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26 marzo 2025

Literatura gótica: Contexto histórico

Esto ya ha pasado otras veces: me he puesto a escribir un divague en el que hay una sección llamemos teórica pero que mientras escribo me doy cuenta de que la quiero independiente, por aquello de luego hacerle referencia. Porque algo me dice que va a salir más y bueno, por benevolencia con el divagante. Por ejemplo, pasó en el divague de "¿Son los políticos reflejo de la sociedad o están hechos de otra pasta? La ciencia vs. tu cuñado" al que le había salido el "spin-off" de "La Tríada Oscura"

Ayer estaba escribiendo sobre "Rebecca" de Daphne du Maurier, a la que llegué por Mini, y cómo me encontré un folio doblado dentro de su libro, que habría preparado su profe de literatura. Habla de las 4 fases de la literatura gótica, dando algunos de los textos clave, explicando a lo que los escritores están respondiendo (en otras palabras, cual es el zeitgeist, el espíritu o estado de ánimo de una época que se refleja en su arte y literatura) y sus características principales.

Qué mejor para ilustrar este tema
que uno de mis lugares favoritos,
la Abadía de Whitby?

Esto es relevante porque Rebecca pertenece a la cuarta ola del gothic y ayuda a entenderla (divague pronto en su quiosco). De momento, hoy solo incluyo este resumen porque me gusta esta literatura, porque sospecho que volveré a él de vez en cuando y porque por algo tengo el felpudo de Drácula de Stoker en la parte superior derecha del blog.


1. Primera ola (1750-1798)
La obra más famosa es "The castle of Otranto" (1764) de Horace Walpole. Ocurre en respuesta a la Ilustración, nacimiento del interés por la ciencia, abandono de la superstición y religión (no es lo mismo?), retos para la aritocracia, el Imperio Británico.

2. Escritores románticos (1798-1824)
Aquí tenemos el "Frankenstein" de Mary Shelley (1818) o "The vampyre" de John Polidori (1819) -recordemos que ambos estaban juntos, y con el prometido de Mary, Percy Shelley  y Lord Byron en la Villa Diodati junto al lago Lemán en Suiza, que este último había alquilado. Esta estancia, que ha dado tanto que hablar y está en el imaginario colectivo nerdo como "el plan máximo para unas vacaciones"  inspiró a ambos para escribir sus novelas. 

Los románticos responden a la Revolución Francesa, al rápido progreso científico y aumento del secularismo, al egoísmo masculino, a la popularización de los viajes, y al éxito que tuvo la primera ola.


3. Gótica victoriana (1837-1901)
Aparte de "La letra escarlata" de Hawthorne, he leído todas las demás, y algunas de ellas ocupan un lugar importante en mi corazón, y son de mis libros míticos: los cuentos de Poe, "Tales of grotesque and arabesque", "Wuthering heights", "The woman in white", "The strange case of Dr Jeckyll and Mr Hyde", "The picture of Dorian Gray", "The turn of the screw" y "Drácula". Estoy insalivando. 

A qué responden? Interés por la mente y la enfermedad mental, desestructuración de la familia y la sociedad, represión, crecimiento de las ciudades, desigualdades sociales, publicaciones serializadas, más lectoras y escritoras. 

4. Gótica del SXX - SXXI (1901-ahora)
Aquí he leído menos: "The bloody chamber" y dejé "The wasp factory" porque me aburría. Está "The little stranger" de Sarah Waters que lo tengo pendiente, "Beloved" que tal vez, "The woman in black", "The small hand" ambas de Susan Hill, "The shining" de Stephen King (pereza) y "Rebecca".

Aquí se responde a las atrocidades de las guerras mundiales, enfermedad mental y física - infeciones- como el SIDA, declive de la familia, feminismo.


Mi reconocimento al copyright de alguna profe de literatura inglesa cuyo nombre se me escapa, que afortunadamente nunca dará con este blog para demandarme. Todos mis respetos porque me encanta cuando los profesionales vienen a ordenar una parte de mi vida importante en la que ha reinado cierto caos, y de repente todo encaja.

Larga vida a la literatura gótica... 

