"The corrections" ("Las correcciones"), de Jonathan Franzen (2001) apareció por mi casa un día, sin saber bien de dónde, pero llevaba mucho tiempo persiguiéndonos. NáN hizo ya una serie sobre él y su traducción en 2011, y me la dedicó! Todo por nuestra desavenencia de toda la vida (espadas siguen en alto) sobre el imposible trabajo del traductor. Os remito a esa serie detalladísima tras la lectura.
"Traducir no es leer. Traducir
es convertirse en médium, dejarse ocupar la creatividad por otra
persona, permitir que otro escritor escriba en nuestra lengua, con
nuestra capacidad lingüística, lo que ya tiene escrito en la suya".
Esto es de Ramón Buenaventura, el traductor al castellano que, el pobre, tuvo que escribir un diario en paralelo, como auto-terapia para no enloquecer. En él cuenta algunos de los retos insalvables de "ser el médium" de esta novela. Todos los entiendo y casi todos los comparto. Por ejemplo, el reto de las referencias: hoy en día, en un mundo tan rápido y donde la comunicación es vertiginosa, las referencias ya no son como antes. Quedan unos pocos mitos del imaginario colectivo, pero hay miles que son o locales o perecederas-cuando el libro se publique tal vez esa moda de las loom-bands ya ha pasado. Yo me encuentro con ejemplos intraducibles de un idioma al otro todos los días, y es un sinvivir. Cómo explicarle a un inglés lo que es "comorrr? pecadorrr!!!" (una referencia local, pero que afotunadamente lleva enquistada unos cuantos años). Pues la misma desolación ha sufrido Buenaventura. La solución a este problema sería que se lea, si se puede, en inglés? Una tirita, pero no más: llevo 17 años pensando en inglés por lo menos 8 horas al día y sé que un idioma no se aprende de verdad hasta que no se vive. Total: no hay solución.Sorry.
Y antes de meterme, anotar que es el libro que me ha acompañado todo el
mes que hacíamos "las américas". Como suelo hacer cuando viajo, no son solo los rituales de
subrayado y anotado, sino que están de los lugares donde podía
parar a leerlo... parques, camas, trenes, aviones, sofás, Henry Miller
Library... esos sitios. Y desde que lo terminé, en el metro de LA, pasando
por un paraje que bien podría ser el tercer mundo, lo he recomendado a
todos los que se han cruzado en mi camino, y lo he regalado a dos
amigas. Ese es mi grado de emoción.
Y por fin, antes de saltar al agua, querría hablar algo de Franzen. Soy sola yo que miro mucho la foto de los escritores de la contratapa mientras leo? Acabo una sesión y me quedo y rato asumiendo la lectura, los ojos fijos en el que me está hablando tan directamente. En mi edición del libro no había foto de Franzen (en imagen), y de hecho no "le conocí" (gracias a sangúgel) hasta mitad de lectura. Qué carita de no haber roto nunca un plato. No me parece yanki, sino escandicavo, de esos que escriben sobre horripilantes crímenes sin resolver en la nieve. Franzen está divorciado y no tiene hijos: eso me chocó, se me hacía imposible que hubiera poder escribir algo así sobre una familia. Prodigioso. Tenemos algo en común: Franzen se aísla del mundo con tapones en los oídos cuando escribe (aviso: la adicción a este estado de aislamiento es ya de por vida, así que los que no-iniciados, se abstengan. Yo la pillé en la universidad) además de unos cascos con "pink noise". Se tapaba los ojos con antifaz para escrbir desde la oscuridad (aquí no llego). No tiene internet en el ordenador desde el que escribe (todos sabemos que la frecuencia de los divagues aumentaría exponencialmente si no hubiera internet). En los USA me enteré de su bronca con Oprah W., que le ganó calificaciones de snob: el que fuera recomendado por la mujer con mayor influencia del país a amas de casa no le llenaba de ilusión. Quería contestar a la novela postmodernista. Le causaba dolor ver que libros en los que hay que hacer cierta inversión intelectual y emocional estuvieran desapareciendo porque la gente ve series de TV. Esto es un trazo grueso del autor de "The corrections".
