"Bartleby, the Scrivener: A story of Wall Street" es un relato de Herman Melville publicado en 1853. La actitud vital del tal Bartley, un escribiente básicamente pasivo-agresivo, lleva a Vila-Matas a escribir una no-novela (porque la presenta como una conjunto de pies de página, más que una narrativa formal) sobre aquellos autores que han decidido, en un punto, dejar de escribir. Y no hace falta siquiera haber comenzado a poner la pluma sobre el papel para dejarlo, Vila-matas nos habla incluso de algunos que ni lo intentaron, pero que llevaban un escritor dentro.
Ni que decir tiene que este libro, "Bartleby y compañía", está precisamente escrito pensando en muchos de esos Bartlebys que nunca han puesto sus dedos sobre teclado. Y es que muchos de los que algún día han soñado con ser escritores y que obviamente leen, podrían ser descritos como pelín freakis, como punto fanáticos, como ligeramente fetichistas con esto de la literatura, y leer sobre la misma acaba siendo un placer en sí mismo. Así que si entre las líneas de este párrafo has encontrado ciertos rasgos que tambien aparecen en tu espejo, este libro es para ti.
Los geeks de los libros, entre los que me encuentro, tenemos nuestras cosas. Algunos subrayamos, comentamos, y en general ensuciamos los libros. Una de mis técnicas más útiles (me pregunto si es un paso inevitable de la e/in-volución lectora) es la de encerrar a una erre mayúscula en un círculo al lado de… efectivamente, una referencia. Evidentemente, cuantas más tiene un libro que te está poniendo de rodillas, mejor para tu futuro lector (como decía Wilcock: “Entre mis autores preferidos estan Robert Walser and Ronald Firbank, y todos los autores preferidos por Walser & Firbank, y todos los autores que éstos, a su vez preferían”). Pues bien: una de las grandes ventajas de leer este Vila-Matas es que su enciclopédico saber sobre escritores y obras que no van a aparecer en el catálogo de la Central (pongamos) está desparramada por la no-novela, y las "Rs" son muchas: algunas nos recordarán libros leídos apasionadamente, causándonos una ligera arritmia emocionada al saludarnos entre líneas, y otros serán totalmente nuevos (no puedo esperar a guglearlos y amazonearlos). Juan Rulfo, Rimbaud, Felipe Alfau, Sócrates, Valéry Larbaud, Pepín Bello, Bobi Bazlen, Cravan, Crane, Gil de Biedma, Ferrer Lerín., Joseph Joubert, Bernardo Atxaga, Marcel Duchamp, Baudelaire, Miguel Torga, Kafka, De Quincey, Jacques Vaché, Dufoo, Chamfort, Felisberto Hernández, Pessoa, Barón de Teive, Hofmannsthal, Wilde, Juan Ramón Ribeyro, Henry Roth, Juan Ramón Jiménez, Cervantes,Wittgenstein, Marcel Maniere, Virgilio Piñera, Emilio Gadda, Julien Gracq, Klara Whoryzek, Pynchon, Simenon, Maupassant, Marianne Jung, Traven, Salinger... entre otros.
El libro está recorrido, como suele ser con Vila-Matas, por un sentido del humor con el que conecto. El protagonista es uno de esos perdedores vilamatescos, esta vez con chepa y todo, que se coge una baja para investigar el bartlebismo. Tiene salidas como estas: “ He terminado colgándole por sorpresa el teléfono, pues he tenido la impresión de que estaba perdiendo el tiempo con él”. Esto que igual deje indiferente al lector, a mí me parece el colmo de la hilaridad pues tengo un amigo un tanto excéntrico que siempre termina las conversaciones al aparato con un “By-e!”, evitando los rituales que hacemos los demás para dar a entender que queremos ir acabando. De un tema cualquiera pasa al bye, y si al principio choca, luego divierte. Y al final llegas a la conclusión de que se ahorra mucho tiempo, particularmente cuando vas llegando a una edad.
