El más famoso es Monet, y su serie de las Casas del Parlamento, una maravilla. Pero hoy en la Tate Britain hemos descubierto a otros pintores del continente que terminaron aquí en su huída de la guerra franco-prusa a finales del SXIX. Los británicos dieron la bienvenida a los refugiados y, según dice la guía del museo "cualquiera, fuera cual fuera su nacionalidad, podía estar aquí lo que quisiera, indefinidamente, incluídos los exiliados políticos". En estos días de Brexit, esto no requiere comentario.
Todos estos pintores se autodefinieron como exiliados. James Tissot, Alfred Sisley, Alphonse Legros, André Derain, Claude Monet y Camille Pissarro.
De este último voy a colgar un cuadro ("Lordship Lane Station, Dulwich", 1871) que no es tal vez el más famoso suyo, pero que me ha tocado porque conozco Lordhip Lane, no muy lejos de mi trabajo, que hoy no tiene absolutamente nada que ver con este pueblecito idílico. Hoy es ciudad pura y dura, pero entonces era como cuando Virginia Woolf consideraba que Richmond era la muerte, que ella quería vivir en el centro y añoraba bajar por la Strand. Hoy ambos son barrios del sur de esta ciudad que es, en el fondo, una suma de pueblecitos.
Muchas de sus obras son en Norwood, un barrio al que vamos todos los sábados porque Mini hace allí un taller de escritura creativa. Durante el rato que ella hace su taller, al principio nos dedicamos a pasear, por ejemplo por su cementerio, donde está los verdaderos poetas muertos, o a hacer alguna foto del ambiente local (bodas caribeñas, explosión de color). Más recientemente nos tomamos un té en un Costa mientras leemos o divagamos, pero quizás la semaan que viene nos aventuremos a buscar alguna de las esquinas donde, a pesar de la nieve, la lluvia y el viento, se plantó Pissarro.
El impresionismo está en deuda con el Reino Unido en más de un sentido. Primero, porque todos son seguidores de los paisajistas ingleses, especialmente de Turner, de quien ya divagamos hace tiempo. Pero hay dos cosas que lo hicieron posible, y ambas aparecen en el cuadro de Pissarro que cuelgas hoy: el ferrocarril y la pintura en tubos. Todos sabemos que uno de los postulados imprescindibles de este movimiento es el estudio de la luz sobre los objetos, especialmente al aire libre ("au plein air" que suena más molón). Pero, ¿cómo nos las arreglamos para pintar al aire libre sin trenes y sin una forma práctica para llevar los colores con nosotros? Antes de que a John Goffe Rand se le ocurriera fabricar pequeños tubos de plomo para guardar pintura, los pintores tenían que moler los pigmentos a mano en un mortero (se tarda un montón, os lo aseguro), mezclarlos con aceite hasta conseguir la consistencia deseada y añadirles disolvente para hacerlos más o menos transparentes. Los estudios de los pintores estaban llenos de estanterías, de frascos con pigmentos, de garrafas de aceite y de esencia de trementina y de botes de baro cubiertos por una capita de aceite para que los colores no se secaran. ¿Os imaginais lo que debía ser mover toda esa cantidad de achiperres, aunque fuera al parque de al lado, para pintar un paisajito rápido? Tenemos algunas muestras de que esto se había hecho en el pasado, como los cuadritos de Velázquez en Villa Médici, pero dicen que los pintó para combatir el aburrimiento una temporada que estuvo malo encerrado en esa casa.
ResponderEliminarhttps://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/7/71/Vista_del_jard%C3%ADn_de_la_Villa_Medici_en_Roma%2C_por_Diego_Vel%C3%A1zquez.jpg/300px-Vista_del_jard%C3%ADn_de_la_Villa_Medici_en_Roma%2C_por_Diego_Vel%C3%A1zquez.jpg
Pintar al aire libre era un follón. Pero si, como Velázquez, estabas dispuesto a hacerlo, moverse con todas esas cosas más allá de un par de manzanas era prácticamente imposible. A menos que...¡Pudieras meter todas tus pinturas en una maletita y montarte en un tren! Así que ya veis: no sólo fué la hospitalidad británica durante la guerra lo que hizo posible la existencia de esos cuadros. Hay más cosas de la isla en esa pintura de la que los historiadores franceses están dispuestos a reconocer.
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EliminarLos impresionistas nos legaron algo que conviene recordar.
ResponderEliminarLa frescura de la primera impresión de la luz sobre nuestras retinas.
Esa sensación de captar la esencia de una realidad brillante, los golpes de los rojos y los magentas, el estallido de un azul o la sensación de aire fresco en un paisaje nevado.
Al impresionismo se le ama por la misma razón que se ama una canción a capela, una carta de cinco líneas o un beso en los labios.
Recupera la frescura de la vida.
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EliminarDarlings, yo os admito q estops divagues los hago en parte para q pique CESITA y podamos aprender así en plan vampirillos. Qué chulo lo q nos cuentas de pintar en exteriores y lo del tren!!! Nunca habría caído!!! En la peli de Turner creo q es donde vi lo q les costaba crear la pintura con lso morteros q cuentas... o en otra, mi memoria va tirando a pez...
ResponderEliminarSeguimos con la vampirización, LUX.. tambien gracias!! El cuadro de Turner q nps incluyes me recuerda mucho a aquel q colgué aquella vez q me encanta (el q la leyenda urbana dice q si se ató al mástil de un barco)... me encanta. Y el Constable... nunca hubiera dicho q lo era... para mí eran paisajitos tipo arcadia, este me gusta!
DRIVER, quieres decir q al impresionismo se le ama irracioanlmente, solo por la forma y no el contenido, como se ama al arte en general? Y menudo melón ha abierto LUX con lso besos en las manos... vamos, a mí un beso en la mano mirándome a los ojos me parece mucho más TODO q ningún otro... brrr
love
di
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ResponderEliminarDi ,Quería expresar que el impresionismo es una bocanada de aire fresco.
ResponderEliminarRacional ?, irracional ?, no sabría definirlo. El arte son sensaciones íntimas y dentro de nosotros la racionalidad se diluye.
Es el color, la forma y el contenido, los que emocionan.
Imposible clasificar y racionalizar una emoción.