Cuando termino "Montevideo", la última novela de Enrique Vila-Matas paso por la cocina y le advierto a mi compa de piso, el Peda (que está como siempre filtrando kefir): "Escriba lo que escriba en mi divague, no te dejes engañar: "Montevideo" es un rollazo".
Y vaya esta introducción como "aviso para divagantes" porque me conozco: tengo tres páginas de anotaciones en la parte posterior del libro, tengo recuerdos bonitos de "Bartleby & Compañía" y aún mejores de "Dublinesca" y el divague a dos manos que nos marcamos con NáN, tengo tremenda debilidad por los escritores que abusan de la metaliteratura y por los que meten citas. Así que "Montevideo" debe ser una "obra maestra de la que me molesta profundamente todo" (como dice el prota de la novela de una peli que ve) y sospecho que voy a acabar reconciliándome con ella cuando termine de escribir este divague -y no será la primera vez que algo así me ocurre. Pero quiero mantener viva la llama de lo cabreada que lo terminé sin caer en el "no eres tú, Enrique, shoy shó" (aunque quién sabe, tal vez todo el jaleo de viaje estas pasadas vacaciones no ayudó a que cada vez que me sentaba me preguntara, de qué (hostias) puerta me habla).
La puerta no es otra que la de la habitación 205 del hotel Cervantes en Montevideo, del maravilloso relato del maravilloso Julio Cortázar "La puerta condenada" (Final del juego", 1956). En serio, Julio, pero cómo se puede empezar un relato tan bien:
"A Petrone le gustó el hotel Cervantes por razones que hubieran desagradado a otros".
Atención a la puerta del Hotel Cervantes a la derecha (lo grande era un cine): parece como uno al que iría yo. |
Así han dejado la 205 tras la remodelación: alguien ha visto una habitación con menos alma? |
Vale, si no se entiende nada o se considera que tiene un tortazo mi última frase, preparénse para "Montevideo", porque tiene mucho de eso. Va de cruzar una puerta que te lleva al mundo de la ficción que existe en el mundo real. Va de "la cocina del libro, todo aquello que no se encuentra en él, pero que está detrás de él". Es, como en todo libro de Vila-Matas, uno donde la trama no importa o no existe: es un ejercicio de estilo -qué es un autor sino las transformaciones de su estilo- porque como dice Rodrigo Fresán (tengo su "Melville" precisamente pendiente, pero aquí cita a "La parte inventada", donde explora los mecanismo de la mente del escritor contemporáneo): "en los libros revolucionarios, ya sea el Ulises, Moby-Dick, el Tristam Shandy, el Quijote, la trama la puedes resumir en tres líneras". La trama es una percha donde colgar los Temas, que es lo que interesa. Bueno, ni eso, al prota lo que le interesa es únicamente el lenguaje: habla del fondo del pensamiento de una escritora amiga, "que se podía reducir a ciertas trivialidades, inevitables para cualquier persona inteligente, pero trivialidades a fin de cuentas: la maldad humana, la muerte como escándalo, la vida sn sentido cuando el suicidio sí lo tiene, la inestabilidad, la creatividad, el desatino que nos golpearán siempre..."
John Banville -otra laguna, anoto- también es otro estilista genial, "más comprometido con el lenguaje y sus ritmos que con la trama, los personajes, o el ritmo de la historia". Y, ah, Válery: "Los demás hacen libros. Yo hago mi mente". Recuerdo que NáN decía que se leía el final del libro antes de empezarlo para quitarse la ansiedad de la trama, y así poderlo disfrutar. Eso sí, esto no es popular, a la gente le gusta una buena trama, y luego te la cuentan (como si "explicar un libro fuera explicar la historia que puede leerse en él"), y el prota habla de llevar "el pesado fardo de estar en contra de las tramas de las novelas". Yo no estoy fanáticamenre en contra, pero lo que no estoy dispuesta es a leer una buena trama si no hay cuidado del lenguaje. Para ello, me la leo en wikipedia. Si una novela tiene trama y lenguaje, qué decir: éxtasis, pero digamos NO al concepto de "libro entretenido".
"Vila-Matas, con bloqueo del escritor escribe historia sobre escritor con bloqueo del escritor" |
El libro tiene muchas referencias, sobre todo al principio, referencias raras (tal vez ustedes conozcan a Miklos Szentkuthy o a Néstor Sánchez) que anoto, o algunas conocidas que penden sobre mí como una espada de (lugar común) Damocles como el "Tristam Shandy" de Laurence Sterne, o me ha recordado una recomendación de NáN ("Dama de Porto Pim" de Antonio Tabucchi) porque también por eso leo a Vila-Matas.
