Hace muchos años compré varias colecciones de clásicos —diez libros en una caja— que hacía Penguin. Aún me quedan bastantes por leer, entre ellos el primero de una trilogía autobiográfica de Laurie Lee, "Cider with Rosie" ("Sidra con Rosie") en la que el autor evoca su infancia en Slad, uno de esos pueblos bucólicos de los Cotswolds, en el oeste de Inglaterra. Nacido en 1914, este libro traslada a un mundo rural encantador al final de la Primera Guerra Mundial y por ello está en el corazón de los ingleses, siendo un texto que se estudia en los colegios como un clásico moderno. Yo solo he estado en los Cotswolds una vez y como era poco antes de que empezara el divlog, tristemente no hay crónica. Sí que he encontrado un divague en el que cuento la boda a la que fui y hay algunas fotos aquí. Es una maravilla, pero ahora no me dan ganas de volver porque hasta JD Vance lo eligió este verano para sus vacaciones: idilio roto. De todas maneras, aquí incluyo una foto del autor con el cottage en el que creció:
"Cider with Rosie" sigue sin leer, pero ayer terminé la segunda parte de esta trilogía, "As I walked out one midsummer morning" ("Cuando partí una mañana de verano") en la que el autor narra su periplo caminando desde su pueblo hasta nuestra península, y lo que allí aconteció. Lee deja su casa en 1934 y echa a andar. Primero llega a Londinium, donde pasa casi un año trabajando en una obra en un barrio que conozco bien, Putney, y luego cruza en barco hasta Vigo, desde donde sigue caminando hacia el sur por la piel de toro.
Como me gustan los mapas, he hecho lo mismo que hago con mis vacaciones - claro que tantos destinos no me han cabido en uno:
Este es su recorrido, de Vigo a Almuñécar, pero no voy a contar aquí sus aventuras, a la gente que conoce, ni sus observaciones. Tal vez por no hacerme daño, ya que como escritora de crónicas de viaje, leer a Lee es la máxima humillación: aunque una intenta por todos los medios transmitir sensaciones y ambientes -en contraposición con aburridas descripciones de "hice esto, me pasó aquello"- se da cuenta de que nunca podrá alcanzar ni de lejos el nivel de lirismo con el que escribe este autor. No soy mucho de descripciones detalladas de paisaje, pero claro, atención a esto:
"Toro looked like dried blood on a rusty sword" ("Toro parecía sangre seca en una espada oxidada") (nota: se refiere a la ciudad de Toro, cerca de Zamora)
"By the afternoon I was out in the plain, in an electric haze of heat, walking a white dust road as straight as a canal, banked by shimmering wheat and poppies. For mile after mile I saw neither man nor beast; the world seemed to be burnt out, drained and dead" ("Por la tarde, estaba fuera en la llanura, en medio de una bruma eléctrica de calor, andando un camino de polvo blanco tan recto como un canal, bordeado de trigo brillante y amapolas. Durante kilómetros y kilómetros no vi ni hombres ni bestias; el mundo parecía estar quemado, seco y muerto").
Esta situación de "lonely peninsula", piel de toro solitaria -los de la "Lonely Planet" empezaron por la India, pero podrían haber encontrado inspiración en la España de los años 30- es una constante en la novela: hay tantos sitios por los que pasa Lee en los que no hay ni un alma, y la palabra más adecuada sea tal vez desolación.
Es la desolación que siempre me causa leer la extrema pobreza de nuestro país hace solo un siglo, con personas deformadas que muestran sus muñones para que les den limosna arrastrándose por las calles —esto, tristemente, aún se puede ver en muchos países del mundo, algunos tan cerca como Marruecos. Pero la reflexión social solo llega en el penúltimo capítulo, titulado "Guerra"; mientras, va saltando de un punto a otro con alguna observación aislada de la situación social, pero no lo que estamos acostumbrados por parte de un Orwell o un Langdon-Davies. Describe a un pueblo "con calles negras de curas y tavernas llenas de furiosos ateos" o comenta cómo "ya había aprendido a desconfiar de la Guardia Civil, los enanos venenosos de España" o "la Guardia Civil, siempre con el demonio". Bastantes veces comenta que lo que ve estaba pasando "dos siglos antes" en Inglaterra o en el "SXVII en Escocia, en una de las pausas entre hambruna y masacre".
