Es mi primer día de vuelta a la planta de Cook. Mi primer paciente, un señor de unos 60 con un trastorno obsesivo-compulsivo severo. Es menudo, con los ojos pequeños y lleva una chaqueta fina marrón de abuelo. Sus manos, separadas del cuerpo en "la posición del cirujano", para no tocar nada, ni a él mismo. Toda su vida sufriendo de esta dolencia, una de las más difíciles de tratar en toda la salud mental. Un desorden de ansiedad brutal, que se ha formulado un sentimiento de responsabilidad desplazada. Algo que ni te va ni te viene, pero que debes resolver o eso terrible pasará, y será tu culpa. Con mi paciente, la pesadilla comenzó en la adolescencia: un cristal roto en la acera fue el detonante. Lo dejó atrás en el suelo, pero no en su mente: entonces, la duda. ¿Y si alguien lo pisa y se corta? Y empieza a sangrar, y se infecta. Y sepsis, y muerte. Y hay que volver y coger ese cristal y ponerlo en un lugar seguro. Y lo mismo con los metales punzantes. Y, sin saber cómo, se va extendiendo a tantas cosas: tener que aspirar a la simetría de ciertos objetos antes de salir de casa, luego lavarse las manos hasta la saciedad, más tarde comprobar todos los cajones por la noche antes de dormir. Cuando le diagnostican, aprender que esos comportamientos, destinados a disminuir su ansiedad, se llaman "rituales o compulsiones". Me enseña sus manos, quemadas de lejía: se mete la cabeza entre ellas. Y antes del ritual, la idea intrusiva "lávate las manos", "cuenta hasta diez", "coge ese cuchillo y clávalo", "tírate por el acantilado". Es por estas ideas tan intensas, mezcladas con una depresión por lo limitado de su vida por lo que estaba ingresado. Conclusión: el suicidio, su única salida, no poder ni querer vivir más así.
Normalizo aquello que
nada tiene de normal, le trato de dar esperanza -en realidad un vago
intento de calmar mi desesperanza-, le cojo las manos con la excusa de recetar
alguna crema -pero porque lo necesito yo. Bromeo: “¿qué marca de lejía usa? Le
entiendo, a mí también me gusta este olor”. Levanta la cabeza, me mira y se ríe.
Cuando esa pequeña magia del humor funciona- no siempre, no en toda situación-
es un momento de felicidad personal, por el que merece la pena todo. Entonces
me dice que espere, que me quiere enseñar algo, y yo mientras escribo en su
hoja de recetas una E45, la crema de todos los males de este país. Vuelve con
un cuaderno de espiral cuadriculado, de aquellos que usábamos en el colegio. Lo
abre, y me señala: cada cuadrito es un día y dentro de cada uno hay una letra:
G, F o B, "Good", "Fair" o "Bad". Lleva 45
años de su vida, cada día, sin falta, escribiendo si su día había sido "bueno", "normal" o "malo". Todos-los-días-de-su-vida. Totalmente enternecida, salgo de la
habitación y le subo la dosis de Clomipramina.
El psicólogo que le
trata con Terapia Cognitivo-Conductual está hablando con Sister Harding.
Intento pasar desapercibida: seguro que no le gusta la idea de que su intervención tenga que ser suplementada con viles inhibidores de la recaptación de la serotonina. Sonrío por dentro fantaseando decirle esta frase. Dejo las notas y
salgo de la planta hacia la biblioteca. Pero enseguida:
-Doctora Calleha.
-Sí, Sister
Harding ¿Me necesita?
-Me preguntaba si se
iba usted ya y no vuelve hoy...
Harding ya no me da
miedo, aunque aquella primera noche en la que me pareció la enfermera Rachel
del nido del cuco podría haberme hecho un reflejo condicionado de terror para
siempre. Pero desde que volví a Kraepelin -también conocida como
la-planta-de-Cook-, Harding ha estado no digamos cálida, pero medio humana. Ni
ella ni nadie me ha preguntado por qué he vuelto tan de repente. Como si no
hubiera pasado nada.
Su oficina es luminosa
y aireada, parece el negativo de la de Cook, toda moqueta y marrones. No había
estado nunca aquí. Harding me ofrece un té, no gracias, y comienza
preguntándome si querría formar parte de un comité para desarrollar nosequé proyecto
de vida saludable: parece que los pacientes se pasan todo el día sentados, no comen fruta, esas cosas. Justo estaba hablando con el psicólogo, me
dice, que ha aceptado colaborar. Intenta una sonrisa.
La mayor parte de las
veces que alguien te está hablando de lo que sea, lo importante es el subtexto: entender de qué está verdaderamente hablando cuando describe el comité. ¿Solo quiere
que colabore en ese estúpido proyecto de bienestar? ¿Que haga su trabajo?