24 marzo 2025

Desde aquí arriba

Vuelo Londinium-Barcelona. Ventana, luego sé que me esperan dejá-vecus como los de hacer la estrella [decúbito supino] bajo un cielo estrellado en medio del campo, en lejanía física y mental del mundo: relativizar todo ante la inmensidad, re-valorar lo que creemos nos importa al salir de ese trance. Increíble el problema que no deja dormir frente a la enormidad del universo. Desde aquì arriba, también imposible no entender porqué lo del "lonely planet", planeta solitario:  lo vasto del mundo no-habitado. 

Desde aquí arriba, al poco de despegar, un núcleo de población refleja en sus ventanas los rayos del sol. O en sus coches, ahí aparcados: a dónde irán cuando alguien salga a conducirlos, qué ansias, qué deseos, qué miedos, qué sueños, qué traiciones -a terceros y personales-, qué obsesiones les moverán. Desde aquí arriba, entonces, el mar, el mar (Thalassa! Thalassa!). Primero, los Acantilados Blancos de Dover: una noche proyectaron las estrellas europeas, la esperanza de volver. Y luego, estelas entre las olas, desde tan alto serán ferrys, el Pride of Bilbao o navíos mercantes, pero desde aquí arriba los pienso veleros hacía las Cíclades. Y luego viene Francia, toda playas interminables, salvajes, desiertas, de arena blanca primero, y la nada interior un par de minutos depués. Tal vez habrá gente en bici con baguettes y boinas ladeadas, y chicos del Magreb que no han ido a clase, pero nada importa, desde aquí arriba. Y luego mi parte favorita, los Pirineos al final del invierno: cumbres nevadas que podrían ser de cualquier sitio, de aquel documental de las filas de turistas del Everest, o aquella peli del accidente de Los Andes. Desde aquí arriba, increíble que por esos picos esquíe la gente, o que caminen por esa línea oscura serpenteante, que será un camino o quizás será un río.



 Desde aquí arriba sigue siendo imposible que por allá abajo respiren y coman y duerman personas reales, como los dos que están sentados a mi lado, mirando películas en su teléfono. Como mucho, tal vez vagan por esas cumbres, por esas playas, por esos acantilados fantasmas, almas en pena, que hacen cualquier cosa de seres irreales, todo muy lento. 

Todo esto siento, pienso y me digo cuando se acaba la proyección: se ha cubierto todo de nubes. Y abro el libro. 

21 febrero 2025

Placer culpable y poco más sobre el Atlántico (NY8)

 


Viernes, 21 de Febrero de 2025: Vuelo de vuelta a casa

En realidad, este divague es, como dicen en inglés "for the sake of completion" (y porque quería poner la tarjeta de embarque tan chula que preparó el ya-no-tan Joven Artista Local). Por aquello del cambio horario, embarcamos un jueves a las 7 de la tarde y, varias zonas horarias (5) hacia el este y 7 horas de vuelo, desembarcamos un viernes a las 8 de la mañana (hubo retraso) en la capital de la Pérfida Albión. 

En el vuelo, tristemente, nos tocó en esos asientos de cuatro del centro (a la ida habíamos estado en los triples de ventana), yo con un chico a mi derecha con el que no se estableció ninguna interacción en todo el vuelo, salvo molestarle una vez para ir al baño - en el que también aproveché para quitarme las medias anti-trombos, que me molestaban un montón. Mi objetivo era dormir todo lo posible porque sí, la suicida que firma esto iba a trabajar (desde casa) al día siguiente. 

Dormir del tirón suele estar complicado, siempre están esos carritos pasando y solo cuando por fin apagan las luces puedes aspirar a conciliar un par de horas. Así que durante el jaleo me dió tiempo a ver algunos capítulos de series [no me quería meter en pelis, y además ninguna -en serio- me apetecía demasiado], que es lo que quiero comentar aquí. 

Primero, y esto ya lo he contado otras veces, mi placer culpable ya conocido: "The Big Bang Theory". Esta serie la descubrí precisamente en un vuelo (a Sudáfrica) y, pese a reconocerle muchísimos problemas porque ha envejecido mal, me sigo riendo, nivel reír a ratos a carcajadas, que Mini me mira mal. Es terrible en cuanto a estereotipos de género, sobre todo, y, bueno, hoy en día se diría que además hace mofa de la neurodiversidad. Pero bueno, eso es la definición de placer culpable: sabes que no deberías.