Hay mujeres "de negro, tanto como el carbón", dando golpes a sábanas a la orilla de un riachuelo, como salidas de una peli de Almodóvar o del "España oculta" de Cristina García Rodero; hay patios encalados con geranios colgando, apestados de moscas y burros y asnos; hay voces nasales malentonando el perdonaatupuebloperdónaloseñor [esto ha sido mi conclusión: Lee escribe "dirge"="música deprimente, fúnebre"]; hay niños a los que se ahoga a besos, camas llenas de pulgas, gente generosa pese a no tener ni un real -Lee toca el violín por las esquinas-cuando alguien le devuelve el instrumento, lo hace "delicadamente, como si me estuviera pasando un cordero recién nacido". Hay "precipicios de sangre", por donde antiguamente se despeñaban a felones, adúlteras y herejes para ahorrar la bala; hay palacios plagados de fuentes, más extravagantes que el mismo Versalles, pero sin nadie que los vea; tardes "púrpuras, jugosas como uvas, la luna fina cortando una nube como un cuchillo". Pronto entiende por qué, a la hora de la siesta, nadie —tal vez solo algún insecto— se aventura en las calles, y describe ese calor tan nuestro muchas veces y a la perfección.
En tantos momentos leyendo a Lee he tenido ganas de dejar lo que estoy haciendo y coger un vuelo a la "lonely península" y perderme por los campos de Castilla, por trigales salpicados de amapolas, por pueblos de piedra que siguen igual que entonces. Inevitable no recordar la aventura burgalesa de las Navidades pasadas y decido que, cuando me jubile, voy a seguir los pasos de aquel ilustre vetústico y meter un país en la mochila. Esta foto es la que incluyen en un artículo del Guardian sobre el libro, y no hay nada que me pueda gustar más: una montaña al fondo, con los picos nevados.
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Sierra de Guadarrana, por Miguel Angelo Silva |
Siempre me hace gracia encontrar descripciones de algo que hoy en día tenemos completamente etiquetado, pero no entonces. Aunque obviamente, existía:
"Eating bread and sausage, my back to the church wall, I was aware only of this point of time, the arrested moment of casual detail, the unsorted rubbish of now" (Comiendo pan con chorizo de espaldas a la pared de la iglesia, solo era consciente de este punto en el tiempo, el instante detenido del detalle casual, la basura sin clasificar del ahora).
Está ejercitando nada menos que la "atención plena" (mindfulness, que decimos en inglés), un tipo de meditación en la que te concentras en estar plenamente consciente de lo que estás experimentando y sintiendo en el momento, sin interpretaciones ni juicios. Es algo que a mí me cuesta muchísimo hacer, y que nuestro modo de vida, siempre con prisa, no favorece. La descripción, tan inocente, es maravillosa.
También me encantan aquellas en las que describe el talante de nuestro país. Tengo una amiga francesa que hizo Erasmus en España y siempre me recuerda lo maravillosa que es la gente, la fiesta, el ambiente - este verano cruzó la península en coche desde Portugal de vuelta a Londinium y corroboró su idea. Esto me gusta, porque a veces, desde aquí lejos, lo que vemos en los medios da miedo -claro que lo que se ve en los medios da miedo en todos los sitios. Lee comenta:
"Spain enclosed me once more with its anarchic indifference, asking no discipline but the discipline of manners"(España me atrapó una vez más con su indiferencia anárquica, sin pedir otra disciplina que la de las costumbres).
