13.08.19 (martes): Adís Abeba-Ciudad del Cabo (SA2)
No quiero saber en qué huso horario está Etiopía, en serio. Solo quiero pasar por el aeropuerto -"pajar", según Fashion- como quien atraviesa un túnel medio corriendo con los ojos cerrados, buscando salir a la luz. De la nebulosa que me queda, algo positivo: no nos hacen pasar de nuevo por seguridad y otras patrañas de los tránsitos. Simplemente caminamos por una terminal o quizás mercado callejero hacia otra puerta de embarque. Tal vez el encantador de serpientes y el vendedor de gallinas vivas son alucinaciones producto del cansancio. Es la guerra.
El segundo vuelo es más largo, hay que cruzar casi toda Africa subsahariana, palabras mayores: unas 8 horas. Y, un momento, acaso dije algo negativo de Ethiopian, esa amable compañía? Porque, querid@s divagantes, en este segundo vuelo me reconcilio si no con la humanidad, con el cuerno de Africa entero. Al despegar se despliega un oasis frente a mí: varias hileras de asientos vacías! Así que el Revenant y servidora se hacen fuertes en tres asientos centrales y, como si esto fuera Virgin Atlantic, sobrevolamos el continente. Y así, con estilo, (dos breves interrupciones para las bandejas, que nunca perdono) aterrizamos en Ciudad del Cabo a las dos de la tarde, hora local- que incidentalmente es la misma que en Ejpein.
Los rituales de aeropuerto, sacar moneda local, alquilar el coche ocurren sin mayor eventualidad. Tal vez lo único reseñable es que en el coche nos ofrecen la posibilidad de llevar un wifi portable. Esto ya nos lo dejaban en los Airbnb de Japón, y nunca lo he visto en otro sitio. Es realmente útil, sobre todo conduciendo o, bueno, para todo. Mi única duda es lo de siempre, lo del mundanal ruido, la dificultad para volver a una vida desconectada... aquella época en la que te ibas y realmente desaparecías. Ahora que Mini está en plena campaña ofensiva de quieromóvil, en el fondo pienso, tal vez cuñadamente, que fue mejor la manera que crecimos nosotros. Nuestros padres lo pasarían peor, aún recuerdo broncas por llegar tarde, pero tampoco había expectativas de estar contactando cada 15 minutos. Y sobre el "abramos el melón de los coches de alquiler" (gracias Mo), esta vez intentan que cambiemos lo que habíamos reservado (siempre gama pobre) por uno mejor (un "Corola", dicen... en serio, nos van a dar algo peor que un Corola?). Nunca compramos esas mandangas (ni las de por 50 peniques más tienes las palomitas tamaño contenedor) y menos mal, porque al llegar es un Polo muy digno, color no-nocivo (flashbacks del color kk del coche de papá con culo marroquí), que además es mucho más amplio de lo que yo recordaba mi Polo (tuve uno hace años).
De camino a la ciudad nos encontramos con una imagen muy típica de este viaje: grandes montañas de fondo, con nubes por debajo. Ya se sabe que Ciudad del Cabo es una de esas que están en un enclave natural espectacular: el mar está separado de parte de la ciudad por una montaña enorme llamada Lion's Head, y al fondo está la famosa Table Mountain. Pero a medida que nos acercamos, con lo que nos quedamos en con lo que allí se llaman "townships", que es lo que en Brasil se llaman favelas y en castellano chabolas. Uralitas, telas, por paredes, trozos de madera, pedruscos, en el techo. Y esto no es nada para lo que veremos después, esta parece una township "medio bien", porque tiene parabólicas. Siempre recuerdo en una isla en Tailandia que nos perdimos en la parte que no era "parque natural" y había cuatro chozas rodeadas de basura y gallos: a ninguna le faltaba su antena. Siendo snobs juveniles nos escandalizamos, madre mía, tienen tele y no agua corriente; hoy entiendo que es lo único que pueden tener. Y a todos nos va bien, me refiero al gobierno y a los que estamos al otro lado de la injusticia, que tengan algo conq ue adormecerse.
