Como es sabido, Cervantes escribió "El Quijote" para hacer mofa de las novelas de caballería. Siglos después, a principios del XX, una periodista inglesa llamada Stella Gibbons, publicaba en 1932 su primera novela, "Cold Comfort Farm" ("La hija de Robert Poste", traducción del título, viva la creatividad), con la intención de hacer una sátira de las novelas rurales de principio de siglo, conocidas como "loam and lovechild" ("marga e hijos naturales").
Nota: Si alguien más ahí afuera no sabe lo que es "la marga", bienvenid@ a mi mundo. La rae dice que es una "roca más o menos dura, de color gris, compuesta principalmente de carbonato de calcio y arcilla en proporciones casi iguales, y que se emplea como abono de los terrenos en que escasea la cal o la arcilla". Todo claro, no? A ver, un cable: si digo D.H. Lawrence y Thomas Hardy igual el lector ya se hace más a la idea? Se trata de esas novelas con escenario bucólico de fondo, donde la tierra, fertilizada a tope anhela dar frutos, las abejitas se pasean con el polen por estambres y pistilos, los animales se reproducen y los humanos, follan como bestias. Y no tengo que disculparme por la tosca elección de verbo, porque solo estoy citando el título del divague a propósito de "El amante de Lady Chatterley": "Follar, ha escrito follar!". A ver, no creo que nadie esté tan desesperado, pero si es el caso (sobremesas navideñas, quién sabe), recomiendo leerse este divague, aunque soy yo cuando un libro me encanta (la brasa eterna), y en su día Lady Chatterley me encantó. También hay otro divague por ahí de la escena en la que Mellors (el rudo guardabosques) y Lady Chatterley follan bajo la lluvia: "De cómo el sexo bajo la lluvia se introdujo en el imaginario colectivo". Este puede ser interesante para empezar a atisbar qué va a intentar ridiculizar Gibbons en "Cold Comfort Farm": "Her pointed keen animal breasts" o "in the roaring silence of the rain, and short and sharp, he took her, short and sharp and finished, like an animal" ilustran un poco la mezcla de "vuelta a los orígenes" con sexo salvaje. En plan más detalle (sobremesas que empalman con la cena), en este artículo de The Guardian plantean el juego de adivinar qué fue escrito en serio en aquel estilo polvopastoril, o qué es el cachondeo de Gibbons. Aparte de Lawrence, que era el canónico, hay un número de autores menores del género, por ejemplo Mary Webb (autora de "The golden arrow" que no he leído) que ahora dicen que no pueden ser tomados en serio, tras lo que hizo Gibbons con "Cold Comfort farm". Como pasó con las novelas de caballería.
La trama de la novela es simple: una joven londinense, sofisticada y educada, pasa a ser huérfana de la noche a la mañana. Sus padres se habían gastado una pasta en su educación "que había sido cara, atlética y prolongada" pero que en ese momento descubre le había dado "toda posible arte y gracia, menos la de ganarse la vida". Así que dedice irse a vivir con familiares que regentan una granja llamada "Cold Comfort" ("Frío confort") en algún punto de Sussex, plena campiña del sur de Inglaterra. Ni que decir tiene que Flora (Poste), nuestra heroína, no conoce de nada a esta familia grotesca, llena de personajes arquetípicos de este género, y que de este choque urbanismo-lorural se va a nutrir la novela.
Hace casi un siglo, y tanto y tan poco ha cambiado. Porque esta grieta campo-ciudad es la misma que hoy se ve claramente en el Brexit, o en Trump, o en los chalecos amarillos. Da igual que Londinium esté casi toda rojita tras las elecciones del 12 de Diciembre: la mayor parte del país, esa "Middle England" que inspiró a Tolkien para dibujar Mordor, es toda azul. Son blancos, viejos, cabreados y esperando que vuelva la gloria colonial, o la de las fábricas de cuchillos de Sheffield. Los jóvenes progres metropolitanos que quieren irse de Erasmus no han sumado suficiente.