Como viajera me ha gustado leer su desazón al llegar a un sitio en el que aún no sabes donde vas a dormir -esto ya no lo experimento mucho, pero espera-, su descripción de una llave de habitación "tan grande como una espada", sus cambios de decisiones de viaje -al entrar en Andalucía cambia de ruta, siguiendo el Guadalquivir en lugar de ir hacia Granada, o los clichés que nos montamos con ciertos lugares que luego hemos de visitar: él lo tenía con Sevilla. Para él, desde su infancia, estaba al final de "un camino blanco entre naranjos".
Aunque había hablado lateralmente de religión, de la guardia vicil y de la pobreza extrema, es en Sevilla donde hace el primer comentario social de todo el libro:
"Until now, I’d accepted this country without question, as though visiting a half-crazed family. I’d seen the fat bug-eyed rich gazing glassily from their clubs, men scrabbling for scraps in the market, dainty upper-class virgins riding to church in carriages, beggar women giving birth in doorways. Naïve and uncritical, I’d thought it part of the scene, not asking whether it was right or wrong".
Hasta ahora, había aceptado este país sin rechistar, como si visitara a una familia medio loca. Había visto a los ricos, gordos y de ojos saltones, con la mirada vidriosa desde sus clubes, a los hombres buscando migajas en el mercado, a las delicadas vírgenes de clase alta yendo a la iglesia en carruajes, a las mendigas dando a luz en los portales. Ingenua y acrítica, lo había considerado parte de la escena, sin preguntarme si estaba bien o mal.
Y los últimos capítulos son los que camina bordeando la costa desde Cádiz a Almuñécar, pero es solo cuando llega aquí y pasa un tiempo con la población, cuando se empieza a dar cuenta de que, aparte de unos pocos comerciantes y terratenientes, todos en el pueblo eran pobres. Había dos tipos de pobres, los de la caña de azúcar y los pescadores.
"It was labour without mercy, dignity, or reward, and the men hauled at the net without hope, each one grunting and straining in the horizontal position of a beast, his face to the buttocks of the man in front. It was a grinding hour of expended strength, too mindless even for comradeship. When the cod-end at last had been dragged ashore, the men gathered round it in silence, while the few kilos of sardines, a heap of dirty silver, died flickering in the sand. The auctioneer arrived, unshaven, in his pyjamas, and a dismal price was set. Perhaps fifty pesetas – half to the owner of the boats and the rest between forty men. Sometimes the price was so low that no sale was made, and the men divided the fish between them, slowly counting them out into forty little heaps, a sandy fistful for each man’s family".
Era trabajo sin piedad, dignidad ni recompensa, y los hombres tiraban de la red sin esperanza, cada uno gruñendo y forcejeando en posición horizontal como una bestia, con la cara pegada a las nalgas del hombre de delante. Era una hora agotadora de esfuerzo, demasiado sin-conciencia incluso para la camaradería. Cuando por fin arrastraban el final de la red a la orilla, se ponían en silencio a su alrededor, mientras los pocos kilos de sardinas -un montón de plata sucia-, morían titilando en la arena. El subastador llegaba, sin afeitar, en pijama, y fijaba un precio deprimente. Quizás cincuenta pesetas: la mitad para el dueño de los barcos y el resto entre cuarenta hombres. A veces el precio era tan bajo que no se vendía, y los hombres se repartían el pescado, contándolo lentamente en cuarenta montoncitos, un puñado arenoso para la familia de cada uno.
¿Cómo no iba a estar ese pueblo lleno de fatalismo? Solo las chicas tenían trabajo, como criadas de los ricos, y los chicos hablaban de otro mundo que iba a llegar, uno sin iglesia ni gobierno ni ejército. Sus padres no habían nunca oído esas promesas: sobre sus espaldas, siglos de oscuridad. Hay que destruir a los tiranos, decían unos. Sí, pero traerán al ejército, contestaban otros, no tendremos ninguna posibilidad. En febrero del 36, el Frente Popular ganó las elecciones y en Almuñécar, los pescadores se hicieron con los barquichuelos y los campesinos con el control de la tierra, mientras que los terratenientes hablaban en susurros en los casinos: obviamente, las cosas no iban a quedar así. Pese a saber el final, me ha gustado leer las páginas en las que describe las nuevas pequeñas libertades que la gente del pueblo disfrutó en esos meses, desde una expresión más libre del amor, hasta la aparición de libros y pelis no censurados por la Iglesia, cosa que se extendió a la prensa, trayendo a esta gente una brisa del mundo exterior.
