todos los tiempos?" me recuerda a mí misma, cuando pienso cómo, con el mundo en ebullición [y nosotros las ranas dentro del agua acostumbrándonos poco a poco a las temperaturas] sigo escribiendo miradas de ombligo extremas, como libros o mercerías art-decó. 

Su profundo antimilitarismo  -esto no se comenta en ninguna crítica de este libro- es de lo que más me ha gustado, y está presente cada vez que habla la guerra. Si le hubiera tocado ir, nunca hubiera aceptado ser un soldado, matar a otros. Denosta a los periodistas a los que se les llena la boca de lo "grande" que es, el drama, la inmensidad, la catástrofe sin parangón. "¿Por qué llamar a esta vergonzante basura con frases grandilocuentes, como si fueran una tragedia de Eurípides? Deberíamos encubrirla, no presumir de ella, mencionarla con sonrojo".

No hay nada nuevo bajo el sol: ¿Alguien se acuerda del "saldremos mejores" de la pandemia, que resultó ser un bluff? Pues esto ya estaba inventado: Barbellion reflexiona sobre lo que hace la guerra en la gente: 
The War is searching out everyone, concentrating a beam of inquisitive light upon everyone’s mind and character, and publishing it for all the world to see. And the consequence to many honest folk has been a keen personal disappointment. We ignoble persons had thought we were better than we really are. We scarcely anticipated that the’ War was going to discover for us our emotions so despicably small by comparison, or our hearts so riddled with selfish motives. (...) We are like a nest of frightened ants when someone lifts a stone. That is the world just now.

La guerra nos está buscando a todos, concentrando un inquisitivo rayo de luz  en la mente y el carácter de cada uno, y publicándolo para que todo el mundo lo vea. Y la consecuencia para mucha gente honesta ha sido una profunda decepción personal. Nosotros, personas innobles, nos creíamos mejores de lo que realmente somos. Apenas previmos que la guerra nos descubriría nuestras emociones tan despreciablemente pequeñas en comparación, o nuestros corazones tan llenos de motivos egoístas. (...) Somos como un hormiguero asustado cuando alguien levanta una piedra. Así es el mundo ahora mismo
¿No es maravilloso? Y tan actual, sin falta de estar en guerra. 

Barbellion publicó su diario anunciando que había muerto el 31 de diciembre de 1917, aunque era mentira: cuando se publicó en marzo de 1919 aún estaba vivo, pero murió seis meses después. Dijo que estaba de acuerdo con los críticos que decían que era un buen libro, que él era un arrogante o que estaba loco. También que "ningún escritor se atreverá a estar vivo después de escribir semejante libro".

Y es cierto: a ratos Barbellion exasperará al  lector, a ratos se verá reflejado (estos pueden ser los peores momentos porque dice cosas que no te atreverías a decir): su honestidad es brutal. En todo momento, cualquier lector, hasta el que no lo hace, subrayará o anotará sin parar porque es imposible arriesgarse a olvidar esa frase, cualquiera, "Lo único que puede hacerme la muerte es matarme", o "Hope thou not much; fear thou not at all" ("No esperes demasiado, no temas nada"). 

En un divague, por largo que sea, no podría explicar lo que lo hace especial estos diarios de un hombre enfermo: paradójicamente, su vitalidad. 



16 septiembre 2025

Robert, el Brad de mi infancia

 Robert Redford era el Brad Pitt de mi infancia: así le he explicado a Mini quién era este señor que ha muerto hoy. Con esta idea fuerza y la de hacer un divague-haiku aniado esta entrada al distintivo  "Burla burlando" —título robado a Cortázar— que no es otra cosa que obituarios de gente que ha marcado mi vida, y ya hay unos cuantos.  

Como eso es un blog personal, se habla de lo que supuso esa figura para la bloguera en cuestión —en los periódicos contarán su vida, sus ideas, su apoyo al cine indie y todo eso. Así  que cómo no comenzar con que Robert era el guapérrimo por excelencia: para mí, incluso frente a otro guapo canónico, Paul Newman, ganaba él. Sé que esto puede generar controversia, pero yo era del Team Redford. 

