"Fiesta" (traducción tirando a libre de "The sun also rises" - "El sol también sale") es el primer libro de cierta entidad de Ernest Hemingway y famoso en la piel de toro por narrar su experiencia en los sanfermines. Yo tenía buen recuerdo de "El viejo y el mar" y "Por quién doblan las campanas", ambos leídos en la adolescencia tardía, y era imperdonable mi laguna con "Fiesta", dada mi particular historia con los sanfermines: una noche enmedio de esas celebraciones conocí a mi compa de piso, el Peda. Poco se ha hablado en este blog de mi visión de la "fiesta": escribí algo titulado "Sanfermines: Proyección", a petición de los blogueros del blogsanfermin -que veo que aún existe, aúpa!- y luego alguna otra observación pseudoantropológica sobre las distintas especies que se pasean por esta gloriosa ciudad (riau riau!) en las "sociedades gastronómicas", como el "Vascuencis Kuadrillus". Así que como era el libro del mes en el grupo de lectura al que me uno guadianamente -solo me leo los que encajan en "mi plan lector", que es complicado (otro día hablaré de la pila que tengo en la escalera)- pensé: tal vez es mi momento.
La novela es un roman-a-clef, o sea, narra hechos biográficos tal vez algo ficcionados (lo que ahora en las mujeres se llama despectivamente "autoficción") sobre su época en París (los locos años 20) y su visita a los sanfermines (y Burguete, donde van a pescar -muy Hemingway- y Donosti). Parece que el autor estuvo en total nueve veces en sanfermines y se preocupó por haber lanzado estas fiestas, que antes eran una cosa solo de locales, al estrellato mundial. Bien es sabido que hoy en día muchos pamplonicas precisamente cogen sus vacaciones esos días para huir de la ciudad.
La primera parte sonará porque todos hemos oído hablar de esos años míticos en los que los componentes de la "Lost generation" (así denominada porque estaban sin rumbo tras la Primera Guerra Mundial) se encontraron en París, más específicamente en los cafés y bares de la ciudad, bebiendo sin parar y siendo intelectuales y divinos en presente continuo: Jean Cocteau, Scott Fitzgerald, Gertrude Stein, el cabrón de Pablo Picasso, Modigliani, Georges Braque, el ávida dollars Salvador Dalí, Man Ray, Luis Buñuel, Toulouse-Lautrec, Paul Gauguin, Edgar Degas... hasta el torero Juan Belmonte que sale en la novela (si habéis visto "Midnight in Paris" de Woody Allen, ahí también aparecen). Cómo decirlo: en esta primera parte me he aburrido mucho. Diálogos cortos entre borrachos ("tight"-tantos años en UK y no había nunca oído ese uso de la palabra y eso que conozco unos cuantos sinónimos para "drunk") y prácticamente nada formal que subrayar, pero tampoco ningún contenido demasiado aparente.
Pero, espera, claro, claro que hay contenido, lo que pasa es que no está precisamente aparente: si te lo planteas esta gente está a la deriva tras la guerra y esta "nada" representa su alienación. Puedes leer explicaciones como que Hemigway se había convertido justo entonces al catolicismo y por eso el narrador es católico (en serio? siempre me cuesta entender el sentimiento religioso en gente inteligente, pero en alguien como Hemingway? personalmente no le pega nada), el que haya quedado incapaz de actividad sexual tras la guerra es otro de los miedos de Hemingway, como buen macho-alfa (como dice Tiovin y no sé de dónde viene su referencia, una búsqueda simple no me la muestra: "Hemingway dijo que se volaría la tapa de los sesos cuando no se le levantara") y luego cosas más obvias como que la novela representa la desilusión de una generación que se refugia en el alcohol y el escapismo.
También la "nada formal" del autor tiene una explicación: parece que desarrolló la "teoría del iceberg" por la que escribía de forma minimalista, y se enfocaba en los elementos de la superficie, nunca explicando o discutiendo los temas subyacentes. O sea, deja actuar a los personajes y que los lectores lleguen a conclusiones sobre ellos vía sus actos. Esto me hace pensar en la terapia conductista y la cognitiva. Con niños pequeños es la primera la que se usa, porque un crío no tiene el vocabulario ni los complejos conceptos para explicarte qué pasa en su mundo interior. Entiendo que sea una manera de escribir, pero a mí me aburre leerlo.