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Ha llegado el momento, hablemos del libro. Los temas que toca Franzen son, no sé... todos? En serio: es bestial. Mil temas que pinchan, que pican, que raspan, con un aire ligero que parece que no. Pero te la va mentiendo, así, doblada, como quien no quiere la cosa. Si acabas llorando, estás avisad@... aunque desde luego, lo que vas a hacer muchas veces más es reír.
Nunca olvidaré dónde estaba cuando me dió el ataque de risa en el capítulo del "Aslan". Se trata de un nuevo psicofármaco (la psiquiatría o mejor, la psicofarmacología -estamos en América- está muy presente) que nos libera de todos esos temas de coco que son un lastre en la vida diaria. Pero que son los que nos hacen, qué curioso, precisamente humanos. El médico que explica las propiedades de esta medicación, es un payaso de esos tan frecuentes hoy en día. Y yo no podía parar de reír (por no llorar? tomaré otro Aslan), con los pies metidos en el agua de una de esas fuentes interactivas que ya describí de algunos parques en USA (Portland, Oregon).
"A lack of desire to spend money becomes a symptom of disease that
requires expensive medication. Which medication then destroys the
libido, in other words destroys the appetite for the one pleasure in
life that's free, which means the person has to spend even more money on
compensatory pleasures. The very definition of mental 'health' is the
ability to participate in the consumer economy. When you buy into
therapy, you're buying into buying".
Después de ridiculizar hasta el absurdo las agonías y necesidades de la clase media, reduce toda la "salud mental" a la medicalización (pasando por caja) de necesidades creadas. Después de haber pasado un mes por allí y haberme horrorizado por las cantidades de gente con claros problemas psiquiátricos vagando (no divagando) por las calle, constato que no todo son amas de casa aburridas y frustradas, también hay un monton de psicóticos de libro, pero Franzen deja claro que esta es una sociedad donde la Medicina esta en venta y es un buen negocio. Y la salud mental (1 de cada 4, recordemos) es la gallina de los huevos de oro.
Y no solo la mental, también la salud, a secas: el libro te hace pensar en cosas que a nuestra edad cada día se ven más cercanas. Cuando terminé la novela, la palabra "bungalow" entró con fuerza en mi vida por un par de días [Nota: en el UK, el bungalow es el concepto ancianos por antonomasia]. No cambiaría mi piso por un bajo con jardín, porque siempre he preferido una habitación con vistas (vale, entro: y propia) Pero... cuando no pueda subir las escaleras hasta el segundo? Cuando subir los dos pisos sea como subirlos en Bolivia, que te lo piensas? La dependencia, que nos puede llegar a todos un día, la enfermedad, algunas más crueles que otras. La libertad, la última libertad de decidir sobre tu vida, y el punto en el que ya no puedes. Todo esto te remueve, y a nuestra edad es difícil no haber vivido esto de primera mano. Y escuece leerlo de segunda.
Las descripciones de los personajes son magistrales. Y lo que asusta es que les conocemos a todos. No, no es que "nos suenen": es que somos algunos (trozos) de ellos. Y por esa razón los odiamos más intensamente: nada da tanto vértigo como verse en el espejo de otros.
La mujer que guarda los vales de descuento del
supermercado (quien no use vales que tire al primera piedra), o que refríe los regalos (vale, igual por distintas razones, pero quien no esté por reducir el potlach navideño anual, que tire la). La manera como una generación educa a sus hijos escandalizándose de como lo hicieron sus padres (que siempre quieren poner más aceite o mantequilla o azúcar o sal a la comida-la razón por la que mis guisos no acaban
nunca de estar como los de la Yaya). Las maneras tan opuestas de ver la vida de hermanos, todos educados aparentemente con los mismos valores...