Hay muchas pelis, pero creo que en la que más guapo está es en "The way we were" (Sydney, Pollack, 1974) ("Tal como éramos"): hace mucho tiempo que no la he visto, pero me parece un buen aviso para navegantes para jóvenes incautas que, bajo el txumani de endorfinas ese maravilloso, crean que una relación duradera con alguien en tus antípodas ideológicas pueda funcionar - se admite el crush tonto de verano: quien no haya caído, que tira la primera piedra. 



La otra es "The sting" (George Roy Hill, 1973) ("El golpe"). Esta cinta tiene una historia personal: cuando llegó el vídeo a mi casa, esta peli estaba por ahí y pasó a ser la favorita de Fashion. Tendría ella unos 7 años, y la vimos tantísimas veces que nos aprendimos trozos del guión de memoria: "trampeando por esos pueblos de inmigrantes, siempre con la policía pisándome los talones".  Luego hemos usado esa frase muchas veces en nuestra vida, sobre todo para reírnos de nosotras mismas: somos en realidad unas impostoras o timadoras como Paul y Robert. Ya se me ha pegado la banda sonora... 



Y cómo no, yo tenía 15 cuando se estrenó "Memorias de África" (Sydney Pollack, 1986). Con la banda sonora de John Barry que corrí a comprarme al salir del cine —también el libro de Karen Blixen,  que no terminé—, con esas imágenes de Kenia desde la avioneta y, por supuesto, con esa escena de lavado de pelo. Si lo pienso, esta peli significó mucho para mí en esos momentos en que estás decidiendo lo que quieres hacer con tu vida. La prota fue una inspiración: una mujer fuerte que saca una granja adelante ella sola -en aquella época no me planteé rollos coloniales, aunque es imposible que no te chirríe su relación con los trabajadores. Ella y muchas otras lecturas o pelis me dieron alas para viajar, para no quedarme en la ciudad donde estaba. Y como a esa edad todo es épico, me veía con "Médicos sin fronteras" á la "Historia de una monja" atea en esas sabanas salvajes salvando africanos (¿alguien dijo colonialismo?). ¡Atención, spoiler!: nada de esto ocurrió, ni tampoco me enamoré del prototipo Denys Finch-Hatton, el cazador británico que interpreta Redford, el típico Aquiles que nunca está ahí cuando se le requiere, como plantilla para mis futuras relaciones. Tuve una amiga que sí compró esa historia, y lo que sufrió la pobre—pero culparemos a su padre. Sobre el tema gorditos vs. malotes, se ha divagado aquí.


Un abrazo,  Robert, el Brad de los 80... 

13 septiembre 2025

Diario de una mujer horrorizada

Estoy terminando un libro titulado "el diario de un hombre decepcionado", y de ahí mi título. Nótese que me he llamado a mí misma mujer, cuando suelo pensar en mí misma como "chica", pero es que "el diario de una chica horrorizada" le quitaba gravitās. Así me siento últimamente, pero especialmente hoy, cuando 110.000 matones con banderas de St. George por capa han tomado las calles de la ciudad. Me enteré ayer, cuando una circular del curro avisaba al personal de diversidades étnicas varias que trabajaba el sábado que cogieran taxis -el trabajo correría con la cuenta- para evitar abusos y enfrentamientos en el transporte público. No podía dar crédito: que hayamos llegado hasta aquí. En la plaza del Museo Británico, en Russel Sq. comenzaba la mani de los antirracistas: 5000 personas. Recordé el millón que estuvimos en el no a la guerra en 2003. 


Odio las banderas. Hubo una época, cuando el PP inflamaba el souflé catalán, que estaba todo lleno de banderas colgando de los balcones. En Vetusta aún queda alguna tirando a deshilachada, pero la mayor parte se ha ido. Aquí, sin embargo, parece que están llenando Inglaterra de la bandera de St. George, la asociada a la extrema derecha. Es insoportable.


Este finde también empezaba Open House, el festival de puertas abiertas que todos los años suelo reportar aquí. Yo tenía planeado ir al Isokon Building en Hampstead, pero he decidido que tal vez no era buena idea meterme hoy por el centro de la ciudad. Así que ha venido a comer nuestro amigo David, con el que siempre solemos hacer Open House, y hemos hablado de la vida y del mundo. David es originariamente judío -aunque ateo- y le amenazaron de echarle del partido laborista por antisemita. Con él he estado en el pasado en una concentración apoyando a Palestina. 