¿Busca alianzas? ¿Qué quiere, en realidad, de mí? Tendría que entender qué "política de la planta" hay detrás de esto. Contesto obviedades que ella conocerá, mientras intento leer entre sus líneas. Lo primero que le digo es que todos los cambios han de ocurrir en el
entorno, no en la mente: convenciendo a la gente nunca se ha cambiado nada.
Persuadir puede funcionar momentáneamente para tomar una decisión de cambio, pero lo
complicado es seguir con ellos tras un tiempo. Para hacer de un comportamiento un
hábito, tienes que lograr meterlo en tu piloto automático. Tras múltiples
repeticiones, los hábitos se auto refuerzan.
-Vaya, yo que había
pensado que usted les diera una charla... -dice, toda seria.
-Sister Harding, sabe
como yo que miles de campañas han fracasado basándose en el principio de que
cambiar las creencias de la gente llevará a que cambie su comportamiento. ¿Recuerda
el “Cinco-al-día”? (asiente). La gente ya sabe que tiene que comer cinco piezas
de frutas y verduras, pero nada ha mejorado con la campaña. La evidencia no
apoya que la información cambie comportamientos. La gente ya sabía que fumar causaba cáncer, pero toda esta información no alteró nada: solo el subir el precio, quitar las máquinas... dificultar el proceso.
-Eso dicen los
estudios, pero ¿en qué se basan? Me refiero, ¿en qué proceso mental se basan? -
está jugueteando con un boli mientras habla.
-A ver, partamos de que
es muy difícil intentar reprimir o controlar los deseos de nadie -Me paro un
momento. Debe haber subtexto en lo que le digo, porque me gusta decírselo, justo a ella- ¿Estamos
de acuerdo? Piense en el experimento del oso blanco.
-¿El oso
blanco?- pregunta, como si no supiera: no me lo creo, está comprando tiempo.
-Sí, imagine que le
digo "no piense en un oso blanco. Absolutamente: no piense en un oso
blanco", ¿qué pasa? - me mira como fastidiada por lo que me va a contestar:-Pienso en un oso
blanco- lo dice avergonzada: ahá, no puede controlar su mente, Sister. Pequeña
sensación de victoria, la mía.
-Exacto. Incluso aunque
consiga no pensarlo unos segundos, enseguida se vuelve a filtrar. Las charlas
no funcionan, tenemos que alterar el ambiente: solo fruta de postre, que no
exista la tentación de natillas o galletas, esas cosas. Esto es salud pública:
interferir con la supuesta libertad de la gente, ponerles difícil lo que
sabemos que es malo. Por "fuerza de voluntad" no se cambia nada, o no se sustenta y recuerde: si quiere hacer de cualquier cosa un hábito, hágalo
tan inconsciente y automático como pueda. Y si quiere interrumpir un mal
hábito, encuentre maneras de hacerlo más consciente mientras lo realiza.
-Entiendo, pero el
problema de estas cosas, o las mismas adicciones, es que las consecuencias
negativas son a largo plazo. Sin embargo, inmediatamente, hacer esas cosas es muy gratificante- Se para, me mira y creo que ya sé a qué estamos jugando aquí. Como estoy ganando ya hago la pirueta: entren neurotransmisores!-Sí, nuestro cerebro
responde con dopamina cuando somos premiados, claro: ella ayuda a construir la
asociación mental del hábito en nuestro cerebro. Y los premios que experimentas
inmediatamente son los que van a ser más útiles en formar hábitos.
-Ya veo, hacer ejercicio
y comida saludable, pese a sus beneficios a largo plazo, no producen subida de
dopamina -y se queda pensativa- Gracias
por la conversación, doctora Calleha...
-Sister Harding...
me puede llamar Mariona - y le sonrío. La pobre se queda algo azorada - No creo que me necesite más para el proyecto: implementar los cambios que se requieren es cosa de ustedes, los gestores de la planta.
Salgo hacia la biblioteca. Me he apuntado para hacer el examen del Colegio en otoño,
tengo que empezar a estudiar a diario. Cómo encajar todo esto con el trabajo,
las guardias, intentar vivir. Pasarme las vacaciones aquí encerrada estudiando,
o en otro sitio, las dos semanas anteriores al examen por lo menos. Y me querían meter en proyectos de vida saludable...