Mis primeras impresiones de Ciudad del Cabo no fueron digitales (este chiste de la genial "Cartas de color" de Les Luthiers igual ya no se entiende, ya no son los dedos lo que viene a la mente con esa palabra). La enorme Table Mountain está siempre presente, vigilándolo todo, pasamos por una calle que tiene encima un edificio, y en otro, de cristal, hay un montón de hombres colgados limpiando supongo que limpiando. Hemos reservado un loft en uno de esos edificios industriales, así que tal vez eso explica que, aunque en el centro, la calle tiene cierto aire de desolación, como si hubiera todavía solo fábricas y almacenes. Paramos en lo que creemos que es la dirección, al lado de un solar vallado con coches, y bajo un momento al edificio donde hay un hombre negro en recepción. No sé si merece la pena comentar la etnicidad de toda la gente que nos encontraremos estos días, y dejarlo todo a la conclusión del divagante, o bien hacer ya un chafar-el-final-de-la-peli. Vale, lo último: porque en este viaje, absolutamente todo el personal que sirve es negro, y los que tienen algún tipo de negocio son blancos. Esto llama muchísimo la atención, viniendo de Londinium, donde el racismo existe, está claro, pero una está acostumbrada a trabajar en un ambiente multicultural, donde los negros, asiáticos, etc, están presentes en el mundo laboral (desde luego, no como los blancos, y desde luego, si vas a la cafetería de Peter Jones/John Lewis -equivalente de El Corte Inglés- verás a la mayor parte de los clientes siendo blancos y a los que sirven negros). Sin embargo, en Sudáfrica no hemos visto esta parte profesional-liberal de la población negra, si es que existe. Por supuesto, hemos pasado solo como turistas, pero por lo que he leído, es aún tristemente la realidad del país: una grieta entre negros y blancos.
El recepcionista no sabe nada, tiene anotada que llega hoy solo una tal "Theresa" y me dice que esa no es ni siquiera la dirección adecuada. La bolita del google-maps lo asegura, lo impreso de Airbnb lo confirma, pero él dice que rien. Vuelvo al coche con esa sensación de "esas cosas que pasan de viaje", y entonces lo intenta el Peda, que obtiene la misma respuesta, y que termina llamando por teléfono al contacto de Airbnb para clarificar que sí, que ese es el lugar (£25 la llamada).
Todo ha merecido la pena porque por fin ese es nuestro edificio, y hay aparcamiento dentro (yo me veía en ese solar), y el loft es una pasada. Antes, eso sí, hemos de pasar por un pasillo largo, con paredes de ladrillos expuestos y tubos grandes por el techo (como digo, industrial) que me encanta, si no fuera porque todas las puertas de los apartamentos tiene una reja de hierro por delante. O sea: hay un hombre en recepción 24 horas al día y la inseguridad es tal que la gente se pone una puerta de hierro por delante de la suya. Interesante. La nuestra es la única sin reja de todo el pasillo.
El loft tiene una parte inferior plan abierto con la sala y la cocina, y hacia la mitad se abre la mezzanine: en el piso de arriba hay un baño y las dos habitaciones. Toda la pared del edificio, en ele, es una cristalera enorme desde el suelo hasta el techo, por la que entra Table Mountain y Lion's Head, claro que al llegar no lo sabemos porque hay niebla. Es el único día gris de todo nuestro viaje. Mini está encantada con el alojamiento, siempre piensa que sus padres son unos cutres y unos "cheap" por no llevarla a esos lugares maravillosos, hoteles de 5 estrellas, donde ofrecen shows de aves rapaces.
Sin desempacar salimos a pasear por la ciudad. Estamos en el centro, aunque nadie lo diría. Dos calles más abajo, está lo que la guía asegura es la calle "con más energía" de la ciudad, Long Street. Bajamos una cuesta y nos encontramos con una calle que bien podría ser Peckham, el barrio del sur de Londinium que ahora está de moda entre los hipsters (y donde nos aventuramos anoche a cenar y ver la peli de Tarantino: sobrepasábamos la media de edad del Peckhamplex unos 25 años). En la esquina con nuestra calle había una casa que bien podría estar en Nueva Orleans, pintada de azul y blanco; a su lado, un edificio feo con una tienda de liberación de móviles en su bajo; más allá, peluquerías donde hacen trenzas, con niños corriendo, o bar de copas con cartel que recuerda que no se entre con armas (!); otra casa sin cuidar de ese estilo colonial, y así todo. Hay bastantes restaurantes, a cual más sospechoso: empiezo a intuir mi calvario para los siguientes días. Bajamos sin salir del centro hacia la zona donde está el mar, sin llegar: los mercados callejeros van cerrando, y hay esa mezcla de cajas tiradas, con trozos de verdura pasada, canalillos de agua sucia, ruidos de metal: están desmontando los los puestos callejeros, otro día más. Todos los comercios parecen baratos, la presentación de Primark, sería lujo allí. Solo hay un supermercado tipo occidental, dodne algún día compramos algo, no hoy porque debajo de casa hay una gasolinera con su deprimente super y ahí compreremos básicos para el desayuno luego.
