Callas y Pasolini en el rodaje de "Medea" |
Banderley subterráneo |
Sister Harding vs. Nurse Ratched |
La sencillez del Palacio de Invierno |
Un saludo a previos damnificados |
Si no las escribo, las cosas no han llegado a término, solo las he vivido (A Ernaux) La vida real no está a la altura de escribir sobre ella (J Eugenides) Lo que me interesan son los errores, fruto de la pasión, los errores que se cometen arriesgando (G Steiner) En la calle, codo a codo, somos mucho más que dos (M Benedetti) Escribir es persuadir a un extraño de que se quede (R Cusk) El camino del exceso conduce a la sabiduría (W Blake)
Callas y Pasolini en el rodaje de "Medea" |
Banderley subterráneo |
Sister Harding vs. Nurse Ratched |
La sencillez del Palacio de Invierno |
Un saludo a previos damnificados |
"Vive algo y consíguete una máquina de escribir" Bukowski dixit en "On writing" |
Arturo Bandini como nombre de personaje es maravilloso, y lleva en mi vida dos décadas (llegó vía el Peda, a quien llegó vía Bukowski). Pero solo como nombre, porque pese a tener tres libros del cuarteto de Bandini (editadas por Rebel Inc. Classics -la cuarta, dictada por Fante a su mujer enfermo en la cama en los 80 no la tenemos, de momento no la compraré) ahí en la estantería mirándome, aún no los había leído. Han caído del tirón, cronológicamente desde el punto de vista de la vida Bandini- niño, al adolescente, al joven-, que no es el orden de escritura: su primera fue "The road to Los Angeles" ("La carretera a Los Ángeles") que no publicó en vida, y que probablemente no quiso nunca publicar (dicen que tiene los fallos típicos de "toda primera novela"-más de esto abajo). En 1938 se publicó la de la infancia de Bandini "Wait until Spring, Bandini" ("Espera hasta la primavera, Bandini"), y "Ask the dust", considerada su obra maestra, en 1939.
"Wait until spring, Bandini" ("Espera hasta la primavera, Bandini"): La infancia de Arturito
Paseando a Bandini |
El libro que nos ocupa no se titula así en estos sentidos, pero esa es la ventaja del blog personal: escribes lo que te pasa por ahí (nótese mi capacidad, pese a ser educada por la Yaya, de frases soeces). De hecho, aunque a menudo sueño con que mi vida fuera viajar por el mundo (sintiéndome culpable, claro) haciendo fotos y escribiendo crónicas y divagues y que me pagaran por ello, a menudo me reconcilio con mi trabajo de día porque es lo que me permite la libertad, por las noches, de escribir estos párrafos que cualquier editor me diría: "nena, tú vales mucho, pero corta el rollo". Esto de alguna manera enlaza también con Bandini, pero con el tercer libro, en el que él intenta vivir de la literatura, no como gente sin alma como yo, que tenemos un Plan B que justificamos con párrafos como este, cuando lo que deberíamos hacer es check-in un hotel de dudosa categoría sin aire acondicionado pero con ventilador en el techo, y dedicar las noches a escribir, las madrugadas al Mal y los días a dormir la mona. Pero no quiero adelantar el tercer libro que vendrá más abajo.
Llegó la primavera, Bandini |
El retrato que hace Fante de los padres de Bandini es maravilloso: el padre es un tipo carismático y terrorífico a partes iguales: "Nochebuena: Svevo Bandini venía a casa, zapatos en sus pies, desafío en su mandíbula, culpa en su corazón". Svevo desaparece por épocas: está teniendo un affair con la viuda del rico pueblo, de ahí la culpa. La madre es un ángel enredado en su rosario que finalmente, cuando la gota colma el vaso, al mejor estilo italiana de armas tomar, casi le arranca los ojos a Svevo. También se deprime, y no me refiero a "tía, se deprime". No: la descripción de Fante de una depresión clínica severa es para -la gente suele decir quitarse el sombrero, yo suelo decir- plantearse una dejar de escribir. Es una descripción preciosa en lo terrible ("sleeping the sleep that brings no rest"), te deja desolada por ella, por lo niños que están solos navegando con Arturo al timón, sin idea de cómo salir de ahí.
Pero la grandeza de Fante es que luego, cuando estamos con Svevo en casa de la mujer rica que lo seduce, sentimos una especie de piedad por él: no por sus justificaciones y autocompasión, pero sí por verlo totalmente desorientado, sintiéndose inculto, inadaptado, idiota, inseguro a su lado, aunque no se lo admita a sí mismo; "no había habido tiempo es su vida llena de preocupaciones para libros. Pero había leído más profundamente que ella en el lenguaje de la vida, a pesar de sus libros ubicuos". Solo triunfa en el éxtasis del sexo: "se rió del triunfo de su pobreza y su campesinado. Ella, esclava y víctima de su propio reto, llorando el glorioso abandono de su derrota, cada gemido su victoria (de él)." Pero, no importa las historias que él se contara, "eran extraños, con la pasión solo para ser el puente de la sima de sus diferencias".
El libro es mucho más, y en estos momentos me planteo que igual debería haber hecho un divague por libro en lugar de haberme metido en esta obradelpilar de tres-en-uno, de la que no sé cómo voy a salir.
