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14 julio 2025

Playas para la gente, no resorts de lujo (únete a la di-Guerrilla). Vuelve Ramona y otros clásicos en la Penìnsula de Luštica. (Balk3)

 Lunes, 14 de julio 2025: Penìnsula de Luštica 
Como hemos dormido en el plegatín de la sala (lo tenemos exacto en casa, mis visitantes no mienten cuando lo alaban), cuando nos despertamos puedo correr las cortinas y hacer esto:


Esto es medicina preventiva: imagen que una necesitará abrir un martes de febrero. El Peda se va a correr y me quedo yo ahí, como una pepa. Cuando vuelve y movilizamos a Mini desayunamos con toda la tranquilidad del mundo (en las notas del Peda dice "a las 10" y salimos "a las 12": espero que se entienda la pachorra) y por fin salimos a explorar la 
península donde está Krašići, Luštica.

Primero vamos pegados a la carretera que va paralela al mar hacia el oeste, hasta un punto donde no se puede seguir avanzando, hay signos que parecen militares. Ahora, mirando el mapa descubro que ahí detrás estaba uno de los "túneles submarinos" que vendían ayer en Kotor como "atracción turística". Se trata de unos túneles que contruyó el ejército yugoslavo, 100 metros hacia dentro de la roca pero sin salida, no llevan a ninguna parte, donde te puedes meter nadando si quieres, aunque aconsejan con linterna porque está oscuro hacia el fondo (oh sí, descuide, aquí he empacado un frontal linterna sumergible). También te puedes tirar desde la parte de arriba de la cueva al agua porque cubre 10 ms. Me hubiera gustado curiosear, pero no se podía hacer independiente, había que morir al palo de ir en una motora desde Kotor y, cómo son las cosas, no tenía pila para mi linterna sumergible.  





Así que retrocedemos y tomamos otra carreteras que sube, y nos encontramos cerdos, vacas y toda la bahíá impresionante a nuestros pies. Hay alguna casa suelta, y pienso en una vida aquí: yo siempre me pregunto si ciertos lugares podrían ser "mi lugar en el mundo". 


Esa carretera termina en un lugar llamado Rose, que tiene esta playa, enmarcada como si fuera una piscina- la razón, el tráfico de barquitos y motoras que pasa por ahí. La ciudad de enfrente es Herceg Novi, que ayer no nos dio tiempo a visitar pero que, vista desde aquí, doy por visitada- algunas moles de hoteles todo-incluido sobresalen.




Al ser los montes tan empinados, no extra
ña que en cuanto te metes, enseguida cubre un montón. Este es un baño espectacular, hacemos snorkling y hay montones de sardinitas brillantes ínfimas y otros peces. Al salir nos decimos: igual este sea el mejor del viaje. Escalamos como cabras por un lado de la playa para no volver a subir la cuesta por la que hemos venido y rodear, y vamos andando al pueblo de la Playa de Rose propiamente. Hay unas pocas casas y paramos a por un café que se convierte en pizza, ensalada de tomate y pastel típico ese de ayer, solo que enorme y con fresas (en imagen). 




Si sigues caminando hacia el este, esta cala termina en un cabo donde hay un hotel pijo. Es una enclave espectacular, y como no tengo foto que le haga justicia, la he robado de la web del hotel para explicar por dónde vamos rodeando y para ilustrar el color surreal del agua: 


Total que cuando terminas de bordear eso, te encuentras una nueva cala llamada un poco friamente "Forte Rose Playa 2", que tiene en un lado un naufragio muy fotogénico. Nos damos otro baño chulo y comenzamos la vuelta al coche-que está fresquito. 





