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27 julio 2019

Viviendo la vida "Friends"

Finales de Julio. Mis padres, que vinieron a principios, se han ido (dejando algo de comida en tapers), y llevándose con ellos a Mini, que ahora pasará una quincena con sus aitonas en Donosti haciendo "multisurf". 

Desde el miércoles, El Peda y yo hemos quedado solos. 

Recuerdo vagamente que hubo una ola de calor en Londinium (siempre breve, ya se ha ido). El jueves fue el día que mayor calor he pasado nunca en este país, y en la vida: culpo a la humedad y a la falta de preparación. Este país colapsa ante el frío y el calor, pero ni siquiera extremos: no es ni Córdoba ni Moscú esto, pero igualmente no lo pueden sobrellevar. En la Seguridad Social solo tenemos ventiladores. Fue horroroso. Acabé usando mi método de emergencia veranos estudiantes en Vetustas: meter la cabeza bajo la ducha fría, todo el pelo mojado, monio. Uno en el pasillo debió pensar que estaba sudada, o bien se ofuscó porque llevaba un top blanco. Fiesta de camisetas mojadas en el NHS. En serio: era la guerra. 

Tras las comidas perfectamente regimentadas de los días con mis padres, nos hemos tirado en brazos de la apatía (piensen "Body Heat", pero sin el hielo). Dirán que exagero, que 37 o 39 grados. Igual, pero no sola yo: hubo grescas en los lidos (piscinas públicas). En el del parque de Brockwell, 500 acalorados pedían paso. Tuvieron que llamar a la policía. Era "The Road". Mi gran idea fue ir a Hampstead Heath, a los lagos. Tres horas de fila, leí: operación abortada. Odio esta ciudad: no se han ido todos de vacaciones? Vetusta era de verdad una ciudad de Rodriguez en Agosto... pero esto? Filas?

Pero divago, hablaba de la apatía del comer, pero es que el taper es de lentejas. Mi madre nos odia: está claro. Perpetramos a duras penas una media ensalada. A los 10 minutos tenemos hambre. El Peda ha comprado cacahuetes rodeados de picante pakistaní, que tal vez me ayude con mis senos frontales bloqueados. Ah, no he comentado que con este calor tengo catarro. Hace una semana perdí la voz, pensé que Freud tendría mucho que decir (afonía histérica), pero ha evolucionado a un catarro con tos seca nocturna que está haciendo mis delicias y las del Peda. Catarro psicosomático. O algo. 

Y no termina todo ahí: el Peda me informa que las dos tabletas de chocolate que ha comprado están en el frigo, que si no se derriten. Madre mía, esto es jauja. Mis padres han dejado polos. Hace anios que no me como un polo, y no es un Colajet, mis favoritos de los ochenta, pero hey, me como un polo. Hay que refrescarse, quitarse esa tontuna catarral estufa. El Peda se va (de nuevo) a Tesco con alguna excusa (probablemente leche para su hongo, para su kefir fantasma, pero yo creo es para pasar un rato en la sección congeladores) y vuelve con medio litro de helado de caramelo salado. Venga, sea.  Mientras vemos una peli de Linklater-no hace falta decir que aderezada de algún snack insaludable- que "decrece en mí". Pero al ir a la cama nos sentimos fenomenal porque "hemos cenado una ensalada pequenia".

Ha habido un problema con la cerradura de la puerta comunal, y Rose, la anciana del piso de abajo, azoradísima. La idea de ser robados es ya ansiogénica en sí misma pero, sin quererlo, introduzco un nuevo fantasma, tras mi llamada al cerrajero: la nueva cerradura tiene que ser probada anti-incendios (no olvidemos que se quemó la ciudad en 1666). Rose se viene abajo con los conceptos "fuego" y "cerradura" en la misma frase y está subiendo cada 3-4 horas -excluyendo las noches, God Bless Her, porque seguro que las pasa en vela- para hablar del tema. Intentando extinguir el comportamiento, hemos optado por salir en bragas a la puerta (que es por otra parte nuestro atuendo, he dicho algo de la ola de calor?). Empezó el jueves el Peda, saliendo en calzones. Rose hizo un ruidito y afirmó que subiría cuando yo llegase (el pii del Peda es el polimalo). Al rato, sí, salí en bragas y tirantes, aclaré su duda, se fue, pero ha seguido subiendo. Qué será lo siguiente? Salir en bolas con una máscara africana?

