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23 julio 2019

"El club de los mentirosos" de Mary Karr: Para qué novelar, si tienes esa familia?

Mary Karr, catedrática de literatura y poeta, está hasta los piii de que le pregunten por David Foster Wallace, con el que tuvo una relación truculenta. Es triste a veces enterarte de estas cosas de un autor al que admiras; en general es un asco conocer la vida personal de muchos artistas que han sido importantes para ti- esto daría para otro divague, pero no, que estamos en medio de lo que NáN llamó cuando le conocí "qué hastío de estío". 

Y es normal que esté hasta los susodichos, porque ella no solo es catedrática, sino que escribe maravillosamente, y como el resto, estará ya harta de cositas tipo ciertas fotos en cumbres de dirigentes del mundo mundial (to'tíos) y otra de sus parejas (un tío), o de ver como yo el sábado una despedida de soltera (aún se hace esa parafernalia? ah, que aún de casa la gente?) donde la pava llevaba un velo con el "Futura Sra. Stone". Hará bien Karr pasando de contestar preguntas sobre el genial-pero parece que malagente-Wallace.

Y sí, los escritos de Wallace son impresionantes, y además se suicidó, con lo que pasó al olimpo de un saltito corto, no necesitó triple mortal ni nada-cosa que las mujeres siempre necesitamos, algunas con tacones. Pero tras leer sus memorias de infancia, una llega a la conclusión de que la que tendría motivos para haberse matado, y varias veces, es Karr.

Porque en "The liar's club" (El club de los mentirosos) nos cuenta su infancia con una familia nada convencional, es más, disfuncional, a la que hoy se llamaría directamente abusiva. Una infancia recorrida por la falta de supervisión esa que nos encanta leer en Huckleberry Finn, o que incluso nos recuerda vagamente a nuestros veranos ochenteros en los pueblos de Ejpania, veranos de bici, y pan con chocolate, y río, y noches con linternas jugando a polis y cacos. Pero cuando ambos padres bebían en exceso, el padre se metía en broncas y peleas pasadas por whisky, y las hijas tenían que valerse por sí mismas (cuando no cuidar de los padres), la cosa dejaba de ser un verano de los que contar a las amigas en Septiembre.

Sin embargo, no hay un sentimiento demasiado negativo hacia sus padres, pese a la vida que llevaron con ellos. Aún recuerdo lo que escocía la descripción de Frank McCourt de su familia en "Angela's ashes", esos padres irlandeses que pese al hambre de los hijos, siempre tenían para tabaco, pero Karr logra transmitir empatía y comprensión por esa familia. La madre, una artista muy leía y culta sin reglas ni leyes, prácticamente una forajida de las buenas costumbres, que se refugiaba en el alcohol por una secreto del pasado y por problemas "con los nervios". El padre, aparte de la bebida -nunca falta un día al trabajo pese a los tremendos pedales-y las peleas de bar, parece un tipo como sacado de esas fotos de Dorothea Lange, colgado en una de esas torres de refinería que atraviesan el desierto de Texas, donde transcurre gran parte de la infancia, hasta que la madre se va con las ninias a Colorado.

Ah, sí, porque está también su hermana Lecia, que parece el único personaje negativo de la familia (también la abuela, con su terrorífica pierna ortopédica, que cuando llega pregunta cuándo es la última vez que se lavaron las cortinas-nunca), porque es muy diferente de Mary, el prototipo de hermana mayor, responsable, con recursos, que sabe siempre qué hacer, incluyendo hablar con la poli para sacar a los adultos de líos. Lecia se convertirá en una republicana que hace una fortuna en seguros. No sorprende nada.

La ninia Mary envidia un serial de la tele titulado "Leave it to Beaver" que parece ser la familia perfecta, con la madre que hornea con collar de perlas, y el padre que siempre llega a cenar a casa. Ella que con cinco anios, se abre una lata de tamales fría para desayunar. Que cena con su familia como en picnic en la cama de los padres todos los días. Pero por otra parte, desprecia-como todo el que lea la novela-a los vecinos pacatos que miran las excentricidades de su familia detrás del visillo-como cuando su madre, en uno de sus ataques de "nervios" hace una pira enfrente de la casa y quema toda la ropa y los juguetes de la ninias. También hay escenas con cuchillos, e incluso disparos, pero en la contratapa (que todos sabemos, escribe siempre la autora) se describe como "familia que se ama fieramente". Al final de las memorias, Karr aprecia que en la diferencia está lo especial de su familia. 



Karr escribe con sentido del humor, usa descripciones que una desea que se le hubieran ocurrido antes (como describir una escena desde el reflejo de unas gafas de sol) y te pone contra la cuerdas emocionalmente en muchos momentos de estas memorias. Porque Texas es un territorio comanche, salvaje, donde un tornado se puede llevar por delante medio pueblo y Karr describe el dolor de los padres, desesperación que no tenía ningún lugar donde ir. Y Texas mezclado con esa infancia a la Towanda también produce monstruos como la escena absolutamente terrorífica de abuso sexual a la que es sometida con solo ocho anios. Cuando terminé aquel capítulo, justo antes de dormir, ya supe que me iba a provocar pesadillas, suenios envenenados que hoy afortunadamente no recuerdo, pero que, como dijo Zadie Smith de esta novela "querrás olvidarla y no podrás". 

