Leyendo en Formentera, hace ya un siglo |
Cuando en julio terminé "Rabbit, run" de John Updike, miré los libros apilados para próximas lecturas y decidí posponer a Richard Ford. La razón era evitar hilar seguidos dos escritores blancos americanos de clase media hablando de tipos "que se comportan mal" ("Men behaving badly" es una serie británica de los noventa que no he visto). Con la distancia, creo que fue buena idea. Como lo fue no seguir con la tetralogía de Rabbit en ese momento, o va a ser evitar la de Frank Bascombe -el prota de Ford- justo ahora. Hace ya hace un par de años leí dos trilogías más o menos del tirón (la de Arturo Barea y John Fante), y creo que es mejor respirar en medio.
Richard Ford, otro señor encantado de haberse conocido
Antes de empezar con el libro -y este párrafo se lo pueden saltar los que solo quieran leer del libro-, escuché una de esas sesiones de Q&A con escritor organizadas por The Guardian en 2013. Allí Ford dijo que inicialmente no tenía intención de escribir todos esos libros de Bascombe, simplemente que había estado tomando notas para su siguiente novela y entonces se dio cuenta de que "tenían la voz de Frank" (me gusta). También dijo que, a sus 68 años no iba a escribir más porque "aunque se ríe mucho escribiendo, odia los seis meses de edición al final" y que si pudiera escribir una novela de 140 páginas (como hizo Updike con la final de Rabbit), lo haría pero "no tiene la capacidad de escribir sucintamente" (mal de muchos...).
Sobre escribir en presente afirmó que "escribir en presente es maleable, siempre puedes volver al pasado, pero tiene esa calidad de esto-está-pasando-justo-ahora" (me gusta me gusta) y luego citó a Wittgenstein ("El que vive en el presente, vive en la eternidad"), diciendo que le movió mucho esa frase, "de esa manera que te mueven muchas cosas que no acabas de entender". Y la audiencia rió.
Yo también me reí con esto, con su tono auto-mordaz e irónico, diez años después, pero no sé qué conclusiones sacar de Ford tras esa sesión. Hablaba un tipo gracioso pero "full of himself" como dicen por aquí, encantado de haberse conocido, sin molestarse en disimularlo. [Esto me recuerda a mis últimas lecturas de entrevistas de la "Paris review" en las que tres señoros literarios de bandera me han caído mal -cada uno por distintas razones: Hemingway, Ted Hughes y Norman Mailer. Madre, qué panda].
Pero volviendo a Ford, sus poses de divo no solo ocurrieron en esta sesión: parece que como no le gustó la review de Colson Whitehead (otra laguna mía) de nosequé libro suyo, fue hasta él en medio de un sarao, y le escupió. Whitehead habíá escrito que "todas las historias iban de adulterio: o en los últimos días o en lo que viene detrás de un affair. Los personajes son todos indistinguibles (...) Si yo fuera epidemiólogo, diría que una especie de epidemia espiritual ha empezado a afligir a los profesionales de clase media-alta". No es el primero que se toma las críticas un poco a pecho (hablando de Mailer... el puñetazo que le metió a Gore Vidal), y yo le entiendo: debe ser muy difícil esa digestión, porque lo que escribes es "tu baby" -para quien escribe, es mucho peor que caer mal. Pero claro, estas salidas te dejan en ridículo, y dan pie a que te contesten brillantemente, como hizo Vidal: "Una vez más, a Mailer le fallaron las palabras".
Desmontando a Frank
"The sportswriter" ("El periodista deportivo") -que me parece un mal título- fue publicada en 1986, veinte años después que el primero de la saga de Updike y su protagonista, Frank Bascombe, es infinitamente más agradable que Rabbit. Hay algo de progreso con respecto a su actitud con las mujeres, pero solo algo, tampoco enloquezcamos -cómo olvidar las múltiples alusiones a las "putas de cien dólares" durante la novela. Bascombe narra en primera persona y en presente, tiene 38 años, dos hijos -tenía tres pero Ralph murió por enfermedad- y se acaba de divorciar.
La razón de su divorcio no es el adulterio, pero al igual que en el libro que criticaba Whitehead, Frank se pone las botas: tiene sexo con 18 mujeres en los dos años antes de su divorcio. También se compra una Harley, para ya hacer "tick" en todas las casillas de la crisis de la middle-age y se va de profesor asociado a una universidad lejos de casa, donde se lía con Selma, con la que tiene una relación honesta, física ("sabíamos perfectamente lo que hacíamos y en lo que se basaba lo nuestro. Nada de amor falso, o sentimentalidad, o interés fingido. No pathos. Solo anticipación" ) e intelectualmente. Con ella tiene las conversaciones más apasionantes de toda su vida "principalmente porque eran robadas". Con ella no hubo "ningún corazón roto, ningún arrepentimiento". Easy-peasy.