Hoy hay que hacer la compra, es sábado. El Peda: vamos a comprar algo en serio o pasamos estas dos semanas como adolescentes? Mi Kuniado el JAL cuando se queda solo vive de "navajuelas chilenas". Cuando se mudaron aquí y estuvieron unos días solos con el Peda (ni idea de dónde estábamos Mini y yo, probablemente haciendo algo respetable), tuvieron lo que ha pasado a ser conocido como "los días de "Friends", como en la serie, no que fueran amigos. O sea, esa vida que todos soniamos, jóvenes guapos e ingeniosos en Nueva York. Y eso que no he visto la serie, pero sí el capítulo en el que camea Brad Pitt, y yo también quiero ser de Friends. 

Así que el Peda y yo estamos siendo una versión fea de Friends, comiendo insano, viendo pelis con snacks criminales y sopesando si ir a pegarnos con chusma a la puerta de un lido local. Y así dos semanas. Justo ahora llama una amiga con la que me había enfadado para pedirme que si iré en estas dos semanas a alimentar a sus (putos) peces. Aún me queda el enfado, pero cómo negarme. Los peces no tienen la culpa de que su duenia sea una hiena. Pero he sopesado envenenarlos, es fácil, solo ponerles mucha comida de esa pestilente. 

Estos son mis planes para estas dos semanas. Y escribir Serial, en el que, dado mi talante, aparecerá un Serial Killer. Como yo: estoy killer. Pero no importa, porque nadie lee. Si no, para días me delato con lo de los peces. 

Como en los viejos tiempos, le pondré banda sonora a este divague tan cuerdo que me ha salido. Una vez -maremía hace  9 anios-ya divagué sobre el verano en la ciudad, con el obvio Joe Cocker, y un divague mucho más centrado y amable. No sé, esa era yo? Nueve anios después estoy comiendo tiramisú viendo "Agonía y éxtasis" de Almodóvar, y con esta canción tan macarra como yo pegada toda la tarde, "Cum on feel the noize", la versión de Quiet Riot de la original de Slade. El video parece hecho para nosotros estos días: We get wild wild wild... 

So come on, feel the noise
Girls, grab your boys

We get wild, wild, wild
We get wild, wild, wild


24 julio 2019

Serial 8.

-No me lo puedo creer! Y entonces qué dijiste?

Esta era Yolanda, que no se había quitado su bufanda azul, y con la que había quedado en Serotonina, el amago de pub que, regentado por los más entusiásticos de esto de lo social, existía en Banderley. Estaba bien lejos de Banderley-C, en lo que debieron en su día ser unas caballerizas. Era una habitación rectangular, con una barra de lado a lado, y mesas, sillas, sofás... hasta un diván, cómo no,  claramente de enésima mano. El techo era a dos aguas, con vigas maravillosas, que casi se podían tocar si subías por la escalera de caracol a la mezzanine, que ocupaba la mitad del área, hacia el fondo. Hoy era mi primera noche en Serotonina, con Yolanda, que no tenía ningún interés en hablar de quién había dado a un bar nombre de neurotransmisor, cuando intenté comenzar por ahí la conversación.

-No me lo puedo creer! Y entonces qué dijiste?