No podrás olvidarla porque hay ideas e imágenes que habrán para siempre quedado a fuego en tu retina. Porque habrás sentido en tu carne que una no puede confiar en el mundo cuando ha visto el horror, ni creer en ningún dios sobre el que cacarean frases hechas sus vecinos (aunque he leído por ahí que en su vida adulta, Karr se ha convertido al catolicismo. Si pudiera poner aquí el emoji de perplejidad, lo haría). Porque somos pequenios espíritus acarreando un cadáver, que decía Epicteto. Porque el champán es lo más parecido a beber estrellas que nunca harás. Porque la línea telefónica es en algún momento el cordón umbilical que nos sigue uniendo a casi todos los que vivimos lejos con nuestra madre. Porque un inválido es un agujero en el que te derramas en los cuidados, que, en contra de lo que ocurre con un bebé, no te da nada a cambio, sino que te succiona. Porque si te metes a promocionar un libro tuyo antiguo (esto lo aprendí en su epílogo de mi edición, la de 2004), te conviertes en un empleado de tu anterior-yo.

La portada de mi edición resume el espíritu de estas memorias: dos ninias salvajes, tal vez en el columpio de uno de esos porches americanos, esperando desafiantes el tornado, real o metafórico, eso da igual. Y en fuga hacia el infinito, los postes eléctricos, el cordón umbilical que unía su particular fin del mundo tejano con el resto,  del que Mary Karr logró salir y contarlo. 


8 comentarios:

  1. Te confieso que había visto por ahí menciones de este libro, pero nunca me había interesado por él por culpa del título. Eso de "El club de..." me sonaba a "vamos ponerle un título que recuerde a algún bestseller" y me echaba para atrás (vale, todos tenemos prejuicios). Leyendo tu reseña me doy cuenta de que me va a gustar seguro, entre otras cosas porque soy muy fan de las (buenas) memorias de infancia. Anotado queda.

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  2. Totalmente de acuerdo, ELENA. A mí tampoco me gusta nada el título. Además, en teoría se refiere al grupo de amigos de bar de su padre, en el q contaban historias increíbles y luego de eso hay muy poco. El libro logra "llevarte" muy bien a ese Texas tan pobre de los 60 (seguro q gran parte sigue así, cuanta pobreza se ve en los EEUU a día de hoy), yo lo veía todo, como he dicho, como de MIgrant MOther de D. Lange, aunque fuera 30 anios después...

    Espero q esa mano vaya mejor!! Besos

    di

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  3. Elena, te va a gustar seguro. Yo lo leí hace justo un año y me quedó, como a ti kar, la sensación de que ella no odia a sus padres ni a su familia, en cierta manera les entiende. A mí me gustó como memorias de infancia que no idealizan (sría imposible) pero tampoco condenan. De este mismo estilo, ya te lo he recomendado está "Fugitiva y reina" de Violaine HUisman. El título y la portada son horribles pero el libro es estupendo.

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  4. MO, les entiende y además está en cierto modo orgullosa de ser parte de esa familia sin ley, pero como dices sin idealizar. Gracias por la recomendación!

    ELENA< busco recomendaciones de literatura sudafricana q no sea Coetzee... gracias!

    Muxus

    di

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  5. Hola!
    Comparto la idea de que Mray Krar no odia a su familia, ni siquiera les juzga, les entiende y, yo creo, les quiere.
    También he leído su otra novela, "Iluminada", otra vez autobiográfica, tal vez la continuación de la primera; en la que explica su conversión al
    catolilcismo (tan impensable para mí), la fé como clave para salir de su adicción, la relación con su madre ya mayor, con su hermana ...
    Os lo recomiendo!
    Nati

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  6. Hola Nati,

    Bienve al divlog! Muchas gracias por tu comentario... Sí, había oído hablar del resto de la trilogía: "Cherry" (que habla de su adolescencia) y "Lit" (ya de su nmaternidad, conversión al catolicismo etc). Fíjate q cuando leí "Lit" pensé q venía de "Literatura", not del participio de "light", qué interesante... Igual, si habla de literatura, es tb un juego de palabras? Me has dado muchas ganas de leerlo, saber cómo evolucionó la relación con esa madre a la q desde la infancia se ve, en el fondo, como una diosa bellísima e intocable, y con su hermana, con la q es algo dura en el libro. Me has dado muchas ganas de leerlo! Mil Gracias!

    Abrazo

    di

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  7. Di, sobre lecturas sudafricanas no es que yo sepa mucho, pero algo he leído. Primero, los obvios consagrados: Nadine Gordimer y André Brink. Luego, un par de libros que me han impresionado: The Way of the Women de Marlene Van Niekerk (no está en castellano) y Absolución, de Patrick Flanery. Los dos muy intensos. En plan más ligero, las novelas policiacas de Deon Meyer. Y, claro, los libros sudafricanos de Doris Lessing (The Grass is Singing y algún otro que no recuerdo).

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  8. Madre mía ELENA! Has leído un montón!!! Voy a mirar algo de Gordimer, por ser la clásica, y Absolución )q me ha sonado a Atonement, pero he visto se titula ABsolution) tb me ha llamado. Lessing también, aunque The golden bowl se me hizo duro, claro q estaba embarazada y ya he dicho alguna vez q en aquella época no me lograba concentrar bien...

    besos y mil gracias!

    di

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