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16 septiembre 2025

Robert, el Brad de mi infancia

 Robert Redford era el Brad Pitt de mi infancia: así le he explicado a Mini quién era este señor que ha muerto hoy. Con esta idea fuerza y la de hacer un divague-haiku aniado esta entrada al distintivo  "Burla burlando" —título robado a Cortázar— que no es otra cosa que obituarios de gente que ha marcado mi vida, y ya hay unos cuantos.  

Como eso es un blog personal, se habla de lo que supuso esa figura para la bloguera en cuestión —en los periódicos contarán su vida, sus ideas, su apoyo al cine indie y todo eso. Así  que cómo no comenzar con que Robert era el guapérrimo por excelencia: para mí, incluso frente a otro guapo canónico, Paul Newman, ganaba él. Sé que esto puede generar controversia, pero yo era del Team Redford. 

Hay muchas pelis, pero creo que en la que más guapo está es en "The way we were" (Sydney, Pollack, 1974) ("Tal como éramos"): hace mucho tiempo que no la he visto, pero me parece un buen aviso para navegantes para jóvenes incautas que, bajo el txumani de endorfinas ese maravilloso, crean que una relación duradera con alguien en tus antípodas ideológicas pueda funcionar - se admite el crush tonto de verano: quien no haya caído, que tira la primera piedra. 



La otra es "The sting" (George Roy Hill, 1973) ("El golpe"). Esta cinta tiene una historia personal: cuando llegó el vídeo a mi casa, esta peli estaba por ahí y pasó a ser la favorita de Fashion. Tendría ella unos 7 años, y la vimos tantísimas veces que nos aprendimos trozos del guión de memoria: "trampeando por esos pueblos de inmigrantes, siempre con la policía pisándome los talones".  Luego hemos usado esa frase muchas veces en nuestra vida, sobre todo para reírnos de nosotras mismas: somos en realidad unas impostoras o timadoras como Paul y Robert. Ya se me ha pegado la banda sonora... 



Y cómo no, yo tenía 15 cuando se estrenó "Memorias de África" (Sydney Pollack, 1986). Con la banda sonora de John Barry que corrí a comprarme al salir del cine —también el libro de Karen Blixen,  que no terminé—, con esas imágenes de Kenia desde la avioneta y, por supuesto, con esa escena de lavado de pelo. Si lo pienso, esta peli significó mucho para mí en esos momentos en que estás decidiendo lo que quieres hacer con tu vida. La prota fue una inspiración: una mujer fuerte que saca una granja adelante ella sola -en aquella época no me planteé rollos coloniales, aunque es imposible que no te chirríe su relación con los trabajadores. Ella y muchas otras lecturas o pelis me dieron alas para viajar, para no quedarme en la ciudad donde estaba. Y como a esa edad todo es épico, me veía con "Médicos sin fronteras" á la "Historia de una monja" atea en esas sabanas salvajes salvando africanos (¿alguien dijo colonialismo?). ¡Atención, spoiler!: nada de esto ocurrió, ni tampoco me enamoré del prototipo Denys Finch-Hatton, el cazador británico que interpreta Redford, el típico Aquiles que nunca está ahí cuando se le requiere, como plantilla para mis futuras relaciones. Tuve una amiga que sí compró esa historia, y lo que sufrió la pobre—pero culparemos a su padre. Sobre el tema gorditos vs. malotes, se ha divagado aquí.


Un abrazo,  Robert, el Brad de los 80... 

13 septiembre 2025

Diario de una mujer horrorizada

Estoy terminando un libro titulado "el diario de un hombre decepcionado", y de ahí mi título. Nótese que me he llamado a mí misma mujer, cuando suelo pensar en mí misma como "chica", pero es que "el diario de una chica horrorizada" le quitaba gravitās. Así me siento últimamente, pero especialmente hoy, cuando 110.000 matones con banderas de St. George por capa han tomado las calles de la ciudad. Me enteré ayer, cuando una circular del curro avisaba al personal de diversidades étnicas varias que trabajaba el sábado que cogieran taxis -el trabajo correría con la cuenta- para evitar abusos y enfrentamientos en el transporte público. No podía dar crédito: que hayamos llegado hasta aquí. En la plaza del Museo Británico, en Russel Sq. comenzaba la mani de los antirracistas: 5000 personas. Recordé el millón que estuvimos en el no a la guerra en 2003. 


Odio las banderas. Hubo una época, cuando el PP inflamaba el souflé catalán, que estaba todo lleno de banderas colgando de los balcones. En Vetusta aún queda alguna tirando a deshilachada, pero la mayor parte se ha ido. Aquí, sin embargo, parece que están llenando Inglaterra de la bandera de St. George, la asociada a la extrema derecha. Es insoportable.


