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14 septiembre 2025

Diario de una mujer horrorizada

Estoy terminando un libro titulado "el diario de un hombre decepcionado", y de ahí mi título. Nótese que me he llamado a mí misma mujer, cuando suelo pensar en mí misma como "chica", pero es que "el diario de una chica horrorizada" le quitaba gravitās. Así me siento últimamente, pero especialmente hoy, cuando 110.000 matones con banderas de St. George por capa han tomado las calles de la ciudad. Me enteré ayer, cuando una circular del curro avisaba al personal de diversidades étnicas varias que trabajaba el sábado que cogieran taxis -el trabajo correría con la cuenta- para evitar abusos y enfrentamientos en el transporte público. No podía dar crédito: que hayamos llegado hasta aquí. En la plaza del Museo Británico, en Russel Sq. comenzaba la mani de los antirracistas: 5000 personas. Recordé el millón que estuvimos en el no a la guerra en 2003. 


Odio las banderas. Hubo una época, cuando el PP inflamaba el souflé catalán, que estaba todo lleno de banderas colgando de los balcones. En Vetusta aún queda alguna tirando a deshilachada, pero la mayor parte se ha ido. Aquí, sin embargo, parece que están llenando Inglaterra de la bandera de St. George, la asociada a la extrema derecha. Es insoportable.


Este finde también empezaba Open House, el festival de puertas abiertas que todos los años suelo reportar aquí. Yo tenía planeado ir al Isokon Building en Hampstead, pero he decidido que tal vez no era buena idea meterme hoy por el centro de la ciudad. Así que ha venido a comer nuestro amigo David, con el que siempre solemos hacer Open House, y hemos hablado de la vida y del mundo. David es originariamente judío -aunque ateo- y le amenazaron de echarle del partido laborista por antisemita. Con él he estado en el pasado en una concentración apoyando a Palestina. 



El otro día, en la concentración por Palestina arrestaron a más de 900 personas, muchas de ellas jubiladas. Si llevas un cartel que ponga que apoyas a Palestine Action, eres terrorista. Porque Palestine Action lo es, según este gobierno, por usar métodos clásicos de desobediencia civil como hacer unos grafitis, ocupación de espacios y destrozos de mobiliario urbano. Vamos, que aplaudamos el coraje de las sufragistas que hicieron lo mismo, pero ahora ya tal. 

Cuando veo a esa masa de racistas ultraderechistas, extremadamente cabreados, me desespero. ¿Dónde estaban antes? Cada vez son más, en más sitios. Y cada vez habrá más porque las tasas de natalidad están cayendo mucho más rápido en la izquierda progresista que en los conservadores -estos últimos siguen teniendo el mismo número de hijos que hace décadas. Este es el gráfico del Financial Times de John Burn Murdoch. 


La gente de izquierdas también se define como menos felices que la de derechas. A mí me da para algunas conclusiones: cada divagante que saque las suyas. 

El que no recuerda su pasado está condenado a repetirlo: como el SXX fue tan bien, volvamos a los años 30. Que es un poco lo que hicimos ayer, pero de otra manera: nos colamos en Du Cane Court, un edificio art deco maravilloso construido en 1937 en Balham. En su momento era el edificio con más apartamentos de Europa (676), vivían en él artistas del music hall, tenía sala de baile, bar de cócteles, billares, restaurante y otras zonas de socialización. También había radio en todos los apartamentos, y dicen que el director del edificio retransmitía durante el Blitz si "un apartamento en el piso 2 del bloque H" tenía las luces encendidas: ¡apáguenlas!  



Curiosamente, durante la Segunda Guerra Mundial no fue bombardeado, pese a que a 300 metros una bomba rompió un tubo que inundó la estación de metro de Balham en la que murieron ahogadas 66 personas, como recordará quien haya leído "Atonement" ("Expiación") de Ian McEwan (o visto la peli de Joe Wright). Hay varias leyendas sobre las razones: la primera, que Hitler lo quería como su base de operaciones tras la victoria; otra, que estaba llena de espías, pues durante un ataque se vio a un hombre flasheando una linterna, presumiblemente indicando algo a los pilotos de la Luftwaffe, así que podría haber sido un orientador para los alemanes. La tercera es que desde el cielo parece una esvástica, pero la verdad es que no. 

Allí me colé y en tu edificio art deco me planté

No es Open House en Du Cane Court, pero igualmente nos colamos, preguntamos a un recepcionista muy aburrido si podemos hacer fotos, nos subimos en los ascensores y llegamos hasta la planta séptima, desde donde se ve Crystal Palace y que está llena de pasillos interminables con moqueta roja, tal vez herencia de los artistas del West End que un día vivieron aquí. Cuando salimos, vemos alguna gente en bicis del alquiler eléctricas con la bandera de St. George: deben venir del centro. 



Tras horas de reunión con la cúpula editorial de D&D, he decidido no poner fotos de esta gente, ni de la manifestación, así que tal vez el lector se pregunte qué relación con este horror tienen las fotos que he incluido: son de la tienda de telas de las que ya no quedan a la que fuimos al salir de Du Cane Court. He pasado por ahí tantas veces y nunca se me había ocurrido entrar: a veces, la belleza pequeña está ahí delante y pasamos de largo. Se las dedico a mi amiga y divaganta Marisa, con la que aspirábamos a montarnos una mercería de barrio: quién nos iba a decir que teníamos una tirando a industrial cerca de casa. 

Cogiendo ideas para la mercería

Este sigue siendo el diario de una mujer horrorizada, que por un rato se ha refugiado en un edificio de casi un siglo, en una librería de segunda mano de Oxfam [de donde salí con cinco libros, pero esa es otra historia] y, por supuesto, en una mercería. 

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