Terminamos cenando hamburguesas en un sitio mono, preparado para parecer bohemio, lleno de blancos. Es el sitio que van los turistas como nosotros, los mochileros que no se aventuran a comer cocodrilo (que dan en Mama Africa), y esa panda. Todo correcto, pero las hamburguesas, como la pizza, siempre es una solución de emergencia. Claro que mis compas y yo diferimos en el concepto de emergencia: cuántas veces en el viaje les he dicho, "hey no abramos X, es para una emergencia", y el Peda dice: "esto es una emergencia". Bien, pues terminar con hamburguesa: emergencia.
Se ha hecho de noche a las 18:30, es el final del invierno, y volvemos a casa. Ha refrescado mucho, y yo salí sin Reve. El lof está congelado, y como dije ayer, este país es de esos no preparados para el frío. Localizo un radiador de esos eléctricos que no calientan nada en un armario y lo pongo al lado de mi cama. Querría dormir abrazada a él.
Y antes de acabar, dejo unas fotos de ese primer paseo exploración de Ciudad del Cabo, pero con cierta aprensión. Estas fotos son un "blanqueado" de la ciudad y no darán una idea de lo que son los barrios céntricos de Ciudad del Cabo: es todo demasiado aséptico, tomado de uno en uno, y no se lee el caos y extrañeza que hay entre medio. Creo que por una vez, una imagen no vale más que mil palabras, y tal vez hasta mi pobre descripción- párrafo perplejo dé una visión más clara, dentro de la confusión, de este lugar. Quizás mañana, sin niebla, sera otro dia...
Mis primeras impresiones de Ciudad del Cabo no fueron digitales (este chiste de la genial "Cartas de color" de Les Luthiers igual ya no se entiende, ya no son los dedos lo que viene a la mente con esa palabra). La enorme Table Mountain está siempre presente, vigilándolo todo, pasamos por una calle que tiene encima un edificio, y en otro, de cristal, hay un montón de hombres colgados limpiando supongo que limpiando. Hemos reservado un loft en uno de esos edificios industriales, así que tal vez eso explica que, aunque en el centro, la calle tiene cierto aire de desolación, como si hubiera todavía solo fábricas y almacenes. Paramos en lo que creemos que es la dirección, al lado de un solar vallado con coches, y bajo un momento al edificio donde hay un hombre negro en recepción. No sé si merece la pena comentar la etnicidad de toda la gente que nos encontraremos estos días, y dejarlo todo a la conclusión del divagante, o bien hacer ya un chafar-el-final-de-la-peli. Vale, lo último: porque en este viaje, absolutamente todo el personal que sirve es negro, y los que tienen algún tipo de negocio son blancos. Esto llama muchísimo la atención, viniendo de Londinium, donde el racismo existe, está claro, pero una está acostumbrada a trabajar en un ambiente multicultural, donde los negros, asiáticos, etc, están presentes en el mundo laboral (desde luego, no como los blancos, y desde luego, si vas a la cafetería de Peter Jones/John Lewis -equivalente de El Corte Inglés- verás a la mayor parte de los clientes siendo blancos y a los que sirven negros). Sin embargo, en Sudáfrica no hemos visto esta parte profesional-liberal de la población negra, si es que existe. Por supuesto, hemos pasado solo como turistas, pero por lo que he leído, es aún tristemente la realidad del país: una grieta entre negros y blancos.
