Un divague que empieza con mi desacuerdo con la traducción del título del libro recensionado: sensación de dejá-vu, divagantes? Pero es que "disgrace" puede ser "desgracia" en el sentido de "caer en desgracia", pero no la desgracia primera que se piensa en castellano; es más verguenza, deshonra. Tenía que decirlo. Sigamos, pues.
Hay que aclararlo porque el catedrático de literatura protagonista de la novela cae en desgracia espectacularmente tras un affair con una estudiante, una de sus alumnas. El libro fue publicado y ganó el Booker en 1999, otro contexto del nuestro. Esa era la época en la que un profesor te decía algo así raruno ("usted practica algún deporte para mantener ese cuerpo?" o "qué perfume lleva?") y te parecía que el problema igual eras tú. Era la época pre-#MeToo, que empezamos a mirar con estupor, y que nuestras hijas afortunadamente mirarán con escándalo y nos dirán, "ma, cómo (no) hacíais eso?" El caso es que estamos en los 90, y el catedrático no es que tenga un affair, como pone en la contratapa, la realidad es que el catedrático acosa-y derriba-a la alumna, que no quiere claramente seguir con la historia. Más tarde, la hermana menor de la chica pensará con repugnancia:"Así que este es el hombre con el que mi hermana ha estado desnuda, con el que se lo ha hecho!" y su exmujer le plantea si cree que una chica joven encuentra algún placer en meterse con un tipo de 52 en la cama, si cree que ella encuentra ese cuerpo algo atractivo que mirar. Esto es importante anotarlo para todos esos que se creen que como "maduros interesantes" tienen interés sexual para la mayoría de las jóvenes. Ding-dong: no. Gracias Coetzee por estos contrapuntos, por mostrarnos también cómo lo vemos nosotras.
El catedrático aprovecha su posición de poder, acorrala a la chica y el concepto de "consentimiento" o lo que ella quiera ni se le pasa por la cabeza. Piensa en él. "Bueno o malo, simplementento lo hace. No actúa por principios, sino por impulsos, y la fuente de sus impulsos es una oscuridad para él. Su locura no era de la cabeza, sino del corazón". Qué bonito, no? Entren los violines. Locura del corazón. El tipo contraataca, con sus propios juegos mentales para justificarse, para salir ileso, y como para algo es catedrático de literatura, lo hace formalmente bien: "quizás sea el derecho de los jóvenes el estar protegidos de ver a los viejos en los estertores de la pasión. Para eso están las putas, para soportar los éxtasis de los feos". Y aún lo remata más, en el juicio improvisado que le hacen en la uni, en el que se declara culpable, con frases como "era un esclavo de Eros". Es así como piensa defenderse?, le dicen, "No es una defensa-contesta-lo que queréis es una confesión. Ahí la tenéis". Qué incómodo, le preguntan entonces sobre su arrepentimiento ("En el calor del momento, no hay dudas"), a lo que sin despeinarse les contesta que "declararse culpable es una declaración secular, pero que el arrepentimiento pertenece a otro universo de discurso". Me gusta. A ratos logra casi envolverte con su relato: "En todo caso, la cuestión no es si lo sentimos, sino qué va a cambiar ahora que lo sentimos. Tras una cierta edad, uno es demasiado viejo para aprender lecciones, uno solo puede ser castigado y castigado". Pero lo que está en el fondo de su discurso es que él obraba según su naturaleza, y ya. Un dinosaurio moral, pero hay curiosidad por oir al dinosaurio hablar. Humbert Humbert viene a mi cabeza. "Ningún animal aceptará una justicia que le castigue por seguir sus instintos"
Aquí estamos en los primeros capítulos del libro: en ese punto crees que estás leyendo una novela de campus con el gran tema "poder" en su frecuente presentación de cintura para abajo. Bien, te gustan las novelas de campus, ese género literario que ha dado libros tan chulos como
- "Posession" de AS Byatt, o
- "On beauty" de Zadie Smith, o
- "Stoner" de John Williams o
- "The Human Stain" de Philip Roth ,
- "Lucky Jim" de Kingsley Amis (sorry, no hice divague) o
- "The secret history" de Donna Tartt o
- "El camino de Ida" de Ricardo Piglia (vértigo, estoy enlazando al futuro!!!).
