Si no las escribo, las cosas no han llegado a término, solo las he vivido (A Ernaux) La vida real no está a la altura de escribir sobre ella (J Eugenides) Lo que me interesan son los errores, fruto de la pasión, los errores que se cometen arriesgando (G Steiner) En la calle, codo a codo, somos mucho más que dos (M Benedetti) Escribir es persuadir a un extraño de que se quede (R Cusk) El camino del exceso conduce a la sabiduría (W Blake)
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27 octubre 2020
40 secciones del magazine diario
21 octubre 2020
Las no-vacaciones. Día 1
Lunes, 19 de octubre de 2020
Primer día de las vacaciones no-vacaciones. No hay nada que contar, pero me planteo que tal vez algún día en el futuro -no lejano, anhelo- me preguntaré, "qué hice una semana en casa, enmedio de Octubre, de vacaciones?" Si esto es un diario, no se puede dejar sin documentar este año-nebulosa. Si ya el futuro es pura niebla, no hay que permitir que lo siga siendo cuando miremos para atrás. O quizás esté equivocada y agradezcamos la amnesia, quién sabe.
Nota: Una vez conté una cosa raruna que me pasa llamada "sinestesia espacio temporal". Básicamente "veo" el tiempo cronológico. No es metáfora o recurso estilístico estas nubes en las que está inmersa mi rueda anual del 2020.
La divaganta Carmen ya me dió la idea, el pasado verano: escribir las mismas crónicas de viajes que normalmente se nutren de la novedad del escenario, ignorando que estamos mientras estáticos. Un profesor de clásicas de Fashion decía "los mejores viajes los he hecho en mi sofá". Ese es el espíritu. Paseos por esta ciudad interminable, con otros ojos, como de turista. Gran idea, pero ponerla en práctica, en un día como hoy, una labor monumental (sí, he devastado algunas de sus secciones en una conversación con un pobre hombre en un callcentre de la India, negociando mi abandono de su compañía telefónica, otras en páginas comparativas de gas/electricidad, el contrato también termina un día de estos. Ya solo me faltaba descongelar el ídem para redondear el día, tal vez pillarme la mano con la puerta del coche).
Dulwich College |
Esta casa me hizo sentirme en otro país |
Con este rollo de la compañía telefónica - con el que me estoy sacando un máster en telecomunicaciones - me he planteado temas existenciales a propósito de la velocidad de "bajar" o "subir". Nada aplicará fuera de este país tercermundista en cuanto a internet, aquí en casa aún no hay fibra. Lo raro es que no oigamos al módem aquel de los 90 conectándose. Total que se contrata una velocidad para bajarte cosas (pelis) y otra, un cuarto de la primera, para subir, que es lo que se necesita para el teletrabajo: subir tu careto a una reunión. Me planteo que hay gente que es "de bajar" y otra "de subir". Yo soy de ambas... una vez escribí un divague que ahora suena muy viejuno que se llamaba algo así como "esponjas y tamices". No hay nada nuevo bajo el divagar.
No sé si seguiré con esa serie de las no-vacaciones. Desde luego, no promete.
18 octubre 2020
Reflexiones aleatorias tras la lectura de "Such a fun age" ("Los mejores años") de Kiley Reid
A qué época se refiere Reid con el título, cuál fue la "época tan divertida" ("such a fun age") del título? La novela transcurre en 2016, al final de este año Obama deja la Casa Blanca y es sustituido por un racista, machista y (rellene su propio -ista) impresentable. Igual se refiere a lo que tal vez ahora algunos americanos recuerden como una cierta "belle époque", con todas sus sombras, con lo que iba a venir [Nota para mí: curioso que estoy divagando dos novelas seguidas en las que hablo del concepto "belle époque"- también lo hubo justo antes de la época victoriana en el libro de Thackeray]. Desde luego, lo que vino tras 2016 no fue bueno ni para los negros, ni para las mujeres, ni para los trabajadores. Y vuelven a votar en unos días.
Y precisamente estos tres temas: racismo, feminismo, clase, son los que recorren la novela. Y aunque no tengas la impresión de que esto sea "alta literatura", a mí Reid me ha enseñado algunas cosas desde un ángulo que no conocía, o desde el que nunca me había puesto a mirar, pese a tenerlo ahí.
Reid cita en sus referencias un libro de la socióloga Rachel Sherman que no he leído titulado "Uneasy Street: The anxieties of Alluence" (Calle inquieta: Las ansiedades de los pudientes") de 2017. En él la autora entrevista en profundidad a 50 ricos de Nueva York para entender sus elecciones vitales y su explicación del concepto privilegio. Dice Reid que le ha ayudado a construir a algunos de los personajes de la novela que muestran su incomodidad con su riqueza y que se esfuerzan en dar otra imagen, por ejemplo, intentando justificar compras caras, o enfatizar cómo esto o aquello es orgánico o Fair Trade o lo encontraron en rebajas. En la novela, este personaje lo representa una hija de "nuevos ricos"; durante su infancia perteneció a una familia normal, que de repente les cae un dineral del cielo (pensemos en el Woody Allen de "Small Time Crooks"). Pero la experiencia de esta chica y de alguien que venga de dinero de toda la vida es distinta. Por ello, aunque sé que ese personaje es potencialmente odiable, yo no encontré en ella mala intención, simplemente insensibilidad con otros y su experiencia. Para pararse a considerar a otro hay que tener por lo menos un segundo para considerar que existe, y oh la vida es tan ocupada.