 Nuestro siguiente destino es Zanjic, en la costa sur. Parece que lo suyo era rodear un poco pero googlemaps nos lleva por una carretera que deviene en camino de cabras cada vez más estrecho. Inevitables flashbacks de aquel día en Malta en el que nos rescataron unos ancianos a los gritos de "aya aya" porque nos metimos en un camino sin salida ni vuelta atrás posible (metáforas, metáforas!). Entonces sube un coche con unas alemanas que dicen que dejemos el coche ahí mismo y que vayamos andando lo que queda. Parece que el camino termina en "unos escalones" y han tenido que venir 10 personas a ayudarles a salir. Dejamos el coche y andamos diez minutos con calor y poca convicción. Por fin llegamos al "escalón" -que hubiéramos superado sin dificultad- y a la calle empinadísima de 500ms que va a la playa y que se hace dura incluso para bajar. En esta foto no se capta el desnivel bien: 

Una vez abajo, el pueblo tiene una iglesia, un café en el que ponen telas a modo de jaimas (esto es lo  que hago yo en esas grandes mañanas de té y libro en la terraza de Vetusta), un chiringuito de helados, y una parte hacia el otro lado de la cala que no exploramos, por cabreo de no haber bajado por ahí - bolita azul de googlemaps, te quiero. El baño está también muy bien, y luego hay que subir la cuesta: momentos a olvidar. 



La isla de Mamula está enfrente. Cuando estamos allí no sé nada de todo esto (igual debería leer la guía antes, insisto), aunque en este caso no iba a cambiar el que la visitara: las habitaciones del hotel se cotizan del mil y pico al tres mil y pico euros la noche. En Mamula había una fortaleza circular construida por los austriacos en el siglo XIX, pero durante la Segunda Guerra Mundial, Mussolini la utilizó como campo de concentración y ya se sabe los divertimentos que se ofrecen a los residentes. Al capitalismo todo esto le da igual, y en 2016, el gobierno montenegrino aprobó convertir Mamula en un complejo turístico de lujo, a pesar de las objeciones de las familias de los exprisioneros. Si existiera la justicia poética, los ricos visitantes deberían ser perseguidos por los fantasmas de los torturados por las noches: ruidos de cadenas, gritos lejanos con eco, portazos metálicos. Es lo que debería ocurrir si algún día los planes del sinverguenza al que votaron presidente en EE.UU. se cumplen en Gaza.

Estos fotos no sé bien de qué momento del día son, pero forman parte del proyecto "circle of life" (círculo de la vida) de Mini: colecciona fotos de círculos. Y sí, la segunda es una nueva Ramona que compramos en un momento del día. Tristemente, nuestro diseño icónico, el de la sandía, no estaba del tamaño requerido. Imposible no unir nuestras manos a la vez que cántico en tributo a la última, que se nos escapó una tarde muy ventosa en la isla de Kos


Terminamos nuestro propio círculo de la península hacia el este por una carretera rodeada de "bosque bajo". Como no tengo ni idea de cómo se llaman esos árboles, les voy haciendo fotos con Lens, que dice que son "
encinas, mangles blancos, arbustos de hoja perenne, madroños". Pensábamos darnos el último baño en la Bahía de Trašte, en el sureste, pero al llegar, decidimos irnos. Una vez más, un resort de lujo, este tiene además un campo de golf de 18 hoyos (grande? ni idea) que enlazo porque tienen alguna foto buena de la zona. "De cómo, poco a poco, ir quitando el alma a los lugares que un día fueron de la gente", titularía yo esta película. Cuando estemos en Albania hablaré de la isla que ha comprado la hija del sinverguenza yanki, con los mismos propósitos. Esta foto no sé de qué parte del día es, pero tiene olivo y buganvilla: con estos no he necesitado Lens. 


Al llegar a Krašići, Mini y yo nos bañamos en la piscinita de los apartamentos y hoy no les consigo persuadir para cenar en la terraza, así que hay que bajar a despedirse del pueblo, que mañana nos vamos. Un sitio de pescado, justo al lado del agua, pero desde el cual no podemos ver bien la puesta de sol, así que mientras esperamos me voy a hacer fotos, con las que termino. Por lo menos al volver a casa nos queda sandía de postre, disfrutar de la terraza y despedirnos del maldito crucifijo iluminado al que, si yo fuera dueña de este lugar, haría seguro una peregrinación con una lata de gasolina. 





