an

20 diciembre 2021

"Gente Normal" ("Normal People") de Sally Rooney. Cuidado: Propaganda marxista!

Nos gusta la tirolina en Vetusta
No tenía ninguna intención de leer a Sally Rooney, pero un día, mirando el periódico -tampoco tú habrás escapado a la promoción de su tercera novela-, caí de rebote en un titular del Daily Hell (de rebote, eh? - cada uno leemos lo que nos confirma en nuestra ideología, no se me echen al cuello por flirtear con ese panfleto tory) que me fascinó:
"La ultra-izquierdista Sally Rooney salpicó sus novelas con ideas comunistas". Yo ya sabía que la historia de amor de "Normal People" ocurre entre dos personajes de distinta clase social, pero lo de la propaganda comunista, que ella se defina abiertamente como marxista y las buenas críticas por su nivel literario es lo que me ha traído hasta aquí: a la página en blanco de blogger. Ahí voy.

Nota: Tal vez esto ya haya dejado de ser un blog, que tienen su propia etiqueta (como la de extensión razonable, no superior a las tres mil palabras- a menos que seas Dominique Cummings con sus diez mil) y haya pasado a convertirse en tesinasbaratas.com. Entono un mea culpa pero en mi defensa diré que he puesto títulos a modo de boyas para náufragos, y que cuando se llega a la playa, se está muy bien. Ahora sí, ahí vamos.


Sally Rooney: "No vine aquí para hacer amigos"

Rooney: Se la suda caerte bien
Roon
ey es una irlandesa de 30 años que ha publicado tres novelas y que no hace ningún esfuerzo por "caer bien". Desde la foto de la contratapa te mira medio seria, medio arrogante, medio llevando el peso del universo sobre los hombros (así de aburridos son los marxistas): no es la imagen de la chispa de la vida. En las entrevistas es lo mismo: se queja del "infierno de la fama" con gestos de claro hastío (veo al pobre fotógrafo diciéndole eso de “sé tú misma”, y ella con ese “pout”, haciendo pucheros). Pero cuando una lee la letra pequeña puede entender que la invasión de la prensa en su vida privada (¿cuánto hay de tus protas en ti?) y la de los odiadores-profesionales (rojaaa, feminaziiii) la han dejado exhausta.

¿Y cómo ha llegado hasta aquí? Hija de técnico de telefónica y de maestra, ambos socialistas. En su casa se hablaba de política en las cenas. Estudió literatura en  el Trinity College en Dublín. Fue "campeona de debate", de lo que se aburrió cuando llegó a ser la mejor.

Se nota que es lista, de esa manera effortless (sin esforzarse). Habrá gente que lea "Normal people" y, de tan sin esforzarse, creerá que es solo una historia de amor. Mi contratapa dice que es "una historia de fascinación mutua, amistad y amor" - yo diría que es más que eso.

¿Trama, quién quiere trama?
Stephen King -véase el divague de ayer- ya está tomándose las sales porque en “Normal People” no hay demasiada historia, no pasa mucho. Connell y Marianne están estudiando en el mismo instituto público de una vetusta cualquiera en el noroeste de Irlanda. Marianne es hija de una familia de clase media (atención, eufemismo: en la cultura anglosajona, "clase media" es "clase media-alta") y Connell de clase trabajadora. La madre de Marianne es abogada y Connell es hijo de madre soltera. Ambos padres están ausentes: al de Connell nunca se le conoció y el de Marianne falleció. Para ganarse la vida, entre otras cosas, la madre de Connell limpia la enorme casa de la madre de Marianne. Connell come patatas fritas de bolsa de sabor “sal y vinagre” y ella paquetes de fruta deshidratada orgánica.

¿Por qué estarías dispuesto a perder tu "capital social"?
En el instituto, Connell tiene enorme capital social: muchos amigos, es bueno al fútbol, guapo, liga sin parar, todo el mundo le conoce. Marianne, sin embargo, está en números rojos: no tiene amigos, no es físicamente atractiva, es "la rara", una paria. Ser amigo de Marianne en público supondría pérdida automática de estatus y tal vez la exclusión del grupo.

