"Philomena" es la última peli de Stephen Frears, director de pelis como "Mi hermosa lavandería", "Los timadores", "Los amigos de Peter", "La reina" o "Las amistades peligrosas". "Philomena" toca el tema de los niños irlandeses vendidos por la iglesia católica en los años 50, y en concreto la historia de Philomena Lee, una chica como otras que tuvo la desgracia de quedarse embarazada y que sus padres la olvidaran por su deshonra en un convento. No entraré en la narrativa de la historia, que es soprendente, uno de esos casos en los que la realidad supera la ficción. Este divague no tiene ningún spoiler, simplemente mi perplejidad y desazón y dudas sobre el género humano.
Desde hace tiempo que vengo jugando con la idea de escribir sobre este tema, tras leer las historias terroríficas de lo que pasó, no ya en Irlanda, un país de fanáticos católicos donde dejan morir desangradas a mujeres para no pecar con un aborto terapeútico, sino en la propia península en la que nací y crecí. Desde hace tiempo que quiero sentarme aquí y dejar que mis dedos vayan solos, tras leer historias que pasaron hace nada en Espania, pero lo he ido evitando.
Porque no es agradable: hay grados en la escala de maldad con la que cada uno opera, y que variará con nuestras experiencias personales, nuestros valores, nuestra manera de entender el mundo. Uno abre el periódico y llega un punto en el que tal vez una matanza en las antípodas le deja fría, y a otro tal vez esa matanza se le aparece hasta en sueños.
Yo sé cual es mi maldad con mayúscula, el Top 10 de las maldades, la que me hace que se me ponga un peso así destrás del esternón, y que me haga pequeña y asustada. Mi maldad de elección es que se le quite un hijo a una madre que lo quiere, y que puede cuidar de él.
Yo sé cual es mi maldad con mayúscula, el Top 10 de las maldades, la que me hace que se me ponga un peso así destrás del esternón, y que me haga pequeña y asustada. Mi maldad de elección es que se le quite un hijo a una madre que lo quiere, y que puede cuidar de él.
Mayor crueldad no puedo concebir. Decir a una mujer, tras el parto, que su hijo ha muerto, y dárselo a otra gente porque, en su fanatismo, creen que le van a dar mejor futuro que su madre, o en su avaricia, creen que el dinero de la venta no está manchando de sangre, es algo que sinceramente para mí no tiene parangón.
Y es que estamos hablando de mujeres sanas, llenas de vida, que querían a sus hijos. Hay padres que no pueden cuidar a sus hijos, aunque quieran. Tal vez se siguieron drogrando o bebiendo durante el embarazo, tal vez no estaban ahí cuando el bebé lo necesitaba, tal vez ponían sus necesidades antes que las de su hijo, tal vez les pegaban o cosas peores. La complejidad de por qué hicieron esto -en su mayoría cierran un cículo de lo que les pasó a ellos-supera este divague. Pero el sistema tiene que intentar romper el círculo y sacar al ninio de esas situación abusiva, cuando los padres están tan dañados que ni con ayuda, pueden dejar las drogas, el alcohol, o los comportamientos que sea.
Pero este no es el caso que describe Frears. Aquí estamos hablando de chicas buenas, cuya falta fue la ingenuidad y la impulsividad. Chicas o mujeres, llenas de amor e ilusión, a las que se les dijo que su hijo había muerto, o que no tenían elección, porque ya eran escoria. Todo para que una familia "conforme" los criara en el camino adecuado, o para ganar ellos dinero.
Esta manera de actuar solo es compatible con un corazón helado, con cerebro de piedra, con una falta de empatía atroz. Solo alguien, sea monja o ginecóloga o enfermero o psiquiatra o lo que sea, alguien que no puede sentir con los demás, alguien despiadado y sin acceso a emociones reales puede cometer este acto. Hemos hablado de la psicopatía muchas veces en este blog: con Kevin, con Hudvest, con la neurociencia. Los "profesionales" que hicieron lo que describo eran todos personalidades sicopáticas, y lo digo lanzándome a la piscina, sin saber nada más de ellos. No hay otra explicación.
Esta manera de actuar solo es compatible con un corazón helado, con cerebro de piedra, con una falta de empatía atroz. Solo alguien, sea monja o ginecóloga o enfermero o psiquiatra o lo que sea, alguien que no puede sentir con los demás, alguien despiadado y sin acceso a emociones reales puede cometer este acto. Hemos hablado de la psicopatía muchas veces en este blog: con Kevin, con Hudvest, con la neurociencia. Los "profesionales" que hicieron lo que describo eran todos personalidades sicopáticas, y lo digo lanzándome a la piscina, sin saber nada más de ellos. No hay otra explicación.
La peli de Frears nos presenta a unos cuantos así. Es un tour de force donde los haya, y si esta maldad está en tus Top 5, tal vez no dejes de llorar en toda la cinta. Pero también hay mucho humor, y la pareja que forman Judi Dench y Steven Coogan tiene química, y engancha. Por supuesto en la prensa la Iglesia Católica tuvo su momento "es una peli anti-católica" y el propio Frears reconoce que él, ateo judío, que ha tocado temas como la monarquía, el thatcherismo, la homosexualidad o el racismo, no se imaginaba que iba a hacer una peli sobre "Dios". Mi frase favorita de la peli, refiriéndose a los católicos, es aquella en la que confirma el mito que existe entre los protestantes sobre la obsesión sexual de los católicos-véase Madonna en sus tiempos: "Fucking catholics!, que dice Coogan después de una revelación de Philomena.
La peli es anticlerical, pero Philomena, ferviente católica pese a todo, es un personaje positivo que "ha pensado en su hijo todos y cada uno de los días de esos 50 anios". La maldad con mayúsculas da miedo y ganas dan de no escribir sobre ella, que es lo que había hecho yo evitando el tema. Pero no mirar no va a hacer que no esté ahí. Y la peli, hay que verla.
La peli es anticlerical, pero Philomena, ferviente católica pese a todo, es un personaje positivo que "ha pensado en su hijo todos y cada uno de los días de esos 50 anios". La maldad con mayúsculas da miedo y ganas dan de no escribir sobre ella, que es lo que había hecho yo evitando el tema. Pero no mirar no va a hacer que no esté ahí. Y la peli, hay que verla.