Frank quiere a su mujer (incluso después de divorciado, a veces la ve por la calle y se encuentra "maravillado... cómo pude alguna vez quererla y dejarla ir?"), pero se engania, es ella la que le deja. No por todo lo anterior, sino porque descubre que él había mantenido una relación epistolar casta, pero intensa, con una mujer de la que dice "te puedes sentir de repente atraído por una mujer que no te parezca atractiva". Esta mujer le empieza a escribir cartas contándole cosas mundanas de sus hijos, su exceso de peso, sus enfermedades, sus planes, le comentaba alguna historia de él que había leído en el periódico... cosas así. A él le gustaba saber que había alguien en el mundo "pensando en él, y no mal", pero parece que su mujer no estuvo de acuerdo.
En la novela no pasa casi nada: es, sin embargo, una exploración del yo-interno de Frank: "Desmontando a Frank", habría titulado la peli Woody Allen. Se está ajustando a su nueva vida sin su familia, sale con una enfermera -Vicky- mucho más joven que él y visita a una pitonisa -para que nos vayamos haciendo la idea de por dónde anda su cabeza. Además, frecuenta un grupo de apoyo de hombres divorciados con los que se va de vez en cuando a pescar, y de ahí sale alguna subtrama que no me interesa particularmente. No hay un Tyler Durden que dé color liderando a ese grupo de hombres desnortados.
El misterio
Desde el principio, Frank me gana por sus reflexiones de la vida. En particular, me encantan las del "misterio":
"El misterio es la [atractiva] condición que una cosa (un objeto, una acción, una persona) posee por la que sabes un poco de ella pero no todo. Es la promesa de cosas desconocidas (efectos, sospechas) que debes ser lo suficientemente listo como para no explorar en profundidad, por miedo a que termines en el callejón sin salida de los hechos".
Y cuando está de profesor en una universidad seis meses, aplica el misterio a los "tipos humanos" de allá:
"Ese lugar estaba lleno de la típica gente anti-misterio hasta los tuétanos -tanto hombres como mujeres-, todos expertos en explicar y razonar y diseccionar, de esta manera promoviendo la permanencia. A mí me llevaba al peor tipo de desesperación y no podía soportar sus caras de profesores sonrientes, esperanzadas. Los profesores son timadores de la peor ralea porque lo que quieren de la vida es la eterna juventud existencial. Les lleva a terrible engaños y alejamientos de la verdad. Y la literatura, como dura, es su ticket. (...) Explicando es como todos nos metemos en líos. (...) Algunas cosas no pueden ser explicadas. Simplemente son. Y después de un tiempo desaparecen, generalmente para siempre, o se vuelven a hacer interesantes de otra manera."
Me encantan estos divagues de Frank porque me causan tanto conflicto: soy una de esas insufribles "anti-misterio", siempre diseccionando, analizando, desmontando, pero a la vez no puedo estar más de acuerdo con su primer párrafo, supongo que desde que se lo leyera a Oscar Wilde: "Knowledge would be fatal. It is the uncertainty that charms one. A mist makes things wonderful" o “the suspense is terrible, I hope it will last”. Bascombe opina que hasta el mayor asesino de todo misterio, la vida de casados, "requiere de misterio compartido, incluso cuando todos los hechos/datos son conocidos".
Por ello, le preocupa que su mujer esté educando a sus hijos como pequeños "factualistas" porque no les lleva a misa. No le preocupa que crezcan con Dios, aunque él no crea, sino que terminen como "acumuladores de información sin ningún tipo de reverencia o interés especulativo por lo desconocido". Qué hay más aburrido que un “acumulador de información” que no sabe relacionarla, contrastarla, crear? Esto triunfa en ciertos concursos televisivos que aún pasan por lo menos malo en antena, pero memorizar listados sin contextualizar ni hacer crítica lo veo vacuo. También habla de los "literalistas", gente sin subtexto de ningún orden.
Metaliteratura (mi debilidad)
Frank deja la escritura como novelista para convertirse en escritor de crónicas deportivas. Se hace preguntas de por qué lo dejó (entre ellas: "Hay algunas personas que solo tienen un libro en ellas. Hay cosas peores"), pero también reflexiona que a los 29 años "había perdido el sentido de la anticipación -que es el dolor dulce de saber qué pasa después, algo obligado para todo escritor. Y perdí el interés por saber qué escribiría después, la siguiente frase, el siguiente día".
