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24 julio 2019

Serial 8.

-No me lo puedo creer! Y entonces qué dijiste?

Esta era Yolanda, que no se había quitado su bufanda azul, y con la que había quedado en Serotonina, el amago de pub que, regentado por los más entusiásticos de esto de lo social, existía en Banderley. Estaba bien lejos de Banderley-C, en lo que debieron en su día ser unas caballerizas. Era una habitación rectangular, con una barra de lado a lado, y mesas, sillas, sofás... hasta un diván, cómo no,  claramente de enésima mano. El techo era a dos aguas, con vigas maravillosas, que casi se podían tocar si subías por la escalera de caracol a la mezzanine, que ocupaba la mitad del área, hacia el fondo. Hoy era mi primera noche en Serotonina, con Yolanda, que no tenía ningún interés en hablar de quién había dado a un bar nombre de neurotransmisor, cuando intenté comenzar por ahí la conversación.

-No me lo puedo creer! Y entonces qué dijiste?

Yo creo que solo le faltaba dar palmitas, tal era la ilusión. O el morbo: una nueva, en Kraepelin, la Sala de Cook, no todos los días tenemos esa carnaza en Banderley. Empezaba a atisbar porqué todo el mundo me había mirado con lo que ahora tengo claro es pena cuando se enteraban, en la fiesta, en los pasillos, en la tienda, de que me había tocado ser residente de Cook, el mítico matón que llevaba 30 anios en Kraepelin. Porque preguntarme algo teórico nada más entrar, delante de varios desconocidos era el principio de marcar su terreno: aquí mando yo. Y si quieres aprender, (entra flashback ochentero, "Pero la fama cuesta, y aquí es donde va a empezar a pagar, con sudor", dice la profe aquella de baile, solo para los de mi generación), vas a sudar, pequenia. Y nada será suficiente porque es imposible ganar con Cook: ah, que te sabes esta respuesta? Resulta que tienes todos los malditos datos en tu cabeza? Entonces citará a Einstein "no tengo en mi cabeza nada que se pueda consultar", dejándote como una idiota por haber empleado una de tus neuronas (y sus consabidos neurotransmisores) en retener esa información inútil. Sin y con coma: esa información, inútil.  

-Y él siguió preguntando?

Básicamente, Yolanda no me deja en paz hasta que no recito, punto por punto, la última evidencia sobre lo que hoy llamamos las esquizofrenias, que es lo que tuve que cantarle a Cook, con aquellos residentes de mayor grado que ya habían encontrado su lugar en Manderley, bajo el ala de Cook. Le cuento que cuando comienzo con que el neurotransmisor dopamina ha sido liberado en exceso individuos psicóticos, Cook interrumpe para comentar que la dopamina es el "viento del fuego psicótico". Su corifeo se revuelve feliz, murmulla adulando, para que él se esponje. Les ignoro y sigo con que la dopamina normalmente media en la preponderancia que damos a ideas y objetos, luego-barrido al corifeo de lado a lado, y aseguro que no veo ni una sola cara, o son todas iguales-si hay más transmisión de dopamina, eso lleva a que demos una preponderancia aberrante-me arriesgo con esta palabra, ni idea de cómo es recibida, sigo sin ver expresiones en las cabezas sin caras, y Cook está en contraluz, como un malo de Bond más-a estímulos internos y externos, y...

"Preponderancia aberrante?" Este es Cook, desde lo oscuro, seguro que acariciando su gato, con su traje de tweed. "Sí, preponderancia aberrante-y ya, qué hay que perder-las ideas delirantes parten de intentos de explicar esa preponderancia anormal". Una boca de los sin cara, del corifeo, carrapea. Se hace un silencio, decido ocuparlo, es ya una huida hacia adelante: "en otras palabras, la dopamina coge por el cuello a tu atención, hace a las cosas importantes. Si vas con demasiada dopamina por la vida, como los psicóticos, empiezas a sobre-interpretar lo que te rodea... un coche rojo ya no es más un coche rojo, sino que, de repente, los coches rojos están ahí fuera para pillarte. Las ideas delirantes están ahí para explicar esa importancia anormal que le damos a ciertas ideas". 