O por la personalidad medio gruñona, medio humorística de sus personajes principales: me gustan los que se ríen de ellos mismos, los perdedores, vamos, como a todo el mundo: "...con la felicidad es mejor no confiarse, lo más sabio es dejar que sea efímera y no querer abrazarla tanto. De modo que rebajo yo mismo el ímpetu de mi alegría y me dedico a imaginar que voy lentamente ensombreciendo mi rostro, mientras aligero aún más mis pasos". Él mismo reconoce "la imposibilidad de describir en el papel la intensidad sin límites de una alegría personal". Y cita a Ferlosio en su discurso del Cervantes: "El argumento se quedó parado y sobrevino la felicidad".
El pobre Vila-Matas debe estar aburrido de aquella pregunta de si es "autobiográfico" lo que escribe (yo misma estoy preguntándome mientras divago si he de poner su molesto apellido compuesto o "el prota" cada dos líneas). Como dice en una entrevista en El País, ahora se está usando el concepto "autoficción" para denigrar, pero al igual que en todo género, hay de eso buena y mala. Sobre los debates de la narración en primera persona, dice que la "autoficción no existe porque todo es auto-ficcional (ya que lo que se escribe siempre viene de uno mismo), la no ficción tampoco, porque cualquier versión narrativa de una historia real es siempre una forma de ficción, ya que desde el instante en que se ordena el mundo con palaras se modifica la naturaleza del mundo". Esto diría que hay que leerlo de rodillas si no fuera porque lo he leído y tal vez escrito mil veces. Tal vez a él, ya no sé. Esta maniana, por ejemplo, me he pegado un morrazo con la bici y si lo contara, ya sería ficción: dejémoslo así, porque creo que maniana dolerá aún más que hoy y no podré soportarlo.
"El secreto de aburrir es contarlo todo", parece que decía Voltaire, y eso le hace al autor estar en contra del narrador decimonónico, ese "sabelotodo onmipresente" (claro que hay excepciones, y adivinen cual es el ejemplo del autor- jaja, HM, claro: es un pesado, entre nosotros nos reconocemos). Yo creo que soy de las que lo cuento todo y más, y me quedan divagues inconsiderados de cuatro mil palabras, pero es que eso de "se lo diremos después de la publicidad", no. Y además, para ser verdaderamente contemporáneos hay que ser "intempensivos y ligeramente inactuales": qué más da la moda del momento., lo importante es crear un libro que tenga "vida propia, lo que continúan novelándose solos, como los soldados decapitados que continúan avanzando". Esto es una versión de lo que decía Palahniuk, que un libro necesita de un grupo de adeptos que elevan su lectura, la experiencia de su lectura, a culto (este es el camino que definitivamente lleva Serial, por una participante no-en-nómina en el culto, pero por algo se empieza).
He comentado que tengo nuevos geranios? Viva Orwell |
"El mundo está lleno de perseguidores de la totalidad, algunos de una valía y valor incalculables, como Herman Melville, que es en quien pienso cuando me paseo por el mundo de los rastreadores del Todo (...). En Moby-Dick trazó una inmensa metáfora de la inmensidad, de la inmensidad de nuestra oscuridad". (ni ni ni)
"Lo más importante ya no es morir por las ideas, los estilos, las teorías, sino más bien retroceder un paso y tomar distancia de lo que nos sucede". (...) "La parcialidad fría es la de los que vivían las cosas que les pasaban siempre distanciándose de ellas para así poder pensar en cómo las narrarían si decidieran narrarlas" (no deja de ser otro síntoma de los anios esto del "tomar distancia" vs. "morir por algo". Aún nos deberían quedar cuatro básicos para que el EEG no esté completamente plano, pero en el resto, sí, distanciémonos así poco a poco, pasito a pasito, y veamos el mundo desde lejos, pongamos Lefkás, Skópelos, Léros)
"Una casualidad no es una coincidencia" (y esto me recuerda al gran Sábato diciendo aquello de "las casualidades no existen")
"Ese momento en el que uno despierta y siente conmoción y estupor porque está a medio camino entre no ser todavía del todo la persona que es y la sospecha de que está ante la oportunidad de ser otro individuo" (qué bonito, esto lo he puesto solo por eso y porque resume esa difícil dicotomía de lenguaje-contenido).
"Lo que me interesan son los errores, fruto de la pasión, los errores que se comenten arriesgando. Qué horror, santo cielo, el afán de no equivocarse!". Esta frase de George Steiner me ha gustado tanto que pasa a mi altarcito de frases cabecera del blog.
Otra oportunidad para mis geranios, este anio tricolores (regalo de mis progenitores, que están por la isla) |