Pub 07.08.25 :8:00

13 julio 2025

Bordeando la bahía. Kotorska pašta y ćevapis. Así suena una noche de verano (Balk2)

Domingo, 13 de julio de 2025
El apartamento tiene una habitación que da atrás y el saloncito con cocina y sofá cama que da a la terraza. La primera noche nosotros dormimos en la habitación pero como nos despertamos a horario-de-viejos, tenemos que hacer a una Mini-zombie  que se cambie tirando al alba para poder meter ruido por el salón y salir a la terraza a leer. 

Incluyo una foto con los libros que nos estamos leyendo, ambos de la editorial Fitzcarraldo porque sus tapas azules van tan bien con el mar de fondo. El mío es "The empusium"  (pronto en su quiosco) y el del Peda "Septology", casi 900 páginas de Jon Fosse, que le ha durado todo el viaje. Yo me he interesado mucho en él estas semanas (¿qué tal? ¿me lo recomiendas?) porque pensaba leerlo, pero he llegado a la conclusión de que no es para mí ahora, pese a que me gustara mucho su "Mañana y tarde": parece que es la versión literaria de "Perfect Days", la peli de Wim Wenders. 


Hoy vamos explorar la bahía, y en el mapa se ve que hacemos una ruta circular, partimos del punto rojo que es donde estamos (Krašići), y seguimos en contra de las agujas del reloj hasta Kotor, de ahí a Perast, pasamos por Risan, llegamos a Kamenari donde se coge el ferry hasta Lepetani y de allí vuelta a casa. Dice la guía -y lo he contrastado ;)- que aunque la gente piensa que es un fiordo, tal vez por las dramáticas montañas empinadas alrededor, la Bahía de Kotor no lo es en el sentido geológico, porque los fiordos son creados por glaciares - que no hubo en el Adriático. Geológicamente es una ría, producto de un valle fluvial inundado por el mar. 


Kotor está bastance cerca y el último tramo es un túnel que se me hace larguísimo, pero que tiene solo 1.6 km (hay uno en Noruega de 24.5km: ¿qué debe ser eso? La metáfora de "no se ve la luz al final del túnel" y Jon Fosee de nuevo me asaltan). Para aparcar hemos de esperar a que alguien salga del aparcamiento (que es un descampado)-afortunadamente no cuesta mucho. No será la única vez: el tráfico es un problema en estos países, demasiados coches y poca infraestructura. Kotor, ciudad medieval, tiene su parte amurallada que es a donde vamos los turistas. Está bordeada por las montañas de Lovćen, el río Škurda y el mar. La guía la llama la ciudad más "ricamente estratificada y fascinante de Montenegro" (ya digo que están bien escritas) y yo voy con la idea de "una mañana turística más", pero me sorprendo gratamente, es muy chula Kotor. Antes de entrar, la muralla:


Y luego callejear. Hay turistas, claro, pero no demasiados; lo que hay es muchos gatos bohemios, llamémoslos, que hacen las delicias de Mini y que por lo visto son el símbolo de la ciudad. "Gatos de Kotor" dicen los imanes- más adelante "Gatos de Montenegro". No compro ninguno... vamos, que no he entrado en ninguna tienda de titos-del-turista en todas las vacaciones. Antes siempre traía algún "detalle" porque hace ilusión al receptor, pero en mi batalla anti-consumo y estar harta de zarrios por las casas, esto se ha ido reduciendo al mínimo, que últimamente solo era algo para Roc. Como no le ponen las camisetas coloristas (¿qué hice en otras vidas para tener una hermana beige?), otra puerta cerrada, así que este año ni a él le he traído nada. 

Hay tres entradas por la muralla, y entramos por la del mar (Trg od Oružja), que da directamente a la Plaza de Armas:


Callejear significa en este caso no hacer mucho caso al mapa e ir encontrándonos con "lo que hay que ver" por casualidad- a mí siempre me gusta más vagar (de ahí mi apellido) por las calles e intentar imaginarme qué debía ser la vida allí hace siglos, cuando la gente verdaderamente vivía allí sin visitantes. Ahora vivirá gente, pero en estas ciudades tomadas por el turismo debe ser una experiencia agobiante, hasta el punto de que hay ciudades que han sido abandonadas, como Venecia, donde ya no vive nadie, todo son pisos turísticos. Vas a visitar unos edificios, pero no una ciudad (estoy intentando evitar el sintagma que tod@s tenéis en mente: parque temático, en este caso, medieval). Claro que aquí vive gente porque tienden la ropa, eso me gusta y pienso que tal vez en invierno les dejemos en paz:


La región de Kotor es una de los dos Patrimonios de la Humanidad que tiene Montenegro (la UNESCO lo inscribió en 1979  tras el terrible terremoto de ese mismo año, y así financiaron parte de la reconstrucción); el otro es el Parque Nacional de Durmitor, que los urbanitas ni se plantean ("no vamos equipados"). Además de la ciudad de Kotor, otros componentes de este patrimonio son la de Perast (que iremos luego) y los islotes de San Jorge (Sveti Djordje) y "Nuestra señora de las rocas" (Gospa od  Škrpjela) [hola Roc!]. Incluyo fotos pajarrakas (como las llaman JAL y Fashion) del paseo:

Puertas...
...ventanas (atención al cuadro Burberrys):


Calles de piedra, tejados de terracota, contraventanas desvencijadas llenas de encanto, rincones mágicos en los que perderse ("modo guía"):


En algún punto paramos a beber algo y comemos la "Kotorska pašta" que es típica de allá, una especie de hojaldre con crema muy rica. Sorry, no hice foto.


Esto debe ser la catedral de San Tryfón (alguien conocía a ese santo?), pero es lo que menos me interesa generalmente de estas visitas: 

Paramos a tomar algo en una terraza y constatamos que aquí no hay frappés (quien recuerde Grecia, sabrá que esta bebida es uno de los momentos de los viajes), nos dan café-con-hielo. Ni aquí ni es el resto del país: habremos de esperar a Albania que, como vecinos de los griegos, ya lo han descubrierto. Lo más reseñable de esta terraza es que vemos a alguien con una camiseta con el siguiente logo que resume, parece, la filosofía montenegrina. Dicen que son gente super-relajada, para los que nada es problema (veremos ilustración de esto más adelante... y también lo opuesto :) ji):

Nuestro siguiente destino a Perast, siguiendo la costa: la imagen que tienes en mente de los folletos de viaje y las guías de Montenegro. Un lugar en la falda de estas montañas tan chulas, con su iglesia bonita. 


Por supuesto aparcar es una pesadilla y nos pillan unos jóvenes a los que pagas 50 euros por aparcamiento plus que un colega suyo te lleve en su barquita al islote de la Virgen de mi sobrino. A sabiendas de que es probablemente un timo lo pagamos porque con el calor no vamos a subir a aparcar a la carretera y luego andar buscando un barquito. Este es el fulano y su barca:


Flashbacks de aquella vez que alquilamos una y fuimos de Kefalonia a Itaka, pero que al salir, el Peda le pisó tan fuerte que casi nos vamos al fondo. Volvemos a decir lo mismo: no pasa nada si se hunde, pero los teléfonos y cámara... No sé cómo no hay más accidentes porque hay bastantes motoras que te hacen una ola grande a los peques-seguro que alguno ha volcado. La isla no tiene mucho interés, pese a iglesia y faro y nosequé, pero está chulo pasearse por la bahía. Dicen que la construyeron los locales llevando roca a roca. A la vuelta, nos acerca al otro islote, el de San Jorge, aquí abajo:



Se ha debatido mucho de dónde se inspiró el autor de este cuadro, Arnold Böcklin (1827–1901), titulado "La isla de los muertos". San Jorge es una de las candidatas. Está en el Met de Nueva York y da mucho miedo:



Así de mono se ve el pueblo desde la barca, y atención a la torre...



...porque al principio al llegar a tierra firme empezamos a subir por el pueblo -solo hay turistas en el paseo marítimo, donde venden los helados con la bola más pequeña hayas visto jamás. Hay mil callejuelas sin nadie, tropecientas iglesias y perros que te gritan desde su jardín. Estas son las vistas desde arriba 






"Gatos de Perast" (quién necesita un imán?):


La Iglesia de San Nicolás tiene una torre de 55ms de y a la que se puede subir por un euro. Hay dos señoras en sillas de camping cuya única indicación es que no se toquen las campanas. Me da miedo porque es sabido que el Peda las toca siempre-y una vez en Grecia tuvimos que salir corriendo. 