Yo creo que solo le faltaba dar palmitas, tal era la ilusión. O el morbo: una nueva, en Kraepelin, la Sala de Cook, no todos los días tenemos esa carnaza en Banderley. Empezaba a atisbar porqué todo el mundo me había mirado con lo que ahora tengo claro es pena cuando se enteraban, en la fiesta, en los pasillos, en la tienda, de que me había tocado ser residente de Cook, el mítico matón que llevaba 30 anios en Kraepelin. Porque preguntarme algo teórico nada más entrar, delante de varios desconocidos era el principio de marcar su terreno: aquí mando yo. Y si quieres aprender, (entra flashback ochentero, "Pero la fama cuesta, y aquí es donde va a empezar a pagar, con sudor", dice la profe aquella de baile, solo para los de mi generación), vas a sudar, pequenia. Y nada será suficiente porque es imposible ganar con Cook: ah, que te sabes esta respuesta? Resulta que tienes todos los malditos datos en tu cabeza? Entonces citará a Einstein "no tengo en mi cabeza nada que se pueda consultar", dejándote como una idiota por haber empleado una de tus neuronas (y sus consabidos neurotransmisores) en retener esa información inútil. Sin y con coma: esa información, inútil.  

-Y él siguió preguntando?

Básicamente, Yolanda no me deja en paz hasta que no recito, punto por punto, la última evidencia sobre lo que hoy llamamos las esquizofrenias, que es lo que tuve que cantarle a Cook, con aquellos residentes de mayor grado que ya habían encontrado su lugar en Manderley, bajo el ala de Cook. Le cuento que cuando comienzo con que el neurotransmisor dopamina ha sido liberado en exceso individuos psicóticos, Cook interrumpe para comentar que la dopamina es el "viento del fuego psicótico". Su corifeo se revuelve feliz, murmulla adulando, para que él se esponje. Les ignoro y sigo con que la dopamina normalmente media en la preponderancia que damos a ideas y objetos, luego-barrido al corifeo de lado a lado, y aseguro que no veo ni una sola cara, o son todas iguales-si hay más transmisión de dopamina, eso lleva a que demos una preponderancia aberrante-me arriesgo con esta palabra, ni idea de cómo es recibida, sigo sin ver expresiones en las cabezas sin caras, y Cook está en contraluz, como un malo de Bond más-a estímulos internos y externos, y...

"Preponderancia aberrante?" Este es Cook, desde lo oscuro, seguro que acariciando su gato, con su traje de tweed. "Sí, preponderancia aberrante-y ya, qué hay que perder-las ideas delirantes parten de intentos de explicar esa preponderancia anormal". Una boca de los sin cara, del corifeo, carrapea. Se hace un silencio, decido ocuparlo, es ya una huida hacia adelante: "en otras palabras, la dopamina coge por el cuello a tu atención, hace a las cosas importantes. Si vas con demasiada dopamina por la vida, como los psicóticos, empiezas a sobre-interpretar lo que te rodea... un coche rojo ya no es más un coche rojo, sino que, de repente, los coches rojos están ahí fuera para pillarte. Las ideas delirantes están ahí para explicar esa importancia anormal que le damos a ciertas ideas". 

El corifeo está mudo. Fuera, ha empezado a llover con más fuerza. Lo único que oigo son las tripas del hospital, ruidos de radiadores de hierro que no han sido sangrados en bastante tiempo. Me pregunto si debo seguir hablando, enseguida me queda claro.

-No tiene ni idea, pero tiene coraje. Nos disculpa? Estábamos terminando una reunión a la que usted está invitada, si llega a tiempo. Hoy no es el caso. Gracias. 

Yolanda está al punto de un orgasmo psicosomático-si esta metáfora se me permite. Pero aún me falta lo mejor, y la miro fijamente, me voy haciendo con el drama de este lugar: Yolanda, créete esto: cuando he girado sobre mis talones y ya casi estoy en la puerta, Cook remata.  "Y por favor repase el código de vestimenta del hospital: nunca vuelva a venir con vaqueros". 

Yolanda se tira para atrás, a la vez que aplaude y me abraza, obligándome a brindar con el vaso ya vacío-luego pide otro-. La historia le ha parecido de lo mejor que ha pasado en Banderley en los últimos años.