El otro día, en la concentración por Palestina arrestaron a más de 900 personas, muchas de ellas jubiladas. Si llevas un cartel que ponga que apoyas a Palestine Action, eres terrorista. Porque Palestine Action lo es, según este gobierno, por usar métodos clásicos de desobediencia civil como hacer unos grafitis, ocupación de espacios y destrozos de mobiliario urbano. Vamos, que aplaudamos el coraje de las sufragistas que hicieron lo mismo, pero ahora ya tal. 

Cuando veo a esa masa de racistas ultraderechistas, extremadamente cabreados, me desespero. ¿Dónde estaban antes? Cada vez son más, en más sitios. Y cada vez habrá más porque las tasas de natalidad están cayendo mucho más rápido en la izquierda progresista que en los conservadores -estos últimos siguen teniendo el mismo número de hijos que hace décadas. Este es el gráfico del Financial Times de John Burn Murdoch. 


La gente de izquierdas también se define como menos felices que la de derechas. A mí me da para algunas conclusiones: cada divagante que saque las suyas. 

El que no recuerda su pasado está condenado a repetirlo: como el SXX fue tan bien, volvamos a los años 30. Que es un poco lo que hicimos ayer, pero de otra manera: nos colamos en Du Cane Court, un edificio art deco maravilloso construido en 1937 en Balham. En su momento era el edificio con más apartamentos de Europa (676), vivían en él artistas del music hall, tenía sala de baile, bar de cócteles, billares, restaurante y otras zonas de socialización. También había radio en todos los apartamentos, y dicen que el director del edificio retransmitía durante el Blitz si "un apartamento en el piso 2 del bloque H" tenía las luces encendidas: ¡apáguenlas!  



Curiosamente, durante la Segunda Guerra Mundial no fue bombardeado, pese a que a 300 metros una bomba rompió un tubo que inundó la estación de metro de Balham en la que murieron ahogadas 66 personas, como recordará quien haya leído "Atonement" ("Expiación") de Ian McEwan (o visto la peli de Joe Wright). Hay varias leyendas sobre las razones: la primera, que Hitler lo quería como su base de operaciones tras la victoria; otra, que estaba llena de espías, pues durante un ataque se vio a un hombre flasheando una linterna, presumiblemente indicando algo a los pilotos de la Luftwaffe, así que podría haber sido un orientador para los alemanes. La tercera es que desde el cielo parece una esvástica, pero la verdad es que no. 

Allí me colé y en tu edificio art deco me planté

No es Open House en Du Cane Court, pero igualmente nos colamos, preguntamos a un recepcionista muy aburrido si podemos hacer fotos, nos subimos en los ascensores y llegamos hasta la planta séptima, desde donde se ve Crystal Palace y que está llena de pasillos interminables con moqueta roja, tal vez herencia de los artistas del West End que un día vivieron aquí. Cuando salimos, vemos alguna gente en bicis del alquiler eléctricas con la bandera de St. George: deben venir del centro. 



Tras horas de reunión con la cúpula editorial de D&D, he decidido no poner fotos de esta gente, ni de la manifestación, así que tal vez el lector se pregunte qué relación con este horror tienen las fotos que he incluido: son de la tienda de telas de las que ya no quedan a la que fuimos al salir de Du Cane Court. He pasado por ahí tantas veces y nunca se me había ocurrido entrar: a veces, la belleza pequeña está ahí delante y pasamos de largo. Se las dedico a mi amiga y divaganta Marisa, con la que aspirábamos a montarnos una mercería de barrio: quién nos iba a decir que teníamos una tirando a industrial cerca de casa. 

Cogiendo ideas para la mercería

Este sigue siendo el diario de una mujer horrorizada, que por un rato se ha refugiado en un edificio de casi un siglo, en una librería de segunda mano de Oxfam [de donde salí con cinco libros, pero esa es otra historia] y, por supuesto, en una mercería.