El corifeo está mudo. Fuera, ha empezado a llover con más fuerza. Lo único que oigo son las tripas del hospital, ruidos de radiadores de hierro que no han sido sangrados en bastante tiempo. Me pregunto si debo seguir hablando, enseguida me queda claro.

-No tiene ni idea, pero tiene coraje. Nos disculpa? Estábamos terminando una reunión a la que usted está invitada, si llega a tiempo. Hoy no es el caso. Gracias. 

Yolanda está al punto de un orgasmo psicosomático-si esta metáfora se me permite. Pero aún me falta lo mejor, y la miro fijamente, me voy haciendo con el drama de este lugar: Yolanda, créete esto: cuando he girado sobre mis talones y ya casi estoy en la puerta, Cook remata.  "Y por favor repase el código de vestimenta del hospital: nunca vuelva a venir con vaqueros". 

Yolanda se tira para atrás, a la vez que aplaude y me abraza, obligándome a brindar con el vaso ya vacío-luego pide otro-. La historia le ha parecido de lo mejor que ha pasado en Banderley en los últimos años.

-Bueno, a Cook de encanta ir de culto. Me extraña que no te haya salido con el origen etimológico de "idea delirante", es uno de sus favoritos. 

Idea delirante es la triste traducción en castellano de la preciosa palabra "delusion". Esta también me la sabía-lo que tiene ser un poco friki, cuando el concepto friki aún no existía. Delusion viene del latín "delusionem" (nominativo delusio, el participio pasado viene de deludere, del verbo delude, de-lude, de-ludere, ludere es jugar: qué bonito. O algo así, en el fondo me alegro de que Cook no haya sacado su latín-otra manera muy británica de dejar claro que has sido educado en la privada-, porque yo lo dejé en Segundo de BUP, y mi friquismo tampoco es delusional. Porque una idea delirante, una delusion, no es otra cosa que una creencia que, aunque falsa, ha sido aceptada como la verdad. Una ilusión es una impresión falsa que nuestros sentidos nos hacen pasar por buena. Una delusion es mucho más profunda que una ilusión, estamos hablando del contenido, no de la forma: no es que nuestra mente vea una sombra de la hiedra en la ventana y le parezca la cara de ladrón; es que sabes que la casa está llena de ladrones, aunque estés bajo el edredón. Cuando Yolanda se va a por más cerveza, ella Guinnes, muy cool, pero yo aún no puedo, pienso en la religión como delusion, pero tal vez deba esperar a un par más de rondas para tocar el tema con una irlandesa.

Porque el alcohol desengrasa, pero además puede invocar al "ate", aquel concepto de los griegos clásicos que me pregunto si debería introducir a la mañana siguiente a Cook y sus palafreneros. El ate es una pasión loca, pseudo-demónica que termina con la razón. Como es sobrenatural, exime de culpa a la persona que ha hecho la burrada de turno. Quién sabe si el ate es lo que hoy llamamos psicosis, que los clásicos eran muy listos: un estado del que no eres responsable, por exceso de dopamina en el striatum. Por ahí llega la Guinness y una Pale Ale local. 

2 comentarios:

  1. La protagonista ha transgredido varias convenciones o códigos que, por otra parte, no sabía que existieran. Ha hecho una amiga, al menos por ahora, y ha aparecido el temible Cook, la autoridad también. Bueno, aquí sí que van sucediendo cosas y nos las cuentan de manera entretenida y también "culta". No es una doctora de ciencias sino también de letras, o sea, lo deseable para cualquiera. Hay bastante contenido científico, creo, y está bien que lo haya. Y la ironía, que no falte.

    Serotonina: también es un libro de Houellebecq que comienza en la gasolinera de Santa María del Águila, en Almería, y conozco aquello. Creo que he leído también "El mapa y el territorio","Sumisión", y alguno más. Tiene un apartamento en Cabo de Gata, si no recuerdo mal.

    Un abrazo

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  2. NO he leído Serotonina, ANDANDOS, pero sí los otros dos libros de Houllebeq q citas. El mapa y el territorio me encantó, Sumisión no, un bajón. Es un tío muy raro, siempre con su parka esa asquerosa. NáN me dijo q lo vio hace años en una terraza de madrid en vernao, y seguía con la parka q exudaba grasa.. imagina!

    Grache mile y buen finde y mejor roscón (envidia)

    di

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