Los siguientes capítulos de serie -que nunca había visto pero que siempre ponía a caer de un burro- son los de "Sex & The City" (en Ejpein "Sexo en Nueva York"). Sí, somos así en este blog, criticamos lo no visto ni leído: ahí están algunos de los divagues de más éxito "Por qué no voy a leer 50 sombras de Gray". Esta vez me digo, vamos a ver un rato entre carrito de la bebida y el de la cena, porque así además volveré a la ciudad que nunca duerme, que acabo de dejar, y a ver si así estas cuatro pavas buscando marido me ponen a mí a dormir. 

Qué decir: pues todos los estereotipos también esperados, pero en alguna parte del guión, alguna frase así suelte pensé, "mira, esta línea tiene su gracia". Aunque también anotar que han pasado dos semanas y no me acuerdo de absolutamente nada ni podría dar ejemplo de ninguna de estas frases, que igual también quiere decir algo. 

Se llegó a Londinium Heathrow, se cogió la Elizabeth Line y por fin se llegó a casa en un estado lamentable: si ya daba miedo cuando salí del banio de JKF de hacer mis abluciones nocturnas, lo de ahora era rezar para no encontrarse con ningún vecino, no fueran a avisar a las autoridades. 

Y sí, el viernes trabajé. Inicié el ordenador, me esperaban los tropecientos emails de rigor que pasé gran parte del día despejando. En un ejercicio de exhibición de fuerza máxima, tras la jornada laboral aún fuimos a Tesco y a eso de las 7 pm, el merecido descanso de los guerreros. Al fin y al cabo, eran... a saber qué hora era para los cuerpos, por muy guerreros que estos han demostrado ser.

Hasta el siguiente...

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20 febrero 2025

Obscenidades varias. Narcisismo en la Summit. Monjes en sandalias. Esto se acaba (NYC7)

 Jueves 20.02.25-The Summit-Al aeropuerto



Última mañana en Nueva York: aunque volamos a las 7 pm [otro vuelo nocturno, pero en la dirección chunga], hay que salir a las 3 y pico hacia el aeropuerto. Como desastres que somos, no habíamos reservado para subir a "The Summit", uno de esos miradores en el tejado de un rascacielos porque nunca hay entradas a horas razonables, así que hoy será el día. Está bastante cerca del hotel y pasear por Midtown Manhattan sigue siendo una gozada:





El rascacielos en cuestión se llama One Vanderbilt, y está entre la calle 42 y la avenida Vanderbilt, al lado de la Central Station. Es el cuarto más alto de la ciudad -esto para frikis, después de "One World Trade Center" (el que hicieron allá abajo, tras las torres gemelas), "Central Park Tower" y "111 West 57th St", ambas torres residenciales en la "billionaire's row", en la calle 57. Salen en las fotos de Central Park de hace un par de divagues, unos muy delgaditos, que con el viento deben oscilar arriba que es un gusto (fk the rich!). Mini me enseñó un ático de allí y mis conclusiones fueron 1."tod@s deberíamos vivir allí", y 2. simplemente obsceno. Por supuesto, nadie vivirá allí: yo ya he expresado aquí varias veces que "los ricos nunca están": tengo comprobado que cuando paso por zonas de mucha pasta aquí en Londinium, nunca hay luces. En nuestra propia callecita de los billonarios (realeza saudí y otros amigos de los niños) parece que las casas están cayéndose. Es todo un desastre y nada tiene sentido. 

Pero divago, centrémonos en el observatorio, The Summit, que está a partir de la planta 73 del rascacielos. Sacamos las entradas al llegar y, claro, hay que esperar una fila. Cuando crees que la has acabado, pasas a otra estancia donde hay otra fila. Me empiezo a poner nerviosa porque tenemos un avión que coger por la tarde, ustedes me entiendan. Por fin pasamos. 

Y sí, hay un pasillo oscuro con los ascensores en el que hay muchos ruidos como de película y te da la impresión de que es "una experiencia", pero no nos engañemos, es otra fila. A esta parte la llaman "The rise", que consiste en subir 300 ms en 50 segundos en un ascensor oscuro y luces estroboscópica -no aptas para epilépticos- con más ruido como de peli de catástrofes. Nunca costó menos esfuerzo subir a una summit (cima).

