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04 julio 2025

Aquí, procastinando con un montón de temas en lugar de empacar. Nos vemos, divagantes.

 Mi última semana antes de vacaciones, esa en la que hay tanto por hacer que no hay tiempo para lo mejor, divagar algo coherente que requiera al menos una relectura. Así que aquí va un nuevo gazpacho en la batidora como despedida. Lo sé, divagantes, va a ser duro estos dos meses sin el "nihilismo-en-fascículos" (citanto a un@ Anónim@: gracias, quienseas), opiniones indocumentadas, dilentancias a granel. Y son dos meses porque recordad que las tres semanas que siguen estaré viajando y a la vuelta, otro mes o dos escribiendo mi diario de viaje que nadie lee. 

Empecemos este totum-revolutum con algo sacado de la sección "diarios de bicicleta" del divlog: esta luna gigante exhibida en la cumbre (o por lo menos así se sintió pedalear hasta aquí) del cementerio de Norwood (sí, se puede ir en bici por el cementerio). Dicen que por la noche se iluminaba, y mira qué bonito debía ser pero, aunque ya se sabe que fui gótica espiritual en otra vida, llegarme de noche aquí arriba no lo vi practicable. 


El sábado estuve por el centro haciendo recados de esos pre-viaje. Con todo el facherío mundial que nos entra por las pantallas, está bien bajar a la vida real y ver Regent's St hasta arriba de banderas LGBTQIA+. Noto que han añadido el círculo amarillo de la comunidad intersexual. 


Y el otro día estuve con mi amiga Mónica en la presentación de "La mala costumbre" en inglés, con Jorge Garriz, del Cervantes, entrevistando a Alana Portero. Fue muy emocionante (ahí estaba yo, como una groupie en primera fila) porque la novela lo es, aquí constaté que no soy la única que lloré con ella. Alana fue lista, divertida, cañera- habló del "turismo de clase", y ella no es ninguna turista.


Hicimos la fila para que nos firmara y le ilusionó que Mónica fuera de Móstoles (ella vive allí) y creo que también ver mi libro todo anotado y subrayado. Nos dió abrazos, nos hicimos fotos, y ya en ese momento de exaltación le terminé contando que tenía un blog y que había escrito sobre su libro -no, no fui tan pesada de meterle el enlace por los ojos-, y que escribía, así en general. Me encantó su cercanía, lejos de las divas que he conocido en el pasado. Me firmó así:


Y me alegró el sábado pasado ver su libro justo a la entrada de Waterstone's Picadilly: "Bad habit" lo han titulado en inglés. Nota: sobre el título, cuando estuve en un club de lectura sobre la novela (aquel en el que "se abrieron melones"), Jorge preguntó qué nos sugería el título, y yo dije que me sonaba mucho a "La mala educación" de Almodóvar. Cuando le preguntaron, lo confirmó: yeah. 


Y también en la entrada de esta librería icónica me encontré el último libro que he leído, que escribió un ex-compa mío de trabajo. Después de considerarlo, decidí no hacer divague sobre él, y si explico las razones me saldría otro divague, así que ni lo intento. 


En el sótano de Waterstone's, aparte de las guías de viaje, tienen una sala dedicada solo a los premios Booker, unos de los más prestigiosos en inglés, desde 1969. En algunas de las plantas superiores aún puedes encontrar algún sofá, pero en el sótano no hay ninguno, lo cual es un drama: en esta sala de los Booker podría yo pasar un fin de semana entero decidiendo cual llevarme. 


No solo están los ganadores, sino los finalistas de cada año: ay, pasearse por los libros que nos han hecho felices es de lo mejor de la vida. Allí estaban "The sea The sea" (1978), claro que empezamos mal porque este no me gustó. Pero luego la maravillosa "Possession: A romance" (1990). "Paddy Clark Ha Ha Ha" (1993) -leído al poco de llegar a UK, no hay divague. "El dios de las pequeñas cosas" (1997) [maravilla de libro, año que llegué a UK, también pre-blog], "Disgrace" (1999), "El asesino ciego" (2000), "The sense of an ending" (2011), "The sellout" (2016).

Y finalistas: "Waterland" (1983), "The Handmaid's Tale" (1986), "The book of evidence" (1989), "Alias Grace" (1996) [menuda historia con este libro, tenía el divague listo, se me borró, y no lo pude recuperar], "Atonement" (2001), "How to be good" (2001, longlist), [también pre-blog, cuánto me reí], "El curioso incidente del perro en la noche" (2003, longlist), "Arthur & George" (2005) [de mi época Barnes], "On beauty" (2005), "In the fold" (2005), "Saturday" (2005), "My name is Lucy Barton" (2016, longlist), "Normal people" (2018, longlist).

En fin, que me lo he pasado en grande solo viajando en mi memoria y en el blog sobre lo que he leído de este premio... en la sala, con un sofá, habría sido épico. 

La foto de abajo es Finsbury Circus Gardens, una de esas placitas Londinenses que los turistas no conocen, pero si buscas una buena experiencia de la ciudad, es el lugar para venir a la hora de comer: te encontrarás, igual que hace un siglo, a un montón de trabajador@s de la City, que bajan a comer aquí sus sandwiches, o su ensalada prefabricada (se llama "meal deal") si no llueve. Yo estuve a las 8:30 un domingo, como una pro (parte del distinttivo "diarios de bicicleta") y solo había un paseador de perro y otro colgado. La acaban de reabrir tras 10 años cerrada por la construcción de Crossrail (la nueva línea de metro podemita -es lila-, la Elizabeth Line).



Ahora voy a sorprender: lo de abajo no es Londinium, sino Manchester. El sábado era "Jornada de Puertas Abiertas" en la Uni, y allí que se fue Mini con una amiga. Fue a unas cuantas charlas (aún no sabe que estudiará) y vio los "digs" (residencias de estudiantes). Volvió moderadamente positiva. 


Creo que ya he contado que una de las asignaturas de "A" levels que hace Mini es Historia. El texto de abajo es de uno de sus libros y, al leerlo, pensé que se podría cambiar el nombre de Hitler perfectamente por el de otro líder mundial actual y funcionaría perfectamente. Traduzco la primera línea: "La personalidad de XXX era extremadamente nada-atractiva. Era un individuo cambiante y malhumorado, excesivamente vanidoso, lleno de orgullo arrogante y ambición, no sin abilidad intelectual pero superficial en sus juicios y firmemente convencido de su propia infalibilidad (...)"



El otro día oí en el "Nadie" que los Beatles dejaron de tocar en directo porque la gente no paraba de berrear las letras (qué puede haber más de subidón que ser músico y poner el micro hacia el público y que cante?). Pues bien, estos divos tocaron por última vez el en terrado de esta casa en Central Londonium. Me recordó a aquellos Stay Homas de la pandemia, aún siguen?


Esto es la Royal Academy -mejor dicho, su bar-, pero como siempre me encantan las paredes donde hay un montón de cuadros encajados, pues ahí van las fotos. 




Otro momento de la sección "diarios de bicicleta": el finde pasado hizo calor pero se pudo ir en bici, y voy a terminar este batiburrillo de hoy con unas fotos en las que podáis ver lo que se hace en la city, donde el calor siempre es mucho más calor por la humedad, por las ventanas enormes sin persianas, por las moquetas, por el no aire-acondicionado (estoy describiendo mi piso). El martes fue horroroso, 33.6 grados: nunca había pasado tanto calor en esta ciudad. 


