Lo intenté en 2012: imposible. Sería un "modern classic", una novela que había adquirido el estatus de "libro de culto", pero ni con esas. Debió ser por el principio: la conversación de unos tipos abominables (los llamados "yuppies" de Wall Street), en la que te aburres soberanamente, simplemente no quieres pasar tiempo con esa gente. Así que lo dejé.
Pasaron cinco años y en 2016 "American Psycho" celebraba 25 años desde su publicación, con amantes y detractores. Y en 2017 yo me encuentro embarcada en el proyecto "ponga un psicópata a su mesa" (modo ironía-en realidad, intentar entender un poco más las mentes de este grupo), decido que debo leer todos los clásicos con psicópata incluido. Y ahora que "American Psycho" es incluso debatido en el club de lectura del Guardian por catedráticos y Guardian-Readers, me pongo manos a la obra.
Citando al clásico, "no ha sido fácil; se lo diré de otra manera: ha sido difícil" llegar hasta aquí, a escribir este divague. He vuelto a estar a punto de abandonar varias veces, siempre por la misma razón. No por cabreo por el racismo, machismo, consumismo de su protagonista, Patric Bateman, sino por puro y duro aburrimiento.
Bateman tiene 27 años y no necesitaría trabajar: es de buena familia, y ya violaba a las criadas con 14 años. Luego fue a Harvard y ahora "trabaja" en Wall Street, aunque realmente no sabemos bien lo que hace: sus rutinas de ocio, por las que nos lleva Ellis hasta la saciedad, son las que le definen. A él y a un grupo de amigos, colegas, chicas-florero con los que navega la Nueva York de los 80.
Porque los 80 son también los protagonistas de esta novela. Alguien recuerda los teléfonos inalámbricos a los que había que sacarles una antena? O las rolodex? O el Walkman de Sony, donde metías una cinta TDK? O las "cadenas de alta fidelidad" Aiwa o similar? O las cintas de vídeo que había que ir a devolver al videoclub? ("Tengo que ir a devolver unas películas" es uno de los mantras del libro). Sí, un aura vintage recorre la narración y te lleva a la época en que si salías de casa y habías quedado mal, te tenías que volver, colgadísima: aquella era sin móviles (que añoro en muchos aspectos). Muchas veces has de reír, porque unos yuppies entren en competición por qué teléfono tiene más líneas para poner a otros en espera, o su "ultraslim" Walkman.
Porque los 80 son también los protagonistas de esta novela. Alguien recuerda los teléfonos inalámbricos a los que había que sacarles una antena? O las rolodex? O el Walkman de Sony, donde metías una cinta TDK? O las "cadenas de alta fidelidad" Aiwa o similar? O las cintas de vídeo que había que ir a devolver al videoclub? ("Tengo que ir a devolver unas películas" es uno de los mantras del libro). Sí, un aura vintage recorre la narración y te lleva a la época en que si salías de casa y habías quedado mal, te tenías que volver, colgadísima: aquella era sin móviles (que añoro en muchos aspectos). Muchas veces has de reír, porque unos yuppies entren en competición por qué teléfono tiene más líneas para poner a otros en espera, o su "ultraslim" Walkman.
Pero no solo por los anacronismos que describo: la novela supura humor negro, por increíble que parezca. Bateman, el psicópata mayor (estoy convencida que muchos de los otros brokers también tienen rasgos, va con la descripción del trabajo) tiene un montón de frases ingeniosas. Así que, o te ríes con él o él, de su superficialidad e inseguridad, siempre preocupado por su peinado, sus "tratados" musicales (pop ochentero la banda sonora de la novela, junto con mi amada "Los Miserables", cuyo póster está en cada esquina y lateral de bus). Ellis dedica nada menos que un capítulo entero a Genesis, otro a Whitney Houston, y un tercero a Huey Lewis & The News (arghhh los de "Power of Love", no os lleva a los 14 años cuando estrenaron "Regreso al futuro"?). Bateman divagando sobre estos y de vez en cuando sobre "Like a Prayer" de Madonna... los 80 en vena.