Frente a mí, la puerta
enorme, grandilocuente de la biblioteca y al lado, la puerta sin pretensiones
de la sala de ordenadores. Entro para ver si ha contestado Wences, que solo
mira el correo cuando va a la universidad: no, solo tengo un par de circulares
de decanato, qué esperaba. Entonces entra Morgana, como siempre impecable con
su vestido negro y esos zapatos salón. Me encanta cómo se pone el eye-liner y, sobre
todo, cómo se le queda ahí todo el día. Tras unos minutos de lugares comunes
-que incluye la marca de su eye-liner-, me ofrece unirme a su grupo de estudio
para el examen y me cuenta qué se hace en Banderley en verano. Parece que hay
una paleta de actividades deportivas aún más intensa que en invierno, he de
preguntar a Marla, y además, en Serotonina sacan mesas a la pradera, y hay barbacoas, y
Richard organiza paseos astronómicos, cuando hay buen cielo. Se me queda
mirando, como considerando si me debe decir lo siguiente.
-A veces bajamos unos
pocos a Whitby, por la noche... ya sabes.
¿Ya sé? No sé, pero no
se refiere a las guardias.
-O a Middlesbrough
-hace una pausa, para ver si sigo, yo asiento- Para... ermm... ¿conocer a otra
gente?
Le da un tono medio
interrogativo hacia el final, como pidiendo mi aprobación. Me queda clara la extensión
del verbo conocer, como se dice por ahí abajo, "en sentido bíblico". No me extrania: siempre me ha parecido curioso cómo se lleva en Banderley a rajatabla la
prohibición de relaciones románticas o sexuales entre sus habitantes, todos solos y desarraigados. Y no me
sorprende que la norma exista, pero sí que se siga sin fisuras. Me lanzo:
- ¿Cual es el argumento
de estas normas tan estrictas aquí? ¿para que no nos desconcentremos? Ya somos
adultos ¿no? Y, sobre todo, ¿por qué las seguimos? Porque se siguen, ¿no?
-El argumento es que la
cultura del "hookup" aquí, con el estrés y los pacientes,
podría ser un cocktail molotov... Todos nos damos cuenta de que es así.
-Perdona, ¿qué es la
“cultura del hookup”?
-Bueno, no lo conocerás
por ese nombre, pero seguro que en tu uni también ocurría... En los campus universitarios
-y Banderley, si te lo planteas, es vida de campus- los estudiantes tienen sexo sin
ataduras. Se le llama “hookup” y lo curioso es que tiene una serie de normas
sociales muy estrictas
-¿Normas? Yo lo
recuerdo como un proceso espontáneo... -le digo.
-Qué va. Tenía una
amiga que estudiaba sociología y lo hemos hablado muchas veces.
-A ver, qué normas?-le
pregunto, en Banderley se tienen teorías para todo.
-El proceso: suele
empezar de una manera tristemente tradicional: tú sales a bailar, y el chico
que sea sale a bailar contigo. Tú miras a tus amigas, porque es la aprobación
del grupo lo más importante... todo va de status, no de quien te guste.
La miro
alucinada.
-Sí, sí -continúa- Si
te gusta un chico verdaderamente no tienes sexo con él, pero te metes en esta
carrera enloquecida con otros muchos de los que pasas porque son los que
aprueba el grupo.
-De verdad que esto no
era así en mi facultad... claro que había historias, pero no estas
normas extrañas.
-Sería interesante
hacer un estudio cultural comparado... esto es el campus anglosajón. Es como que
nos odiamos a nosotros mismos: tener sexo con gente que no te gusta, a los que
usas y que te usan... Y sí, vale, que te usen es malo, pero es mucho peor que
nadie te quiera usar... Nos reímos. No hay
nadie en la sala, pero entonces se abre la puerta y entra el bibliotecario, que
coge unos papeles y se va. Y sigue:
-Yo he conocido gente
en la universidad que habían tenido sexo con múltiples personas pero
nunca, por ejemplo, habían cogido de la mano a alguien: ese grado de intimidad
no-sexual es tabú -así como el sexo casual lo era hace una generación. Lo
más importante es que la relación no ha de significar nada, y para mostrarlo has
de, primero, estar borracho o pretenderlo (el sexo sobrio es un no) y segundo,
si en el sexo con alguien a que te importa intentas que el otro lo
pase bien, aquí no. -Tu amiga la socióloga
habló de si esto es positivo para la salud mental?
-Depende. Yo diría que,
de toda la gente que estábamos en el campus, hay un tercio que no entran en
esto en absoluto pero hay un 15% a los que les encanta, piensan que es parte de la experiencia de vivir en campus en la uni.
-Qué perfil es este?- pregunto, aunque me lo imagino.
-Bueno, chicos, blancos, heterosexuales,
convencionalmente atractivos y los de clase social más alta. Sorpresa no? Las minorías
étnicas no están al mismo nivel... hay algunas que son consideradas como con
más "capital sexual", ya sabes, las chicas asiáticas y los chicos
negros, pero vamos, es un tema de blancos.