-Bueno, a Cook de encanta ir de culto. Me extraña que no te haya salido con el origen etimológico de "idea delirante", es uno de sus favoritos. 

Idea delirante es la triste traducción en castellano de la preciosa palabra "delusion". Esta también me la sabía-lo que tiene ser un poco friki, cuando el concepto friki aún no existía. Delusion viene del latín "delusionem" (nominativo delusio, el participio pasado viene de deludere, del verbo delude, de-lude, de-ludere, ludere es jugar: qué bonito. O algo así, en el fondo me alegro de que Cook no haya sacado su latín-otra manera muy británica de dejar claro que has sido educado en la privada-, porque yo lo dejé en Segundo de BUP, y mi friquismo tampoco es delusional. Porque una idea delirante, una delusion, no es otra cosa que una creencia que, aunque falsa, ha sido aceptada como la verdad. Una ilusión es una impresión falsa que nuestros sentidos nos hacen pasar por buena. Una delusion es mucho más profunda que una ilusión, estamos hablando del contenido, no de la forma: no es que nuestra mente vea una sombra de la hiedra en la ventana y le parezca la cara de ladrón; es que sabes que la casa está llena de ladrones, aunque estés bajo el edredón. Cuando Yolanda se va a por más cerveza, ella Guinnes, muy cool, pero yo aún no puedo, pienso en la religión como delusion, pero tal vez deba esperar a un par más de rondas para tocar el tema con una irlandesa.

Porque el alcohol desengrasa, pero además puede invocar al "ate", aquel concepto de los griegos clásicos que me pregunto si debería introducir a la mañana siguiente a Cook y sus palafreneros. El ate es una pasión loca, pseudo-demónica que termina con la razón. Como es sobrenatural, exime de culpa a la persona que ha hecho la burrada de turno. Quién sabe si el ate es lo que hoy llamamos psicosis, que los clásicos eran muy listos: un estado del que no eres responsable, por exceso de dopamina en el striatum. Por ahí llega la Guinness y una Pale Ale local. 

23 julio 2019

"El club de los mentirosos" de Mary Karr: Para qué novelar, si tienes esa familia?

Mary Karr, catedrática de literatura y poeta, está hasta los piii de que le pregunten por David Foster Wallace, con el que tuvo una relación truculenta. Es triste a veces enterarte de estas cosas de un autor al que admiras; en general es un asco conocer la vida personal de muchos artistas que han sido importantes para ti- esto daría para otro divague, pero no, que estamos en medio de lo que NáN llamó cuando le conocí "qué hastío de estío". 

Y es normal que esté hasta los susodichos, porque ella no solo es catedrática, sino que escribe maravillosamente, y como el resto, estará ya harta de cositas tipo ciertas fotos en cumbres de dirigentes del mundo mundial (to'tíos) y otra de sus parejas (un tío), o de ver como yo el sábado una despedida de soltera (aún se hace esa parafernalia? ah, que aún de casa la gente?) donde la pava llevaba un velo con el "Futura Sra. Stone". Hará bien Karr pasando de contestar preguntas sobre el genial-pero parece que malagente-Wallace.

Y sí, los escritos de Wallace son impresionantes, y además se suicidó, con lo que pasó al olimpo de un saltito corto, no necesitó triple mortal ni nada-cosa que las mujeres siempre necesitamos, algunas con tacones. Pero tras leer sus memorias de infancia, una llega a la conclusión de que la que tendría motivos para haberse matado, y varias veces, es Karr.