Pero Flora Poste sí que lo hace. Llega a la granja, se arremanga, y lo pone todo patas arriba. Para saber cómo, hay que leerse la novela, y para entender que vamos un siglo detrás escribiendo con ingenio y humor, también. Yo me he reído mucho, no solo con las situaciones, los personajes, o con que la autora pone asteriscos antes de párrafos de "literatura de calidad" (le aclara a su editor en el prólogo, que siendo periodista nada se puede esperar de ella, pero que los asteriscos le indicarán cuando se pone Lawrence). Hay miles de pequeñas cosas para reir, como que la habitación que le ofrecen en la granja parece que tiene "manifestaciones espirituales" (allí se reune una secta) y un loro en una esquina. Flora dice que no pone objeciones a "los fenómenos, pero sí al loro" (no fallan nunca los loros, también había uno en otro de los libros más divertidos, "La saga fuga de J.B."). Cuando su prima la ve por primera vez, Flora se siente como cree que se debió sentir Colón cuando el primer indio lo miró al bajar de su carabela. Cuando la llaman "la hija de Robert Poste", les dice que por favor la llamen Miss Poste, o incluse Miss Flora "si quieren ponerse feudales". Descripciones tontas como la del sombrero de uno de los granjeros, "que había perdido sus usuales atributos de forma, color (...) y ahora parecía un crecimiento natural oscuro, un musgo o esponja u hongo, que se adhería a su portador". Otro primo que en una de sus explicaciones se convierte "en uno de esos monos descritos como casi humanos".
Fuera de la granja, mi personaje favorito es un tal Mr Mybug (realmente Mr Meyerburg, pero así se traduce como Mr. Mibicho), un gordo pelmazo con el que va a dar paseos y al que todo le sugiere sexo. Los tallos son formas fálicas, los capullos, vírgenes urgentes, aquellas montañas lejanas le parecen tetas y ambos caminan sobre el útero de la madre tierra. Flora se aburre inmensamente con él, y si alguna vez le pregunta el nombre de un árbol, el tío ni papa. El piensa que Flora no le besa porque es un reprimida. La realidad: a Flora él le parece un puto gordo. Hay tantos hombres así todavía. Hombres con un sentido de privilegio, de porque yo lo valgo, hombres que aún creen que el que no les rías una gracia machista es porque no pillas que "el humor ha de ser irreverente y te has sumado a lo políticamente correcto". Cuando lo que ocurre es que cuando ellos van, tú ya estás de vuelta con lo de los límites del humor. Y además y cardinal: su chiste no es gracioso. Oh, y Mr Mybug escribe una tesis para probar que Bramwell Bronte, el borracho, es el que escribió las novelas de las tres hermanas más famosas de la literatura inglesas. Tamaño imbécil, tan actual.
Pero Mr Mybug es un personaje de 1932; los que aún abundan hoy con este discurso, no. Otras cosas que no han cambiado: los modistas que despreciaban a las mujeres a las que vestían (no hay más que ver los pases de modas, las odian!). El talante british "oh gracias, cenar con usted sería encantador", dijo Flora, pensando lo asqueroso y aburrido que sería". Lo que no sé si aún aplica es el consejo de Flora a una chica joven que escribe poesía: que debe dejar ese hábito si se quiere casar en el campo.
Ejemplos formales de esos intraducibles, maravillosos, como "This cracked the social ice a bit. Signs of life were observed" o "playing tennis or otherwise agitated o "my dear, why all this Fall-of-the-House-of-Usher stuff"?, aunque la frase estrella de la novela, que se repite una y otra vez es la de la matriarca tirana que cuando era niña "vio algo malo en el cobertizo". Sea lo que fuere, le dejó un presunto trauma del que vive todavía, para conseguir que toda la saga haga lo que ella quiera-hasta que llega Flora, claro. Parece ser que el "haber visto algo malo en el cobertizo" forma parte del inglés del día a día, como el "de cuyo nombre no quiero acordarme" nuestro. "Cold Comfort farm" no es el Quijote, pero comparte con Cervantes el ser muy divertida, y el haber logrado terminar, de la mejor manera, la ironía, con algo molesto: se acabó la famosa "marga", sea lo que sea.
Hace casi un siglo, y tanto y tan poco ha cambiado. Porque esta grieta campo-ciudad es la misma que hoy se ve claramente en el Brexit, o en Trump, o en los chalecos amarillos. Da igual que Londinium esté casi toda rojita tras las elecciones del 12 de Diciembre: la mayor parte del país, esa "Middle England" que inspiró a Tolkien para dibujar Mordor, es toda azul. Son blancos, viejos, cabreados y esperando que vuelva la gloria colonial, o la de las fábricas de cuchillos de Sheffield. Los jóvenes progres metropolitanos que quieren irse de Erasmus no han sumado suficiente.