El tema racial a alguien como a mí nos pilla mucho más lejos. Cuando crecíamos en aquella Ejpein de los 70, la sociedad era uniforme. A mi colegio vino una niña japonesa, y por ello era famosa. El único grupo no-blanco en Vetusta eran los gitanos, viviendo en guetos con los que nadie se mezclaba. Eso sí, no éramos nadie racista, claro, nos encantaba Magic Johnson. Cuando llegué al Reino Unido, me encontré con una sociedad multiétnica y cultural, pero cuyos grupos en el fondo se tocaban poco: no hay más que comparar los clientes del pub de la esquina (solo blancos), y en el de las pipas de agua (todos de Oriente Medio). Donde se me cae el alma a los pies es en la cafetería de Peter Jones (un gran almacén tipo ECI), un lugar que frecuento (frecuentaba, pre-pandemia) tras comprar desde los calcetines hasta la olla exprés, para esas encantadoras tazas de té con scone de la media tarde, por sus vistas preciosas sobre Chelsea. Por mucho que mantengas tus ojos fijos a través del ventanal, es imposible ignorar la demografía dentro: absolutamente todos los clientes somos blancos y todo el personal que recoge los platos, negros. Como en la novela, el servicio: la que fue nueva rica tuvo una criada negra y ahora emplea una canguro negra para que cuide a su hija. Se repiten patrones. Reid habla de pagar a alguien para que dé amor a tus hijos, de pagarles para que hagan el papel de miembro de tu familia, pero la realidad: que no deja de ser una transacción. Me recuerda a aquella película tan ácida de Fernando León de Aranoa titulada, precisamente "Familia" (1996).
Pero lo que haría sentirse bien a la canguro de 25 años no es que la inviten a la comida del Día de Acción de Gracias, sino que la aseguraran. Porque como millones de canguros, o profesiones similares, están trabajando unas horas a la semana, dinero en mano, sin ningún tipo de protección. El estrés de que tiene que salir del seguro médico de los padres a los 26: no "poder permitirse" ponerse enferma. El drama de la salud en los EE.UU. La gente que le contrata quiere ser su amiga, quieren que sea parte de su familia: sí, pero Pirámide de Maslow, hay necesidad básicas que cubrir antes. Ella no ha elegido a esta mujer blanca con pasta como su amiga, así que esas tazas de té al final del día para ponerse al día le sobran, y también las conversaciones sobre si tiene novio o cual es su brillo de uñas. Muy distinta es otra conversación en otro punto la que otra mujer se interesa por dónde quiere llegar profesionalmente después de dónde está ahora.
Luego está el tipo blanco, el woke, el cool, que se rodea de amigos negros, y que si miras su historial, solo ha salido con chicas negras. Hoy precisamente hemos visto con Mini la peli sobre la vida de Martin Luther King "Selma" (Ava DuVernay, 2014), en cuyo famoso discurso del "Tengo un sueño", King pide "no ser juzgados por el color de tu piel, pero por el contenido de tu carácter". Es el salir solo con chicas negras otra manera de objetificación, de fetichizarnos, de vernos a todos igual, se pregunta un personaje. Es una manera de decir al mundo mira qué bueno soy que salgo con una negra. Este mismo chico le pide que se deje el pelo "natural" (aprendí mucho del pelo de las mujeres negras en "Americanah"). Que es liberal, que se autodefine como "clase trabajadora" y la canguro de 25 sin seguridad social se pregunta cómo un tipo que trabaja en informática en una oficina donde todo brilla y tienen café y croissants gratis puede decir eso, que es clase trabajadora. Hablamos de "sentirse"? Hablamos de su origen familiar? Porque aunque algo reluzca, no todo es "oro" (entendiendo por oro la élite que viene de familias de dinero por generaciones). Tenemos en la novela una nueva rica (que repite patrones de los ricos de siempre) y un treintañero que trabaja en una oficina reluciente, donde habrá hijos de la clase trabajadora que, gracias a los logros de anteriores generaciones, via educación pública hayan llegado allí. Así que entiendo que se autodefina como "clase trabajadora" (vs. aquellos que olvidan sus orígenes) pero también la incomprensión de ella, que no sabe qué hará si mañana tiene apendicitis.
Las escenas con niños: por definición, en una novela con "canguros" hay niños, y no solo los protagonistas, también la madre tiene tres amigas con ídem. El libro está lleno de escenas con niños interrumpiendo conversaciones, niños siendo presuntamente monos, niños dando la brasa (no dicen que no hay que trabajar ni con animales ni con niños?). Abro el libro y en un párrafo que empieza: "las amigas disfrutaron de una comida sin los niños" he anadido en el margen "Thank Fuck". Tres hurras por el feminismo: siguen siendo ellas mayoritariamente, pese a tener canguros y trabajos exitosos, las que cargan con el peso físico y mental de los críos. En pleno siglo diecivenintiuno... qué pereza todo.
Y lo último (en serio, yo venía aquí a escribir un par de párrafos). Desde que terminé este libro he estado leyendo "La habitación de Jacob", el primer libro experimental/modernista de Virginia Woolf (escrito entre 1920-1922). Woolf odiaba la escritura tradicional de los realistas edwardianos (~ 1900-1914), especialmente a HG Wells o WE Norris, del que Woolf escribió "su método era contar su historia simple, sin ningún deseo de entrar en problemas o sugerir que todo no es como debería ser". Leer a Woolf es una experiencia totalmente distinta a leer a Reid, a medida que avanzas se ve claro cómo Reid va haciendo tick, pasando por todas las técnicas narrativas que deben enseñar en los cursos de escritura creativa (el anzuelo, el "punto instigador", la escalada, la noche negra, etc). Pero hace todo lo contrario que evitar problemas, o sugerir que todo está bien.