¿Es que, acaso, estimáis que por creer
en la inmortalidad,
Seguid con vuestros ritos fastuosos, ofrendas a los dioses,
Francisco Brines
Si no las escribo, las cosas no han llegado a término, solo las he vivido (A Ernaux) La vida real no está a la altura de escribir sobre ella (J Eugenides) Lo que me interesan son los errores, fruto de la pasión, los errores que se cometen arriesgando (G Steiner) En la calle, codo a codo, somos mucho más que dos (M Benedetti) Escribir es persuadir a un extraño de que se quede (R Cusk) El camino del exceso conduce a la sabiduría (W Blake)
He leído una de esas ediciones eruditas de Penguin donde las notas a pie de página (de hace ya unas décadas) de la catedrática Sue Roe, compiten en extensión con la narración. He disfrutado leyéndolas, no solo porque me aclaraban cosas que me habría perdido sin ellas, sino porque hay múltiples referencias a Londinium. Dicen que los vagones de tren son un escenario favorito de Woolf; y yo añado: siempre pone a alguien a pasear por la Strand. Aparte de las notas, la catedrática también ha escrito una introducción que es una tesina, y que decidí leerme a media novela: esto es algo que siempre dejo para el final, pero con Jacob he hecho una excepción, porque ya veía que no me iba a desvelar que el asesino era el mayordomo. Efectivamente.
Woolf escribe "La habitación de Jacob" en el periodo de entreguerras, aunque "la acción" (me contradigo?) está situada antes de la Primera Guerra Mundial. Jacob es un Ulises moderno-modernista, en un periplo "de mujer a mujer", con grandes niveles de sexo explícito, asegura Roe, sobre su odisea interior. Vaya, en serio? Ya sabemos que estamos en una era de lo burdo y el trazo grueso, habrá aparecido el sexo en metáforas tan sutiles que se me han pasado? Roe (que se ha leído también todos los diarios de Woolf) nos cuenta que la autora se pregunta si eso mismo que está haciendo ella, la odisea esta moderna, el periplo modernista, "no lo estará haciendo mejor el señor Joyce". Jacob y el "Ulises" ambos se publican en 1922. Curioso año homérico aquel.
En cuanto a la odisea exterior, si Bloom no sale de Dublin, Jacob (y la novela) comienzan en Scarborough (ah cómo olvidar el pasado verano en Yorkshire, claro que el Scarborough que describe Woolf poco tiene que ver con la ciudad costera hortera por la que pasamos), luego pasa por la universidad -Cambridge, cómo no- ("si hay una luz que brilla/se quema sobre Cambridge, estas son: el griego, la ciencia, la filosofía), unas vacaciones en Cornwall (la aparente paz de la costa desde un velero) , Londinium y, oh, que bien, Jacob se va a Grecia. Como solo accedemos a Jacob por las impresiones de los (las) demás, únicamente sabemos que es de "porte distinguido" y que es "bello, luego peligroso". No sabemos cómo piensa aparte de que tal vez sea un tanto snob (usa palabras que vienen del latín, para tomar el control de la conversación) y que, como Woolf, siente fascinación por la cultura griega ("nunca leía novelas modernas"). Woolf visitó Grecia en 1906 y, como nos pasa a todos, dejó su corazón allí.
"Es a los griegos a los que volvemos cuando estamos hartos de la vaguedad, de la confusión de nuestra época"
Y entonces nos deja a Jacob solo y suelto en Atenas, con su amistad con una pareja inglesa mayor que él, con su enamoramiento de ella-poesía erótica de Donne incluída, y la obligada subida de ambos a la Acrópolis iluminada tras una cena (los maridos siempre se quedan con un copazo en chester del hotel) por las callejuelas de piedra, y con toda la vida vibrante y mágica y encantadora que es Grecia ("quiero volver a Grecia cada año hasta que me muera"-esta frase podría ser mía, pero es de Jacob), descrita así:
"In spite of its ramshackle condition modern Greece is highly advanced in the electric tramway system, so that while Jacob sat in the hotel sitting-room the trams clanked, chimed, rang, rang, rang imperiously to get the donkeys out of the way, and one old woman who refused to budge, beneath the windows. The whole of civilization was being condemned".
Echo de menos esos días, tardes, noches allí, y cuando me medio repongo de la nostalgia, entonces Woolf está reflexionando sobre la belleza (asteriscos en el margen y anotaciones: "On Beauty", como el libro de Zadie, o intrusiones de la cara de Toni Servillo en "La grande bellezza"). Y es que el Partenón, que lleva ahí siglos, independientemente de nuestra admiración, parece que nos sobrevivirá no solo a todos nosotros, sino también a nuestro mundo. Solo la belleza es inmortal.
Pero merece la pena andar perdida en la lectura algún rato porque en ella te encuentras con frases de "grande bellezza" formal, pongamos:
"as the waves came creaming up to him"
“Listless is the air in an empty room, just swelling the curtain; the flowers in the jar shift. One fibre in the wicker armchair creaks, though no one sits there.”
"loveliness in infernally sad".
Pero no me desvieis del modernismo. Woolf como he dicho, experimenta, pero también aprovecha para embestir contra la literatura eduardiana y sus convenciones ("los materialistas eduardianos", a veces hace enumeraciones detalladas parodiándoles), en particular a HG Wells o WE Norris, cuyo método era "contar su simple historia sin ningún deseo de discutir problemas o sugerir que hay algo que no es como debiera ser". Woolf opina que esta literatura está llena de "accesorios", como los que ayudan a una producción teatral. Esta novela es su divorcio formal del método tradicional de la literatura.
Oh, y cómo terminar sin anotar que Virginia Woolf escribió un libro mío de cabecera, "Una habitación propia" (1929)? Hay mucho de feminismo y mucho precursor de este ensayo en Jacob's Room. Woolf se rebela en contra del "canon masculino" en la literatura (por qué no había entonces estudios eruditos de George Elliott, de las Bronte?), en la filosofía... las mujeres aparecen siempre en su relación con los hombres, no por ellas mismas. Da mucha tristeza constatar que esto último, todavía en muchos casos sigue así.
Termino la lectura, y suena jazz de fondo en la Londinium de 1914. Y suelto una arenga feminista que cambia la vida a varias. Y subo a la Acrópolis en una noche estrellada con el fantasma de Jacob, que me susurra versos eróticos en griego.