Este finde también empezaba Open House, el festival de puertas abiertas que todos los años suelo reportar aquí. Yo tenía planeado ir al Isokon Building en Hampstead, pero he decidido que tal vez no era buena idea meterme hoy por el centro de la ciudad. Así que ha venido a comer nuestro amigo David, con el que siempre solemos hacer Open House, y hemos hablado de la vida y del mundo. David es originariamente judío -aunque ateo- y le amenazaron de echarle del partido laborista por antisemita. Con él he estado en el pasado en una concentración apoyando a Palestina. 



El otro día, en la concentración por Palestina arrestaron a más de 900 personas, muchas de ellas jubiladas. Si llevas un cartel que ponga que apoyas a Palestine Action, eres terrorista. Porque Palestine Action lo es, según este gobierno, por usar métodos clásicos de desobediencia civil como hacer unos grafitis, ocupación de espacios y destrozos de mobiliario urbano. Vamos, que aplaudamos el coraje de las sufragistas que hicieron lo mismo, pero ahora ya tal. 

Cuando veo a esa masa de racistas ultraderechistas, extremadamente cabreados, me desespero. ¿Dónde estaban antes? Cada vez son más, en más sitios. Y cada vez habrá más porque las tasas de natalidad están cayendo mucho más rápido en la izquierda progresista que en los conservadores -estos últimos siguen teniendo el mismo número de hijos que hace décadas. Este es el gráfico del Financial Times de John Burn Murdoch. 


La gente de izquierdas también se define como menos felices que la de derechas. A mí me da para algunas conclusiones: cada divagante que saque las suyas. 

El que no recuerda su pasado está condenado a repetirlo: como el SXX fue tan bien, volvamos a los años 30. Que es un poco lo que hicimos ayer, pero de otra manera: nos colamos en Du Cane Court, un edificio art deco maravilloso construido en 1937 en Balham. En su momento era el edificio con más apartamentos de Europa (676), vivían en él artistas del music hall, tenía sala de baile, bar de cócteles, billares, restaurante y otras zonas de socialización. También había radio en todos los apartamentos, y dicen que el director del edificio retransmitía durante el Blitz si "un apartamento en el piso 2 del bloque H" tenía las luces encendidas: ¡apáguenlas!  



Curiosamente, durante la Segunda Guerra Mundial no fue bombardeado, pese a que a 300 metros una bomba rompió un tubo que inundó la estación de metro de Balham en la que murieron ahogadas 66 personas, como recordará quien haya leído "Atonement" ("Expiación") de Ian McEwan (o visto la peli de Joe Wright). Hay varias leyendas sobre las razones: la primera, que Hitler lo quería como su base de operaciones tras la victoria; otra, que estaba llena de espías, pues durante un ataque se vio a un hombre flasheando una linterna, presumiblemente indicando algo a los pilotos de la Luftwaffe, así que podría haber sido un orientador para los alemanes. La tercera es que desde el cielo parece una esvástica, pero la verdad es que no. 

Allí me colé y en tu edificio art deco me planté

No es Open House en Du Cane Court, pero igualmente nos colamos, preguntamos a un recepcionista muy aburrido si podemos hacer fotos, nos subimos en los ascensores y llegamos hasta la planta séptima, desde donde se ve Crystal Palace y que está llena de pasillos interminables con moqueta roja, tal vez herencia de los artistas del West End que un día vivieron aquí. Cuando salimos, vemos alguna gente en bicis del alquiler eléctricas con la bandera de St. George: deben venir del centro. 



Tras horas de reunión con la cúpula editorial de D&D, he decidido no poner fotos de esta gente, ni de la manifestación, así que tal vez el lector se pregunte qué relación con este horror tienen las fotos que he incluido: son de la tienda de telas de las que ya no quedan a la que fuimos al salir de Du Cane Court. He pasado por ahí tantas veces y nunca se me había ocurrido entrar: a veces, la belleza pequeña está ahí delante y pasamos de largo. Se las dedico a mi amiga y divaganta Marisa, con la que aspirábamos a montarnos una mercería de barrio: quién nos iba a decir que teníamos una tirando a industrial cerca de casa. 

Cogiendo ideas para la mercería

Este sigue siendo el diario de una mujer horrorizada, que por un rato se ha refugiado en un edificio de casi un siglo, en una librería de segunda mano de Oxfam [de donde salí con cinco libros, pero esa es otra historia] y, por supuesto, en una mercería.