No es la cárcel, es la puerta de un apartamento |
Todo ha merecido la pena porque por fin ese es nuestro edificio, y hay aparcamiento dentro (yo me veía en ese solar), y el loft es una pasada. Antes, eso sí, hemos de pasar por un pasillo largo, con paredes de ladrillos expuestos y tubos grandes por el techo (como digo, industrial) que me encanta, si no fuera porque todas las puertas de los apartamentos tiene una reja de hierro por delante. O sea: hay un hombre en recepción 24 horas al día y la inseguridad es tal que la gente se pone una puerta de hierro por delante de la suya. Interesante. La nuestra es la única sin reja de todo el pasillo.
Table Mountain desde el loft |
Lion's Head desde casa |
Sin desempacar salimos a pasear por la ciudad. Estamos en el centro, aunque nadie lo diría. Dos calles más abajo, está lo que la guía asegura es la calle "con más energía" de la ciudad, Long Street. Bajamos una cuesta y nos encontramos con una calle que bien podría ser Peckham, el barrio del sur de Londinium que ahora está de moda entre los hipsters (y donde nos aventuramos anoche a cenar y ver la peli de Tarantino: sobrepasábamos la media de edad del Peckhamplex unos 25 años). En la esquina con nuestra calle había una casa que bien podría estar en Nueva Orleans, pintada de azul y blanco; a su lado, un edificio feo con una tienda de liberación de móviles en su bajo; más allá, peluquerías donde hacen trenzas, con niños corriendo, o bar de copas con cartel que recuerda que no se entre con armas (!); otra casa sin cuidar de ese estilo colonial, y así todo. Hay bastantes restaurantes, a cual más sospechoso: empiezo a intuir mi calvario para los siguientes días. Bajamos sin salir del centro hacia la zona donde está el mar, sin llegar: los mercados callejeros van cerrando, y hay esa mezcla de cajas tiradas, con trozos de verdura pasada, canalillos de agua sucia, ruidos de metal: están desmontando los los puestos callejeros, otro día más. Todos los comercios parecen baratos, la presentación de Primark, sería lujo allí. Solo hay un supermercado tipo occidental, dodne algún día compramos algo, no hoy porque debajo de casa hay una gasolinera con su deprimente super y ahí compreremos básicos para el desayuno luego.
Terminamos cenando hamburguesas en un sitio mono, preparado para parecer bohemio, lleno de blancos. Es el sitio que van los turistas como nosotros, los mochileros que no se aventuran a comer cocodrilo (que dan en Mama Africa), y esa panda. Todo correcto, pero las hamburguesas, como la pizza, siempre es una solución de emergencia. Claro que mis compas y yo diferimos en el concepto de emergencia: cuántas veces en el viaje les he dicho, "hey no abramos X, es para una emergencia", y el Peda dice: "esto es una emergencia". Bien, pues terminar con hamburguesa: emergencia.
Se ha hecho de noche a las 18:30, es el final del invierno, y volvemos a casa. Ha refrescado mucho, y yo salí sin Reve. El lof está congelado, y como dije ayer, este país es de esos no preparados para el frío. Localizo un radiador de esos eléctricos que no calientan nada en un armario y lo pongo al lado de mi cama. Querría dormir abrazada a él.
Y antes de acabar, dejo unas fotos de ese primer paseo exploración de Ciudad del Cabo, pero con cierta aprensión. Estas fotos son un "blanqueado" de la ciudad y no darán una idea de lo que son los barrios céntricos de Ciudad del Cabo: es todo demasiado aséptico, tomado de uno en uno, y no se lee el caos y extrañeza que hay entre medio. Creo que por una vez, una imagen no vale más que mil palabras, y tal vez hasta mi pobre descripción- párrafo perplejo dé una visión más clara, dentro de la confusión, de este lugar. Quizás mañana, sin niebla, sera otro dia...
Muy chulo ese loft de Airbnb pero, ¿no os dio un poco de miedo pensar que eráis los únicos sin puerta de hierro añadida? Te aseguro que, después de leer "Absolution", yo no hubiese pegado ojo en toda la noche. Prefiero no hacer comentarios sobre el asunto gastronómico: por posts anteriores supongo que "lo básico para el desayuno" sería yogur y sandía, como es habitual (¿Hay sandía en Sudáfrica en invierno?, me pregunto). En fin, confio en que en lo que quedaba de viaje el nivel de la comida mejorase un poquito. Aunque, si devoraste las bandejas de Ethiopian, imagino que cualquier otra cosa te parecería una mejora.
