Empecemos por el nacionalismo (bostezo). Supongo que todo el mundo habrá ya leído hasta la saciedad que en Canarias las corridas de toros se abolieron en 1991. Se sacó una ley autonómica que decía "Es especialmente indeseable la posibilidad legal de hacer negocio de espectáculos basados en el maltrato, sufrimiento y muerte de animales". La ley fue apoyada incluso por (ji!) el PP. Yo esto no lo sabía, y no sé cuánto bombo se le dió en la época. Pero parece que el nacionalismo canario no fue, a ojos de los que ven ahora el nacionalismo catalán como culpable, la razón para la abolición de las corridas.
El interés por ver los nacionalismos que no sean el Uno, el Grande, el Español como demoníacos es el objetivo primordial de los nacionalistas españoles. Personalmente bostezo porque no me gustan ni unos ni otros (no sólo soy flower-power, también soy "ciudadana del mundo" -¡entren los del "Cóndor pasa"!), y si en algo estoy de acuerdo con mi cobloguera Diva es que también esas otras prácticas de correbous y demás restos de circo romano deberían haber sido abolidas (polakos nacionalistas: ¡booooring!) Con un par de cullons (Di, la políglota). Y sí, digo abolidas, digo PROHIBIR. ¿No había que prohibir el burka? ¿No había que prohibir "la interrupcion voluntaria del embarazo"? Anda, ¿y que los gays se casen? No me diga, ¡adónde vamos a llegar! ¿No había que prohibir que se publiquen ciertas cosas? ¿Y que un fulano vaya tajado mientras conduce? ¿No se está mejor, qué narices, en un restaurante -comiendo caza protegida- cuando el cretino de turno no te echa su humo en la cara? Yo lo prefiero, y como algunos no tienen el sentido suficiente para ciertas cosas, señores, habra que legislar. Digo. No vaya a ser que los gays luego además quieran adoptar, como en esa Pérfida Albión.
Creo sinceramente que habrá una parte de la población catalana que estará contenta con la abolición de las corridas de toros y también apoyará la abolición del resto de tortura espectáculo per se. Porque odian ese espectáculo (no es tan difícil ¿eh?) También habrá una parte que, aunque esté por la tortura espectáculo, habrá visto esta abolición con gusto por lo que supone de elevarle el anular a España. Habrá otro grupo que estará indignado, porque les gustaba la tortura espectáculo y se la suda si España o no, y ahora tendrán que irse a otro sitio a verlas (¿México?)... en fin, que la casuística será variable. No todos serán terribles nacionalistas separatistas amantes de los toros que lo hacen por joder a los demás ("Pero Di, no es paranoia cuando de verdad te persiguen!"-nacionalistas espanioles: booooring!!!).
Para terminar con el trozo nacionalista, comentar que con estos temas de ritos y stuff es interesante ver que dicen los antropólogos. Podéis leer la entrada del 29 de julio de Manolo Delgado, cuyo blog "Le cor de les aparences" está en nuestra lista de blogs. Ofrece otro punto de vista y merece la pena (aunque el título del blog esté en catalán) porque precisamente Delgado siente que el tema se haya enfocado sólo sobre el nacionalismo y habla -un poco de puntillas, me hubiera gustado que se extendiera más- de "la retórica animalista y su exhibicionismo eticista". Sugiere que con esta ley no se protege al animal, sino al espectador, y va un poco en la línea de Diva de aceptamos que se mate, se torture entre bastidores, pero no en el escenario.
Y siguiendo con antropología, pero pasando a los puntos alimentarios de mi Co, es una pena que Txelos esté comatoso prevacacional y no nos haya ilustrado con los capítulos 1 y 2 (la vaca, el cerdo) de Marvin Harris que se está leyendo en estos momentos. Al terminar el libro de Harris ("Vacas, cerdos, guerras y Brujas. Los enigmas de la cultura"), almas volubles como la mía ansían hacerse vegetarianas, porque sinceramente una cree que el mundo sería un lugar mejor si el hombre no comiera carne. Los grandes simios son aún predominantemente vegetarianos y sólo comen carne de modo excepcional. Así que vale, no nos pongamos duros: un poco de jabugo en Navidades se permite.
Resumidamente, pensemos en el ejemplo Indio: una vaca –que se alimenta de vegetales, en la India pobre de desperdicios- consume un determinado número de calorías que son transformadas en diferentes productos: leche, mantequilla, fuente de tracción -sobre todo-, su boñiga se aprovecha para la producción de energía, como fertilizante e incluso para cubrir los suelos de las cabañas. Nada se desperdicia. Si se mata la vaca y se come su carne, las calorías que va a otorgar a la familia que se la coma no tendrá comparación con las que daría si se aprovecha con el cuidado tradicional. Esta economía es mucho más racional que el sistema del así llamado primer mundo donde millones de vacas mueren al día para nutrir McDonalds. Tres cuartos de los pastos en Estados Unidos, por ejemplo, se emplean en alimentar a esas vacas, en lugar de a la gente. En cualquier cadena alimentaria, la interposición de eslabones animales adicionales provoca un descenso en la eficiencia de la producción de alimentos. Es una industria muy costosa desde el punto de vista energético (carne vs arroz, por ej) y se puede decir que la India utiliza su ganado vacuno más eficientemente que USA. Según el profesor estadounidense Vic Sussman, la alimentación vegetariana permite subsistir como mínimo a diez veces más personas con la misma cantidad de tierra. Es imposible que los seis mil millones de habitantes de este planeta comamos carne o pescado todos los días.
Con todo esto, soy vegetariana aspiracional. O sea, no lo soy, pero me gustaría serlo. Igual que una hace resoluciones al principios de año de caminar más, colaborar con tal organización, o dejar de una vez por todas las sobredosis de chocolate Lindt del envase rojo, lo que me parece lógico y deseable sería, por lo menos, comer menos carne. Por las razones económicas arriba expuestas, por conservación del planeta, por respeto a los animales.
Con todo esto, soy vegetariana aspiracional. O sea, no lo soy, pero me gustaría serlo. Igual que una hace resoluciones al principios de año de caminar más, colaborar con tal organización, o dejar de una vez por todas las sobredosis de chocolate Lindt del envase rojo, lo que me parece lógico y deseable sería, por lo menos, comer menos carne. Por las razones económicas arriba expuestas, por conservación del planeta, por respeto a los animales.
En lo que no hace falta entrar es en el mensaje que de sí misma da una sociedad que sigue justificando una fiesta para torturar y ver agonizar a una pobre bestia... ¿quién es el bestia?