El pueblo se dividió en dos facciones: fascistas y comunistas. Los primeros aceptaron la etiqueta porque en el fondo es a lo que aspiraban: la Falange -Lee la llama "swaggering spearhead of upper-class vengeance" (arrogante punta de lanza de la venganza de la clase alta)- usando símbolos fascistas inspirados en los italianos evidentes. La etiqueta comunista era más complicada:
"The ‘Communist’ label, on the other hand, was too rough and ready, a clumsy reach-me-down which properly fitted no one. The farm labourers, fishermen, and handful of industrial workers all had local but separate interests. Each considered his struggle to be far older than Communism, to be something exclusively Spanish, part of a social perversion which he alone could put right by reason of his roots in this particular landscape. In fact, I don’t remember meeting an official Communist in Almuñécar – though ‘communism’ was a word in the bars".
"La etiqueta de «comunista», por otro lado, era demasiado burda y directa, una torpe estrategia que no le sentaba bien a nadie. Los jornaleros, pescadores y un puñado de obreros industriales tenían distintor intereses, aunque en el pueblo. Cada uno consideraba que su lucha era mucho más antigua que el comunismo, que era algo exclusivamente español, parte de una perversión social que solo él podía corregir gracias a sus raíces en este paisaje particular. De hecho, no recuerdo haber conocido a ningún comunista oficial en Almuñécar, aunque «comunismo» era una palabra común en los bares".
La siguiente cita es muy importante porque encaja con una de mis preocupaciones de estos momentos: últimamente no paro de pensar en cómo la clase trabajadora se ha echado a los brazos de la ultraderecha. Con lo que escucho y leo por ahí me podría salir una serie —¿suena a amenaza?—, pero entender esto me parece la clave para cambiar el mundo de hoy. Lee dice en este capítulo que estos labriegos o pescadores habían votado a un gobierno de políticos de la clase media-alta sin ni siquiera un socialista en el gabinete. Esto no es exactamente lo que está pasando ahora, pero sí que la clase trabajadora no se siente escuchada por los políticos de izquierda. En un artículo reciente del Financial Times se defiende cómo en el UK y US la educación es la línea divisoria política y cultural más importante. Antes se pensaba que el que mucha más gente accediera a la universidad en los 1990/2000 terminaría acabando con los conservadores, pero en realidad ha creado dos países: los más o menos liberales con grados universitarios y los más o menos conservadores sin, que encima no se mezclan entre sí demasiado (nos casamos y socializamos entre nosotros). Solo el 40% de americanos tienen un grado: estos pueden dominar el discurso político, pero no son lo suficientes para ganar las elecciones. El resto son más, y se han sentido excluidos por ese discurso universitario "woke" mientras que su poder adquisitivo ha caído y son ahora muy fáciles de acceder con titulares breves llenos de soluciones simples. Así ya salen las cuentas. Hay que volver a ganar a esa gente, y aquí tenéis a Bernie Sanders en West Virginia, terreno trumpista donde los haya.