Porque en "The liar's club" (El club de los mentirosos) nos cuenta su infancia con una familia nada convencional, es más, disfuncional, a la que hoy se llamaría directamente abusiva. Una infancia recorrida por la falta de supervisión esa que nos encanta leer en Huckleberry Finn, o que incluso nos recuerda vagamente a nuestros veranos ochenteros en los pueblos de Ejpania, veranos de bici, y pan con chocolate, y río, y noches con linternas jugando a polis y cacos. Pero cuando ambos padres bebían en exceso, el padre se metía en broncas y peleas pasadas por whisky, y las hijas tenían que valerse por sí mismas (cuando no cuidar de los padres), la cosa dejaba de ser un verano de los que contar a las amigas en Septiembre.

Sin embargo, no hay un sentimiento demasiado negativo hacia sus padres, pese a la vida que llevaron con ellos. Aún recuerdo lo que escocía la descripción de Frank McCourt de su familia en "Angela's ashes", esos padres irlandeses que pese al hambre de los hijos, siempre tenían para tabaco, pero Karr logra transmitir empatía y comprensión por esa familia. La madre, una artista muy leía y culta sin reglas ni leyes, prácticamente una forajida de las buenas costumbres, que se refugiaba en el alcohol por una secreto del pasado y por problemas "con los nervios". El padre, aparte de la bebida -nunca falta un día al trabajo pese a los tremendos pedales-y las peleas de bar, parece un tipo como sacado de esas fotos de Dorothea Lange, colgado en una de esas torres de refinería que atraviesan el desierto de Texas, donde transcurre gran parte de la infancia, hasta que la madre se va con las ninias a Colorado.

Ah, sí, porque está también su hermana Lecia, que parece el único personaje negativo de la familia (también la abuela, con su terrorífica pierna ortopédica, que cuando llega pregunta cuándo es la última vez que se lavaron las cortinas-nunca), porque es muy diferente de Mary, el prototipo de hermana mayor, responsable, con recursos, que sabe siempre qué hacer, incluyendo hablar con la poli para sacar a los adultos de líos. Lecia se convertirá en una republicana que hace una fortuna en seguros. No sorprende nada.

La ninia Mary envidia un serial de la tele titulado "Leave it to Beaver" que parece ser la familia perfecta, con la madre que hornea con collar de perlas, y el padre que siempre llega a cenar a casa. Ella que con cinco anios, se abre una lata de tamales fría para desayunar. Que cena con su familia como en picnic en la cama de los padres todos los días. Pero por otra parte, desprecia-como todo el que lea la novela-a los vecinos pacatos que miran las excentricidades de su familia detrás del visillo-como cuando su madre, en uno de sus ataques de "nervios" hace una pira enfrente de la casa y quema toda la ropa y los juguetes de la ninias. También hay escenas con cuchillos, e incluso disparos, pero en la contratapa (que todos sabemos, escribe siempre la autora) se describe como "familia que se ama fieramente". Al final de las memorias, Karr aprecia que en la diferencia está lo especial de su familia. 



Karr escribe con sentido del humor, usa descripciones que una desea que se le hubieran ocurrido antes (como describir una escena desde el reflejo de unas gafas de sol) y te pone contra la cuerdas emocionalmente en muchos momentos de estas memorias. Porque Texas es un territorio comanche, salvaje, donde un tornado se puede llevar por delante medio pueblo y Karr describe el dolor de los padres, desesperación que no tenía ningún lugar donde ir. Y Texas mezclado con esa infancia a la Towanda también produce monstruos como la escena absolutamente terrorífica de abuso sexual a la que es sometida con solo ocho anios. Cuando terminé aquel capítulo, justo antes de dormir, ya supe que me iba a provocar pesadillas, suenios envenenados que hoy afortunadamente no recuerdo, pero que, como dijo Zadie Smith de esta novela "querrás olvidarla y no podrás". 

