Hace unos días, un relato publicado en el New Yorker escrito por una mujer de treintaytantos llamada Kristen Roupenian se convirtió en fenómeno viral. Todo el mundo hablaba y escribía sobre él, todo el mundo había enloquecido por un relato! Buenas noticias, decían por ahí, no todo van a ser vídeos de gatos lo que la gente quiere compartir.
Yo leí el relato, que precisamente se titula "Cat person" ("Persona de gatos, persona a la que le gustan los gatos", tal vez como contraposición de persona de perros, ya sabéis, eres de gatos o de perros? Yo de lo último, claramente), sin haber leído nada antes y recomiendo que lo leáis aquí. No lo he encontrado aún en castellano, pero seguro que pronto alguien lo traduce.
Empecemos con contexto: yo no he vivido el mundo del "dating" (citas), que es el escenario que usa la autora para hablar de algún tema universal, pero lo conozco bien vicariamente. Para el que aún sea de una generación mayor que la mía-si eso es posible-, aquí va una breve guía del dating. Cuando yo estaba en bachillerato o la universidad, ya había páginas de contactos en los periódicos, pero eran claramente destinadas a perdedores: conocéis a alguien que buscara novio o ligue por anuncios clasificados? Yo no sé quién era el público-objetivo, pero siempre imaginaba a un vecino nuestro soltero "viejo" (tendría 32 en esa época) que daba cierto miedo (creepy es la palabra). La gente normal ligaba en los bares, en clase, en la parroquia, yoquesé. Luego me fui a la isla, y llegó internet. Recuerdo a la primera compañera que me dijo que estaba en la escena del dating, vía el periódico The Guardian. Su página se llamaba Soulmates, y daba gusto leerla. Describían a la perfección al lector del Guardian típico: le gusta leer, viajado, entiende de vinos, izquierdosillo, urbanita. Mi compa quedaba con tipos afines, iban a tomar algo: uno tras otro. Luego ya llegaron los teléfonos, las aplicaciones y eso debe ser hoy en día un vergel. Ay, la de historias divagables que me habría dado a mí ese mundo!
"Cat person" no habla específicamente de las citas a ciegas en internet, porque los dos protagonistas se conocen cara a cara en el hall de un cine donde ella trabaja vendiendo palomitas para sacarse pelas mientras estudia, y él va a ver una peli. Ella flirtea por costumbre, "porque te da más propinas detrás de una barra". Se cambian los teléfonos y entonces comienza ese divertidísimo pique por whatsapp, en el que todo el mundo mejora su yo real. El es ingenioso y gracioso por texto, y si ya las relaciones cara a cara son caldo de cultivo para proyectar todo lo que sea en el otro, imaginemos las posibilidades de crear un monstruo (del amor) con alguien por texto.
"Cat person" no habla específicamente de las citas a ciegas en internet, porque los dos protagonistas se conocen cara a cara en el hall de un cine donde ella trabaja vendiendo palomitas para sacarse pelas mientras estudia, y él va a ver una peli. Ella flirtea por costumbre, "porque te da más propinas detrás de una barra". Se cambian los teléfonos y entonces comienza ese divertidísimo pique por whatsapp, en el que todo el mundo mejora su yo real. El es ingenioso y gracioso por texto, y si ya las relaciones cara a cara son caldo de cultivo para proyectar todo lo que sea en el otro, imaginemos las posibilidades de crear un monstruo (del amor) con alguien por texto.
En el pasado, la sabiduría universal de las tietas ya nos decía aquello de que hacernos las duras era lo más efectivo en esto del ligue. Nada menos interesante que alguien que te mira con ojos de carnero degollado. La seducción se basa en gran parte en el misterio, y en qué información compartimos en qué momento. Cuando llegué a Inglaterra aprendí que hasta tienen un refrán que resume esta máxima: ¨treat them mean, have them keen" (¨trátalos mal, y los tendrás interesados¨). Esto es algo que ocurre entre los dos personajes del relato, pero por parte de él: si ella desaparece un par de días, él la ¨castiga¨ luego con su silencio durante un espacio de tiempo, contestando lacónico sin preguntar de nuevo, dejándole a ella el esfuerzo de iniciar. Pero en este caso, a mí no me da la impresión de ese juego de tira-y-afloja, sino de malababa del tipo que, lo admito, desde el principio no me gusta.
No puedo explicar exactamente porqué, pero el tipo me da repelús. La autora nos lo hace explícitamente brumoso: así como sabemos algo de ella, de él sabemos apenas nada. Únicamente, por sus comportamientos durante el relato, podemos inferir que no es un superdotado social, cosa que en el algunos foros ha sido interpretado como "es solo un tío¨. Tampoco conocemos su clase social, no sabemos en qué trabaja, y algunas de sus interacciones con la chica se pueden interpretar como que sufre cierto complejo de inferioridad por estar tonteando con una chica universitaria que ve peliculas "de arte y ensayo". A ella le enternece cuando se da cuenta de este detalle, cuando se compara con la imaginada experta en cine-que no es. Esto lo hace a los ojos de la chica vulnerable, y la enternece. Un dato más para la ficción que es él, porque esta chica de 20 años también va creando en su imaginación a este tipo (que acaba descubriendo tiene 34), y reafirmando esta invención con interpretaciones de su comportamiento el par de veces que se ven.