Esto es el Southbank Centre que tiene también una terraza de azotea muy chula (veis que voy dejando consejos para turistas de lugares que no conocen los turistas- oh, quién pillara este blog de cada ciudad del mundo, jaja) donde estuve con la maravillosa divaganta Raquel et al y luego volví a casa por el río. Mientras escribo recuerdo un divague de hace un par de veranos que titulé "
Calor y calor y surfear las orillas del Támesis". Ahí hablaba de la parte oeste del río y esta es más hacia el centro. Han abierto un paseo por delante del MI5 (el mítico edificio de los espías en Vauxhall) y aquí tenéis otro par de evidencias de que, muy cerquita del barullo (lo que se ve al fondo de la foto del banco es la Abadía de Westminster, al ladito del Big Ben), puede no haber nadie.



Mejores versiones de la foto de abajo (la famosa piscina colgante) ya las he puesto otras veces - espero que se aprecie que estaba hasta arriba de gente. Está tomada desde el río, donde hay una pequeña acampada en apoyo a Palestina: "Nadie es libre hasta que todo el mundo es libre", dice el cartel (curioso que estoy leyendo "Libre" de Lea Ypi: cuando divague a la vuelta hablaré de las interesantes reflexiones de la autora sobre el concepto "libertad"). El miércoles fui a una charla sobre el impacto de opresión continua en la salud mental de los gazatíes y me impactó de una manera distinta -pero igualmente poderosa- de cómo impacta lo que vemos todos los días en la prensa. 

Aún así, nos iremos tres semanas de vacaciones como si esto no estuviera pasando, y algún rato -en mi caso probablente nadando o mirando el mar preferentemente desde una altura-, creeremos que el mundo es chulo y que lo podría ser no solo para unos pocos si se hicieran las cosas de otra manera. Cuidaos y nos leemos.





26 junio 2025

"El siglo de las luces" de Alejo Carpentier. A riesgo de caer en el cliché: huracán de novela

Alejo Carpentier es otro de esos clásicos que no había leído y fue recomendación del Náufrago Ro -que si no lo pongo, me lo recuerda-, aunque su favorito es "Los pasos perdidos" que también leeré en unos meses.  Lo tenía por casa desde hace mucho: en realidad, no sé por qué me compro libros porque con lo que tengo sin leer podría pasar solo leyendo varios
(maravillosos) años

Carpentier nació en Suiza en 1904 y murió en París en 1980, pero era cubano. Me parece fascinante este dato: su padre, arquitecto francés, tenía interés por "la cultura hispánica y ansias de habitar en un país joven que le permitiera escapar de la decadencia europea", y por ello se fue con su mujer rusa y su bebé a La Habana. Crecer en ese "crisol de culturas" explica mucho de esta novela; tener un padre que quería vivir en un país joven con todo lo que conlleva de construcción e ilusión versus decadencia y cinismo, también.

"El siglo de las luces" (publicado en México en 1962) es geográficamente el Caribe y temporamente, el SXVIII, durante la Revolución Francesa. Nunca se me hubiera ocurrido hacer esa conexión pero ya me parece, antes de ponerme, interesantísima: cómo influyó ese huracán metafórico en el corazón de Europa en una zona donde los huracanes son reales. Porque sí, además de una novela de ideas, que es lo que a mí me gusta, es una novela de ambiente, en la que tienes que andar con machete para avanzar ante una vegatación salvaje que va creciendo de nuevo a medida que tú pasas. Al leerla pienso todo el rato en Ro, y su amor por esta esquina del Atlántico -todas las fotos del divague de hoy son mías, del Caribe Colombiano-, este mar que siempre ha sonado a exceso y lujo - "me voy al Caribe". En fin, que la exuberancia de la naturaleza y el estar continuamente a su merced es una constante en la novela: en cualquier momento puede llegar el huracán que se lleve, literalmente, todos tus planes por delante. Curiosamente ayer escuchaba con Mini en el coche un podcast sobre el portorriqueño "Bad Bunny" (adivinen quién va a ir el año que viene al concierto; y no, no soy yo, que he sido excluida tras mi actuación en el de nosequé pavo el año pasado) y comentaban que los conciertos en su isla natal son impredecibles precisamente por eso.

Es un lugar común decir que las buenas descripciones te llevan al epicentro del lugar que les ocupa, pero es así y para demostrar con una todas esas imágenes del Caribe que se han clavado en mi retina durante la lectura, aquí va una: 
"Había playas negras, hechas de pizarras y mármoles pulverizados, donde el sol ponía regueros de chispas; playas amarillas, de tornadiza pendiente, donde cada flujo dejaba la huella de su arabesco, en un constante alisar para volver a dibujar; playas blancas, tan blancas, tan esplendorosamente blancas que alguna arena, en ellas, se hubiese pintado como mancha, porque eran vastos cementerios de conchas rotas, rodadas, entrechocadas, trituradas —reducidas a tan fino polvo que se escapaban de las manos como un agua inasible". 

 
Ah, la naturaleza. Pero aún hay otra imagen más poderosa con la que me quedo de la novela: "La Máquina" en la proa del barco. La Máquina, que viene de Francia como símbolo de la libertad que va a traer a estos pueblos de salvajes. La Máquina que será usada como en ultramar, el pos de las ideas de la Revolución. Rodarán cabezas; eso sí, como decía Khrae "con el chic de lo francés". Esta imagen resume una de las grandes contradicciones que plantea la novela: para hacer una tortilla, ¿hay que romper unos cuanto huevos? -citando al clásico. Recuerdo aquellas conversaciones con un viejo anarquista que decía aquello de "estamos en contra del derramamiento de sangre-reivindicamos las sogas!". Todos nos reíamos por la boutade, ese tipo de violencia patibular es tan obscena que es fácil asumirla como broma -otra cosa es el otro tipo de violencia al que todos asistimos desde nuestro sofá sin inmutarnos. Pero es risa incómoda, porque "el Terror", cuando viene de mano de la Ilustración, las razón, las luces del título, es tremendamente incómodo. 
"Al Tiempo de los Árboles de la Libertad había sucedido el Tiempo de los Patíbulos. Hubo un momento impreciso, indeterminable, pero tremendo, en que se operó un trueque de almas; quien la víspera fuese manso, amaneció terrible; quien no había pasado de la retórica verbal empezó a firmar sentencias. Y se llegó al Gran Vértigo —vértigo tanto más incomprensible, al ser evocado, cuando se pensaba en el lugar donde se había suscitado: precisamente donde pareciera que la civilización hubiese hallado su equilibrio supremo; en el país de las serenas arquitecturas, de la naturaleza amansada, de las artesanías incomparables; donde el idioma mismo parecía hecho para ajustarse a la medida del verso clásico. Ningún pueblo podía ser más ajeno a una escenografía de cadalso que el pueblo francés". 


 Y al final, ¿todo esto, para qué? Pregunta que se ha debido hacer tanta gente a lo largo de la historia: los que mandan a sus hijos a una guerra en la que creían fervientemente, no sé, había que matar al comunista del Viet Cong, había que terminar con los que tenían "Armas de Destrucción Masiva", y luego va y se los devuelven en una caja que sale de las tripas de un avión militar. Pero en "El siglo de las luces", cuando todo termina, cuando la ilusión de una sociedad nueva se difumina y vuelven los curas, los esclavistas, los de siempre, es especialmente doloroso.

 "Allá podrá usted ver a todos los señores del gobierno con sus mejores uniformes, agachando la cabeza bajo los latines eclesiásticos: Preces nostrae, quaesumus, Dómine, propitiatus admitte. ¡Y pensar que más de un millón de hombres ha muerto por destruir lo que hoy se nos restituye!"