Te han hecho ponerte unas calzas en los pies porque todo, incluyendo el suelo, es de espejos. Cuando entras hay muchísima luz (día soleado), la gente se pone las gafas de sol. Viene a ser esto:


Hay vistas espectaculares: el Chrysler sigue siendo mi fav. 


El Empire tampoco está mal, eh?



Y habitaciones rollo parque infantil que hacen las delicias de Mini que, al final, es un bebote grande:




Disculpen los selfies L'Oreal -porque yo lo valgo-, o tal vez Mariantonietescos, pues por algo estamos en la neoyorkina "Sala de los espejos": "Qu'ils mangent de la brioche!". 





Y ya hay que irse, se acaba Nueva York. Arrastrando los pies hacia el hotel, decimos adiós a nuestra archivisitada Times Sq...


Nos equivocamos de línea de metro para el aeropuerto (en serio: no hay metro más fácil en todo el mundo que el de Londinium) y una vez llegados a JFK nos encontramos con estos monjes que tienen la osadía de ir en sandalias... uno de ellos sin calcetines. 


Vamos a ver, que llevo yo mis tres capas de medias-leggins-pantalón (por abajo, arriba ni cuento) y estos tipos van en sandalias?? Será el budismo, que ni sienten ni padecen. Al llegar a la puerta de embarque hago el equivalente de ponerme ese túnica (me pongo cómoda): voy al lavabo armada de mi bolsa de aseo y me voy despojando de todas las capas, del maquilaje, las lentillas, me pongo la "crema de noche" y salgo -puertas giratorias- siendo otra persona: varios kilos menos, gafas, palidez y osito de peluche. Me esperan 7 horas de avión y mi intención es dormir...

Este es en teoría el último capítulo de este viaje pero... dormí? Eso y otras emocionantes aventuras en el avión (nada, en realidad) en la última entrega dentro de un rato. Luego volveremos a los sospechosos habituales de este divlog: libros, psicópatas, perplejidad ante el mundo, recetas (es bromaaa), descripción de actividades vergonzantes y en general, a divagar localmente. Y locamente. 

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19 febrero 2025

Seamos tod@s la "Fearles girl" (niña sin miedo) frente al toro que embiste. El miedo al inmigrante, nada nuevo bajo el sol. Las lavanderías, los 7/11: predecible soy (NYC6)

 Miércoles, 19.02.25: Chinatown-Little Italy-Wall St.-Staten Islan-Hell's kitchen


Este es nuestro último día completo en NYC y volvemos a Lower Manhattan, aunque esta vez cogemos el subway directamente a Chinatown. Para quien aún no conozca al revenant, ese animal mitológico capaz de contener bajo él del orden de 7 capas, aquí está:



En Chinatown, Mini dice que se siente "como en Vietnam". Hay muchas señoras mayores que me ofrecen bolsos de imitación. Recuerdo el edificio de aquella marca de lujo ayer, en la 5th Av, y la gente que paga 3k por un bolso sin pestañear, o la gente que ahorra mes a mes para comprárselo. O los que se hacen con una imitación que solo los pros sabrán diferenciar del original. Todos lanzando mensajes al mundo a través de esa compra que será interpretado de distintas maneras por el receptor (qué estilo, qué patetismo, cuánto dinero, qué tortazo). Pero también habrá potenciales receptores a los que ni les roce, porque no hablan ese idioma: yo a veces paso por Sloane St y veo tiendas de esas siempre vacías con guarda en la puerta de las que no reconozco el nombre. Creo que eso es la definición de exclusividad; cuando yo paso a conocerles, ellos se trasladan al mainstream. Por ejemplo, hace unos años vi la tienda de un tal Jimmy Choo, que en su casa le conocerían, pero ahora ya está por todo. Os adelanto un nuevo fulano con el que tuve un dejá-vecú jimmy choo el otro día: Brunello Cucinelli. Querido Brunello, he escrito tu nombre aquí: ya eres populacho [en cualquier momento recibiré un mensaje de Fashion diciéndome de qué voy, Brunello es una referencia].



De allí pasamos a "Little Italy" donde una se espera encontrar a Robert de Niro y Joe Pesci, pero nada: solo vemos un grupo de españoles con guía y Mini se compra una de esas camisetas de "I ❤️ NY".