Por qué te has aburrido? pensará el divagante- no suena tan mal. Creo que simplemente he seguido los planes de Ellis, que buscaba que el lector de "Am Psych" sufriera en su propia carne lo que es compartir una cena con los tediosos yuppies (por no hablar del proceso de reserva, help!), encontrarse sentada en esa mesa, desesperada, comatosa, terminal. Pero, al final, es la misma técnica que usó Cohen en "Bella del Señor" o el recientemente divagado Bolaño en "2666" cuando nos describe hasta la saciedad 107 asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez: no sería lo mismo leer "107 mujeres fueron violadas, torturadas y asesinadas", que enfrentarse, uno por uno, espaciados por infructuosas investigaciones, los 107 asesinatos, encadenados, y casi todos terminando con la frase "no se llegó a ninguna conclusión y el caso se cerró" (?se nota que aún "2666" me persigue en sueños?). En resumen: Ellis nos hace pasarnos incontables cenas con esa panda de majaderos para que descubramos, ad nauseaum, lo nauseabundos que son.
Otro punto para hastiarse (y expresión inequívoca del consumo desaforado de los 80) son las innumerables descripciones de lo que la gente lleva puesto, con marcas que no había oído en mi vida, códigos, para mí indescifrables (parece que "Emporio" no es lo mismo que "Armani", chicos), sus aparatos de música y demás gagdets (y eso que entonces no había ni la cuarta parte de las posibilidades para la tontería que tenemos ahora). Por no hablar de lo cansinas que resultan las lecturas de lo que comen en aquellos restaurantes de postín donde es dificilísimo hacerse con una mesa: menús llenos de pavadas pretenciosas, aunque un punto al Ellis-visionario, porque la memez a la que se ha llegado con la comida tal vez no era predecible en los 80.
Y hablando de predicciones, quién iba aventurar que el ídolo de Bateman, cuyo libro "The art of the deal" recomienda y a cuyas fiestas intenta acudir iba a ser hoy el Presidente de los EE.UU.? Volviendo a "Regreso al futuro" es como cuando Marti le dice a Doc que el presidente es Reagan, y Doc incrédudo grita: "Quien, el actor?"). Pues sí, Donald Trump, omnipresente en la novela, es el ídolo de uno de los sicópatas más emblemáticos de la cultura popular de los último 30 años. Well done, The Donald.
Y hablando de predicciones, quién iba aventurar que el ídolo de Bateman, cuyo libro "The art of the deal" recomienda y a cuyas fiestas intenta acudir iba a ser hoy el Presidente de los EE.UU.? Volviendo a "Regreso al futuro" es como cuando Marti le dice a Doc que el presidente es Reagan, y Doc incrédudo grita: "Quien, el actor?"). Pues sí, Donald Trump, omnipresente en la novela, es el ídolo de uno de los sicópatas más emblemáticos de la cultura popular de los último 30 años. Well done, The Donald.
Cuando llevas ya lo que parecen un montón de páginas con esta panda, languideciendo como una florecita, comienza el sexo. Porque Bateman tiene una medio novia oficial, pero luego pasan por su habitación una procesión de pobres mujeres, en su mayoría pagadas. Una de las primeras escenas que recuerdo es un trío que se monta con dos chicas. Los detalles son extremadamente gráficos (en Nueva Zelanda la novela solo se puede vender con precinto) y claramente inspirados en porno hard-core . El esfuerzo que ha de hacer aquí el lector es extenuante: tantos dedos, lenguas, agujeros en activo a la vez, que una casi tiene que hacerse un esquema, o concentrarse muy duro, porque no paran. Ellis no deja tregua.