"Hubo un inmenso regocijo de propietarios, hacendados, terratenientes, prestamente enterados de lo que les interesaba —tan prestamente que los mensajes habían volado por sobre los barcos—, al saberse, además, que se regresaría al sistema colonial anterior a 1789, con lo cual se acababa de una vez con las lucubraciones humanitarias de la cochina Revolución. En la Guadalupe, en la Dominica, en la María Galante, la noticia fue dada con salvas e iluminaciones, en tanto que millares de «ci-devant ciudadanos libres» eran conducidos nuevamente a sus antiguos barracones, bajo una tempestad de palos y trallazos. Los Grandes Blancos de antaño se echaron a los campos, seguidos de jaurías, en busca de sus antiguos siervos, devueltos a los caporales con cadenas al cuello".

Es doloroso porque cuando se cometen errores (ehem, La Máquina) en nombre de la liberté, la egalité y la fraternité no es lo mismo. Cuando es la razón, en lugar de la superstición, cuando es el progreso en lugar de la tradición, cuando es la ciencia en lugar de la religión... es terrible cuando todo eso lo fastidian unos cuantos porque rompen el sueño de muchos (el sueño y la realidad, que se lo digan a los esclavos liberados). Cuando los que se mueven solo por intereses personales lo fastidian... bueno, los seguidores, qué esperaban? Lo otro escuece más. Pero antes del desastre, Carpentier describe muy bien la ilusión inicial, el motor de todo ello: 
"Dos días transcurrieron en hablar de revoluciones, asombrándose Sofía de lo apasionante que le resultaba el nuevo tema de conversación. Hablar de revoluciones, imaginar revoluciones, situarse mentalmente en el seno de una revolución, es hacerse un poco dueño del mundo. Quienes hablan de una revolución se ven llevados a hacerla. Es tan evidente que tal o cual privilegio debe ser abolido, que se procede a abolirlo; es tan cierto que tal opresión es odiosa, que se dictan medidas contra ella; es tan claro que tal personaje es un miserable, que se le condena a muerte por unanimidad. Y, una vez saneado el terreno, se procede a edificar la Ciudad del Futuro".

 Carpentier simpatizó con la Revolución Cubana, criticó el colonialismo, el imperialismo y creo que fue comunista. Curioso que usara los títulos de las láminas de los "Desastres de la guerra" de nuestro Goya como epígrafes de muchos de los capítulos. Esta intertextualidad tal vez funcione mejor en ediciones ilustradas en los que se puedan ver los grabados -yo he buscado algunas pero no todas -bastantes distracciones tenemos ya leyendo! Goya pintó los Desastres tras el impacto que le causó la Guerra de la Independencia: otro "woke", que le llamarían hoy, "afrancesado", entonces, que, como Carpentier, plasmó este en sus lienzos la sinrazón. 

He empezado la casa por el tejado porque si se piensa en la novela cronológicamente, tendría que haber comenzado con Sofía y Carlos, hermanos recientemente huérfanos, y su primos Esteban viviendo como náufragos -ellos también- en esa casa varada -o tomada, pero no al modo cortazariano, sino tomada por juegos, por carreras por las escaleras, por arcones llenos de disfraces y pereza. Los tres son adolescentes tardíos y como todo adolescente que se precie, duermen de día y vagan por la casa de noche . Este comienzo de la novela es magnífico y a mí no me hubiera importado, con la prosa bestial de este autor, haberme quedado allí. Porque parecía una "novela de casa", de esas que me encantan (las Bronte, Jackson, Du Maurier..), pero luego salen- vaya que si salen. Unos siglos después, tenemos también a otro trío que llevó Bertolucci al cine ("The dreamers"), que también viven ensimismados en su casa, y que al final salen al Mayo francés.  De aquí solo pongo tres citas con las que Alejo describe el cambio de ritmos circadianos en los tres primos, para ilustrar el nivel fomal del que hablamos:
"una mañana, en el medio sueño de su incipiente noche";
"un crepúsculo invertido que se llenaba de maitines y pregones"
"puesto en el patio, el reloj de sol se había transformado en reloj de luna, marcando invertidas las horas"

Pero entonces llega el elemento disruptor a romper la homeostasis y la inocencia: Victor Hugues. Aquí la ficción se entremezcla con la historia con mayúsculas, porque Hughes existió, y quien quiera saber de su vida, su auge y caída y cómo llevó la Revolución a la isla puede leer la wikipedia. A la isla y al corazón de estos tres chavales: de su mano se suben - nos subimos- al caballo del cambio y la ilusión. De su mano también se caen -nos caemos-, como el santo. Llega, de nuevo, como un huracán (no puedo dejar esta metáfora, es así)  y cuando se extingue, deja similares destrozos. Pero mientras tanto, cuántas noches sin dormir hablando de esto...
«Hemos rebasado las épocas religiosas y metafísicas; entramos ahora en la época de la ciencia.» «La estratificación del mundo en clases carece de sentido.» «Hay que privar al interés mercantil del horroroso poder de desatar las guerras.» «La humanidad está dividida en dos clases: los opresores y los oprimidos. La costumbre, la necesidad y la falta de ocios impiden a la mayoría de los oprimidos darse cuenta de su condición: la guerra civil estalla cuando la sienten.» Los términos de libertad, felicidad, igualdad, dignidad humana, regresaban continuamente en aquella atropellada exposición, justificando la inminencia de un Gran Incendio que Esteban, esta noche, aceptaba como una purificación necesaria; como un Apocalipsis que estaba radiante de presenciar cuanto antes, para iniciar su vida de hombre en un mundo nuevo. 

La novela es tan monumental que, si hago eso de ir a mis anotaciones, me saldría otra serie como la que acabo de terminar. Así que lo voy a dejar aquí, deseando que la disfruten, porque es prosa, es contenido, es viaje, literal e interior, es, y disculpen el cliché, como no podía ser de otra manera viniendo del Caribe, un huracán.

20 junio 2025

"Deteminados. La vida sin libre albedrío" (III y último): Cambia el chip de "me lo merezco"; solo has tenido suerte.

Hoy se termina -en serio- esta serie sobre “Determined” el último libro de Robert Sapolsky. En la primera entrega hablamos de las bases biológicas del comportamiento, y cómo hay que remontarse desde el último nanosegundo hasta civilizaciones muy atrás para empezar a entender las influencias que han modelado nuestro cerebro para explicar un comportamiento ("It 's all turtles all the way down"). En el segundo se explicó por qué, aunque la mayoría pasara a aceptar que no existe el libre albedrío, no cambiaría nuestra vida: no pasaríamos a una continua “rave”, orgía o bacanal. En el de hoy vamos a ver las consecuencias de todo lo anterior, para lo bueno y para lo malo, en particular qué piensa Sapolsky que habría que hacer con la gente cuyas acciones afectan negativamente a otros, ya que su postulado es que no tienen responsabilidad de sus actos. Y qué hacer con los que, por la misma regla de tres, son los receptores de honores y premios, los que llamamos “triunfadores”. Pero antes, vamos a empezar con otro ejemplo de enfermedad sobre la que se ha culpado, y aún se culpa, a los que la sufren.

Un último ejemplo de otro enfermedad estigmatizada: la obesidad
En el divague anterior vimos cómo enfermedades neurológicas y del neurodesarrollo eran, antes de ser entendidas por la ciencia, explicadas como consecuencias de posesiones o de malasmadres. Pero no solo enfermedades neurológicas: recordemos los múltiples cambios de paradigma con las úlceras de estómago. Nuestros amigos los psicoanalistas lideraron el SXX con su interpretación de “es psicosomático”, hasta que en 1982 se descubre el Helicobacter pilori, la bacteria que causa la mayoría de las úlceras (luego hay un pequeño porcentaje de otras razones, pero ya me entienden). Para terminar con estos ejemplos que le sirven a Sapolsky para explicar el "hemos estado ahí antes" incluyo otro tema médico de rabiosa actualidad: la obesidad. 