Bajamos caminando hacia Wall St, que está como a media hora. A un lado dejamos el maravillos puente de Brooklyn por el que pasamos el otro día...



Imposible, al llegar a Wall St, no pensar en todas esas pelis: "el dinero nunca duerme", decía Michael Douglas en la de Oliver Stone. Las majorettes  y los enanos con los platillos jaleados por Dicaprio, el lobo de Wall St. El tedioso Patrick Bateman de "American Psycho". "Let the river run" de fondo en "Working girl"  [traducida "Armas de mujer": help] con Melanie Griffith, Harrison Ford y Sigourney Weaver.  O aquellas que nos enseñaron todas las costuras de la crisis de 2008, "The big short" o "Margin call": en esta última aprendí cómo el tipo que está arriba del todo no sabe casi ni abrir el ordenador: "explíquemelo como si fuera un niño de 5 años", dice Jeremy Irons interpretando este papel, y los becarios a bolos.


En la imagen siguiente tenemos el Federal Hall National Memorial (abajo), que tiene delante una estatua de George Washington pero me gusta más este ángulo con la "Fearless girl" (Kristen Visbal, 2017), la "Niña sin miedo", que tiene una historia que contaré más abajo. 


A pocos metros está la icónica New York Stock Exchange, que es a la desafía la "Fearless girl" y que me recuerda al cartel anunciador de otro musical que me encanta, "Matilda".





Salimos a Broadway (la calle que está en todas partes) y entramos en la Trinity Church, en cuyo cementerio está enterrado... otro musical! No, en serio, está el padre de la patria Alexander Hamilton, al que Lin-Manuel Miranda le escribió el musical "Hamilton!" que yo no he visto porque grande pereza me da el rap (así que tranqui, el hiperenlace es a la wiki, no a otra entrada mía que os tengáis que leer). Volvamos a la iglesia, porque yo no he visto mayor devoción que la de los pedalistas en este viaje: admitámoslo: se está ahí dentro calientes -esto no es una iglesia de pueblo de la provincia de Burgos- y sobre todo, ofrecen la oportunidad de sentarse, que los kms se van acumulando. 



A la salida tomamos un té en Starbucks y hablamos de futuros viajes. Un día, cuando estaba a un paso del desfallecimiento, llegué íntimamente a la conclusión de que el viaje que se preparaba para verano era demasiado tute y que tras estos días aquí quería un destino más tranquilo (sí,  Grecia). Otro día, el Peda me dijo lo mismo y, oh, dioses, tras otra maratón Mini llegó a la misma conclusión. Los tres convenimos amigablemente que es una vacación mediterránea sin movernos es lo que necesitamos (claro que siempre nos acabamos moviendo). A Mini ya se le ha pasado, pero yo, resistiré. 

En Wall Street está el famoso toro dorado de Arturo Di Modica "Charging Bull", a en el que hay fila para hacerse una foto tocándole los huevos. A ver, no quiero ser ruda: es que es así, la gente hace eso. Por supuesto nosotros no hacemos fila para nada menor y pasamos. Además, les comento a mis compas de viaje que tienen un par de leones en el puente  de piedra de Vetusta que, en gónadas, no tiene nada que envidiar al de Wall St.  

Ahora viene la historia de la "Fearless girl": parece que al principio la pusieron para el 8 de marzo de 2017 enfrente del toro, para conmemorar el Día de la Mujer Trabajadora. El simbolismo es más que evidente y a Di Modica no le gustó: dijo que cambiaba la percepción de su toro, un "símbolo de prosperidad y fuerza", y lo convertía en un villano. Hubo bastante polémica porque se dijo que la "Fearless girl" era un lavado de cara para la companía que la comisionó, que no se caracterizaba precisamente por ser feminista. El caso es que la cambiaron y ahora está, como se ha visto arriba, retando a la New York Stock Exchange, que tampoco está mal. 


Melanie Griffiths en "Working girl" vive en Staten Island, y todos los días sube en el ferry gratuito que la lleva a trabajar a Wall St. en Manhattan. Está al fondo de la bahía de Nueva York y es uno de sus grandes cinco barrios, en el que viven medio millón de personas. Eso es lo que deben de hacer miles de personas cada día: subirse al ferry para ir a trabajar a Manhattan: aquí deben vivir los camareros del Ellen Stardust, los secundarios de los musicales, los limpiadores. 