Connell habla con Marianne cuando va a buscar a su madre, que está con guantes amarillos frotando alguna superficie – con suerte no el baño. Así comienzan una amistad escondida, que ella acepta sin ni siquiera plantearse que podría ser de otra manera porque, como veremos durante la novela, la autoestima no es su punto fuerte. Connell se da cuenta de que ella es profundamente libre, no como él, que vive a expensas del que dirán, pero eso no cambia las cosas de cara a la galería.

La orquídea que me cargué, "enderezándola"

Esta amistad pronto comienza a salpicarse con encuentros sexuales, que son los únicos para la solitaria Marianne pero que se convierten en los Únicos para Connell, no en el sentido exclusividad: Únicos con mayúscula. Me encanta cuando Rooney describe una de sus conversaciones después del sexo, en las que él se atreve a formular en palabras cosas que nunca había hecho antes, hablan sobre sus vidas, las cosas que les importan, las novelas que él lee, la investigación que ella hace, lo que pasa en el mundo, y todo eso con la conciencia de que dentro de un rato volverán a hacerlo y que eso hace la conversación mucho mejor, y el sexo también mucho mejor. “La mayoría de la gente pasan por la vida sin nunca sentirse así de cercanos con nadie”.   Eso es algo que los rollos de una noche, novedosos y emocionantes, nunca podrán dar. 

Nota: Gran polémica con el contenido sexual en la serie de la BBC sobre la novela. No la he visto, pero desde luego en la novela la frecuencia sexual es normal, solo ahí para que quede claro que hay entre ellos una conexión especial que es comunicación y es magia y un componente clave de su tira-y-afloja durante los años. Porque, aunque luego tengan otras relaciones -algunas incluso funcionales, en el caso de él- ninguna llega a ese nivel. Como diría Lope, "quien lo probó, lo sabe". Y hay gente que no lo prueba nunca.

El momento en el que decides la persona que vas a ser
Al terminar secundaria, no hay duda sobre lo que va a hacer Marianne - lo que hacen todas las Mariannes del mundo: ir a Dublín a estudiar a la prestigiosa Trinity College. Pero ante Connell se abre algo mucho más incierto y terrorífico: decidir qué clase de persona va a ser.

Puede quedarse a estudiar en una universidad cercana o ir a Trinity, que es lo que quiere Marianne. Si se queda en la universidad de su vetusta, seguirá manteniendo su grupo de amigos, se sacará un título normal, tendrá una buena chica como novia y la gente pensará que le ha ido muy bien en la vida. En Trinity, acabará en cenas con gente que hablan de política internacional, tendrá sexo con chicas que terminan siendo bisexuales y nunca volverá a Vetusta, donde la gente se olvidará de él y “el viejo Connell, el que la gente ahora conoce estaría muerto de alguna manera, o peor, enterrado vivo y gritando bajo tierra”. Muchas veces pienso que las decisiones que tomamos en la década de los 20 son para la mayor parte de la gente las más decisivas de tu vida porque, como en el caso de Connell, van a perfilar la clase de persona que vas a ser.

Y tú que creías que ibas a ser cool para siempre
Por fin, ambos desembarcan en Dublín, donde Connell estudia literatura, que “ni siquiera es una carrera con la que puedas luego encontrar un trabajo” (los hijos de la clase trabajadora estudian carreras prácticas, como derecho o medicina, no arte o filología), pero a él la literatura “le mueve”, siente lo que su profe llama “el placer de ser tocado por el Gran Arte”. Connell se plantea cosas que me interesan como que “la misma imaginación que usa como lector es necesaria para entender a la gente real y también para llegar a la intimidad con ellos”. Sé que Connell ha sido un cobarde para con Marianne en el insti, pero es el personaje con el que yo  me identifico. Y creo que Rooney también.

Enseguida se da cuenta de la tremenda grieta entre él, que estudia, que lee, que prepara sus clases, y los estudiantes de la clase media-alta (llamémoslos “white-collar”) que aparecen en clase sin haber preparado nada, pero con su auto-confianza secular no se preocupan por esto, o porparecer creídos o ignorantes. Las conversaciones son abstractas, carentes de detalle… “van a la universidad cada día a tener debates acalorados sobre libros que no han leído”. Esa gente que, dentro de su mediocridad, nunca tendrán ningún problema para encontrar trabajo porque luego “se ayudan entre ellos”, así son los ricos: hoy por ti, mañana por mí. Connell sufre un ataque de la típica desconfianza en uno mismo de los blue-collar (gente de clase trabajadora) entre los sobre-confiados white-collar. A veces se siente tan mal que piensa que su personalidad “es algo externo a él, manejado por las opiniones de otros”.