Hasta hace nada, la mayor parte de la población pensaba que las personas que tienen obesidad eran vagos, sin disciplina, comían demasiado, no hacían ejercicio: “un puto gordo”, vamos. Como "no se cuidaban", eran los únicos culpables de su situación. De repente, bang, se descubre la leptina, una hormona que regula el almacenamiento de grasa en el organismo y que le dice a tu hipotálamo cuando estás llen@. Las personas con niveles bajos de leptina tienen poca capacidad para sentirse saciad@s, y esto empieza en la infancia. Una persona puede tener una variante de mutación de la leptina y de sus receptores y hay un montón de tipos. Y lo mismo para los centenares de otros genes que regulan el peso de una persona. Esto quiere decir que hay muchísimos factores biológicos envueltos en que alguna gente tenga este problema. 

Por supuesto, el ambiente también juega un papel fundamental, y si nos ponemos a tirar para atrás en la máquina del tiempo (lo que llevamos haciendo todo el rato en esta serie), sabemos que la propensidad para la obesidad en toda tu vida está influenciada por el tipo de embarazo que tuvo tu madre: si tuviste mala nutrición ya como feto, si te pasó sustancias porque fumó, bebió, tomó drogas, estuvo expuesta a metales, a infecciones, te transfirió ciertas bacterias intestinales y no otras. Y como siempre, recordemos que el "interruptor" genes, necesita de un ambiente que lo "presione": por ejemplo, hay una variante de estos genes que solo se activa si tu madre fumó en el embarazo. Otras que dependen de tu género, etnicidad. También hay genes que codifican si el ejercicio te ayuda o no a perder grasa (eso explica por qué hay gente que le cuesta mucho más perder peso con ejercicio).
 
Hace poco han aparecido los agonistas de la hormona GLP-1, que imitan su modo de actuación (regula la glucosa en sangre y reduce el apetito, aumentando la saciedad). La descubrieron estudiando la saliva de un pequeño reptil (1.6 kgs) norteamericano llamado el "Gila Monster" (en serio, el monstruo Gila, mirad abajo qué feo es) que podía pasarse largos períodos de tiempo sin comer. Una de las proteínas que detectaron fue un péptido parecido a la GLP-1 humana, pero mucho más potente debido a pequeñas diferencias estructurales. Una vez en el cuerpo, la GLP-1 se desintegra en 2 minutos, pero la del Gila Monster permanece estable dos horas. Así que modificaron este péptido para hacerlo más estable y potente y... voilá: Ozempic. 

Esto es como lo de la esquizofrenia: si la gente mejoraba al darles bloqueadores de los receptores de la dopamina, ¿no habría que sospechar que esto no es una madre cabrona lo que lo causa? Pues aquí igual: ¿debemos atribuir la obesidad 100% a que una persona "no tiene fuerza de voluntad" cuando, por deficiencia de leptina, le resulta muy difícil reaccionar ante la comida como alguien que la tiene normal? Y los tropecientos otros factores:  que si su intestino absorbe grasas más eficientemente, que si tiene más tendencia a acumular grasa o a movilizarla, y si lo hace en el culo o en el abdomen, que si las hormonas del estrés hacen más fuerte esa propensión, que si tiene más receptores del gusto que le hacen cierta comida irresistible, que si su sensación de hambre es mucho más aversiva que para ti, que si alto estrés le produce antojos de carbohidratos, que si cuántas neuronas de dopamina que anticipan el premio tiene, que cuántas neuronas se le activan por imágenes de comida... Y por supuesto, cómo de bien su lóbulo frontal (recordemos, el de las decisiones) regula las partes del hipotálamo relevantes al hambre, trayendo de nuevo el tema siempre presente de "la fuerza de voluntad". 

Pero, esperad, un momento: ¿he empezado esta sección sobre obesidad en pasado, diciendo que hasta hace nada la gente estigmatiza a las personas que sufren de obesidad? Mal usado: tristemente, y con toda esta información, esto sigue pasando. Y no es que hablemos de sesgos explícitos, sino también de implícitos, inconscientes: incluso las persona con obesidad tienen sesgos negativos hacia ellos mismos y hacia otras personas con este problema. Esto auto-desprecio no pasa en otras comunidades estigmatizadas. Es terrible: están siendo culpados por cosas sobre las que no tienen control. 



Y ahora ya terminamos con qué hacer con los "malos" y los "buenos". Ah, era tan fácil cuando existía Dios que "premia a los buenos y castiga a los malos"...

"El placer del castigo"
Así titula el capítulo en el que usa cuatro casos históricos para ilustrar que el pueblo disfrutaba -y disfruta- viendo cómo se castiga a un "malvado". Desde la Revolución Francesa -acabo de terminar una novela ambientada en la época y hay que ver qué obsesión con la guillotina en la plaza pública- hasta los ahorcamientos públicos en EE.UU. -que solo pararon en los años 30, no hace ni un siglo- pasando por, más recientemente, los condenados a silla eléctrica. 

Uno de estos, Ted Bundy, el asesino en serie aquel guapo, reunió durante su ejecución a un montón de peña a la puerta de la cárcel -se incluyen familias con niños- a cantar "Burn, Bundy, Burn" ("arde, Bundy, arde"). Cuando se confirmó lo esperado, todos gritaron y se abrazaron y fueron felices. Nota: lo de los asesinos en serie es demencial: desde las que les escriben cartas de amor y hasta se casan con ellos en la cárcel, hasta aquellos que hacen camisetas, barbacoas y echan fuegos artificiales el día de la ejecución: entre medio, debe haber un espectro de reacciones extrañas. 

Pero esto de disfrutar con el castigo ajeno no es solo educacional o cultural. Como Sapolsky es primatólogo, ha hecho estudios con monos y los ha comparado con niños pequeños, encontrando que ambos están particularmente interesados en ver el castigo de un compañero que ha sido malo con ellos. Os ahorraré lo que pasa el cerebro cuando “disfrutan del castigo”, pero si alguien se acaba de leer la primera entrega, igual se anima a predecir que es el circuito de la dopamina implicado en la recompensa a lo que le salen lucecitas. Vamos, que ser altruista nos hace sentir bien, pero castigar a alguien que ha hecho algo que percibimos como terrible nos hace sentir realmente bien. Hemos evolucionado para hacer que el castigo de un malo sea una recompensa visceral para el resto.


Pero volvamos a Bundy y los niños comiendo las "Bundy-burgers" de una food truck a pocos metros de la sala de ejecución y comparémoslo con la reacción de los noruegos con uno de sus casos más notorios. El supremacista ultraderechista Breivik asesinó a 77 jóvenes en una isla cerca de Oslo y dejó al país y al mundo en estado de shock. Tras el juicio, lo enviaron a una de sus "cárceles" por lo máximo que establece su código penal: 21 años. El entrecomillado viene porque no son los lugares sórdidos de castigo a los que estamos acostumbrados, sino lugares “neutros” donde hay ordenadores, gimnasio, cocina. Breivik hasta pidió matricularse en la universidad (eligió ciencia política, igual un poco tarde) y le dejaron ser alumno a distancia (aunque leo que su ideología no se ha movido un ápice pese a ello). En teoría, si cuando cumpla los 21 años allí demuestra no ser un peligro, lo dejarán libre. Qué diferente es esto del "que se pudra en la cárcel" al que estamos acostumbrados. Pero en Noruega la sociedad respondió a esta pesadilla reforzando sus valores de la manera más fuerte posible. No le iban a dar el gusto de cambiar al modelo de sociedad autoritaria y cruel que le gustaría a Breivik. 