No podrás olvidarla porque hay ideas e imágenes que habrán para siempre quedado a fuego en tu retina. Porque habrás sentido en tu carne que una no puede confiar en el mundo cuando ha visto el horror, ni creer en ningún dios sobre el que cacarean frases hechas sus vecinos (aunque he leído por ahí que en su vida adulta, Karr se ha convertido al catolicismo. Si pudiera poner aquí el emoji de perplejidad, lo haría). Porque somos pequenios espíritus acarreando un cadáver, que decía Epicteto. Porque el champán es lo más parecido a beber estrellas que nunca harás. Porque la línea telefónica es en algún momento el cordón umbilical que nos sigue uniendo a casi todos los que vivimos lejos con nuestra madre. Porque un inválido es un agujero en el que te derramas en los cuidados, que, en contra de lo que ocurre con un bebé, no te da nada a cambio, sino que te succiona. Porque si te metes a promocionar un libro tuyo antiguo (esto lo aprendí en su epílogo de mi edición, la de 2004), te conviertes en un empleado de tu anterior-yo.

La portada de mi edición resume el espíritu de estas memorias: dos ninias salvajes, tal vez en el columpio de uno de esos porches americanos, esperando desafiantes el tornado, real o metafórico, eso da igual. Y en fuga hacia el infinito, los postes eléctricos, el cordón umbilical que unía su particular fin del mundo tejano con el resto,  del que Mary Karr logró salir y contarlo. 


04 julio 2019

Serial 7.

No me despertó la lluvia contra las ventanas, pero llovía. No había amanecido- lo de  "amanece que no es poco" cobra nuevos significados en estas latitudes-, pero no era tan pronto. Simplemente así son las 8 de la maniana por ahí arriba: noche cerrada. Como deben ser las de los panaderos, pienso. Pero hoy estoy inasequible al desaliento: hoy comienza de verdad mi vida en una Institución Total y una de sus ventajas es que la hora de metro o de tráfico de la gran ciudad, aquí puedes dormirla o malgastarla en dudosas  actividades de mejora personal-esto lo descubriría luego. Porque aunque esto no fue tema en la noche de fiesta, que cada vez cobraba más tintes de irrealidad en mi cabeza, parece que algunos-ciertamente el guapo de la Casa roja-ya se habían nadado un número demencial de largos, o habían practicado tai-chi, o yoga, o tocado su instrumento. Salir de tu Casa las 6 de la maniana era por lo visto encontrarte un mundo de actividad frenética ahí afuera.


Llena de energía, pese a tener que dar la luz para salir de la cama: hoy comenzaba en planta por primera vez en mi vida, y aún recuerdo el pánico disfrazado de ilusión. Qué ponerse: mis vaqueros favoritos, camisa blanca y americana entallada azul marino, pequenio fular blanco, marino y rojo, botas altas a juego con el cinturón. Y no, no era lo primero que cae al abrir el armario: esto estaba estudiadísimo. Cómo no mirar hoy con ternura a mi yo de entonces, que ya no existe: aquella chica prácticamente de pueblo cuya idea de elegancia era lo que hoy simplemente me parece el uniforme de una veinteaniera espaniola pija.

En la sala comunitaria, el Mess, había luz, pero ni un alma. Me tomo un té de pie, no me entran los Weetabix, me he puesto perfume, llevo boli, un cuaderno, chicles. Listado mental interrumpido por Richard, de verdad hablé con él en la fiesta? Rugby, creo que era su tema. Richard también va para Banderley-C. Sin coger chubasquero ni amago de esperar que yo coja cualquier prenda de abrigo, me deja pasar en plan caballero o algo, y yo, como  ha parado de llover, me lanzo al césped  blanco y a la niebla tal cual. Pasada una semana ya conocería otra regla no escrita de Banderley: por mucho frío, por mucha nieve, por mucho viento-todos ellos sucesos comunes en ese sitio olvidado del mundo, creo que por esa razón- jamás se vería a nadie pasar de edificio a edificio con abrigo. La gente simplemente caminaba como se hace en Londres, tan hiperactivos, o encorvados como en Chicago, ciudad del viento. Richard, todo gafas de culo de vaso y pelo rizado que le salía de demasiado atrás, intenta eso tan británico, la "small talk". Hoy es tu primer día, sí, bueno, siempre es duro al principio, sí, cualquier cosa que necesites, me dices, entre las Casas nos ayudamos. Gracias. Estás en la firma de Cook, y aquí se para y me mira, como si yo debiera leer entre líneas, o supiera de lo que me está hablando-cualquier cosa, ya sabes. Y suenan unos puntos suspensivos. Y ya llegamos a Banderley-C, él carraspea, como incómodo, y me seniala: al fondo de ese pasillo está tu sala, psicóticos. Suerte. 