Connell va a presentaciones de libros, y otros eventos, y este párrafo expresa de una manera muy bonita aquello de la cultura como una representación más de clase social (¿ya hablamos del “Distinción” de Bourdieu no?):

“He knows that a lot of the literary people in college see books primarily as a way of appearing cultured. When someone mentioned the austerity protests that night in the Stag’s Head, Sadie threw her hands up and said: Not politics, please! Connell’s initial assessment of the reading was not disproven. It was culture as class performance, literature fetishized for its ability to take educated people on false emotional journeys, so that they might afterwards feel superior to the uneducated people whose emotional journeys they liked to read about. Even if the writer himself was a good person, and even if his book really was insightful, all books were ultimately marketed as status symbols, and all writers participated to some degree in this marketing. Presumably this was how the industry made money.”

Connell carece del “capital cultural” de Marianne y en Trinity, el tablero cambia. Marianne, de origen social parecido al resto en Trinity, encaja perfectamente cuando sus opiniones cuentan e importan en los foros de la intelligentsia.

Eres muy antigua, Di, esto no pasa en la vida real
Este desclasamiento de Connell me parece uno de los temas más interesantes de la novela. Habrá gente a la que esto pase desapercibido, y luego los que aseguren que esto ya no pasa hoy en día y que los que aún creemos en la existencia de las clases sociales estamos pasados de moda – este es el discurso de gente de la clase media-alta de toda la vida, o bien los que han saltado de clase y han olvidado sus orígenes.

Tengo un par de historias que, como esto es un blog personal y no The Londinium Review of Books voy a contar (pero existe el scroll, para eso he puesto títulos), es mi pequeña sección de agit-prop (en la que una vez más, echaré de menos a NáN). La historia primera ocurre en el Reino Unido y viene de primera mano de un compa de trabajo blanco inglés que no es que venga de la clase obrera manual (los “blue-collar” antes citados)), pero sí de una familia de padres sin educación universitaria ni dinero-de-toda-la-vida. El terminó en Cambridge (vía una “Grammar School”, coles públicos de secundaria selectivos según resultados académicos, -no el bolsillo de tus papis, que es el sistema actual-, que existían en UK en los 80.) y me ha contado experiencias de inseguridad y “no pertenecer” muy similares a las que he descrito de Connell.

La segunda ocurre en la infame univetusta: en mi facultad había un grupo, los “hijos de-” de la profesión que nos ocupa, que eran amigos de antes entre ellos, les conocían de antes los profesores y luego, se casaron entre ellos. Y aquí es cuando se pone todo shakespeariano con la tierna historia de amor de un chico de barrio enamorado de la hija de una saga de generaciones al que los amigos le decían “olvídate, no estás en su liga”. Y atención: la liga no era que ella estaba demasiado buena, como solemos pensar cuando se habla de “estas ligas”, sino la otra liga, la del estatus.  Oh, hace 30 años de eso, Di, qué rollo eres… pero puedo seguir con historias del rabioso presente en los coles de UK, donde las cosas son mucho más sutiles en las formas, pero si rascas, no hay nada nuevo bajo el sol.

La fina línea entre ser snob y tener limitadas habilidades sociales
Así que en este punto de la novela (y del divague… ¿terminaré en algún momento?) tenemos a Marianne y Connell en Trinity, cada uno con sus nuevas percepciones de sí mismos, haciendo las cosas que se hacen en la universidad, incluyendo distintas relaciones. Porque ellos nunca han sido oficialmente pareja y no es que esta relación “no pueda ser” por la diferencia social entre ellos - ella no tiene buena relación con su familia, así que no es esa situación de “no estarás saliendo con el hijo de la limpiadora” – sino por razones más complejas que a mí, personalmente, me han parecido menos interesantes que el que se explorase la grieta social, que la hubieran hecho aún más marxista (Daily Hell: podría haber sido peor).