ResponderEliminarPor cierto, yo también fui ayer a ver la peli de Tarantino.
hui hui hui ELENA, por partes:
ResponderEliminar-TIenes razón con "Absolution", como sabes lo estaba leyendo entonces y muchas noches... tenía miedo! Pq claro, ese tema, cuando asaltan la casa de la escritora, está presente toda la novela. No tenía miedo concreto, sin embargo, era el mismo miedo ese genérico q tendría tb aquí...
-NO hurgues en la herida: no había sandía, esos desayunos maravillosos son griegos. Aquí era muy parecido a LOndinium: weetabix, muesli, yogur y demás.
-Y os contaré lo del restaurante etíope; vamos, air etiopian un primor a su lado.
-Qué te pareció la peli? A mí me gustó, pero los trozos en los q Leo interpretaba los trozos de western me aburrieron. Me gustaban más los trozos de Bradd... creo q mi escena favorita es al principio cuando deja el coche de leo y a leo y se coge el suyo destartalado y baja desde Cielo Dr hasta LA... qué chulada de escena. Me doy cuenta q me perdí mil referencias en general, y en particular de WEsterns q es un género q nunca me interesó cuando una se debe enganchar a esas cosas, en "SEsión de Tarde" de los sábados de los tardíos 70-80. Luego (espero q no me lea el Sr Snoid) esto ha causado q no vea los grandes clásicos q son imperdonables haberme perdido y bla bla. Ya me dirás...
Yo creo que, como tú, me perdí mil referencias cinematográficas, aunque creo que en mi infancia debí tragarme como un millón de westerns los sábados por la tarde. Me encanta cómo durante toda la película va preparando esa tarantiniana escena final, para que nada de lo que ocurre entonces (el perro adiestrado, el lanzallamas, etc.) resulte inverosímil. Aparte de eso, hay muchas escenas estupendas (la de Leo y la niña, por ejemplo, o Brad Pitt yendo a visitar a los hippies, qué miedo dan, por Dios). También me gusta cómo todo el rato sigue fielmente la historia de los días anteriores a los crímenes de los Manson, para luego darle la vuelta por completo al verdadero final. Y tiene sentido que se la dé, porque, como ya sabemos, las películas de Hollywood siempre acaban bien... Y la música, claro, que como siempre en Tarantino es fabulosa.
ResponderEliminarSi viste muchos westerns, ELENA, seguro q esa parte te resultó más accesible q a mí.. yo ya sé q en los westerns en el fondo se habla de todo lo divino y lo humano, pero el formato no es para mí. Pero no sé, tampoco he sido fan de Bruce Lee o de las pelis orientales en concreto y Kill BIll por ej me encanta; así tb podría haber seguido a Quentin en el mundo western y no lo he hecho. Igual tb me perdí algunas joyas del guión, pq a Dicaprio no se le entiende demasiado bien. Tendré q verla con subtítulos en el futuro..
ResponderEliminarEl otro día leí creo q en ELPaís q en aquella escena de Thelma y Louise y Brad era la "primera vez q se había objetivizado un hombre en pantalla" (las mujeres sufrimos eso continuamente), así q tal vez la escena de la antena y la camiseta era un guinio a eso, o al anuncio de Levis? (auqnue aquí no se quita la camiseta)...
Los hippies dan miedo, el ranchho da terror, con ese perro que va de una lado a otro de la escena.. esos cultos me dejan perpleja (hablamos aquí de "Wild wild country"?).
Ah y...como dices, las pelis de Hollywood spr acaban bien, y esta además se titula como el comienzo de un cuento de hadas, q también ha de acabar bien. :)
Gracias por este mini-cine-forum q nadie q busque opiniones de la peli encontrará nunca, por estar escondido bajo un título de algo de "sudáfrica" :)
Hola,
ResponderEliminarNo creo que el título de la película de Tarantino sea por los cuentos de hadas, más bien por homenajear (una vez más) a su admirado Sergio Leone y su película Érase una vez en América.
Saludos y enhorabuena por el blog.
Hola Anónimo de las 23:38... estoy de acuerdo en lo del homenaje a Leone, pero también en q el título es el del comienzo de los cuentos de hadas, y estos suelen tener un final feliz.
ResponderEliminarGracias :)
di