Buenos días, Dra Calleja. No sé cómo recorro el pasillo, tras la palabra "suerte" de mi compa de Casa: creo que  flotando. Al entrar en la sala, en la estación de las enfermeras reina, impoluta, perfectamente maquillada, con su uniforme blanco nuclear, Sister Harding. Buenos días, Dra Calleja, repite, como subrayando. El terror que me produce nada tiene que ver con el de la noche infame en la que aquel Faggin con pinta de enterrador me trajo a Banderley: aquel era un terror natural, nocturno, en un sitio fantasmagórico nuevo, terror de pasillos con eco y "El Resplandor", terror por tu vida, un terror funcional, adaptativo. Pero ahora por la maniana (es un decir, justo empieza a clarear), rodeada de gente, sin riesgos inmediatos, sin sangre escurriendo por las paredes y puertas que no abren, teléfonos cortados, es un terror más "Alguien voló solo el nido del cuco", un terror existencial, opresivo, un terror blanco, un terror de vender mi alma al diablo y terminar como ella. 

Me ha oído, Dra Calleja? Buenos días, soy Sister Harding, me recuerda. Sí, por supuesto, Sister Harding. Cómo ha estado estos días? No ha venido. Su voz es metálica, robótica, criogenizada. Ermm... no sabía que tenía que venir. No tenía, simplemente hubiera sido agradable para usted venir. Gracias, lo siento. No se preocupe, le voy a presentar al resto de personal de la sala. Los doctores están reunidos, suelen hacer una reunión temprana los lunes antes de pasar planta. El metal de su voz ahora me corta. 

Empiezas genial Mariona. Sigo a la cofia de Harding por el pasillo. Vale, que nadie me ha dicho que esta reunión siquiera tenía lugar. Olor profundo a antiséptico.  He venido a menos cuarto, con mucho tiempo, pero cómo saber que, justo hoy, se reúnen a las 8? Se oiría caer un alfiler, en esta sala. Fenomenal, Mariona, gran entrada Mariona. Y entonces, Harding comienza a disparar nombres, como lo haría Hal: yo sonrío, y estrecho manos de enfermeras y enfermeros, y también asistentes de enfermeros, en concreto un tal Craig, único nombre con el que me he quedado, que está tremendo. Claro, los necesitan armarios por si hay que reducir a algún paciente. Venga, Mariona, céntrate, que ya has entrado por la puerta grande con Harding, y ahora espérate con Cook et al. Y sale más gente: estos son terapeutas ocupacionales, y en la última puerta están los psicólogos, ya los irás conociendo: no tengas prisa. 

Prueba superada-aunque mi memoria de trabajo solo ha registrado Harding-Craig-Harding-Craig. En bucle, del que me saca un hombre altísimo, brazos cruzados, pelo a lo Ludwin-van, pantalones caídos. Es la nueva? Voz grave, cavernosa. Sus ojos, topicazo, son los de la locura. Sí, Mr Wood, le presento a la Dra Calleja; ahora, muchas gracias (mi primer contacto con el "gracias" como sinónimo de "váyase"). Hoy no ha pasado el carro de la medicación. Sí, Mr Wood, ha pasado como siempre a las 7:30, gracias. Mr. Wood me mira, encoge aún más sus ya pequenisimos ojillos y, locutor de radio nocturna, "Me gusta cómo hueles", se gira sobre sus talones, se va. 