Para explicarlas, habrá que entender quién es Marianne, y aquí va la visión de ella de otro personaje, Helen, la novia de Connell, una buena chica estudiante de medicina con quien Connell tiene una relación saludable y funcional. Helen intenta ser agradable, por ejemplo, elogiando su pelo, pero Marianne tras un gracias apresurado vuelve a su “tema profundo” (pongamos la situación palestina) de turno, resultando casi un poco autista. Helen la define como “self-absorbed” (totalmente centrada en sí misma) y “attention-seeking” (que busca atención).

- “Pero no es una snob, le interesan de verdad esas cosas, en el cole ya era así”, le dice Connell.

- “Parece la típica estudiante de arte, seguro q te parece super-chic” (…). “Está todo el rato flirteando con diez tíos a la vez, buscando su aprobación” – es la conclusión de Helen. Y Connell se da cuenta que Helen es la que le conviene, con ella se siente seguro, es leal, es buena, saca lo mejor de él, con ella no se siente nunca avergonzado ni dice cosas raras durante el sexo. Pero, ay, si fuera tan fácil como querer lo que nos conviene…

Marianne, en lugar de entablar relaciones con buenos chicos que le convienen, se lía con auténticos gilipollas, pijos de libro de texto que presumen de loquesea sin darse cuenta de que todos saben que es una fanfarronada. Uno de ellos es “the most effortlessly confident person that Connell has met. Nada es un reto para él. No parece que tenga capacidad para ningún conflicto interior”. Este tipo es el primero de un patrón de novios de lo menos edificante, que son la contraposición de Connell.

Barata formulación psicoanalítica de Marianne

Y esta es la parte de la novela que me sobra.

Marianne viene de una familia en la que fue víctima de abuso físico por parte de su padre y de su hermano. Esto es formulado como la causa de su falta de autoestima y como la razón por la que ella no puede permitirse una relación con alguien que la trataría bien como Connell.

Según Rooney, Marianne, en esa cuesta abajo y sin frenos del auto-odio y auto-desprecio termina no solo en relaciones con gilipollas, sino que los tíos le pegan, humillan y sexualmente viene siendo clásico sado-masoquismo. Personalmente, me parece simplista la relación causa-efecto “mi padre me pegaba, busco ahora a novios que me pegan”. Porque soy horrible, no me quiero nada, lo merezco, es lo que he conocido… o cualquier otra razón de chamán psicoanalista. Sí me interesa, desde el punto de vista de la psicología, por qué la gente elige (¿o termina en?) relaciones sado-masoquistas. Querría saber qué compleja combinación de biología y ambiente te llevan a querer obedecer a alguien que te manda comer comida de perro de un bol (uno de los relatos más perturbadores que le leído nunca está en “Ventajas de viajar en tren” de Antonio Orejudo, sobre una mujer que se acaba convirtiendo en “el perro de su dueño”) o similar. Lo del dolor se podría explicar porque terminaciones sensoriales de placer y dolor sean las mismas pero la formulación “todos los que se expresan con masoquismo fueron traumatizados en la infancia" no es la explicación siempre y en todos los casos. Pero la investigación es parca en respuestas.

Mi debilidad: cuando hablan de escribir
Llega el verano y cada uno hace de nuevo lo esperado: Helen se va de prácticas a un hospital en los EE.UU., Connell hace inter-rail con dos amigos y Marianne está en la casa de su familia en Trieste con una amiga y su novio abusivo de turno.

Esta parte sobre su correspondencia me encanta. Connell escribe a su novia terminando con “te quieros” sin complicaciones ni conflicto, y a Marianne, emails cada vez más largos, que lee y relee antes de enviar. Le escribe sobre las ciudades por las que pasa, sobre su experiencia de escribir - atrapar sus experiencias en palabras, sobre que estaba escribiendo relatos. Y Marianne: los quiere leer, porque “si son tan buenos como tus emails, serán estupendos”. Y Connell: “No son tan buenos como mis emails”. El contenido de sus emails es diferente: ella quiere saber sus opiniones sobre las cosas, tiene curiosidad por su vida y su visión de algo cuando ella tiene un conflicto. El, sin embargo, escribe sobre que está de su lado, que sufre con ella si ella sufre, que la entiende y empatiza.

Queríamos (aún más) marxismo, Daily Hell
Cuando terminan la carrera, a ambos les dan una beca de postgrado, que para Connell significa tener ingresos fuera de trabajar en vacaciones, poder seguir viviendo en Dublín y para Marianne es simplemente una cuestión de prestigio, porque no tiene ni idea del valor del dinero, ni de lo que cuestan las cosas, un chute para su autoestima que le confirma lo que siempre sabía de todas formas, lo que estos pijos saben de todas formas: que son especiales.