Pero no: Coetzee entonces da un volantazo y el catedrático -enfrentado a su "caer en desgracia" particular ante su pequenio círculo de la torre de marfil que es la universidad - decide escapar.
Para el tema "campus" era fundamental localizar la novela cronológicamente (a grandes rasgos, todos los campus se parecen), pero para la huída-hacia-adelante es vital localizarnos geográficamente: Sudáfrica. Y cuando uno huye de una ciudad universitaria hacia el campo, no es lo mismo hacerlo en Europa que en Sudáfrica. Allí verdaderamente estás en el fin del mundo. Y cuando empiezan a pasar cosas, en un chamizo-granja donde vive su hija hippie, entonces sientes la vulnerabilidad de ese gran espacio abierto, salvaje, en el fin del último continente, el del corazón de las tinieblas, el continente oscuro.
El primer shock que sufre el catedrático es su hija. Tener una hija hippie, "que se ha dejado" (refiriéndose al peso, la ropa, esos zapatos "cómodos"), en un hombre que valora tanto la belleza de las jovencitas, tiene que ser un palo importante. "Dejarse, lo que pasa cuando uno se retira del campo del amor", o cuando sospecha si su hija es gay "Amor sáfico, una excusa más para engordar". Claramente vemos por lo que valora el catedrático a las mujeres, ya sabemos que es una joya de hombre. Pero no es tan fácil. Como en toda buena novela, o como en la vida: hay luces y sombras, cumbres y valles, y a medida que avanza, constatas con dolor que el catedrático es un tipo con el que te podrías echar dos cervezas. Y eso hace la novela aún más compleja y más infinita su gama de grises.
Sudáfrica inmediatamente evoca la palabra "apartheid" con todo su horror, pero aún así, como Coetzee ha despistado al lector con la universidad al principio, yo sigo asumiendo, por alguna razón, que los personajes son blancos. De hecho, he tenido que pararme y re-chequear conmigo misma, porque en la universidad todos los personajes los pienso blancos (y luego leo que la alumna abusada es mestiza). Pero más tarde, en el campo, he de volver las páginas para comprobar si cuando introducen a Petrus (el en principio ayudante luego vecino de la hija) dicen algo de su color de piel, y no lo hacen, y lo mismo con otros personajes. Yo sigo en alerta porque vivimos en un mundo tan occidental-céntrico, que pese a vivir en una de las ciudad más multiculturales del mundo, me cuesta pensar, de entrada, en otras razas. Igual soy sola yo, pero necesitaba explicarlo porque esto ha sido una de las cosas que me han chocado del libro, que me han hecho sentir incómoda -y eso que hay muchas, muchas cosas para sentirse incómoda leyendo "Disgrace". Y no sé si he caído en una trampa diseniada por Coetzee, o una tontería mía. Pero escuece, porque la violencia racial, la tensión entre los negros y la minoría de blancos es un hecho y es palpable en toda esa parte de la novela. El eje de la tensión cambia: de poder de género a poder racial. Casualmente, esta semana ha ido el padre de un compa de Mini, sudafricano blanco, a hablarles a los ninios del apartheid. Este hombre se fue de Sudáfrica como resistente de guerra, otro insumiso como nuestro Peda. La profesora es también sudafricana, y Mini me contaba como ambos admitían en la charla que pertenecían a una minoría de ricos, como blancos que son, que tenían casa con piscina y servicio. La profesora es tan tan cool, que nos ha pedido permiso a los padres para enseniarles "Invictus" pese a ser para mayores de 13, y les ensenia el "Madiba dance" y luego todos lo bailan en clase... Me pone una gran sonrisa en la cara...