Sister Harding modela para mí con su comportamiento la manera de manejarlo: ignorarle, avanzando rápida por el pasillo, nada ha pasado. Cuando la alcanzo, está llamando a una puerta y,  con su monotono, "Dr Cook, le presento a la nueva residente", me tira a los tiburones.

Bienvenida, llega tarde, pero justo a tiempo... estamos hablando de en qué otro desorden, aparte de la esquizofrenia, es mayor la síntesis de dopamina en el cuerpo estriado?

Por primera vez desde que salgo de casa, caigo en que no llevo abrigo. "En la manía", contesto, luchando para que no me castanieen los dientes. 

03 julio 2019

Fuera de Serial

Nota previa (no forma parte de Serial): 

Hace 4 meses que no he podido escribir Serial. Las razones han sido, aparte de que este blog se ha transformado en un "blog de viajes" (por una serie de inusuales conjunciones de los astros que han hecho que hayamos viajado más de lo normal), que he sufrido el proceso contrario de la astenia primaveral, "la primavera demencial". Ello no quiere decir que me olvidara de esta serie ni que no tuviera ganas de escribirla. Y al hacerlo me he dado cuenta de lo bien que me lo paso (espero que esto se note) y que quiero hacerlo más. 

He de admitir que para seguir escribiendo, me lo he tenido que re-leer. Y si yo he tenido que hacerlo, ya me imagino que el divagante recordará apenas nada, por lo que incluyo aquí un pequenio resumen.  Ahí vamos: Serial no es autobiográfico, si eso se puede decir alguna vez de algo de lo que escribimos (porque escribimos desde la biografía, vivida en primera o tercera persona, o soniada, o lo que sea). Yo nunca he vivido en un Banderley, pero sí que fui una chica espaniola que vino a UK a terminar su formación y trabajar. Y me gusta leer. Ahí terminan las coincidencias. Esta chica viene sola y en los primeros seis capítulos he contado cómo viaja desde Londinium hasta Whitby, una ciudad muy relacionada con Drácula, y de allí a Banderley, un hospital psiquiátrico victoriano muy gótico, que da mucho miedo. Ha ido conociendo a gente, algunos muy pintorescos, incluida la enfermera jefa de una sala que evoca a la que hacía la vida imposible a Jack Nicholson. La prota, Mariona, vive en una de las casitas para residentes en el campus de Banderley, y también nos ha contado cómo es el lugar y algunos de sus compas, que le organizan una fiesta sorpresa. El último capítulo es su día tras esa fiesta, intentando ordenar en medio de la resaca quién es cada cual, y estudiando en la maravillosa biblioteca del hospital. Este capítulo comienza con su primer día de trabajo. 

Y re-leyendo también me he dado cuenta de la cantidad de "cliff-hangers" que he dejado por ahí. Un "cliff-hanger" es una frase  que sugiere algo para animar la curiosidad del lector, y a la que luego llegará una resolución, o que será parte de la historia. Ya he perdido la cuenta de las cantidad de piedrecitas blancas que he dejado en el camino, que tendré que ir retomando... tal ves debería anotarlas, pensé en la re-lectura. Sigo sin seguir los cánones de escritora de serial, esto es, antes de sentarme a escribir no tengo ni idea de por dónde va a ir... luego me siento (o en este caso, me echo, este capítulo lo escribí en su mayoría tirada sobre la cortina vieja que bajo al parque) y sale lo que sea. El caso es que esto deja claro que no tengo ninguna formación en esto del escribir, ni he escrito -aparte de por estudio/trabajo- nada más largo que una entrada de blog, o un relato, y que lo que salga de aquí es totalmente intuitivo y autodidacta. De hecho, esto queda bien claro en algún momento en que la narradora habla de "clichés", "talleres literarios" y demás. Hay una consciencia y una meta-conversación, si se me acepta, sobre el tema. Vamos, que no promete :), pero por eso os agradezco aún más vuestra amabilidad de estar ahí, al otro lado. Un abrazo, y ahí vamos...