Porque Marianne nunca había “visitado el país del trabajo remunerado, en el que se cambiaban bloques de su extremadamente limitado tiempo en la tierra por esa invención llamada dinero. (..). El tiempo es pura física, el dinero es un constructo social”. Y una de sus amigas, que tiene que trabajar le dice que “ella también está viva mientras trabaja, viviendo experiencias. Tú no estás trabajando, pero el tiempo también pasa para ti. No lo tendrás de vuelta”. Marianne no compra la moralidad del trabajo.  

Y no es hasta la página 173 (de 266) cuando Marianne y Connell hablan de que la madre de Connell limpiaba su casa, y Connell le pregunta si no le considera “su amigo de clase trabajadora”, como quien tiene un amigo gay, y uno negro. Otra excentricidad. “Supongo que venimos de unos pasados muy diferentes, en el aspecto de clase”, le dice él, y Marianne contesta: “No pienso mucho en ello”. Claro.

Me gusta su sutileza y me descubro ante el Daily Hell, que ha llegado hasta esta página y realizado la importante labor social de alertar a la población de los peligros de esta propaganda comunista y bolivariana.

Donde -tranquis -no se cuenta el final
Ya he dicho que esta es una novela donde no pasan muchas cosas, y como siempre, lo que hará que te mueva es que “te pasen cosas a ti leyéndola”. Qué me ha pasado a mí? Iba pensando, subrayando, anotando temas que a mí personalmente me llegaban. Sufría con ellos [“Connell felt a pleasurable sorrow come over him, which brought him close to tears. Moments of emotional pain arrived like this, meaningless or at least indecipherable”], envidiaba formalmente algunas frases [“sentir un alivio tan grande que era casi como pánico”, “una voz lo suficientemente falsa como para sonar sincera”], me venía arriba con ellos [“No soy una persona religiosa, pero a veces creo que Dios te hizo para mí”] y a medida que avanzaba sentía un deja-vú sobre, para mí, El Tema de La la land.

Y lo que pasa al final, en el último párrafo, me llegó tan de sorpresa, tan sin esperarlo (esperaba un final de esos modernos abiertos, vagos) que cerré el libro y por primera vez me puse a llorar, con lágrimas y ruido, como si estuviera sola en casa-que lo estaba. Es un final tan triste, tan bonito, tan perfecto, y tan imposible de explicar para quien no lo lleve dentro, que solo lo puedo resumir con una frase que no es mía, sino de Gloria Fuertes que dice:

"Amar es llevar a quien amas a donde quiere ir"


8 comentarios:

  1. Me encantan estos posts con sólo un par de ideas clave, sencillos, concisos, breves. ¿Estás de vacaciones y ociosa?, confiesa.

    Literatura, marxismo, ascenso social, amores de aulas, pijería y proletariado, ....what else?, que diría el guapo del nescafé del XXI. Sí, es verdad que pelín "clásica" eres: sin acrituT

    Y también de esnobismo hablas, y no estoy de acuerdo con lo que dices, eh!, sin complicaciones ni conflictos, simplemente desacuerdo.

    Eres un poco miserias, por cierto, ya puestos podrías haber destripado hasta el final la novela que, lo siento, no voy a leer. Está muy mal eso de dejar al sufrido lector a medias, que lo sepas.

    no olvides llevarte una rebequita que en el extranjero refresca por las noches

    anónimo glez

    ResponderEliminar
  2. Cómo está, Glez? Me alegra verle por aquí, captando la vibración vacacional...

    Estoy en un grupo de wa familiar en el q dos personas se quejaron de la longitud (el Peda dijo "yo me estoy leyendo el libro, q es más corto"), encima q os pongo títulos. Ya no sé qué más hacer por vosotros: me decís si eso.

    Y no voy a contar el final pq creo q la tendrías q leer. Esta y Bourdieu. Pero así sois, solo leéis los periódicos q os reafirman en vuestras ideas... suspiro.