-Bueno, supongo que mi
universidad era otro planeta, la multiculturalidad brillaba por su ausencia -pienso en el aburrido grupo cuasi-uniforme
que formábamos.- Pero me interesa el aspecto género, cómo lo llevaban las chicas? Porque habría también chicas blancas heteros atractivas de la clase alta...
-Sí, había algunas... igual yo - y se ríe- A ver, este liarte con quien
fuera, desde el feminismo se veía como empoderamiento: poder explorar y
averiguar qué es lo que te gustaba... si te lo planteas, la revolución sexual y
el movimiento feminista de los 60 lo que buscaba era que las mujeres tuviéramos
oportunidad de hacer las cosas que hacían los hombres. De hecho, se pasó a animar a
las niñas a que hicieran suyos rasgos masculinos: que jueguen con robots, y que sean buenas en matemáticas y en
ciencias y tecnología. Desde peque, te premian cuando actúas en estos roles
masculinos, en que seas un tío...-Morgana se ha ido indignando a medida que dice esto. En esta
pausa la interrumpo con el corolario:
-Claro y cuando llegas
al campus, tienes que seguir haciendo tuyos estos roles, luego implica meterte
en la cultura del hookup ese, como lo haría un tío blanco cuadrado de clase
alta, no? Reincides porque lo que siempre te han premiado es comportarte como
ellos.
-Exacto! Bueno, cuando
bajamos a Whitby no es lo mismo... ya somos mayorcitos. Aquí hemos superado la
aprobación del grupo - y se ríe.
Vuelve a entrar el
bibliotecario. Me parece extraño imaginar a alguien como Morgana presionada por
el grupo de esa manera. Volvemos las dos a mirar las pantallas del ordenador. ¡Ah,
un cuadrito que pone “correo nuevo”!
De: wlinares@kcl.ac.uk
A: mcalleja@york.ac.uk
Estás loca y espero que
ese email haya sido una broma, una de tus historias pseudoliterarias que ni
como ficción tiene un pase. Por favor, bájate este fin de semana a Londres.
Estás muy aburrida allá arriba, ese es tu problema. Esta noche salgo, pero te
llamaré a la casa, sé que no estás de guardia.
¿Aburrida? No sabe de lo que habla. Morgana me pregunta
quién me ha escrito, mirando mi pantalla. No sabe castellano, pero me molesta
que mire. Le hablo de Wences y le quiere conocer. Seguro que hacían buenas
migas. Vuelvo a casa y está Sandip en el sofá, con su revista de criquet. No
me apetece estudiar, no quiero cocinar, no quiero leer, no puedo pensar en
nadar. En una palabra, y como se dice científicamente, no sé qué hacer con mi
culo. Eso sí, me embarco en la enloquecida tarea de explicarle a Sandip que si
sonase el teléfono y preguntasen por mí, que diga que no estoy.
-¿Por qué?
-Sería largo de
explicar. Si no quieres, no cojas, lo dejamos sonar.
-No, puede ser mi primo
de York.
-Siempre tu primo de
York, y nunca llama.
Suena el teléfono.
Parecemos de una comedia de enredo, él lo coge todo tieso y yo de pie enfrente.
-¿Hola? No, no está
aquí, ha salido. -dice en su mono-tono, super-delator. Entonces tapa el teléfono y me
mira-Dice que no se lo cree, que te pase.
Hago gestos enormes de
no, no, dile que no estoy.
-¿Hola? No está, tiene
que creerme- no he visto nada menos convincente. Pobre Sandip, está pasando un mal rato, pero este ejercicio le va a
ir bien para su "Teoría de la Mente"- ¿Quiere que le dé un mensaje? ¿No?
Bien, gracias, tenga un buen día.
-Gracias Sandip -le
digo cuando cuelga- en serio, sé que no te ha gustado hacer esto.
-Hola gente!!!!!!! -el
que entra es Richard- Voy a hacer chile-con-carne, ¿os apetece?
-Vale, ¿te ayudo?
-estoy con un pequeño subidón tras haberme quitado de en medio a Wences.
-No le pongas mucho
chile, a la doctora Calleha no le gusta - dice Sandip, y se empieza a reír de
esa manera suya, hacia un lado.
-Oye Richard, me han
dicho que haces unos paseos astronómicos en verano... ¿cuándo es el siguiente? ¿Me
puedo unir?
-Ah, sí, por
supuesto... este sábado hay buen cielo, ya te diré. ¿Has visto el telescopio
del tejado de Banderley-C? Empezaremos por ahí...