No les parece relevante sugerir que si alguien tiene acrofobia, mejor que no suba (pienso mucho en Fashion). Los de la ornitofobia no tenemos excusa - toda la subida vamos pensando en las malditas palomas, hay hasta huevos en una de las ventanas- y al llegar arriba hay que estar alerta porque estar, han estado...



Pero las vistas son espectaculares, es una ciudad preciosa que parece fue toda una potencia naval, pese a su pequeño tamaño. Barcos de Perast lucharon en la Batalla de Lepanto (1571): sí, en la que participó Cervantes -del que hablaré cuando lleguemos a Ulcinj.





Por supuesto el Peda toca -aunque tímidamente- la campana; salgo disimulando, pero no dicen nada. Acalorados perdidos -la bolita-guisante de helado no ha ayudado- volvemos al coche a coger nuestro equipo playero y nos damos un baño super-chulo en la playa de Perast. Me encanta la combinación de visitar un sitio tan bonito y luego estar viendo sus torres desde el agua. No hay nada como el Mediterráneo [nota: pero cómo olvidar ver la Abadía de Whitby desde el agua, claro que estaba a 14 grados!!! grr] Para quien se pregunta qué comemos, creo que aquí damos cuenta del borek que hemos comprado en algún punto. 


Y seguimos bordeando la bahía, pasamos por Risan, donde parece que hay unos mosaicos romanos que, oiga, no se debe perder, pero ya es tarde y simplemente disfrutamos de la carretera que es para morir de gusto- aunque sí, la foto desmerece:


Vamos hacia el ferry en Kamenari, que cruza por la boca más estrecha de la bahía (llamada Vegeri) a Lepetami. Cruzar con ferries me recuerda a saltar de una isla a otra en Grecia pero este, al ser tan breve (solo cuesta 5 euros) parece más el "cruzar la barca" -que es como llaman mis suegros a ir de Donosti a Pasajes de San Juan (lo hacemos siempre que vamos).  Incluyo foto "del que viene" para que se aprecie lo pequeños que son, entrarán 50 coches. Aunque breve,  subimos a cubierta, porque menuda maravilla.




Seguimos bordeando la bahía hasta que llegamos a nuestra península. Hay muchísimos puestos de sandía por la carretera -por supuesto, esto ya es un sí para mí en cualquier país, y paramos a comprar. 


Y ya en nuestro pueblo logro persuadir a mis compas de parar en un establecimiento donde dos pobres hombres se mueren de calor poniendo ćevapis en el grill. Se trata de una especie de salchichas pequeñas sin piel, hechas de vaca, cordero o cerdo y especias, que en general son típicas de los Balcanes. El local es popular, y tenemos a unos cuantos señores mayores esperando y como se toman su tiempo, bajo a la playa a hacer fotos. Está atardeciendo. 



Al llegar a casa Mini se da un baño en la piscina de los apartamentos. Este es el único día en todo el viaje en el que consigo convencerles para cenar en casa. Me parece ridículo tener esa terraza y andar buscando un restaurante que no va a tener esas vistas. Se está fenomenal.

Y ya ha habido momento de hacer una mínima colada... (vamos para bingo):


Tras la cena, Mini entra a ver su teléfono en la habitación (hemos cambiado, hoy nosotros dormiremos en la sala) y se pierde estos momentos (¿sueno a persona mayor?). Podría usar técnicas de taller literario y describir cómo huele este momento, pero lo que sí recuerdo son los sonidos, lo que llamo en mi cabeza "ruidos de noche de verano": voces lejanas de gente "a la fresca" y niños gritando que juegan al escondite por la calle. Es la banda sonora de los pueblos de verano de mi infancia, donde yo era una de esas niñas. Ahora soy una persona mayor que no entiende cómo la adolescencia prefiere ver la vida por una pantalla antes que vivirla. 



Pub 06.08.25 @ ~8:30