Tras unas vacaciones en que el whatsappeo alcanza la cúspide, terminan yendo juntos al cine: una película del Holocausto que él elige, queriendo impresionarla. Como no se dan la mano, ella supone que él no quiere nada romántico, pero ella propone tomar algo, porque no quiere despedirse así de su sueño-el tío que no existe. Tras varias cervezas ella termina instigando el ir a casa de él (ella vive en la uni) a tener relaciones sexuales. Y eso que ha habido un beso terrible, un beso en el que él demuestra que no sabe besar, un beso que ella pensaba no era posible de malo, y mucho menos en un tío tantos años mayor que ella. En el coche hacia el cine, por la cabeza de ella había pasado la idea de "este tipo podría matarme", y no es extraño que una chica especialmente en América sopese este posibilidad. Mientras leía el relato, yo estaba con el corazón encogido, sin saber exactamente porqué. Dónde me estaba llevando la autora, no tenía ni idea, pero el desasosiego es la sensación. Más: es miedo. Cuando llegan a su casa, ella lo vuelve a pensar: "podría matarme". En algún articulo o entrevista a la autora que he leído, alguien comenta que, para que un hombre entienda la situación de vulnerabilidad física de una mujer sola con un hombre tendría que imaginarse a él mismo solo frente a un ser mitad tigre mitad oso. Es una descripción acertadísima: así estamos las mujeres, generalmente, solas frente a un hombre. A su merced. Y si hay alguno que quiere dejar salir al tigre-oso, poco tienes que hacer. Afortunadamente, la mayor parte de las relaciones van bien, pero el terror en una relación de una noche, en una casa que no conoces es mejor no planteárselo. Estás en sus manos.
Pero no es que el relato vaya por ahí. Aunque la chica se haya planteado esto, lo que le pasa mientras entra en la habitación es otra cosa y la clave. Porque es algo que muchísimas mujeres han vivido, y de ahí la virulencia con que se ha compartido el relato: miles se han identificado, igual que hay tantas otras que están saliendo a dar la cara con el lema #MeToo. Cuando la chica se acerca al encuentro sexual que ella prácticamente ha fabricado, de repente piensa que tal vez no sea buena idea. Que en realidad no le apetece. Que no quiere seguir.
Pero sigue. La chica ya no quiere pero en su mente comienza el debate: cómo le voy a decir ahora que no, con qué cara. Soy yo la que le he guiado hasta este punto de la noche, soy yo la instigadora, he sido yo la calientapollas. Ahora no quiero, ahora me repugna, pero cómo se va a sentir él? Será injusto ahora pararlo? Voy a cerrar los ojos y dejar que pase lo más rápido posible.
La descripción del sexo entre ellos me hace sentir terriblemente incómoda. Comienza con él quitándose la ropa de una manera patosa (la vida misma) y ella siente asco ante su cuerpo: otra razón más para no querer seguir. Nota al margen: siempre me fascina este dato científico, el reflejo del asco que tenemos normalmente activado, en el sexo disminuye o desaparece (dejo esto abierto a la imaginación divagante, está claro cosas que normalmente dan asco, que enmedio de una excitación sexual ni se consideran). Los detractores del relato lo han acusado de fobia-del-gordo, porque el hombre tiene lorzas, barriga. Pero eso no importa: en este contexto ella ve las lorzas porque ya no quiere estar ahí. Y por una vez, es la mujer la que nota algo negativo en el físico de un tío que no le atrae (cuando suele ser al revés). Y me interesa que alguien se haya atrevido a describir el desencaje de dos cuerpos que se llevan casi 15 años, en un mundo donde relaciones con grandes separaciones de edad parecen aceptables-siempre que sean ellos los mayores.
Por ilustrar un poco el desasosiego que causa ese sexo entre ellos, obviamente desde el punto de vista de ella, que ya no quiere estar ahí: El le mete el dedo, sigue besando igual de terriblemente, y ella se ve desde fuera, desnuda y abierta de piernas, humillada y sintiendo asco por sí misma.
"but then he shoved his finger in her again, not at all gently this time, and she imagined herself from above, naked and spread-eagled with this fat old man’s finger inside her, and her revulsion turned to self-disgust and a humiliation"
El tipo sigue solo, y ella siente que podía estar tirándose a una muñeca hinchable, porque ella es un accesorio más en la historia sexual que él se está montando en su cabeza. El pierde la erección varias veces, pero sigue diciendo en alto, junto con otras frases medio sucias de esas que se supone se deben decir para animar el cotarro: "me la pones tan dura", como si repetir esa mentira la pudiera hacer real.
"he kept losing his erection, and every time he did he would say, aggressively, “You make my dick so hard,” as though lying about it could make it true. At last, after a frantic rabbity burst, he shuddered, came, and collapsed"
Una noche para olvidar, en la que ella ha soportado estoicamente por aquello del "cómo voy a decir para-no-sigas ahora? Sería como mandar que se lleven el plato que has pedido en un restaurante". El final del relato, en el que ella termina la relación (aunque sigue echando de menos al tipo que se había inventado, al ingenioso de los whatsapp, al vulnerable en ciertas supuestas inseguridades) y él reacciona mal, insultándola con ese sustantivo universal que todas habremos sufrido alguna vez, en todo tipo de contextos (puta!) no era necesario. Todas las cartas estaban ya sobre la mesa, no necesitamos que nos lo cierre poniendo ese exabrupto en la boca de él.
Para escribir el divague lo he releído: ahora ya sé que no hay asesinato, ni agresión, ni nada terrorífico. Pienso en el consentimiento, el fantasma del otro que nos montamos, los límites para no herir al otro... y la sensación de desasosiego sigue: aunque no hayas estado exactamente en la misma situación de la protagonista, lo que "te hace" una buena pieza de ficción, lo que consigue en ti es hacerte vibrar y sentir y sufrir y querer que todo vaya bien. Y por eso miles de personas se han sentido así al leer el relato: hombres y mujeres. Los mejores hombres y la mayor parte de las mujeres.