    En el extranjero hace niebla: para eso he logrado -nunca mejor dicho- escapar de Londinium? que me devuelvan mi dinero.

    di

    ResponderEliminar
  3. Bueno, está claro que le has sacado mucho partido al libro de Sally Rooney (muchísimo, incluso... tiendo a estar de acuerdo con el Peda, quizás acabaríamos antes leyendo la novela que tu divague :)). Más que yo, desde luego, que lo dejé a medias porque no lograba interesarme. Pero eso es lo bueno de la literatura, cada cual hace una lectura distinta de la misma novela.

    ResponderEliminar
  4. ELENA, yo creo (con esta narrativa mía de "no leo apenas contemporánea", q igual tengo q revisar si miro mis lecturas de este anio) q es de la poca "literatura millennial" q he leído.

    Rooney habla de un círculo sociodemográfico muy concreto q, si solo apela a ese mismo grupo, entonces en mi opinión algo falla, pq los Grandes Temas son universales, da igual q te los cuente una victoriana anémica q un senior del Río de la Plata. Tal vez a mí me haya interesado más por su lado político y el hecho de q vivo inmersa en la cultura anglosajona ya un ratito y sé lo q me trata de decir la autora con cosas como "salt & vinegar crisps". No sé.

    Pero gracias por leer y, siguiendo lo q me dice algún desaprensivo por aquí: "si me leo tu divague, me cuenta como libro leído?", te lo puedes aniadir a tu lista de terminados! LOL

    Hugs

    di

    ResponderEliminar
  5. Bien, bien, bien. Tenía curiosidad por ver que había escrito la Rooney que te habia gustado tanto y veo que es la misma tontería que en la novela que leí yo. Siempre escribe la misma novela lo que no es malo en sí mismo porque lo mismo hace Roth, o Ford o cualquier otro, lo malo para mí es que la novela que escribe está llena de personajes completamente idiotas llenos de ínfulas de misterio, significado y trascendencia y no me creo nada. No es ya que no me los crea es que me caen tan mal que me cabreo según voy leyendo.

    Yo conozco también historias de parejas de diferente clase social. Una de mi adolescencia, una amiga mia (clase media española) se hizo novia del carnicero de Los Molinos, un chaval maravilloso, encantador, educado, estupendo. Sus padres, los de mi amiga, pusieron el grito en el cielo y ella acabó, con el tiempo, casándose con un auténtico gilipollas de su misma clase social. El carnicero sigue siendo encantador y maravilloso, bien por él por librase de ella aunque en su momento no lo percibiera así.

    En fin, que no me has convencido para leer a la Rooney aunque se que me daría para un fabuloso despelleje.

    ResponderEliminar
  6. Estaba pensando q como me pille Random House, igual me hacen una oferta para q no vuelva a escribir de sus novelas pq, atención: tres de tres q no van a leer el libro! jajaja. No diría tampoco q me ha gustado "tanto",la parte del masoquismo me parece innecesaria y desviadora, pero tiene una sensibilidad y percepción para mí notables, q son difíciles de describir.

    Ah me gusta tu historia MO, la del carnicero de LM. Mi teoría es q cuando estas cosas pasan, suele haber un desequilibrio en otros dominios. Así como aquí hablábamos del "capital social" de Connell en el instituto y ella, cero, estas relaciones ocurren pq el de clase alta es "superior" potencialmente en recursos/tradición/consideración etc, pero el de clase baja suele ser guapo o guapa de morir, superlist@, encantador/simpátic@. La balanza así se equilibra, y parece el caso de tu ejemplo. Me alegro por el carnicero: qué rollo vivir con esos estirados.

    Besos!

    di

    ResponderEliminar
  7. Muy de acuerdo con Moli, me pasó lo mismo, los personajes me cayeron mal desde el principio. Definitivamente, la Rooney no es para mí.

    ResponderEliminar
  8. ELENA, sabes q siguiendo tu consejo editorial soy la nueva Bookstagramer influencer por antonomasia de la red no? Bien, pues allá ya hay una persona q ha comentado lo mismo q vosotras... jajajaj. No caerá ningún fan por aquí? yo solo conozco a dos personas q lo han leido: 1. compa de curro (el q pongo como ej de cambridge) al q le encantó.y 2. Una amiga madrilenia q vive allí como yo "q no se acuerda", y el Peda q se lo está leyendo (esperando su veredicto)...

    ResponderEliminar

Comenten bajo su propio riesgo, sin moderación. Puede ser divertido.