"The road to Los Angeles" ("La carretera a Los Angeles"): No soy yo, eres tú, Bandini
Paseando a Bandini: "Cubana", Waterloo, Londinium |
Bandini en Clapham Common, Clapham, South Londinium |
Bandini en Battersea park |
Sinceramente, yo ahora me la saltaría: no es necesaria para "completar" y como "coming-of-age" de adolescente cabreado hay mucho por ahí que leer.
"Ask the Dusk" ("Pregúntale al polvo") : Bandini inamorato
Paseando a Bandini: un Council State en Brixton, South Londinum |
"Ask the dusk" tiene mucho valor formal, y habla de la experiencia de escribir. Cómo no identificarse, quién no sueña con "no hacer nada en todo el día aparte de escribir, o pensar en escribir", o con "una habitación para escribir al lado del mar". Está a punto de morir ahogado en el océano y, en esos momentos en que "respirar era lo único que importaba", "incluso entonces lo estaba escribiendo todo, viéndolo en una página metida en la máquina de escribir". Un escritor nunca evade una experiencia, todo es material: "Me senté en la máquina de escribir lo eché todo de la manera como debería haber pasado, tecleando con violencia". Y for fin, llega su primera idea para una novela, "Y entonces como un sueño, llegó. De mi desesperación, llegó".
La mayor parte de la novela gira en torno a la relación López-Bandini, una relación de amor-odio, de ni-contigo-ni-sin-ti. Es enternecedor cómo Arturo quiere no volver a verla ("making resolutions about not seeing her was useless"), pero la razón nunca ayuda
"This is bad, Arturo. You have read Nietzsche, you have read Voltaire, you should know better. But reasoning wouldn’t help. I could reason myself out of it, but that was not my blood. It was my blood that kept me alive, it was my blood pouring through me, telling me it was wrong. I sat there and gave myself over to my blood, let it carry me swimming back to the deep sea of my beginnings".
Paseando a Bandini: Electric Av Market, Brixton |
Arturo Bandini lleva casi media vida conmigo, y ahora ya se va a quedar con derecho propio. No es un héroe byroniano, cuyas oscuridades te hacen colgarte más, solo es un emigrante que no pertenece (sobre el tema, qué capítulo el 6 de Ask The Dust habría que enmarcarlo), cabreado -como debe ser- con el mundo, con el que a su vez me cabreo yo inmensamente en el segundo libro, pero con el que me reconcilio por su pasión por la escritura y por su amor hacia el final del tercero. Este es el Bandini con el que me quiero quedar y el Bandini real porque, como dice Fante, "no puedes ser mala persona y gran escritor".
Ratones en lucha libre en el metro de Londinium: merecían el premio |
La siguiente razón poderosa para tu guerra con los malditos roedores es la salud pública, su rol de vectores: descubres que escalan por el frutero para a morder las manzanas o los kiwis (sí, divagantes, me como la piel). Llegamos a trasladar el frutero al dormitorio por las noches, con la esperanza de que ahí no osara, una lata. Mi padre, otro hombre de mundo, nos trajo una ratonera que parecía un implemento de la Santa Inquisición en miniatura. A falta de Torquemada (mi padre) en casa, quién los saca? Método desestimado.
Esta anécdota tal vez haga cambiar el concepto que me consta el divagante tiene de mí (persona de gran templanza y amabilidad), pero me debo a La Verdad. Seguimos en esta época mítica de negación, de "hace muchos años": tras semanas de confrontación y hostilidades, hubo un día que el ratón y yo nos encontramos solos en una habitación, a puerta cerrada y con escoba. Fue: o tú o yo. La mujer contra la bestia. Minutos intensos en los que el roedor fue acorralado a escobazos hasta la victoria final. Cuando terminé, tuve un subidón de adrenalina tal que pensé desde el "esto no es normal" hasta "madre mía, qué no deber matar a un hombre".Fast-forward al presente: han pasado 15 años y ya sabemos que no hay nada que hacer. Ellos vienen y van, y es "cosa de Londres": han ganado. Pero la otra noche, estando Mini y yo solas en casa: ruidos enormes, como si estuvieran moviendo muebles encima de mi habitación. Vamos a ver: ahí no hay nadie, ha entrado un ladrón? Mini duerme, será medianoche, no me voy a dormir pensando que puede haber alguien arriba. Así que no hay otra que hacer un Mariona Calleja cualquiera, y sin linterna, subir al piso de arriba: justo lo que en las películas siempre decimos que no se haga. Subí a oscuras y al llegar arriba: efectivamente, nadie.
Pasados tres días, llaman a mi puerta: es la nueva vecina de abajo. Que hay ratones. Que no los soporta. Que ha entrado en pánico. Que se ha ido a vivir a un hotel hasta que venga el experto anti-ratones (al que bautizo el Mouse-buster). Que si me importa que el experto entre en mi piso si así es requerido para su investigación. Ah, y que si tal vez la otra noche oimos "movimiento de muebles": ella y su ex estaban intentando atrapar al ratón (o sea, era abajo). Antes de que se vaya, reproduzco el mantra: "es cosa de Londres" y lo adorno: "no te puedes llamar verdadero londinense hasta que tienes uno" (omito "y has aceptado la realidad de que son una parte de vivir aquí").
Lunes: ya venido el Mouse-buster. La evaluación y la intervención (que ha consistido en poner veneno debajo de los armarios de la cocina y en la chimenea, donde aquel mío intentó hacerse la casita) le ha costado a la pobre vecina £180. El perito le ha dicho que "se cuelan por agujeros ínfimos", que "estas casas victorianas no tienen solución" y por supuesto, que "es cosa de Londres".