Pero como buen sicópata, Bateman necesita progresar: ya ha desarrollado tolerancia a sórdidas escenas coreografiadas de humillación sexual y necesita algo más. Como por definición es incapaz de sentir ninguna empatía por el otro, o culpa por lo que ha hecho, asistimos a su carrera de asesino y torturador en serie, que a saber cuándo empezó, o si empezó-al final de la novela quedamos con la duda de si estas atrocidades-o parte de ellas-solo pasaron en la mente de Bateman.
No me interesan los asesinatos (que dice Ellis se inspiró en casos reales, documentos del FBI, costándole mucho escribirlos, dada su bestialidad). Nota: otra coincidencia con "2666", las mujeres importan un pimiento: la única vez que aparece de lateral un detective es cuando se carga a un hombre. Lo admito: estos párrafos (y los de las marcas, o los menús) los he leído como Superman (con similares ojos láser con que se leía un libro en unos segundos). Lo que me ha llevado a continuar la novela es ver lo que pasa por la mente de este broker de pacotilla y a ese respecto creo que Bret Easton Ellis hace un buen trabajo.
Primero nos ha puesto en mil situaciones en las que hemos comido con Bateman, le hemos visto humillar a múltiples mendigos, le hemos visto tomar pastillas sin parar, hemos asistido a su fascinación diaria por unos de esos shows matutinos televisivos, tremendistas y carroñeros. Luego nos ha contado alguna tarde de agitación extrema, probablemente inducida por la cocaína, y el cóctel de Xanax, Valium y lo que le echen: y se nota que Ellis tuvo problemas con las sustancias, sabe de lo que habla. En algún otro momento, parece que Bateman se está volviendo psicótico, está perdiendo contacto con la realidad. Por último, asistimos a su "tren de pensamiento" cuando deja a su novia que le pide compromiso firme y, mientras él asiente, sin seguir realmente, Ellis nos lleva la hiperactividad frenética que es su mente, ideas intrusivas desordenadas: valores bursátiles, Yves Sant Laurent, cuerpos mutilados, Aspen. Fucked up.
Primero nos ha puesto en mil situaciones en las que hemos comido con Bateman, le hemos visto humillar a múltiples mendigos, le hemos visto tomar pastillas sin parar, hemos asistido a su fascinación diaria por unos de esos shows matutinos televisivos, tremendistas y carroñeros. Luego nos ha contado alguna tarde de agitación extrema, probablemente inducida por la cocaína, y el cóctel de Xanax, Valium y lo que le echen: y se nota que Ellis tuvo problemas con las sustancias, sabe de lo que habla. En algún otro momento, parece que Bateman se está volviendo psicótico, está perdiendo contacto con la realidad. Por último, asistimos a su "tren de pensamiento" cuando deja a su novia que le pide compromiso firme y, mientras él asiente, sin seguir realmente, Ellis nos lleva la hiperactividad frenética que es su mente, ideas intrusivas desordenadas: valores bursátiles, Yves Sant Laurent, cuerpos mutilados, Aspen. Fucked up.
En la contratapa alguien habla del libro como "una sátira sobre el terrible poder del dinero", y yo lo veo particularmente ilustrado con respecto a las mujeres (a las que Bateman se refiere como "hardbodies"), que son todas "modelos de tetas grandes", que gravitan alrededor de estos tíos por su pasta, y que soportan desplantes y humillaciones, entiendo que solo por las AmEx de los impresentables. Ellis salió del armario hace unos años y, aunque las feministas se le echaron encima en su día, el libro solo hace reflejar la realidad: el mundo, y en particular su segmento social, es machista y racista y homófobo. Ellis refleja-supongo que para agitar- una realidad que a cualquiera con dos dedos de frente le inspiraría a la independencia. Pero mucho me temo que, con respecto a hacer 25 años, en ese aspecto no hemos hecho otra cosa que retroceder.
Avaricia, corrupción, machismo, racismo: hace 25 años. Y además, el ídolo del psicopata es hoy el presidente de los Estados Unidos. We are all fucked.
Avaricia, corrupción, machismo, racismo: hace 25 años. Y además, el ídolo del psicopata es hoy el presidente de los Estados Unidos. We are all fucked.