Así que nos encaminamos a este cuarto barrio de Nueva York. De sus cinco barrios solo nos faltará el mítico Bronx, que lo tendré que dejar para otra visita. Hemos estado por supuesto en Manhattan, en Brooklyn (siempre me recuerda a aquella peli tan mona de 2015 con Saoirse Ronan del mismo título con la que lloré tanto), y en Queens (donde nos alojamos en aquel 1998 pero que esta vez no pisamos) 





La razón por la que hacemos esta visita es por las vistas, no por Staten Island en concreto - aunque como digo, dame un año en NYC y lo barreré todo. Esto es Lower Manhattan a medida que te alejas y enseguida pasas por al lado de esta señora, que no hace falta que presente:

En 1998 hicimos la visita y mis recuerdos son dos: los pequeño que es ahí arriba en la corona (en mi mente era una sala donde se podía andar, pero no: es una escalera de caracol estrecha que lleva a un cuartucho) y el Museo de la Inmigración, porque allí, en Ellis Island era por donde entraban históricamente todos los inmigrantes, y están registrados los que entraron desde 1890 a 1924. Había una sala oscura con un mapa del mundo gigante, y creo que apretabas tu país y se encendían lucecitas con el número de personas que habían llegado. He intentado encontrar esa sala en internet y no he podido, pero me he perdido por la web del museo, y solo colgaré este cartelque describe que históricamente "algunos americanos tenían miedo de los inmigrantes e intentaron prevenir que entrasen". Nunca hay nada nuevo bajo el sol pero gran parte de los más venerados americanos hoy fueron de  esos inmigrantes.



Damos una vuelta breve por la isla, y enseguida subimos en el siguiente ferry de vuelta. Es curioso entrar así, en masa, sin pagar. Que esto ocurra aún en el país que ha votado como presidente a un tipo que maneja el país como si fuera una empresa se me hace extraño (me está encantando, como a la mayoría, que la gente no esté comprando más sus Tesla). Los atardeceres de Nueva York son increíbles, y nos pilla en el retorno. A ratos salimos a cubierta, pero dadas las temperaturas -no es un ferry griego en julio- se hace duro esar ahí fuera todo el trayecto:



Ya es de noche y volvemos en metro al hotel a descansar un poco y a por nuestro último té: mañana nos vamos. Joana no está, así que no me puedo despedir. Entonces el Peda y yo -Mini no se une- nos vamos a recorrer el barrio, desde el hotel hacia el río Hudson-la zona de casas bajas que se puede ver en la foto de abajo y que se llama "Hell's Kitchen" (la cocina del infierno), parece ser que a finales del SXIX tenía fama de ser una zona peligrosa. A mí este paseo me encanta: es la ciudad donde vive la gente. 

Nada más llegar a la 9th avenida, nos encontramos con esto. Me imagino una persecución de bandas, sirenas de fondo, luces azules. Bueno, al pasar nosotros ya no hay acción:



Aunque son edificios de pocas plantas, al fondo tienes a los rascacielos observandote:


Por supuesto tienes esas tiendas de vino en las que no hay cerveza, pero que tienen marcas como "Viejo feo" (ahora alguien me dirá que es famosa)...



Las míticas lavanderías de Nueva York, donde tantas cosas pasan en las pelis. O los 7/11, esas tiendas donde vas a comprarte un helado de double cookie chip en mitad de la noche y si está agotado, gritas (no pasaba esto en la primera peli de Coixet?).


Me quedaría por ahí buscando historias. Es una parte oscura, a tramos desierta, que nada tiene que vez con la luminotecnia y el exceso de unas calles más allá. A la que por supuesto hemos de volver a cenar porque Mini quiere despedirse con tremenda tristeza porque, nos informa: "quiero venir a vivir aquí".

En Times Sq. nos encontramos otra vez otro watusi:

... y ahí sigue, como en todas las vacaciones, Bad Bunny con su sombrero de paja diciendo "debí tirar más fotos" (solo me sé ese trozo de la canción, que canta Mini). Y yo pienso, oh Bad: yo sin embargo, no debí tirar tantas fotos de Nueva York, que me voy a tener que comprar otro disco duro...



Pub 13/03/25