Luego está la segunda parte que es cuando esta panda se traslada a Pamplona a la semana de "fiesta". Esto me ha gustado más por mis nexos con la ciudad, como he explicado. Hay un capítulo, el XV en el que describe el ambiente, el espíritu que sobrevuela la ciudad en esos días , y es así:
"a mediodía del 6 de julio la fiesta explotó. No hay otra manera de describirlo", dice. Es curioso leer a un clásico sobre sitios que conoces bien: el teatro Gayarre, la catedral, el paseo Sarasate (ya me pasó al leer "
The end of the affair" de Greene que está basado en mi barrio). Me hace mucha gracia cuando describe a los "
giants and dwarfs" (llama "dwarfs" que en inglés es enano, a los cabezudos! pero claro, cómo explicarle a un extranjero lo que son esos seres grotescos, y por qué pegan -en mi época con látigos, luego lo cambiaron a espuma: snowflakes!- a los niños). O cuando describe el riau riau (
Vals de Astráin), o el aprender a beber de la bota de vino (
"leather wine bottle", lo llama!), o todo el mundo cantando con los brazos sobre los hombros del resto, untando el pan en aceite, la gente que te paga la ronda sin conocerte y luego no dejan que pagues tú, porque eres el extranjero... esa hospitalidad de las fiestas en esa península al sur de la que ahora me siento nostálgica (quizás porque escribo esto un 12 de octubre, recuperándome de la fiebre de doble vacuna que me inocularon ayer y solo he visto a mi familia celebrando por videollamada: besos vetústicos!!).
En esta parte también describe a los toros y las corridas de toros con bastante detalle, y se nota que Hemingway era un "aficionado" : desde luego sabía mucho más que yo, que nunca me ha interesado la "fiesta nacional". Ya desde niña me daba mucha pena ver al toro con la lengua fuera agonizando, incomprensible que todas las explicaciones que da el autor (que habría aprendido de los entendidos, esas que nunca me he molestado en escuchar yo y que por primera vez he tenido que leer- que si se acerca, que si se aleja, que si la zona del toro) del "arte del toreo" justifiquen el sufrimiento de un animal. Al Peda el Naufrago Ro le regaló una antología de crónicas taurinas de
Joaquín Vidal porque a ambos les gustaba cómo estaba escrito, aunque no disfrutaran del contenido (
"Toro curioso e interesante fue el que hacía segundo. Manso en varas, sacó una encastada nobleza en la muleta con enceladas embestidas al primer cite"). En el caso de Hemingway, igual estas partes tienen algún subrayable más que las conversaciones inanes, pero tampoco es para echar cohetes.
Si vamos a por simbolismos, en esta parte Brett, que es única mujer del grupo, una aristócrata estilosa de la que están todos los del grupo enamorados, "representa el torero y los hombres a su alrededor son los toros", a los que torea a su antojo. Al final, se enamora del torero Romero, que es muy guapo y con mucho duende, pero que enseguida quiere que se deje el pelo largo y sea algo más femenina, así que lo manda a la porra. También rechaza al narrador porque no se le pone dura. Brett es una malota, un espíritu libre que hace lo que quiere, y por ese lado, olé tú, Brett, pero una vez más, como no conocemos la vida interior de los personajes -solo actúan- o como mucho la del narrador, es imposible saber si me iría con ella a los toros.
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Nunca me imaginé a Brett como Ava Gardner. Y el "panuelico" no se lleva así: si parecen modelos de Jean Paul Gaultier!! |
El otro día leí una cita de
Toni Morrison que me gustó mucho -y con la que voy a terminar-, porque hablada de la conexión que sentimos con algunos autores y no con otros. Yo siempre digo que valoro la calidad literaria de Borges, pero a mí no me llega. No tenía mal recuerdode Hemingway y hay algún
divague de frases suyas sobre "el arte de escribir". Igual me ha pasado con esta novela: en principio nada me puede gustar más que un grupo de gente que escribe, desnortada y autodestructiva. Si embargo, tanto rato observándoles beber "en la superficie" me ha llevado a dormirme en parte de su lectura. Al escribir esto me doy cuenta de que tal vez tal vez haya ganado algo ahora- es así: muchas veces escribiendo los divagues me reconcilio parcialmente con una lectura. Ahí va la frase de Morrison sobre la "tinta invisible" que solo reconoce el lector correcto. Yo no soy la lectora correcta de Ernest, o por lo menos en este momento mío vital no he sabido estar en sintonía con su tinta invisible:
“La tinta invisible es lo que subyace bajos las líneas, entre ellas, fuera de ellas, oculta hasta que el lector correcto la descubre. Por lector correcto sugiero que ciertos libros no son para cualquiera. Es posible admirar a Proust pero no sentirse interpelado emocionalmente por él. El lector que está hecho para un libro es el que está en sintonía con su tinta invisible”.