Esta es la cita de la que hablaba y con la que termino:
Yet the government they supported must have seemed remote to many, being composed entirely of middle-class politicians – without a Communist, Anarchist, or even a Socialist anywhere in its cabinet. The peasants looked to this government because their hopes lay with it, hopes they thought to realize for the first time in centuries, an opportunity to shift some of the balances which had so long weighed against them, more than against anyone else in Europe. Spain was a wasted country of neglected land – much of it held by a handful of men, some of whose vast estates had scarcely been reduced or reshuffled since the days of the Roman Empire. Peasants could work this land for a shilling a day, perhaps for a third of the year, then go hungry. It was this simple incongruity that they hoped to correct; this, and a clearing of the air, perhaps some return of dignity, some razing of the barriers of ignorance which still stood as high as the PyreneesSin embargo, el gobierno que apoyaban debió de parecerles remoto a muchos, compuesto exclusivamente por políticos de clase media, sin un comunista, un anarquista ni siquiera un socialista en su gabinete. Los campesinos depositaron en este gobierno sus esperanzas, esperanzas que creían materializar por primera vez en siglos, una oportunidad para cambiar la balanza que durante tanto tiempo les había perjudicado, más que a cualquier otro en Europa. España era un país desolado, con tierras abandonadas, gran parte de las cuales pertenecían a un puñado de hombres, cuyas vastas propiedades apenas habían sido reducidas o reestructuradas desde la época del Imperio Romano. Los campesinos podían trabajar estas tierras por un céntimo al día, quizás durante un tercio del año, y luego pasar hambre. Era esta simple incongruencia la que esperaban corregir; esto, y tal vez retornar a la dignidad y eliminar las barreras de la ignorancia que aún se alzaban tan altas como los Pirineos.
O aún mejor, finalizo con una canción: el West Virginia trumpista me ha traído una maravillosa de John Denver que va de volver a casa titulada: "Take me home, country roads" ("Llevadme a casa, caminos rurales") . Así que he empezado con un joven saliendo de su casa una mañana de verano y concluyo con una vuelta - porque si queremos volver a donde estábamos antes y salir de este lío, va a haber que remangarnos y pensar qué ha ido mal. Y no olvidar que, por muy mal que esté todo, no estamos como en Almuñécar en 1936.
Tienes toda la razón, hay que darle una vuelta a qué se ha hecho mal y no conformarnos con discursos facilones. La izquierda tiene mucho que repensar sobre cómo escucha las dificultades de los más débiles pero no podemos olvidar que luchamos contra enemigos muy poderosos en cuanto a su capacidad de filtrar mensajes que nos confunden y nos venden un mundo que no es. Encontrar al enemigo en un pobre más pobre que nosotros en lugar de en los megarricos que crecen como la espuma es un gran logro.
ResponderEliminarLeí hace poco un libro de Marsé, Viaje al sur, muy recomendable por muchas razones entre otras su relato de la gran mentira que había sido la supuesta bonanza económica española. En los años 60 las imágenes de la pobreza en el sur no debían diferir nada de las que imágenes que encontró Lee en los años 30.
Todo eso se ha olvidado, hay quien rememora ese pasado funesto y en 15 días la Falange vuelve a estar presente en Vitoria el 12 de octubre tratando de rescatar un pasado imperial que solo benefició a los mismos de siempre.
Queda mucho por hacer
Muxus
Marisa
Gracias Marisa... no he leído el libro de Guy Standing con el q introdujo el concepto de "Precariado", subtitulado "la nueva clase peligrosa" [en el q habla de encontrar culpables en a otros más vulnerables, como los inmigrantes], pero le escuché en una conferencia q voy a intentar meter en mi coctelera de "buscar razones"... a ver cuándo lo escribo (estoy ahora con un libro de 1100 págs así q costará hasta q vuelva a divagar de un libro, ji).
EliminarY lo de la Falange en Vitoria... recuerdo cuandoyo hacía BUP q en mi cole algunas llevaban banderitas de Ejpania en pulseras y una llevaba la de la falange... eran los 80 de Felipe Glez, una tontería más de juventuz, aunque supongo q siguieron siendo fachas y hoy son votantes de esos partidos tan simpáticos... pero no daban miedo. Hoy, con encuestas diciendo q Farage ganaría aquí las elecciones, una empieza a plantearse su futuro.
Mando muxus!
di