Esta parte es interesantísima, no solo para los que nos gusta escribir, sino para cualquiera que haya tenido un sueño y ha bajado el listón por razones prácticas, porque no se lo puede permitir, porque le falla la salud (física, pero también mental), y suma y sigue. La literatura también tiene un lugar para estos “fracasados” y de hecho son los personajes que más quiere el lector -son, al cabo, humanos. Quién quiere leer sobre un triunfador? Frank Bascombe es esa persona.
Festival de la descripción
Tengo el libro muy subrayado y con un montón de "des" en medio de un círculo en los márgenes - mi manera de resaltar sus descripciones, que son magníficas. ¿Ejemplos? Describe su vida "como una postal con escenas que cambian en un lado, pero sin ningún mensaje particular o memorable en el otro lado", nos hace ver un cuarto de escritor, nos fotografía a los sureños.
Describe su desrealización cuando le dicen que su hijo está muerto ("la habitación se convirtió en la foto de una habitación"). Tal vez patina con el retrato del negro al que alquila una habitación (con lo que imagina es su "largo pene aborigen"-otra frase que me hizo reír pero que no ha envejecido bien), pero clava al hermano de su novia, un idiota que terminará en el ejército.
Nos cuenta lo que piensa de los snobs, porque Frank odia el club de su ex-suegro, y en concreto el "aire de privilegio y los ruidos nerviosos de la exclusividad del medio-oeste". Su mujer había crecido en ese ambiente pero la disculpa diciendo que eso no significaba nada si uno tiene "suficiente carácter para manejarlo, y ella lo tiene".
Describe a tipos que todos conocemos: parecen jóvenes, pero que aún así se las arreglan para actuar como si tuvieran 65. Tipos "arrogantemente aburridos, pero supremamente satisfechos y acostumbrados a las vistas desde su torre".
Retrato al óleo de esa chica que le entra hacia el final de la novela -flasheada por su status de “publicado”- con la que piensa que tiene “mucho que compartir, olvidémonos del detalle que la doblo en edad”. “Una Melissa o una Kate, que puede ser conciliadora y retante a la vez”, que se mueve el pelo (rubio) de un lado a otro mientras sonríe y con su ropa de estilo Ivy deja claro todo el privilegio de su familia. Nos sorprende eso sí con un momento de mínima introspección: "soy demasiado viejo para ella, y ella es demasiado lista para mí" -a esto me refiero con lo de que ha habido cierta progresión desde Rabbit: en 1986 los tipos mínimamente inteligentes se daban cuenta de lo que había. He dicho mínimamente inteligentes: en 2023 aún hay algunos que no se enteran de nada.
Hacer anotaciones de tu psique y llamarla novela
Cuando le preguntan a Ford si Bascombe es su alter ego en ese Q&A, contesta que él "nunca se ha divorciado y no tiene hijos". Todos sabemos que esto no es una respuesta, pero como todos los escritores, debe estar aburrido de la pregunta. Es esa manera de ver la vida de Bascombe que en muchos aspectos nos ha enganchado, la tuya, Richard? Eres tú la descripción de Selma, su amante y conversadora del campus: "tenía un lado reflexivo, complicadamente vulnerable, de gran corazón que hacía de su carácter algo intelectualmente exótico y genial". Yo no lo sé, solo que es imposible, como lector@, no enamorarse de él.
Es curioso cómo siempre se sospecha que un narrador en primera persona es el autor. Hoy, en una librería, mirando la última novela de Geoff Dyer me he encontrado con esta cita de Shirley Hazzard, la escritora australiana: “I think there is a tendency to write jottings about one’s own psyche, and call it a novel. My book, though…”
Y aspirar al fracaso bien hecho
"El mundo es un lugar menos dramático de lo que los escritores suponemos", dice Frank , aunque a medida que cumplo años pienso más frecuentemente lo opuesto, que la realidad supera la ficción. Pero sí, es Frank dramático cuando reflexiona que “la muerte de otros nos recuerda nuestra responsabilidad a aspirar a un mundo algo más grande que el nuestro”. Yo espero que no se refiera a la Harley, pero me planteo que los libros tienen también esa responsabilidad de hacernos volar, separarnos del "factualismo", acercarnos al misterio y así hacernos entender que hay más vida ahí esperándonos, aunque sea como fracasados [inserte aquí su sueño] como este Frank Bascombe, el vecino de abajo, que podríamos ser casi tod@s.
He comenzado un libro escrito por una mujer en 1979, feminista, sensual y oscuro. Tal vez después estaré lista para mi siguiente Bascombe.