Things cellular were killing public phones. But unlike Denise, who
considered cell phones the vulgar accessories or vulgar people, and
unlike Gary, who not only didn’t hate them but had bought one for each
of his three boy’s, Chip hated cell phones mainly because he didn’t have
one.
Gran parte del libro va de choque generacional: los valores, o incluso pasar a pertenecer a distinta "clase social" tras las oportunidades que trajo la vida a los baby-boomers (personalmente, olvidar de dónde vienes solo les pasa a los idiotas) y avergonzarse cuando la madre habla de lo bonitas que eran las "pirámides de gambas" en tal boda, o crucero, o lo que sea carente de todo estilo/glamour que han ido los padres. O, qué madre no tiene una amiga con los hijos perfectos? A quién no le recuerda su madre que Santiaguito está una vez más dando clases en la Universidad de algo, y que estuvieron todos en al presentación de su libro en el mismo centro de Vetusta? Tú ya odias con pasión a sanitguito y solo rezas para no ser el santiaguito de alguien. Capaz será tu madre de presumir de ti a tus espaldas, cuando todo lo que te dice es "deberías tirar toda esa ropa que no te pones".
En 2001 nadie hablaba de economía tanto como ahora, aún eran las vacas gordas. Pero Franzen con el contraste entre las profesiones de ambas generaciones está contándonos algo del cambio de sistema productivo: desde el ingeniero ferroviario, un trabajo típico de la industria de mediados del SXX a los trabajos en el sector servicios o financiero de los hijos. Y en este párrafo, hablando casualmente de unas luces de navidad, resume toda la filosofía del hombre que ha trabajado con sus manos o con otros que las han usado:
"It offended his sense of proportion and economy to throw away a
ninety-percent serviceable string of lights. It offended his sense of
himself, because he was an individual from an age of individuals, and a
string of lights was, like him, an individual thing. No matter how
little the thing had cost, to throw it away was to deny its value and,
by extension, the value of individuals generally: to willfully designate
as trash an object that you knew wasn't trash".
Este
es mi suegro, o mi padre, y seguramente también los vuestros. Pero no son los hijos del personaje del libro, y si sois vosotros, es que hay un rayito de esperanza: Reduce. Reusa. Recicla.
Franzen no se esconde a la hora de criticar el capitalismo, y en lo que piensa el hijo menor, Chip, sobre todo al principio de la novela, tenemos ideas-masage para los lectores de esa cuerda.
"The main difference between America and Lithuania, as far as Chip
could see, was that in America the wealthy few subdued the unwealthy
many by means of mind-numbing and soul-killing entertainments and
gadgetry and pharmaceuticals, whereas in Lithuania the powerful few
subdued the unpowerful many by threatening violence".
Tal vez Chip sea el más exagerado, pero cada uno de los hijos representa un
caos personal y vital de dimensiones épicas. Lo de Chip y su
lío con una alumna (que me recordaba al "On beauty" de Zadie Smith) es particularmente hilarante: alguien ha olido un sofa donde ha tenido sexo después de ser abandonado? Hablamos de ese nivel de tocar fondo.
Buenaventura lo califica de "libro exótico, un libro en que se nos describe una sociedad norteamericana que apenas concebimos en Europa..." y se refiere a cosas como que "las familias acaban viviendo en el subsuelo". Esto puede resultar extraño si se vive en pisos, como en España, pero os aseguro que en mi edificio, la vecina de abajo (que tiene dos niveles, la planta calle y ese "basement" muy común en Londinium, recuérdese "Sola en la oscuridad") hace vida en el semi-subterráneo. Estas peculiaridades mezcladas con rasgos, ideas, maneras de comportarse que son nuestras, como hemos visto arriba, hacen del libro uno de aquellos que te da muchísima pena terminar. Y al terminar vuelves a la wiki a mirar a Franzen, mueves la cabeza y abres una página al azar para terminar el divague:
"Criticizing a sick culture, even if the criticism accomplished nothing, had always felt like useful work"