Pero Flora Poste sí que lo hace. Llega a la granja, se arremanga, y lo pone todo patas arriba. Para saber cómo, hay que leerse la novela, y para entender que vamos un siglo detrás escribiendo con ingenio y humor, también. Yo me he reído mucho, no solo con las situaciones, los personajes, o con que la autora pone asteriscos antes de párrafos de "literatura de calidad" (le aclara a su editor en el prólogo, que siendo periodista nada se puede esperar de ella, pero que los asteriscos le indicarán cuando se pone Lawrence). Hay miles de pequeñas cosas para reir, como que la habitación que le ofrecen en la granja parece que tiene "manifestaciones espirituales" (allí se reune una secta) y un loro en una esquina. Flora dice que no pone objeciones a "los fenómenos, pero sí al loro" (no fallan nunca los loros, también había uno en otro de los libros más divertidos, "La saga fuga de J.B."). Cuando su prima la ve por primera vez, Flora se siente como cree que se debió sentir Colón cuando el primer indio lo miró al bajar de su carabela. Cuando la llaman "la hija de Robert Poste", les dice que por favor la llamen Miss Poste, o incluse Miss Flora "si quieren ponerse feudales". Descripciones tontas como la del sombrero de uno de los granjeros, "que había perdido sus usuales atributos de forma, color (...) y ahora parecía un crecimiento natural oscuro, un musgo o esponja u hongo, que se adhería a su portador". Otro primo que en una de sus explicaciones se convierte "en uno de esos monos descritos como casi humanos".
Fuera de la granja, mi personaje favorito es un tal Mr Mybug (realmente Mr Meyerburg, pero así se traduce como Mr. Mibicho), un gordo pelmazo con el que va a dar paseos y al que todo le sugiere sexo. Los tallos son formas fálicas, los capullos, vírgenes urgentes, aquellas montañas lejanas le parecen tetas y ambos caminan sobre el útero de la madre tierra. Flora se aburre inmensamente con él, y si alguna vez le pregunta el nombre de un árbol, el tío ni papa. El piensa que Flora no le besa porque es un reprimida. La realidad: a Flora él le parece un puto gordo. Hay tantos hombres así todavía. Hombres con un sentido de privilegio, de porque yo lo valgo, hombres que aún creen que el que no les rías una gracia machista es porque no pillas que "el humor ha de ser irreverente y te has sumado a lo políticamente correcto". Cuando lo que ocurre es que cuando ellos van, tú ya estás de vuelta con lo de los límites del humor. Y además y cardinal: su chiste no es gracioso. Oh, y Mr Mybug escribe una tesis para probar que Bramwell Bronte, el borracho, es el que escribió las novelas de las tres hermanas más famosas de la literatura inglesas. Tamaño imbécil, tan actual.
Pero Mr Mybug es un personaje de 1932; los que aún abundan hoy con este discurso, no. Otras cosas que no han cambiado: los modistas que despreciaban a las mujeres a las que vestían (no hay más que ver los pases de modas, las odian!). El talante british "oh gracias, cenar con usted sería encantador", dijo Flora, pensando lo asqueroso y aburrido que sería". Lo que no sé si aún aplica es el consejo de Flora a una chica joven que escribe poesía: que debe dejar ese hábito si se quiere casar en el campo.
Ejemplos formales de esos intraducibles, maravillosos, como "This cracked the social ice a bit. Signs of life were observed" o "playing tennis or otherwise agitated o "my dear, why all this Fall-of-the-House-of-Usher stuff"?, aunque la frase estrella de la novela, que se repite una y otra vez es la de la matriarca tirana que cuando era niña "vio algo malo en el cobertizo". Sea lo que fuere, le dejó un presunto trauma del que vive todavía, para conseguir que toda la saga haga lo que ella quiera-hasta que llega Flora, claro. Parece ser que el "haber visto algo malo en el cobertizo" forma parte del inglés del día a día, como el "de cuyo nombre no quiero acordarme" nuestro. "Cold Comfort farm" no es el Quijote, pero comparte con Cervantes el ser muy divertida, y el haber logrado terminar, de la mejor manera, la ironía, con algo molesto: se acabó la famosa "marga", sea lo que sea.