Ponerlos en cuarentena
Para ver qué hacemos con la gente que comete crímenes, Sapolsky apoya un sistema parecido al noruego, uno que él llama de "cuarentena". Sigue los mismos principios de una cuarentena médica: es posible que alguien tenga una enfermedad que ponga en riesgo a los demás; no es su culpa, pero para proteger a la comunidad, en un acto de autodefensa, es lícito limitar su libertad; eso sí, lo mínimo para no dañar a los otros, nada más. Todos hacemos esto todo el rato: si tu niña tiene un virus, ese día no va a la guarde para no infectar al resto. Pues aquí, lo mismo. Y habrá gente que seguirá siendo tan impulsiva, carente de empatía, incapaz de ponerse en la piel de otro y loquesea, que no podrán salir nunca. Pero por protegernos al resto, no porque disfrutemos viéndoles "pudrirse" en una celda. Resulta difícil de digerir, pero si pensamos en potenciales factores y empezamos a tirar para atrás, la conclusión es que estos individuos tuvieron muy malas cartas con las "tortugas que les tocaron en la vida". 


El teatro del mundo judicial
Esto, una vez que se ha establecido que son un peligro para la sociedad. Pero antes, para llegar a esta conclusión, Sapolsky aboga por un mundo en el que ya no haya más juicios, con su parafernalia y sus representaciones, donde tanto la defensa como la acusación buscan ganar su caso, independientemente de la verdad (esto lo he visto claro cuando he estado dando declaración como experta, las preguntas no eran para intentar entender, sino para hacerme decir lo que sustentaba su caso). Propone que lo que debería haber son meramente investigaciones para averiguar quién hizo qué, y en qué estado mental. Sin jueces moralizantes que suelten una chapa desde su púlpito al final. 



Los triunfadores
Alguien se acuerda del capítulo de aquella serie tan chula, "Unique", en el que explicábamos que Michael Phelps, por ejemplo, tiene extremidades muy largas y pies enormes? ¿O el esquiador inlandés que tiene una variante genética que le hace más resistente al frío? En realidad muchos deportistas de élite a menudo tienen raras variantes genéticas que contribuyen a su rendimiento. ¿Cómo puedes competir tú con ellos? ¿Tienes "lo que hay que tener" para sufrir como un corredor de maratón? ¿O él se esfuerza más que tú? Y si alguien tiene predisposición a las adicciones, tiene los mismos retos en un bar para parar de beber que alguien a quien el alcohol no le sienta muy bien? 

Y no solo son los atributos físicos que se ven como arriba, luego está la inteligencia: la sociedad te premia según el número de títulos que tienes y tu Coeficiente Intelectual. Se cree que esa  persona se merece todos esos honores y a veces dinero porque es tan lista, se lo ha currado tanto. Parece de cajón que esto es preferible que el “hijo de”, que practica el nepotismo ilustrado. 


Pero Sapolsky opina que no hay justificación en el "merecer": no tienes más derecho a que se cumplan tus deseos que ningún otro ser humano porque tengas alto CI, pies grandes, resistencia al frío, o cara bonita.  Puedes pensar lo opuesto porque no puedes asumir "lo de las tortugas", todas las distintas causas bajo la superficie que te hicieron tú. Te permites el lujo de decidir que el esfuerzo y la auto-disciplina no están hechos de biología. 

La suerte
¿A dónde llegamos con todo esto?  Las características de tu biología te llegaron por suerte: buena o mala. Eres alt@ y delgad@ como tu madre, moren@ sala@. O puedes ser todo lo contrario. Asumimos esa suerte en el físico, un poco en el intelecto, pero aún pensamos que “el esfuerzo” viene de la magia (o sea, es inexplicable por genes + ambiente + su interacción). 

También nos cuesta asumir que hay gente que humilla o abusa a otra por rasgos que son manifestaciones de la biología. Deberían apretar los dientes desear muy fuerte no ser así, y conseguirlo. Y hay gente que lo hace, pero eso son aún otro tipo que los que al final vemos actuando de una manera negativa. Pero al final, dice nuestro científico, deberíamos terminar dándonos cuenta de lo absurdo que es odiar a alguien por algo que ha hecho. 



Corolario
Habrá gente que diga que todo lo que hemos descrito en estos tres divagues (y créeme, en el libro hay mucho más) son sólo propiedades estadísticas de poblaciones que no pueden predecir comportamientos a nivel de los individuos, pero lo cierto es que cada vez tenemos más datos que nos hablan de lo que les pasa de adultos a los niños abusados, de que puedes tener una diferencia de esperanza de vida de 30 años según en qué país nazcas, que la biología de tu córtex prefrontal explica por qué hay gente que sistemáticamente toma la decisiones equivocadas. Y suma y sigue. 

Si hay algo claro tras ese libro es que todo es "esto pasó por lo que pasó antes, y esto antes y esto antes (tortugas y tortugas). Pero no busques más explicaciones ni “sentido”. No hay nada, na-da, aparte de un universo indiferente en el cual, ocasionalmente, los átomos se juntan para formarte a ti. No somos los "capitanes de nuestras naves", como en el poema "Invictus": nunca hubo un capitán al mando. Pero mejor no lo digamos mucho: en 2016 el filósofo Stephen Gave escribió un artículo titulado "No hay libre albedrío, pero estamos mejor creyendo en él de todas formas", replicando un poco lo que dijo la esposa de un obispo anglicano cuando se empezó a difundir la teoría de la evolución de Darwin en 1860: "Que los humanos descienden del mono! Esperemos que no sea verdad, pero si lo fuera, que no se entere la gente". Podemos vivir “sin saber”, pero en el divague anterior ya vimos los beneficios de entender que los comportamientos son complejos y no nacen de la nada, que se lo digan a las personas con epilepsia, esquizofrenia, autismo…

En el futuro, dice Sapolsky, cuando vean nuestros juicios, nuestras prisiones, nuestras ceremonias de premio nobel, nuestras olimpiadas, nos verán como nosotros vemos a los que hacían exorcismos con los enfermos que convulsionaban, oían voices, o lo que sea. Tal vez lo pongan en contexto histórico y vean que fue solo a finales del SXX y principios del SXXI cuando empezamos a conocer más de genética y epigenética, y que nos costó todavía unas décadas llegar a la misma conclusión a la que se llegó antes con tantas otras enfermedades y comportamientos. 

En un punto del libro, ya no sé cual, cita esta frase tan de sueño americano: "No es tu culpa si naces pobre, pero sí si mueres pobre". Es mala suerte si naces pobre y también si no cuentas con el ambiente ni los rasgos de personalidad y neuropsicológicos para salir de ahí. Cuando se puso de moda en las universidades eso de “check your privilege” (estáte atent@ de tus privilegios) no solo se deberían referir a tu raza, género, clase social, sino también a todas esas “magias” que aún no entendemos y que son otro regalo. Si has llegado hasta aquí, me atrevo a decir que tienes muchas de esas“suertes”: la capacidad de concentración, la curiosidad, el interés por temas que puedan incomodar, la capacidad de tal vez, moverte de tu baldosa ideológica un centímetro. Enhorabuena.  

Robert Sapolsky


17 junio 2025

"28 years later", dirigida por Danny Boyle. "28 años después", divague de Di.