Las consecuencias de la injusticia sistémica que fue el apartheid las sufre el catedrático y su hija una vez ahí fuera, en lo salvaje. Recuerdo, aunque hace más de 25 anios que leí "La casa de los espíritus" su conclusión: «Me será muy difícil vengar a todos los que tienen que ser vengados, porque mi venganza no sería mas que otra parte del mismo rito inexorable». En "Disgrace", el catedrático intenta abrir el foco, encontrar en la política y la historia una explicación al ataque que reciben por parte de tres negros, que su hija se niega a denunciar (para su exasperación): "es un riesgo poseer cosas, porque no hay suficientes cosas para tanta gente. Las cosas tienen que circular para que todos disfruten de ellas, luego el que te asalten no es maldad, es simplemente parte de un enorme sistema de circulación, de redistribución de la riqueza". En otro punto reflexiona que los negros "igual piensan que tienen que cobrarse algo de mí, por vivir en su tierra. Les debo algo". Otro incidence en la gran campaña de resdistribución.
“He would not mind hearing Petrus's story one day. But preferably not reduced to English. More and more he is convinced that English is an unfit medium for the truth of South Africa. Stretches of English code whole sentences long have thickened, lost their articulations, their articulateness, their articulatedness. Like a dinosaur expiring and settling in the mud, the language has stiffened. Pressed into the mold of English, Petrus's story would come out arthritic, bygone"
El párrafo anterior, reflexión sobre lo inapropriado del inglés para capturar la complejidad sudafricana, ocurre cuando Petrus llama a su hija "su benefactor." Benefactor: la palabra chirría. Hay en el fondo una lucha del orden establecido, que era duenio-blanco-empleados-negros. El inglés está podrido por dentro, "solo te puedes fiar de los monosílabos, y ni siquiera de todos".
El bienestar animal es otro de los grandes temas que recorren la novela, y a mí es uno que me ha gustado particularmente porque tal vez yo sea un poco como el catedrático. No me apasionan los animales, algunos directamente me disgustan y no puedo imaginar una vacación más aburrida que ir a fotografiar cebras. Eso sí, tengo un atractor para ellos, según Fashion, y por ejemplo, sobre Nara su golden, ejerzo un imán especial: Nara me ve y viene a que la toque (en la frente, que como decía la Yaya es donde les gusta). El catedrático es un indiferente así, pero durante la novela, viviendo en el campo desarrolla cierto sentido y por ejemplo, lleva muy mal que dos cabras con las que se había encariniado acaben asadas en casa del vecino para una fiesta, o lo que les pasa a los perros en la clínica de una amiga de su hija. Como el catedrático, no hace falta ser apasionado de los bichos para odiar ver a cualquiera de ellos (sí, también los que me disgustan), sufrir. Ya hablamos, a tenor de Sapiens, de las aberraciones que estamos haciendo a las vacas en granjas, y en conciencia, yo debería hacerme ya del todo vegetariana.
En mi libro de literatura folk, explican como "Disgrace" fue publicado cinco anios tras las primeras elecciones libres en Sudáfrica y supone un contraste brutal con otra literatura llena del optimismo de la nueva nación. El estado de desgracia, de haber caido en desgracia, se extiende como una mancha de aceite a tantos niveles. El catedrático se niega a explicarse bien en su juicio por abuso, su hija mantiene silencio ante un ataque brutal: no hay palabras para la reparación. El pesimismo es total y el paso del tiempo, envejecer está siempre presente en la novela: por primera vez el catedrático intuye lo que supondrá ser un viejo, cansado, sin esperanzas, sin deseos, indiferente al futuro. Ya lo ha vivido todo, desde el adulterio, "donde todo el tedio del matrimonio es redescubierto" hasta la poesía en vena “según mi experiencia la poesía te habla y te llega a primera vista o no te llegará nunca. Hay un destello de revelación y un destello reflejo de respuesta. Es como el rayo. Como enamorarse”. Ya ni las teorías valen, cuando te han partido la cara y apestas, "eso es la teoría; agárrate a una teoría y a la comodidad de la teoría".
Esta es una novela sobre relaciones de poder a todos los niveles, escrita en un lenguaje áspero, sin florituras, que te raspa tanto por su forma como por su contenido. Todo en ella es incómodo y escuece, y su amargor te persigue durante días. Qué se podía esperar de un caer en desgracia no solo personal, sino colectivo.