Pero sobre todo, el libro está recorrido por un amor por la literatura ciego (cómo puede ser el amor otherwise?):
“Daría lo que fuera por poseer la biblioteca imposible de Alonso Quijano o la del capitán Nemo. Todos los libros de estas dos bibliotecas estan en suspención en la literatura universal, como lo están también los de la biblioteca de Alejandría, con esos 40.000 rollos que se perdieron en el incendio provocado por Julio César (…) El fuego parece el destino final de las bibliotecas"
Si a alguien más se le ha erizado el vello por detrás de la nuca, si alguien más ha insalivado soñando con esas bibliotecas, siga leyendo:
“Todos deseamos rescatar a través de la memoria cada fragmento de vida que súbitamente vuelve a nosotros, por más indigno, por más doloroso que sea. Y la única manera de hacerlo es fijarlo con la escritura. La literatura, por mucho que nos apasione negarla, permite rescatar del olvido todo eso sobre lo que la mirada contemporánea, cada día más inmoral, pretende deslizarse con la más absoluta indiferencia".
"El escritor que trata de ampliar las fronteras de lo humano puede fracasar. En cambio, el autor de productos literarios convencionales nunca fracasa, no corre risgos, le basta aplicar la misma fórmula de siempre, su fórmula de académico acomodado, su fórmula de ocultamiento".
No puedo ser la única que con los párrafos anteriores piense: de una manera mucho más burda, los podría haber escrito yo misma. La absoluta necesidad de escribir, porque quiero rescatar la memoria, porque rehúso a que esto se me olvide, porque , porque… tantas razones para escribir que acabo en mis “Penguin essays” de Orwell y releyendo los subrayados del famoso “Why I write” del inglés. Pero los dejo para otro día. Algunas otras razones para escribir rescatadas de la no-novela:
"He escrito mi novela solo para rescatar recuerdos raídos que brillaban suavemente en mi memoria" (Henry Roth)
"Escribo para no ser escrito. Viví escrito muchos años, representaba un relato. Supongo que escribo para escribir a otros, para operar sobre la imaginación. la revelación, el conocimiento de los otros. Quiza sobre el comportamiento literario de los otros" (Fogwill)
Y, por supuesto, razones para no escribir, que podemos llamar “El tío Celerino”:
"Se ha dicho todo (...). Hoy en día, ya sólo nos cabe repetir. Solo nos quedan unos pocos detalles ínfimos todavía inexplorados. Sólo le queda al hombre actual la tarea más ingrata y menos brillante, la de llenar los huecos con una algarabía de detalles" (Maniere)
"De lo que no se puede hablar, hay que callar" (Wittgenstein)
El tío Celerino, o las razones que cada uno se busca para no escribir, era en realidad la razón de Juan Rulfo. Explicó que dejó de escribir "porque se me murió el tío Celerino, que era el que me contaba las historias". Implacable: muerto el perro, muerta la rabia.
Luego hay algunas frases más que las he subrayado porque sí, porque me gustan, todas por su forma, alguna por su contenido:
"Cuanto más marchan los hombres, tanto más se alejan de la meta. Gastan sus fuerzas en vano. Piensan que andan pero sólo se precipitan-sin avanzar-hacia el vacío. Eso es todo". (Kafka).
"La función poética-ese vehemente y solitario ejercicio de combinar palabras que alarmen de aventura a quienes las oigan" (Borges)
"Era un domingo por la tarde, triste y lluvioso. En esta tierra que habitamos no existe espectáculo mas lúgubre que ubna lluviosa tarde de domingo en Londres" (De Quincey)
"Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no" (Camus)
"El miedo inventa nombres para distraerse" (Canetti)
“Yo creía que quería ser poeta, pero lo que quería es ser poema”.
O cómo no identificarme con Felipe Alfau, al que voy a usar a partir de ahora para justificar mis dislates en castellano:
“En cuanto aprendes inglés empiezan las complicaciones, (...) Se manifiesta haciéndonos sensibles a implicaciones y complejidades en las que nunca habíamos reparado (...) y en el caso de los latinos, les hace perder una de sus características raciales: el tomarse las cosas como vienen, dejándolas en paz, sin indagar las causas (…)".
Intento no hacer lo mismo con Schopenhauer. Qué tengo en común con un misógino? Pues esta idea, no hara falta que repita lo que él dice mejor y yo llevo machacando dos años aquí:
"Los libros malos son un veneno intelectual que destruye el espíritu. Y porque la mayoría de las personas, en lugar de leer lo mejor que se ha producido en las diferentes épocas se se reduce a leer las últimas novedades, los escritores se reducen al círculo estrecho de las ideas en circulación, y el público se hunde cada vez más profundamente en su propio fango".
Todo esto y aún no he comenzado a hablar de "Bartleby, The scrivener", la de Melville. Sería injusto para con Vila-Matas que lo hiciese aquí. Preferiría no hacerlo.