 Hoy hace 28 años que unos ingenuos Pedalistas -que aún no se llamaban así- se lanzaron a la aventura mayor de su vida: venir a vivir al Reino Unido. No todos los años hago divague de tamaña efeméride -la última vez en 2021, cuando hacía 24-, y en el del 23 hice una pequeña auditoría de los años que sí, y se ve que es algo totalmente aleatorio, aunque en el 23 hablaba de "coincidencias extrañas".

Más coincidencias: ante no tener fotos, siempre
van bien los geranios,me digo. Pues bien, qué peli anuncia
el bus que pasa de fondo? Respuesta al fin del divague

Hoy hay otra de esas coincidencias y por ello va el divague. Danny Boyle es uno de mis directores favoritos, aparte de caerme muy bien -recordemos cómo filtró propaganda progre (hoy dirían "woke") en la ceremonia de apertura de las olimpiadas del 2012. Le conocí en los Golem Yamagutxi de la Vetusta del norte en 1996, justo antes de venir a la isla con "Trainspotting", basada en el libro de Irvie Welsh. De la energía de esa peli, de su "Lust for life", de cómo tuve el poster con el primer párrafo del libro en mi cocina mientras vivíamos como estudiantes ya he hablado mucho. Luego al llegar a la isla ya vimos su primera, también muy recomendable, "Shallow grave" en un cine que habilitaban en un colegio en Grimsby, o "The beach", basada en el libro de Alex Garland, con una amiga de Jon en Nottingham (a partir de la cual el Peda le cogió miedo, como la mayor parte de los tíos, a la maravillosa Tilda Swinton).

En 2002 nos vinimos a vivir a Londonium. Al principio vine yo de avanzadilla y estaba sola -literalmente, solo había dos tipos más- viviendo en las residencias de personal de un hospital victoriano en Sutton, a las afueras. Un fin de semana me fui al centro a pedir "una mesa para una" en Zizzi, una pizzería y luego al cine a ver "28 days later", la peli de terror post apocalíptico de zombies con guión de Alex Garland en la que se vio una de esas imagenes improbables: el puente de Westminster sin gente con Cillian Murphy con ropa de quirófano. Aburriéndome como lo hago con las pelis de pura acción, esta me gustó porque los visuales de Boyle siempre me gustan. 

Pongo el cartel de la primera peli
porque el de las otras dos son indigeribles

En 2007 dirigió "Sunshine" y por eso fue solo el productor de "28 semanas después", y lo hizo Juan Carlos Fresnadillo. También recuerdo dónde vimos esta peli: el el Vue de Picadilly, donde estábamos solos y fue lo más parecido a verla en el hortera cine privado que se monta en el sótano un millonario. No recuerdo nada de la peli, pero sí que en el baño había piedrecitas transparentes en la que caía el agua de lavarte las manos. Mi vida, pese a los cinco años de diferencia entre las los pelis no había cambiado demasiado, tal vez solo en el aspecto laboral, en el que por fin había terminado el proceso de aprendiza de bruja para ya ser bruja titular. Aquel año se puso en marcha Mini, pero cuando vi la peli, aún ni eso. 

Un montón de años después estrenan el 20 de junio la tercera entraga de la saga, otra vez dirigida por Boyle y guionizada por Garland "28 años después". En este lapso sí que han pasado cosas en mi vida, pero sobre todo, le han pasado al mundo, y no buenas. La peli es de nuevo otro terror post-apocalíptico que en el pasado veíamos como ciencia ficción, pero que hoy se aprecia desde otro ángulo - tamizado según cada cual vea el futuro que se nos viene encima. Yo no sé, sufro de un optimismo irracional al que mi yo-pensante llama idiota, porque el presente es dantesco y abrir las noticias un día tras otro me hacen pasar de la perplejidad al horror en nanosegundos. Total, que he decidido que no voy a ver la peli, igual que no volvería a ver o a leer "The road"que tanto me marcó en su día. Pero, la coincidencia de nuestros 28 años aquí, justo hoy, me ha obligado a abrir blogger y escribir. 

Porque como decía Sábato, "las casualidades no existen". Ojalá, cuando en años sucesivos escriba esta entrada y estemos en otro mundo -mi yo irracional optimista ataca-, pueda hacer una crónica boba de la peli y contar cosas irrelevantes sobre lo que ha supuesto vivir tanto años en esta isla. 

Evidente: "28 years later"


13 junio 2025

"Deteminados. La vida sin libre albedrío" (II) de R. Sapolsky: llenar la ignorancia con dioses, brujas o madres nevera.

El otro día escribí la parte más dura de "Determined" de Robert Sapolsky, y hoy pensaba terminar con la parte divertida, la que debates con tus amigos en una cena. Pero, ay, como siempre, todo me parecía apasionante y me he alargado. Con lo cual, habrá tercera (y prometo, última) parte.


Recapitulando la primera parte con un ejemplo
Ayer hablamos de la biología del comportamiento: qué ha pasado desde el segundo antes que tú levantas la mano en clase, hasta la cultura de la que vienes (pasando por los minutos, horas, días, etapas vitales, embarazo de tu madre, los gametos que te formaron...). O sea, los determinantes biológicos de nuestro comportamiento se extienden en el espacio y en el tiempo, y responden a lo que pasó frente a ti en este instante, pero también a lo que moldeó a tus ancestros siglos atrás. Como estas influencias son complejas y no están ahí, a simple vista, llenamos el vacío con historias de "agencia" (ie. somos sujetos agentes, vs. sujetos pacientes). Pero en realidad, solo somos la suma de aquello que no pudimos controlar: nuestra biología, nuestro entorno y sus interacciones. 

Voy a incluir un ejemplo que da Sapolsky para ilustrar las "tortugas en acción" (hay que leer el principio del divague anterior para entender esta metáfora). Imaginemos dos de sus alumnos en su oficina teniendo el debate del libre albedrío. Uno de ellos quiere demostrarle que está equivocado, que el libre albedrío existe, y para ello va, y coge un boli. "Voilá, lo acabo de decidir". Por supuesto, aquí se habla siempre de la media, de lo más frecuente, pero Sapolsky se lanza a especular que es más probable que el que dice eso no haya comido aún, que no durmiera bien la noche anterior, que sea hombre (si la otra es mujer), y que sea hetero si quiere impresionarla. Que sea extrovertido. Que tenga los andrógenos elevados. Es más probable que sea de una familia acaudalada que lleva generaciones yendo a la universidad (un alumno de clase trabajadora que es primera generación en la uni es menos probable). Y si es emigrante, es más probable que sus padres decidieron emigrar por razones económicas vs. refugiados. Más probable que haya retado al catedrático si viene de una cultura individualista vs. colectivista. Y así con muchísimos factores que nos hacen nosotras. Espero que con este ejemplo se entienda mejor lo de "son tortugas todo hasta abajo".



Zajando la primera parte (confesión) e introduciendo la segunda

Si se piensa que lo de ayer fue un mazacote, solo anotar que se me debería agradecer que no me he metido en otros capítulos de la primera parte en los que explica la "teoría del caos", la "complejidad emergente" y la "indeterminación cuántica". Bueno, menos medallas: confieso que me hubiera sido imposible porque no he podido con ellos. Mi mente ya no da -el hecho de que hiciera física en COU es un ejemplo vivo de cómo el/mi cerebro degenera, porque no me veo capaz de estudiar esa asignatura de nuevo. El no haber entendido esos conceptos no me ha impedido seguir con la segunda parte, pero si alguien está interesado, he enlazado las referencias. 


Todo el mundo acepta que el color de los ojos, del pelo, etc, es algo biológico, es algo que la ciencia nos ha enseñado que es así y que se transmite asá. Sin embargo, nuestro carácter, nuestra resiliencia, nuestra motivación, nuestra fuerza de voluntad... esto sin embargo es algo mágico que unos llaman "alma" y otros superego. Nunca llegaremos a predecir nuestro comportamiento al 100%, pero mientras escribo esto se está descubriendo un nuevo gen que actúa sobre el cerebro que da un poquito de luz sobre el tema.



Pero, que una sociedad aceptara que no tenemos libre albedrío podría tener terribles consecuencias, ¿no? Esto es lo que vamos a ver a partir de ahora: ¿Será esto una bacanal constante? ¿No podremos castigar a los que antes eran "los malos"? ¿Nadie reconocerá todo lo que he ganado "con el sudor de mi frente"? ¿Seré lo mismo que esos pobres, que lo son por vagos?


Como digo, pensaba hoy cubrir todo pero me he quedado solo en la primera pregunta:


¿Nos volveremos todos locos?

 Si todo el mundo pasamos a creer que no somos responsables de nuestros actos porque no existe el libre albedrío, ¿se irá la sociedad a la porra porque todo el mundo actuará como enloquecido? 


En primer lugar, la mayoría de los estudios no han podido demostrar que la gente se vuelve menos ética una vez que asume que no hay libre albedrío. Y un metanálisis (que es un estudio de estudios, en este caso incluyó 145) de 2022 probó justo esto. Como vale, igual no hay grandes cantidades de estudios sobre este tema, vamos a ver qué pasa -en esto hay muchísimos- cuando la gente deja de creer en Dios.



Yo esto no lo sabía, pero la invención de Dios para comportarnos éticamente no viene de tiempos inmemoriales. El Dios que juzga, castiga, el de la moralina que nos es familiar es un invento relativamente reciente. Los cazadores-recolectores tenían dioses a los que hacían sacrificios, que tal vez aspiraban a responder por qué ahí cayó un rayo, pero estos dioses no estaban interesados en que fueran "buenos los unos con los otros". Los dioses moralistas no comenzaron hasta que la gente empezó a agruparse en poblaciones más grandes, donde no todo el mundo se conocía (porque "ser malo" enseguida te pasaba factura en una comunidad pequeña donde terminabas con mala reputación), luego se necesitaban un par de ojos celestiales para controlar al personal. 


Pues bien, los estudios comparando los comportamientos de ateos y creyentes no muestran ninguna diferencia en cuanto a altruismo, cooperación, prosocialidad, agresión. Y además, que, en esto de la bondad, los creyentes tienden a ser buenos con los de su grupo, no con el resto. 

Nota: este capítulo tiene muchos más puntos que no incluyo, como aquello de "los extremos se tocan", atención: hay más similitudes psicológicas entre extremos -ateos beligerantes y religiosos fanáticos- que con los que Sapolsky llama "apatheist" (apáticos que van con la corriente), pero algo sobre la discriminación que sufrimos los ateos -como minoría- lo conté en un divague sobre varias cosas aquí. 

Ejercicio: dime si la protagonista de este caso era responsable de sus actos (o sea, tenía libre albedrío)

En 2018, una mujer con un diagnóstico de epilepsia estaba conduciendo en Brooklyn. Trágicamente, tuvo una crisis convulsiva tónico-clónica que le hizo perder el control al volante y mató a dos niños, dejando a sus dos madres y a otros heridos. Fue acusada de homicidio y, ocho meses después, mientras esperaba su juicio en la cárcel, se suicidó. Qué injusto, pensará el divagante: esa mujer no era responsable de sus actos, tenía una enfermedad. ¿Por qué homicidio?


Ah, pues porque a esta mujer le había avisado el médico de que no debía conducir (y no solo a ella, Sapolsky cita varios otros casos exactos con esta misma tesitura).  ¿Qué piensas ahora?  ¿Era responsable de no tomar la medicación? Aquí entra Sapolsky y ya nos imaginamos qué va a decir: el acabar conduciendo cuando sabes que no debes es el resultado de un montón de decisiones. Como cuando decides tomar café en lugar de cola-cao, o mirar tu teléfono en lugar de leer - o mientras conduces. Y como todas las decisiones, es tan biológica como cuando te rascas-solo que un mucho más compleja en cuanto a sus interacciones con el ambiente. La tesitura es: "¿conduzco sin medicación, o hago lo más costoso?" (tomar la medicación, coger el bus). 



¿Y quién decide hacer los costoso y quién es negligente? Volvamos a las tortugas: ¿Cómo de bien están trabajando las neuronas de tu PFC (el córtex prefrontal, recordemos, el de las decisiones) la mañana que decides coger el coche? ¿Qué efecto tiene tu enfermedad (en este caso, epilepsia) y la medicación que tomas (a ratos) en tu juicio? (o sea, en tu PFC) ¿Está este un poco lento porque no has desayunado bien? (luego le falta glucosa). ¿Cuales eran tus niveles de esteroides (e.g. cortisol) esa mañana? ¿Ha afectado el estrés que llevas sufriendo las semanas anteriores la neuroplasticidad de tu PFC? ¿Tienes una infección de toxoplasma latente en tu cerebro? ¿Tuviste una infancia ridículamente feliz o terrible y desgraciada? ¿Bebió tu madre alcohol durante tu embarazo? ¿Qué variante de receptor de la dopamina D4 tienes? ¿Vienes de una cultura individualista, de una que valora seguir las reglas, de una que llama valientes a los que toman riesgos? Todo esto son factores biológicos que esculpieron un cerebro sobre el que la persona no tiene control. 

Donde Sapolsky nos lleva es a un lugar incómodo: si pensabas que es injusto que se condene a epilépticos por una convulsión, ¿qué piensas de la que condujo en contra del consejo médico? Igual aún crees en la magia, en que esa mujer, de la nada, un día se miró a los ojos en el espejo  y decidió no tomar la medicación, luego para ti es culpable. 


Así es para la mayoría porque, ¿por qué va a saber el público general todo esto que está pasando en oscuros laboratorios, si además hemos crecido en una cultura en la que el esfuerzo, la motivación, la resiliencia, la generosidad, y suma y sigue, se cree que son decisiones de las personas en lugar de procesos biológicos que interaccionaron un múltiples ambientes para hacerte tú?

Hemos estado ahí antes

El desconocimiento llena sus vacíos con lo que sea, y la historia de la medicina está llena de ejemplos en los que se buscaban respuestas culpando a los enfermos (bueno, no hace falta irse a la medicina, las tormentas eran dioses enfadados). Hoy vamos a terminar con ejemplos de enfermedades neurológicas y del neurodesarrollo que fueron interpretadas de manera enloquecida, y cómo se movió la sociedad hasta aceptarlas en lo que eran: la epilepsia, la esquizofrenia, el autismo.... y el síndrome de estrés postraumático de regalo.


  1. Epilepsia
Resumamos la historia de esta enfermedad con la frase de un neurólogo: "la historia de la epilepsia se puede resumir como 4000 años de ignorancia, superstición y estigma, seguidos de 100 años de conocimiento, superstición y estigma". El autor describe muy bien lo que tuvieron que sufrir las personas aquejadas del “grand mal”, pero yo solo citaré un ejemplo ilustrativo: un par de curas en el SXV publicaron un libro titulado "Malleus Maleficarum", con su guía paso-a-paso para reconocer a las bruja así en general y, sí, las convulsiones eran uno de sus síntomas. 

No voy a entrar a explicar que la epilepsia es un desorden neurológico porque, aunque siga existiendo estigma en ciertas partes del planeta hacia las personas con epilepsia, doy por sentado que quien llegue aquí no está en esos grupos. 

  1. Esquizofrenia
Demos un salto a los cazadores de brujas del SXX: que pasen los amigos de los niños, los fkin psicoanalistas. Sí, esta panda que atribuía (culpaba) a las madres por la esquizofrenia de sus hijos ("madre esquizofrenógena" decían, los simpáticos). Edificante, verdad? Luego que me cabreo cada vez que escribo sobre ellos y de todas las terapias kumbayá: al final, una puede entender que en el SXII llamaran anticristo a uno que convulsionaba, pero es que de esto, querid@s divagantes, no hace tanto. Lo que me aterra es que aún hay gente que a día de hoy se forma en este timo de terapia e interpretan tu comportamiento con su bola de cristal. Y que otros estén dispuestos a pagarles por eso.


>>Causas

Porque hoy sabemos que la esquizofrenia es un desorden del neurodesarrollo con fuertes bases genéticas. No es una enfermedad en la que un gen va mal (pongamos enfermedad de Huntington o fibrosis quística, sino que viene de la combinación de variantes de un número de genes, todos relacionados con neurotransmisores y desarrollo cerebral. Nota importante: no es que esos genes causen la esquizofrenia, es que quien los tiene, tiene más posibilidades de tenerla. Porque desarrollar la enfermedad implica tener estos genes más haber estado expuesta a un ambiente determinado. O sea, los genes te ponen en un precipicio, y factores externos te empujan. Algunos ejemplos de esos factores externos:
  • Durante la vital fetal, que la madre estuviera expuesta a virus, protozoos (toxoplasma gondii), que sufriera diabetes gestacional, sangrado de placenta, malnutrición (esto se vio en la Hambruna holandesa de 1944).
  • En el periodo perinatal, que tuviera un nacimiento prematuro, bajo peso, menor circunferencia de la cabeza, hipoxia durante el parto, cesárea de emergencia, haber nacido en el invierno.
  • En la infancia, separación de los padres, muerte de uno de ellos, vivir en malas zonas urbanas, haber sufrido situaciones potencialmente traumáticas, migración…

>>¿Qué pasa en el cerebro de estos enfermos? 

En primer lugar, hay un exceso de dopamina (*). Sí, ese neurotransmisor del que todo el mundo habla, aquello de lo que tenemos un pico cuando pasa algo chulo, luego queremos más (hay un libro titulado "Dopamina: la sustancia del MAS"). La dopamina es ante todo el neurotransmisor de la "salience" (prominencia), o sea, te hace prestar atención a algo importante. Recibes un premio inesperado y piensas: "guau! ¡Qué chulo! qué tengo que hacer para que se repita?", o recibes un castigo y "ouch, qué tengo que hacer para que pare?". Bien, pues las personas con esquizofrenia lo que tienen son descargas aleatorias de dopamina, sin premios ni castigos asociados. Así que si tienen una descarga en el metro y se cruza su mirada con otra persona, le buscan significado: "por qué me está mirando, me persigue, es el FBI".

O sea, la esquizofrenia es una enfermedad de "aberrant salience", o sea, algo está terriblemente mal en las cosas que se le presentan como importantes a esa persona durante el día. Esto también se refleja en las alucinaciones: la mayor parte de nuestro pensamiento es verbal, cuando pensamos “nos vamos contando cosas”, pero las personas con esquizofrenia le dan preponderancia a ese discurso y "lo oyen". Espectacular que personas sordas de nacimiento con esquizofrenia cuando alucinan lo hacen visualmente viendo lenguaje de signos. 


(*) Ah, y obviamente, la medicación que ayuda con los síntomas de esquizofrenia es aquella que bloquea los receptores de dopamina, porque necesitas bajarla. Y esto es de cajón: si tomas medicación que sube drásticamente  la dopamina como las anfetas, terminarás con un episodio psicótico. En la enfermedad de Parkinson, lo que tenemos es lo contrario: poca dopamina en determinadas áreas del cerebro, así que la medicación que se les da es L-Dopa, para que suba la dopamina. Y si tratas el Parkinson con demasiada L-Dopa, aumentas el riesgo de psicosis, claro. Y lo mismo con la esquizofrenia: si te pasas con los bloqueadores de dopamina, desarrollarán síntomas parkinsonianos. En serio, hay algo más biológico que el que haya pacientes que responden a medicación así? Mejor echarlos en el diván a culpar a su madre, claro. 


>>Macroscopia

También hay cambios estructurales en los cerebros de las personas con esquizofrenia: la corteza cerebral es anormalmente delgada, sobre todo en el córtex frontal donde hay pérdida de dendritas y axones (los "cables") que comunican las neuronas. Por eso suele aparecer en la adolescencia o principio de la edad adulta, ya que es la época en la que está ocurriendo la mayor parte del cableado en el lóbulo frontal, como venimos explicando. 


>>Corolario

Aunque no lo he hecho con la epilepsia, he entrado en detalles con la esquizofrenia porque me encanta meterme con los psicoanalistas… no, va... para que se entienda que es una enfermedad, con base biológica. Esto no va de demonios ni de madres que lo generan. Gracias a la investigación, hemos logrado quitar la culpa a un esquizofrénico que tristemente hace algo malo. Y ahora vamos al último ejemplo…


  1. Síndrome del espectro autista

Aquí, las madres eran “refrigerador” (gracias, psicoanalistas, ahora, si me queréis, irse!). Sapolsky nos habla del infame Bruno Bettelheim, el de “Psicoanálisis de los cuentos de hadas”, del que hemos hablado ya desde los albores del divlog, diciendo que el desencadenante del autismo es “el deseo de sus padres de que no existiera”. Alguien se imagina el dolor de tener un hijo en el espectro y que te digan eso?

Luego llegaron los que creyeron (no sé por qué hablo en pasado, aún están entre nosotros) que los niños desarrollaban autismo por la triple vírica. El pediatra que sacó ese estudio es una persona con rasgos claramente psicopáticos: podéis escuchar este podcast (Dr Anti-Vax) que pone los pelos de punta. Pues bien, todos esos padres tan hippies y concienciados, con sus ideas delirantes basadas en un estudio que probó ser falso (y de hecho Wakefield ya no puede practicar la medicina), no vacunan a sus hijos y te hacen sentir mal si tú tienes un hijo vacunado con autismo, porque esa era la causa. 



  1. Síndrome de Estrés Postraumático
Había ciertos veteranos de Vietnam que volvieron, por decirlo científicamente, kukut. Revivían los horrores de la guerra en forma de intrusiones, flashbacks, pesadillas; evitaban ciertas situaciones, estaban en estado de hiperalerta constante. Al principio fue interpretado como “exagerados”, “que se fingían enfermos”. Con el tiempo, se empezaron a identificar las tortugas de este desorden: predisposiciones genéticas, soldados que habían tenido infancias abusivas, rasgos temperamentales… y así todo. 

Vamos a ir terminando, que igual esta gente se quiere ir a dormir
Hoy lo que he querido es sembrar la duda: parto de que la mayoría, al empezar a leer esto, tenía muy claro que quien mata accidentalmente por una crisis convulsiva no es responsable, pero quién sabía que tenía que tomar la medicación y “decidió” no hacerlo, sí. Para ello hemos usado no solo todos los principios de formulación de lo que puede haber detrás de un comportamiento, sino también ejemplos de enfermedades y desórdenes que un día se pensó que eran responsabilidad del enfermo. 

Mañana terminaremos la serie con las implicaciones en cuanto a castigo y nuestra propia identidad, que nos esforzamos tanto y merecemos todo lo bueno que nos pasa… no como a otros que no tienen buenas notas, ni buen trabajo, ni dinero, ni una casa, ni lo que sea… porque no se lo han currado.